Selección de textos entorno a la divinidad, el amor, la muerte, la venganza, el alma y su mundo. El nombre del blog proviene de un verso del primer canto de Pálido fuego: «My God died young. Theolatry, I found/ Degrading, and its premises, unsound./ No free man needs God; but was I free?»
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El latido detrás de todo lo que late. Versos de Rumi y aproximación al propósito
El nombre que escogí para este blog no me puede identificar, pues mi Dios no murió joven, sino que nació muerto. Cuando hablo con católicos estándar, soy atea. Cuando leo a San Juan de la Cruz, tengo la certeza de que Cristo resucitó, aunque no podría afirmar esto frente a nadie sin que se me notara en el pulso que miento. Cristo resucitó y literalmente ha vuelto a resucitar en mi vida, donde nació muerto.
Hay muchas libertades y yo siempre he querido todas las que conocía. Está claro que al descubrir una nueva libertad, mi deseo va a ser acercarme a ella. Y ahí es donde están los místicos: en un lugar incómodo, en ocasiones perseguido, pero un lugar fértil como ningún otro. Es el abandono de intermediarios y dogmas, aunque el conocimiento teológico (y el conocimiento en general y la consciencia) sea necesario como paso previo para que el místico pueda llegar a ese estado y contarle a los demás de lo que se trata. A través de la teología, la mística se encuentra frente al misterio, no trata de analizarlo. Un misterio que se anhela, pero del cual no se pueden predicar el cómo, ni el dónde, ni el quién; solo puedes verte frente a él, pero no tratar de desmenuzarlo. Partimos del anhelo holístico, de la visión que lo centraliza y expande todo a la vez.
Además de la buena educación de la que hablaba, uno va poco a poco escuchando un latido conforme avanza, pensando que se está acercando al lugar donde se esconde, entre los matorrales, el misterio. Y al llegar eres tú quien se tumba a la sombra y se sorprende al escuchar su propio latido. Y entonces el dogma, la clasificación, tales atributos, cuales esencias, el justo y el impío, todo se difumina, la razón se rinde ante la vida/el sueño/la muerte. Es la fe más pura que hay. Mi sensibilidad hacia el latido por boca de otros, ¿me acerca o me aleja del latido? Claro que la mística no se alcanza de golpe —o no creo que se pueda—.
Rumi escribe:
Si hay un amante en el mundo, oh musulmán, soy yo. Si hay un creyente, infiel o ermitaño cristiano, soy yo (...). Tierra y aire y agua y fuego, ¿sabes tú lo que son? Tierra y aire y agua y fuego, más aún, cuerpo y alma también, soy yo (...).
(Trad. ¿Carlos Blanco?)
Estaba muriendo de hambre. Me siento voraz a la mesa, pero la paz no llega al pegar el primer bocado, sino con la certeza de que mi plato ya se está preparando. Pronto, ¡prontísimo! me lo van a servir, solo queda en mí un dulce y pacificado apetito. Voy a tragarme el mundo sin masticar, sin desmenuzarlo, sin tratar de identificar cada sabor. Y de repente: me he saciado con mi propio apetito. La voracidad mengúa hasta que se alimenta a sí misma. Entonces, en el último estadio, uno necesita que su latido sea escuchado; descubres el fuego en el interior e iluminas a los demás. Esta es la forma más alta de consorcio entre lo humano y lo divino. No hacía falta sostener el latido de otro. No se trataba de sumisión obligada y ahogante a Dios como se suele entender. El místico se somete ante Dios como ningún creyente habitual, pero esa sumisión plena es la consecuencia de la intimidad plena con Dios, de haber sido desbordado. La sumisión pasa de ser producto de un dogma externo, forzado y temible, a ser consecuencia natural e inevitable del propio estado interior.
La sumisión por amor es la del amante que se rinde al amado sabiendo que con ello no está anulando su libertad, sino tomando la decisión más libre de su vida. Y, a diferencia de lo que a veces ocurre en el plano «solo» humano, el deseo no se apaga con el contacto del amado ni con el de otros cuerpos.
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«En pena, de libres, que fueron creados,/Esclavos los hizo; tiranos les dio»
Carlos Luis de Ribera, El Artista (Madrid, 1835-1836). Tomo I
Patricio de la Escosura escribió en 1835 El bulto vestido del negro capuz, un relato en verso que tiene lugar en Simancas en 1521 cuya segunda parte, La prisión, recoge un diálogo entre dos condenados a muerte en el marco de la guerra de las Comunidades de Castilla, el obispo de Acuña y un joven comunero apellidado García:
«Muchos, repetidos, muy graves pecados Los hombres hicieron y Dios se enojó: En pena, de libres, que fueron creados, Esclavos los hizo; tiranos les dio. »¡Tiranos! con ellos, cadenas, prisiones, Castillos y guerras y el potro cruel: ¡Tiranos! con ellos, rencor, disensiones ¡Tremenda es la ira del Dios de Israel! »Castilla, hijo mío, sintió el torpe yugo, Y a fuer de briosa lo quiso arrojar. En vano: ayudarnos al cielo no plugo: Padilla el valiente cayó en Villalar. »Nosotros, Alfonso, también moriremos; También nuestra sangre, vertida será. ¡Qué importa! Muriendo felices rompemos Las férreas cadenas, que el mundo nos da.» Acuña, el obispo, patriota esforzado, Aquel que al tirano no quiso acatar, El cuerpo de indignas cadenas cargado, Cual cumple a los libres, acaba de hablar. En pie, silencioso, con aire abatido, Mancebo, que apenas seis lustros cumplió, Le escucha; y responde con hondo gemido, Que el eco en la torre fugaz repitió. ¡Tan bravo en las lides! Acuña le dice, ¡Tan bravo! y cobarde tembláis al morir... Teneos, obispo: muriendo es felice Quien sólo en cadenas espera vivir. Morir es más dulce, que ver, como he visto, Caer a Padilla y a ciento con él. Yo burlo la muerte, más ¡ay! no resisto De amor a los otros, ¡fortuna cruel! Oyóle el obispo con pena y callóse: Magüer que ordenado, tiene corazón, Lágrima furtiva al ojo asomóse. El joven su mano, besó con pasión.
En otras partes del poema se presenta a ese «bulto» que anda por Simancas cantando sus penas. La sexta parte, El beso, continúa lúgubre ante la ejecución de García, quien se encuentra al mismo tiempo ante la muerte y ante la identidad de esa misteriosa persona encapuchada:
Levantan en medio de patio espacioso Cadalso enlutado, que causa pavor: Un Cristo, dos velas, un tajo asqueroso Encima; y con ellos el ejecutor. En torno al cadalso se ven los soldados, Que fieros empuñan terrible arcabuz, A par del verdugo, mirando asombrados Al bulto vestido del negro capuz. ¿Qué, tiemblas, muchacho, cobarde alimaña? Bien puedes marcharte, y presto a mi fe. Te faltan las fuerzas, si sobra la saña; Por Cristo bendito, que ya lo pensé. Diez doblas pediste, sayón mercenario; Diez doblas cabales al punto te di. ¿Pretendes ahora, negarme falsario, La gracia que en cambio tan sola pedí? Rapaz, no, por cierto ¡creí que temblabas! Bien presto al que odias verásle morir. Y en esto, cerrojos se escuchan y aldabas, Y puertas herradas se sienten abrir. Salió el Comunero gallardo, contrito, Oyendo al buen fraile, que hablándole va. Enfrente el cadalso miró de hito en hito, Mas no de turbarse señales dará. Encima subido, de hinojos postrado, el mártir por todos oró con fervor; Después sobre el tajo grosero inclinado: «¡El golpe de muerte!» clamó con valor. Alzada en el aire su fiera cuchilla, Volviéndose un tanto con ira el sayón, Al triste que en vano lidió por Castilla Prepara en la muerte cruel galardón. Mas antes que el golpe descargue tremendo, Veloz cual pelota que lanza arcabuz, Se arroja al cautivo «¡García!», diciendo, El bulto vestido del negro capuz. «¡Mi Blanca!» responde; y un beso, el postrero, Se dan, y en el punto la espada cayó. Terror invencible sintió el sayón fiero, Cuando ambas cabezas cortadas miró.
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«En larga cadena aherrojado»
El Bernardo/Victoria de Roncesvalles, primera parte, estrofas 77 y ss.
Así en larga cadena aherrojado, el preso Conde sin vivir vivía, cuando un hombre de nuevo aprisionado su tristeza aumentó y su compañía;
Ese preso es Teudonio. El Conde le pregunta lo siguiente:
«Señor, aunque en mis culpas he aprendido que jamás el castigo faltó en ellas, sé también que no siempre un afligido padece y sufre agravios por tenellas; que el tiempo muchas veces compelido del contrario rigor de las estrellas trocarse vemos y enviar al suelo, en vez de alegre sol, borrasca y yelo. »Y ahora vuestra presencia resplandece aun entre estas tinieblas de tal modo, que en su compuesta gravedad parece retrato singular del valor godo; yo, señor, soy un hombre en quien fenece de mi principio y fin el nombre todo: no tengo más valor ni más estado que ser dichoso ayer, y hoy desdichado. »No os quiero ya informar de mi derecho; que en la cárcel no hay preso con delito; todos están sin culpa, y sin provecho es dorar á la culpa el sobrescrito; solo os ruego, señor, si á un noble pecho amor con sola ceremonia y rito puede obligar, conozca ahora el vuestro que le deseo servir en mas que muestro. »Y en recambio me déis, de vuestras cosas la parte que sin riesgo os pareciere; seguro que en las tristes o dichosas mi gusto os seguirá como pudiere: mas si estas son demandas peligrosas que ni el lugar ni el tiempo las requiere, contadme en trueco, porque así se ahorren en el mundo ¿qué mundo y tiempos corren? »¿Qué cetro le gobierna y rige ahora? ¿Qué guerras hay de nuevo? ¿Qué dictados? ¿Si es ciega todavía la señora Que da y reparte reinos emprestados? ¿Quién se señala en armas? ¿Quién adora la fama? ¿Quién celebra sus cuidados? ¿Qué ritos, qué premáticas, qué leyes, O qué lisonjas privan con los reyes?» Así el conde, y Teudonio así admirado de la prudencia y gravedad del preso, en tanto que habló estuvo colgado de su dulce discurso y raro seso; de aquel discreto preguntar pagado, de las preguntas y su grave peso, la entereza del ánimo y el modo, tan de pecho real y heróico en todo. Y en sus penas suspenso y divertido, sin conocer al olvidado conde, Teudonio, más de honrado y comedido que gustoso de hablar, así responde: «Si los agravios con que me ha traído Fortuna aquí, lugar me dan por donde aliviar tu cadena y mis prisiones, gran campo han descubierto tus razones. «La tierra está sembrada de portentos, de grandeza hasta ahora nunca vistas, famosos hombres, de altos pensamientos, armas, guerras, furor, pleitos, conquistas, fieros jayanes, bárbaros intentos, altivos reyes que en copiosas listas el mundo sacan al soberbio alarde de un desmán nuevo en que hoy se enciende y arde. »En gran riesgo está España de perderse, preñada de costosos enemigos, ligero el rey y fácil de creerse y sin lealtad y fe los más amigos; harto de esto en mis causas puede verse y servir mis agravios de testigos, pues mis nuevas cadenas y prisiones son de eterna lealtad los galardones.
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«Aquel que Le ha visto, no ha visto nada»
Aquí el primer capítulo —Sobre la visión— de El Libro de la Enseñanza por medio de las sentencias alusivas de los inspirados de Ibn Arabi.
Abū Bakr, el Confirmador (al-Şiddīq) -Allāh esté satisfecho de él- ha dicho: «No he visto cosa alguna sin haber visto a Allāh delante de ella (qabla-hu)». Umar, el Discerniente (al-Fārūq) -que Allāh esté satisfecho de él- ha dicho: «No he visto cosa alguna sin haber visto a Allāh simultáneamente con la cosa (ma'a-hu)». "ʻUtmān -Allāh esté satisfecho de él- ha dicho: «No he visto cosa alguna sin haber visto a Allāh tras ella (ba da-hu)». De entre los inspirados, alguno ha dicho: «No he visto cosa alguna sin haber visto a Allāh junto a ella (ʻinda-hu)». De entre ellos, otro ha dicho: «No he visto cosa alguna sin haber visto a Allāh en la cosa (fï-hi)». Ha dicho otro: «No he visto cosa alguna cuando he visto». Otro ha dicho: «No he visto cosa alguna». Según otro: «Aquel que Le ha visto, no ha visto nada». Otro ha dicho: «Él no puede ser visto sino en una cosa». «He cerrado los ojos -ha dicho otro-, después he vuelto a abrirlos, mas no he visto en ambos estados más que a Allāh». Según ha dicho otro: «Quien se ha visto a sí mismo, Le ha visto, pues la visión (ru'ya) se corresponde con el conocimiento (maʻrifa), ya que según el dicho del Profeta: «quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor». Otro ha dicho:«La visión no se afirma sino por su negación; así pues, aquel no Le ha visto, Le ha visto». Ha dicho otro: «Después de haberLe visto, no veo a ningún otro más que a Él». También se ha dicho: «No Le ve sino quien Le ha conocido según lo que Él mismo le ha dado a conocer»
(Trad. Pablo Beneito Arias)
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Ser cortesana, concubina o querida tuya antes que emperatriz con Augusto. Ardores II
La primera carta de Heloísa a Abelardo (trad. Cristina Peri Rossi):
Tú sabes, amado mío, y lo saben todos los demás, cuánto he perdido en ti; sabes en qué terribles circunstancias la indignidad de una traición pública me arrancó del siglo al mismo tiempo que tú, y yo sufro incomparablemente más por la manera en que te perdí que por tu pérdida misma. Cuanto más grande es el objeto del dolor, más grandes deben ser los remedios que lo consuelen. Tú solo, y no otro, tú solo, que eres la única causa de mi dolor, me podrías ofrecer la gracia del consuelo. Tú solo, que me has entristecido, podrás devolverme la alegría, o al menos aliviar la pena. Tú solo me lo debes, pues ciegamente cumplí todos tus deseos, al punto de que tuve el coraje de perderme a mí misma, a orden tuya, por no poder decidirme a oponerte la menor resistencia. Aún más; mi amor, por un efecto increíble, se volvió tal delirio que se robó a sí mismo, sin esperar recuperarlo nunca, el único objeto de su deseo, el día en que por obedecerte tomé el hábito y acepté cambiar el corazón. Te probé, de ese modo, que tú reinabas como único dueño sobre mi alma, como sobre mi cuerpo. Dios es testigo, nunca he buscado en ti más que a ti mismo. Eras tú únicamente lo que yo deseaba, no lo que te pertenecía o lo que representabas. No esperaba ni matrimonio, ni conveniencias materiales, no pensaba ni en mi placer ni en mis deseos; no traté más que satisfacer los tuyos. El título de esposa parece más sagrado y más fuerte; sin embargo, el de amiga me ha resultado siempre más dulce. Habría querido, permíteme decirlo, el de concubina y el de querida, por cuanto me parecía que al humillarme más, aumentaba mis títulos a tu reconocimiento y dañaba menos la gloria de tu genio.
Tú no lo has olvidado completamente. En la carta de consuelo a tu amigo, has expuesto algunas de las razones que yo invocaba para disuadirte de esta desdichada unión. Sin embargo, has mantenido en silencio la mayor parte de aquellas que me hacían preferir el amor al matrimonio y la libertad al vínculo. Dios es testigo: si Augusto mismo, el dueño del mundo, se hubiera dignado solicitar mi mano y me hubiera asegurado para siempre el imperio del universo, yo habría encontrado más dulce y más noble conservar el nombre de cortesana a tu lado que escoger el de emperatriz junto a él. La verdadera grandeza humana no proviene ni de la riqueza ni de la gloria: aquélla es consecuencia del azar; ésta de la virtud. La mujer que prefiere desposarse con un rico, antes que con un pobre, se vende a él y ama en su marido más sus bienes que a él mismo. La mujer a quien tal codicia impulsa al matrimonio merece una paga, más que el amor. Ella se vincula menos, en efecto, a un ser humano que a las cosas; si la ocasión se presenta, se prostituiría seguramente a uno más rico aún. Tal es, evidentemente, el pensamiento de la sabia Aspasia, en la conversación que cuenta Esquino, discípulo de Sócrates: habiendo intentado reconciliar a Jenofonte y a su mujer, concluyó su discurso del siguiente modo: «Si vosotros llegarais a convertiros, uno en el hombre más virtuoso, la otra en la mujer más amable del mundo, tendríais como única ambición, no conoceríais más virtuoso deseo que ser el marido de la mejor de las mujeres, la mujer del mejor de los maridos». ¡Piadosa opinión, y más que filosófica, dictada por una gran sabiduría, no por las teorías! Piadoso error, bienaventurada mentira, entre esposos, aquella según la cual un afecto perfecto cree guardar el bien conyugal por el pudor del alma más que por la continencia del cuerpo.
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Morder las cortinas. Ardor I
Releyendo los Cuadernos amarillo, rojo, verde y azul de Pedro Casariego Córdoba, he decidido (re)reunir los dichos y hechos amorosos que compila en el primer cuaderno este magnífico periodista del amor.
"Te quiero, sartencita mía". (Un cocinero a su novia, en el parque de Luxemburgo; abril de 1988; el cocinero se hab��a puesto migas de pan en la cara para que le afeitaran las palomas). "Suena el timbre. ¡Es Ella! ¿Qué es la música de Beethoven comparada con el ruido del timbre cuando la que llama es Ella?". [Franz von Kleist, pianista alemán que encontró la muerte en la daga de un marido burlado en una acogedora alcoba de Hamburgo. Las cortinas de la habitación estaban plagadas de corazones, y Von Kleist (¿POR QUÉ?) mordió uno antes de morir]. EL AMOR SEGÚN ENOCH SWING "Mis enemigos me describen como un hombre zafio y grosero. No tengo amigos, así que nadie sino yo puede describirme con benevolencia. Estoy casi siempre solo y por la noche no me acompaña mujer. No conozco el amor. Bueno, quizá lo conozca un poco. Quizá sea lo que siento cuando veo a esa tunanta del puerto, la rubia que lleva faja. Siempre fui partidario de las señoras que usan faja. Qué le vamos a hacer. Hay cosas mucho peores". [Enoch Swing, abstemio, moreno, tosco, gandul, ni mejor ni peor que los otros]. "El amor es un viaje de ida y vuelta en el que durante la ida está terminantemente prohibido hablar del regreso" Jean-Louis Bouvatier, marqués de Theunisse, galán exigente y obsequioso, amante de Josefina durante los días (o semanas) que precedieron a la batalla de Austerlitz. Después de seducir a una dama le regalaba siempre un perrito de lanas elegantemente vestido que respondía invariablemente al nombre de "Adieu"). Kierkegaard dijo que amar consiste en transformar la viruela en varicela sin ser médico, ni científico, ni hechicero. "Cada hombre es una pregunta sin respuesta. El amor es una respuesta sin pregunta." (Anna Magyar, filósofa húngara del siglo pasado). "Mi madre jamás tuvo una idea original: era una simple ladronzuela intelectual... No le guardo ningún rencor, no me interprete mal, no se trata de eso.." (Anna Magyar, hija de la anterior, en una entrevista concedida a este periodista del amor). "Húngara mía, algodón dulce, no me ames por lo que fui, ni por lo que soy, ni tampoco por lo que seré; ámame únicamente por lo que no fui, por lo que no soy, por lo que no seré nunca". (De una carta de Lord Stone a Nancy Rivers; epístola escrita en una barquita que flotaba en el plateado río Devon de la madrugada del día 18 de septiembre de 1886). "El amor siempre ha tenido una pierna rota; cuando te enamores no corras frenéticamente hacia tu elegida: la dama advertiría tu cojera y atrancaría todas sus puertas. Camina lentamente hacia ella; avanza un poco y retrocede un poco menos; cuando la alcances serás algo más viejo, pero ella te estará esperando sin paciencia, y te devorarán sus caricias y sus dientes de marfil" (N. A. Die, Eton, 1916).
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Introduccionándome al sufismo. «En las oraciones y en los ayunos no vi sino el cansancio del cuerpo y el hambre del estómago»
«Quienes beben los cálices de su amor, se sumergirán en los mares de su intimidad y, alcanzando un verdadero conocimiento de Él, en su magnificencia, se vuelven perplejos e inconscientes de sí mismos».
En su artículo «Bāyazid Bastātmi. El rey de los gnósticos», Mahmud Piruz traduce y recopila algunas sentencias del sufí persa presentes en Tazkerat al-Oliā (‘Attār) (Teherán, 1975) que reproduzco a continuación. Bāyazid rechaza el ascetismo más extremo, pero, al parecer, Abu Nuʿaym al-Isfahani cuenta que se lavaba la boca antes de recordar y repetir el nombre de Dios (dhirk), en una obra que no he conseguido encontrar más que en árabe (Hilyat al-Awliya' wa Tabaqat al-Asfiya').
El sufismo de Bāyazid es un sufismo amoroso y apasionado, que lejos de las prácticas ascéticas de la mayoría de los sufíes de los primeros siglos del Islam, se apoya más en la gracia divina que en los propios actos devocionales. Cuando preguntaron a Bāyazid acerca del ascetismo, contestó: «Para mí el ascetismo no tiene valor. Yo fui asceta durante tres días, el primer día, rechacé este mundo; el segundo día, rechacé el otro mundo; y, el tercer día, rechacé todo cuanto no era Dios. Y preguntó: ¿Qué valor tiene este mundo para que uno lo rechace?». En una época en que toda virtud y bienaventuranza del hombre se resumía, según las autoridades religiosas, en la estricta observancia de la Ley, en el número de las oraciones, ayunos y peregrinaciones y, en un permanente y absoluto temor a un Dios trascendente, Bāyazid aclara: «En las oraciones y en los ayunos no vi sino el cansancio del cuerpo y el hambre del estómago».
Me gusta el proceso que plantea de rechazar el mundo terrenal y luego el espiritual (pues la esperanza de entrar en el Cielo también es una forma de apego); y, en última instancia, no sé si entiendo del todo el rechazo hacia el rechazo a todo lo que no es Dios. Supongo que cuando entras en contacto con lo divino, cuando tocas el absoluto, no sientes la necesidad de rechazar el mundo porque no se rechaza lo que nada ofrece. El rechazo al mundo se vuelve irrelevante si el mundo no tiene ningún poder sobre ti ni dádivas que entregarte.
Claro que la segunda cita solo la puedo encajar si lo que critica son las oraciones y ayunos como fin en sí mismo y no como medio para alcanzar un estado superior. Algún rezo y algún ayuno habrá que hacer, digo.
E insistiendo en que: «La perfección del gnóstico es su ardor y aniquilación en el amor del Amigo. Los peregrinos giran con sus cuerpos alrededor de su Casa en busca de la vida futura; sin embargo, los enamorados, giran con sus corazones alrededor de su Trono en busca de su encuentro». La compasión y el servir en este sentido llevan a la liberación de su propio «yo», de su propio ego; pues no hay otro obstáculo en el camino del sufí hacia Dios que su propio «yo» relativo. Bāyazid cuenta: «Vi al Señor en mi sueño y le pregunté: «¿Cuál es el camino hacia Ti?» Me contestó: «Abandónate a ti mismo y habrás llegado a Mí».». Y por eso Bāyazid aclara: «La recompensa del gnóstico es de Dios a Dios».
El abandono de toda subjetividad parece contradictorio con la propia idea de mística, pues leyendo a autores cristianos queda muy claro que para ellos el misterio se alcanza por dentro, no por fuera. Es decir, para poder llegar a ser Dios es necesario un intenso trabajo personal para potenciar el ego en el mejor sentido; o quizá el ego más perfeccionado es el que tiene tanta seguridad, rigor y voracidad que se desprende de sí mismo.
En la senda de Bāyazid todo lo ritual, vacío del amor y presencia del corazón, carece de valor y no conduce a la experiencia de Dios. Por ello insiste: «Recordar a Dios con la lengua, es signo de estar desatento de Él».
Entonces, ¿por qué se lavaba la lengua? Muchas preguntas y, por desgracia, pocos textos traducidos a un idioma que conozca.
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El demonio me empuja a pensar cosas bellísimas. El peregrino, IV
Por último, en el capítulo cuarto se amplía el significado y sentido de centrarse en la oración de Jesús a todas horas. Curiosamente, el demonio no solo actúa implantando en el alma deseos pecaminosos, sino también pensamientos bellos pero que, de igual manera, alejan al hombre de la soberanía de la oración de Jesús.
Mi difunto maestro decía también, otras veces, que los obstáculos para la oración interior provienen de dos partes: de la derecha y de la izquierda. Si el enemigo no consigue alejarnos de la oración por medio de pensamientos vanos y deseos pecaminosos, aviva en nuestra memoria edificantes recuerdos y nos sugiere bellas reflexiones, a fin de impedir que oremos, siendo la oración lo que él más teme. Se llama un vuelo hacia la derecha, cuando el alma deja el trato con Dios para dedicarse a agradables conversaciones consigo misma o con las demás creaturas. Me decía que durante la oración no debía dar cabida ni aún a los pensamientos más sublimes; que si empleaba la mayor parte del día en elegantes especulaciones o en conversaciones piadosas y no en la oración interior, debía considerar todo esto como un error y como una satisfacción de mi vanidad espiritual. Esto perjudica, sobre todo, a los principiantes, que deben dedicar a la oración la mayor parte del tiempo. [...]
Basta con sumergirse silenciosamente en el propio corazón, invocando con la mayor frecuencia posible el nombre radiante de Jesucristo. La luz interior inmediatamente nos inunda, y todo se hace comprensible; hasta los misterios del Reino de Dios se pueden vislumbrar en el resplandor de esta luz. ¿No es ya un gran misterio el hecho de que el hombre pueda reconcentrarse en sí mismo, sacar fruto de este conocimiento propio, derramar dulces lágrimas sobre sus caídas y su voluntad pervertida? No es difícil discutir con los hombres; es posible a todos, ya que la razón y el corazón han existido antes de la sabiduría humana. Cuando se posee talento, es siempre posible cultivarlo con la ayuda de la ciencia y la experiencia, pero cuando el talento falta, no hay instrucción ni educación que, por altas que sean, puedan producir fruto. Lo malo es que estamos muy alejados de nosotros mismos y con muy poca voluntad de volver a nuestro interior. Anteponemos nuestras bagatelas a la ver-dad; pensamos que sí, que es muy bello darse a la oración y a la meditación, pero que las ocupaciones de la vida no nos dejan tiempo para ello. Pero ¿qué es más importante: la vida eterna y la salvación del alma o la precaria vida del cuerpo, que tratamos con tanto regalo?
Y posteriormente:
Sentí como un hambre de oración, como una necesidad suprema de dar rienda suelta a mis sentimientos, pues hacía ya veinticuatro horas que había dejado el silencio y la soledad. Mi corazón estaba como inundado por una riada, que intentaba abrirse paso para derramarse por todos los miembros. Al reprimirse, sentí en el corazón como un dolor violento, pero un dolor dulcísimo, que pedía el alivio y el consuelo de la oración. Entonces me fue revelado por qué los que de verdad practican la oración interior huyen del trato de los hombres y se refugian en lugares desconocidos. Comprendí también por qué el venerable Hesiquio llama charlatanería a las conversaciones más instructivas, más altas y teológicas, cuando se prolongan demasiado. San Efrén de Siria dice: Una buena palabra es plata, pero el silencio es oro puro.
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El peregrino, III.
En este breve capítulo, el protagonista revela más datos biográficos a su padre espiritual a modo de despedida, pues parte de Irkustk con ánimo de llegar hasta Jerusalén (peregrinación que nunca se completa). A lo largo del relato de su niñez y juventud, cuenta lo siguiente:
Con razón me decía un director espiritual que en el fondo del corazón humano vive una secreta oración; el hombre no lo sabe, pero hay algo misterioso en su alma que le empuja a rezar como puede, según su entender.
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La condensación del Evangelio en la piedad. El peregrino, II
En sus viajes, el peregrino conoce a gentes muy distintas, más y menos predispuestas a la unión con Dios. Ya fallecido el straretz que tanto le ha enseñado, acompañado de su Biblia y su Filocalía, no deja ni un segundo de practicar la oración de Jesús y adquirir conocimientos a través de la propia práctica.
—¿Qué pensáis que es mejor —preguntó el capitán—, la oración de Jesús o los Evangelios? —Son perfectamente la misma cosa —respondí—. Lo que son los Evangelios lo es también la oración de Jesús, porque el nombre divino de Jesús encierra todas las verdades del Evangelio. Los santos Padres nos dicen que la oración a Jesús resume todo el Evangelio.
Esta afirmación que, como se indica, no es invención del peregrino, es singular. Normalmente las doctrinas filosóficas huyen del reduccionismo o, para ser más bondadosos, del minimalismo. Hacen falta muchas explicaciones, muchas palabras, para entender el mundo. O así he pensado siempre. No existen las cosas sencillas. No existe una causa y un efecto. No existen respuestas concisas al sentido de las cosas ni afirmaciones sin peros. Y de repente me entero de que esos grandes sabios condensaban toda una vida —la de Dios mismo— y sus testimonios en una sola frase: «Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí, [que soy] pecador». En otros casos: «Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador». Aunque, realmente, puede ser aún más condensada: «Señor, ten piedad», esto es, «Kyrie eleison», «Господи, помилуй», etc. Si se sabe que Jesús es hijo de Dios, qué es la piedad y por qué se es pecador, no hay más Escritura que conocer.
Es por ello que no sirve el mero actuar bondadoso, pues la intención no la podemos esconder de quien tiene que tener piedad de nosotros. No basta vivir como si se fuera bueno, como si temieras a Dios.
Se lo leí e intenté hacerle comprender que era inútil y vano abstenerse de pecar selo por temor a los tormentos del infierno; que el alma solo conseguía librarse de sus pecados mediante la inteligencia de la verdad y la purificación del corazón y esto no se puede obtener sino mediante el recogimiento interior. Quien hace obras buenas solo por temor del infierno sigue, según los santos Padres, el camino de la esclavitud; quien las hace para ser recompensado con el reino de los cielos, se porta como un mercenario. Dios quiere que vayamos a él como los hijos van hacia su padre; quiere que nos portemos bien por amor y respeto suyo, que seamos felices uniéndonos a él con una unión beatificante de espíritu y de corazón.
El siguiente extracto trata también las vías por las que no se puede llegar a Dios, en respuesta a quien duda sobre la resurrección de un muerto. Subrayo especialmente la «ingravidez» en la que queda el corazón al emitir sus plegarias.
—Por más mortificaciones corporales que te impongas, no encontrarás la paz si no tienes a Dios en tu alma y la incesante plegaria a Jesús en tu corazón; ante la pequeña ocasión, volverás a caer en el pecado. Tú puedes muy bien ejercitarte en esta oración aquí, en la soledad, y pronto alcanzarás la paz. Entonces ningún pensamiento ateo podrá turbarte y tu amor por Jesucristo hará que resplandezca tu fe. No te parecerá imposible que los muertos resuciten y el juicio universal se te mostrará bajo su verdadero aspecto. Sentirás en tu corazón una ingravidez, una dicha, que tú mismo te admirarás. Ya nada te atormentará ni te impedirá tu vida.
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Alejarse del mundo para amar al mundo. El peregrino, I
Der Mönch am Meer, Caspar David Friedrich (1810)
Compilo uno de los escritos que me inclinó a leer la Biblia, un testimonio que te hace crecer conforme el peregrino aprende y pone en práctica la oración del corazón u oración de Jesús. Además, es uno de los mejores acercamientos a los padres de la iglesia oriental a través de constantes citas a la Filocalía, así como a la práctica de su fe a través del hesicasmo, que es tanto el método a seguir (el silencio, la quietud del cuerpo, el control de la respiración, la buena postura) como el fin que se desea (el silencio, la quietud espiritual, el control de las pasiones, la buena disposición del alma).
El título original del libro, publicado en Kazán en 1881, no deja espacio para la imaginación: «Откровенный рассказ странника духовному своему отцу. Написанный слышавшим, по убеждению следующего изречения в слове Божием: „Тайну цареву добро есть храните, дела же божии открывати славно“. Товит. XII, 7».
O, en castellano: «El sincero relato de un peregrino a su padre espiritual. Escrito por quien escuchó con convicción el siguiente dicho en la palabra de Dios: “Bueno es guardar el secreto del rey, pero glorioso pregonar las obras de Dios”. Tobías. 12:7».
En el primer capítulo el protagonista tiene gran curiosidad por la oración o plegaria del corazón:
Entonces le conté que había oído en la iglesia y leído en mi Biblia que debemos orar incesantemente, siempre y en todo lugar, no solamente durante nuestras ocupa-ciones, no solo cuando estamos despiertos, sino también mientras dormimos. Yo duermo, pero mi corazón vigila (Ct 5, 2). Le dije que no lograba entender el modo de realizarlo, pero que mi deseo de aprenderlo era ardiente, como sed inextinguible. Le conté que había visitado iglesias, escuchado sermones, leído y meditado sin encontrar la deseada explicación, permaneciendo en la inquietud y la duda. El anciano se santiguó, y dijo: —Da gracias a Dios, hermano mío, porque ha despertado en ti este deseo inextinguible de conocer la oración interior. Ve en ello la llamada de Dios. Tranquilízate y ten por cierto que tu angustia espiritual no significa otra cosa que el prevalecer de la voluntad divina sobre tu propia voluntad. Has experimentado ya cómo la luz celeste de la oración interior continua no se alcanza con la sabiduría mundana, ni con el deseo externo de saber, sino que se revela en pobreza de espíritu, en simplicidad de corazón y con la ayuda de un ejercicio activo. Por eso no hay que extrañarse de que hasta ahora no hayas podido aprender nada sobre la esencia de esta oración y del modo de practicarla incesantemente. Sin duda, se ha predicado, enseñado y escrito muchísimo sobre la oración, pero casi toda esta doctrina es más fruto de especulación natural y sabiduria humana que de la experiencia. Se examinan las cualidades y no la esencia de la cosa. Se habla de la necesidad de la oración, de su fuerza, de los beneficios que reporta y de todos aquellos requisitos que deben acompañarla: celo ardiente, fervor interior, pureza de pensamiento, reconciliación con los enemigos, humildad, arrepentimiento y oración, y adquirirás otras muchas cosas. Pero rara vez se halla una respuesta exhaustiva a estas preguntas, que para mí son las primeras y más esenciales: ¿Qué es la oración y cómo hay que acostumbrarse a orar? ¿Por qué para responder a ellas es necesaria una ciencia secreta y no basta la erudición? Y lo más doloroso es que la sabiduría mundana se empeña en medir las cosas divinas con el metro de las humanas. Muchos presumen que las buenas obras y toda clase de ejercicios preparatorios nos capacitan para una oración contemplativa. Es todo lo contrario; la oración contemplativa es la que engendra las buenas obras y las virtudes. Se consideran los efectos y frutos de la oración como medios que conducen a ella, y así no se aprecia su fuerza y su finalidad. [...] La perfección de nuestra oración no está en nuestro poder, ya que dice el Apóstol: No sabemos lo que nos conviene pedir (Rm 8, 26). Rezar con frecuencia, siempre, tal es el medio que se nos propone para alcanzar la oración pura, madre de todos los bienes espirituales. Conquista la madre, y ella te dará hijos, dice San Isaac de Siria.
Pero al inicio, el peregrino no lo tiene fácil para someterse a la oración:
Durante una semana entera, solo en mi jardín, me di con todas mis fuerzas a aprender la oración continua, según el método del staretz. Al principio me pareció que todo iba bien, pero luego comencé a aburrirme. El cansancio y el sueño me abatieron y una densa nube de extraños pensamientos me envolvió. Afligido me fui a ver a mi staretz y le describí mi estado. Me recibió amablemente y me dijo: —Hermano mío, es la guerra del mundo de las tinieblas contra ti; nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo solo puede hacer lo que Dios le permite y Dios solo le permite lo que es necesario. Quizá aún te es necesaria una prueba de tu impotencia o quizá es demasiado pronto para que tu celo te abra la puerta de la oración interior, exponte a caer en el egoísmo espiritual.
El guía ascético (старец) le ha impuesto al peregrino que repita la oración exactamente 3.000 veces al día. Ni una más ni una menos. No obstante, una vez ha completado este desafía aunque sea solo durante algunos días, ya está preparado para repetir la oración tantas veces como desee.
—Mira ahora de cuántas cualidades excelentes ha dotado Dios al cuerpo del hombre, porque lo ama; mira cuántas sensaciones pueden producirse aun fuera del estado de gracia y en un alma pecadora no libre aún de sus pasiones. Pero es una cosa magnífica, santa, estupenda, cuando a Dios place conceder al hombre el don de la oración independiente, activa, interior, espiritual y purificar su alma de toda sensualidad. Es un estado que no se puede describir; llegar a este místico recogimiento significa comenzar ya en la tierra a pregustar la bienaventuranza del cielo. Tal felicidad está reservada para los que buscan a Dios con la sencillez de un corazón amante. Ahora te doy mi permiso para que recites tu oración cuando quieras y puedas. Cuando estés despierto, consagra todo tu tiempo a la oración, sin necesidad de contar las veces que la repites, y sujétate humildemente a la voluntad de Dios, esperando su ayuda. Creo que Él no te abandonará y te mostrará el justo camino. Con estas advertencias pasé todo el verano en mi oración incesante a Jesús y sentí mi alma inundada de paz. Mi anhelo constante era dedicarme a la oración. Cuando encontraba alguna persona no sentía inclinación alguna a entretenerme con ella, aun cuando sentía por todos un afecto tan grande como si fueran miembros mi misma familia. Los apetitos de la sensualidad cesar por sí mismos; solo me ocupaba de mi oración, que mi espíritu comenzaba a escuchar y mi corazón a acompañar con suave calor. [...] Todo el mundo aparecia a mis ojos bañado de bondad; me parecía que todos me amaban.
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«Cuanto más cuenta el Amor, más mantiene en secreto»
Poema nº 10 de Hadewijch, Not feeling but love (trad. Columba Hart), que llevo leyendo en bucle toda la noche, que no se agota, que verso tras verso tras verso:
He who strives after particular points of knowledge Lacks something important in veritable Love. All such knowledge we often demand prematurely; And this is not enough. For it seems a yearning of the will, And not a guidance of the Spirit; For were it a guidance of the Spirit, God would very speedily accomplish it. And there is too much childishness in love, When one wants many particular things, And prefers to be in delight. This is a failure in loftiness of life. Not for feeling's sake must we learn to serve, But only to love with love in Love. If anyone did not fear hell, And did not serve for the hope of heaven, And if for hell's sake and for heaven's sake He were equally glad and equally daring, And if he loved without rest, And desired above measure, And above reason, and above thought, That were great profit in love. As he received, he would give: And what Love demanded, he would experience. The soul, when knowledge is given it, Knows that it lives in Love; And when it feels misery, It can learn to know Love's mode of action. Love will then order and command All that the soul can accomplish: If then it lives so as to content Love, That is truly Love's wish. We must apply ourselves with heart and mind, And follow with fidelity and with love. Although we know nothing about Love, Here any knowledge would be a loss. Love has put in chains our heart and powers And all our mind and will; And the man in us must undergo As many sufferings as this life holds: With the miserable, he must suffer need; With the slain, death; With beggars, he suffers bodily torment; And with lovers, pain of soul. He who wishes to stand at Love's service for Love's sake Must undergo pressure from many sides. The proximity of the nature of Love Deprives the soul of its rest: The more Love comes, the more she steals; The more she discloses, the more she keeps secret. He who with love shall remain faithful to Love Must enter still living into death, Lest he remain without something in Love That he could win by labor. Love's nature, which conquers all powers, Gives and takes both death and life; Love's nature is then powerful in its activity, Fearing nothing, ever valiant; In it is all the power of God.
Love's being is in her commandments; Where love is with Love in love, The abyss is unfathomable; There all those who let themselves sink in her Must be drowned in her; And to those who attend her in her nature She gives an unquiet life. Love springs out of her own nature And causes hearts, in Love, to be in constant striving; They who follow the power of Love, which draws them, Must profess the nobility in which she holds them. Nobody who has loved Love with love Could explain to others, Or write, or bring to their understanding, All the wonders he finds in Love's sublimity. Desires of love, moreover, cannot By all these explanations be quieted Desire strives in all things for more than it possesses: Love does not allow it to have any rest: Even if all the suffering were massed together That ever was, or is, or shall be, It could not conquer so much As desire of veritable Love can. Desire snatches at suffering above measure And at work that Love will grant it; So it is allotted perturbation and turbulent unrest. Love does not allow it to be at rest; It undergoes pressure from noble unfaith, Which is stronger and higher than fidelity: Fidelity, which one can record by reason, And express with the mind, Often lets desire be satisfied— What unfaith can never put up with; Fidelity must often be absent So that unfaith can conquer; Noble unfaith cannot rest So long as it does not conquer to the hilt; It wishes to conquer all that Love is: For that reason it cannot remain out of her reach. Consequently the soul feels much bitterness, Which Love could heal in a short time; This the soul bears as if it came from unfaith, When it well knows it comes from fidelity. Through desires of unquiet love The soul can win no repose, And through desires of strong love It loses repose and inner quiet. So it drowns in sublime Love, And so it finds its unattainable desire nearby: For anyone in misery cannot find contentment Unless desire can be fulfilled; For desire comes from such a lofty nature, It cannot be at rest in any small thing. Love flees, and desire follows hard after, And never finds a resting place. It cannot conquer sublimity; What Love herself is must remain out of its reach. Could the soul know the Nature Wherein it is loved by God with love, It would languish in longing And flow away completely in delight. That would really be immoderate good fortune! Whoever loves must suffer many griefs: Suppose someone ready for fidelity's service, Who wishes to receive fidelity from fidelity, And wishes to live in lofty fidelity, And to take and give in its service According to its right, and is free, strong, and valiant Always to do fidelity's dearest will; If for all that he spares honor or rest, He is the friend who left us in the lurch!
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La relación entre amor y razón en la unión con Dios
Carta nº 18 de Hadewijch de Amberes, titulada Greatness of the soul (trad. Columba Hart):
63. Now understand the deepest essence of your soul, what "soul" is. Soul is a being that can be beheld by God and by which, again, God can be beheld. Soul is also a being that wishes to content God; it maintains a worthy state of being as long as it has not fallen beneath anything that is alien to it and less than the soul's own dig-nity. If it maintains this worthy state, the soul is a bottomless abyss in which God suffices to himself; and his own self-sufficiency ever finds fruition to the full in this soul, as the soul, for its part, ever does in him. Soul is a way for the passage of God from his depths into his liberty; and God is a way for the passage of the soul into its liberty, that is, into his inmost depths, which cannot be touched except by the soul's abyss. And as long as God does not belong to the soul in his totality, he does not truly satisfy it. 80. The power of sight that is created as natural to the soul is charity. This power of sight has two eyes, love and reason. Reason cannot see God except in what he is not; love rests not except in what he is. Reason has its secure paths, by which it proceeds. Love experiences failure, but failure advances it more than reason. Reason advances toward what God is, by means of what God is not. Love sets aside what God is not and rejoices that it fails in what God is. Reason has more satisfaction than love, but love has more sweetness of bliss than reason. These two, however, are of great mutual help one to the other; for reason instructs love, and love enlightens reason. When reason abandons itself to love's wish, and love consents to be forced and held within the bounds of reason, they can accomplish a very great work. This no one can learn except by experience. For wisdom does not interfere here or try to penetrate this wonderful and fathomless longing, which is hidden from all things; that is only for the fruition of love. In this joy the stranger shall not intermeddle (Prov. 14:10) — or anyone outside of Love. To gain it the soul must be nursed with motherly care, in the joy of the blessedness of great love, and disciplined by the rod of fatherly mercy; moreover it must cling inseparably to God, read its judgments in his countenance, and thereby abide in peace. 112. Now when this noble soul turns back to men and human affairs, it brings a countenance so joyous and so wonderfully sweet from the oil of charity that in all things willed by charity it turns to men with mercy. But from the truth and justice of the judgments it has received in the divine countenance, it appears to ignoble men awesome and unheard-of (Exod. 34:29-30). And when these ignoble men see that the soul is then wholly arrayed according to truth and well-regulated in all ways, how fearful and alarming it is to them! They must give way to it under the pressure of Love. But they who have been chosen for such a state in union with Love and are not yet full grown for it possess already, in their capacity, the omnipotence of eternity; yet this is unknown to themselves and also to others.
130. Thus reason secretly gives its light. This power of sight of the soul enlightens the soul in all the truth of God's will. For he who reads his judgments in God's countenance works becomingly, in conformity with the truth of the laws of Love. The law of Love is to be obedient; this is contrary to the way of acting of many aliens. And he must work not like anyone else, but according to truth. He is subject to no one save Love alone, who holds him fettered in love. No matter what anyone else would have said, he speaks according to Love's will. And he does service and performs the works of Love according to her will night and day in all liberty, without delay or fear and without counting the cost, according to the judgments he has read in Love's countenance. These judgments remain hidden from all who, on account of alien motives or alien things, forsake the works of Love because they are scorned among aliens, who prefer and judge it better that their will, rather than Love's will, be done. For they have not come to the great countenance of omnipotent Love, by which we may live free in the midst of every kind of distress. 154. You must know this liberty, and you must also know those who serve for its sake. People judge all sorts of things for themselves, and in this way, under the delusion of greater liberty, they scorn the works of Love; they do so indeed with great worldly wisdom. And so as to neglect the commandments of Love, some issue contrary com-mands. But a noble person who wishes to keep his rule of life, following what enlightened reason teaches him, does not fear the aliens' commands or counsels, no matter what torment befalls him in consequence, be it scandal, disgrace, indictments, insults, desertion, imprisonment, homelessness, nakedness, or utter want of every sort of thing man ought to have. He is not afraid to be ready to show obedience to Love in all that she wills, and to devote himself to her in truth, in all things and through all troublesome works, in the joy of his heart with all the power of Love. 174. By your whole life, then, you should gaze fixedly at God with the sweet eyes of single affection, which always seeks the service of the Beloved with delight. That is, you should contemplate your dear God cordially, yes, much more than cordially, so that the eyes of your desire, both together, remain fixed to the countenance of your Beloved by the piercing nails of burning encounters that never cease. Then for the first time you can rest with Saint John, who slept on Jesus' breast (John 13:23-25). And this is what they do who serve Love in liberty; they rest on that sweet, wise breast and see and hear hidden words (Job 4:12) —which are ineffable and unheard-of by men— through the sweet whisper of the Holy Spirit. 189. You should always look fixedly on your Beloved whom you desire. For he who gazes on what he desires becomes ardently enkindled, so that his heart within him begins to beat slowly because of the sweet burden of love. And through perseverance in this holy life of contemplation, wherein he continually gazes on God, he is drawn within God. Love ever makes him taste her so sweetly that he forgets everything on earth. Then he is determined that, whatever befalls him at the hand of aliens, he will deny himself nine hundred times rather than neglect to perform one iota of the service of that worthy love of which Christ is the foundation (1 Cor. 3:11).
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«¡Ay, Muerte! ¡Muerta seas, muerta e mal andante!»
Juan Ruiz no dedica demasiado tiempo a las penurias de la muerte en su Libro del Buen Amor, pero no se puede obviar algo como el término de la vida de una amante, aunque sea para parodiarla (el artista siempre es el menos serio de la sala). Aunque empieza juguetón, el tono pasa a ser bastante solemne; los versos con ocasión de la muerte de la Trotaconventos acaban atravesando la muerte de Jesús. Rafael Lapesa escribe en El tema de la muerte en el Libro del Buen Amor que «Juan Ruiz identifica y engloba en un solo mal radical el pecado, la muerte corpórea y la condenación, muerte segunda y eterna; pero en vez de situar en el pecado la causa de ambas muertes, según la doctrina bíblica y cristiana, invierte los términos y hace que la muerte sea promotora del pecado».
¡Ay, Muerte! ¡Muerta seas, muerta e mal andante! 1520 Enemiga del mundo, que non as semejante, de tu memoria amarga non es que non se espante. (...) Fases al mucho rico yaser en grand pobresa: 1528 non tiene una miaja de toda su riqueza. El que bivo es bueno e con mucha noblesa, vil, fediondo es muerto, e aborrida vilesa. (...) Tiras toda vergüença, desfeas fermosura, 1548 desadonas la graçia, denuestas la mesura, enflaqueçes la fuerça, enloquesçes cordura, lo dulçe fases fiel con tu mucha amargura. Despreçias loçanía, el oro escureçes, 1549 desfases la fechura, alegría entristeçes, mansillas la limpieça, cortesía envileçes, Muerte, matas la vida, al mundo aborreçes. (...) Tu morada por siempre es infierno profundo. 1552 Tú eres mal primero, tú eres mal segundo: pueblas mala morada e despueblas el mundo; dises a cada uno: «Yo sola a todos hundo». El señor que te fiso, tú a éste mateste: 1556 Jhesuxristo Dios e ome tú aqueste peneste. Al que tiene el çielo e la tierra, a éste tú le posiste miedo e tú lo demudeste. El infierno lo teme e tú non lo temiste. 1557 Temióte la su carne, grand miedo le posiste. La su omanidat por tu miedo fue triste; la deidad non te temió, entonçe non la viste. Non l’cataste nin l’viste; vídote Él e cató. 1558 La su muerte muy cruel a ti mucho espantó. Al infierno, a los tuyos e a ti mal quebrantó. Tú matástel’ un ora; Él por siempre te mató.
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Moisés es Dios para Aarón
Éxodo 4:10-17 en la Nácar-Colunga:
10 Moisés dijo a Yahvé: “Pero, Señor, yo no soy hombre de palabra fácil, y esto no es ya de ayer ni de anteayer, y aun ahora que te habla tu siervo soy torpe de boca y de lengua.” 11 Yahvé le respondió: “Y ¿quién ha dado al hombre la boca? Y ¿quién hace al sordo y al mudo, al que ve y al ciego? ¿No soy por ventura yo, Yahvé? 12 Ve, pues; yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de decir.” 13 Moisés replicó: “¡Ah Señor!, manda tu mensaje, te lo pido, por mano del que debas enviar.” 14 Encendióse entonces en cólera Yahvé contra Moisés y le dijo: “¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? El es de fácil palabra. Al encuentro te sale, y al verte se alegrará su corazón. 15 Habíale a él y pon en su boca las palabras, y yo estaré en tu boca y en la suya, y os mostraré lo que habéis de hacer. 16 El hablará por ti al pueblo y te servirá de boca, y tú serás Dios para él. 17 El cayado que tienes en la mano llévalo, y con él harás los prodigios.”
Jonathan Pageau sugiere que, pudiendo Dios simplemente hacer de Moisés un hombre elocuente, no lo hace y escoge a su hermano para crear la jerarquía Dios/Moisés/Aarón porque quizá esa falta de articulación en el lenguaje es necesaria para llegar a Dios. Como mínimo, pienso yo, manifiesta una sensación de sorpresa ante el mundo, una catarsis frente a la palabra y su creación. La necesidad de que Moisés fuera «torpe de boca y de lengua» me hace pensar mucho en cómo juzgo a la gente. Fuera de eso, merecen respeto tanto quienes no hablan porque saben que no pueden hacerlo bien como quienes podrían lucirse. En este punto es fundamental decir que el silencio casi nunca sobra; el silencio mejora hasta los pecados. Sin duda, la sigilosa vanidad es mucho mejor que la soberbia. El soberbio tiende a la ira, al ruido, al grito. El que se vanagloria es capaz de escribir su nombre incluso en la arena: él mismo se recuerda quién es y eso es suficiente. En el caso de las virtudes, el silencio las destruye. Es por ello que quedarse mudo ante el mal no tiene por qué demostrar necesariamente cobardía. El miedo más genuino, como la gloria, se transmite mediante un gesto, una ceja, el sonido de la gota que acaba cayendo. Y, al final, ¿cómo distingo al que no habla por sabio del que no habla por cobarde?
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prado/convento/templo/Caaba/Tora/Corán
Extracto final de la casida n° 11 de El intérprete de los deseos de Ibn Arabi (trad. Pablo Beneito Arias).
(…) Una y otra vez dan vueltas en torno a mi corazón, entre el anhelo y el éxtasis, besando mis cuatro esquinas, así como el Enviado -el mejor de todos ellos-, circunambuló la Caaba, sobre la cual la razón no alcanza a dar argumento. Él mismo, de inspiración y palabra tan dotado, piedras en ella besaba. ¿Cuál es pues su condición? ¿Cuál es el valor del Templo respecto al grado del Hombre? ¡Cuántas, cuántas veces Ella se comprometió jurando que no habría de cambiar! Mas no es lo propio de aquella que se pinta con afeites el cumplir con las promesas. ¡Qué asombroso es el prodigio de una gacela velada que señala un azufaifo y hace señas con sus ojos, y cuyos pastos se encuentran entre costillas y entrañas! ¡Qué maravilla un jardín en medio de tantos fuegos! Capaz de acoger cualquiera de entre las diversas formas mi corazón se ha tornado: Es prado para gacelas y convento para el monje; para los ídolos templo, Caaba del que en torno gira; es las Tablas de la Tora y es el libro del Corán. La religión del amor sigo adonde se dirijan sus monturas, que el amor es mi práctica y mi fe. Tenemos claro modelo en Bishr, prendado de Hind, y en ejemplos semejantes de quienes igual amaron: Layla y Qays, May y Gaylán.
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«Audivit arcana verba, quae non licet homini loqui»
И мы трудимся, Николай Рёрих (1922)
Apartado 15 del comentario a las Canciones 14 y 13 del Cántico Espiritual de San Juan de la ✝:
Este divino silbo que entra por el oído del alma no solamente es sustancia, como he dicho entendida, sino también descubrimiento de verdades de la Divinidad y revelación de secretos suyos ocultos. Porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escritura divina se halla alguna comunicación de Dios, que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios; las cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma sin servicio y ayuda de los sentidos, y así es muy alto y cierto esto que se dice comunicar Dios por el oído. Que por eso, para dar a entender san Pablo (2 Cor. 12,4) la alteza de su revelación, no dijo: «Vidit arcana verba, ni menos, gustavit arcana verba, sino audivit arcana verba, quae non licet homini loqui». Y es como si dijera: oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se piensa que vio a Dios también, como nuestro Padre Elías en el silbo. Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10,17), es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendi-da, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a entender el profeta Job (42, 5), hablando con Dios, cuando se le reveló, diciendo: «Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus videt te»; quiere decir: «Con el oído de la oreja te oí, y ahora te ve mi ojo». En lo cual se da claro a entender que el oírlo con el oído del alma es verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos, que, por eso, no dice: oíte con el oído de mis orejas, sino de mi oreja; ni te vi con mis ojos, sino con mi ojo, que es el entendimiento; luego este oír del alma es ver con el entendimiento.
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