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Lo pense en 40 minutos de insomnio, lo escribí en 5 de locura, lo leí en 3 de calma, lo publiqué hace un segundo, lo voy a sentir por siempre.

Sé que te dejé de lado. Había prometido escribirte cada vez que me sintiera solo o te necesitara, pero te olvidé, de la misma forma en que olvido lo que comí al mediodía, o el esfuerzo que debo hacer por olvidar que debo dejarte ir.

(Realmente me esfuerzo en olvidar tengo que dejarte ir, quisiera olvidarte y no esforzarme tanto)

Hoy, me encontré de nuevo perdido en el intento de buscarte; sigo sin lograr encontrarme a mí mismo.

Recuerdo haberte dicho que, el día que lo lograra, te lo haría saber; incluso pensé que lo verías por ti misma. Pero parece que tú también me olvidaste, y yo sigo sin hallarme.

Lo curioso es que me siento feliz en esta incertidumbre de no saber quién soy o qué quiero, (lo que me da la libertad de moldearme a mi antojo).

Quisiera compartirte que he vivido momentos hermosos últimamente, y que hace más de tres meses que no lloro. El yo que tú conocías veía imposible estar bien por más de dos días seguidos, y ahora, no logro derramar una lágrima, ni siquiera intentándolo, lo cual me lleva a preguntarme si eso es malo. ¿Lo es?

A pesar de todo, no dejo de pensar en ti, imaginando que observas mi progreso, asintiendo cuando priorizo mis necesidades sobre las de los demás, cuando me alejo de relaciones incompatibles o desequilibradas.

O cada mañana, cuando me levanto de la cama y afronto el día, cumpliendo con mis responsabilidades; Cuando reflexiono sobre los días que perdí, quedándome en cama, vencido por la depresión, te veo allí, te visualizo a mi lado, en los momentos difíciles sintiéndote orgullosa, porque cada vez que te veo, sonrío y pienso: "Lo está haciendo increíblemente bien, está sobresaliendo. Siempre supe que sería así."

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Eterno Conflicto: Amor y Lógica.

Soy consciente de que he vuelto a caer en la trampa de mi propia naturaleza, una vez más, en el oscuro abismo de mi alma, sin filtro alguno, dejándome llevar por la pasión, amando sin restricciones, sin reparo alguno; y esto, parece, disminuye mi valor, pues en cada gesto amable que recibo, en cada muestra de afecto, me veo reflejado, incapaz de pasar por alto la belleza que se me brinda. En ocasiones, incluso soy yo quien lo imagina.

Me pregunto si mi malestar proviene de este corazón que late con tal fuerza, descontrolado. Porque después de haber encontrado la felicidad en un golpe de suerte, caigo en una profunda melancolía y la belleza que experimento se desvanece, como el sol que se oculta en el atardecer, dejando paso a la oscuridad en mi interior. ¿En qué parte de esta ecuación estoy errando? ¿Por qué me apresuro cuando disfruto de la incertidumbre del futuro? Aun al pensar en ello, siento un escalofrío. Si ella ya no muestra interés por mí, ¿por qué resulta tan difícil encontrar a alguien que se preocupe por cómo me siento, aunque oculte mi dolor tras una fachada de amor? ¿Es tan difícil poder responder que estoy bien, aunque en realidad no lo esté? ¿Es acaso egoísta desear atención solo para mostrar mi lado "programado," donde soy una máquina de amor, sin espacio para mis lamentos o mis noches a medio dormir?

Porque mi corazón susurra "debes hacerlo", mientras mi mente grita "aún no es el momento". ¿Cuándo encontrarán estos dos inadaptados un consenso? Cada vez que se les presenta una oportunidad, colisionan como chispas eléctricas, como si ignoraran que ambos son esenciales en este juego, y que oponerse no lleva a ninguna parte. ¿No pueden, por favor, sentarse en una mesa redonda y aclarar sus diferencias?

—¿No crees que es hora de que me des la razón? —murmura el corazón. —Para ser sincero, cada vez que te he cedido el control, te has lastimado a ti mismo y nos has herido. ¿Por qué debería permitirte sentir y bombear sangre sin restricciones de nuevo? —responde el cerebro. —No estoy buscando tu permiso, es inevitable para mí no alterarme cada vez que alguien te deslumbra, cuando esa persona te vuela "Él bocho". Además, recuerda que también eres responsable de esta situación. Tú eres quien busca estos problemas, te expones e imagina estas situaciones extravagantes, tú eres quien está a cargo. —Reconozco que esto sea una locura. ¿Podríamos de una vez por todas centrarnos en resolver juntos esta cuestión en lugar de culparnos mutuamente en asuntos de amor? —No —afirma el corazón, deteniéndose. —Espera, ¿Qué estás intentando? —pregunta el cerebro, exaltado. —No —insiste el corazón. —Esto está mal, muy mal. Si continúas así, nos llevarás a la tumba a ambos —se apresura a responder el cerebro, buscando desesperadamente que el corazón vuelva a latir. —Ahora lo comprendes, ¿verdad? —le pregunta el corazón. —¿Qué se supone que debo entender? —Lo que intento enseñarte es que forzarme a no sentir podría llevarnos a la muerte. Además, debes aprender a aceptar un "no". Hoy más que nunca, deseo que comprendas que no estás aquí solo para educarme y controlarme; también debes respetarte. No siempre obtendrás lo que deseas. Innumerables veces te han dicho que no, y parece que no lo entiendes. —Tienes razón, es difícil, especialmente cuando uno se niega a aceptar la realidad. (Silencio entre ambos) —Muy bien, entonces, no puedo forzarte a que dejes de latir como lo haces. Tampoco puedo pretender asumir el mando, ya que eso nos destruiría. ¿Sabes qué? Te propongo algo distinto: moderemos nuestras pasiones. Cada vez que la presión sanguínea te haga latir con frenesí, házmelo saber. Yo te concederé tres regalos: Lo primero y más importante, te daré tiempo para que pueda utilizar mis habilidades. Puedes pensar y crear hasta que te tranquilices. Segundo, te entregaré un lápiz y un cuaderno. Tercero, te daré el beneficio de la duda y aceptaré lo que te está ocurriendo. Luego, ambos revisaremos nuestras páginas y decidiremos juntos cuál será nuestro próximo paso. Por el bien de ambos.

GRSN 25-10-23

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Cosas que aprendí de mi profesor de filosofía #1

Una de las muchas lecciones que aprendí de mi profesor de filosofía fue una metáfora realmente interesante que llamo "La teoría del telescopio".

Esta teoría se asemeja a la astronomía, donde un telescopio se utiliza para observar objetos distantes y detallados en el universo. La teoría del telescopio nos dice que a veces en la vida nos concentramos únicamente en un problema que parece ser el más importante del mundo, como si fuera algo inmenso en el centro del telescopio.

Lo valioso de esta idea es que, en lugar de quedarnos con la noción de que el problema es inmenso, la teoría del telescopio nos invita a cambiar nuestro enfoque y a mirar las cosas desde una perspectiva más amplia.

Es decir, podemos mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de que existen muchas otras cosas significativas que también importan y pueden brindarnos felicidad, de la misma manera en que miramos el cielo con un telescopio y descubrimos todo el inmenso universo allá afuera.

Así que lo que intento transmitir es que, en momentos difíciles o cuando sientas que todo está mal, tomes ese "telescopio" y cambies tu perspectiva. Observa a las personas que te rodean y desean tu bienestar, aquellas que realmente te quieren. Enfócate en otras cosas que te hacen feliz, como tus pasiones, tus logros y tus aspiraciones futuras. De esta forma, las cosas que parecían inmensas dejarán de parecerlo y se reducirán a lo que son en realidad: problemas.

Tal vez, de esta manera, puedas encontrar equilibrio y afrontar mejor los desafíos de la vida. Simplemente se trata de mirar las cosas desde otro ángulo.

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No sigo más, no tengo resto, soy solo esto, barro nomás

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EN TU ABRAZO

En tu abrazo me sumergí y hasta el día de hoy no me encuentro, me siento perdido. Han transcurrido 65 semanas desde mi partida, desde que me alejé. En ocasiones, sueño con una vida a tu lado, pero mis propios errores me impiden mirarte a los ojos y confesarte cuánto te extraño. Deseo expresarte tanto, pero me siento ajeno, parte de una historia más grande en la trama del tiempo, el grano de arena solitario en tu vasto desierto de amores.

En este mar de malas decisiones, me encuentro a la deriva. Es como si me hubieras encerrado en una botella de vino recién terminada, sellada con un corcho y lanzada desde la playa hacia el inmenso océano, con tu discurso consignado por letras grabado en una servilleta de aquel bar a medio doblar.

"Quizás mañana, en otra isla, bajo un horizonte distinto, podamos ser lo que no supimos ser. Hasta entonces, sé feliz"

La misma plasmaba en trazos sinuosos, proyectando una luz de esperanza en mi existencia, cuando la oscuridad abraza mis días y el único refugio que encuentro es en mi interior.

Pero ahora me siento como un náufrago ansioso de alcanzar tu isla, anhelando saber si aún me mirarás con el mismo amor de antaño o si tus ojos se encuentran vacíos. Mientras aguardo ese encuentro incierto, debo decidir si resistir las turbulentas olas del mar, enfrentando la tormenta que nos separó, o si ha llegado el momento de liberarme de esta prisión de cristal, romper el corcho que me retiene y aventurarme en la vastedad del océano, con la esperanza de encontrar tierra firme en algún rincón desconocido.

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Telonero de tu show

El temblor de un violín desafinado reverbera en la profundidad de la conciencia. La dolorosa certeza de que ya no soy aquel a quien buscas en tus momentos de soledad y desconcierto, sino un espectador pasivo relegado al margen del escenario de tu vida, apartado de tus alocadas vivencias. Mientras que otro, ajeno a mí, asume el papel de confidente, y yo, quien una vez ocupaba el centro de tu puesta en escena, el protagonista de tu obra, me desvanezco en las sombras del olvido.

Es como si el telón se hubiera cerrado para mí, dejándome en la oscuridad de la distancia. Mis palabras, mis gestos, ya no influyen en tu historia, y la incomprensión se cierne como una sombra sobre mi ser. Soy un testigo mudo de una trama en la que ya no tengo participación.

Y lo más curioso es cómo, en el laberinto de tu amor, una vez fui el protagonista principal, y ahora me siento como el telonero en tu obra maestra. Pero "tranqui que te va a salir bien todo 💫". No te preocupes, porque esta amarga sensación se desvanece cuando me doy cuenta de que vos también, vos también sos la telonera de mi historia, porque, aunque le hayas dado mil y una vueltas a mi corazón, el persiste en latir y un día encontrarse con el desencuentro para decirte que ya no te espera y que ya no le importa observar desde la distancia.

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Un sorbo de café

En la sutileza de la vida cotidiana, se esconde la esencia de momentos especiales, aquellos en los que dos almas se entrelazan en una danza única y cara a cara.

En ese rincón, impregnado del suave aroma del incienso, donde dos miradas se encontraron en un profundo silencio. Palabras apenas susurradas se deslizaron como suaves corrientes.

La meticulosa preparación de cada detalle, como una coreografía, construyó el telón perfecto para esta danza de corazones. Con delicadeza, se sirve el café, calentando no solo el cuerpo, sino también el alma.

En esta danza de palabras y miradas se abren puertas hacia los más profundos anhelos y temores. En esta reunión entre confianza y vulnerabilidad.

En esta reunión el tiempo celoso, parece detenerse, como si el universo mismo concediera a este vínculo un espacio atemporal. Y es en ese breve instante donde los latidos de dos corazones se sincronizan en un pulso único.

Cuando el café llega a su última gota y los relojes retoman su tic-tac, este encuentro especial, como muchos otros a lo largo del tiempo, queda grabado en la memoria como un fugaz parpadeo de la eternidad.

El café es testigo de la metáfora perfecta de este instante del recuerdo eterno. El lazo especial que perdura, lleva magia y marca un hito en la danza de la vida.

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Nuestro amor marchito

En el jardín de nuestro amor marchito, dos plantas crecían, cada cual en su sitio. Sus raíces se entrelazaban, como almas que se amaban.

Una era una planta radiante y hermosa, embellecida por su gracia y su rosa. Cada mañana juntas absorbían la luz del amor, que una a la otra se brindaba en abrazos audaces.

La compañera, humilde y tierna en su semblante, ofrecía su brillo sin dudarlo un instante. Sus rayos de sol eran un regalo sincero, que alimentaba el amor entre los senderos.

Pero en ese jardín de deseos entrelazados, la planta radiante se dejó llevar, atrapada. Absorbió más de lo que debía, y en su ambición, la otra planta dejó de amar.

La planta humilde, herida y abandonada, se alejó lentamente con tristeza en su mirada. A una distancia moderada decidió quedarse, donde la vida no se viera afectada al mirarse.

Te quise tanto, te di amor sin medida, y te odié tanto, por el dolor que me hería. Viví las dos caras de la moneda, y fue la lección más pura que aprendí en mi vida.

La planta radiante, en su ceguera y ambición, lamentó la pérdida de su amor y su conexión. Anhelaba acercarse, pero sabía que era tarde, y que el daño causado ya era demasiado grande.

En ese jardín del amor trágico y sombrío, la planta radiante lloraba su vacío. Una vez más, la ambición se había llevado, el amor puro y sincero que tanto habían amado.

En este jardín marchito y solitario, las lecciones del amor se volvieron necesarias.

En este jardín se aprendieron lecciones valiosas, y el eco de su amor siempre vivirá en los senderos.