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Fue hijo del rey Maximiliano II de Baviera y de la princesa María de Prusia. Debido a su posición como heredero de la corona, fue consentido inusitadamente en algunos aspectos, pero severamente controlado por sus preceptores y sujeto a un estricto régimen de estudio y ejercicios. Algunos de sus biógrafos afirman que muchos aspectos de su excéntrico comportamiento pueden explicarse por la presión de haber crecido en la familia real. Pese a todo, su juventud tuvo momentos felices, como las visitas al castillo de Hohenschwangau y al lago de Starnberg con su familia. Durante la adolescencia, Luis forjó una estrecha amistad con su ayuda de campo, el apuesto aristócrata Paul Maximilian Lamoral de Thurn und Taxis (1843-1879), miembro de una de las familias más ricas de Baviera. Los dos jóvenes cabalgaban juntos, leían poesía en voz alta y representaban escenas de las óperas románticas de Richard Wagner. La primera vez que el joven príncipe Luis presenció una obra wagneriana fue el 25 de agosto de 1861, cuando se representó ante él Lohengrin, y desde entonces mostró siempre un entusiasmo inusitado por la música de Wagner. Su relación con Paul se rompió cuando este empezó a interesarse por las mujeres. Paralelamente, el príncipe había iniciado una amistad con su prima, Isabel de Baviera, más conocida como Sissi. Ambos amaban la naturaleza y la poesía, y en su mundo privado se llamaban «Águila» (Luis) y Luis sucedió a su padre, Maximiliano II de Baviera, en 1864, a la edad de 18 años, pasando a ser conocido como Luis II de Baviera. Tuvo siempre como ideal los reyes absolutistas y quiso reconciliar a los Estados alemanes. Pronto surgieron dos problemas: la expectativa, siempre frustrada, de engendrar un heredero y las relaciones con Prusia. Estaba comprometido con la princesa Sofía, su prima, hermana menor de Sissi, pero después de posponer el enlace varias veces, Luis anuló el compromiso y Sofía se casó al poco con el duque de Alençon; posteriormente moriría en un incendio. A pesar de su alianza con Austria contra Prusia en la Guerra de las Siete Semanas, aceptó un tratado de defensa mutua con los prusianos en 1867 después de ser derrotado. Como consecuencia de este tratado, Baviera tuvo que ser aliada de Prusia en la guerra Franco-prusiana. Otto von Bismarck persuadió a Luis de la idea de un imperio alemán, con lo que la posibilidad de independencia de Baviera se vio reducida. Desilusionado de gobernar en la época en que le había tocado, Luis II se fue retirando cada vez más de la capital constitucional, Múnich, en que debía residir un número mínimo de meses al año, cumpliendo tan solo el mínimo exigible, y haciendo que sus ministros se dirigieran al castillo de Linderhof, donde residía habitualmente, para firmar las leyes propuestas por éstos. A pesar de que se haya insinuado una relación amorosa entre Luis II y la emperatriz Isabel, hay poco fundamento para considerarla real. Su amistad, sin embargo, sí fue muy estrecha, reforzada por su afición por la hípica, la música y la naturaleza. A lo largo de su reinado, se conocieron varios enamoramientos del rey con hombres apuestos, incluyendo al principal caballerizo de la casa real, Richard Hornig (1843-1911), la estrella de teatro húngara Josef Kainz (1858-1910) y el cortesano Alfons Weber (c. 1862). En 1869, comenzó a llevar un diario en el que registraba sus pensamientos privados y hablaba de tentativas de suprimir sus deseos sexuales y mantenerse fiel a los dogmas católicos. Los diarios originales del rey se extraviaron durante la Segunda Guerra Mundial, y todo lo que queda hoy son copias de escritos hechos antes de la guerra. Estos escritos copiados del diario, junto con cartas privadas y otros documentos personales que han sobrevivido, sugieren que Luis luchó contra su homosexualidad.1
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