inapreciables
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*La sombra se convirtió en luz* Relatos sacados desde la oscuridad de nuestra habitación. Blog creado para demostrarnos que no estamos solos. -si quieres compartir tu historia siempre serás bienvenidx-
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inapreciables · 5 years ago
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" ... y si tú te arreglas para verte guapa, seguro que te gusta que te digan lo preciosa que vas, asique haz lo que te gusta que te hagan; fijo que le alegras el día a más de una persona. "
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inapreciables · 5 years ago
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" Aún me duele decirlo, pero mis padres no supieron ayudarme... "
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inapreciables · 5 years ago
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" Me daba la sensación de que al vomitar echaba también toda la mierda que me rondaba en la cabeza. "
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inapreciables · 5 years ago
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Toda esta mierda empezó cuando me compraron un espejo para mi habitación. No sé a santo de qué, pero con mis 13 años tenía mucho empeño en mirarme. Era una época en la que empecé a fijarme más en la gente de mi alrededor, a envidiar todo lo que tuviesen ellos y yo no, a pensar porque yo no tenía ese culito respingón y esa melenaza rubia. Entonces empezaron las autoexigencias, era constante, sentía que no estaba a la altura de los demás y a subestimarme. Empecé a maquillarme mucho, demasiado, utilizaba las sombras para definir más la cara y parecer que tenía un rostro más delgado, me hacía mechitas rubias, que la verdad que me quedaban genial y me las sigo haciendo con mis 18 años. Pues resultó que no me era suficiente, y empecé con la mayor movida que es lo que me ha hecho ser quien soy ahora.
Era un agobio constante, no dormía, solo me daba vueltas la cabeza, cuando hablaba con mis amigas no podía pensar en otra cosa que fuese porque yo no soy así, llegué a tal nivel de frustrarme que me empezó la ansiedad. Llegaba de clase y me ponía a ver YouTube de cómo ser más guapa o como tener mejor cuerpo, de cómo ser para gustar a los chicos y cómo hacer para agradar a la gente. Me atosigaba tanto el tema que me metía atracones de comida, hasta que un día me dio por pensar que igual era eso lo que fallaba. Desde mi adolescencia he sido una chica delgadita, sin muchas curvas, con melenita castaña, pero tenía tan mentalizado que todo lo que hacía estaba mal, que pensé que debía cambiar eso de comer tanto. Empecé a provocarme los vómitos..., qué miedo pasé la primera vez, no me salía, y yo en plan “joder tía no sabes ni potar”, entonces me armé de valor y cojones que dije “esto si ostia” y así es como empecé echando todo el paquete de galletas príncipe que me había comido 10 minutos antes. Empezó a ser rutina, me daba la sensación de que al vomitar echaba también toda la mierda que me rondaba en la cabeza. No me sentía a gusto conmigo misma haciéndolo, pero peor me sentía no haciéndolo.
Aún me duele decirlo, pero mis padres no supieron ayudarme, tomaron como posible solución tenerme controlada y toda la confianza que tenían en mi desapareció de un segundo a otro. Recuerdo que tenía que ir de clase a casa a comer, la parte del día al que más le temía. No se describir la sensación que sentía cuando estaba en el ascensor subiendo a mi casa, era como una mezcla de miedo y pánico, veía mi miedo en mis ojos por el reflejo del espejo. Saber que mis padres no me miraban con los mismos ojos y que mal interpretarían cualquier cosa que dijese. En esa época lo único que necesitaba era una mano a la que agarrarme, alguien que me diese fuerzas, y no la tuve. Mi madre me obligaba a terminar absolutamente todos los platos, y recuerdo una vez tenía alubias blancas con chorizo, bueno pues aquí a la menda no le gusta el chorizo asique cogí el chorizo y lo metí en una servilleta que después tiré por el retrete. No sé por qué el chorizo volvió, porque cuando yo tire de la bomba me fijé bien de que el agua lo hubiese tragado, pero no, el puto chorizo de los cojones volvió. Estaba con mis amigos cuando mis padres lo vieron y me llamaron para que fuese a casa cagando ostias, santa bronca. Tío, no se creían que me había comido las putas alubias, bueno, ya no se creían nada de lo que dijese, que impotencia me generaba eso, dios. Entonces fue cuando me di cuenta de cómo mi familia estaba realmente mal, de cómo por mí se había roto el vínculo familiar, había una tensión brutal en cualquier esquina de la casa.
No culpo a mis padres de nada, no estuvieron preparados y no supieron saber cómo llevar esa situación adelante. Esta época ha ido por rachas, como en las que creía que estaba loca o cuando veía que yo era pura escoria, lo pase mal de cojones y me quedo corta. Pero de todo ello lo peor fue la situación de casa, la mirada tan fría que tenían mis padres hacia mí, me miraban como si no fuese su hija.
Con paciencia, dedicación, tiempo, y un psicólogo, como más a peor no podía ir, mejoró. En cuestión de tiempo demostré que era consciente de toda la mierda de la que estábamos rodeados, y volví a ganarme la confianza de mis padres, y la mía.
Se que ahora soy quien soy por ello, me considero más observadora respecto a los que me rodean. Me fijo en detalles me que recuerdan a mi yo enferma, y empiezo a pensar si esa persona estará pasando por algo. Son muchas las personas que me he ido encontrando a lo largo de mis 18 años con este tipo de inseguridades, y tío que he dicho 18 años, eso no es nada si miro de frente y veo todo lo que me queda aún. Asique cuando veas a tu amiga que le queda bien el jersey que se ha comprado díselo coño, cuando veas guapa a alguien mójate y dile que buena estas ostia, que eso nos saca la sonrisa y si tú te arreglas para verte guapa, seguro que te gusta que te digan lo preciosa que vas, asique haz lo que te gusta que te hagan; fijo que le alegras el día a más de una persona.
Menos mal que ahora estudio fuera de casa y no me llevé el espejo, porque esto no se cura del todo; se te queda en la cabeza. Por muy curada que esté, algunas inseguridades me vuelven, pero para no pensar me echo a dormir. Luego la gente me dice que cómo puedo dormir tanto. Aún estoy trabajando eso de quererme después de cinco años. Y tío, si la gente os cuenta estas vainas, no le miréis con pena, que a mí eso me jodía más, darle la puta mano y asegúrale que todo va a ir bien, porque ver un poco de luz entre tanto montón de mierda es como tener frío y que te dé el sol. Bueno, lo dicho, que te quieras por favor, y recuérdale a tu madre también lo buena que está.
- Inapreciable a plena vista.
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inapreciables · 5 years ago
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" Me temo que me he obsesionado contigo, aterradora e insaciable, querida y amarga, obsesión. "
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inapreciables · 5 years ago
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" Esto debe ser así, porque mi cabeza solo lo comprende de este modo. "
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inapreciables · 5 years ago
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Para contar las cosas como es debido, suele hablarse de "un comienzo". De hecho, muchas veces eso es lo que me ha llevado a la locura, el encontrar un fin y un final a todo. Pero irónicamente, esto no lo tiene. Simplemente es uno de los tantos cabos sueltos de deja, supongo, la ansiedad. Por lo tanto, es algo que siempre recuerdo haber tenido, aunque en momentos no fuera consciente.
Algo que siempre me ha caracterizado, es que he sido presa del peso del perfeccionismo. Al principio, se notaba en mis dibujos ya que, aunque estos fueran meros garabatos, todo mi caos tenía un orden, estaba centrado, igualado. Y eso hacia gracia. Me hacía gracia.
Pero los años fueron pasando, y mis manías y obsesiones crecieron junto conmigo. Pasamos de los dibujos a los muñecos, los libros, las botellas, los cuadros. Muebles, baldas, cojines, sartenes, tarros, ropa, accesorios, y un sin fin de cosas más. Ahí es cuando me di cuenta de que algo no iba bien, no era "normal".
Pero fue a peor. Ya no bastaba con ordenar cosas, sino también momentos. Necesitaba una rutina, con horarios, actividades y gente establecida. Los fines de semana empezaron a convertirse en mi pesadilla y las sorpresas en mi mayor miedo, y los planes inesperados, para muchos necesarios, pero para mí un sinfín de lugares inconexos y horas inexactas, en un terror exasperante.
Y en este momento también comenzaron los tics nerviosos, obsesivos, que se convirtieron en uno de mis mayores complejos.
Este trastorno me afecta no solo a la hora de ordenar, sino de salir, de hablar, de conocer a gente o de no hacerlo.
Pero, como suele pasar en todos estos temas, la barrera de lo mental y lo físico es tan frágil, tan fina, que es muy fácil de resquebrajar...
Afecta a mi salud física. Si me doy un golpe en una mano, me provoco uno en la otra. Si me tropiezo con el pie izquierdo, he de hacerlo también con el derecho. Si me golpeo la frente, mi nuca también ha de sentir el dolor.
Esto debe ser así, porque mi cabeza solo lo comprende de este modo. Mi falta de control hace que pierda la razón, y pasen este tipo de cosas.
Y también es algo que, hoy en día, hace que sienta vergüenza.
Sí, ahora te hablo a ti, odiado, pero al mismo tiempo querido, tormento. Me avergüenzas. Vergüenza de no poder ir a comer con alguien sin dejar todas las cajas desmontadas y apiladas, porque si no; no está simétrico. Vergüenza de no poder controlar mi obsesión de que todo esté pulcro, y que la gente se sienta dolida por hacer ver que sus cosas no están limpias. Vergüenza de tener que lavarme las manos cada cinco segundos hasta dejarme la piel hecha añicos, sólo porque no soporto pensar que mi piel esté sucia. Vergüenza de sentir dolor en todo mi cuerpo, porque todo el daño debe estar equilibradamente repartido. Y así con todo, ¿verdad? Lo conoces bien. Me atormentas y lo seguirás haciendo. Desde mi habitación, hasta el sueño del baño donde a veces me atormentas y castigas. Desde mi nacimiento, hasta el final de mis días.
Supongo que solo queda de tachar tu casilla en la que pone "obsesionarte con alguien que va a destrozarte". O al menos me muestras ese deseo cada noche, cuando no me dejas conciliar el sueño, o en los momentos en los que te cuelas como un insecto en mis pesadillas.
Pero no te culpo. Supongo que hemos pasado tanto que has conseguido que inconscientemente también te quiera y te extrañe cuando no apareces. Irónico.
Solo quiero pedirte una cosa.
Aunque diga que te odio, no me abandones. Aunque me destroces, no me dejes sola.
Me temo que me he obsesionado contigo, aterradora e insaciable, querida y amarga, obsesión.
- Inapreciable a plena vista.
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inapreciables · 5 years ago
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" Y sí, algo así te cambia por completo. "
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inapreciables · 5 years ago
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" No podía dejar de llorar todos los días, por todo, por sentirme olvidada, por pensar que no valía nada. "
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inapreciables · 5 years ago
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" Aunque parezca que está superada hay veces en las que aún puedo llegar a sentir todas las cicatrices que me dejó. "
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inapreciables · 5 years ago
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Hace ya casi 4 años desde que viví en mi propia piel la pesadilla de sufrir una depresión.
Hace 4 años, pero a día de hoy, aunque parezca que está superada hay veces en las que aún puedo llegar a sentir todas las cicatrices que me dejó aquel periodo, y soy consciente de que es algo que voy a arrastrar el resto de mi vida.
El comienzo fue cuando tenía alrededor de 14 años, que se dicen fácil, pero para mí supuso tener que crecer de golpe, y darme con la vida en las narices. No tenía ni idea de que un simple mensaje de alguien iba a marcarme para siempre. No quiero entrar en detalles porque recordar todas las cosas que pasaron es meter el dedo de lleno en la llaga y hay cosas que prefiero que sigan bajo llave en mi cabeza, pero voy a intentar explicarme lo mejor posible;
Al igual que a muchas chicas les puede pasar el sentirse acosadas por un chico, a mí me pasó también. Eso fue el desencadenante de todo un efecto mariposa que derivó en acontecimientos francamente fuertes para una niña de apenas 15 años. Este chico del que hablo estuvo alrededor de un año detrás, y lo que empezó como un simple "me gustas" acabó convirtiéndose en amenazas, chantaje y violencia. Recuerdo que me seguía allá donde yo fuese, tanto dentro como fuera del instituto, me mandaba mil mensajes, me llamaba otras mil. No éramos nada, pero él se tomó la libertad de poseerme, la libertad que a mí me quitó. Probablemente hay quien piense "bueno, deja de hablarle, ya se cansará", pero para sernos sinceras, me daba más miedo dejar de hablarle porque sabía que era perfectamente capaz de buscarme y encontrarme, y entonces, ¿qué?.
Sufrir un acoso de esta forma hace que la autoestima, los ánimos, todo, estén por los suelos. Se me juntó con otras cosas, y ese curso se me hizo un infierno. La ansiedad no tardó en llegar, y se me hizo todo una bola junto con los estudios y mi vida social, que pronto desaparecería. Esa persona, ese curso, todo lo que estaba viviendo me anuló completamente las ganas de vivir. Todos sabemos la ansiedad que pueden provocar las clases, y si lo sumamos a todo lo demás...
No podía dejar de llorar todos los días, por todo, por sentirme olvidada, por pensar que no valía nada, ya no recuerdo todos los nudos en la garganta que tuve que aguantar en clase para no llorar allí en medio de todos.
Sentirme en ese pozo oscuro se volvió rutina en mi vida, y no me dejaba hacer nada, no quería salir porque, ¿para qué? Si nadie quería saber nada de mí. Si sentía que no hacía nada bien y que morirme era la única vía que tenía.
Pero parece que aún las cosas se podían complicar más, y empecé a odiar mi cuerpo, mi imagen, todo de mí. Ya no quedaba nada de lo que era, me odiaba tanto que lo único que podía hacer era lesionarme, día sí, y día también. Intentaba dejar de comer, pensaba que en un peso extremadamente bajo me querría un poco más, así que me mataba a hacer deporte, a penas comía, pero a pesar de los cambios físicos que eso trae, yo seguía odiándome más que a nadie. Me tumbaba en la cama o me miraba en el espejo y pensaba "qué habré hecho en otra vida para que me pase esto a mí” Por qué no puedo ser feliz como el resto de personas de mi edad?" Y así, con esa pregunta me pasaba las noches sin dormir, llorando. El dolor que se siente cuando no te quieres y sientes que no vales para nada, que nadie te va a echar de menos es indescriptible.
Así viví durante casi 2 años, con asistencia médica, charlas de profesores, con mis padres sufriendo igual que yo, con heridas por todo mi cuerpo y en un bucle del que no veía salida, y del que, casi no salgo.
Pero como se suele decir "el tiempo cura", y ha pasado ya mucho desde eso. El chico, tras muchas denuncias y una orden de alejamiento me dejó vivir por fin, y poco a poco y con ayuda de las pocas personas que tenía a mi lado pude recomponerme en cierto modo. Encontré a alguien cuya música me entendía, y decidí tapar todas las cicatrices con un tatuaje, como forma de cerrar el ciclo. Fue ahí cuando me dije a mi misma "nunca más", y sí, a día de hoy, a veces sigo sintiéndolo y recordando todo de nuevo, porque como he dicho al principio es algo que va a acompañarme hasta la tumba, pero hoy puedo decir que me quiero un poco más, y que hasta nuevo aviso voy a intentar ser lo más feliz posible, porque esos años que la depresión me robó, siento la necesidad de recuperarlos de alguna manera.
Y sí, algo así te cambia por completo, en mi caso, ha hecho que desarrolle una especie de armadura, para quizás aparentar lo sensible que puedo llegar a ser. Lo cierto es que solo la gente muy cercana a mi conoce como soy en realidad a causa de todo lo vivido, pero siento que abrirme demasiado me expone de nuevo a ser susceptible a comentarios y prejuicios, y volver a caer en la influencia de los comentarios ajenos me volvería a llenar de inseguridades, y pasar por eso de nuevo sería probablemente algo de lo que no podría salir, porque simplemente no tengo fuerza psicológica para otro asalto.
- Inapreciable a plena vista.
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inapreciables · 5 years ago
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" Estoy aprendiendo a quererme cada día un poquito más ."
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inapreciables · 5 years ago
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" Una manera de dejar atrás el pasado era "terminando conmigo misma". "
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inapreciables · 5 years ago
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Toda la vida me han llamado gorda, nunca fui una niña delgada; si no que destacaba por lo grande que era. Para que te hagas una idea, el médico me dijo que estaba obesa y me sometió a hacer una dieta estricta. Esto me marcó, por qué para mí ya era duro ir a clase y recibir comentarios de los demás compañeros que se dirigían hacia mi como "la gorda" (siempre hice odios sordos, nunca mostré preocupación ni dije nada en casa. En cambio, lo único que quería era ser como las demás.). Los niños con los que jugaba a las tardes también se metían conmigo, por lo que salía de clase y seguía escuchándolo. Hasta que al final, me lo creí.
Una vez, un niño de mi clase, me vio con mi padre por la calle, y les dijo a todos que mi padre y yo estábamos igual de gordos. El niño que abrió ese rumor daba la casualidad que me gustaba, y lo pasé muy mal.
Mi infancia fue muy dura, pero siempre fui una niña muy feliciana y risueña. Le quitaba importancia a todo siempre que podía y era muy cariñosa.
Hubo un momento que estallé, y fue cuando llegué a la ESO. Me habían comido la cabeza y quería buscar la perfección en mí. Quiero añadir que yo para 4 de primaria ya estaba muy desarrollada, para entonces ya me había bajado la regla. No entendía como las demás estaban tan delgadas y yo tenía tanta cadera en comparación. Tampoco entendía como las demás podían ir vestidas como quisieran, y si yo llevaba mayas a clase, llamaban a mi madre y me obligaban a cambiarme de ropa, diciéndome que no podía utilizar mayas, que iba provocando. Todo esto dejándome en evidencia delante de la clase.
Como decía arriba, todo esto empezó en la ESO, y es que para entonces ya me había creído que estaba "gorda", (no estaba gorda, estaba muy desarrollada.)
En segundo de la ESO me acuerdo que se hablaba mucho de mí, y siempre me ha gustado ser transparente. Decidí entonces cambiarme de colegio, y es ahí cuando empecé a adelgazar. A finales del curso de segundo, decidí que cambiarme de colegio sería una nueva oportunidad para empezar una vida nueva. Una manera de dejar atrás el pasado era "terminando conmigo misma".
De repente, de un día para el otro, deje de comer todo tipo de grasas. Sólo comía verduras y reduje mucho las cantidades. Me lo quité todo, hasta la leche y los yogures. Sólo comía fruta y verduras. Fruta a todas horas del día, para saciarme y evitar otro tipo de alimentos. Bebía mucha agua y rechazaba la comida del comedor. Como solo comía los fines de semana en casa, comía poco y lo poco que comía lo vomitaba, salía pronto de casa para vomitar, o aprovechaba cuando todos estaban en la sala. A las mañanas desayunaba sano, pero cogí adicción por devolver, así que cuando llegaba al colegio, también lo hacía. Me gustaba la sensación de ahogo, sentir que todo lo que había comido no iba a hacerme engordar. También sentía que merecía devolver por haber sido tan "egoísta" de haber comido. Tuve la "suerte" de que mis padres no notaron nada, estaba sola en esto y mi fuerza de voluntad podía con todo.
Hacía deporte de mucha intensidad todos los días de la semana. Si no hacía deporte un día, entraba en depresión y llegué hasta a cortarme. Los cortes también me hacían sentir bien, era una manera de evitar el dolor emocional. Recuerdo que dejaron de importarme las personas cercanas a mí y lo único que me importaba era yo misma. Solo me centraba en mí. Me levantaba antes para hacer ejercicio. A las tardes, según llegaba a casa, me ponía desde las 5 hasta la hora de cenar. Engañaba a mis padres diciéndoles que estaba enferma, y aprovechando que no había nadie en casa, me pasaba el día moviéndome. No era capaz de ver un gramo de grasa en mi cuerpo. Lo único que quería, era quedarme en los huesos. Y lo veía bonito.
Controlaba todo en una libreta: las calorías de los alimentos, cuántos alimentos comía al día, cuánta cantidad de cada alimento comía (lo calculaba con una cucharilla de café), mi peso y el índice de masa de mi cuerpo. Me media los muslos, los brazos, la cintura...etc. Cuando empecé a adelgazar pesaba 58kg, y llegué a pesar 40kg en tan solo 2-3 meses. Verme con ropa no daba impresión, pero cuando llegó el verano y fui a la playa con mis amigos, no podían ni mirarme.
A demás de adelgazar, se me seco mucho la piel, daba igual la crema que me echara. Las uñas las tenía muy débiles y se me partían siempre. A las mañanas mi cama estaba llena de todo el pelo que se me caía por las noches, y a clase siempre tenía que llevar coleta para que la mesa no se llenará de pelos. Me empezó a crecer más pelo por los brazos y por los hombros. Y por último, se me fue la regla.
Un día mi hermano me pilló devolviendo, se lo contó a mis padres y a raíz de eso empezaron a discutir. Se echaban la culpa uno al otro de que yo estuviera así, empecé a ser un problema más en casa. Mi madre me acompaño al médico y fue entonces cuando me detectaron anorexia nerviosa, me mandaron al psiquiatra y estuve yendo una vez a la semana. Acepte mi problema cuando la médica me lo dijo, pero cuando la gente se paraba a hablar conmigo por la calle, yo les decía que estaban locos y no les hacía ni caso, yo misma creía que lo único que pasaba era que me había empezado a gustar mucho el deporte y que quería mantenerme "en mi línea".
Como la situación no cambiaba, me dijeron que pronto iban a tener que meterme interna. Pensar que no iba a ver más a mis padres y a mi hermano, me hizo sentirme hundida, eran las únicas personas con las que contaba entonces. Fue entonces cuando hice un esfuerzo por empezar a comer. Como habían visto que había dado un paso, se pusieron de mi lado y lucharon conmigo por salir de esta. Me dieron pastillas anticonceptivas para provocar que me volviera a bajar la regla. Tarde algunos meses en engordar, y al llegar a los 50 kg, me dieron el alta.
A día de hoy no estoy a gusto del todo con mi cuerpo, siempre hay algo que nos gustaría cambiar, en mi caso es la altura. Si lo estaba cuando tenía el "problema", pero sé que eso no es sano y no quiero recaer. Siendo sincera, el cuerpo que tenía en aquel entonces me encantaba, pero el que tengo ahora he aprendido a valorarlo mucho más y me quiero, así como soy ahora. Me encantan mis piernas, mi cintura y mis pechos. Es verdad que veo otras chicas que tienen un cuerpazo, pero ahora solo me alegro por ellas, antes las tenía de referentes y quería ser así. Haber pasado por esto me ha ayudado mucho, sobre todo a la hora de aceptarme. Ahora mismo también me gusta verme bien, pero no soy tan obsesiva como era antes. Estoy aprendiendo a quererme cada día un poquito más.
- Inapreciable a plena vista.
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inapreciables · 5 years ago
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