iamalexxsoto

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Entonces se desnudó, y en ese instante entendí que la belleza no es un molde, ni una talla, ni un reflejo en el espejo. Es ella, con todas sus inseguridades, con todas las historias escritas en su piel.

Donde ella veía kilos de más, yo veía espacio para abrazarla más fuerte. Donde ella señalaba sus estrías con vergüenza, yo veía las olas del mar, caminos dibujados por la vida, como si el tiempo hubiera dejado huellas suaves en ella, para que yo las besara una a una.

Cada marca, cada curva, cada sombra en su cuerpo era un capítulo de su historia, y yo no quería corregirlo, solo leerlo con los labios, con las manos, con la mirada.

Pero aquella noche no hicimos el amor. No fue un acto, no fue una decisión. Fue el amor quien nos hizo a nosotros, quien nos tomó entre sus manos y nos moldeó, nos despojó de miedos y nos dejó ser, sin pretensiones ni disfraces.

Fuimos dos almas que se encontraron más allá de los cuerpos. Fuimos dos verdades que no necesitaban esconderse.

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Hoy hace un tiempo, éramos eternos. Respirábamos al mismo ritmo, latíamos en sintonía. Mi piel reconocía la tuya con la certeza de lo inevitable. No sé cómo estés, no te veo... pero te siento. Te siento en mi cama vacía, en la almohada que aún guarda el jadeo de tus gemidos, en mis dedos que buscan instintivamente tu piel en la madrugada.

Hubo un segundo, una tarde, un instante donde tuvimos un futuro y no lo supimos. Quemamos las naves, los puentes, todo lo que nos llevaba de regreso al otro, con el último beso, con los cuerpos entrelazados en una despedida que no sabíamos era el final. Me hubiese gustado saber que esa sería la última vez que mi lengua recorrería tu espalda, que mis manos se perderían en tu cintura, que te haría el amor con la devoción de quien cree que tiene todo el tiempo del mundo.

Ahora me quedo con tu risa, con los recuerdos ahogados en gemidos, con el sabor de tu boca tatuado en la mía. Me quedaré aquí, buscando tu esencia en otros labios que no besan igual, en cuerpos que no tiemblan como el tuyo, en pieles que no me saben a casa.

Y aunque ya no seamos presente, somos pasado, y eso es eterno. Mi corazón te extrañará por siempre, por todos los planes que murieron antes de llegar al futuro, igual que mi lengua extrañará tu pelvis. No voy a contradecirte, déjame como el malo si quieres. No diré tu nombre, no alimentaré el recuerdo. Pero maldita diosa, me volviste ateo.

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Hablame de dolor cuando se te muera un ser querido y ya no te acuerdes de su voz.

El verdadero dolor no llega en el instante del adiós, sino en los días que le siguen, cuando la ausencia se convierte en costumbre y los recuerdos empiezan a desvanecerse. Hablar de dolor es hablar de ese vacío que sientes cuando intentas evocar su risa, pero lo único que escuchas es el murmullo del silencio.

Es ese instante desgarrador en el que, sin darte cuenta, te das cuenta de que ya no recuerdas el tono exacto de su voz. Intentas reconstruirla en tu mente, uniendo pedazos de memorias: la forma en que pronunciaba tu nombre, las palabras que repetía con cariño, esa risa que iluminaba cualquier rincón. Pero por más que te esfuerces, su voz se vuelve un murmullo lejano, como si el tiempo la estuviera enterrando junto a ellos.

El dolor es cerrar los ojos y sentir que su rostro sigue claro, pero su esencia, esa que vivía en sus palabras, comienza a disiparse. Es preguntarte si fallaste al no haber grabado más en tu memoria, al no haber atesorado mejor los momentos.

Hablar de dolor es reconocer que el olvido no es solo perder a alguien físicamente, sino perderlos en las pequeñas cosas que los hacían únicos, hasta que el peso de su ausencia es lo único que permanece.

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Acabo de recibir tu mensaje telepático, yo también te pienso.

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Amarte en silencio es mi castigo más dulce, porque aunque te fuiste, nunca te despediste de mi corazón.

Me hubieras hecho odiarte, por qué amarte me está doliendo, es un peso suave y cruel que no sabe de razones ni de tiempo. Cuando te fuiste, te entendí, no había maldad en tu partida, solo una verdad que no quise aceptar. El amor, a veces, no basta para quedarse. Busqué tu reflejo en otros labios, en brazos que prometían olvido, pero solo encontré sombras pasajeras, amores de humo, suspiros sin destino. Volví a ser bohemio, a perderme en la noche, a llenar el vacío con nombres que no eran el tuyo. Nada duradero, todo efímero, como si mi corazón supiera que lo permanente lo soñé contigo. Te he extrañado con tanto silencio que arde en mi pecho como un sol cansado, una llama que nunca apaga, aunque intente sofocarla con mil versos. Anoche, al fin, soñé contigo, tan clara, tan bella como siempre. Tu cabello, tu sonrisa, esos ojos que guardan la eternidad en su brillo. Fue como volver a verte, como si el tiempo se doblara y me dejara amarte una vez más. Dicen que con los años la voz se borra, los detalles se desvanecen. Pero tu voz es un susurro eterno, una canción que nunca deja de sonar. Cada vez que escucho "De los besos que te di," la versión que Nodal canta con Belinda en La Voz 2020, me pierdo en esa nostalgia dulce y amarga que lleva tu nombre. Me alegra que hayas vuelto a brillar, aunque no sea para mí. Lo importante es que seas feliz, aunque la felicidad me deje a la deriva, preguntándome si yo también la merezco. ¿Qué puedo hacer para soltarte? ¿Cómo dejo ir a quien nunca se ha ido? Porque en mis sueños te encuentro, tan exacta como la última vez, tan viva que duele despertar. Si alguna vez sueñas conmigo, bésame en ese mundo, porque yo te beso hasta la realidad en los míos, y sigo amándote en el silencio más profundo. No te pido que regreses, aunque mi corazón aún hace diástole y sistole, con la esperanza de un café compartido, de una vida que dejamos en pausa. No tengo a quién culpar, tu mejor defecto fue irte sin dejar heridas que me permitieran odiarte. Pero duele tanto despedirme en ausencia, enterrar un amor sin culpables. Te perdono tu partida, espero que no me hayas olvidado.

Aquí, donde siempre serás bienvenida, aún se guarda un rincón de esperanza, llamémoslo "café," para que no te asuste volver.

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Este año fuí una persona difícil de acompañar. Sin embargo hubo quienes se quedaron. A ellos, todo.

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Nos dijeron que era imposible. Que el destino ya había sido escrito, que nuestras manos estaban atadas por cuerdas invisibles que nos alejaban uno del otro. Nos dijeron que no éramos para encontrarnos, que nuestras miradas, por más que ardieran, solo serían un sueño fugaz. Pero decidimos algo diferente. Decidimos reescribir las estrellas, desafiar al mundo y reclamar el amor que nos fue negado. Cambiamos las reglas del juego, y aunque los muros eran altos y las puertas parecían cerradas, aprendimos a treparlos juntos. Dijiste que era difícil, que había montañas que no podíamos cruzar, pero aquí estamos, respirando el mismo aire, compartiendo la misma vida que creímos imposible. Ahora entiendo lo que es amar sin límites. Lo que significa sostener tu mirada y detener el mundo, hacer que deje de girar, aunque solo sea por un instante. Porque cuando estás conmigo, el universo entero se reduce a un susurro, a la chispa que brota cuando me miras y me haces sentir como si hubiéramos nacido para esto. Nos escondimos en sombras, detrás de secretos, en esquinas donde nadie podía vernos. Fingimos ser algo que no éramos, amigos que se miraban demasiado, palabras que se quedaban atrapadas en la garganta porque no podían ser dichas. Pero siempre hubo algo más, un fuego que no podía apagarse, que seguía brillando incluso cuando el invierno más frío intentaba cubrirlo. Y ahora, cuando nadie ve, ya no es un secreto. Es nuestra libertad. Es nuestro refugio. Te miro y no hay castigos, no hay miedos, no hay mentiras que cargar en nuestros labios. Si alguna vez me preguntan por ti, ya no diré que es mentira. Porque tú eres mi verdad. No tengo miedo de admitirlo: soñé contigo toda mi vida, incluso antes de conocerte. Y ahora que el sueño es real, no pienso soltarte. Hemos reescrito las estrellas, cambiamos el mundo, y aunque aún adoramos la magia de lo que hacemos cuando nadie ve, ahora podemos vivir el amor a plena luz. Pero incluso si el mundo volviera a oscurecerse, si todo se desmoronara, seguiría buscándote en los rincones más ocultos, seguiría encontrándote en las sombras.

Porque tú y yo… siempre fuimos destino, incluso cuando nadie más podía verlo.

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Tus besos no solo tocan mis labios, me sonrojan el corazón, encienden en mi pecho un fuego suave, un latido tímido que grita pasión. Son caricias hechas de miel, un roce que desarma mi razón. En cada beso encuentro refugio, y en cada respiro, la rendición. No es solo el gesto, es el universo que despiertas en mí, un mundo donde el tiempo se detiene y solo existimos tú y yo, aquí.

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Supongo que me gustan mis cicatrices, porque se han quedado conmigo más tiempo, que la mayoría de la gente.

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2024, dame un final felíz, me lo merezco.

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De Enero a Junio, tuve una vida, y de Julio a Diciembre, otra.

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cómo que vayamos lento?, navidad en tu casa y año nuevo en la mía

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La nostalgia de saber que ya casi es diciembre y este año solo sirvió para darte cuenta de que nada ni nadie es permanente.

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Después de tanto, ya no sé si queda algo de mí en esta batalla que luché solo, sin que nadie lo supiera. Después de entregarme por completo, sin medida, sin pensar en mí, sin mirar atrás, me encontré con que el amor que dí no fue suficiente. Fue un amor tan grande que olvidó la razón, el alma, la esencia misma de lo que soy. Lo di todo, y lo perdí todo, porque el "todo" nunca fue lo que realmente buscabas.

¿Y qué me queda? El vacío que queda cuando crees que lo entregaste todo, pero la otra persona ni siquiera lo sintió. Y lo peor de todo, es que me quedo con una certeza: ni el amor de mi vida hubiera hecho lo que yo hice, ni siquiera por un segundo, ni siquiera en su dolor más profundo. El amor de mi vida no me habría dejado ir, no me habría puesto en una esquina de su vida, donde su amor no es prioridad. Si fuera el amor de mi vida, yo habría sido su elección, su razón, su todo.

Pero no. Aquí estoy, con la soledad de la que nadie me dijo que me tendría que hacer cargo. Siento el peso de un amor que nunca fue correspondido de la manera en que lo deseaba. Y aunque intente justificarlo, ya no puedo seguir engañándome: el amor verdadero no me dejaría ir. No permitiría que me desvaneciera en esta oscuridad, y mucho menos me condenaría a este dolor. El amor verdadero no se va. El amor verdadero lucha, como lo hice yo, una y otra vez, a pesar de todo.

Es difícil admitirlo, pero no fui suficiente para ti, y tú no fuiste suficiente para mí. El amor de mi vida, si de verdad fuera el amor de mi vida, nunca me hubiera dejado ir, porque el amor verdadero no conoce el abandono.