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quebrada
en lo alto hay una hendidura
el espesor de las nubes deja entrever
presentir una epifanía
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como Conway
soy solo un viejo
con la espalda curva
como el camino en el que espero sentado
solo soy un simple viejo feliz
de poder pensar convencido
en el silencio, en la boca pero cuando esta por decir algo
de ser capaz de sentir un pensamiento que renueve el aire
y me acaricie sin querer la barba
no me importa esperar
ni sentir el óxido en mis huesos
tampoco si es demasiado tarde
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empiezo a recoger mis cosas
cuando los muebles se sacuden impacientes
los malabares se van apilando en cajas de cartón
las horas y las entregas y las demoras
como cuando el viento golpea en contra
me roban el aire no me dejan respirar
me pregunto cómo mover el cuerpo atento
palpando a ciegas las paredes oigo suspirar la casa
las canas aparecen y la barba es una brújula
señalando algún lugar entre las costillas
como si nada con mucho filo me hubiera lastimado
y el tiempo estuviera soñando enardecido
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me esfuerzo por sostener la postura a pesar del viento
como si meditara debajo del agua, sin especulaciones
escucho una alarma que suena de fondo
la comida ya esta lista
y afuera hay personas que se mueven como sombras
nadie las oye
no existen
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cuanta presion para aguantar el viento
y sostener mi cuerpo adormecido por la lluvia
por el frío que emerge del interior de la bahía
dónde caería si decidiera abandonar mi peso
cuantos fantasmas pueden quedar atrapados
en el lago congelado que sueña en mi mente
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Camina hacia delante con la cabeza gacha, como empujando con la frente, y caminando, sin mirarla le pregunta ‘¿Tenes las llaves del auto?’. ‘Si’ contesta Andrea con un tono de voz muy bajo y tan suave que desde algunos metros solo se oye como un sonido indescifrable. Nicolás siempre le entiende.
Andrea le da una llave llena de tiras de colores. Ambos cierran la puerta y dejan un gatito, negro y hermoso todo tierno como los gatos de internet del otro lado, ahora vive con ellos como si fueran una pequeña familia. La casa respira un aire a lavanda que va desde la cocina hasta la pieza. Creo que tienen que conseguir un repuesto para la canilla, que es el único detalle “desprolijo” en la cocina. A decir verdad, la pulcritud es tal que ahoga en su paisaje a esa canilla atada con alambre. La bacha esta reluciente, solo la mesada tiene las huellas pequeñas y tiernas del pequeño crío llamado pantufla, Nico y Andrea irán encontrando con el paso del tiempo cada vez más huellas y pelos negros azabache y no solo en la mesada, en la ropa tambien (que no les preocupa porque ambos usan ropa oscura), en los restos de comida que van a dejar por falta de voluntad para levantarse de la cama luego de ver una película, en los repasadores que van a seguir doblados de forma prolija pero que de igual manera se llenaran de pelos, así también pasa con el suelo, quizás hasta con uno mismo, nos llenamos de pelos en la cara, en las orejas.
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digo tu nombre y lloro en silencio
esperando que algún gramo del sonido
llegue a rozarte los labios
no creo que lo sientas
pero digo tu nombre esperando que el viento entre por la ventana
y te revolotee el pelo mullido como
un campo de girasoles al mediodía
digo tu nombre otra vez
y otra
algunas veces no puedo
pero lo intento insistente vehemente
mirando desde la mesada
las plantas que nacen en el fondo del patio
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Secuencia
Hacía ya algunos segundos que permanecía quieto apoyado contra la pared. Ciertamente cargaba una actitud igual al de una planta, que simplemente está, y es, y el tiempo le pasa a veces revolviendole las ramas, el tiempo le pasa como las moscas se le posan a lo largo de los días, con esta actitud estuvo quieto, apoyando la espalda y la nuca contra la pared. La inmovilidad quedó interrumpida por el ruido del timbre.
Con la boca tapada ya, se apresuró a salir por la puerta. Al cerrar encendió la luz del pasillo, esperando que el chico que le aguardaba afuera entendiera que estaban a punto de abrirle la puerta. Caminó a lo largo del pasillo con apuro. Las interacciones le ponían algo nervioso, le costó un poco más de lo habitual poner las llaves y hacer los giros correspondientes. Abrió, el muchacho le preguntó ‘Camilo?’, tenía ojos de bueno, él respondió que sí, y acto seguido el hombre le dio una bolsa caliente. Camilo se apresuró a darle cincuenta pesos con cierta vergüenza, pero el joven abrió los ojos con rasgos de asombro y le dijo como si le hubiera sentido la timidez en la voz: ‘Cincuenta pesos es más de lo que la mayoría da, muchas gracias che, y viste que ahora la aplicación permite dar propina virtual..?’ y divago sobre la mal implementación de la propina virtual, porque, claro, tenía razón, el sistema supuestamente está hecho como si hubiera una caja de propina común donde se junta la propina de toda la noche y se repartiera en partes iguales, lo cual suena justo, piensa Camilo, él cree que en todo caso dando cierto porcentaje extra por kilómetros recorridos haría que los que hayan hecho más viajes puedan cubrir el gasto de la gasolina, que lindo sería si ese porcentaje saliera del jefe, sigue pensando Camilo mientras intenta disimular con esfuerzo que en realidad está prestando atención al estrabismo del hombre y que súbitamente se le hizo relevante saber a cuál ojo mirarle para conversar con él. ‘Asique mil gracias che, que tengas buenas noches’, dijo agarrando la motocicleta.
Camilo cerró la puerta, se dio media vuelta y cargando la bolsa caliente se internó en el pasillo que ya estaba a oscuras, se sintió como un ermitaño camino a su madriguera tanteando la penumbra.
Una vez dentro de su casa, apoyó la bolsa caliente en la mesa de la cocina, se sintió desnudarse al sacarse el tapabocas y se tocó la barba. Camilo se dijo en voz alta ‘No es ni siquiera un café…’.
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No se veía bien, solo llego a entender que había un edificio con una pared gastada, tenía varias ventanas, algunas cerradas, otras abiertas pero solo de una se podía ver como la cortina jugaba con el viento y las sábanas suaves. Se escuchaba la voz de una mujer. Vio su sombra acomodando la ropa en sus cajones, sintió una puntada en la boca del estomago.
Abrió los ojos buscando apagar el celular. Al rato fruto del olvido volvió a mirar el aparato, no iba a poder volver a dormir. Se lavó los dientes mirándose los pelos desordenados, mientras estaba atento de no demorar para que no le hierva el agua de la pava. Se había olvidado de encender la hornalla. Mientras lavaba la bacha pensó otra vez en ese edificio y especialmente en la puntada. El calefón hacia un ruido engañoso, parecía a punto de estallar en cualquier momento. Camilo se tocó la boca del estómago con la punta de los dedos.
Saludó a un gato negro que lo acompañaba durante la mañana mientras se iba despertando sobre la cocina y ahí vio el sobre. Se quedó congelado mirándolo, como si estuviera ensayado, una nube alteró la luz solar que entraba por la ventana y eso hizo que Camilo se llevara la punta de los dedos hacia la boca del estómago otra vez.
Agarró el sobre y salió por la puerta. El pasillo siempre parecía más largo. Intento hacer la menor cantidad de ruido posible con las llaves y caminó el pasillo. Pasó delante de la puerta que llevaba al piso de arriba, pasó por el departamento de al lado, paso por la puerta del siguiente departamento, ya casi estaba frente a la puerta de la casa del hijo del dueño del lugar donde Camilo alquila. El sobre estaba bien sujeto por la mano izquierda de Camilo.
Se paró frente a la puerta. Con la mano derecha tocó dos veces el timbre de las cuales le quedó la impresión de que había sonado una sola vez.
Espero por un rato.
Toco de nuevo pero la puerta, tres golpes secos.
Esperó otro rato, pero se sorprendió viéndose tomar la manija de la puerta. Frenó en seco como preguntándose a sí mismo. Parecía abierta. Inmóvil y sin dar un paso solo se limitó a empujar la puerta lento. No se oyó ningún crujido.
De lejos podía oírse un sonido engañoso.
-Que estas haciendo? - sonó una voz desde algún lugar de la casa, como si estuviera viva.
Nadie dijo nada.
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encuadrar como si fuera el subrayado de un libro
elegir dónde posar la mirada
imaginar aquello que queda oculto
como un posible peligro
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levitación
de lejos una voz y a través de la niebla
asoma un canto milenario entre los reflejos destilados por las nubes
es el calor de la luz que se desparrama por el bosque
y se desarma dentro de las formas de las ramas
el tiempo es rebelde y cae arrítmico como un río que depende del viento
de la pendiente de una montaña
del filo de las piedras abiertas y gigantes
solo dentro yace el secreto de la tierra
que fortuna poder siquiera oír
aunque sea solo una flor un pensamiento
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la foto
de una señora durmiendo
iluminada por la luz de la programación nocturna
y un vaso de agua
sobre una mesita de luz
con un reloj despertador
y los restos de un chocolate
cuanto pesa el agua contenida en el vaso
como arde un obsequio negado
un favor como excusa
un deseo no dicho
camuflado entre tanto refunfuño
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los años pudren la madera
el oleaje se encarga de oxidar el esqueleto
siempre lo he visto expuesto a la helada
tanto que las aves han construido sus nidos
a lo largo de los recuerdos que quedan en la cubierta
la bahía es calma y tan oscura
que el agua fría adormece la pintura vieja
de a poco los restos de un barco encallado
son devorados por el viento fantasma
que cae del bosque hacia la orilla
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estanque
la ceniza en la punta de mis dedos
va dibujando las paredes de mi casa
es parte de un conjuro contra la solemnidad de tus palabras
y aunque hoy no pueda sostenerme sobre mis piernas
sé que hay una voz en el fondo del estanque
que es mía, y aunque no importe
es peculiar solitaria
efímera
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Un mate se transforma en un café
En una reflexión sobre la mesada de la cocina
El sol solo entra para recordarme que el pasto está seco y verde
Perfecto como un sueño
Cada trago de líquido negro
Sirve para exacerbar los sentimientos
Para sentir la espuma dentro de la boca
El enojo en las encías cargadas de sangre
Como un síntoma de dolor
En esa parte del cuerpo que no existe
Pero que aun así siente el frío que perdura sobre el aire de mañana
Perdura mientras ordeno las tazas, los pensamientos
Mientras cierro los ojos
Cae un plato
También soy trizas
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Mi cuerpo
Empieza a entender el tiempo
El agua continua
Mientras huelo el café
Y pienso en ese refugio en tu cuello
Donde me gusta posar mi rostro
Y soñar mirando el mundo
Las cortinas
Huelo tu boca dormida
Café de mañana
Calienta mi cuerpo en invierno
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Camina
Paseo mirando mis pies
Sin saber escribir
Ni elegir bien las palabras
Voy sorteando ramas, baldosas traicioneras
Buscando cómo decirle
Lo que la amo de alguna forma inédita
Paseo en una lejana compañía
Con otros seres que buscan sus penas entre los árboles
De la plaza o simplemente pasean sus perros
Todos caminamos en silencio
El fantasma de tu mano camina conmigo
De alguna forma inédita
Como si descubriera un universo entero
Conformado por la sombra de tus ojos
Junto a todos los símbolos que te conforman
Para mi, entre las ramas y las sábanas
A veces encuentro palabras
Otras, penas
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