ihatebesi
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ihatebesi · 6 days ago
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Me censuraron
"Boss makes a dollar, I make a dime. That's why i write fanfiction on company time".
Hace dos años leí esa frase, seguramente en Twitter. Era de esos días en el trabajo en los que no hay nada que hacer, estaba aburridísima.
Ciertamente mi trabajo prácticamente me obliga a tener tiempo libre constantemente, es como atender la caja registradora de una tienda a la que nadie entra. Así que paso por lo menos la mitad del tiempo haciendo cosas que se que me van a ayudar a mejorar: me gusta leer, dibujar. Y ya, hago más cosas, pero en escencia todo se trata de leer y dibujar.
He mejorado un montón en el dibujo desde que decidí hacerlo a diario, es ahí cuando te das cuenta de que todo lo que dicen sobre las artes es real: la práctica hace al maestro.
La cosa es, que de vez en cuando, dibujar seis horas diarias durante una semana, y leer muchos libros se puede volver tedioso. Así que de vez en cuando me gusta alternar: tocar la guitarra, ver películas, y ¿Porqué no? Escribir.
Escribir es de esos pasatiempos que son un secreto. Jamás he ocultado que lo hago, pero rara vez comparto lo que escribo.
Comencé a escribir cuando tenía trece años más o menos, al mismo tiempo que me obsesioné con la lectura. Es algo que va de la mano: leer y escribir. Si te gusta leer, eventualmente te van a dar ganas de escribir. Y así me pasó a mi: cuando iba en la secundaria comencé a escribir las novelas más rancias, cortas y cliché de la historia. Eran ciertamente horribles, pero era la forma en la que ponía mis pensamientos de adolescente allá afuera. En esa época escribí muchísimo, y solo lo compartía con una amiga.
Jamás llegué a publicar nada, simplemente le pasaba los manuscritos a mi amiga, y ella me pasaba los suyos. Qué pasatiempo más raro es escribir y compartirlo con una amiga. Jamás volvió a suceder. Pero fue una gran experiencia. Nos sentabamos a leer en los pasillos escondidos de la escuela, y leíamos los escritos de la otra. Fue la primera vez que ví llorar a alguien leyendo algo que yo escribí.
Creo que es de lo más bello que me ha pasado. Ni siquiera cómo artista visual, o como músico, he vuelto a experimentar algo así: ver una reacción tan fuerte, algo que tú generaste con tus palabras.
De nuevo, no volvió a pasar.
Durante los siguientes años, dejé de lado mi fase de escritora de ficción, y me puse a escribir en mi diario.
Al principio me sentía ridícula por llevar un diario... Tenía una imagen caricaturesca de la adolescente dramática que comienza sus entradas con un "Querido diario...", que escribe con tinta rosa y usa un bolígrafo con plumas y corazones. Se sentía algo ridículo e inmaduro.
Pero a la larga se volvió una costumbre.
No era ficción, no eran exactamente ensayos... Simplemente escupía mis ideas tal como pasaban en mi cerebro.
Esa era yo como escritora. Escribía para documentar, y como una forma de introspección. No volví a escribir ficción, hasta hace dos años.
"Boss makes a dollar, i make a dime. That's why i write fanfiction on company time"
Leí esa frase y recordé como era escribir ficción.
Así que esa tarde decidí escribir otra vez.
No un fanfiction, pero algo de ficción.
No traía ninguna libreta conmigo, y como no sabía qué rumbo iba a tomar mi escritura, no quería que hubiera evidencia física de lo que estaba por suceder, así que me metí a LA página naranja. Esa dónde todos leemos pero casi nadie quiere admitir que también escribimos.
Encontré mis borradores horribles de 2014, y después de ignorarlos, le dí en "Nueva historia". Después de un par de horas, había escrito un capítulo bastante sólido. Unas tres mil palabras por lo menos. Y al día siguiente volvió a pasar.
Esa semana escribí cuatro capitulos de una historia en la que nunca había pensado. Simplemente llegó a mí.
Y la publiqué.
¿Porqué la publiqué?
Lo cierto es que no lo pensé demasiado. Simplemente me sentí satisfecha porque tenía años sin escribir nada, y de repente, sentir que esos cuatro capitulos habían fluido a través de mi tan fácilmente, me hizo sentir bien. Y pensé: de todos modos nadie la va a leer.
Pasó el tiempo y olvidé por completo que esa historia estaba ahí, que ese relato corto que había salido de la nada, ahora estaba ahí afuera.
Y en noviembre de 2024, casi dos años después, lo récordé. Entré a la aplicación naranja y me di cuenta de que estaba llena de notificaciones. "@_____ ha agregado tu historia a una lista de lectura". La notificación se repetía y se repetía.
En total, tenía más de 60K lecturas, y mi historia había sido agregada a muchísimas listas de lectura. Tenía comentarios. Sin querer había creado una pequeña comunidad de lectores -¿O lectoras?- en el tiempo que la había dejado olvidada.
Y no solo eso, sino que tenía un mensaje de una editorial en el que me invitaban a colaborar.
Se trataba de una editorial independiente y feminista, que se dedicaba a publicar a escritoras poco conocidas... Buscaban historiaa escritas por y para mujeres, que se alinearan con sus ideales.
Fue como un sueño.
Inmediatamente pensé: por supuesto, esto es el giro en la trama de mi vida. A partir de ahora voy a ser una escritora publicada. Jamás creí tener talento para escribir algo, pero aquí están estás más de 60K personas, leyendome, pidiéndome más. Y está editorial indie buscándome.
Ahora creo que solo fue una palmadita en la espalda que me dió el universo. Una probada de lo que se siente el éxito.
Honestamente, mi yo de 15 años hubiera matado por tener esos lectores. Esa persona pensaba que iba a morir ignorada y que jamás iba a tener la gran idea que sería leída. Esa chiquilla jamás se habría imaginado que mi historia habría sido el #9 de las listas.
Fue un gran logro para mí yo adolescente.
Hasta que... Me censuraron.
Cómo contexto: cuando escribí la historia no solo estaba aburrida, sino que me sentía deprimida. Estaba procesando el hecho de que mi vida había dado un giro inesperado que en su momento pensaba sería para mal. Estaba muy triste.
Mi historia lo reflejaba. De formas muy gráficas.
La verdad es que jamás se me ocurrió tomarme el tiempo de leer las reglas de la aplicación. No sabía que había ciertos temas que estaban prohibidos.
Y claro, cuando la historia en cuestión tiene diez lectores... A la aplicación le da igual, ¿Sabes? Nadie lo va a notar. Pero en cuanto mi historia empezó a hacer números importantes, los moderadores la notaron, la leyeron, y la bajaron de inmediato. Son aviso previo, sin permitirme guardar un borrador, o aunque sea una evidencia de lo que había logrado.
Simplemente la quitaron.
Hoy solo me queda reírme de la experiencia, y suspirar sabiendo que sin querer, por un breve periodo de tiempo, logré una meta que ya no era mía, pero que lo había sido en algún momento de mi adolescencia.
Y eso es bueno, creo que no todo el mundo tiene la oportunidad de voltear hacia el pasado y pensar: mi yo de 15 años estaría orgulloso.
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ihatebesi · 7 days ago
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ihatebesi · 8 days ago
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ihatebesi · 8 days ago
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Sobre la legitimación del dolor
El otro día estaba pensando en Q Lazzarus. Para aquellos que no la conozcan, es la cantante de Nueva Jersey que escribió Goodbye Horses. Fue su única canción famosa, no porque las demás no fueran buenas, -la verdad es que nunca lo sabremos- porque a pesar de que sí hizo más música, ella decidió no dedicarse a ello profesionalmente. Seguramente tenía más increíbles canciones, pero las dejó en secreto.
Su historia es interesante porque es el caso de suerte que todos los artistas independientes ansían: ella iba en su taxi, escuchando uno de sus demos, cuando un director de cine le hizo la parada, ella lo recogió y el quedó encantado con la música que escuchaba. Usó Goodbye Horses en El Silencio de los Corderos, y la canción se convirtió en un éxito de culto. Todos querían más de Q Lazzarus.
Ella trabajaba en Nueva York, a pesar de haber nacido y crecido en Nueva Jersey, se fue a vivir allá después de su divorcio... su esposo la golpeaba. Así que se fue, se dedicó a manejar un taxi, y en sus tiempos libres tocaba en bares con su banda.
Pensar en su historia me causa conflicto, porque por un lado, pienso que Goodbye Horses es una canción increíble, y quisiera que hubiera veinte más, parecidas. Pero por otro lado, admiro que Q Lazzarus haya elegido permanecer en el anonimato.
Me gusta la idea de que los artistas no solo hacen arte por buscar la fama o la trascendencia, sino que hacen arte por el simple hecho de hacer arte. Porque tocar la guitarra, cantar, escribir y dibujar es una recompensa por sí mismo.
Por otro lado, yo siempre he sido fiel a la idea de que el dolor, la alegría y cualquier emoción, hay que convertirlas en arte. Desde mi perspectiva, un dolor que se siente y se supera sin hacer arte, es un dolor desperdiciado. Igual que la alegría y todas las demás emociones del espectro.
Sin embargo, me he puesto a pensar en que esa idea es fea. De repente me suena a que está peligrosamente cerca de ser una versión del "hechale ganas".
"Conviertelo en arte", "hechale ganas".
De alguna forma las dos frases te invitan a convertir tu dolor en algo positivo, a continuar intentándolo. Y siempre me ha parecido que el "hechale ganas" es bastante insensible. Porque no siempre tenemos ganas de hecharle ganas, o de hacer arte.
¿Porqué tendría que legitimar mi dolor? Hacerlo válido.
Que me rompan el corazón y escribir una canción. O estar deprimida y hacerme corredora de maratones.
Si bien el arte siempre me ha parecido que es un reflejo del espíritu, también creo que es increíble permitirse sentir plenamente: sin ningún tipo de distracción. Sin alcohol, sin arte, sin usar a otras personas... Simplemente sentir en crudo.
¿De dónde salió la legitimación del dolor? No lo sé pero seguro que tiene algo que ver con el capitalismo y la necesidad que nos implantó de ser productivos en todos los aspectos de nuestra vida.
Hoy elijo escribir y pintar, pero no para legitimar, sino para sentir y ya.
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ihatebesi · 9 days ago
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Te pensé
Hoy te pensé mientras miraba al cielo.
Es una cursilería, pero ya me acostumbré.
Hay un lado de mí que no conocía: el lado obsesivo al que le cuesta soltar. El lado que te piensa y te piensa y te vuelve a pensar.
Estás en cada cosa: en el azul detrás de las nubes, en las canciones de Soda Stereo, en las curvas de cada letra de cada libro que leo.
No te dejo de pensar.
No puedo dejar de pensar.
Es como una maldición: una condena que estoy pagando por un crimen que no cometí. Quisiera haberlo cometido. Así por lo menos mi pensar no sería en vano.
Hoy te pensé mientras tocaba la guitarra, y te pensé mientras me bañaba.
Te pienso al despertar y te pienso antes de dormir.
Te pienso cuando se habla de amor, y te pienso al cerrar los ojos. En cada parpadeo te veo, estás grabado en el interior de mis párpados. Mis párpados, que se sienten pesados desde que tú ausencia se volvió constante.
No quiero abrir los ojos. Quiero dejarlos cerrados mientras te pienso.
Quiero olvidar y perdonar, para que no me duela tanto pensar.
Pensar, pensar, es lo único que sé hacer. Olvidé como caminar, como observar, y como respirar: ya no sé hacer nada, solo sé pensar en tí.
Hoy te pensé al encender una vela y te pensé al apagarla.
Quisiera dejar de pensarte. Pero eso sería dejarte ir, y creo que de los dos, el único que sabe dejar ir eres tú.
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ihatebesi · 11 days ago
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Nueva perspectiva
Quienes me conocen bien, me han escuchado en más de una ocasión decir la frase "Cuando vibras alto, los animales se dan cuenta". Es algo que a menudo sale de mi boca cuando se me acerca un perrito callejero, o cuando a mi amiga se le para una mosca en el plato. Cualquier interacción amistosa entre un animal y un ser humano, es motivo para que suelte esa frase...
Y es que antes creía firmemente que tener la aprobación de un animalito, era la forma que tenía la naturaleza de decirte "me caes bien", y se sentía como un gran cumplido de parte del universo. Así lo sentía yo.
Me gustaba alardear de los animales que había rescatado mi familia, los perros, los gatos, y hasta los peces. Porque no te miento, se siente bien ayudarles. Sin embargo, mi mentalidad cambió muchísimo los últimos años.
Gracias a un inesperado giro en la trama de mi vida, terminé trabajando en una biblioteca pública. No estaba en mis planes, pero fue una experiencia que cambió mi vida y mi manera de percibir mi entorno social.
No es ningún secreto que toda mi vida me había considerado a mi misma como una persona bastante antipática; antisocial, a veces incluso hostil -cuando se trataba de interactuar con desconocidos-. Cuando comencé a trabajar ahí, me costaba mucho entablar conversaciones casuales: ser amable con los desconocidos era algo nuevo para mí. Pero aún más nuevo, era hablar con niños.
Siempre he odiado a los niños; me molesta que siempre traen las manos sucias, y gritan, y lloran, y hacen rabietas... Al menos esa era la idea caricaturesca que tenía en mi cabeza en ese entonces. Sin embargo, esta imagen mental, fue cambiando poco a poco. Me di cuenta que mis prejuicios me habían hecho creer que los niños eran una especie distinta al ser humano: algo totalmente ajeno a mí.
Después de un par de meses trabajando con ellos, me fui ablandando, aprendiendo de ellos, y enseñándoles cosas. Me di cuenta que podían ser la mejor compañía del mundo: me hacían reír y me contaban sus secretos. Por un buen rato pensé que eran así de simples: seres inocentes y nada complicados, que estaban por ahí existiendo, incapaces de procesar lo complejo de la vida.
Pero algo cambió. Mi perspectiva cambió.
En una ocasión, me quedé a conversar con dos hermanas, de 10 y 11 años. Ellas iban a la biblioteca casi a diario, así que las conocía bien, hablábamos de libros, de la escuela, y cosas hasta cierto punto superficiales... Todo normal , hasta que ese día las dos decidieron contarme detalles de su vida privada. Las dos niñas más inteligentes y lindas que conocía, me contaron que su padre había sido asesinado por un grupo criminal hacia unos años, ya que él también había sido un criminal, y que después de su muerte, habían quedado enteramente al cuidado de su madre drogadicta.
Me contaron de todo , concluyendo con una breve historia de cómo habían sido separadas de su progenitora, y enviadas a una casa hogar con la esperanza de que alguna de sus tias pudiera adoptarlas legalmente, para ahorrarles más problemas.
Escuchar a dos niñas de primaria contándome ese tipo de experiencias fue algo impactante, especialmente porque me hizo darme cuenta de lo increíble que es poder conectar con otros seres humanos.
No hablemos de conectar de forma romántica o amistosa con una persona de tu edad, con un amigo, o con un maestro, sino... Con una persona con quién jamás imaginaste que ibas a conectar. Porque esa es la conexión humana, ¿Sabes? Cuando otra persona siente la confianza de contarte algo tan íntimo, algo que solo su familia sabe, y que tú, un completo extraño, no tendría porqué saber.
Me di cuenta de que esas niñas, al igual que muchos otros de los usuarios que iban a la biblioteca, sentían que podían encontrar en mí un espacio seguro. Alguien con quién hablar, llorar y reír.
Me di cuenta cuando llegó un niño llorando para pedirme un abrazo porque se sentía mal, o cuando dos pequeñas me llevaron un pájaro herido para que yo lo cuidara... Cuando un adolescente me confesó que era bisexual y que no sabía cómo decírselo a su familia...
Esas pequeñas cosas me hicieron darme cuenta de lo que verdaderamente es "vibrar alto". Me di cuenta de lo inigualable que es la conexión humana.
Solía creer que cuidar a perros y gatos callejeros era el único acto verdaderamente artruista al que podía aspirar. Llegué a salir a la calle cargando bolsas con comida para perro, y me daba palmaditas en la espalda cada vez que lo hacía en silencio, sin decirle a nadie, con la sensación superficial de haber ayudado.
Y vaya, no me mal entiendas: ayudar a los animales es un acto conmovedor y sumamente humano.
Pero desde que me di cuenta del impacto que podía tener con otras personas: ahora siento que usar mi energía y tiempo en cualquier otra cosa es un desperdicio.
Porque no hay ninguna otra sensación que se compare con ir en la calle y que una niñita que no es ni tu hermana, ni tu sobrina, ni tu hija, corra a abrazarte. O que te digan te quiero, que te guarden de su almuerzo y te presuman que aprendieron a leer gracias a ti.
No sé si voy a seguir trabajando en la biblioteca por mucho tiempo más, o si una vez que ya no esté ahí, volveré a vivir algo parecido, pero puedo decir que haber aprendido a convivir con niños es algo que me ha cambiado para bien, y que le ha dado a mi vida un sentido mucho más claro.
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Edit: decidí comparar ambas experiencias (la de ayudar a los animales, y enseñar a los niños), porque son las únicas formas en las que he podido involucrarme con mi comunidad. Son las únicas "causas sociales" en las que he participado, y me encontraba pensando en ambas cosas cuando decidí escribir está entrada.
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ihatebesi · 12 days ago
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Is quite a miracle to find someone to hug
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ihatebesi · 16 days ago
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Mis no tan favoritas
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ihatebesi · 16 days ago
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The yellow page
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ihatebesi · 16 days ago
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ihatebesi · 16 days ago
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Self portrait?
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ihatebesi · 16 days ago
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La lata de sardinas
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ihatebesi · 16 days ago
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ihatebesi · 16 days ago
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ihatebesi · 17 days ago
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ihatebesi · 17 days ago
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ihatebesi · 17 days ago
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