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A Yabu y Liz, que me han salvado la vida.
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Soy un presagio
Yo soy nada más que un presagio
soy la condena expresa,
la inequÃvoca advertencia
y soy la señal necesaria.
De las tragedias y su previo desequilibrio,
de traiciones y omisiones presagio,
de incertidumbre indecorosa presagio
y de dolor e inmoralidad hijo.
Yo soy oráculo de fortuna y buen hado
soy la suerte manifiesta
la placentera revelación
y soy el indicio de holgura.
De buenas nuevas hacedor y mensajero,
de dicha y confort presagio,
de refugio sólido presagio
y de júbilo y bendición sastre.
Yo soy un presagio oscilante
soy roca bajo el acantilado
joya divina invaluable
y soy lo que se haga de mÃ.
Y cual presagio tengo artimañas
haré de mente laberinto
de adeptos, esclavos
amigos, adeptos
amantes, amigos
y haré de enemigos amantes de ser necesario.
Habré, presagio, de ser contenido
no temeré regar jardÃn con lágrima ajena,
ni besar labios de veneno repletos
si aquello asegura lograr cometido.
Habré, presagio, de ser refutado
si es mi fin una causa justa y mayor
estandarte mi mala praxis,
será enemigo quien no esté de mi lado.
Que se sienta mi presencia, presagio
pesada energÃa y tensión.
Y que pese mi ausencia, augurio
vacÃo, nostalgia y pasión.
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La ermita
Por primera vez en años, y por accidente. No un accidente fructÃfero como el de quien descubre algo tras un marco, sino del tipo que genera vértigo e incertidumbre.Â
Por primera vez en años, y por accidente, el ermitaño se halló a sà mismo cuestionándose por qué lo era.
No es que hubiera logrado aquello que hombres rectos y apasionados delincuentes, todos cegados por sus instintos, han codiciado tanto. El ermitaño no habÃa logrado olvidar.
La condición de este hombre fue más bien el ingenuo plan de ceder al hedonismo y la banalidad en aras de, precisamente, al menos volver difuso, u obtuso, o menos confuso, todo lo que hubiera querido olvidar. Si él fue hombre recto o delincuente apasionado, está de más.Â
SerÃa errado, sin embargo, afirmar que la ermita fue testigo solamente de absurdos constantes o de desmedidos intentos fallidos. Su habitante, por sus medios, logró, en sus términos y medidas, elucubrar misterios y develar secretos cuyas raÃces parecÃan estar escondidas a simple vista para muchos otros. Prueba de ello eran, entre otras cosas, los impresionantes cultivos con los que el hombre satisfizo exitosamente sus antojos; los coloridos ornamentos que daban fe de su disciplina, o el hecho de que los animales finalmente confiasen en él.
Pero hoy, por primera vez en años y por accidente, el ermitaño siente en el pecho y el estómago, en las manos y las piernas, todo de súbito y sin posible medida, la adrenalina del recuerdo que se cuela en los sentidos.
SÃ, el ermitaño huyó y afrontó, creó y destruyó, aprendió y entendió (que no son lo mismo), pero todo, todo él solo.Â
Habrá sido una sensación en la piel, una tela nueva. O un aroma intruso en su comida o el ambiente. Quizá fue una serie de sonidos. No importa qué o cómo fue. El ermitaño, ya no ermitaño sino hombre, tan bestia como cualquier bestia doméstica o salvaje, siente un terror ineludiblemente humano. El ermitaño vuelve a temer de sÃ.
Voltea lentamente al otro lado del salón, cuyos detalles de cedro le vuelven aún más lúgubre a la luz del miedo, y la ve justo donde sabe bien que está. El ermitaño pasa su mirada en aquello que le ata al exterior, a su historia y a la realidad que conoció alguna vez.
Encorvado, pálido y cansado en su andar, se dirige hacia el nicho en que le colocó hace ya no sabe cuánto, le desprende de su soporte y lo coloca con dificultad en el suelo para ponerse de rodillas frente suyo.
Las manos del ermitaño, cuyas venas de un azul verdoso intenso destacan entre numerosas manchas, mantienen temblorosas contacto con aquello cuyo infausto sacrilegio parece torturarle.Â
El ermitaño ha caÃdo, aparte de en un incurable desquicio provocado por su propia necedad, en un predicamento. Sabe que, de ceder al recuerdo, al pasado, a la exquisitez de aquel objeto, habrá roto su propia promesa. Y sabe que, de no hacerlo, seguirá siendo un esclavo en busca de algo que no logra definir. El ermitaño, en un delirio, se sabe preso de su libertad.Â
Sostiene entonces con fuerza el objeto, y pone fin a algo que tuvo inicio con el mismo. La daga, por su propia mano, corre a través de su tráquea y el ermitaño no es más preso ni ermitaño. Y mientras ve su vida escurrirse en el piso, sabe que, por desgracia, tampoco ha logrado ser libre.
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Autodiagnóstico
A veces me hallo sobre-estimulado por sonidos y sensaciones. A veces odio mi cuerpo. A veces amo mis ideas y mi creatividad. Ayer le di todos mis secretos a un amigo que mañana decido volver adversario. En la noche me hace falta alguien a quien abrazar al dormir y en la tarde del dÃa siguiente recuerdo lo mucho que disfruto de la intimidad sin compromisos. Me culpo a mà mismo de errores ajenos, magnifico los propios y me torturo hasta desear morir. Y cinco minutos después mi poco o mucho narcisismo me hacen creer que todo se trata de mà y soy más trascendental que mi enclenque cuerpo débil. Me cuesta mantener vÃnculos románticos y amistosos por miedo al abandono, entonces me cubro de capas de crueldad y frialdad que no dejen ver que en realidad soy muy sensible a todo. Y sucede algo pequeño que por dentro parece una guerra entre mis pensamientos ansiosos que se agarran a golpes buscando un ganador. Y sobre-comparto de mi vida o me aÃslo en secretismo. Y escribo un proyecto completo para que alguien, quien sea, conozca un poco de todo esto que pienso y siento. Pero recuerdo que este soy yo solito, con mi mente. Debato entonces conmigo mismo y casi siempre me enojo con esa parte de mà que me hace odiarme, y a aquella que parece amarme en demasÃa no la reconozco. Busco culpables. Mis papás, mi entorno, mi ex, mi alimentación. Y todos lo son y no lo es nadie. Tengo sueños horribles en los que hay gritos y sangre. Y otros bellos en los que tengo conversaciones profundas o puedo ser humo. Y esto no es la mitad. Y no tengo diagnóstico. Y quizá no lo quiera, porque a pesar de deber aceptarlo y tabajarlo sé que será abrirle la puerta a un intruso bastante conocido. Quiero que todo pare, sentirme una persona normal. No recibir un estÃmulo y que con el mismo vengan centenares de pensamientos que increÃblemente nunca me han hecho desmayarme. Me da miedo decir cosas que pasan en mi cabeza porque no quiero terminar en un hospital psiquiátrico, me da miedo ser yo, tengo miedo de mis alcances y mis impulsos. Decido apagar mis pensamientos, o apaciguarlos, con cualquier tipo de alcohol que esté a la mano, o masturbándome, o escribiendo. Entonces me autodiagnostico. Veo videos en redes sociales al respecto, medio leo algo en internet y me resigno a saber que mi diagnóstico, somero e inexperto, es el trastorno del artista loco. Carajo, yo querÃa ser Dalà o Van Gogh, no Bukowski o Pizarnik.
Estoy un poco harto de aquello de que ningún proceso es lineal. Porque lo sé, y sé que hay dÃas buenos y malos. Los más recientes han sido muy, muy malos.
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Aquellos que creamos
Es frecuente escuchar afirmaciones como "el mundo se divide en dos" o "hay dos tipos de personas" al tratar de establecer algún punto. Entre las divisiones que vienen a la mente de inmediato está la dicotomÃa entre optimistas y pesimistas, espectadores y actores, lÃderes y seguidores. Aunque estas distinciones tienden a desdibujarse en la realidad, considero que la que abordo en este intento de ensayo es relevante.
No es necesario profundizar en la obviedad de la afirmación de que consumimos a diario; sin embargo, es útil proporcionar algunos ejemplos. Consumimos música, videojuegos, libros, pinturas, alimentos, moda, estilos de vida e ideologÃas. Aquà radica la división que quiero destacar y el reconocimiento que deseo otorgar a uno de estos sectores: Aquellos que creamos.
MentirÃa si dijera que la inspiración de este escrito no proviene de la vasta y fascinante cultura pop (sobre la cual prometo escribir más adelante). También lo motiva mi inclinación hacia la poesÃa y el arte en general como mecanismo de defensa ante la adversidad.
Aquellos que consumen encienden sus dispositivos, estrenan sus adquisiciones, reproducen sus listas de canciones y comparan la calidad gráfica entre consolas. Además comparten sus aficiones, buscan medios para popularizar algo o a alguien, invierten considerables cantidades de dinero, tiempo o energÃa en la industria que aman, asisten a eventos, reseñan, critican, recomiendan o disuaden a otros de consumir ciertos productos.
Sin embargo, los creadores son aquellos que dan el paso adicional hacia algo que aún no logro definir con precisión. Los creadores comprenden el engorroso proceso creativo: el primer borrador, el segundo intento fallido, las deslealtades de colaboradores, el desgarrador impulso de buscar inspiración para algo nuevo. El poeta y el pintor deben vivir un solo trauma múltiples veces para plasmar sus visiones, mientras que el arquitecto y el chef se someten a ciclos de prueba y error que rozan la obsesión. ¿Por qué creamos? ¿Cuál es el instinto humano que nos impulsa a crear algo?
Mi postura no es la de considerar a los creadores como seres superiores, ya que, con el avance de la tecnologÃa (entendida como simplicidad y practicidad), el desafÃo de crear se vuelve aún más difÃcil. Aun asÃ, creo y defenderé siempre, bajo las premisas de la postura filosófica antes mencionada, que todo ser humano es capaz de crear. Este análisis social es más bien un reconocimiento a quienes crean, porque sé que no es fácil convertir el trauma en arte, invertir horas de esfuerzo y estudio en impulsar un proyecto.
Es, además, un agradecimiento, ya que el mundo gira en torno a las creaciones; dirÃa incluso que funciona a partir de ellas (lo que podrÃa ofrecer una respuesta parcial a por qué creamos tecnologÃa, aunque no tanto para el arte).
PodrÃa ser interpretado como una invitación urgente para aquellos que consumen: dar el siguiente paso, intentarlo, arriesgarse, perder la vergüenza. El mundo necesita más creadores. Es sencillo ser consumidor y lanzar crÃticas a quienes crean; la comodidad de obtener las cosas es demasiado tentadora. Sin embargo, si seguimos nuestro instinto, si apostamos por nuestras propias ideas en lugar de dejarlas extinguirse en el abismo de su espontaneidad bajo la absurda creencia de que alguien más lo hará, o de que será difÃcil, o de que no tenemos los medios (una limitación a la que parcialmente debo conceder razón, considerando el contexto económico), los creadores seremos más, y seguiremos maravillándonos de nuestra capacidad para modificar la realidad.
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Fui, soy, ¿seré?
Hay versiones de mÃ, atadas al pasado, que tiran de mi espalda suplicando no ser dejadas atrás.Â
Cuando volteo a verlas, todas ellas agonizan y lucen enfermas, son entes ya sin alma, sólo espÃritu, que no son la misma cosa. Y se lamentan, e intentan persuadirme de que quedarme a su lado es lo mejor.
Y hay versiones de mà corriendo hacia el futuro, a las que jamás conoceré, incluso si su silueta es nÃtida entre la bruma que les rodea.Â
La parte realmente extenuante es aquÃ, en el medio. Lo que va quedando atrás no se mantiene ah��, y aunque le llamen experiencia es en realidad miedo lo que nos empuja lejos de ello. Y el mismo miedo es con el que navegamos hacia el futuro, que todo el mundo sabe de por sà que es incierto.
¿Con qué certeza? ¿Con qué hechos tangibles que nos aseguren que no es, como muchos otros vivires humanos, un ingenuo salto de fe al vacÃo?Â
SÃ, lo aterrador, lo doloroso y difÃcil, lo frustrante, confuso y agobiante, es hoy, es este momento.Â
Habiendo entendido eso, y que los tres ejes están, como si su sola existencia no fuera suficiente, permeados y supeditados a nuestra realidad material y al hecho de que todos los individuos navegan la existencia en los mismos términos, no es difÃcil entender entonces a quienes deciden, amablemente, declinar la oferta, cualquiera que esta fuera.
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La necesidad de pedir perdón [REDACTED]
Odio la sensación de estar perdido. Sobre todo cuando las cosas son muy claras.Â
Las cosas claras, por ejemplo, son la rutina que sigo dÃa a dÃa, el número de mascotas que tengo, las contraseñas de mis redes sociales, mi color favorito o los minutos que caliento el agua en el micro ondas.Â
Pero hay cosas que no son claras: Mi futuro académico o laboral, las intenciones de la gente, lo que otros opinen de mÃ, si acaso me atragantaré con un bocado de pastel y moriré.Â
Y en este nuevo y turbulento proceso de querer mejorar (no sé qué, no sé cómo) y/o cambiar, me aterra no tener claridad de hacia dónde me estoy dirigiendo. Es como buscar algo en una habitación completamente oscura, sólo guiándote con las manos torpemente.Â
Porque mi ▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇ me dejó confundido, porque me alejé de los pocos amigos que hice en ese perÃodo, porque los demás potenciales amigos también se fueron, porque no recibo ▇▇▇▇▇▇▇▇▇, porque tengo miedo de empezar algo nuevo y no terminar de sentir pertenencia, porque estoy solo. Si alguien leyera esto justo ahora, sabiendo mi historial, muy probablemente sucumbirÃan a recordarme que no, que cuento con ellos, que están ahà para mÃ.
Luego está mi lado en la historia, en la reciprocidad que no he podido tener. Ha habido gente dispuesta a ayudarme, a leerme, a escucharme, dirÃa, ya cansado, que a soportarme. Y no he podido pagarles igual, por una razón u otra.Â
Este post es, entonces, para pedirles perdón, aunque quizá nunca lo lean, aunque quizá ya no les importe por tantas oportunidades que dejé pasar.Â
Perdón a ▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇, por ser hiriente en su momento y no medir mis palabras o mis acciones. Me hubiera gustado saber que aparezco en esas fotos que comparten juntos en fiestas y viajes, o saber que pude haberlos escuchado cuando lo necesitaban.
Perdón a ▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇ por sofocar los buenos momentos con mi presencia, por ▇▇▇ ▇▇ ▇▇▇▇, por no ser constante.
Perdón a ▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇▇ por aspirar a la aprobación de otros, olvidando que ▇▇▇▇▇▇ lo tenÃa todo.Â
A veces me gusta pensar que a todos a quienes les he quedado mal con mis casi nulas habilidades de forjar relaciones duraderas, les podré compensar el tiempo y las acciones y en mayor o menor medida podremos reconectar. Me visualizo a mà saliendo a alguna fiesta con alguno de ellos, o a ellos invitándome a sus bodas. No lo sé, quizá un poco ellos se sientan tan perdidos como yo a veces.
Es casi absurdo que esto sea tan carente de poesÃa, de lÃrica, como normalmente me gusta expresarme, y que al mismo tiempo sea muy honesto. Pero también es irónico que sé que puede lucir como otra ronda de mis perdones que se sienten como vacuos.Â
Definitivamente hay dÃas buenos y dÃas malos en este tipo de procesos, y el de hoy fue bastante, bastante malo.Â
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El mal efecto mariposa o cómo queremos ser recordados.
Es un poco inevitable ser perseguidos por los errores del pasado, tanto como es difÃcil que las victorias duren tanto como nos gustarÃa. Si ondeo una bandera en el norte hoy, ¿llorará un ni��o en el sur mañana? ¿Es mi estado de salud producto del berrinche de un polÃtico europeo?
He dañado algo en cada lugar en que fui feliz. He hecho felices a personas que me han dañado. Y si muriera mañana, ¿Cómo quiero ser recordado? No serÃa justo hacer de mi tristeza estandarte ni de mi injusticia penitencia durable. SerÃa absurdo glorificarme, e inútil querer olvidarme.
Me conozco mucho en la noche y reniego de todo por la mañana. Y me volveré abstracto y complicado y repugnante con saña. Y, de nuevo, ¿Cómo quiero ser recordado? Si mi locura o mis arranques mis ideas o mis achaques mi lealtad o mi traición vueltas a menudo maldición. Si mi loable acción o la omisión que pueden ambas ser traición, mi manÃa insaciable de entenderlo todo mi discurso y su contradicción, o mis palabras llenas de lodo. A los diez hice burla de algo a los quince excluà a tal a los diecinueve manipulé y a los cuarenta me desaparecÃ. Para disculparme ya no valgo, asumiendo de mà todo mal, de lo que insensato arruiné por lo que en ruina me convertÃ. ¿Qué quedará de mà al partir?
Un trago de tequila en abril condenó a desgracias en noviembre. ¿Cuántos efectos mariposa no estarán sucediendo justo en este instante? ¿Cómo es que los instantes se vuelven eternos, mientras la eternidad se reduce a un respiro? No tengo certezas y las añoro, pero sé que las casualidades son privilegios divinos dados a muy pocos. Tomaremos esa decisión que mate a la última vaquita marina. Una oruga caerá torpemente de una hoja y una provincia africana tendrá una guerra civil. Celebraré mi vida a pesar de no quererla, cumpliré un año más. Se me seguirá odiando en el 54090, se me dará indiferencia en el 54957, me amarán en el 53240. Y nada importará, porque nada quedará.
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How figure-out-able is this?
Ten clauses, link them, complete them or think of them as you wish.Â
1. If I stop trying to make things make senseÂ
2. but I’ll never get over it.
3. and all that shit happened in just one hour
4. guess what? I didn’t ask
5. As soon as I see his face again
6. ah, don’t mind me, I’m just
7. I wouldn’t have been able to accomplish so without
8. well, so you say
9. I decided not to
10. there’s no poetry in
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Fin del principio, principio del fin del fin
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De tu partida (ft. Gebhardt Bañuelos)
¿A quién, a qué, habrÃamos de culpar?
Si cuando tú zurcÃas mi herida
si cuando yo despejaba tus lamentos
no tenÃamos el tiempo de cuestionar.
Qué de capciosos serán nuestros destinos
cuán compleja será la humareda hecha ceniza
que cegados ambos ahora por el orgullo
no logramos tendernos mano ni ser arrullo.
Sé que hay voces rodeándote, brazos cobijándote
fortuna de que por mis medios no gozo
espabila de ellas pronto, que el hueco en el pecho es sollozo.
Será que el abismo que nos habita sigue deseándote.
Lo distintas que serÃan nuestras vidas y sus ruinas
si un paso en falso o un beso cautivo
si una danza altanera o un par de ojos color olivo
no nos hubieran traÃdo al paraÃso que hoy con indiferencia calcinas.Â
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Ninguno huyó a tiempo
La opción te fue dada te fue concedida la clemencia. Es absurdo aferrarse a nada, y que déspota niegues todo en inconciencia.Â
En lo calmo del encuentro bajo el cedro, el fugitivo instinto humano te lo cantó y en el feroz alarido te advirtió. Quizá tú no, más a pesar de la neblina lo conservo.
Ahora no acepto tu tirana negativa, me rehúso siete meses y otros cien a tu cinismo. No es justa por donde se vea tu manÃa vengativa de hacer de mà una mueca de nuestro pesimismo.Â
Los segundos tuyos ni los mÃos renacen, empero tu desplante juvenil es enervante, cuanto más si el victimismo te es estandarte, los mÃos oro y rubà exhaustos en rabia yacen.
Si la yaga en que hundes garra hablara, gemirÃa tu sadismo enarbolado, darÃanle refugio a mi pecho enamorado para que de tu veneno siquiera el aroma constara.
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Cómo decirte cuánto te amo
Si pudieras medir, con palmos o millas, apenas lo mucho que te amo y te deseo, perderÃas el último trozo de cordura.
Si supieras de verdad, con cuánta vehemencia, con cuánta claridad sé de sobra y a futuro que quiero todo cuanto ofrezcas, sin reparo ni decencia.Â
No es digno siquiera el torpe intento de mis palabras, ni lo serán jamás las acciones terrenales para lograr que sientas, veas, sepas que con un suspiro tuyo mi mundo armas.
En tus ojos, llenos de cariño honesto y luz poderosa veo sino todo lo que de mi vida he de darte, si pudieran los mÃos tan sólo honrarte.Â
En las palmas de tus manos, que sostienen hoy mi vida, siento el principio de un hogar, percibo con certeza tu presencia altiva.
En tu voz, que calma tanto como estremece, escucho la magia incesante de la pureza, y una palabra tuya me da fortaleza.Â
No, no alcanzaré en este plano a compensarte, no podré aunque intente, encapsular mi sentir. Si lo aceptas, hoy lo que puedo hacer es tan sólo amarte. Amarte tanto que por ti podrÃa morir.
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Creà que era el infierno, quemaba igual.
No me arrepiento, aunque dolió, de haber cedido si era el fulgurante encanto tuyo, trampa, mas librado hoy del ardiente engaño, es verdad que de ti la mente no escampa, a pesar de no verme más perdido.
Qué cerca estuve de morir quemado, un beso más habrÃa sido mi violento fin, y ahora enjuagando las llagas temo por ti, de ti, que llegue a matarte tu fuego exacerbado.
Quien te crea entrará de bruces a la hoguera, que oculta como refugio se torna incendio, y sacrificará lucidez al ponerla de por medio, deseando haberse mantenido fuera.
¿A cuántos más, amantes o no, como a mà calcinarás? Tu sofocante humo, tu salvaje llama, hacen trizas lastimeras a quien te ama, mas eso en virtud de tu orgullo, combustible aprovecharás.
En algún momento tus brasas te ahogarán, eres tú quien merece morir consumido, por tu candor, por justicia y por olvido, por todos los inocentes que equivocados te desearán.
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