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Karl Ove Knausgård
El que me casara a los veinticinco años se debió a que anhelaba lo burgués, lo estable, lo establecido. A la vez eso se contrarrestaba con el hecho de que no viviéramos una vida burguesa, estable, rutinaria, sino al contrario, y con el hecho de que ya no hubiera gente que se casara tan joven, lo que lo convertía aunque no en algo radical, al menos en algo original.
Eso pensaba, y también porque la amaba, me arrodillé una noche que estábamos solos en una terraza en las afueras de Maputo, en Mozambique, bajo un cielo negrísimo, con el aire cargado del sonido de los grillos, y de tambores lejanos de un pueblo a varios kilómetros de distancia, y le pregunté si quería casarse conmigo. Ella contestó algo que no entendí. Al menos no fue “sí”. ¿Qué has dicho?, pregunté. ¿Me preguntas si quiero casarme contigo?, respondió. ¿De verdad es eso lo que preguntas? Sí, contestó ella. Quiero casarme contigo. Nos abrazamos, los dos con lágrimas en los ojos, y justo en ese instante sonó un trueno en el cielo profundo e inmenso, el sonido se desplazó rápidamente, Tonje entró corriendo por la cámara, y al salir me rodeó con un brazo y con la otra mano me sacó una foto.
Éramos dos niños.
La muerte del padre (Anagrama, 2012)
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Karl Ove Knausgård
De allí provenía mi primer recuerdo de infancia. Había cruzado el puente con la abuela y vi a un hombre muy viejo, con barba blanca y pelo blanco, que andaba con bastón y tenía la espalda encorvada. Me paré a mirarlo y la abuela tiró de mí para que continuara. Abajo, en el despacho de mi padre colgaba un póster, y una vez que estuve allí dentro con mi padre y con el vecino Ola Jan, que daba clases en la misma escuela que mi padre, el instituto de Rolingheten, también de lengua, señalé al póster diciendo que había visto a ese señor en el puente. Porque era el mismo hombre de pelo blanco y con la espalda encorvada. El que estuviera en un póster colgado en el despacho de mi padre no me parecía nada extraño, yo tenía cuatro años, y nada en el mundo me resultaba incomprensible, todo tenía relación con todo. Pero mi padre y Ola Jan se rieron. Se rieron y dijeron que eso era imposible. Es Ibsen, dijeron. Murió hace casi cien años. Pero yo estaba seguro, era el mismo hombre, y así lo dije. Ellos lo negaron, y mi padre ya no se reía cuando yo señalaba a Ibsen diciendo que lo había visto.
La muerte del padre (Anagrama, 2012)
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"LÁMPARA DE ARCO
A una persona únicamente la conoce quien la ama sin esperanza"
[Tres traducciones del mismo libro, un solo Benjamin verdadero]
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Don Webb
Cuando un tamarii alcanza los catorce años, lo llevan al desierto del Continente Sur. Un tío regala al o a la joven un paquete de supervivencia y un mapa ligeramente defectuoso. El paquete representa la herencia biológica que el joven ha recibido. El mapa representa la tradición y el conocimiento, que es bueno pero que todos deben mejorar. El tío le desea suerte y se marcha. El joven o la joven tamarii tiene entonces dos decimanas para hallar su camino a un punto de recogida. Ochenta y cinco por ciento de los jóvenes sobreviven este rito de paso. Los tamarii creen que los que mueren renacen como humanos.
“Cuaderno de Tamarii” en 25 minutos en el futuro (Almadía, 2013)
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Malcolm Gladwell
Las culturas del honor tienden a echar raíces en tierras altas y otras áreas menos fértiles, como Sicilia o la región de los montes vascos, en España. La explicación es que, si uno vive sobre alguna ladera rocosa, no puede cultivar la tierra, así que probablemente se dedique a criar cabras u ovejas; y la clase de cultura que se desarrolla alrededor del pastoreo es muy diferente de la cultura que se desarrolla alrededor de la agricultura. La supervivencia de un labrador depende de la cooperación con los demás dentro de la comunidad. Pero un pastor está solo. Un labrador tampoco tiene que preocuparse de que le roben el sustento por la noche, porque no es fácil robar cosechas a no ser, por supuesto, que el ladrón quiera molestarse en cosechar un campo entero él solo antes de ser descubierto. Pero un pastor sí que tiene que preocuparse. Está bajo constante amenaza de ruina por la pérdida de sus animales. Así que tiene que ser agresivo: tiene que aclarar, con palabras y con hechos, que no es un hombre débil. Tiene que estar dispuesto a luchar en respuesta al menor desafío a su reputación: eso es lo que significa “la cultura del honor”. Es un mundo donde la reputación de un hombre está en el centro de su sustento y su autoestima.
Fuera de serie (Punto de Lectura, 2012)
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Guillermo Martínez
Aunque ambos tenían temperamentos fuertes y volátiles (sobre todo ella, hubiera dicho él, sobre todo él, hubiera dicho ella), no discutían, como si cada uno apreciara demasiado lo que había encontrado en el otro y después de suficientes experimentos fallidos valoraran en lo que valía la tirada del azar que los había reunido.
“Un gato muerto” en Una felicidad repulsiva (Planeta, 2013)
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William Kotzwinkle
Él la sostuvo mientras ella se contraía y empujaba por dentro en un esfuerzo de abrir los pétalos de su cuerpo floreciente. Él había creído que esa apertura tan milagrosa se iba a producir de un modo más espléndido. Pero ahí estaba ella, sudando como el caballo de un leñador después de acarrear troncos una mañana de verano.
La incorporó, como si pudiera liberarla de la carga que tantos esfuerzos le exigía, pero la mujer se estaba dando contra un muro, no avanzaba en ninguna dirección, tenía en los ojos la mirada de un caballo de tiro: perpleja, frustrada, esclavizada. Laski notaba la tensión que latía en sus sienes enrojecidas, igual que la había notado en los caballos de carga cuando le parecían a punto de morir de un infarto, avanzando de aquella manera por el bosque, arrastrando a su paso unos troncos gigantescos que de pronto se atascaban en un tocón, con las riendas a punto de romperse de tan tirantes y su poderosa musculatura llena de nudos por el esfuerzo de superar el obstáculo. ¿Quién escogería eso?, pensó Laski. Ese trabajo, esa desgracia. La vida nos esclaviza, nos hace desear descendencia, nos genera mil ilusiones sobre el amor y lo que haga falta, con tal de lograr reproducirse.
Sintió la supremacía de la vida, supo que la fuerza de la vida era mayor que su propia voluntad. Yo sólo quería estar contigo, Diane, los dos viviendo juntos sin problemas, y aquí nos tienes, tú jugándote la vida.
El nadador en el mar secreto
(Navona, 2014)
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Luis Fayad
Al otro lado, azorada por el encuentro repentino, estaba la vecina del segundo piso. Los dos se detuvieron como si se hubieran tropezado.
—Ah, es usted —dijo él y se echó un paso atrás—; buenos días.
Ella entró dando un brinquito apresurado y le sonrió por lo brusco del encuentro que fue casi un tropezón y un susto. Los dos dieron la impresión de vacilar en una conversación que a pesar de no haberse llevado a cabo parecía haberse interrumpido.
Regresos (Penguin Random House, 2014)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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Diana Athill
Aquella viejecita tan dulce de trato, graciosa, frágil, era, en efecto, una pintora; y lo era de verdad: allí estaban sus cuadros para demostrarlo, junto a otros de Max Beckmann y de Kokoschka. Me resultó difícil saber cómo tomármelo, porque no era posible decir sin más: “¡Dios mío, pero resulta que sí, que eres una pintora!”, mientras que si me lo tomaba como si tal cosa y daba por sentado que en efecto lo era, sería una impertinencia hacer cualquier comentario sobre su obra. No recuerdo qué le dije, aunque es casi seguro que me aturullé al decírselo y supe salir del paso, porque después siempre se mostró encantada de hablar de su obra, cosa que le agradecí. Era una magnífica conversadora, sobre todo al hablar de pintura, lo cual explica por qué no se percibía la menor sensación de vacío en ella. Fue toda una demostración sobre la suerte elemental que tienen, al margen de las adversidades que les salgan al paso, quienes poseen la capacidad innata de hacer cosas.
Antes de que esto se acabe (Duomo, 2011)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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Alberto Laiseca
Y hay un hecho curioso respecto a la propaganda política. Nosotros somos siempre buenos y el adversario es constantemente malvado.
La puerta del viento (Mansalva, 2014)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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Alberto Laiseca
Por milagro de milagros tomamos la colina sin que nos hicieran cagar ni a mi doble ni a mí. Tomar una colina de bastante pendiente bajo fuego enemigo es lo más divertido que hay. Se lo deseo a todos mis enemigos.
La puerta del viento (Mansalva, 2014)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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Javier Cercas
Lo más sorprendente del asunto (o lo que más me sorprendió a mí) era que cuantas más mentiras le descubría, cuanto más me hacía cargo de la sórdida y triste realidad que había ocultado durante tantos años tras su fachada espléndida, cuanto más me enfrentaba al villano real que se escondía tras el héroe ficticio, más próximo me sentía a él, más piedad me inspiraba, mejor me sentía a su lado. Miento. Yo también estoy intentando esconder la verdad. La verdad es que llegó un momento en que lo que sentí por él fue afecto, a ratos una especie de admiración que ni yo mismo sabía explicarme, y que me perturbaba.
El impostor (Penguim Random House, 2014)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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Javier Cercas
Igual que la ya vieja industria del entretenimiento necesita alimentarse del kitsch estético, que regala a quien lo consume la ilusión de estar gozando del arte auténtico sin pedirle a cambio ninguno de los esfuerzos que ese goce exige ni obligarle a que se exponga a ninguna de las aventuras intelectuales y los riesgos morales que entraña, la nueva industria de la memoria necesita alimentarse del kitsch histórico, que regala a quien lo consume la ilusión de conocer la historia real ahorrándose esfuerzos, pero sobre todo ahorrándole las ironías y contradicciones y desasosiegos y vergüenzas y espantos y náuseas y vértigos y decepciones que ese conocimiento depara: pocos en España suministraron la mercancía tóxica y golosa de ese kitsch (el “venenoso forraje sentimental aderezado de buena conciencia histórica” del que hablé en “Yo soy Enric Marco”) con la pureza y la abundancia con que lo hizo Marco, y es posible que eso explique el éxito fabuloso o parte del éxito fabuloso que sus relatos tuvieron.
El impostor (Penguim Random House, 2014)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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David Markson
El punto de vista irónico de Cicerón: los filósofos predican que los hombres deberían negarse a la ambición; pero firman sus libros.
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Nunca he matado a un hombre. Pero he leído muchos obituarios con placer.
Dijo Clarence Darrow.
Punto de fuga (Verdehalago, 2011)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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David Markson
Antes de su muerte, el rabino Zusya dijo: En el mundo que viene, no me preguntarán: ¿Por qué no fuiste Moisés?, sino ¿por qué no fuiste Zusya?
Dice un cuento jasídico.
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Nunca he visto una situación que un policía no pueda empeorar.
Dijo Brendan Behan.
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Un crítico le dijo a Whistler que una de sus pinturas no era buena. Whistler le contestó que no debía decir que no era buena, sólo que no le gustaba:
Y después, tú sabes, estás totalmente a salvo.
Punto de fuga (Verdehalago, 2011)
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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David Markson
Durante un discurso, el general ateniense Foción fue interrumpido por tan extraordinarias ovaciones que preguntó:
¿He dicho algo estúpido sin darme cuenta?
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Le agradeceremos si, de ahora en adelante, nos envía la leche y el agua en botellas distintas.
Escribió Constable en una nota a su lechero.
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En el continente se honran los trabajos de Shakespeare de dos maneras: los admiran en Italia y Alemania y los desprecian en Francia.
Dijo Coleridge.
Punto de fuga (Verdehalago, 2011) 
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esplendidobonobo-blog · 10 years
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David Markson
La anécdota de Thomas Hardy en la que busca una palabra en el diccionario de cuya existencia no está seguro y descubre que él es la única autoridad citada para su uso.
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Si quieres saber qué sientes realmente por una persona, toma nota de la impresión que una carta inesperada suya te provoca cuando la ves en el buzón.
Dijo Schopenhauer.
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Nada absurdo puede decirse sin que no haya sido dicho antes ya por algún filósofo.
Dijo Cicerón.
Punto de fuga (Verdehalago, 2011) 
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