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Transandínica (hochroth Verlag, 2021) - Jesús Montoya
Libro bilingüe español/alemán, con versiones del poeta y traductor Léonce W. Lupette.
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Rua São Paulo (Fundavag Ediciones, 2019, II Premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria) - Jesús Montoya
Link para su libre descarga en Pdf aquí a través de La Fundación La Poeteca
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Mudo nudo
Con escalofrío, la lengua se levanta a barrer la casa. Cepilla su desganado cuerpo, pintarrajea su músculo ausente de vértebras.
Hoy es lunes clarividente, y hay que barrer la casa, piensa ella. La casa de la lengua no es robusta, sus paredes son blancas y verdosas, su sala cristiana nos mira, nos mira girar pasillos delgados como sombras. Simbólica no es, herbívora de luz, ¿é? La lengua, ¿una máscara vaciada?, ¿una cáscara neurótica?
La lengua tiñe cosmética su atareo, ¿ustedes le dijeron algo? Díganle la verdad, porque estoy tan solo, quiero decir, tan sola la lengua está que inventa una deshabitada acentuación, un oportuno corte.
Barre la casa y escucha canciones de su tierra. La tierra de la lengua es exterior a su cuerpo pero la realidad le impone ¿Le impone? La realidad turbulenta le impone sucesos. Su bisabuela, por ejemplo, murió el martes pasado. Y la lengua lloró solitaria en unas escaleras frente a los árboles. Lloró lágrimas peculiares, casi históricas, lágrimas que trémulas cayeron por sus aftas. Quiero decir, lágrimas como luceros, como perros ladrando.
Este mes pretende ser exageradamente ningún lugar para la lengua. Pero hoy, lunes, con su escoba amarilla empuja el polvo, empuja inconsciente viejos restos, materias estiradas por el suelo.
Hace días que la lengua no barre. Hace días que no ve a nadie, que no habla con nadie. Pero hoy es lunes de imágenes sumergidas, de objetos desmoronados como sonidos vastos. Pastosa está ella, cada papila camina por un vocablo diferente, fracturado. Cada una recorriendo surcos, descifrando grafías en los escondrijos.
Se asemeja a lo que empuja. Empuja el barro al aire. Empuja, empuja su raíz delicada, diría transparente. El aire es la semilla de la lengua.
Barre y barre arañas encantadas. Les dice: quiero ser destejida por la oscuridad. Y todo esto nos confunde porque primero va la sombra, luego la lengua. Primero va la sombra arrastrada por la luz que filtran las ventanas.
La sombra de la lengua no es un racimo pero es una cosa. Una anquilosada cosa, una cosa que tiende su espectro, su macabra desnudez en las superficies. Superficies, superficies camuflan su presencia. Ya no viste igual. Sus trapos descansan como esqueletos en urnas. O eso imagina cuando los ojos la suturan entera, torpe al trabarse sin justificación.
También imagina que es una multitud muda, que un panteón celeste aguarda en la profundidad de lo que barre. Allí el sol como una luna cortada nace de la tierra, paciente para el mirar.
Luego olvida.
Luego fisura la mañana con ociosas preguntas, ¿soy una piedra?, ¿soy una piedra escrita en un libro?, ¿soy una piedra ladrada en una página?, ¿soy una piedra repetida? Ninguna piedra es igual a otra. ¿Acaso, tan si quiera, he entendido a la piedra? Al vagarla la he vuelto un crematorio de enigmas. Parla, parla cuando desplaza por sueños al fumador en la boca de la puerta. ¿Con quién habla?, ¿qué le dice? Este lunes hay tanto silencio.
Recoge tímida sus dudas. La lengua, como una tortuga, se esconde en sí misma.
Cruces
Fantasmagoría del primer parto abriéndote. Ahora reconoces el cristal nocturno. Te visitan dos ancianos, cantan la placenta de la vida.
Un roble en la cama, su pesada forma, su herencia que enluta el aire observas.
Fino aire cuando el tramo de luz levanta. Levanta la mirada, el ojo no es una moneda.
Semejante a un Cristo de humo evocas el sepulcro.
Tocas su anónima pluma libre en el espacio. Tramos de luz revelan arañas sonámbulas.
Tampoco tú puedes dormir. Telaraña ancestral, mosaico, gesto avergonzado.
Túnica tendida para madurar el fuego, como la tierra, habrás de ser un vientre. Tantea ínfimo el espacio, conjura la muerte de retorno.
Tísica, trémula, orinada en el corral. Tupida de manos, tapiada de rosas con dientes sacros.
Terrena cuando el imán encuentre su centro.
Tobillo, angular pueblo de iglesia, comadre y cicatriz, conjura la muerte de retorno. Tatuada, exigua así de blanca, confidente así de sola.
Tímida campana, plaza deforme, longitud andina, guarda tu nombre con dulzura entre los campos.
Nuestras manos serán rosarios de pétalos, pájaros claros, picos de fuego, hermanos y hermanas abrazados junto a ti. Vacíos al fondo de las aguas, persiguiendo aves para demoler la hondura.
Dios bendiga tu camino, que tu reposo sea eterno, que tu oración sea un destino, que tu esperanza permanezca.
Tórax sembrado al eco, cadencia, trago secreto como alfabeto sonoro. Tía, tirria, de esta mesa nos levantamos con la almohada fecunda.
Trepados en los platos frente al templo. Tigre acorralado, mandíbula, cualquier ángulo, cualquier ceniza me alumbra.
Un cántico brusco para este amanecer moribundo, flanco archipiélago descrito.
El domicilio de una fuga oscura, esquinas pesadas, funeral al que te preparas a lo lejos.
Conjura la muerte de retorno, alguien ronda por las escaleras, habla muy bajo, cierra las puertas. Tú escribes las cruces. Tú oras en cada rincón. Tú ves los grillos brincar frente a los charcos. Tu vórtice de lluvia confunde las épocas. Tu caudal protege el viaje.
Tu tiempo nace en el agua.
Conjura la muerte de retorno, los gusanos, los loros, los riscos, la fatalidad solar de este encuentro. Muele la gangrena. Alza los brazos como la lluvia.
Llegarás hasta las cruces, una laguna de sapos, de espectros sacudiendo la sangre.
La historia es un círculo vicioso, un círculo maléfico, fiesta de caballeros gemelos a sus sombras.
Llegarás hasta las luces, brujos prenderán velones, varas delgadas en el pecho de la montaña.
Piojos, partituras, túneles a contravía, túneles heredados, túneles mohosos, murciélagos, carretillas, catástrofes, terror. Llegarás denso a la espuma, túneles a contravía viajas, túneles de glándulas, escombros, parásitos asombrados por tu melancolía.
Palas, coronas, siglos contrariados, el gargajo fúnebre de un corazón. Llanuras creciendo en tu cerebro, natales renacuajos asoleados en aceras.
¿Cómo se llama?
Desarraigo, pólvora histérica que penetra amamantando las cabras. Iris, puede ser, iris o brújulas errantes.
Escondido como los búhos en sus cuencas. Escondido en túneles, jubilaciones de mares secos, pozos, branquias aguerridas, peces alrededor de los navíos.
Llegarás hasta las cruces, harás honor a tu nombre y temprano poseerás el gran estigma.
Beberás tu sangre indómita. Hablarás con las vacas y con las flores y les dirás: también yo amé las estrellas y mi silencio bordó el horizonte.
Conjura, conjura la muerte de retorno.
El mar es una cruz, una cruz por la que viajas. El mar es un milagro ético.
Mezquina verdosa alucinación.
¿Cómo se dice eso? ¿Cómo se escribe la palabra manco? ¿Cómo se pronuncia la palabra luna?
La ubre del animal en tus labios, su leche sembrando estrellas. Violentos hombres bajan de sus caballos, ánimas bailan alrededor de los árboles. Misericordia, misericordia.
Llegarás putrefacto a las cruces, tu calavera de veinticuatro años asustará a los hombres por las calles, mejillas como gaviotas, rodillas como flautas.
Y no serás mas que un niño, un niño brotando de su tumba en silencio. Un pez recorriendo el laberinto.
Ranas, ratones, pensamientos que en el frío nocturno desaparecen. Pensamientos como cloacas. Cucarachas acurrucadas en la entrada de un baño.
No, no, un pez torciendo el laberinto, aire, milagro. Milagroso juicio sobre ti mismo cuando en cierta página leas: el ahorcado no puede descolgarse solo.
¿Quién habla cuando la luna reposa en un pino? ¿Quién vence su historia, desilusión incomprensible?
El pensamiento agoniza su relación con el espacio. Puedes absorberte en este estado, libre de ley entre las ondas ancestrales, libre de orcas y marullos antiguos, libre de ti.
Tu arquero como un maestro traspasando los morros, preparado para zambullirse en el mar.
Todas las imágenes te conducen al abeto, a tu madera cromática de sol ardiendo el campo.
Te incendias cuando todo calla. La fauna ondula esta silla de mayo, esta silla agua demasiado violeta, esta silla bailada pellizcando el miedo de romperte.
Luna líquida para ahuyentar el diablo la canción se tranca. Destrona tu mirada y respira de nuevo. Corre hasta el espejo y lanza la primera piedra, no estarás allí. Recoge tus restos, observa tu colchón mudo y ámalo.
Los ojos de los caballos comprenderán el camino. Has venido cuando la pureza era real, cuando no estabas vencido por nada, por nadie. Bajabas demencial el valle viendo los pavorreales cantar junto a la tarde.
Dinastía emplumada de la mujer que amarás siempre. Sus patas calzando la tierra contemplabas con los bolsillos vacíos y la pulsión de la vida, y la pulsión idílica de tu provincia de fantasmas.
Jeroglíficos trazados en piedras para descifrar con las cayenas, floripondios, épocas de cantos como murmullos, como trenes, silbidos, tinieblas que también fuiste.
Llegaste hasta las cruces y tu ilimitada metamorfosis entró a la catedral. Las pinturas altas bañadas en sangre. Bañadas con el azufre del espíritu.
Nada es verdad hasta que sonámbulo te encuentras. Hasta que alguien cae en una cama y sólido liberas la virtud.
No conocía tus vísceras de lagarto humillado en la montaña. No conocía tu animal sagrado.
Este es el reino enterrado de las lámparas, tu panteón sepulcral de vasijas, tu cristalino ligamento que percibe cada célula cada nervio circular en la morada del agua.
Panton, glándula, filamento, especie de volumen material, acuario o longitud, tristeza o saturada vía hídrica navegas. El seno de un bufón blandiendo tu vocablo. Tu alquimia como niña te espera.
Conjura, conjúrate frente a las constelaciones.
El pez no desconoce que el hombre traga sus órganos, que el hombre es una mujer acariciando el viento, que cada piedra es verdad.
Fisionomía
Poema anfibio, poema reciclado, en tu calle habrá un hombre solo. Poema vencido, por tus cañerías hablarás en otra lengua. Poema punteado al borde del jardín, pata de pájaro, polilla borracha soñarás. Soñarás pieles de barro, fábulas de soledad que te abandonan. Polilla poema comprensiva, ala amorfa del pardo río, ala adornada del siglo santo. Ven a mi casa, poema de zinc, tachadura sin rostro, noticia de mi santidad infame. Poema de males menores y amplias madrugadas como muertes, ¿quién es ese hombre? ¿Por qué su pelvis es caudal en lejanía? Asfalto de agua adormecido, poema de versículo roto, íntimamente viudo, íntimamente solo. Poema, anatomía del pez negro, diamante lateral, oído de mi tráquea, el sonido te permea. Poema de rasgada barba, de dientes amarillos, de pez angelical en las veredas. Poema sumergido, sal adherida al litoral siniestro, suspirando tus rocas, suspirando tus grietas soñarás. Soñarás una lápida marina con tu nombre desnudo, con tu aleta turbia, búfala de cabañas en el prado. Poema espectro, campo de adorno residual, tu ojo brilla como el de un tigre de agua. Poema radical, no ores por tu muro en otro idioma. Cantor del aire, el esqueleto de los peces tiene tu delgada forma. Tu aureola cromática unida al frío de esta calle me ilumina. Eres humilde, poema dorsal; gallo en flotación sin pulso, a contracorriente eres más puro.
Flor de piedra (2018). La Gran Sabana, Venezuela.
Rua São Paulo (Fundavag Ediciones, 2019, II Premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria) - Jesús Montoya
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My Father’s Black Motorcycle
Words yes, but poetry no. Thousands of words, but poetry no. Hard words, real, seeping from the pores and stuck to them. Words yes, but no immobile earth or labyrinth. Words, thousands of them, everywhere breathing like a savage who doesn’t drag his reflection. Words yes, but not like packaged meat, but like real meat. Words with open teeth fighting for a fragment of future. Words yes, interminable and wide and dancing, but poetry no. Poetry never again.
Ernesto Carrión, Manual de ruido [Noise manual]
We leave life behind when my father and I cross the tropics like a bullet on his black motorcycle pressing rays of sunlight melt as we go and the breeze blows strong around this black metal colt, it seems that time stops that it stays intact at 3:00 p.m on a desolate January first. My father and I plow down the highway that joins San Josecito with San Cristóbal.
The trees swirl like stains trembling under the sky. The trees know the axis of perpetual flight that I must still love without leaving. The trees break the suffocating rustle of the city and grip it tight, a root that blurs the trunk as it burns down.
My father and I move in the sound of the wind, slowly with no destination. His green eyes shine in the broken glass of the rear-view mirror like two scars opening before me. One by one, sunken in silence, our memories press on the asphalt. And suddenly, his voice rising, he tells me the future. And I think my father is a survivor, that infancy must be far away, like so many things. And in that momentary image that can only weave a journey, where the future is past and the past is past and the present innocence, the city begins to return, to be dragged back, like a dark body without us.
I know every bend in his impossible road border and edge of the night, able to dream a thin line where things end up breaking. Now, nothing returns to its course.
Some told me, slow down kid, and I remained suspended in the afternoon like a dog, opening the sky with my eyes before the steppes or the streets or the illuminated sidewalks.
So much thunder to say that my friends awaited me there drawing short the breath of the day when I silently wrote; but who would care if I didn’t trace the geography of that immemorial hamlet if I sang no more than a frozen portrait asleep in time if I hanged myself like a flower abandoned on that courtyard before the long faces of the family, if my words shone amid the dead leaves that my mother tore up when she saw.
Dazzling sands and blizzards in the country, corners of cold daggers, open-mouthed cadavers corner after corner were part of that voice that in its blindness spilled the melodic stridence of the neighborhood I passed through like a ghost.
No one had a name, I had no need to have one.
Even though I hid, driven crazy, in the name even in the name of Rosalina’s terrace I ascended on her stairway to heaven when Juan Diego died, and I heard in full: a blank page is a closed door. Name of the cross that annihilates the wind under La Loma name of the songs of the holy trinity of neighborhood drunks, I listened in full. Walker of San Cristóbal, I owe something to someone and I don’t remember who or how to pay them.
The plain of San Josecito and its putrid odor stretch for miles.
Do I have something to say? Death, like poetry, is inconfessable. Really, do I have something to say? My father’s motorcycle lets out smoke like a dream, the smoke is the fruit of ash; the dream, of some voice.
My father’s voice doesn’t know the past, that is another of the kingdoms that burns down. His murmur interrupts the future to close one window and open another: son, behind that mountain is the biggest trash dump in San Cristóbal. Cheo, my father. I will write. His eyes made soft. Where does life take us when. I will write. The wind is a shadow between us. I will write. A slender shadow we pass through on his black motorcycle.
And I imagined I was wandering from door to door without myself. And the rain fell down harder and we took off splendidly again. And I believed in this poem but another music was hurled into the storm. And silent, I crossed the black land I was naming. And black were its houses with broken roofs along the path black the bright star that inspired the highway to Santa Ana, black the immobile stammering of the window toward me an old shopkeeper growing with the smoke, diluted in his portrait, black the chorus of prayers that rise toward me.
Some told me sing young man, and I rose my voice like a bleeding bird this land with no history of mountains crashed into the sky, of words like mine adhering to the muteness of our dead, this land that locks in abandonment of our uninhabited paths that bows in the greenness and putrefaction that is neither town nor city nor hunger all gathered in the gaze of he who dreams until it burns, this land of sordid emotions like grains of sand that the wind drags without carrying us off this land where the present is not eternal nor a stain nor burning happiness, this sleepwalking land where I write with my tongue cut since the past pronouncing the same traitorous prayer for years, this land where my living memory is still too young to invent some wintry perfume, this stinking land of bells and loose doves as huge as a closed house, this noisy land that my father and I cross at top speed on his black motorcycle.
(from Hay un sitio detrás de los incendios [There is a place behind the fires], 2017)
Translated by Arthur Dixon
Jesús Montoya (Tovar, Venezuela, 1993) is a poet and essayist. He earned his degree in Letters from the Universidad de Los Andes. He has published the verse collections Las noches de mis años [The nights of my years] (2016) and Hay un sitio detrás de los incendios [There is a place behind the fires] (2017), which won the first Premio Hispanoamericano de Poesía Francisco Ruiz Udiel. He is currently part of the editorial team of the journal Poesía at the Universidad de Carabobo and is editor of the journal Insilio. He is currently completing a doctorate in Literature in Brazil.
Arthur Dixon works as a translator and as Managing Editor of Latin American Literature Today. His translation of Andrés Felipe Solano’s “The Nameless Saints” (WLT, Sept. 2014) was nominated for a 2014 Pushcart Prize, and his most recent project is a book-length translation of Arturo Gutiérrez Plaza’s Cuidados intensivos (see WLT, Sept. 2016).
Latin American Literature Today
#Latin American Literature Today#poesía#poetry#Venezuela#Hay un sitio detrás de los incendios#Jesús Montoya
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Hay un sitio detrás de los incendios, Jesús Montoya
(Valparaíso Ediciones, 2017)
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El Tigre
Mi padre llegó a El Tigre por el año 40 Con muchos pueblos muertos sobre su cabeza Errante y desmontable estallante de luz entre sus aros llegó a El Tigre armado de fracasos y silencios Un pueblo Un nombre un aletazo de pájaro muriendo entre mechurrios y cielos rojos Un pueblo Un garabato en la sabana de Guanipa
El Tigre veinte casas en piernas Calles de barro Al frente como un trono el taladro con sus mismos jurungos y torpucios por esa tierra desconocida y roja bajaron las familias y todo aquel mundo armable y desarmable prefabricado y muerto se vino a El Tigre
Al tiempo el pueblo fue centro de otras muertes El Tigrito La Leona San Tomé Campo Gulf Campo Flint La Socony Y sus ojos fueron sismógrafos y sus patas oleoductos hasta Puerto La Cruz Entonces mi padre construyó una casa Porque a media madrugada subía a lo alto de una cabria y recordaba a su hermano Agustín cayendo cielo abajo
La violencia nunca se fue de El Tigre Y mi madre seguía descuartizando puercos desde Quiriquire Uno podía encontrarse con la misma gente de tantos campos cerrados y perdidos
Uno podía conversar con un muerto y al otro día repetirse entre amargos reproches Volver errantes de su propia conciencia retomar la ruta sin precisar distancias Limitarse al juego de la calle entre un sol y otro Un mundo de acuñadores fogoneros encuelladores caporales de campos Un mundo pesado y bastardo Ahogado entre balancines y mechurrios
Cuando yo abrí los ojos mucho después me encontré con mis hermanos raspando puercos en el patio de casa Eso fue en la calle Zoilo Vidal a seis casas la escuela del Maestro Trossell Entonces mi padre construyó una casa en la calle Nueva Esparta y la llamó En Dios Confío Y El Tigre apareció en los periódicos para testimoniar nuestra riqueza petrolera Aparecieron los adivinos y se abrió El Mosquero La Prefectura y un piquete de la Guardia Nacional
Cuando yo abrí los ojos el cementerio de El Tigre comenzó a crecer dentro del mismo pueblo Cuando yo abrí los ojos las rockolas se contaban por millares La violencia nunca se fue de El Tigre Uno podía encontrarse con la misma gente refiriendo el accidente de su mano perdida Cuando yo abrí los ojos mis pies se habían llenado con todo el abandono de esos pueblos
De un pueblo y sus visiones - Villarroel París (Fondo Editorial del Caribe, 2009)
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Revista Insilio, vol. II
Portada: Ernesto Montiel. Diseño: Santiago Gamero. Edición: Paola Nava y Jesús Montoya.
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Vincent / 4
–estas raíces: están brotando: me cuentan algo. estas raíces: son un lenguaje. pero no de la Naturaleza: un lenguaje que es un eco de la Naturaleza: ¡quiero ensayarlo! ¡quiero intentarlo! aunque no sepa. aunque solo. quiero. ensayar una manera de construir con este lenguaje: el lenguaje de las raíces: de estas raíces que me hablan. Que me cuentan algo. quiero ensayarlo. quiero intentarlo. Un lenguaje que construye y que brota de las raíces. de estas. que están brotando. Aunque no sepa lo que me dicen: ¡quiero intentarlo!: este lenguaje.
Las reescrituras - Leónidas Lamborghini
(Ediciones del Dock, 1996)
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basura tiene que ser el poema de nuestra época porque la basura es lo bastante espiritual y creíble como para embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio, amontonándose, apestando, manchando los arroyos de marrón y de blanco cremoso: qué otra cosa nos aparta de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación de carecer de porquería, eso resulta remoto, y, en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo soy un abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame el fluir de la creatividad, lo que viene aflorando, futurista, los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en Florida, donde es raso el terreno como son rasos océano y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas), se arrastran los camiones de basura como con reverencia, como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa realista, las deidades de ingratas necesidades: jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven en día y pico blancas de humedad, redondas motas con aspecto de esputo o cremosísimos moluscos, crudos y machacados: si este poema no es el mejor del siglo, acaso puede tratar del peor poema del siglo: al menos aparece hacia el final, y así debajo de su medida puede cundir un largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas, un humo mínimo emana día y noche la munificencia sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama alimentada por esta intendencia de acres de profundidad: la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja: un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un mainá pringada de gelatina: cómo escribir este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar; debería actuar, representarse, dar ejemplos, ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema, que trata de la idea presocrática del eje disposicional que va de piedra a viento y viento a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe), está completo antes de comenzar, así que no es preciso que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado podría concluir en breve: el eje quedará bastante claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta o está bien afinado en toda forma o tonalidad de su revelación: este es un poema científico, y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y lee la aves, millones de solitarias que van circundando una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón, además, en la mente del poeta hasta donde se remolca la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que dónde sino en el culo mismo de una caída está la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos, dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas rutas: pero somos naturales: fue la naturaleza, no nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones: tejidos y hologramas de energía circulan en nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismos fuera de nosotros, de forma que podemos participar en altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento y vista y pensamiento tales que penetran (realmente penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras, y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas, las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado del polo, donde las formas de la materia se difunden y la energía pierde todo medio para expresarse excepto en cuanto espíritu; ah, sí: allí, en lo que dura, donde dura la mente y nada más, lo eterno, hasta que pasa a ser otra pera o pez sol, ese destello pasajero en el ojo del pez que hace tanto que está allí, yendo y viniendo: es el destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver, cobra forma y la pierde, palpable e impalpable, y en una sola fase, la misma del dolor y del amor, nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y reescribir hasta que bien escrito esté: si estoy en contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta, cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos amigos y colegas se han ido para terminar bajo tierra, que solo es viento con peso, o convertidos en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo esto era de esperar y no de desear: incluso viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos: y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial, los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie) sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando hasta perderse como transparencias en un proyector: qué eran entonces ellos que son ahora lo que son:
Basura y otros poemas (fragmento), A.R. Ammons - Traducción: Daniel Aguirre Oteiza y Marcelo Cohen. (Lumen, 2013)
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What do they think has happened, the old fools, To make them like this? Do they somehow suppose It’s more grown-up when your mouth hangs open and drools, And you keep on pissing yourself, and can’t remember Who called this morning? Or that, if they only chose, They could alter things back to when they danced all night, Or went to their wedding, or sloped arms some September? Or do they fancy there’s really been no change, And they’ve always behaved as if they were crippled or tight, Or sat through days of thin continuous dreaming Watching light move? If they don’t (and they can’t), it’s strange: Why aren’t they screaming? At death, you break up: the bits that were you Start speeding away from each other for ever With no one to see. It’s only oblivion, true: We had it before, but then it was going to end, And was all the time merging with a unique endeavour To bring to bloom the million-petaled flower Of being here. Next time you can’t pretend There’ll be anything else. And these are the first signs: Not knowing how, not hearing who, the power Of choosing gone. Their looks show that they’re for it: Ash hair, toad hands, prune face dried into lines – How can they ignore it? Perhaps being old is having lighted rooms Inside your head, and people in them, acting. People you know, yet can’t quite name; each looms Like a deep loss restored, from known doors turning, Setting down a lamp, smiling from a stair, extracting A known book from the shelves; or sometimes only The rooms themselves, chairs and a fire burning, The blown bush at the window, or the sun’s Faint friendliness on the wall some lonely Rain-ceased midsummer evening. That is where they live: Not here and now, but where all happened once. This is why they give An air of baffled absence, trying to be there Yet being here. For the rooms grow farther, leaving Incompetent cold, the constant wear and tear Of taken breath, and them crouching below Extinction’s alp, the old fools, never perceiving How near it is. This must be what keeps them quiet: The peak that stays in view wherever we go For them is rising ground. Can they never tell What is dragging them back, and how it will end? Not at night? Not when the strangers come? Never, throughout The whole hideous, inverted childhood? Well, We shall find out.
The Old Fools - Philip Larkin
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En cierto momento de mi relación oscilante con el cuaderno, y quizá gracias a ella, descubrí la anomalía inscripta en esa presencia no muy firme, pero elocuente, de lo escrito. El punto que me permitió vislumbrar una dimensión de la escritura a mano que hasta entonces me había resultado inadvertida. No me refiero a mis motivos para escribir –por otra parte siempre poco claros– sino al estatuto físico de la propia escritura. Yo mismo había cultivado unas relaciones discontinuas con mis notas manuscritas. Quiero decir, uno de los principales temores, más o menos recurrentes, fue (y sigue siendo) nunca terminar de llenar, preferiblemente con ideas e impresiones honestas y si se puede inteligentes, esas trescientas páginas.
Escribo en pasado, pero no faltaría a la verdad si lo hiciera en presente. El pronóstico de no completar el cuaderno me sonaba más factible que la ilusión de lograrlo. Era un escenario a lo Sísifo. Ello significaba renunciar para siempre al deseo de adoptar una nueva libreta (y revivir de paso la exaltación escolar de estrenar un cuaderno). Pero también señalaba otra cosa que me llevó tiempo entender, en parte debido, paradójicamente, a la simplicidad empírica del hecho: acabar la libreta podía significar agotar un espacio dado; o sea, era parecido a terminar o, más exactamente, a tener un libro. Una de esas operaciones que adquieren un sentido a veces más verdadero, aun cuando sean préstamos de otras cosas más o menos cercanas; en este caso, publicar. Así, a partir de esta equivalencia cuantitativa con cierto protocolo libresco, la grafía manual se revelaba como una impensada simulación virtuosa; formato para el cual, sin embargo, yo no estaba preparado debido a mi relación bastante accidentada con la escritura a mano.
Todo anunciaba que sería constantemente inédito. Recuperaba de este modo otro tipo de fantasía, en este caso negativa, cuando durante los primeros años de escritor había acumulado una gran dosis de paciencia –¿o impaciencia?– frente a la publicación en general y las editoriales en particular. En otros lugares me referí al problema de tener una libreta de notas inacabable: según pasa el tiempo se transforma en evidencia de lo no escrito más que en prueba de lo que se escribió. Pensaba entonces que para la posteridad –cualquier cosa que eso significara– quedaría una libreta bastante incompleta, muestra de indolencia textual de este así llamado autor, incapaz de rellenar un muy limitado número de renglones comparado con las oportunidades que había tenido de ir avanzando a lo largo de varias e interminables décadas.
Es así que el cuaderno verde me acompaña como si se tratara de un talismán equívoco. Un objeto que me inhibe y avergüenza. Me recuerda lo que no soy, y de este modo me afirma en lo que soy. Digamos, es lo que me hace pensar, sin que nada en el resto de la realidad lo confirme, que lo mío es sobre todo embrionario; que siempre estoy empezando a escribir y dejando de hacerlo, en un mismo movimiento.
Últimas noticias de la escritura (fragmento), Sergio Chejfec
(Editorial Entropía. 2015)
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Las noches de mis años, Jesús Montoya
(Monte Ávila Editores, 2016)
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MATRIA
la ópera fue ensayada día y noche, una pieza sentimental para los comensales una pequeña ventanita de cholguán y visillo color muerto permite al lector fisgonear –y por qué no reír de la india travestida de selva lírica.
Yo no elegí el operático decorado de la cordillera pero pinté de sal y rosa los Andes para contemplar en él, el blancor de una patria Me vestí con los atavíos de mi madre Me saqué los ojos para nombrar Edipa santificada de coronas En la ceguera vi a la india que cuelga de mis vértebras loca que ejercita en mapuñol el celular corro de las soledades.
¿Cómo comprender el pajaral canto de tu boca en el níveo [anonimato de las palabras?
¿A quién preguntarle por el sur o el norte? He inventado una patria para los despatriados mi pequeña ítaca, mi futura lengua Para el ignoto fulgor que vibra en ventanas tapiadas Para el hechizo que una mujer despliega en la finitud de las tiendas Para la carcajada cesante en la fugacidad de un atardecer alcohólico en un tempo áfono y afásico Para el cuenco donde las cosas caen y donde cada sentido riza la concavidad de un cuerpo Para la pequeña distancia de tus huesos que imita un futuro día blanco Blanco de mi memoria Para el espejal gesto de tu mano en la trenza de la selva Para la disposición de lo bello; el oxígeno de tu boca sobre el pelaje de mis dedos Para tu cabeza india.
Ramera Amancebada de sol Azteca Ona Maya Zapoteca araucanita Quechua Aimará Naguatl De sangre mi vestido jamás americana Huk Indiapa Minueto Trompanne Gapachacun Tzay Ichisaj Selvapita Uchkunkaj.
Antonio Silva / El Imperio de los Sentimientos. Obra reunida (Editorial Cuarto Propio)
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He regresado para sentarme como una vieja se sienta a la orilla de las lamentaciones y hunde sus dientes contra una piedra para no hablar para no hablar ya más y dejar que el mar susurre su voz de nieve ardiente He vuelto a este rincón enfermo donde me obligan a tragar una hostia mancillada por las bocas que dijeron todas las mentiras
Entonces veo desfilar en el caleidoscopio del agua las grandes y pequeñas traiciones bajo el delirante sol de febrero
Allí están los que osaron aspirar eternidad sin pedir permiso comieron carne ajena e invadieron casas donde alguien oraba en secreto Luego se sentaron en la sala pidiendo café y cigarillos
Y allí estamos nosotros
Insomnes mudos los rostros sin orillas flotando sin destino tratando de ver a Dios en la tierra de nadie
Porque todo lo que se pierde va a dar al mar me tiendo en el borde para oír a mis hermanos muertos Puedo ver en la ciudad desierta a mujeres que amontonan cachureos en los patios pequeños objetos que se pudren
La trivialidad del poder atraviesa civilizaciones de sangre para luego ofrecer té y cuidar de los heridos
Puedo verte danzando sin cabeza desnudo sobre las olas llameantes moviendo apenas los labios los dedos apuntando hacia arriba donde los pelícanos baten sus alas mudas
La ciudad una botella soplada por un viento pútrido se hincha Y a través sólo veo muertes solapadas por todas las mentiras dichas para robarnos a Dios para hacer de nosotros buenos chicos chicas listas
Quieren ponernos las cosas difíciles te dije considerando que las palabras ya no designan objetos ni situaciones sino relaciones lingüísticas dejándonos sin frutos sin sombra en este infame terruño de las representaciones Bajo el aire salobre del puerto el viento agitaba sus certidumbres contra mi rostro Eramos jóvenes lo sé tenía el cabello despeinado y el mar de pronto fue una bóveda encerrando todos los secretos todas las visiones Entonces vi la puerta que daba al Jardín donde mamá y yo mirábamos caer la nieve sobre los duraznos desnudos mirábamos caer la nieve sobre los duraznos desnudos
Porque no soy yo la que habla me he tendido en la colina para que hable el mar
Desde aquí veo la extensión del agua perderse en el horizonte una gran lámina plateada y brillante bajo el sol ardiente del verano
La palidez del agua es un muro invisible entre los mundos donde habremos de perdernos allí entregaremos la palabra de fuego que nos arrojaron desde el traspatio de los crímenes para ser otra vez tomados de las manos y acariciados por el viento
Aquí he regresado al pie de nosotros mismos a dejar mi ramo Voy soplando copos de ceniza que se esparcen en el Jardín quemado el único paisaje de Klee al final del caleidoscopio
Reconozco un zumbido de abejas las patas de las arañas rozando suavemente la hierba y sé que nos han abandonado a las puertas del sueño para decirnos que no hay tregua
Aquí donde los damascos crecen maduros para alimentar a las hormigas año tras año la pulpa exige su tributo de sangre y se relame en su sed inextinguible
Porque es fracaso la saciedad esa traición de pequeños animales sacando sus lenguas de fuego para arañar la nieve las olas llameantes que se levantan desde este mar estanco donde todo lo que abandonamos ha ido a perderse como se pierde en la tarde un eco de campanas
Sin embargo sé que otra vez estaremos frente a ese Jardín callados y felices escuchando cómo cae la nieve sobre las ramas de los hermosos árboles invernales
Junto al mar se extiende la ciudad La noche se desprende como un susurro Veo a los feriantes marchando a casa después de pedir vino en la cantina donde una gorda pintarrajeada canta tangos de Gardel
Los niños desarman la Rueda de la Fortuna donde subían las novias del barrio bajo sonrojadas y sucias comiendo palomitas
Cae la noche sobre el puerto y las calles son el único rastro que dejan los asesinos Mañana será otro día y habrán de volver a abrocharse los zapatos subir peinados al micro maloliente para llegar al fin de la jornada a dormir a un hotel equivocado un sueño equivocado
Este es el lugar de los crímenes La muerte es el único museo abierto
Aquí están los que iban a comer carne de Dios y fueron sitiados los que sobrevivieron al banquete de restos cuescos de damascos carcomidos sobre las bandejas una cita que la Historia anunció demasiado tarde.
No soy yo la que habla
El mar dibuja los paisajes que nosotros olvidamos para no decir malas palabras ni delatarnos entre vecinos y recibir la recompensa de un nombre la única investidura para ser reconocidos cuando la Historia reparta su premio de canicas
Desde aquí veo a los que estuvieron antes
Juana la pecosa se durmió al sol esa tarde que la encontraron sobre la arena
Veo al loco Pepe no dejó su sombrero de fieltro regalo de su padre cuando lo arrojaron al Pacífico
Ese océano que todo lo guarda porque todo lo que se pierde va a dar al mar
Amanece y la ropa tendida en las azoteas ondea bajo la brisa He subido por el camino y desde el monte contemplo el sol sobre la tierra mojada Pero los grillos ya no cantan himnos imperiales y las mujeres ya no lucen sus preciosos tocados de ayer
A orillas del mar la Historia ha ido a perderse sin justificaciones sin héroes sin santos
Son las palabras las que matan te dije Y fue cierto
Abajo la bahía enciende luces de ceniza Hay quejidos de peces suspendidos en el aire un eco venido de otras aguas donde las algas son diademas de muchachas y no éstas cabelleras muertas
Son otros los puertos donde habremos de perdernos para reencontrarnos con las manos manchadas y los zapatos viejos como en la plaza florida de septiembre cuando nos citábamos bajo los ciruelos para no decirnos nada para susurrar esa canción que tanto nos gusta y que ya no podemos recordar
Porque ése era el Jardín nevado el pedazo de tierra para dormir bajo las fragantes nubes sin buscar nada sin desear nada con el oscuro presentimiento de que el mar es un espejo para ser mirado por los ojos de Dios
Era el día preciso para arribar al puerto La hora que nos recuerda y nos salva Encumbrados por el hechizo de fuegos artificiales bandas de muchachos nalgas apretadas brazos tostados que cantaban viejas canciones sobre marinos y sirenas que se besan bajo la luz de petróleo de una lámpara en la cubierta de una nave hemos atravesado todas las edades
Pero lo veo el agua arrastra el peso de un muerto y los dulces amigos danzan en la arena un ritmo triste
Un perro ladra en lo oscuro invitándonos a una embriaguez leve seducción escondida en la humedad hasta que despertamos y perdidos en la orilla permanecemos callados alegres viendo cómo oscurece sobre la gran ciudad como si fuéramos los últimos guardianes de un país innombrado bajo el aire salobre Cerrados los cinematógrafos escuchamos a Pathy Smith
Alguien dice que el festín no ha terminado
Fue entonces cuando vi a la diosa tenderse cansada y sucia a la orilla del mar.
Fragmento de Las playas de fuego - Bárbara Délano
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Yo podría ser tu Frida
Yo podría ser tu Frida
Porque me dejo el pequeño resto de púber / pelillo todo femenino / barbilla toda de machito / descuidada en mi labio superior
Yo podría ser tu Frida
Y someterme, toda postergada a tu sonrisa para dejarte instalado el retrato de familia con los hijos que no tendremos
Yo podría ser tu Frida
Y vestirme con traje de caballero para que puedas unir cada pedacito ceniciento de mi pelo / Y llevarte en el pensamiento / Y dejar tus sueños arriba de la cama, como la muerte / como tu cuerpo
Yo podría ser tu Frida
Para perforarme las orejas, para sellarme la columna con tu metálica entrecruzada de piernas, y dejarme hambrienta de Rivera, arrebatada de india / híbrida para la noche
Yo podría ser tu Frida
Y declararme las tristezas en el pelo (me lo borras, anudado, reconvertido, me armo trenza desperdicio)
Yo podría ser tu Frida
Y llevarte a compartir la oralidad en los lugares públicos donde nos encontramos casi siempre y dejarte aniquilado, perdido/ arrinconado de besos sucios, para escribirte como si no nos conociéramos
Yo podría ser tu Frida
Porque me tienes esperándote, para atravesarme con lo que me queda de tu cuerpo / metal / sangrando / surcado / como marca.
Yo podría ser tu Frida - Diego Ramírez Gajardo
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Mueble, by Miguel Devia
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