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Historias de terror para no dormir
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La noche en que los perros dejaron de lamer
En un antiguo château francés, sumido en las sombras de una aristocracia decadente, vivía una niña de nueve años. Aislada por la vida social de sus padres, encontraba consuelo en su leal labrador. Cada noche, al acechar la oscuridad, la pequeña extendía una mano temblorosa bajo la cama, y el perro, con su lengua áspera, calmaba sus miedos.
Una noche, el silencio ancestral del château se vio perturbado. Ruidos extraños resonaron en los pasillos, y la niña, presa del pánico, invocó a su fiel compañero. Al amanecer, la escena que la esperaba la sumió en un horror indescriptible. Su perro, descuartizado brutalmente, yacía en el salón, mientras un mensaje macabro, escrito con sangre en la pared, la desafiaba: 'No solo los perros lamen'. La palabra 'marinera', añadida al final, resonaba como una siniestra canción de cuna en la mente de la niña, augurando un destino aún más oscuro.
La Sombra en el Asiento Trasero
En las carreteras más solitarias, una leyenda urbana ha estado circulando durante siglos, adaptándose a los diferentes medios de transporte. Se dice que una mujer misteriosa hace autostop en la oscuridad de la noche. Un coche se detiene y ella sube a la parte de atrás, pero cuando el vehículo llega a una curva peligrosa, la autoestopista desaparece misteriosamente. El conductor, solo o con un copiloto, se queda atónito al descubrir que en ese mismo punto, una mujer murió trágicamente hace años.
Pero eso no es todo. En algunas versiones, la autoestopista no advierte del peligro y el coche sufre un accidente, dejando atrás un rastro de muerte y destrucción. Sin embargo, siempre hay un superviviente que puede contar la historia. En México, se dice que la fatídica curva se encuentra en el puerto de la Cruz Verde, un paso de montaña en la sierra de Guadarrama, y que hay otra curva con su propio fantasma en el puerto de Galapagar.
Pero la leyenda no se detiene ahí. Algunas versiones cuentan la historia de un padre desesperado que hace autostop para llegar al lecho de su hijo moribundo. Otras hablan de ancianas siniestras que anuncian el fin del mundo. Y también hay versiones de una novia vestida de blanco que murió el día de su boda.
Hace unos años, un vídeo aparentemente casero causó conmoción en las redes sociales. Tres amigos viajaban en coche cuando recogieron a una joven llamada Teresa Fidalgo. El vídeo mostraba cómo el coche sufría un accidente y dos de los amigos morían. Sin embargo, todo era un montaje del director David Rebordão para promocionar su vídeo 'A Curva'. Aunque fue un engaño, la leyenda del autoestopista fantasma sigue viva en nuestras mentes, recordándonos que en las carreteras más solitarias, siempre hay un toque de misterio y suspenso esperando ser descubierto.
La Dama Blanca
En las zonas rurales más alejadas y misteriosas, una figura fantasmagórica vaga sin descanso. Se trata de la Dama Blanca, una mujer vestida de blanco que aparece durante breves periodos de tiempo, siempre relacionada con alguna tragedia local. Su historia es de pérdida y venganza, de espíritus errantes que claman justicia.
En la Edad Media, su aparición significaba que alguien cercano estaba a punto de morir. Pero la Dama Blanca también custodiaba secretos y tesoros, como en la tradición inglesa, donde se dice que murió repentinamente sin revelar el paradero del tesoro.
En el siglo XIX, la Dama Blanca se apareció en varias ocasiones al hijo de los dueños del castillo de Blenkinsopp en Northumbria, pero su presencia también se ha sentido en otros castillos de Inglaterra. En Gales, la Dama Blanca guarda un tesoro que solo ha sido visto por unos pocos afortunados.
Pero la Dama Blanca no es solo una figura fantasmagórica, también es una mujer con un pasado trágico. En la capital madrileña, se dice que Elena, hija de un montero de Felipe II y supuesta amante del rey, vaga por las alturas de la casa de las Siete Chimeneas en la Plaza del Rey. Su espíritu sigue deambulando por la villa y corte, en busca de justicia y venganza.
La Dama Blanca es un misterio que sigue sin resolverse, un susurro en la oscuridad que nos recuerda que hay secretos que están mejor guardados y que la venganza puede ser un camino peligroso. ��Qué secretos guarda la Dama Blanca? ¿Qué tragedia la mantiene atada a este mundo? La respuesta sigue siendo un misterio, pero su leyenda sigue viva en nuestras mentes, recordándonos que hay fuerzas más allá de nuestro entendimiento que siguen vigentes en la oscuridad.
La Maldición de Pokémon
En marzo de 1996, una oleada de suicidios de niños entre 10 y 15 años sacudió a Japón. 104 tragedias que dejaron a las familias y a la sociedad conmocionadas. ¿Qué tenían en común estos niños? Todos estaban enganchados al juego Pokémon Rojo y Verde 1.0, según sus padres.
Pero eso no fue todo. Surgió el rumor de que la música del Pueblo Lavanda incitaba a los menores al suicidio. Se decía que los ritmos binaurales de tono alto afectaban al cerebro de los niños, aunque los adultos eran inmunes. Alguien se inventó una enfermedad, "el Síndrome del Pueblo Lavanda", que inducía a los niños al suicidio. La leyenda se disparó por las redes, con especulaciones y teorías que aumentaban el miedo.
Pero, ¿qué hay detrás de esta leyenda urbana? La realidad es que los suicidios juveniles en Japón tienen poco que ver con los videojuegos y mucho con la presión que sufren los adolescentes. El temor al fracaso escolar es tan acuciante que la angustia juvenil se convierte en obsesión y terror.
La música del Pueblo Lavanda se convirtió en un chivo expiatorio, un culpable fácil para una tragedia que es más compleja. Pero, ¿Qué hay detrás de esta música? ¿Es solo un conjunto de notas o hay algo más? La respuesta sigue siendo un misterio, pero lo que es seguro es que la leyenda del Síndrome del Pueblo Lavanda sigue viva en nuestras mentes, recordándonos que hay fuerzas más allá de nuestro entendimiento que siguen vigentes en la oscuridad.
El horror que acecha en la oscuridad
En una noche oscura y tormentosa, una canguro se encuentra sola en una casa, cuidando a unos niños que duermen profundamente. De repente, empieza a recibir llamadas amenazantes que parecen provenir de dentro de la casa. Al principio, la canguro intenta ignorarlas, pero la tensión crece y decide investigar. Sube las escaleras y se acerca a la habitación de los niños, pero lo que encuentra la deja helada de terror. Los niños han sido asesinados brutalmente. Y entonces, la canguro se da cuenta de que ella es la siguiente víctima.
Pero hay una variante de esta historia que es aún más aterradora. La canguro, drogada y confundida, comete un horror inimaginable. En un arrebato de locura, mete al bebé de la casa en el microondas. La barbarie de este acto es incomprensible, pero la leyenda avanza y se hace cada vez más monstruosa y disparatada.
La moraleja de esta historia es clara: "Mujeres, proteged a vuestros hijos". La historia se ha contado en muchas culturas y épocas, desde los clásicos de la literatura hasta las películas de terror modernas. Y con el avance de la tecnología, la historia sigue evolucionando. Ahora, la canguro puede recibir mensajes amenazantes por wasap o ser víctima de un asesino que la localiza a través de Tinder. La tecnología ha hecho que el horror sea aún más cercano y real.
La historia de la canguro es un recordatorio de que el horror puede estar en cualquier lugar, incluso en los lugares más seguros. Y la moraleja es clara: protege a tus hijos, porque nunca sabes qué horror puede estar esperando en la oscuridad.
La noche del secuestro
En una noche oscura y misteriosa, un hombre se deja seducir por una mujer hermosa. Pero al despertar a la mañana siguiente, se encuentra con una sorpresa aterradora: una cicatriz sospechosa en la altura del riñón. ¿Qué ha pasado durante la noche? ¿Qué ha sucedido con su riñón? La respuesta es más terrorífica de lo que se imagina. El hombre ha sido víctima del tráfico de órganos, y su riñón ha sido vendido al mejor postor en el mercado negro.
Pero esta no es la única versión de esta leyenda urbana. A veces, el hombre se despierta con un mensaje aterrador: "Bienvenido al club del sida". Y para empeorar las cosas, su cartera y documentación han desaparecido. ¿Qué ha pasado con su identidad? ¿Qué ha sucedido con su vida?
La leyenda del tráfico de órganos se ha extendido por todo el mundo, y cada vez es más aterradora. Se dice que si entras en ciertas tiendas, puedes perder un riñón sin siquiera darte cuenta. La historia cuenta que alguien entra en una tienda y su pareja se asoma, pero no hay nadie. La policía llega y encuentra a la víctima atada y amordazada, a punto de ser sometida a una operación para extraerle un riñón.
El tráfico de órganos es un tema que ha sido explorado en la ficción de terror, desde la novela "Nunca me abandones" de Kazuo Ishiguro hasta la novela juvenil "Desconexión" de Neal Shusterman. Pero la realidad es que este tipo de intercambio sucede, aunque no en la forma que se imagina. El tráfico de órganos es un negocio oscuro y peligroso, y debemos estar alertas para no caer en sus redes.
El insecto asesino
En el universo de Suehiro Maruo, maestro del horror, nunca faltan insectos recorriendo el cuerpo de sus víctimas.
Es tan universal que ha servido de inspiración a la ficción de medio planeta. Un joven regresa a casa tras una excursión o un viaje. Entre las marcas de su periplo, (arañazos, pequeñas heridas, picaduras, lo normal cuando caminas por el monte) se halla una picadura de insecto en apariencia inofensiva. Empieza el escozor, que se hace inaguantable. Cuando el joven acude al médico, este le hace una incisión. Bajo la piel, la araña y hormiga o insecto que le picó había depositado sus huevas, que ahora son larvas o insectos que se nutren del cuerpo de la víctima y que probablemente acaben con su vida. Hay versiones más lights y otras asquerosamente gore. Que algo así suceda es prácticamente imposible. Aun así es un clásico del cine y la literatura de terror, desde Alien de Ridley Scott hasta El cazador de sueños de Stephen King, pasando por los cómics de Charles Burns o Suehiro Maruo.
El gancho asesino
En una noche oscura, una pareja busca un lugar apartado para disfrutar de un momento íntimo. Pero su romanticismo se ve interrumpido por una noticia aterradora. La radio anuncia que un peligroso loco se ha escapado de una institución cercana, y lo peor es que tiene un gancho en lugar de una mano. La chica se asusta, pero el chico la tranquiliza, aunque ella insiste en irse a casa.
Cuando llegan a su destino, la chica descubre algo que la hace gritar histéricamente. Un garfio sanguinolento está clavado en la parte posterior del vehículo. La pareja se da cuenta de que su noche de amor se ha convertido en una pesadilla. Esta historia de terror clásica ha inspirado a muchas películas, como Sé lo que hicisteis en el último verano, basada en la novela de Lois Duncan. La leyenda del gancho ha estado dando vueltas desde los años cincuenta en Estados Unidos y sigue siendo un relato de suspense y horror que te dejará al borde del asiento.
La leyenda del bar solitario
En un lugar apartado, un viajero se detiene en un bar solitario para pasar el rato y desconectar después de un largo día de viaje. Comparte risas y conversación con el camarero mientras disfruta de su bebida. Pero al día siguiente, la historia da un giro inesperado. Al regresar al bar, el viajero descubre que el establecimiento estaba cerrado la noche anterior y que el camarero con el que había hablado no estaba allí. La confusión y el misterio se apoderan de él.
La leyenda del camarero fantasma ha sido contada en muchas versiones, pero una de las más impactantes es la de un comandante del aire que volvió a una base aérea después de seis meses y se encontró con el soldado camarero que había conocido anteriormente. Pasaron la noche bebiendo y contando historias, pero al día siguiente, la cantina estaba cerrada y el soldado había fallecido hacía tres meses. La verdad detrás de la leyenda del camarero fantasma sigue siendo un misterio, pero su historia sigue atrapando la imaginación de todos los que la escuchan.
El mensaje mortal
¿Alguna vez has recibido un mensaje que te hace sentir obligado a compartirlo con otros, so pena de sufrir consecuencias terribles? Esta leyenda urbana ha estado presente por décadas, y en la era digital, ha tomado un giro inesperado. Ahora, algunos creen que compartir ciertos mensajes puede curar enfermedades o concienciar sobre problemas sociales. Pero, ¿realmente tiene sentido ceder a estos chantajes? La respuesta es no. Esta práctica ha sido explotada en la ficción, como en la novela de misterio El fin de Mr. Y, de Christopher Pike. La carta en cadena sigue siendo un misterio que intriga y aterroriza a quienes la reciben. ¿Qué hay detrás de este mensaje? ¿Qué consecuencias ocurrirán si no se comparte? La verdad es que nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que la curiosidad y el miedo siguen atrapando a quienes se atreven a leerlo.
El misterio de la comida enlatada
¿Alguna vez has escuchado rumores sobre comida adulterada? Historias que te hacen cuestionar lo que realmente estás comiendo. Como aquella leyenda urbana que corría por internet sobre KFC y su misterioso ingrediente genéticamente modificado. O las historias de hamburguesas hechas de lombrices y carne de perro en restaurantes chinos.
Pero ¿qué hay de cierto en estas historias? A veces, noticias escandalosas sacuden la confianza del público, como el caso del pastel de Ikea que contenía excrementos humanos. Pero ¿qué pasa con el control de seguridad y higiene alimentaria en Europa? ¿Es posible que estemos comiendo algo que no deberíamos?
La comida es un tema delicado y las leyendas urbanas no hacen más que aumentar la incertidumbre. Como aquella historia de la infancia que decía que mezclar Coca-Cola con aspirina creaba una droga peligrosa. ¿Es cierto? Lo que es seguro es que la combinación es explosiva para el estómago. La verdad es que no siempre sabemos lo que estamos comiendo y eso es lo que hace que estas historias sean tan atractivas y aterradoras.
La sonrisa macabra
En los colegios mayores de Madrid, una historia de terror ha sido transmitida de generación en generación. La leyenda de la sonrisa del payaso. Una joven esperaba el autobús nocturno en una parada solitaria, rodeada de parques oscuros y edificios vacíos. De repente, un grupo de jóvenes con aspecto intimidante se acercó a ella. La situación se volvió inquietante y la joven fue objeto de una burla cruel: le dibujaron la sonrisa del payaso en la cara, un corte a cada lado de la comisura de los labios para evitar que pudiera gritar. La intención era macabra: violarla. Aunque los hechos no se pudieron confirmar, los rumores se extendieron como un reguero de pólvora entre los jóvenes madrileños. En 2003, los directores de los colegios mayores se reunieron para desentrañar la verdad detrás de esta historia aterradora. La sonrisa del payaso se convirtió en un símbolo de miedo y una pregunta persistente: ¿Qué hay detrás de esta leyenda urbana?
El túnel de los fantasmas
En las profundidades de Japón, se esconde un túnel maldito que ha sido testigo de tragedias y muertes. El paso subterráneo de Arashiyama a Sagakiyotaki, conocido como Kiyotaki, es un lugar donde la muerte y el misterio se entrelazan. Su construcción a principios del siglo XIX se cobró la vida de muchos trabajadores, cuyas almas perdidas aún vagan por el lugar.
Se dice que una dama blanca y otros fantasmas acechan en las sombras, causando accidentes de tráfico y sembrando el terror entre los conductores. Y si eso no fuera suficiente, el túnel tiene una longitud de 444 metros, un número que es considerado maldito en Japón.
Así que, si alguna vez te encuentras conduciendo por este corredor de oscuridad, ten mucho cuidado. La leyenda de Kiyotaki es un recordatorio de que algunos lugares están condenados a ser testigos de la tragedia y el terror. ¿Qué secretos se esconden en la oscuridad del túnel? ¿Qué espíritus malignos acechan en las sombras? La verdad es que nadie se atreve a averiguarlo.
Verónica y el espejo maldito
La leyenda de Verónica ante el espejo es un relato aterrador que ha cautivado a los aficionados al terror. La historia comienza con una joven llamada Verónica, quien participó en una sesión de Ouija con sus amigas sin tomar en serio las advertencias de peligro. Sin embargo, la tragedia se desató cuando Verónica fue asesinada de manera brutal en presencia de todos los asistentes.
Las circunstancias de su muerte son confusas y hay diferentes versiones. Algunos dicen que fue golpeada por una silla que salió volando durante la sesión, mientras que otros afirman que fue apuñalada por unas tijeras que se movieron por sí solas.
Pero hay algo más inquietante detrás de esta historia. Se dice que si pronuncias el nombre de Verónica tres o nueve veces, con un libro abierto y unas tijeras en la mano, aparecerá el fantasma de la joven detrás de ti y te matará. La profecía es espeluznante y ha generado un miedo intenso en quienes se atreven a intentarlo. ¿Qué hay detrás de esta leyenda aterradora? ¿Es posible que Verónica siga entre nosotros, buscando venganza? La verdad es que nadie se atreve a averiguarlo.
El misterioso visitante nocturno
En el año 2006, en la ciudad que nunca duerme, un psiquiatra neoyorquino vivió un caso que desafiaría su experiencia y lógica. Una joven paciente acudió a su consulta con un relato inquietante: había tenido múltiples sueños con un desconocido de aspecto inolvidable. El hombre tenía una incipiente calva, cejas gruesas y labios finos, especialmente el superior.
Mientras escuchaba, el psiquiatra dibujó el retrato del misterioso sujeto, pero no le dio mayor importancia. Sin embargo, cuando otros dos pacientes describieron al mismo hombre en sus propios sueños, el psiquiatra comenzó a sentir un escalofrío. Decidió compartir el dibujo con colegas y el resultado fue impactante: más y más personas confesaron haber soñado con el mismo hombre.
La situación se convirtió en un misterio que requería ser investigado. Se creó una página web para registrar las apariciones y los resultados fueron aterradores: el hombre había aparecido en los sueños de casi dos mil personas. La pregunta es: ¿Quién es este hombre y cómo ha logrado infiltrarse en los sueños de tantas personas? La respuesta sigue siendo un misterio, pero lo que es seguro es que su presencia en los sueños de tantos es un fenómeno que desafía la lógica y la razón.
La maldición de las gemelas
La vida de una madre cambió para siempre cuando recibió una llamada urgente de su trabajo mientras llevaba a sus hijas gemelas al colegio. Confió en que conocían el camino y les pidió que continuaran solas, pero el destino tenía preparada una tragedia. Un frenazo, un grito y el mundo de la madre se desmoronó al ver los cuerpos inertes de sus hijas bajo un camión. Las gemelas habían muerto abrazadas, unidas en la vida y en la muerte.
La madre se sumió en la locura, pero un nuevo embarazo le devolvió la esperanza. Cuando nacieron las nuevas gemelas, la madre no podía creer la similitud con sus hijas fallecidas. A medida que crecían, la madre se volvió cada vez más protectora, temiendo perderlas de nuevo. Un día, mientras iban al colegio, las niñas se adelantaron corriendo y la madre les gritó que no lo hicieran sin su permiso. La respuesta de las niñas heló la sangre de la madre: "No pensábamos hacerlo, mamá. Ya nos atropellaron una vez, no volverá a ocurrir".
¿Qué secreto ocultaban las gemelas? ¿Qué conexión tenían con sus hermanas fallecidas? La madre estaba a punto de descubrir que algunas cosas son más misteriosas de lo que parecen y que el destino a veces juega con las vidas de los mortales.
El engaño del cuello largo
En las sombras de la noche, una criatura de belleza engañosa se transforma en un monstruo temible. Rokurokubi, la criatura de cuello largo, es una leyenda que ha cautivado el folclore japonés durante siglos. Con una apariencia atractiva durante el día, nadie sospecha de su verdadera naturaleza. Sin embargo, cuando cae la noche, su cuello se alarga y se vuelve implacable. Algunos Rokurokubi se contentan con asustar a los humanos, mientras que otros son devoradores de carne humana. Lo más inquietante es que estos yokai se camuflan perfectamente en la sociedad, llevando una vida aparentemente normal. Tienen trabajos, familias y amigos, e incluso algunos creen ser humanos, confundiendo sus sueños con la realidad. Pero hay un detalle que los delata: pequeñas marcas blancas en el cuello. ¿Serás capaz de detectarlos antes de que sea demasiado tarde?
La monja de las sombras
En el corazón de Sevilla, hay una historia que ha permanecido oculta durante siglos. En el antiguo Hospital de las Cinco Llagas, ahora convertido en el Parlamento de Andalucía, se esconde el espíritu de Sor Úrsula, una monja del siglo XVII que trabajó como enfermera y murió a causa de la peste. Pero no era una monja cualquiera, se decía que era una mujer cruel y huraña que disfrutaba haciendo sufrir a los demás. Ahora, muchos afirman haberla visto deambulando por los pasillos en la oscuridad de la noche, con su hábito y un manojo de llaves en la mano. ¿Qué busca Sor Úrsula en este mundo? ¿Acaso está tratando de hacer justicia por los sufrimientos del pasado o simplemente disfruta del miedo que inspira en los vivos? La verdad es que nadie se atreve a averiguarlo.
El secuestrador de sombras
En la profundidad de la red, surgió una leyenda urbana que se extendió como un virus. Comenzó con una imagen retocada por un usuario llamado "Victor Surge", quien agregó una figura esbelta y sin rostro a dos fotos en blanco y negro. La imagen se convirtió en un fenómeno viral y pronto, millones de personas compartieron y adaptaron la historia en sitios web como Creepypasta.
La figura, conocida como el Hombre Esbelto, se convirtió en un símbolo de terror. Se decía que secuestraba a personas, especialmente niños, quienes desaparecían sin dejar rastro. Algunos decían que los niños iban de buena gana con la figura, atraídos por una fuerza desconocida. Otros susurraban que el Hombre Esbelto era un nuevo Flautista de Hamelín, pero con un propósito mucho más siniestro.
¿Qué hay detrás de esta leyenda urbana? ¿Es solo un producto de la imaginación colectiva o hay algo más oscuro en juego? La verdad es que nadie sabe, pero lo que es seguro es que el Hombre Esbelto ha capturado la imaginación de millones y se ha convertido en un icono del terror moderno.
La venganza de la mujer sin piernas
En las sombrías estaciones de tren de Japón, se escucha un sonido aterrador: "Teke teke". Se dice que es el espíritu de Kashima Reiko, una joven que sufrió una muerte trágica.
Una noche, mientras volvía a casa, Reiko fue brutalmente asaltada, golpeada y violada. Moribunda, intentó pedir ayuda arrastrándose por el suelo, pero fue en vano. Mientras yacía en una vía f��rrea, un tren la partió en dos, cortándola por la mitad.
Desde entonces, su espíritu vaga por las estaciones, buscando desesperadamente las piernas que perdió. Se dice que cuando escuchas el sonido "Teke teke", es señal de que Reiko se acerca, arrastrándose con sus manos, lista para atacar. ¿Serás capaz de escuchar el sonido sin caer en su trampa mortal?
La noche de las estatuas vivientes
En los campus de las universidades se encuentra una presencia misteriosa. Frente a los edificios principales, se erigen estatuas y monumentos que parecen inmóviles, pero la noche esconde un secreto. Se dice que cuando cae el sol, estas estatuas cobran vida y se desplazan por el campus con un propósito desconocido.
La leyenda varía en cada institución, pero el patrón es el mismo. En la Universidad de Cincinnati, los leones de piedra delante de McMicken Hall parecen gruñir en la oscuridad. Otros afirman que las estatuas solo se mueven cuando una virgen o un infiel pasa junto a ellas. Incluso hay quienes aseguran que los cuadros y objetos también cobran vida. En la Universidad Estatal de Michigan, el retrato de Mary Mayo sigue con la mirada a quienes entran en la habitación.
¿Qué sucede en la noche cuando las estatuas despiertan? ¿Qué secretos guardan estos monumentos inanimados durante el día? La verdad es que nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que la noche esconde un misterio que solo unos pocos se atreven a descubrir.
El hombre sin rostro
En las profundidades de Internet, surgió una leyenda urbana que se extendió como un virus. La del hombre delgado, una figura alta y esbelta con un traje negro y una cabeza blanca sin rostro, nació de un concurso de Photoshop. Pero pronto, la imaginación colectiva le agregó brazos en forma de tentáculos y una presencia siniestra.
La gente compartió sus historias y fotos en la red, y el hombre delgado se convirtió en un icono del terror moderno. Algunos dicen que se le aparece a los niños en sus habitaciones, otros que se lo han visto merodeando en los bosques oscuros. La verdad es que nadie sabe qué es real y qué es fruto de la imaginación, pero lo que es seguro es que el hombre delgado ha capturado la atención de millones.
¿Qué hay detrás de esta leyenda urbana? ¿Es solo un producto de la creatividad colectiva o hay algo más oscuro en juego? La verdad es que nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que el hombre delgado ha dejado una huella indeleble en la cultura popular.
El corredor sin piernas
En la oscuridad de la noche, hay historias de terror que se susurran sobre corredores fantasmas. Uno de ellos es el simpático corredor que llama a la ventanilla del coche con un saludo amistoso. Sin embargo, cuando los conductores se atreven a mirar, descubren con horror que el corredor no tiene piernas. La imagen se queda grabada en sus mentes, un recuerdo aterrador que no pueden olvidar.
Otra historia aún más aterradora habla de personas que se despiertan en mitad de la noche, sobresaltadas por el sonido de pasos apresurados. Al mirar por la ventana, ven a una figura corriendo con desesperación. Pero hay algo que no encaja: están en el segundo piso. La lógica se desvanece, y el miedo se apodera de ellos. ¿Quién es ese corredor fantasma que parece burlarse de la gravedad y el sentido común?
¿Qué hay detrás de estas historias de corredores fantasmas? ¿Son solo productos de la imaginación o hay algo más siniestro en juego? La verdad es que nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que estas historias dejarán a los oyentes al borde de sus asientos, preguntándose qué hay más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.
El sueño prohibido
En el año 1940, un grupo de científicos soviéticos llevó a cabo un experimento macabro. Encerraron a cinco presos políticos en una habitación con micrófonos y los sometieron a un gas que les impedía dormir. Durante los primeros días, los prisioneros compartieron sus historias y secretos sin reservas. Sin embargo, a medida que pasaban los días, un silencio sepulcral se apoderó de la habitación, roto solo por murmullos ocasionales que indicaban que seguían vivos.
Cuando los científicos abrieron la puerta al décimo día, se encontraron con una escena dantesca: los prisioneros se habían autolesionado y devorado entre sí. La situación se volvió aún más caótica cuando los soldados intentaron intervenir, ya que los prisioneros mostraron una fuerza inhumana y agresividad extrema. Tras un intento fallido de calmarlos, dos de ellos fueron ejecutados y los otros tres fueron llevados al hospital, donde un médico ruso se enfrentó a una respuesta escalofriante al preguntarles quiénes eran: "Somos tú, somos la locura que hay en ti y que silencias cuando te vas a dormir, donde no podemos seguirte".
Esta historia plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la locura, la supervivencia y los límites de la condición humana. ¿Qué sucede cuando se presiona a los seres humanos hasta el límite? ¿Qué horrores se esconden en el rincón más oscuro de nuestras mentes?
La llamada de la noche
Un hombre acababa de mudarse a una casa nueva y, en su primera noche, escuchó un golpe en la puerta. Al abrir, se encontró con una vecina pidiendo ayuda. La mujer le suplicó que la dejara quedarse porque su marido la había golpeado y temía por su vida. El hombre, conmovido por su historia, le ofreció dormir en el sofá. Sin embargo, a la mañana siguiente, la mujer ya no estaba.
Pero la historia no termina ahí. La segunda noche, la mujer volvió a llamar a su puerta, pidiendo lo mismo que la noche anterior. El hombre, preocupado por su seguridad, accedió de nuevo. Sin embargo, al día siguiente, ella ya se había ido. Este patrón se repitió varias veces más, y el hombre empezó a sentir que algo no estaba bien.
Decidió ir a la comisaría para denunciar al marido de su vecina, pero lo que descubrió allí lo dejó atónito. El policía le mostró una foto de la joven y le dijo que había muerto un año antes a manos de su marido. El hombre se quedó conmocionado, preguntándose quién era la mujer que había estado llamando a su puerta todas esas noches. ¿Era su espíritu vengativo o simplemente un producto de su imaginación? La verdad es que nunca lo sabremos, pero lo que es seguro es que esta historia te dejará con la piel de gallina.
La tragedia de la Montaña Muerta
En 1959, un grupo de diez personas, incluyendo un guía experimentado, se aventuraron en los Montes Urales en Rusia. Acamparon en una zona conocida como Montaña Muerta, pero nunca regresaron. Pasado un tiempo, los investigadores encontraron la tienda de campaña rasgada desde dentro y los cadáveres presentaban heridas tanto internas como externas. Además, algunos cuerpos tenían altos niveles de radiación.
A pesar de las investigaciones, nunca se pudo determinar qué causó la muerte de estos excursionistas. La causa de su muerte sigue siendo un misterio y se atribuye a una fuerza desconocida e insuperable.
Este incidente, conocido como el incidente del Paso Diatlov, sigue siendo uno de los misterios sin resolver más inquietantes de la historia. ¿Qué sucedió en aquella montaña? ¿Qué fuerza desconocida les quitó la vida? La verdad es que nunca lo sabremos, pero lo que es seguro es que este incidente sigue siendo un recordatorio de que hay fuerzas en este mundo que no podemos entender.
La aparición de la niebla
En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y misteriosas nieblas, se susurra la leyenda de "La Figura en la Niebla". Se dice que, durante las noches de luna llena y niebla espesa, una figura oscura y desfigurada emerge de la niebla, como si fuera una aparición del más allá. La leyenda cuenta que esta figura es el espíritu vengativo de un leñador que murió en un trágico accidente hace décadas.
La historia cuenta que el leñador solía adentrarse en los oscuros bosques en busca de madera, desafiando los peligros que acechaban en la niebla espesa. En una noche particularmente nebulosa, la leyenda narra que el leñador tropezó con una extraña y antigua piedra tallada, desencadenando una maldición ancestral. Desde entonces, su alma atormentada deambula en las noches de luna llena, buscando venganza contra cualquier persona que se atreva a aventurarse en la niebla.
Los que afirman haberse encontrado con "La Figura en la Niebla" cuentan historias aterradoras de su presencia. Dicen que su aparición es precedida por un silencio perturbador, en el que los sonidos normales de la noche se desvanecen y el aire se vuelve espeso y cargado. Los valientes que se atreven a enfrentarlo describen una figura espectral con rasgos retorcidos y ojos brillantes que parecen perforar el alma. Se rumorea que quien mire a los ojos de la figura quedará atrapado en un estado de terror paralizante.
¿Qué sucede en esas noches de luna llena y niebla espesa? ¿Qué fuerza desconocida hace que la figura aparezca? La verdad es que nunca lo sabremos, pero lo que es seguro es que esta leyenda seguirá envolviendo al pueblo en un manto de misterio y terror.
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Gritos en la Oscuridad
Era pasada la medianoche, alrededor de las 12:15, cuando Jorge, después de un largo día de trabajo, tomaba su ruta habitual de regreso a casa. Su pueblo, tranquilo y monótono, estaba rodeado de espesos bosques y pocas viviendas. Jorge conducía por una carretera bordeada por un extenso campo de maíz a un lado y un denso bosque al otro. Era pleno verano, con unos 24 grados centígrados, y la capota de su convertible estaba bajada, disfrutando de la cálida noche.
De repente, un grito desgarrador de una mujer rompió la calma. Jorge frenó bruscamente, con su corazón latiendo con fuerza. El grito provenía del bosque. Sin pensarlo dos veces, bajó del coche, tomó una linterna de la guantera y se adentró en la oscuridad, llamando para saber si alguien necesitaba ayuda.
La voz de la mujer, llena de pánico, volvió a gritar, pidiendo auxilio. Jorge aceleró el paso, empujando ramas y arbustos mientras seguía el sonido. Cada diez segundos, el grito se repetía, guiándolo más adentro del bosque. Pero algo no estaba bien. Por más que avanzara, los gritos no parecían acercarse. Siempre sonaban a la misma distancia, como si estuviera atrapado en un extraño bucle.
Una inquietante sensación se apoderó de Jorge. ¿Podría ser una trampa? Con el miedo creciendo en su interior, decidió regresar. Miró hacia atrás y vio las luces de su coche a lo lejos, una pequeña esperanza en medio de la oscuridad. Corrió de vuelta, pero los gritos no cesaban, siempre a la misma distancia, como si algo invisible lo siguiera.
Finalmente, llegó a su coche, se subió y arrancó, dejando el bosque atrás. Llamó a la policía para informar a las autoridades, pero no se quedó para averiguar más. La experiencia lo dejó perturbado, y aunque contó su historia a amigos y familiares, quería olvidar lo sucedido.
Pero una semana después, una noticia en el periódico local le heló la sangre: el cuerpo sin vida de una mujer, de unos treinta años, había sido encontrado en el mismo bosque. No había signos de violencia, pero el lugar donde se encontró coincidía con la zona donde Jorge había escuchado los gritos. Aunque el bosque era grande, no podía ignorar la coincidencia.
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Gritos en la Oscuridad | 👹👺👻
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Era pasada la medianoche, alrededor de las 12:15, cuando Jorge, después de un largo día de trabajo, tomaba su ruta habitual de regreso a casa. Su pueblo, tranquilo y monótono, estaba rodeado de espesos bosques y pocas viviendas. Jorge conducía por una carretera bordeada por un extenso campo de maíz a un lado y un denso bosque al otro. Era pleno verano, con unos 24 grados centígrados, y la capota de su convertible estaba bajada, disfrutando de la cálida noche.
De repente, un grito desgarrador de una mujer rompió la calma. Jorge frenó bruscamente, con su corazón latiendo con fuerza. El grito provenía del bosque. Sin pensarlo dos veces, bajó del coche, tomó una linterna de la guantera y se adentró en la oscuridad, llamando para saber si alguien necesitaba ayuda.
La voz de la mujer, llena de pánico, volvió a gritar, pidiendo auxilio. Jorge aceleró el paso, empujando ramas y arbustos mientras seguía el sonido. Cada diez segundos, el grito se repetía, guiándolo más adentro del bosque. Pero algo no estaba bien. Por más que avanzara, los gritos no parecían acercarse. Siempre sonaban a la misma distancia, como si estuviera atrapado en un extraño bucle.
Una inquietante sensación se apoderó de Jorge. ¿Podría ser una trampa? Con el miedo creciendo en su interior, decidió regresar. Miró hacia atrás y vio las luces de su coche a lo lejos, una pequeña esperanza en medio de la oscuridad. Corrió de vuelta, pero los gritos no cesaban, siempre a la misma distancia, como si algo invisible lo siguiera.
Finalmente, llegó a su coche, se subió y arrancó, dejando el bosque atrás. Llamó a la policía para informar a las autoridades, pero no se quedó para averiguar más. La experiencia lo dejó perturbado, y aunque contó su historia a amigos y familiares, quería olvidar lo sucedido.
Pero una semana después, una noticia en el periódico local le heló la sangre: el cuerpo sin vida de una mujer, de unos treinta años, había sido encontrado en el mismo bosque. No había signos de violencia, pero el lugar donde se encontró coincidía con la zona donde Jorge había escuchado los gritos. Aunque el bosque era grande, no podía ignorar la coincidencia.
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El Guardavía
Un hombre, mientras paseaba por una vía de tren, escuchó una voz que decía: "¡Hola, aquí abajo!". Al mirar hacia abajo, vio a un trabajador ferroviario en una caseta junto a la vía. El hombre bajó por un camino rocoso y encontró al trabajador, quien le miraba fijamente.
—¿Hay algún camino para bajar y hablar contigo? —preguntó el hombre.
El trabajador le señaló un camino y el hombre descendió. Cuando llegó, vio que el trabajador era un hombre pálido con barba negra. El lugar era frío y húmedo, con una luz roja que provenía del túnel cercano, creando un ambiente lúgubre.
El hombre le dijo al trabajador que su puesto parecía muy solitario. El trabajador explicó que, aunque tenía poco que hacer físicamente, siempre debía estar alerta y listo para cualquier emergencia. Le mostró la caseta, donde había una chimenea, una mesa con un libro oficial, un instrumento telegráfico y una pequeña campana.
Durante la conversación, el trabajador mencionó que solía ser feliz, pero ahora estaba muy preocupado. Cuando el hombre le preguntó por qué, el trabajador le contó una historia inquietante.
—Hace un tiempo —dijo el trabajador—, vi una figura extraña junto a la luz roja del túnel. Estaba cubriendo su rostro con el brazo y moviendo el otro como si quisiera advertirme de algo. Gritaba: “¡Cuidado!”. Corrí hacia la figura, pero desapareció. Poco después, ocurrió un accidente en la vía.
El hombre intentó tranquilizar al trabajador, sugiriendo que tal vez había sido una alucinación. Sin embargo, el trabajador insistió en que lo había visto nuevamente, y cada vez que lo hacía, ocurría algo terrible en la vía.
—Hace una semana lo vi de nuevo —continuó el trabajador—. Estoy seguro de que me está advirtiendo de algo, pero no sé qué es.
El hombre se despidió del trabajador, preocupado por su salud mental. Días después, el trabajador fue encontrado muerto junto a la luz roja. Parecía haber cumplido con su último deber y ahora estaba en paz.
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Leyendas de terror de GUATEMALA
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El carruaje de la muerte
Mis abuelos siempre cuentan que, en las calles de los barrios coloniales, después de las ocho de la noche, la llamada hora de las ánimas, la gente suele escuchar un carruaje que se mueve con sus ruedas chirriantes.
Lo conducen unos caballos grandes y negros con pelaje brillante, que van buscando las almas de los muertos. La leyenda dice que este carruaje se detiene frente a las casas donde alguien ha muerto, para llevarse su alma.
La Llorona
Por generaciones se ha contado la historia de María de los Remedios, una mujer que, vestida de negro o blanco, camina por lugares donde corre el agua, como ríos, lagos o lagunas.
Dicen que esta mujer sufrió un colapso mental y ahogó a sus hijos. Otros cuentan que, por un amor prohibido y pecaminoso, mató a su bebé recién nacido en las aguas de un río.
Por eso, vaga por las calles buscando la tumba de su primogénito, mientras grita con un lamento largo y agudo: “¡Ay, mis hijos!”. Se dice que quienes la escuchan sienten que caminar se vuelve difícil, como si sus pasos se hicieran lentos y pesados.
El Wiin
En Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay hombres que invocan al diablo con rituales en el cementerio del pueblo. Estos rituales incluyen oraciones y danzas, donde se mueven hacia adelante y hacia atrás.
Cuando el diablo aparece, puede concederle a la persona el don de transformarse, lo que les permite robar animales de corral, objetos de valor o molestar a mujeres, especialmente a las solteras o a las casadas que se quedan solas porque su esposo se fue a otro lugar. A este hombre se le conoce como El Wiin. Algunos lugareños lo han visto transformado en un perro, sentado en medio de la carretera. Lo reconocen por sus ojos, que no son ni de humano ni de animal, sino dos bolas de fuego que asustan a quien los ve.
La Tatuana
La leyenda de La Tatuana es considerada una de las más bonitas de Guatemala y América. Una de las versiones de esta historia cuenta que en los pueblos aparecía una mujer muy hermosa y sabia en temas de amor. Ella ponía un puesto en la calle donde vendía ensalmos para que hombres y mujeres se enamoraran.
Causaba tanto revuelo que las autoridades la arrestaban y la encarcelaban. Cuando esto pasaba, sacaba un trozo de carbón, dibujaba un barquito de papel en la pared, se subía en él y salía volando por los barrotes.
Otra versión de la leyenda dice que era una mujer mulata rechazada por el pueblo por su dudosa reputación. Se decía que usaba hechizos para atraer a los hombres, por lo que la encarcelaban. En su celda, dibujaba un barquito en la pared y escapaba en él.
La Siguanaba
La Siguanaba es una mujer que hace que los hombres la sigan y luego, después de una larga persecución, los pierde en algún barranco. Por eso dicen que su nombre viene de "tziguan", que significa barranco en quiché.
La historia cuenta que cuando los hombres empiezan a seguirla, ella no muestra su cara. Solo lo hace cuando ya los tiene "ganados", es decir, cuando ya les ha arrebatado el alma. En ese momento, el hombre se asusta al ver que su rostro es el de un caballo.
Esta mujer suele aparecer en cualquier tanque de agua a altas horas de la noche y busca hacerle daño a quien la vea. Generalmente, los hombres la ven bañándose y peinándose con un peine de oro. El hombre que la ve se vuelve loco por ella y la sigue.
El Cadejo
La leyenda dice que El Cadejo aparece en forma de perro, con pezuñas de cabra y ojos de fuego, y puede presentarse de dos maneras. Cuando es blanco, tiene buenas intenciones y suele cuidar a los ebrios y a los niños de cualquier peligro en la noche. Pero si es negro, tiene malas intenciones y trata de lamerle el rostro a las personas ebrias para robarles el espíritu.
El Cadejo negro sigue al hombre al que ha lamido la boca durante nueve días, sin dejarlo en paz. Aunque no es un espíritu que haga daño directamente y no ataca a menos que sea en casos extremos, encontrarse con él no debería causar pánico.
El Sombrerón
También conocido como Tzipitío, Tzipe, Duende o Tzitzimite, El Sombrerón es un hombrecito que no mide más que un dedo de la mano. Se viste de negro, con un cinturón brillante, y usa un sombrero gigante.
Le gusta perseguir a mujeres con el pelo largo y ojos grandes porque disfruta hacerles pequeños nudos en su cabello. Les enreda el pelo, les baila y les canta acompañado de su guitarra. Cuando su “amor” es correspondido, las mujeres se enferman e incluso pueden morir.
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Leyendas de terror de Baja California
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La Hechicera Buena
En los albores del tiempo, habitaban tres brujos de inmenso poder: padre, madre e hija. Formada por esta peculiar familia, poseían la habilidad de controlar la naturaleza con solo sus palabras mágicas. Cualquier deseo era posible con solo pronunciar su nombre.
Los brujos adultos, sin embargo, dedicaban su magia al mal. Con hechizos devastadores, provocaban terremotos, inundaciones y enfermedades extrañas. Incluso, cuando estaban de buen humor, lanzaban maldiciones sobre los habitantes del pueblo, sembrando miedo y desconfianza.
La única excepción era Mar, la hija menor. Una joven bruja de cabello azul azulado y piel color arena, que cuestionaba los actos malvados de sus padres. Atrevida y valiente, decidió confrontarlos: "¿Por qué usan su magia para el mal? ¿No podrían usarla para curar y ayudar a las personas?".
Enfurecidos por la pregunta de su hija, los brujos la amenazaron y le exigieron que ella también se dedicara a la hechicería maligna. Mar, sin embargo, no se amedrentó. Sabía que poseía el mismo poder que sus padres y que el secreto de su magia residía en un amuleto encantado: un collar hecho de conchas marinas y coral, adornado con un ojo de borrego cimarrón que parecía cobrar vida.
Decidida a detener la maldad de sus padres, Mar ideó un plan. Esperó a que estuvieran profundamente dormidos y, con sigilo, se acercó a la canasta donde se guardaba el collar. Cantando una dulce canción de cuna, logró adormecer a la serpiente venenosa que lo protegía y tomó el amuleto sin dificultad.
Al huir de la casa, la serpiente despertó y alertó a los brujos. Al descubrir que el collar había desaparecido, siguieron las huellas de Mar, decididos a recuperarlo. La persecución fue intensa, pero Mar, con la ayuda del viento a su favor, logró escapar entre las montañas nevadas.
Desesperados por atraparla, los brujos combinaron sus poderes para crear un arco y una flecha mágica. Apuntaron a la pantorrilla de Mar, donde tenía un lunar grande y redondo, y dispararon. La flecha hirió a la joven bruja, quien, debilitada, se dirigió al mar.
Al tocar las aguas saladas, los cuerpos de los brujos se transformaron en piedra. Un castigo divino por su maldad y codicia. Desde entonces, según la leyenda Pai Pai, el alma de la Hechicera Buena protege a los niños y jóvenes, y los caracoles y corales del mar son símbolos de buena suerte, recordatorios del poder del bien y la valentía.
Fin del cuento.
El coyote y las hijas del tecolote
En el corazón de Baja California vivía Don Tecolote, un búho sabio y padre de seis hermosas hijas. Inteligentes y hábiles para volar, estas niñas pasaban sus días leyendo libros de ciencia, medicina y arte en la biblioteca de su padre.
Ansiosas por la llegada de la tarde, cuando el sonido de la chicharra de Don Tecolote anunciaba el fin de las clases, las niñas salían a jugar, cantar, bailar y volar por los cielos. Entre sus juegos favoritos estaba la "víbora de la mar", donde sus risas llenaban de alegría el bosque.
Un amigo inseparable de las hijas del tecolote era el Coyote Pai, un astuto animal que se escondía entre las ramas para sorprenderlas con cosquillas. Tras sus travesuras, Pai se escabullía entre la maleza, dejando a las niñas sin poder atraparlo.
Cansadas de sus bromas, las hijas del tecolote idearon un plan para darle una lección. Un día, antes de la hora habitual, se escondieron en el cielo haciéndose pasar por estrellas, con velas encendidas en sus pezuñas.
Al llegar al lugar de juegos, el Coyote Pai buscó a sus amigas sin éxito. Desconcertado, las niñas comenzaron a cantar una canción burlona, guiándolo en falsas direcciones.
Frustrado por no encontrarlas, Pai seguía sus instrucciones, cada vez más enojado. Finalmente, las niñas revelaron su escondite en el cielo. Pai, fascinado por su belleza, exclamó: "¡Qué bonitas se ven! ¡Quiero estar con ustedes!".
Las hijas del tecolote, jugando con la ingenuidad de Pai, le ofrecieron una cuerda tejida con su cabello para que subiera al cielo. Emocionado, Pai comenzó a ascender.
Cuando estaba a punto de llegar, las niñas cortaron la cuerda y Pai cayó al precipicio. Su cuerpo se desmembró al impactar contra la tierra, convirtiéndose en polvo que el viento esparció por doquier.
La abuela de Pai, al escuchar el estruendo, acudió al lugar y encontró los restos de su nieto. Con profunda tristeza, los recogió y los llevó a su casa.
Con el polvo de Pai, la abuela hizo harina y panecillos. Mientras lloraba por su pérdida, Dios, conmovido por su amor, hizo que el polvo brillara y flotara mágicamente.
De cada partícula de polvo nació un coyote, poblando la tierra de estas criaturas astutas. La abuela, al ver el nacimiento de tantos coyotes, se llenó de alegría.
Mientras tanto, las hijas del tecolote fueron condenadas a permanecer en el cielo para siempre, convertidas en estrellas. Se dice que desde entonces, los tecolotes pasan las noches contando las estrellas, recordando a sus hijas y la travesura que marcó su destino.
Fin del cuento.
Leyenda de la Laguna Hanson: Un Misterio en la Sierra de Juárez
En el corazón de la Sierra de Juárez, Baja California, se esconde una laguna de belleza singular: la Laguna Hanson. Su origen está envuelto en el misterio y la leyenda de un hombre llamado Jacob Hanson, un noruego que llegó a estas tierras en el siglo XIX.
Hanson, un hombre solitario, estableció un rancho en la zona con el objetivo de criar ganado de alta calidad. Su esfuerzo le permitió acumular una considerable fortuna, la cual, según la leyenda, enterró en un lugar secreto dentro de su propiedad, pues en aquel entonces no existían bancos en la región.
Un día, la tragedia golpeó a Hanson. Unos bandidos, aprovechando su aislamiento, lo asaltaron y le quitaron la vida. Pese a la búsqueda incansable de los forajidos y de otros exploradores que llegaron al lugar, el tesoro de Hanson jamás fue encontrado.
Sin embargo, Hanson dejó un legado que perdura hasta nuestros días: la Laguna Hanson. Rodeada de un frondoso bosque de pinos, esta laguna es única en Baja California por su belleza natural y la atmósfera de misterio que la envuelve.
Se dice que el espíritu de Hanson aún ronda la laguna, protegiendo su secreto. Algunos aseguran haber visto su figura fantasmal entre los árboles, mientras que otros afirman escuchar sus pasos en la noche.
La Laguna Hanson, con su belleza y su aura de misterio, sigue siendo un lugar mágico que atrae a visitantes y despierta la imaginación. Un recordatorio de la historia y las leyendas que habitan en las montañas de Baja California.
Fin del cuento.
La Casa de la Industrial: Una Tragedia en Mexicali
En la colonia Industrial de Mexicali, se alza una casa abandonada, envuelta en una historia tan aterradora como real. En ella habitaba una familia común: una ama de casa, un padre trabajador y tres hijos: la mayor de 20 años, el menor de 9 y Anna, de 15.
Anna, diagnosticada con esquizofrenia, vivía un tormento interior. Sus alucinaciones y delirios la obligaban a permanecer encerrada y atada en su habitación, para evitar que se hiciera daño a sí misma o a su familia. Cada noche, sus gritos desgarradores resonaban en la casa, ecos de una batalla contra sus propios demonios.
Una noche fatídica, Anna logró liberarse de sus ataduras. Guiada por las voces en su cabeza, se dirigió a la cocina en busca de un cuchillo. Con cada paso, la tragedia se acercaba.
Su primera víctima fue su hermano menor. Lo asfixió sin piedad, silenciando para siempre su risa infantil. Luego, se dirigió al baño donde su madre se encontraba tomando una ducha. Entró sigilosamente y la apuñaló 30 veces, tiñendo de rojo el suelo blanco.
Su hermana mayor fue la siguiente. Anna se acercó a ella por la espalda, la degolló sin miramientos, susurrando palabras de amor mientras le quitaba la vida. Solo quedaba su padre, dormido en el sillón, ajeno a la pesadilla que lo rodeaba.
Lo que sucedió con Anna después de esa noche sigue siendo un misterio. Algunos dicen que vagó sin rumbo, atormentada por sus actos. Otros afirman que aún deambula por la casa, un alma en pena atrapada en el escenario de su crimen.
Cada mes de octubre, un grupo de valientes actores revive la tragedia de la Casa de la Industrial. A través de sus dramatizaciones, intentan comprender la oscuridad que habitó en Anna y el dolor que dejó a su paso.
La Casa de la Industrial sigue en pie, un recordatorio de la fragilidad de la mente y las terribles consecuencias que puede tener la enfermedad mental. Un lugar que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la salud mental y la necesidad de brindar apoyo a quienes la necesitan.
Fin del cuento.
El Piano de la Primaria Leona Vicario: Un Misterio Musical
En la Primaria Leona Vicario, ubicada en Mexicali, Baja California, una melodía fantasmal resuena entre sus muros. Se dice que el sonido proviene de un viejo piano que se encuentra en el sótano, tocado por el espíritu de la maestra de música que murió en la escuela hace muchos años.
La historia cuenta que, en el último día de clases antes de las vacaciones de verano, la maestra se quedó tocando el piano hasta tarde. Absorta en la música, no escuchó a los guardias que cerraban la escuela y se retiraron, pensando que no había nadie.
Al terminar de tocar, la maestra se dio cuenta de que estaba sola y encerrada. Sin comida ni agua, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Debilitada y consumida por la soledad, la maestra finalmente falleció en el sótano.
Desde entonces, se dice que su espíritu aún ronda la escuela, tocando el piano con melancolía en las noches de luna llena. Algunos estudiantes y maestros afirman haber escuchado la melodía fantasmal, una sonata triste que llena de escalofríos a quienes la escuchan.
La leyenda del piano de la Primaria Leona Vicario se ha convertido en una de las más populares de Mexicali. Muchos visitantes acuden a la escuela, con la esperanza de escuchar la música fantasmal y sentir la presencia de la maestra fallecida.
¿Te atreverías a visitar la Primaria Leona Vicario y escuchar por ti mismo la melodía del piano misterioso? Quizás puedas ser testigo de la presencia de la maestra de música que aún toca para sus alumnos, incluso desde el más allá.
Fin del cuento.
El Trailero Fantasma: Una Leyenda Escalofriante en la Rumorosa
En las sinuosas curvas de la carretera La Rumorosa, en Baja California, se cuenta la espeluznante historia del Trailero Fantasma. Un hombre llamado Francisco Vázquez, desesperado por llegar a Mexicali para el nacimiento de su hijo, pierde el control de su vehículo y se estrella contra unas rocas.
Milagrosamente ileso, Francisco espera ayuda en la soledad de la noche. Al no llegar nadie, decide caminar, avanzando kilómetros sin encontrar salida. Para su horror, al amanecer, se encuentra de nuevo en el lugar del accidente.
Días después, su camión es hallado, pero Francisco ha desaparecido. Años más tarde, un joven camionero se detiene al ver a un hombre en la carretera. Este hombre, que se identifica como Francisco Vázquez, le pide con urgencia que entregue dinero a su esposa en Mexicali, ya que su trailer se ha descompuesto.
El joven acepta, sin imaginar que está a punto de tener un encuentro escalofriante. Al darle la mano, siente un frío glacial que le recorre la espalda. A pesar de la inquietud, el joven entrega el dinero a la esposa de Francisco, quien queda atónita al saber que su marido falleció hace cinco años.
De regreso a casa, el joven es sorprendido por la aparición del Trailero Fantasma. El espectro de Francisco le agradece por cumplir su encargo y desaparece, dejando al joven aterrado.
Se dice que el Trailero Fantasma busca a aquellos que pueden ayudar a su esposa y a su hijo. Si no cumplen su encargo, el espíritu los maldice, secando sus cuerpos hasta convertirlos en esqueletos.
La leyenda del Trailero Fantasma sirve como una advertencia sobre la importancia de cumplir las promesas y ayudar a los necesitados. Un recordatorio de que incluso en la muerte, el amor y la responsabilidad pueden persistir.
Fin del cuento.
La Enfermera Eva: Un Misterio en las Carreteras de Baja California
En las polvorientas veredas cercanas a la ciudad de Tijuana, se susurra la leyenda de la Enfermera Eva, una mujer bondadosa que dedicó su vida a cuidar a los enfermos y heridos. Su nombre era sinónimo de esperanza y alivio para los que la necesitaban.
Un día, una angustiada mujer llegó a la humilde morada de Eva. Su esposo agonizaba de dolor abdominal y ella imploraba la ayuda de la enfermera. Con el corazón compasivo que la caracterizaba, Eva prometió atender al enfermo lo antes posible.
Tras atender a una vecina enferma, Eva emprendió su camino hacia La Rumorosa bajo el ardiente sol del mediodía. El trayecto era largo y agotador, pero la urgencia por aliviar el sufrimiento del hombre la impulsaba a seguir adelante.
Sin embargo, en su prisa por ayudar, Eva se desvió del camino correcto. Las horas transcurrían y el sol comenzaba a ocultarse, dejando paso a la oscuridad. El cansancio, la sed y el hambre la invadían, mientras la soledad del lugar se intensificaba.
Rodeada de los imponentes cerros de La Rumorosa, Eva se vio envuelta en una atmósfera de terror. Las formaciones rocosas parecían transformarse en seres monstruosos que susurraban su nombre, creando un ambiente espeluznante.
Presa del pánico, Eva intentó regresar, pero la oscuridad y el miedo la desorientaron aún más. Tropezando entre las rocas, finalmente sucumbió y perdió el conocimiento.
Los días siguientes, la búsqueda de Eva se extendió por toda la región. Sus vecinos recorrieron incansablemente los caminos, pero no encontraron rastro de la enfermera. La esperanza de encontrarla viva se desvanecía con cada hora que pasaba.
Fue entonces cuando comenzaron los avistamientos. En las sinuosas curvas de La Rumorosa, una figura fantasmal vestida de blanco aparecía pidiendo ayuda a los conductores.** Su rostro pálido y su mirada triste transmitían una profunda angustia.
Los automovilistas, aterrados por la aparición, aceleraban a fondo sin detenerse. Pero, para su horror, la fantasmal enfermera Eva reaparecía en el asiento del copiloto, silenciosa y espectral.
Algunos relatos cuentan que la enfermera también se manifestaba en la Cruz Roja de Tecate. Allí, atendía a los pacientes con una habilidad y dedicación excepcionales, para luego desvanecerse en el aire antes de que llegara la enfermera real.
A pesar del terror que inspiraba, los que la habían visto aseguraban que la enfermera Eva no era una entidad maligna. Su espíritu solo buscaba aliviar el dolor y sufrimiento de los demás, tal como lo hacía en vida.
Hasta el día de hoy, el misterio de la Enfermera Eva permanece sin resolver. Se dice que su alma en pena aún vaga por los caminos de La Rumorosa, buscando la redención y el descanso eterno.
La leyenda de la Enfermera Eva sirve como un recordatorio de la bondad y la compasión que pueden existir incluso en los lugares más remotos e inhóspitos. Un recordatorio de que la ayuda y el apoyo siempre pueden llegar, incluso de las formas más inesperadas.
Fin del cuento.
La Señora del Cinco: Una Leyenda de Pecado y Redención en Mexicali
En el corazón de Mexicali, hace muchos años, vivía una mujer atormentada por sus propios actos. Su nombre ya no se recuerda, pero su historia se ha convertido en una leyenda que aún hoy resuena en las calles de la ciudad: la leyenda de la Señora del Cinco.
Esta mujer, consumida por la ira y la amargura, maltrataba a sus hijos sin piedad. Los gritos, los golpes y el encierro eran su cruel forma de disciplinarlos, dejando en ellos profundas heridas físicas y emocionales.
El tiempo pasó y los hijos de la mujer, marcados por su crueldad, se alejaron de ella para formar sus propias familias. La soledad y el remordimiento se apoderaron de la mujer, quien finalmente comprendió el daño que había causado.
Buscando redención, acudió a la iglesia de la ciudad para confesar sus pecados al sacerdote. El padre, conmovido por su arrepentimiento, le impuso una penitencia: debía reunir una gran cantidad de monedas de cinco centavos para poder viajar a Roma y buscar el perdón del Papa.
La mujer, pobre y sin medios, se embarcó en su misión. Todos los días se sentaba frente a la iglesia con una lata vacía, implorando por la caridad de los transeúntes. Su única regla: solo aceptaba monedas de cinco centavos, rechazando cualquier otra cantidad.
Su peculiaridad y su incansable búsqueda de redención la convirtieron en una figura familiar en la ciudad. La gente la apodó "la Señora del Cinco", una referencia a su obstinada petición de monedas.
Años de esfuerzos y sacrificios la acercaron a su objetivo. Sin embargo, la vida le jugó una mala pasada. Enfermó gravemente y, poco antes de alcanzar la cantidad necesaria para el viaje, falleció.
Su muerte no marcó el final de su historia. Numerosos relatos comenzaron a circular sobre la aparición de su fantasma. Una anciana con velo en la cabeza, que se acercaba a los transeúntes y, con voz suplicante, pedía un "cinco".
Quienes ignoraban su petición o le ofrecían monedas de mayor valor, eran testigos de una aterradora transformación. El velo caía, revelando una calavera que los maldecía con una voz tenebrosa.
La leyenda de la Señora del Cinco se ha convertido en una advertencia sobre las consecuencias de nuestros actos. Un recordatorio de que el arrepentimiento y la búsqueda de redención son posibles, pero que el precio de nuestras acciones puede perseguirnos incluso más allá de la muerte.
Fin del cuento.
La Faraona de Agua Caliente: Una Historia de Amor, Traición y Fantasmas
En el apogeo de su esplendor, el casino y bungalows de Agua Caliente eran un oasis de lujo y entretenimiento. Rodeados de exuberantes jardines y adornados con aves exóticas, sus escenarios acogían a los artistas más renombrados de la época, entre ellos la cautivadora bailarina conocida como La Faraona.
Con su belleza y talento, La Faraona había cautivado al público y a la élite de la sociedad. Su fama la llevó a firmar un contrato extendido con el casino, donde deslumbraba noche tras noche. Sin embargo, detrás de su sonrisa radiante se escondía un corazón enamorado.
La Faraona había caído perdidamente enamorada de un caballero inglés. Un hombre apuesto y encantador que, a pesar de su aparente indiferencia, se beneficiaba de la buena suerte de la bailarina en las mesas de juego. Se decía que un brazalete de esmeralda era su amuleto, atrayendo hacia ella fortunas inimaginables.
Cegada por el amor, La Faraona entregaba todas sus ganancias al caballero inglés. Soñaba con un futuro juntos, un título nobiliario y una vida de opulencia en Inglaterra. Sin embargo, el caballero solo la veía como una fuente de riqueza y placer, sin corresponder sus sentimientos.
Una fatídica mañana, el caballero inglés irrumpió en el casino, presa del pánico. Gritaba que habían intentado envenenarlo y que La Faraona había muerto. Su relato sembró el caos entre los presentes, mientras él huía despavorido de la ciudad.
La tragedia de La Faraona conmocionó a Agua Caliente. Muchos se preguntaban qué había ocurrido realmente esa noche. Un rumor persistente apuntaba a un crimen pasional, una venganza motivada por la traición y la codicia.
Según la historia, un velador del casino había sido testigo de un episodio crucial la noche anterior al crimen. A través de la ventana del bungalow de la pareja, observó cómo contaban las ganancias del juego, guardándolas en un baúl que cerraron con llave.
Más tarde, la bailarina, vestida con una bata blanca bordada de perlas, se acercó sigilosamente al caballero mientras dormía. Con delicadeza, le robó la llave del baúl y lo arrastró fuera del bungalow, bajo la lluvia torrencial.
El velador, temeroso de intervenir, esperó el regreso de La Faraona. Una hora después, ella volvió apresurada y despertó al caballero, quien al percatarse de la desaparición del baúl y la llave, la atacó con furia.
La Faraona, entre risas y lágrimas, finalmente comprendió la verdad. El caballero solo la utilizaba por su dinero y nunca la había amado. Tras una acalorada discusión, ambos bebieron de dos copas de vino, sin saber que La Faraona había vertido veneno en una de ellas.
El veneno actuó rápidamente, postrando a La Faraona en el suelo. El caballero, salvándose por poco, huyó del lugar, abandonando a su suerte a la mujer que lo amaba.
Desde entonces, el fantasma de La Faraona vaga por los jardines de Agua Caliente. Se dice que en las noches lluviosas se observa su figura etérea, con su bata blanca y su brazalete de esmeralda, buscando en vano el tesoro que la traicionó.
Su historia es un recordatorio de la fragilidad del amor y los peligros de la codicia. Un lamento que resuena entre las ruinas del antiguo casino, como un eco de la belleza y la tragedia que allí se consumieron.
Fin del cuento.
El Pozo de las Cadenas: Un Misterio en las Tierras de Tecate
En el corazón de Baja California, en el pintoresco pueblo de Tecate, se susurra una leyenda que ha congelado la sangre de generaciones. Se trata de la historia del Pozo de las Cadenas, un lugar marcado por la tragedia y el misterio.
En tiempos de la Revolución Mexicana, allá por 1910, vivía en Tecate una pareja humilde y trabajadora. El hombre, dedicado a labrar la tierra, y la mujer, al cuidado del hogar, formaban un hogar tranquilo y sencillo. Su vida transcurría en la paz y la monotonía del campo, hasta que un día, la desgracia irrumpió en su destino.
Cierto día, dos hombres sedientos y cansados de caminar bajo el ardiente sol, llegaron a la parcela de la pareja. Buscando refugio y agua, se acercaron al señor, quien, con la amabilidad que lo caracterizaba, los invitó a su casa.
Los hombres, fingiendo amabilidad, compartieron historias y disfrutaron de la hospitalidad de la pareja. La tarde se convirtió en noche, y los coyotes comenzaron a aullar bajo la luz de la luna. Los extraños, lejos de marcharse, se acomodaron para pasar la noche en un catre improvisado.
Sin embargo, en la oscuridad de la noche, los hombres revelaron su verdadera naturaleza. Aprovechando la confianza de la pareja, planearon un cruel robo. Cuando el señor se resistió, lo amarraron con cadenas y lo arrojaron al pozo, donde encontró una muerte terrible.
La esposa, presenciando el horror, fue incapaz de hacer nada. Aterrorizada y desconsolada, vio cómo los asesinos desaparecían en la noche, llevándose consigo su paz y su felicidad.
Desde entonces, el Pozo de las Cadenas se ha convertido en un lugar maldito. Se dice que el alma del señor, atada a las cadenas de su cruel destino, vaga por la zona, emitiendo lamentos y arrastrando sus cadenas oxidadas.
Muchos afirman haber escuchado ruidos escalofriantes provenientes del pozo, y algunos incluso aseguran haber visto la figura fantasmal del señor encadenado. Se dice que su espíritu busca justicia, venganza y el reencuentro con su amada esposa, que nunca más se supo de ella.
Las huellas de las cadenas, grabadas en la tierra alrededor del pozo, son un recordatorio constante de la tragedia que allí ocurrió. Un símbolo del mal y la crueldad que acechan incluso en los lugares más tranquilos.
La leyenda del Pozo de las Cadenas sirve como una advertencia sobre la oscuridad que puede esconderse en el corazón humano. Un recordatorio de que la confianza ciega puede ser peligrosa y que la justicia, aunque tardía, siempre llega.
Fin del cuento.
El Gato Negro: Una Tragedia Felina en Ensenada
En un pueblo costero de Ensenada, vivía una joven con un corazón compasivo por los gatos. Su hogar era un refugio para estos felinos callejeros, a quienes brindaba alimento, cariño y un techo seguro. Era conocida por todos como "la muchacha de los gatos", una figura querida y respetada en la comunidad.
Una noche, mientras dormía, un fuerte golpe en la ventana la despertó. Al asomarse, se encontró con un gato negro de ojos brillantes que la observaba con insistencia. Conmovida por su mirada, la joven decidió abrir la puerta y darle cobijo. El gato, agradecido, se frotó contra sus piernas y ronroneó con afecto, ganándose rápidamente su cariño.
En los días siguientes, el gato negro se convirtió en su inseparable compañero. La seguía a todas partes, incluso dormía acurrucado a sus pies. Sin embargo, la joven notó con tristeza que los demás gatos de su hogar comenzaron a alejarse, uno a uno, sin razón aparente. Su gata siamés, a quien había criado desde pequeña, era la única que permanecía a su lado.
Una tarde, al regresar de trabajar, la muchacha encontró a solo dos gatos en su casa: la siamés y el negro. Al intentar acariciar a la siamés, el gato negro reaccionó con una furia inesperada. Sus ojos se tornaron rojos, su pelaje se erizó y gruñó con una intensidad que la aterrorizó.
Esa misma noche, mientras cenaba, el gato negro atacó a la siamés sin previo aviso. La feroz pelea la dejó atónita y desesperada. Intentó separarlos, pero el gato negro era demasiado fuerte. Corrió a buscar una escoba, pero al regresar, la siamés yacía sin vida y el gato negro se lamía las garras con una expresión siniestra.
Llena de dolor y rabia, la joven tomó la escoba y expulsó al gato negro a la calle. Durante las siguientes noches, el animal maullaba insistentemente en la ventana, rogando por entrar.
Un día, al volver a casa, la muchacha encontró al gato negro dentro de la casa. Su tamaño parecía haber crecido desmesuradamente, y sus ojos brillaban con una luz malévola. Aterrorizada, intentó sacarlo, pero el gato permaneció inmóvil, clavando su mirada en ella. De pronto, saltó sobre ella, arañándola y mordiéndola con una ferocidad inimaginable.
La joven luchó por liberarse, pero el gato negro enredó su larga cola alrededor de su cuello y la asfixió sin piedad. Tras consumar su crimen, el gato negro se quedó observando el cuerpo inerte por un momento y luego, con sigilo, se escabulló por la ventana, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Los otros gatos, que habían regresado al hogar tras la huida del gato negro, encontraron a la joven sin vida y comenzaron a llorar desconsoladamente. Sus lamentos alertaron a los vecinos, quienes descubrieron la terrible escena.
La muerte de la muchacha de los gatos conmocionó a toda la comunidad. Su trágico final sirvió como una sombría advertencia sobre los peligros de la crueldad y la desconfianza ciega. Su historia se convirtió en una leyenda local, un recordatorio de la oscuridad que puede esconderse incluso en los seres más inesperados.
Fin del cuento.
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15 Leyendas de terror de Costa Rica
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El Cadejos
El Cadejos es una de esas historias de miedo de Costa Rica que ha pasado de boca en boca por generaciones, se dice que este tipo era el tercero de una familia yunquera en Escazú, que no hacía más que holgazanear y salir de juerga todas las noches. En el día se la pasaba rascándose la panza y en la noche se escapaba de su casa con cualquier excusa.
Pero sus jaranas no pasaron desapercibidas para su familia. Una vez, lo llevaron a la finca con la idea de ponerlo a trabajar, pero en cuanto llegaron, el tipo se echó a dormir. Y ahí es donde empieza la parte turbia de la historia.
El viejo, harto de la vagancia de su hijo, en un arranque de furia lo maldijo. Le dijo algo como: "Que te conviertas en un perro y que andes así por el resto de tus días". ¡Y pum! En un abrir y cerrar de ojos, el tipo se transformó en un perro gigante, flaco y peludo, todo erizado. Y desde entonces, este perro, conocido como el Cadejos, anda por ahí asustando a la gente.
Dicen que el Cadejos se pasea por las noches de fiesta, especialmente si hay alguno que anda pasándosela muy bien. Su caminar es así medio triste, como si te estuviera avisando que la muerte anda cerca. Y su aullido… ¡Dios mío! Dicen que es tan tétrico que parece que viene directo del mismísimo infierno. Que puedes sentirlo cuando estás en medio de la oscuridad, rodeado de árboles en un cementerio.
El Cadejos es una de esas historias que mezclan lo sobrenatural con la vida diaria, ¿sabes? Es como un recordatorio de que en este país hay más misterios de los que creemos, y que nunca sabes qué te puedes encontrar si te aventuras a explorar nuestra rica cultura.
La Segua
Bueno, imagínate esta tipa en la época colonial de Costa Rica. La llamaban La Seductora, y no era porque hiciera las mejores empanadas precisamente. No, era porque era una bomba de relojería en cuanto a belleza se trataba. Todos caían rendidos a sus pies, y ella, encantada con su propio poder, se la pasaba jugando con los corazones de los hombres como si fueran pelotas de ping pong.
Pero aquí viene la parte oscura: La Seductora no tenía un ápice de remordimiento. ¡Ni idea tenía! Se entretenía en seducir a hombres casados y comprometidos, armando un lío infernal y dejando a familias enteras hechas un desastre. No le importaba un comino si rompía matrimonios o dejaba a niños huérfanos, su único objetivo era tenerlos a todos a sus pies.
Pero como en todas las buenas historias, llega el día en que la cuentan y te tiembla hasta el bigote. La Seductora se topó con un hombre al que engañó hasta dejarlo en la bancarrota, y el tipo decidió que ya era hora de ajustar cuentas. La llevó a un lugar perdido en el campo, entre tanta neblina que no sabías ni dónde estaba tu nariz. Y ahí, le soltó la bomba: la condenó con un hechizo que la dejó hecha un espantajo. Su rostro hermoso se convirtió en algo que no quisieras ver ni en pintura, lleno de cicatrices y pudrición, y su cabellera se transformó en serpientes que daban escalofríos solo de mirarlas.
Desde entonces, La Seductora quedó atrapada en esta forma monstruosa, condenada a rondar en las noches buscando venganza contra los hombres infieles y crueles. Así nació La Segua, el terror nocturno de Costa Rica, que acecha a los infieles como una advertencia viviente de las consecuencias de sus actos.
Esta historia nos recuerda que el respeto y la fidelidad en las relaciones son fundamentales, y que jugar con fuego puede terminar con uno transformado en una especie de monstruo salido de una película de terror. Así que ya sabes, ¡cuidado con quien te cruzas en la noche!
El Mico Malo
¿Has escuchado hablar del Mico Malo de Costa Rica? ¡Esta historia te va a poner los pelos de punta, amigo! Resulta que este bicho es el terror nocturno de las calles y puentes del país. Se dice que sale en plena oscuridad, con unos aullidos que te hiela la sangre, listo para saltar sobre quien se cruce en su camino y dejarle un recuerdito bien feo.
Lo que da más miedo es que este maldito no anda solo, no señor. ¡Se invoca! O sea, hay gente que lo llama a propósito, buscando su ayuda para hacerle travesuras a otros. ¿Te imaginas? Un ser así, salido de las peores pesadillas, andando por ahí por pedido expreso de alguien.
Así que ya sabes, si alguna vez te paseas por las noches de Costa Rica y escuchas esos aullidos espeluznantes, más vale que te cuides bien. Porque el Mico Malo podría estar al acecho, listo para sembrar el terror en esta tierra de leyendas y misterios. ¡Qué escalofrío, eh!
El Sisimiqui
¿Has escuchado hablar del Sisimiqui de Costa Rica? ¡Este ogro es el rey del terror en las noches de bodas! Se dice que tiene cara de humano, pero su cuerpo está cubierto de tanto pelo que parece más un mono gigante. Y no te creas que eso es lo peor de todo.
Resulta que este tipo tiene un pasatiempo bastante escalofriante: ¡raptar novias en la noche de su boda! Sí, así como lo oyes. Espera a que las pobres recién casadas se queden dormidas y ¡zas! las agarra y se las lleva a su guarida en las montañas, en unas cuevas oscuras que dan miedo solo de pensar en ellas. ¿Qué tal, eh? Ni las mismas películas de terror se inventan algo así.
Y no pienses que lo vas a poder seguir fácilmente. El Sisimiqui tiene solo cuatro dedos en cada mano y sus pies están al revés, así que las huellas que deja son todo un enigma. Es como si quisiera dejar bien claro que si te cruzas en su camino, estás en un lío de los grandes.
Así que ya sabes, si alguna vez vas a una boda en Costa Rica, más te vale no dormirte en los laureles. ¡Porque el Sisimiqui podría estar acechando en la oscuridad, listo para arruinar la noche de cualquiera! ¿Quién necesita películas de terror cuando tenemos leyendas como estas, eh? ¡Qué miedo!
El Padre sin Cabeza
Oye, ¿alguna vez has escuchado hablar del Padre sin Cabeza de Costa Rica? ¡Esta historia es de esas que te ponen los pelos de punta!
Resulta que en una zona conocida como la “Calle del Cura sin Cabeza”, donde los árboles dan sombra y los caminos se cruzan, hay una leyenda que hace que la gente tiemble de miedo. Y ahí estaba Ñor Reyes, un tipo duro como el cuero, que en lugar de asustarse, se ponía más valiente con cada trago que se tomaba.
Un día, mientras andaba por la “Calle del Cura sin Cabeza”, se topó con una ermita que nunca había visto antes. Y no era solo una ermita normal y corriente, no señor, tenía algo extraño. Para asegurarse de que no estaba viendo cosas, decidió tocar la puerta. Pero en cuanto entró, ¡zas!, se encontró con algo que le heló la sangre: el cura que oficiaba la misa no tenía cabeza.
¡Imagínate la escena! Ñor Reyes salió corriendo como alma que lleva el diablo, con la campana de la ermita sonando como si fuera el Juicio Final. Desde entonces, el pobre tipo nunca volvió a ser el mismo. Y su encuentro con el Padre sin Cabeza se convirtió en una de esas historias que pasan de generación en generación, recordándonos que en Costa Rica, la línea entre lo real y lo sobrenatural puede ser más delgada de lo que pensamos. ¡Qué miedo, amigo!
La Yegüita
Escucha esta historia, amigo, ¡te va a dejar boquiabierto! Resulta que en Nicoya, en la época de la conquista, un par de indígenas hicieron un descubrimiento que cambiaría sus vidas para siempre. Mientras andaban por los caminos hacia Curime, tropezaron con una veta de oro, ¡sí, oro! Que se convirtió en su secreto mejor guardado. Sacaban el metal dorado de ahí y lo cambiaban con los españoles por comida y ropa.
Pero como en toda buena historia, no podía faltar la traición. En la Villa de Nicoya, había un tipo que andaba con la lengua larga y la avaricia en el corazón. Descubrió el lugar de la mina y se puso a sacar oro como loco, cuando los dueños originales no estaban cerca. ¡Qué malandrín!
Un día, los indígenas los pillaron con las manos en la masa. Y ahí empezó una pelea de aquellas, con toda la pinta de terminar en tragedia. Pero justo en ese momento, la mujer indígena, temblando de miedo, se puso de rodillas y pidió ayuda a la Virgen de Guadalupe, una santa muy querida por estos lados.
Y ¡zaz! Como si fuera sacado de un cuento, apareció una yegua negra, como enviada del cielo. Se interpuso entre los dos peleadores y, ¡bum!, la pelea se detuvo en seco. Todos quedaron en shock. La virgen había intervenido, salvando vidas y enseñando una lección a esos desalmados.
Esta historia de Nicoya nos recuerda que las leyendas no solo entretienen, sino que también nos dejan enseñanzas valiosas sobre valores, respeto y la importancia de creer en algo más grande en tiempos difíciles. ¡Qué cosa, eh!
La Carreta sin Bueyes
Imagina a una bruja que no tenía ni un ápice de respeto por lo sagrado. Cuando su marido se murió, en lugar de darle una despedida tranquila, decidió engancharlo a una carreta con unos bueyes y salir de parranda, ¡sí, tal cual!
Con su escoba y su machete en mano, la bruja se encaminó hacia un templo, pero no para rezar precisamente. No, ella tenía un plan que solo ella entendía. Los bueyes, impulsados por una fuerza que no era de este mundo, se pusieron en marcha a toda velocidad.
Pero cuando llegaron al templo, ¡zas!, el sacerdote les detuvo en seco en nombre de Dios. Los bueyes obedecieron, pero la bruja, enojada hasta más no poder, siguió avanzando, blasfemando como si no hubiera un mañana.
El sacerdote, lleno de compasión y fe, decidió perdonar a los pobres bueyes por obedecer la orden divina. Pero la bruja, desafiando lo sagrado, desató una maldición que la persiguió hasta el final de sus días. Así que quedaron atrapados en un limbo eterno, condenados a vagar por el mundo sin rumbo fijo.
Dicen que aún hoy, en algunas noches oscuras, se escuchan las ruedas de la carreta arrastradas por la mano peluda del mismísimo diablo. ¡Una locura, amigo! Esta historia nos deja claro que hay que respetar lo divino, porque desafiar lo sagrado puede traerte consecuencias que ni te imaginas. ¡Qué miedo, eh!
Iztarú
Oye, ¿has escuchado hablar de Iztarú? ¡Es una de esas historias que te ponen la piel de gallina! Resulta que en los tiempos antiguos, en plenas guerras y conflictos en la región, dos tribus, Guarco y Coo, estaban en una pelea feroz. Guarco estaba a punto de ganar, hasta que Coo murió en batalla y Aquitaba, su sucesor, tuvo que hacerse cargo.
Aquitaba, desesperado por ganar la guerra, tomó a su hija Iztarú y la llevó al monte más alto. ¡Y aquí viene lo impactante! La sacrificó en un ritual para pedirle a los dioses ayuda en la guerra.
En medio de la batalla, Aquitaba invocó a Iztarú, y del monte más alto cayeron cosas misteriosas: fuego, ceniza y piedras sobre los guerreros de Guarco, ¡hasta un riachuelo de agua caliente que destruyó sus palenques!
Después de esta victoria sobrenatural, una maldición cayó sobre Guarco, anunciando que tendrían que trabajar la tierra para hacer sus techos con tejas. Desde ese día, el lugar pasó a llamarse Tejar de Cartago, marcando un cambio total en la región que todavía se siente hoy en día.
La leyenda de Iztarú nos recuerda que las acciones desesperadas pueden tener consecuencias que duran para siempre. ¡Vaya historia, amigo! ¿No te pone los pelos de punta?
Los Duendes
¿Has escuchado hablar de los duendes en Costa Rica? ¡Son esas criaturas pequeñitas que dan un poco de miedo pero también intrigan un montón! Mira, se dice que son como enanos de medio metro de altura, siempre vestidos con boinas y trajes coloridos, ¿te lo imaginas?
Lo más loco es que a estos duendes no les importa si es de día o de noche, ¡andan por ahí a cualquier hora! Los encuentras en los potreros, en los cafetales o en esos caminos solitarios, de paseo como si nada.
Cuando se meten en una casa, ¡se vuelven invisibles! Pero eso no significa que se comporten bien, ¡para nada! Arman un verdadero lío: tiran cosas, ensucian la comida y lo peor de todo, ¡se llevan a los niños! Sí, sí, con juguetes y golosinas bonitas los engañan y ¡zas!, desaparecen con ellos.
Cuenta la tradición que para mantener a raya a estos duendes, lo mejor es organizar un baile con música bien animada. Parece que eso los espanta y no se atreven a acercarse. Pero aún así, los duendes siguen siendo parte de las historias de Costa Rica, alimentando la curiosidad por lo misterioso y lo sobrenatural. ¿Te imaginas encontrarte con uno? ¡Qué susto!
La Aterradora Bruja de Escazú
¿Alguna vez has escuchado hablar de la Bruja de Escazú en Costa Rica? ¡Es una historia que te pone los pelos de punta! Resulta que hace un montón de años, en el pueblo de Escazú, apareció una mujer misteriosa que llegó como si fuera arrastrada por el viento, ¿te imaginas?
Con el tiempo, la gente empezó a notar que algo raro pasaba con esta mujer. Tenía una mirada que te helaba la sangre y el pelo hecho un desastre. Dicen por ahí que tenía poderes sobrenaturales, ¿eh? Que podía prever el futuro y controlar cosas del más allá.
La cosa se ponía más rara cuando los vecinos susurraban cosas sobre los rituales espeluznantes que la bruja hacía bajo la luz de la luna llena. En su cabaña en lo profundo del bosque, mezclaba cosas extrañas en un caldero, ¡como si estuviera preparando pociones mágicas o algo así!
Y de repente, un día, ¡puff!, la bruja desapareció sin dejar rastro, dejando al pueblo en un silencio de muerte. Nadie sabía qué pasó con ella. ¿Se fue al inframundo o se quedó por ahí rondando como una sombra en la noche?
La leyenda de la Bruja de Escazú sigue atormentando a quien la escucha. ¡Es una historia que te hace temblar! ¿Dónde estará ahora? ¿Acechando en algún rincón oscuro? ¡Ni idea! Pero su recuerdo sigue dando escalofríos a los valientes que se animan a escuchar su historia.
La Tulevieja
¿Has escuchado hablar de La Tulevieja? ¡Es una de esas historias que te ponen los pelos de punta! Resulta que esta leyenda se remonta a la región cerca del río Virilla en Costa Rica, y ha sido contada una y otra vez durante años, ¿te imaginas?
La protagonista de esta historia era una anciana que vivía en una casa desgastada cerca del río Virilla. Lo más llamativo de ella era su enorme sombrero hecho de tule, que siempre llevaba puesto para protegerse del fuerte sol de Costa Rica.
La gente del lugar le tenía miedo, ¡y con razón! Siempre que la veían recogiendo leña cerca del río, decían cosas como: "¡Cuidado con la vieja del sombrero de tule, te puede llevar!". Con el tiempo, la leyenda de La Tulevieja se fue volviendo más y más espeluznante. La gente decía que tenía patas de gavilán y alas de murciélago.
Cuentan por ahí que intentaba atrapar a la gente que había pecado y los desgarraba con sus horribles garras. Pero a pesar de su aspecto aterrador, nunca lograba atrapar a nadie. Sin embargo, un día, el viento se llevó su sombrero de tule y, en un intento por recuperarlo, ¡terminó ahogándose en el río Tiribi!
La historia de La Tulevieja es un claro ejemplo de cómo las leyendas pueden convertir a una persona común en un ser terrorífico que asusta a cualquiera que la escuche. Y su trágico final nos recuerda que, en el mundo de las leyendas, todo puede tomar un giro oscuro y sorprendente.
Los Muerras
La historia de los Muerras es una de esas leyendas de Costa Rica que te ponen la piel de gallina. Se cuenta que estas criaturas siniestras bajaban de las montañas de Tilarán o emergían del Río Frío, ¡incluso se arrastraban desde el Lago de Nicaragua! Son como una versión aún más espeluznante de los Niquiras que se encuentran en la Isla Sagrada Zapatera. ¡Y vaya que han causado terror!
Los Muerras no eran simples monstruos; eran auténticos depredadores de pesadilla. Su apetito insaciable por la carne humana los convertía en una verdadera amenaza. Acechaban a hombres indefensos, masacraban a cualquiera que se cruzara en su camino y secuestraban a mujeres y niños. Se hablaba de escalinatas empapadas de sangre y rituales sanguinarios que helaban la sangre.
Pero incluso en medio de su sed de sangre, una valiente joven logró escapar de la isla sagrada donde residían estos monstruos. Sin embargo, su destino trágico no terminó allí. Después de reunirse con su novio, apodado “Boto”, juró vengarse por el sufrimiento de su amada. A pesar de que ella murió de dolor y desesperación, Boto decidió no enterrar su cuerpo. En cambio, lo ató a una pesada piedra y lo arrojó al río Zapote en plena oscuridad.
Esta acción desencadenó una serie de eventos sobrenaturales. Boto, al llegar a la desembocadura del Caño de Mango en el Río Frío, presenció una aparición inquietante de su amada en el agua. Ella le otorgó poderes especiales y armas mágicas, marcando el inicio de su venganza contra los Muerras.
La historia de los Muerras es una crónica aterradora que se ha mantenido viva en las leyendas de Costa Rica. Es la historia de un valiente amante enfrentándose a seres monstruosos en una lucha que desafía los límites entre la realidad y lo sobrenatural.
La Llorona
Dentro del rico folclore costarricense, se esconde una historia que ha hecho temblar a los corazones valientes durante generaciones: la leyenda de La Llorona.
Esta historia oscura y siniestra tiene lugar en un rincón de Costa Rica, donde una campesina encontraba su paz y felicidad en la naturaleza. Pero en un fatídico verano, su vida dio un giro tenebroso cuando quedó cautivada por la misteriosa belleza y seducción de unas señoritas provenientes de San José, durante su visita a la hacienda de su patrón. Esta obsesión la llevaría a la capital, donde la decadencia y la corrupción eran moneda corriente.
Bajo el influjo del lujo y los pecados de la gran ciudad, la joven campesina se vio arrastrada hacia un abismo de perdición. Cuando se dio cuenta de que llevaba en su vientre el fruto de su pecado, el temor a enfrentar a su familia y a la sociedad la llevó a cometer un acto tan inhumano como escalofriante.
En un momento de desesperación, dio a luz en secreto a una hermosa niñita y, en un acto de perversidad indescriptible, arrojó a su propia sangre a las turbias aguas de un río. La locura se apoderó de su mente de manera inquebrantable.
Desde aquel aciago día, se dice que deambula como un espectro en las sombrías orillas de los ríos, clamando con lamentos desgarradores que congelan la sangre de aquellos que, por azar, tienen el infortunio de escucharla. Esta entidad atormentada se ha convertido en la temida figura de La Llorona, una sombra condenada a buscar eternamente el cadáver de su hija, con la certeza de que tal redención jamás se hará realidad.
La leyenda de La Llorona en Costa Rica sirve como un inquietante recordatorio de cómo la obsesión, el miedo y la corrupción pueden transformar a una persona en una entidad maldita, eternamente atrapada en la oscuridad, perpetuando así su tormento en el folclore tenebroso de esta tierra.
El Aterrador Dueño del Monte
Dentro del folclore costarricense habita una figura que despierta terror: el Dueño del Monte o Viejo del Monte, un ser de horror indescriptible. Se le describe como un gigante de gran tamaño, cubierto de pelo largo y desordenado, con un solo ojo que parece penetrar en el alma de quienes tienen la desgracia de toparse con él. Este espectro acecha los bosques y montañas, lanzando alaridos que estremecen a los viajeros incautos que se aventuran en su territorio.
Según las narrativas folklóricas, el Dueño del Monte es el alma en pena de un cazador que, en vida, mataba animales por placer. Tras su muerte, San Francisco de Asís intercedió ante Dios para que le diera una segunda oportunidad, esta vez como un espíritu protector de los animales, destinado a vengar los excesos desmedidos de los hombres. Posee un poder asombroso, transformando a los animales para defenderlos de los cazadores crueles. Cuando un cazador está a punto de matar a un venado que protege a sus crías, el Dueño del Monte puede convertirlo en un tigre feroz que hace huir al cazador tembloroso.
Las atrocidades del Dueño del Monte no se limitan a los cazadores. A menudo, aquellos que pasan la noche en las montañas descubren al amanecer que sus rifles han sido misteriosamente destruidos y convertidos en inútiles amasijos de metal retorcido. Para evitar sus horrores, los campesinos aconsejan llevar consigo pedazos de tabaco, una de sus debilidades, dejándolos dispersos por el camino. De este modo, el espíritu los recoge, quedando satisfecho y evitando perturbar la caza.
En Guanacaste y Puntarenas, el Viejo del Monte toma otra forma igualmente aterradora: un sabanero de barbas largas y enmarañadas, cabello hasta los hombros, que se presenta en los potreros montado a caballo, agitando una soga en el aire y aterrorizando al ganado con sus espeluznantes gritos. El Dueño del Monte representa la venganza y la protección de la naturaleza frente a la crueldad humana, y su presencia lúgubre es una advertencia a quienes osan transgredir los límites de la montaña y el monte en Costa Rica.
La procesión de las ánimas
En las entrañas de la tierra costarricense se encuentra una historia envuelta en misterio y espiritualidad que ha sido transmitida a través de generaciones. La Procesión de las Ánimas, una de las leyendas más enigmáticas de Costa Rica, nos transporta a un mundo donde lo divino y lo terrenal se entrelazan.
Cuenta la leyenda que, en la víspera del Día de Todos los Santos, las almas de los difuntos regresan del más allá para visitar a sus seres queridos en el mundo de los vivos. La Procesión de las Ánimas es un evento sobrenatural en el que las almas errantes de Costa Rica vagan por las calles silenciosas de los pueblos y las ciudades.
Ataviadas con túnicas blancas que resplandecen bajo la luz de la luna, las ánimas caminan en absoluto silencio, con pasos apenas perceptibles que rozan suavemente el suelo. Aunque su presencia pueda resultar inquietante, no traen consigo ningún mal. Más bien, buscan reconfortar a los vivos y recordarles que la vida es efímera y que el vínculo con aquellos que han partido aún perdura.
La Procesión de las Ánimas sirve como recordatorio de la importancia de honrar a los antepasados y mantener viva la memoria de aquellos que han cruzado al más allá. En esta leyenda costarricense, la línea entre los mundos se desvanece y la espiritualidad se entrelaza con la realidad cotidiana.
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Leyendas de terror hondureñas
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El Sisimite
El relato del Sisimite cuenta la historia de una grotesca y colosal criatura que guarda una sorprendente similitud con otro gigante que deambula por los bosques de Norteamérica, comúnmente conocido como "Pie Grande".
En algunas narraciones, a esta bestia también se le ha llamado Itacayo. Podríamos describir al Sisimite como un ser con la apariencia de un gorila de gran tamaño, aunque su pelaje es considerablemente más espeso.
Se le ha avistado en áreas boscosas profundamente apartadas de la civilización. Se dice que su refugio se encuentra en cavernas huecas y gélidas.
Su dieta se compone principalmente de frutas, y suele salir a pasear durante la noche, deambulando libremente por las montañas de mayor altitud en el territorio hondureño.
Un relato en particular que me llamó mucho la atención acerca de esta criatura, según la tradición, relata cómo el Sisimite se aventura periódicamente hacia las zonas pobladas en busca de la mujer más hermosa del pueblo.
Una vez que la encuentra, la secuestra y la lleva consigo a las montañas más remotas, con la intención de tener compañía. Algunos habitantes de las zonas boscosas me aseguraron que en una ocasión, una joven logró escapar de las garras de la bestia.
Se cuenta que cuando el Sisimite se dio cuenta de la fuga de la mujer, la persiguió sin descanso hasta acorralarla en la orilla de un río. Sin embargo, este obstáculo no la detuvo y nadó a contracorriente hasta llegar al otro lado.
Una vez a salvo, la joven se detuvo para recobrar el aliento mientras observaba cómo la criatura la miraba con ojos llenos de furia.
Por otro lado, se establece una fuerte conexión entre el Sisimite y el dios Chac, figura presente en varios textos que abordan la cultura maya.
El Cristo de Santa Lucía
La leyenda del Cristo de Santa Lucía nos lleva de regreso a los albores del siglo XX, específicamente al año 1900, cuando surgió un caos en las autoridades eclesiásticas que estaban a punto de realizar un intercambio de crucifijos entre el Municipio de Cedros y Santa Lucía.
Después de una exhaustiva investigación, se determinó que, de hecho, los crucifijos estaban en lugares equivocados. En otras palabras, el Cristo de los Cedros se encontraba en Santa Lucía y viceversa.
Preocupada por esta situación, la gente decidió devolver cada crucifijo a su iglesia correspondiente. En enero de 1901, los habitantes de ambos pueblos se reunieron en Tegucigalpa para celebrar un convivio y llevar a cabo el intercambio de las imágenes sagradas.
Los peregrinos de Santa Lucía emprendieron su viaje sin mayores inconvenientes, hasta que llegaron a un lugar conocido como "La Travesía de Tegucigalpa". En ese momento, quienes cargaban el crucifijo se detuvieron abruptamente, afirmando que la imagen pesaba demasiado y era imposible moverla.
A pesar de cambiar a otros hombres para cargarla, todos los esfuerzos por mover la imagen fueron en vano. Curiosamente, cuando intentaban avanzar hacia Tegucigalpa, el Cristo parecía pesar toneladas, pero al retroceder, era liviano como una pluma.
Los habitantes de Santa Lucía interpretaron este evento como una señal de que el Cristo no quería dejarlos. Más tarde, informaron al otro municipio sobre lo ocurrido.
Finalmente, en el lugar donde se detuvieron, se erigió un monumento para conmemorar el suceso, conocido como el "Monumento al Cristo de Santa Lucía", ubicado en el Boulevard Morazán en la ciudad de Tegucigalpa.
La Piedra de Oro
La Leyenda de la Piedra de Oro narra la historia de cuatro hombres que trabajaban incansablemente en la mina de Yuscarán. En un momento, uno de ellos escuchó un sonido extraño, lo que lo llevó a descubrir una roca que no se partía como las demás.
A pesar de su dureza, lograron extraerla con gran esfuerzo y descubrieron que era un trozo de oro macizo, con un peso estimado entre 90 y 100 libras. Al discutir sobre cómo repartirla, el carrito que contenía la roca rodó colina abajo mientras discutían en lo alto de un peligroso barranco.
Desesperados, descendieron rápidamente para recuperarla, pero no encontraron rastro alguno de la piedra. Esta historia se convirtió rápidamente en una leyenda, motivando a muchas personas a emprender expediciones en busca del enorme tesoro.
Hasta la fecha de esta narración, no se tiene noticia de que alguien haya encontrado la misteriosa piedra de oro. Por ello, si eres amante de la aventura, te invitamos a visitar Yuscarán y ser tú quien tenga la suerte de hallarla.
La Mina de Agua Sucia
La Leyenda de la Mina de Agua Sucia cuenta la historia de un hombre en una comunidad cercana al río Cececapa, quien conocía el paradero exacto de la verdadera "Mina de Agua Sucia".
Cada viernes, este hombre salía de su casa y se dirigía hacia ese lugar misterioso. Nadie sabía realmente por qué llevaba a cabo este extraño ritual, pero se rumoreaba que portaba una gallina blanca y velas de cera de castilla, utilizadas en un misterioso ritual para contentar al guardián de la mina.
En una tarde, la hija del campesino decidió seguirlo en secreto, intrigada por sus acciones semanales. Se escondió detrás de unos arbustos y observó cómo su padre llevaba a cabo el ritual.
Repentinamente, de las profundidades de la tierra surgió un torbellino de fuego que casi la envuelve en llamas. Aterrorizada por lo que había presenciado, la joven salió de su escondite.
Su padre la descubrió y la reprendió severamente, advirtiéndole que nunca más debía seguirlo. Después de llevarla de vuelta a casa, el hombre regresó a la Mina de Agua Sucia para continuar con el sacrificio de la gallina.
Lo que la gente ignoraba es que, según las tradiciones hondureñas, aquel que mantuviera feliz al protector de la mina tendría el privilegio de encontrarse cara a cara con el legendario lagarto de oro.
Se dice que este ser mitológico permitía a quienes realizaban los rituales arrancarle un trozo de su cola. En otra versión de esta historia, se afirma que la criatura vivía dentro de la mina y, al igual que las lagartijas, tenía el poder de regenerar su cola a voluntad.
El Comelenguas
El Comelenguas es una leyenda relativamente reciente en Honduras, originada en Nacaome, al sur del país. Según relatos, varios testigos avistaron un ave inusual de gran tamaño sobrevolando las haciendas de la zona, sembrando el pánico entre los lugareños.
Lo que realmente aterrorizó a la población fue el descubrimiento de cientos de reses muertas al día siguiente de la aparición de esta criatura alada. El Comelenguas, como se le conoce, posee una cola de serpiente que utiliza para estrangular a sus víctimas, sin importar su fuerza. Además, después de matarlas, devora sus lenguas de un solo bocado.
Se cuenta que el ganado encontrado sin vida a menudo presentaba las mandíbulas dislocadas, como si hubieran luchado antes de sucumbir ante la bestia.
Este relato guarda similitudes con una historia similar en Brasil, donde se narra la presencia de una criatura parecida al Comelenguas. La leyenda surge en una época marcada por avistamientos de objetos voladores no identificados y extrañas criaturas que se rumoreaba vagaban por los bosques.
Finalmente, se especula que el Comelenguas podría ser un pariente lejano del "Pájaro León", otra criatura que atemorizó las tierras hondureñas en años anteriores.
La Mula Herrada
La Leyenda de la Mula Herrada nos transporta a un tiempo antiguo en Honduras, donde las historias a menudo están teñidas de tragedia. Este relato, clasificado dentro del género del terror, narra la muerte de una joven hermosa en el momento en que se entera del fallecimiento de su madre, a quien una mula había dejado gravemente herida.
Lo más impactante es que la joven, en lugar de socorrer a su madre, la abandonó a su suerte, con casi todos sus huesos destrozados.
Tres días después del entierro de la madre en el panteón municipal, un rayo de luna iluminó el ataúd, y la mujer resucitó. Pero ya no era una humana común, sino una criatura mitad mula, mitad mujer.
Se cuenta que esta entidad, conocida como la Mula Herrada, ha sido avistada por varias personas en las noches, especialmente cerca de los hogares de aquellos que viven en pecado mortal, con la intención de llevarlos a cambiar radicalmente sus vidas.
Esta leyenda se suma a muchas otras que provienen de diferentes rincones de Honduras, enriqueciendo así la cultura no solo de este país centroamericano, sino también de todos aquellos que comparten el idioma español.
Es importante destacar que el propósito de esta narración no es inducir a creer en las criaturas descritas, sino ofrecer una perspectiva que refleja la cosmovisión de generaciones pasadas.
El Cerro Brujo
La leyenda del Cerro Brujo nos lleva a explorar una de las historias más famosas de Honduras. Un cerro, una colina aislada de terreno, pero no cualquier cerro, sino el misterioso Cerro Brujo.
Situado entre las colonias "Estados Unidos de Tegucigalpa" y "El Sitio", este lugar se ha ganado su fama debido a los supuestos eventos paranormales que allí ocurren, llevando a la creencia popular de que está embrujado.
Al conversar con los lugareños, algunos, especialmente jóvenes, consideran estas historias como simples cuentos de miedo, mientras que otros están firmemente convencidos de su veracidad.
Sea cual sea la verdad, el Cerro Brujo se ha convertido en un punto turístico gracias a la difusión de estas leyendas tanto entre los locales como entre los visitantes.
Una de las historias más conocidas es la de la señora Paula Sierra, quien experimentó un evento paranormal en el Cerro Brujo cuando era niña. Aunque han pasado décadas, ella recuerda el incidente con claridad.
Otra anécdota relata cómo un grupo de reporteros que investigaban el cerro se vieron afectados por extraños fenómenos, como escalofríos y la detención de las agujas de los relojes al escalar la colina.
Y por último, Manuel López compartió que los intentos de destruir el Cerro Brujo para construir viviendas han sido frustrados por los fantasmas que habitan en su interior, quienes han impedido su destrucción de diversas maneras.
Los Dos Huerfanitos
La Leyenda de los Dos Huerfanitos narra la trágica historia de dos niños que quedaron solos en el mundo tras la muerte de sus padres. El niño mayor, desesperado por encontrar comida para su hermana menor, se aventuró un día en busca de alimento y descubrió una huerta repleta de árboles frutales.
Aunque encontraron un lugar donde satisfacer su hambre, el dueño de la huerta, que resultó ser el Diablo, se dio cuenta de que alguien estaba robando sus frutos. El chico, inteligente, supo evadir la vigilancia del Diablo hasta que una noche fue sorprendido.
Sin embargo, en lugar de asustarse, el niño decidió contarle su situación al Diablo, quien, impresionado por la historia, les ofreció trabajo y comida a cambio de sus almas. Los niños aceptaron y se convirtieron en esclavos del demonio.
Pero su desesperación por escapar creció cada día, hasta que un día un pajarillo les reveló un plan para engañar al Diablo. Siguiendo el consejo del pájaro, lograron hacer que el Diablo cayera en un pozo lleno de agua hirviente, causando su muerte.
Para escapar de las garras del Diablo, los niños hablaron con un venado y un sapo, quienes les ayudaron a llevar las cenizas del Diablo al otro lado del río. Sin embargo, en el camino, el sapo cayó en la tentación de abrir la jícara que contenía las cenizas, liberando todo tipo de alimañas que lo marcaron para siempre.
Así, la leyenda cuenta cómo la piel del sapo quedó marcada por sus acciones, recordando la astucia de los dos huérfanos para escapar del malvado Diablo.
La Mina Clavo Rico
La leyenda de la Mina Clavo Rico es una de esas historias breves de Honduras que encierran una importante moraleja. Según se cuenta, este rico yacimiento fue descubierto en el año 1585 en Choluteca.
Durante la época colonial, la Mina Clavo Rico fue una de las más explotadas debido a la abundancia de minerales preciosos que se podían extraer de ella. Incluso en la actualidad, sigue siendo objeto de explotación, aunque en menor medida.
Algunos comparan la historia de Clavo Rico con la leyenda del Dorado, un lugar mítico donde las calles supuestamente estaban pavimentadas con oro sólido. Muchos exploradores llegaron a esta región de Centroamérica en busca de esta ciudad dorada, aunque lo único cierto fue que algunos de ellos enviaron pepitas de oro al rey de España, quien las recibió con agrado.
Otra versión de la historia de la Mina Clavo Rico relata que, una vez que los mineros agotaron el oro superficial, decidieron excavar un pozo de más de un kilómetro de profundidad. Después de meses de trabajo, llegaron a una pared infranqueable. Tras numerosos intentos, lograron retirar las rocas y descubrieron un enorme lagarto de oro puro detrás de ella.
El encargado de la Mina, emocionado por el hallazgo, lanzó una amenaza al cielo: "Ni siquiera los ángeles se atreverán a mirarme ahora, pues el brillo de este lagarto los dejará cegados". Luego ordenó a los mineros que sacaran al enorme cocodrilo. Sin embargo, en cuanto lo movieron, el suelo cedió y la Mina se derrumbó, atrapándolos a todos en su interior.
El Timbo
La leyenda del Timbo es un misterio rodeado de especulación, ya que las narraciones provenientes de diferentes partes de Honduras lo describen como un ser que se dedica a profanar las tumbas de los cementerios públicos.
Se dice que su alimento preferido son los restos humanos. Durante las noches, el Timbo se desplaza entre las sombras hasta llegar al camposanto, donde elige cuidadosamente la tumba que más le atrae.
Para llevar a cabo su macabro propósito, busca lugares donde la tierra esté blanda, lo que facilita la extracción de los huesos del féretro después de retirar el exceso de tierra.
Residentes de localidades como Texiguat y Sabanagrande aseguran haber avistado a esta criatura de ojos grandes y rojizos, que se esconde detrás de las lápidas, especialmente en las noches de luna llena.
Las descripciones clásicas del Timbo lo representan como una criatura con pelaje rojizo, capaz de caminar erguida como un ser humano. Además, se dice que sus extremidades superiores, es decir, sus brazos, son extraordinariamente largos. No menos relevante es el detalle de que en lugar de uñas, posee garras grandes y afiladas, perfectas para excavar casi cualquier tipo de suelo.
La Chorca
La Chorca es una de las leyendas más escalofriantes de Honduras, una criatura híbrida entre mujer y lechuza que comparte la misma sed de sangre humana que los vampiros.
Según la tradición, en los pueblos donde los evangelizadores no habían llegado, comenzaban a ocurrir muertes inexplicables de infantes menores de dos años y recién nacidos. La Chorca, vista como una mujer normal durante el día, se transformaba al caer la noche en un demonio alado ávido de hemoglobina.
Sus poderosas alas le permitían desplazarse rápidamente sin fatigarse, y su agudo olfato le indicaba dónde encontrar a los recién nacidos. Una vez localizados, utilizaba una pajilla delgada para succionar la sangre del ombligo de los bebés, dejándolos literalmente "secos", incluso en presencia de sus madres.
La única protección conocida contra este mal era el bautismo de los niños. Además, se decía que los ladridos de un perro grande podían ahuyentarla.
Se cuenta la historia de un leñador que, desafiando las advertencias del pueblo, acudió al llamado de auxilio de una mujer solitaria que era considerada una bruja. Esa misma noche, su esposa estaba a punto de dar a luz. Gracias a la valentía del leñador, logró llegar a tiempo para salvar a su hijo recién nacido de las garras de la "lechuza malvada".
Leyenda del cíclope
La leyenda del cíclope hondureño, similar a otras de su tipo en el mundo, describe a seres gigantescos con un solo ojo, quienes tenían la costumbre de apresar, engordar y finalmente devorar a sus víctimas sin piedad.
En ocasiones, cuando les sobraba carne, la almacenaban en recipientes de vidrio, ya que a veces pasaban mucho tiempo sin encontrar una nueva presa.
Una crónica proveniente de la selva Mosquitia relata la historia de un indígena llamado Julián Velázquez, quien se aventuró a explorar la selva en compañía de un brujo. A mitad del camino, se encontraron con una tribu de extraños seres unioculares. A pesar de intentar huir, los aldeanos los capturaron rápidamente y los encerraron en una choza, alimentándolos más de cinco veces al día.
Trágicamente, el compañero de Julián fue asesinado por los cíclopes. Sin embargo, Julián logró encontrar una forma de escapar. Desde entonces, nadie ha vuelto a verlo. Se rumorea que pasó sus últimos días cerca de la "Laguna Seca", aunque esto sigue siendo especulación.
El Duende
Los gnomos o duendes son una parte fundamental de numerosas leyendas cortas hondureñas, especialmente en las zonas rurales. Si le preguntas a cualquier campesino sobre la existencia de estas criaturas, te dirá que no son simples mitos, sino seres tan reales como él o como tú, solo que de baja estatura.
A pesar de su existencia, son muy pocas las personas que han tenido contacto directo con ellos. Los duendes tienen la tendencia a enamorarse fácilmente de las campesinas jóvenes, aunque prefieren mantenerse ocultos en los bosques. Otra característica distintiva del duende hondureño es su afición por gastar bromas a los humanos. Les gusta jugar travesuras, como lanzar pequeñas piedras hacia los graneros o ensuciar las entradas de las casas, todo con el simple propósito de divertirse.
Sin embargo, se dice que si un hombre ebrio desafía a duelo a un duende, este último se verá en aprietos. Los gnomos, cuando se ven en peleas, triplican su fuerza, lo que resulta en una paliza segura para el individuo desafiante.
El Aullador
No hay evidencia concluyente de que "El Gritón" haya vagado alguna vez por las tierras de Honduras. Sin embargo, la creencia arraigada de que este ser aterrorizaba a la gente con sus aullidos escalofriantes durante las noches tranquilas sigue tan vigente como el día en que surgió por primera vez esta leyenda.
Los agricultores del campo afirman conocer a la perfección los sonidos de todos los animales de la región, lo que les permite afirmar que esos alaridos no se parecen en nada a lo que han escuchado antes.
Otra versión de la leyenda del Gritón sugiere que los sonidos que se escuchan en las noches no son aullidos, sino lamentos provenientes de las almas de hombres que han sido asesinados en los rincones apartados del bosque.
En esta interpretación, el propósito de esas almas no es aterrorizar a los demás, sino encontrar de una vez por todas el descanso eterno.
La Dama de Casamata
Cuenta la leyenda que en los primeros días del Cuartel de Policía de Casamata, las celdas solían estar llenas los viernes, sábados y domingos, principalmente con delincuentes y personas ebrias.
Un día, las autoridades arrestaron nuevamente a Emeterio, un ladrón conocido por sus peleas callejeras. Esta vez, su arresto se debió a una pelea en la que dejó gravemente herido a un joven. Los agentes le advirtieron que si el joven moría, sería trasladado de inmediato a la comisaría central para enfrentar un largo tiempo tras las rejas. Sin embargo, si el joven sobrevivía, solo tendría que pagar una multa y sería liberado.
Emeterio, al comprender la gravedad de la situación, derramó lágrimas, mostrando miedo por primera vez al enfrentar la posibilidad de pasar el resto de su vida entre rejas.
En las celdas de Casamata, no había camas ni catres, obligando a los detenidos a dormir en el suelo. Esa noche, la temperatura descendió drásticamente, llevando a varios detenidos a abrazarse entre sí para combatir el frío.
Fue entonces cuando los presos notaron que a Emeterio le estaba acariciando el cabello una dama ataviada con un vestido de color azul.
Los detenidos comenzaron a gritar:
¡Guardias! Aquí han metido a una mujer. Sáquenla por favor. Los gendarmes llegaron rápidamente, pensando que se trataba de un motín. Revisaron todas las celdas, pero no encontraron nada.
Los días pasaron y la salud del joven herido mejoró notablemente. Posteriormente, Emeterio fue liberado, aunque su libertad no duró mucho, ya que regresó detenido cinco días después por haber insultado a un diputado.
Una vez más, la extraña mujer de cabello azul fue vista por los presos. Al intentar detenerla, la mujer comenzó a flotar y desapareció atravesando varias paredes.
Una semana después, liberaron a Emeterio nuevamente. Sin embargo, nadie estaba preparado para lo que encontró un gendarme en la celda en la que había estado Emeterio por varios días: un antiguo rosario de piedras blancas. El jefe de policía reconoció el objeto como el mismo rosario con el que enterraron a la madre de Emeterio hace más de 20 años, generando aún más misterio en torno a la leyenda de la mujer de Casamata.
El Repartidor de Bulas
En el siglo XVIII, un hombre llegó a la ciudad de "Gracias a Dios" con la tarea de distribuir bulas. Para quienes desconocen su significado, una bula es un documento papal autorizado para ser entregado a los católicos.
La labor de este repartidor era informar a la población de los días en que estaba prohibido consumir carne de res.
El hombre se dirigió al centro del pueblo, donde ese día se celebraba una festividad patronal. Una gran feria estaba en marcha y la mayoría de los habitantes participaban activamente.
El repartidor notó que en una mesa se jugaba una partida de póker. Se unió al juego y todo transcurrió sin problemas hasta que una de las jugadoras, también esposa del alcalde, hizo trampa para ganar.
El repartidor, indignado, la abofeteó por tramposa. Los otros jugadores intentaron golpearlo, pero logró escapar.
Como sucede en cualquier pueblo, los rumores se propagaron rápidamente, y personas que no presenciaron el incidente también buscaron al hombre para castigarlo.
Logró refugiarse en el templo de la Merced, donde los sacerdotes intentaron calmar a la turba enfurecida, advirtiendo que no permitirían una profanación del suelo sagrado.
A pesar de los esfuerzos de los frailes, la multitud irrumpió en la iglesia, causando destrozos. Incluso una piedra golpeó el rostro de la Virgen de las Mercedes.
Finalmente, capturaron al repartidor, quien fue ejecutado en la plaza pública esa misma tarde.
Los sacerdotes, consternados por la violencia, lanzaron una maldición sobre el pueblo que duraría cinco generaciones.
El pueblo permaneció maldito hasta que llegó el sacerdote Manuel Subirana. Tras escuchar la leyenda, ofreció su ayuda para romper el maleficio.
Según él, los habitantes debían exhumar los restos del repartidor y quemarlos hasta reducirlos a cenizas.
Siguiendo las instrucciones al pie de la letra, el pueblo de "Gracias a Dios" se liberó de la maldición.
La Dama del Río
Esta narrativa figura en la cúspide de las leyendas populares de Honduras. Se cuenta que la protagonista, conocida como la "Sucia", era una joven hermosa que ayudaba a sus padres en las labores domésticas, especialmente lavando la ropa en el río.
Con el tiempo, la muchacha se enamoró de un joven de buena posición. Pronto, su novio pidió su mano y los padres de la "Sucia" aceptaron felices, viendo en este matrimonio un futuro seguro para su hija.
El día de la boda transcurría con normalidad hasta que el clérigo solicitó las actas de bautismo de los novios. Para sorpresa de todos, la joven no pudo cumplir con este requisito, ya que nunca había sido bautizada.
Al percatarse de esto, el sacerdote anuló el matrimonio, ignorando las súplicas de los padres. El novio, al descubrir que la muchacha no era católica, la abandonó de inmediato.
La "Sucia" cayó en una profunda depresión, negándose a comer o salir de casa. Se dice incluso que ese día perdió la razón y nunca se quitó el vestido de novia.
Un día, mientras lavaba ropa en el río, escuchó a unas mujeres comentar que su ex prometido estaba a punto de casarse. Esta noticia la devastó y corrió hasta un acantilado, donde se arrojó al vacío sin dudarlo.
Desde entonces, se dice que en las noches de luna llena, una mujer vestida de blanco aparece en las orillas de los ríos en Honduras. No hace daño a nadie, simplemente espera reunirse algún día con su prometido.
La Carreta Encantada
A comienzos del siglo pasado, se encontró muerto a un ganadero dentro de su propia carreta. Este hombre era conocido por su falta de escrúpulos y su propensión a aprovecharse de la bondad ajena.
Por eso, no sorprendió a nadie que su muerte fuera el resultado de varias puñaladas por la espalda. El funeral fue organizado por el ayuntamiento, ya que el hombre no tenía familiares.
Es importante mencionar que la carreta quedó abandonada en el lugar de los hechos durante años.
Con el tiempo, la gente empezó a contar historias sobre cómo la carreta recorría las calles por las noches, sin conductor alguno.
Algunos afirmaban que en ella viajaban almas en pena o espíritus que buscaban aterrorizar a los transeúntes para llevar consigo las almas de los inocentes al averno.
Por otro lado, aunque estas narrativas puedan ser espeluznantes, también se crean leyendas cortas para niños sobre estos temas, con el objetivo de transmitir los hechos sin enfatizar en el terror.
El Piano de Valle de Ángeles
Hace mucho tiempo vivía en el pueblo una amable señora llamada Dolores, conocida por su gran corazón y su habilidad en las artes, especialmente la pintura y la escritura.
Viuda y madre de una única hija, Dolores temía por el futuro de esta última, ya que no heredó su talento artístico. A pesar de sus intentos por enseñarle diferentes habilidades, la joven no mostraba interés en ninguna actividad.
Sin embargo, al acercarse a la adultez, un día la muchacha se sentó frente al piano que había pertenecido a su padre y empezó a tocar con maestría una melodía. Su habilidad para componer música la llevó a abandonar el pueblo y dirigirse a Europa, donde se casó con un hombre de origen alemán y fue feliz durante muchos años.
Lo más curioso de esta leyenda es que en algunas iglesias del pueblo natal de la joven, durante la Nochebuena se puede escuchar la melodía que interpretó por primera vez en el viejo piano de Valle de Ángeles.
Se cuenta que este piano se convirtió en un "amuleto" para encontrar el amor. Las jóvenes solteras que buscaban pareja acudían a la casa de Dolores y pasaban sus manos sobre las teclas del piano, en busca de su "media naranja".
La Casa Embrujada de Santa Rosa de Copán
En Honduras, abundan las leyendas de terror sobre lugares embrujados. Se dice que la mayoría de estas historias son completamente reales, aunque también hay algunas inventadas con el fin de infundir miedo entre los habitantes de ciertos lugares.
Hoy vamos a adentrarnos en la crónica de la casa embrujada de Santa Rosa de Copán. La creencia popular asegura que ninguna persona puede habitar ese domicilio, ya que aquellos que pernoctan allí fallecen al día siguiente de formas inexplicables y misteriosas.
Además, los vecinos relatan que en las noches a menudo se escuchan lamentos provenientes del interior de la casa. Estos alaridos perturban el sueño de todos los que los escuchan.
Se cuenta una versión en la que el domicilio albergaba a huérfanos bajo el cuidado de un cura. Lo extraño es que un día todos amanecieron muertos. No existe ningún reporte periodístico ni policial que corrobore este suceso, lo que aumenta la incertidumbre sobre la veracidad de la historia.
El propósito de compartir esta leyenda hondureña es para que cada quien saque sus propias conclusiones. ¿Crees que es un mito o tal vez consideras que hay verdad en ella?
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La Siguanaba
Esta es la leyenda más conocida en El Salvador. En los tiempos en que las deidades caminaban sobre la tierra, el dios Tláloc se enamoró perdidamente de una joven y bellísima mujer a quien los aldeanos llamaban Sihuehuet (que en castellano se traduce como "Hermosa Mujer").
De este amor nació un hijo. Sin embargo, la gente la consideraba una mala madre, ya que dejaba al pequeño solo en casa para salir a pasear.
Por este motivo, el niño se alimentaba únicamente de ceniza. Tláloc no tardó en enterarse de las acciones de la mujer y su enfado fue tal que le lanzó una terrible maldición.
A partir de este momento, ya no serás conocida por tu nombre anterior, sino que todos te llamarán Siguanaba (es decir, "horrible mujer") -pronunció el dios de la lluvia.
Desde la distancia, la dama parecía hermosa. Sin embargo, cuando algún hombre se le acercaba, su aspecto cambiaba drásticamente convirtiéndose en un horripilante monstruo.
La deidad también la obligó a vagar por los senderos y caminos rurales vacíos, buscando hombres trasnochadores para espantarlos y obligarlos a regresar pronto a casa.
Existe una manera de librarse de la Siguanaba, aunque llevar a cabo este plan sin fallos es sumamente difícil. La víctima que se encuentre cara a cara con ella debe acercarse lo más posible y luego tirarse al suelo cerrando los ojos y estirando uno de sus brazos hasta poder alcanzar uno de los pies de la criatura.
Después de esto, la persona debe jalar con fuerza para hacer que ella caiga. Mientras el espíritu maligno permanece en el suelo, el individuo debe darse a la fuga.
El Cipitío
Según la tradición salvadoreña, la leyenda del Cipitío es una "continuación" del mito anterior, revelándonos la historia del hijo de la Siguanaba.
Al igual que su madre, el Cipitío también se convirtió en una criatura maldita, ya que Tláloc le lanzó un hechizo para que nunca pudiera convertirse en hombre. Es decir, sin importar el paso de los siglos, siempre seguiría siendo un niño.
Los adultos mayores de El Salvador me contaron que en las casas de la gente que tenía chimenea, se decía que de vez en cuando el espíritu de aquel chiquillo aparecía.
El Cipitío no solo disfruta comer la ceniza producida por los maderos quemados, sino que también se deleita revolcándose en ella.
La descripción clásica de él es la siguiente: un niño de baja estatura, con un vientre prominente y extremidades inferiores al revés. Esto confunde a quienes intentan seguirle el rastro, ya que los lleva en dirección opuesta.
A diferencia de su madre, este personaje no hace daño a nadie, aunque de vez en cuando puede realizar alguna travesura inofensiva. Por último, solo queda decir que aunque a esta historia se le han añadido y quitado algunos detalles (dependiendo principalmente de la época), sigue conservando su esencia original.
El Cadejo
El Cadejo es una de esas historias que trascienden las fronteras de un lugar específico en Centroamérica, como en el caso de El Salvador, y se encuentran versiones del mismo relato en otras regiones, como México.
Se trata de una leyenda de origen indígena que sostiene que los perros son los acompañantes ideales para guiar al recién fallecido hacia la tierra de los muertos.
Sin embargo, con la llegada de las tropas españolas a Mesoamérica, este mito comenzó a evolucionar. En versiones posteriores, se utiliza esta leyenda para ilustrar claramente el contraste entre el bien y el mal.
Los Cadejos son perros fantasmas más grandes de lo habitual y generalmente se les ve en parejas. Uno de ellos es de color blanco, mientras que el otro tiene el pelaje completamente negro.
El Cadejo blanco, con ojos azulados, simboliza la luz del paraíso. Si este perro guía el alma de un difunto, encontrará el descanso eterno fácilmente, sin obstáculos en su camino hacia su destino final.
Por otro lado, si aparece el Cadejo negro durante el trayecto, es necesario tomar precauciones, ya que este perro se asocia con el infierno. Su principal misión es llevar almas inocentes al averno para satisfacer a Satanás.
Para protegerse de este espíritu maligno, los salvadoreños solían quemar incienso, conocido como Sahumerio en ciertas regiones del país.
Un consejo que podemos darte es que, si decides pasear por el campo, intentes regresar a casa antes de que se ponga el sol, ya que a veces los Cadejos andan sueltos.
La Carreta Bruja
Cuenta la leyenda que, desde tiempos pasados, en algunos pueblos de El Salvador, cuando el reloj marca las 12:00 de la noche, se puede escuchar con claridad el rechinido de las ruedas de una carreta que atraviesa las solitarias veredas a toda velocidad.
El relato que compartiré hoy me lo contó un querido amigo. Según él, un hombre había ido a visitar a unos parientes. Tan absorto estaba en la reunión que perdió la noción del tiempo, abandonando la casa casi a medianoche.
A pesar de caminar por un sendero oscuro, no sintió temor, ya que desde pequeño había estado acostumbrado a pasear únicamente bajo la luz de la luna.
Avanzó sin preocupaciones hacia su hogar hasta que de repente escuchó el chirrido de las ruedas de un carruaje.
¿Quién podría ser a estas horas de la noche? -le preguntó el hombre a su perro.
Continuó su camino, aunque el sonido de la carreta se hacía cada vez más fuerte. Justo cuando pasó frente al cementerio municipal, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se persignó.
Ya casi llegaba a su casa cuando de repente sintió un escalofrío, ya que escuchó a los animales de la granja aterrorizados.
De repente, como un destello, vio pasar la Carreta Bruja frente a sus ojos. El cochero tenía la cabeza cubierta de zacate y del interior del carruaje solo se podía ver un extraño resplandor rojizo.
Lo más confuso de esta leyenda es que el hombre no recordaba cómo llegó a su casa ni por qué estuvo postrado en la cama durante más de tres días, con fiebres superiores a los 40°C.
La Ciguanaba
Algunos afirman que la leyenda de la Ciguanaba es exactamente igual a la de la Siguanaba (que, por cierto, ya está incluida en esta compilación). Sin embargo, después de revisar varias fuentes, nos dimos cuenta de que existe un relato distinto al anterior.
Quizás la confusión en la población se debe al hecho de que, en ambas crónicas, no solo el nombre es prácticamente idéntico, sino que también comparten varios elementos en común.
A continuación, comenzaremos a relatar esta leyenda para que puedas compararla con la otra.
En esta historia, nos encontramos con una bella mujer que era pretendida por un cacique. Sin embargo, la joven estaba completamente enamorada de otro hombre.
Esto enfureció al poderoso hombre, ya que ninguna otra chica del pueblo se había atrevido a rechazarle. Enfurecido, fue al domicilio de la joven, la raptó y la encerró en una cueva.
Mientras tanto, al prometido de la muchacha, lo golpeó y finalmente lo arrojó al río para que se ahogara.
Después de innumerables intentos, la mujer logró escapar de su encierro y encontró a un chamán, quien le entregó una pócima para que se convirtiera en un ser inmortal.
Desde ese día, la gente de los pueblos cercanos al río jura que por las noches una mujer vestida de blanco se pasea por la orilla, buscando el cuerpo de su amado.
La Leyenda del Padre sin Cabeza
Según lo que sabemos, existen dos versiones distintas de la leyenda del Padre sin Cabeza. En la primera, se cuenta que un sacerdote se enamoró de una mujer y abandonó la Iglesia para casarse con ella.
Desde el punto de vista de la Iglesia, este acto significaba que el pobre cura estaría condenado al pecado mortal por toda la eternidad, al romper sus votos de castidad para contraer matrimonio.
En la segunda versión de la leyenda, relacionada con el sacerdote decapitado, la gente mayor asegura que hace mucho tiempo hubo una fuerte revuelta en El Salvador y que uno de los padres de la Iglesia convenció al pueblo para que se levantara en armas contra el gobierno colonial.
Hubo numerosas batallas en las que el cura salió victorioso. Sin embargo, en una de las últimas escaramuzas, el ejército español logró capturar a los rebeldes y el padre fue condenado a muerte.
Además, en esta narración se enfatiza que el alma del sacerdote sale todos los viernes del año de la Iglesia del Rosario para recorrer las principales calles de la ciudad.
Por otro lado, no solo se ha avistado al Padre sin Cabeza en la capital, sino también en poblaciones como Santa Ana o Cojutepeque.
El Caballo Negro
Aquellos que se han encontrado cara a cara con el Caballo Negro han sufrido toda suerte de desgracias. Se dice que este animal no es otro que el mismísimo Diablo, solo que disfrazado.
Satanás, siendo un ser mitológico de gran astucia, no se presenta frente a los mortales como una criatura fea o una bestia salvaje. Por el contrario, se transforma en un bello corcel de pelaje oscuro.
Durante el siglo pasado, muchos de los hacendados más adinerados de El Salvador desaparecían en las noches de luna llena. Sus familiares los buscaron durante mucho tiempo, hasta que, sin explicación alguna, encontraron sus restos esparcidos en los potreros.
Uno de los detalles más intrigantes de este relato es que, en el interior de los cuerpos, no se encontraron músculos ni huesos, sino solamente zacate.
Es importante recordar que en los mitos antiguos, los ancianos creían que cuando una persona enfrentaba dificultades financieras o problemas de salud, podían invocar al diablo para obtener ayuda. Cuando Belcebú era convocado desde lo más profundo del averno, se formaba un gran remolino en el lugar de la invocación.
Luego, aparecía un hermoso potro negro, montado por un jinete elegantemente vestido. Este individuo cumplía algunos deseos de los desafortunados, pero a cambio, sus almas pasarían directamente al infierno sin posibilidad de absolución una vez que se cumplía el contrato.
El plazo máximo que el jinete daba a sus víctimas, bajo ninguna circunstancia, era mayor de siete años. Tal vez por esta razón, ese número siempre ha sido asociado con la "mala suerte". Si no me crees, solo recuerda lo que dice la gente cuando rompes un espejo por accidente.
La Descarnada
Sabemos que existe una versión "azteca" de esta leyenda, pero nos centraremos en la versión que encontramos en las fuentes salvadoreñas que revisamos antes de redactar este texto.
En el camino que va desde Santa Ana hasta Chalchuapa, la gente afirma que se aparece una mujer de aspecto aterrador.
Sin embargo, hay quienes aseguran todo lo contrario, afirmándo que la misteriosa dama posee una belleza sin igual. Suele pasearse por los caminos poco transitados, vistiendo ropa moderna y provocativa, con el objetivo de atraer a conductores solitarios para que se detengan y la ayuden.
Cuando una víctima detiene su automóvil, ella se acerca con paso pausado y le pide al conductor que baje la ventanilla del copiloto. Acto seguido, la "Descarnada" solicita ser llevada al pueblo más cercano, alegando miedo de caminar sola en la noche.
Una vez dentro del vehículo, la mujer comienza a mirar fijamente a los ojos del conductor, con la intención de hacerle perder el control y estrellarse contra una barrera de contención.
Cuando esta táctica falla, la mujer sugiere que se detengan para contemplar la luna y las estrellas por unos minutos. Aprovecha ese momento para besar apasionadamente a sus víctimas.
De repente, los hombres empiezan a percibir un olor nauseabundo y notan que la piel y la carne de la mujer se desprenden, dejándola convertida en un esqueleto literal.
Se dice que los desafortunados conductores que han sufrido el ataque de la Descarnada nunca vuelven a recuperar la razón, ya que sus mentes quedan seriamente dañadas para siempre.
Se desconoce si esta mujer fue una bruja o simplemente una víctima que fue asesinada en la carretera y ahora busca venganza. Así concluye una de las leyendas de terror salvadoreñas más espeluznantes.
El Duende
Un día, Graciela, una joven cortejada por todos en el pueblo, estaba desayunando frijoles con tortillas cuando un trozo de pared cayó sobre su comida. A pesar del incidente, ella ignoró el suceso y continuó disfrutando de su desayuno hasta que su abuela llegó y le contó lo ocurrido.
La anciana, al escuchar las desventuras de su nieta, la miró y le dijo:
Realmente, Graciela, ¿por qué todas las desgracias del mundo te ocurren a ti? Más tarde, mientras lavaba los platos, Graciela sintió caer un poco de tierra del techo, pero siguió como si nada hasta completar todas las tareas que su abuela le había encomendado.
Cuando terminó, se sentó a leer una revista hasta la hora de la siesta. A las 7:00 de la noche, una teja cayó cerca de ella, convirtiendo el ladrillo en polvo y dejando una marca en el piso que sorprendió a todos los presentes, incluyendo a sus padres, su abuela y una vecina.
Indignado, el padre de Graciela se levantó y preguntó quién estaba quitando las tejas del techo. Graciela compartió lo que le había pasado durante el día, pero nadie sabía qué pensar.
Esa noche, un grito de Graciela encendió las luces de la casa. Su padre, armado con un palo, buscó a intrusos por toda la propiedad, pero no encontró a nadie.
Más tarde, un fuerte ruido resonó en la casa, como si los trastos en la alacena se hubieran caído. Nadie pudo dormir después de tantos sustos.
Por la mañana, notaron algo extraño: el agua en la pileta para bañarse estaba tibia, algo inusual para esa época del año.
El misterio se resolvió cuando el padre encontró extrañas huellas en la tierra, similares a las que deja el duende, un personaje de las leyendas salvadoreñas. Según los historiadores, el duende se enamora de las chicas más bonitas del pueblo y les juega "travesuras" hasta encontrar algo negativo en ellas.
La Flor de Amate
En las provincias salvadoreñas, se cree que el árbol de Amate guarda un misterio especial. Una de las leyendas sugiere que quien se siente a su sombra será espantado por un espíritu durante la noche. Sin embargo, entre todas las historias conocidas, la que habla sobre la flor de amate merece especial atención.
Según la gente, esta flor solo es visible para los niños y las personas sordomudas. A veces, se aparece en las noches de luna llena, y para atraparla se necesita un pañuelo blanco. Dicen que si la envuelves en él, la flor nunca se escapará.
Quienes logran atraparla disfrutan de un largo período de buena suerte, pero deben cuidar de que la flor no desaparezca, ya que junto con ella se irá la fortuna.
El secreto para atraparla radica en estar en el lugar exacto donde caerá la flor, en el momento preciso: a las 12:00 de la noche.
En otras versiones, se dice que para obtener la flor de amate, uno debe desafiar a Satanás a una pelea. Si el desafiante gana, se le concederán todos sus deseos y una vida larga y plena. Pero si es derrotado, su alma será llevada al infierno por toda la eternidad.
Como dato curioso, este árbol solo crece en las zonas geográficas de El Salvador donde hay una temperatura cálida durante la mayor parte del año.
Chasca del Agua
Esta leyenda nos transporta a tiempos antiguos en "Barra de Santiago", donde vivía un jefe indígena conocido por su maldad y riqueza. Este hombre ya había concertado el matrimonio de su hija, Chasca, con el príncipe de una tribu vecina.
Un día, mientras Chasca paseaba por la playa, conoció a Ayacetl, un apuesto pescador. Entre ellos surgió un amor instantáneo, pero el padre de Chasca no aprobaba esta relación, ya que había arreglado un matrimonio para ella.
A pesar de la oposición de su padre, Chasca se encontraba con Ayacetl cada mañana en la playa, donde él la esperaba en su balsa y le dedicaba dulces canciones de amor.
Sin embargo, el padre de Chasca descubrió el romance y, en un trágico giro, Ayacetl fue asesinado por una flecha mientras esperaba a Chasca en la playa. El mar se tiñó de rojo con su sangre, y Chasca, presa del dolor, decidió unirse a él en la muerte.
Atándose una pesada piedra a la cintura, se adentró en el mar y nadó con todas sus fuerzas hasta que las olas la arrastraron hacia lo más profundo. Desde entonces, los pescadores de la zona cuentan que en las noches de luna llena, se puede ver a una mujer vestida con un traje de plumas blancas surcando el mar en una canoa del mismo color.
Así, en la actualidad, la gente de Barra de Santiago sigue recordando la historia de Chasca, la diosa del agua.
El Justo Juez de la Noche
El Justo Juez de la Noche es un personaje legendario muy conocido en las historias salvadoreñas. Se dice que se manifiesta a aquellos que transitan por los caminos rurales durante las madrugadas.
Quienes afirman haberlo visto describen a un jinete vestido de negro, montando un caballo también negro y llevando un látigo en su mano derecha. Este individuo castiga a cualquier persona que se cruce en su camino, incluso si no han cometido ningún pecado.
Algunos aseguran que el jinete es de baja estatura y carece de cabeza, aunque esta característica no es evidente a simple vista. Un denso humo que emana de su traje oscurece todo a su alrededor.
Se cree que esta leyenda se originó durante la época colonial española en El Salvador, cuando el virrey ordenaba mantener los caminos despejados durante la noche.
Por lo tanto, la gente empezó a creer en la historia de un jinete que aparecía para castigar y advertir a los trasnochadores. La justicia del juez era implacable, ya que todos recibían la misma cantidad de golpes, sin importar la gravedad de su falta, desde el robo hasta simplemente beber en exceso.
La Cuyancúa
La Cuyancúa es una criatura terrorífica, una mezcla entre víbora y cerdo. En la cultura maya, era considerada el mensajero de las lluvias, indicando la llegada de temporales cuando se acercaba.
Principalmente avistada en la región norte de Izalco, su presencia era anunciada por temblores y un escalofriante chillido durante las tormentas. Incapaz de caminar, se arrastra moviendo la tierra a su paso. Los ancianos aún rezan al escucharlo, previendo fuertes tormentas.
Hoy en día, esta leyenda es un atractivo turístico en el balneario de Atecozol, donde se dice que reside la Cuyancúa. Algunos relatos sugieren que no solo predice desastres naturales, sino que también puede crear manantiales, pues al recostarse en terreno seco, brota agua cristalina.
¿Prefieres la versión que anuncia desastres o la que crea nuevas fuentes de agua?
Nuestra Señora de Santa Ana
La leyenda relata cómo un grupo de indígenas se dirigía en peregrinación hacia el pueblo de Santa Ana, llevando consigo una imagen religiosa. La noche cayó inesperadamente, obligándolos a pasar la noche en el sitio, resguardándose bajo una gran ceiba en lo que antes era conocido como Sihuatehuacan.
Al amanecer, los peregrinos intentaron continuar su camino, pero se encontraron incapaces de levantar la imagen del suelo, como si estuviera adherida al lugar por una fuerza divina. Una mujer sugirió erigir una capilla en el mismo sitio, interpretando el hecho como un deseo celestial.
Otra versión de la leyenda de Nuestra Señora de Santa Ana narra un suceso durante la "Revolución del 44", cuando un ejército agotado y desarmado estaba a punto de rendirse. En ese momento, una hermosa mujer se les acercó llevando un bulto en su delantal. Sacó un cántaro de agua y les dio de beber a todos, lo que milagrosamente cambió el curso de la batalla a su favor.
La Mona Bruja
Con esta breve narración, concluimos la recopilación de leyendas salvadoreñas. Según la creencia popular antigua, las "Monas" eran hechiceras capaces de transformarse en criaturas similares a los chimpancés, pero del tamaño de orangutanes, mediante rezos y conjuros.
La Mona Bruja se destacaba entre ellas, siendo capaz de correr a gran velocidad y saltar entre las copas de los árboles para sorprender y atacar a sus enemigos. Sus combates eran aterradores, acompañados por risas escalofriantes que paralizaban de miedo a quienes los presenciaban.
Los pocos afortunados que lograban escapar de estas bestias quedaban marcados para siempre por el terror vivido.
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Leyendas de Terror de Bolivia
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La novia sin cabeza
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
El Barrio de San Benito en Potosí, Bolivia, destaca como una de las comunidades mineras más reconocidas en este famoso poblado. Hace muchos años, aconteció aquí un hecho tan macabro y sangriento que, hasta el día de hoy, permanece grabado con fuerza en las mentes de los lugareños.
La historia cuenta que tiempo atrás, vivía en El Barrio una jovencita hermosa pero muy pobre, llamada María. Esta muchacha se había enamorado de Rufino, un joven que no tenía mucho que ofrecerle, excepto su amor desinteresado. A pesar de amarlo, a María le aterraba la idea de vivir en la pobreza, razón por la cual no se decidía a fijar una fecha para la boda.
Al ver la aflicción de su amada, Rufino decidió viajar a Argentina para buscar fortuna y ofrecerle las comodidades que ella anhelaba.
—Cuando regrese, seré tan rico que no habrá ningún problema para casarnos. Hasta entonces, espera por mí, María, que te prometo que volveré.
María aseguró que lo esperaría. No obstante, pasaron los meses y luego más de un año sin noticias de su prometido.
Para entonces, la chica había captado la atención de un hombre rico pero poco atractivo y considerablemente mayor que ella. Este inesperado pretendiente la acosaba diariamente para persuadirla de ser su esposa. Aunque a María le repugnaba la mera idea de besarlo, finalmente accedió, cegada por la desesperación de no saber nada de Rufino y por su aversión a la pobreza.
En el día de la boda, María se encontraba preparándose para ir a la iglesia. Ya tenía puesto su vestido blanco de novia, así como las flores que llevaría al altar. Se miraba en el espejo con los ojos cargados de tristeza.
Pensaba en Rufino y en lo que podría haber sido si tan solo hubiera regresado.
De repente, escuchó que alguien entraba en la habitación. Se volvió y se quedó inmóvil al ver al susodicho, mirándola fijamente, con un hacha en las manos. María experimentó una mezcla de miedo, felicidad y confusión que la dejó inmovilizada.
—¿Rufino?
El joven levantó su hacha sin decir palabra y la decapitó limpiamente, manchando su traje nupcial de sangre. Luego huyó y nunca más lo volvieron a ver en Potosí. Todos en la comunidad quedaron impactados al descubrir el horrendo crimen.
Años después, el lugar de la tragedia fue demolido y en su lugar se construyó un colegio. Una noche, la portera encargada de vigilar el lugar se quejó aterrorizada, asegurando haber visto a una mujer vestida de novia, sin cabeza, deambulando por los pasillos del edificio. Tuvieron que darle la razón cuando algunos profesores y alumnos confesaron ser testigos de la misma macabra aparición en ocasiones.
Se trata del alma de María, que sigue penando por haber traicionado a su único amor. A veces se la oye llorar al ponerse el sol. En otras, parece desesperada por encontrar su cabeza.
La esposa del condenado
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
El esposo de María, una mujer modesta, llevó una vida sumamente licenciosa. Fumaba, bebía, salía de parranda con sus amigos. Mientras su pobre mujer hacía lo posible por cuidar la casa y a sus hijos, este hombre se metía en todo tipo de problemas. Finalmente, murió a causa de esta rutina caótica, dejando a su familia sumida en la más profunda miseria.
María no sabía qué hacer para salir adelante.
Un día, sus vecinos le dieron una macabra noticia:
—María, fíjate que por ahí anda un hombre que se parece mucho a tu esposo, preguntando por ti. No pudimos verlo bien porque mantenía la cabeza inclinada y su voz era muy ronca.
Muerta de miedo, María les preguntó qué podía hacer, temiendo que fuera el difunto que había regresado desde la tumba. Los vecinos le aconsejaron que llevara siempre consigo un espejo, un jabón y un peine. Y así lo hizo.
Cierta tarde, María volvía caminando a su casa cuando escuchó que alguien la llamaba. Al voltear, vio a un desconocido que se parecía mucho a su esposo siguiéndola, con la cabeza gacha. Rápidamente echó a correr y él fue tras ella. Tiró entonces el espejo entre ambos, el cual se convirtió en un mar inmenso, impidiendo que el condenado pudiera cruzar.
María se salvó.
Al día siguiente, la historia se repitió. El condenado fue detrás de la mujer y ella arrojó ahora el jabón, que se transformó en un gran pantano que el difunto no pudo evadir.
María se salvó por segunda ocasión.
Al siguiente día, el condenado volvió a perseguirla. María lanzó el peine, que se convirtió en un espeso bosque plagado de espinas.
María se salvó por tercera vez.
Lamentablemente, el condenado no se rendía y María tuvo que ir a ver al cura para obtener una solución definitiva.
—Mantente siempre rodeada de niños —aconsejó él—. Los niños son como los ángeles del Señor. Ningún espectro puede acercarse a ellos.
Desde ese instante, María decidió no separarse de sus hijos. Pero aun así, una noche el condenado fue a buscarla. Se apareció en un rincón de su casa, asustando a los pequeños y poniéndole a ella la piel de gallina.
—Por favor, no me tengas miedo, no voy a hacerte daño —le dijo él—. He regresado porque no puedo descansar en paz después de todo lo malo que hice en vida. Ahora necesito mostrarte algo. Sígueme.
La mujer fue tras él hasta el patio de la casa, donde el fantasma le dijo que se pusiera a cavar. Bajo el suelo, encontró enterrado un pequeño cofre lleno de oro y joyas. En el momento en que fue desenterrado, su esposo se desbarató convirtiéndose en polvo. Finalmente, había hecho algo bueno por su familia y ahora podría hallar el descanso eterno.
María y sus hijos vivieron sin preocupaciones el resto de sus vidas.
El féretro
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta es una de las leyendas de terror más estremecedoras de Bolivia. La historia se remonta a poco después de la época de la Conquista, cuando los españoles ya estaban asentados en Sudamérica. Cuentan que por aquel entonces, llegó al país una familia proveniente de España, conformada por el matrimonio y cinco hijos, todos con la esperanza de enriquecerse.
Para ello, el padre invirtió todos sus ahorros en las prósperas minas del Potosí, de las cuales se extraían diariamente metales preciosos. Al principio, las cosas fueron viento en popa para la familia; la industria minera estaba dando sus frutos y ya se habían construido una casa preciosa. Contaban con un buen número de sirvientes para atenderlos y se podían permitir todos los lujos de la época. Hasta que un día, la desgracia tocó a su puerta.
La hija más pequeña de la familia enfermó gravemente. Había contraído sarampión, una enfermedad que hoy en día ha sido prácticamente erradicada, pero que en ese entonces era casi una sentencia de muerte.
Sus padres contrataron a los mejores médicos para ayudarla, en vano. La niña murió tiempo después, y tanto sus padres como sus hermanos quedaron devastados. Como si eso no fuera suficiente, sus negocios se fueron a la quiebra y su antigua vida de riqueza quedó en el pasado. Derrotado, el padre decidió que regresarían a España para comenzar de nuevo.
Antes de marcharse, le dio a su hija cristiana sepultura y la colocó en un féretro de madera, que enterró cerca de las minas. El cuerpo de la pequeña descansaría en tierras bolivianas.
La familia volvió a España, y a los pocos días, los trabajadores de la mina no tardaron en darse cuenta de que algo muy macabro sucedía por las noches. Primero, algunos de ellos aseguraron haber visto un féretro en llamas que se deslizaba desde las minas hasta la estación de trenes. Allí se quedaba toda la noche hasta que el sol comenzaba a salir. Entonces regresaba a toda velocidad hasta las minas antes de que el primer rayo de luz lo alcanzara.
Resultaba curioso ya que, cuando la familia española aún vivía allí, el padre siempre salía desde el Potosí hasta La Paz, capital de Bolivia, abordando el tren a medianoche.
Otros empleados decían haber escuchado las risas de una niña, cuya silueta deambulaba por los corredores de la mina, poniéndoles los pelos de punta. Los más escépticos siempre creían que se trataba de la hija de alguno de los mineros, pero esta sospecha se desvaneció al comprobarse que ninguno había engendrado a una niña.
El tiempo pasó, y el misterio del féretro de las minas se convirtió en una leyenda descalificada por muchos. Aún hoy en día, existen visitantes que aseguran haber escuchado a la pequeñita, haber visto su aura a lo lejos o bien, haberse encontrado con un misterioso ataúd en los rincones, que desaparece en solo cuestión de segundos.
La Viuda Alegre
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Martín era un muchacho bastante tímido y reservado, que casi nunca salía de su casa. Pero aquella noche, sus hermanos lo convencieron de ir con ellos a un baile que se celebraba en el pueblo. Cuando llegaron, todo era música y algarabía. Los parientes de Martín no tardaron en sacar a bailar a unas jovencitas, pero él se quedó en un rincón, aburrido y con ganas de marcharse.
Fue en ese momento cuando una mujer muy atractiva se le acercó. Tenía ojos grandes y negros como su cabello, una piel blanca como la leche y una linda sonrisa.
—¿Por qué estás aquí tan solo? ¿No te gusta bailar? —le preguntó.
—No, la verdad es que solo vine para acompañar a mis hermanos.
—A mí tampoco me gustan mucho las fiestas, ¿vamos afuera para platicar?
Martín aceptó, entusiasmado porque era la primera vez que conversaba con una joven tan atractiva. Charlaron por horas, rieron y él se sintió enamorado de aquella bella desconocida. Luego, repentinamente se besaron y él se dijo que aquella era la mejor noche de su vida.
—Ya va a ser medianoche y tengo que regresar a casa —dijo ella.
—Yo te llevaré, a estas horas no es seguro que una señorita ande sola por el camino.
Subieron los dos al caballo de Martín y tan pronto como la mujer estuvo en la silla de montar, el equino se puso a relinchar nervioso, como si le hubiera caído encima alguna clase de alimaña. El muchacho intentó controlarlo y se disculpó por el temperamento del animal.
—No te preocupes. Llévame al cementerio por favor, que ahí es donde está mi casa —le dijo ella.
—¿Al cementerio? Pero si ahí no hay nada más que tumbas.
La chica insistió y Martín se dirigió hasta el camposanto, pensando que tal vez la muchacha vivía por el rumbo. Durante el camino, un silencio espectral se hizo entre ambos. El joven quería hacer conversación, pero cada vez que intentaba decir algo, las palabras morían en su garganta y se impedía voltear; como si algo dentro de sí le advirtiera que siguiera con la vista en el camino.
Finalmente, a lo lejos, divisó el cementerio.
—Ya vamos a llegar, ¿quieres que te acompañe hasta tu puerta?
Por toda respuesta, la chica emitió un grito lastimero y aterrador, que paralizó por completo a su acompañante. Sudando frío, Martín miró por encima de su hombro… y se dio cuenta de que detrás de él ya no montaba su amada, sino un esqueleto con ojos de fuego, que reía de forma gutural.
El caballo volvió a encabritarse y Martín cayó al suelo, aterrado. Lo último que vio antes de quedarse inconsciente, fue al espectro alejándose con rumbo al cementerio. Sin saberlo, había conocido a la Viuda Alegre, un ser que salía de su tumba todas las noches para matar a los inocentes de un susto.
Cuando sus hermanos lo encontraron a la mañana siguiente, tirado en el camino, no había nada que hacer. El pobre estaba muerto.
Los fantasmas del Hospital de Clínicas de La Paz
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Muchas son las cosas que se cuentan acerca del Hospital de Clínicas, el más antiguo de la ciudad de La Paz, Bolivia. Este edificio ubicado en el complejo de Miraflores, alberga secretos que a más de uno le han puesto la piel de gallina. Y es que se dice que después de tantos años, son varios los pacientes que se niegan a abandonar el lugar, a pesar de que ya estén muertos.
Eloy Ticona es quien mejor puede dar fe de ello. Durante 25 años, este hombre ha fungido como portero del hospital, por lo que ha escuchado innumerables historias y anécdotas. Y también ha visto cosas.
Cierta noche, Eloy se encontraba recorriendo como de costumbre los pasillos del hospital, cuando vio pasar a pocos metros, justo por el jardín, la figura de una mujer alta y delgada, toda vestida de negro. Lo primero que pensó fue que se trataba de una de las enfermeras de planta, a las cuales ya conocía muy bien.
—¿Mercedes? ¿Es usted?
La mujer no le respondió. Simplemente entró al hospital y se deslizó a lo largo de un corredor, ingresando a la habitación de un enfermo. Intrigado, Eloy decidió ir tras ella. Con mucha discreción abrió la puerta, encontrándose con que no había nadie en la habitación, a excepción del paciente que se removió en su cama.
—Disculpe, me pareció ver a entrar a una enfermera aquí.
—No, le aseguro que nadie ha venido desde hace varias horas.
Eloy le dio las buenas noches y se retiró a seguir con su jornada, extrañado. Desde entonces, admite que las apariciones no han dejado de repetirse, aunque ahora más que miedo, le causan una rara curiosidad.
Aquella ocasión, por cierto, no fue la única en la que vio a la mujer de negro. Varias noches más tarde volvió a aparecer, visitando a otros enfermos. Tras comentar esta situación con algunos médicos y enfermeras, el vigilante llegó a la conclusión de que quizá se trataba de la Viuda del General, un fantasma muy conocido dentro de la clínica.
Sin embargo, él no es el único que ha sido testigo de este tipo de espectros.
Teresa Aguilar, doctora encargada del área de Neonatología, afirmó haber visto a una enfermera de capa azul que se movía por el área pediátrica, y a la cual no pudo reconocer. Sobre todo, porque su uniforme era indiscutiblemente de otra época.
Ella recordó entonces la leyenda de la enfermera fantasma, una muchacha que en vida se había destacado por el cariño y dedicación con los que cuidaba a los niños enfermos. Apenas unos cuantos segundos de haber presenciado la aparición, Teresa escuchó las risas de varios pequeños en el pasillo superior; una zona que, ella sabía, se encontraba vacía.
—Me estoy volviendo loca —se dijo, antes de retirarse a su oficina pensando que estaba sugestionada.
A la mañana siguiente, no la tranquilizó el recibir la queja de una empleada del hospital.
—A ver si alguien calma a esos niños, no hace gracia que estén riendo tan tarde en la noche.
Los duendes
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Cuando era pequeño, mi abuela me habló sobre los duendes. No esas criaturas pequeñas y generalmente amistosas que vemos en los cuentos y películas, sino los duendes reales. Ella dice que estas criaturas son las almas de los niños muertos, que no fueron bautizados antes de nacer. Tienen ojos grandes y muy brillantes, que no parecen de este mundo y sus pies están al revés. De esta manera, pueden engañar a las personas haciéndoles creer que caminan en cierta dirección, cuando en realidad se están dirigiendo en sentido contrario.
Otra característica inconfundible de los duendes es que, a simple vista, tienen rostros angelicales y hermosos. Solo cuando los miras más de cerca, revelan su verdadera naturaleza, transformando sus rasgos en los de un demonio.
—Cuando un niño muere sin haber recibido el bautismo, su alma queda atrapada en un cuerpo diferente —me dijo mi abuela—. Se convierten en duendes y se dedican a robar a otros niños para llevarlos a lo más profundo del bosque. Nadie sabe qué hacen con ellos. Pero usan todo lo que esté a su alcance para lograr secuestrarlos: juguetes, dulces, canciones. Por eso debes tener mucho cuidado, mi niño, y no alejarte demasiado cuando salgas de casa.
Aquí es donde comienza la parte escalofriante de esta pequeña historia. Yo tenía seis años cuando ocurrió. Estaba jugando en el jardín de mi casa después de conversar con la abuela. Ella preparaba el almuerzo y de vez en cuando, me veía por la ventana.
De pronto, alguien llamó mi atención susurrando mi nombre. Alcé la mirada y lo vi.
Allí, entre los arbustos, un pequeñín me miraba con interés. Tenía un rostro pálido y muy dulce, aunque había algo extraño en sus ojos, negros y demasiado grandes.
—¿Quieres venir a jugar conmigo?
—¿Quién eres?
El chiquillo sonrió de una manera que me dio escalofríos. Algo no andaba bien ahí, pero yo no sabía lo que era, a ciencia cierta…
—Si me acompañas, podemos comer dulces, tengo juguetes nuevos que te van a gustar.
Por alguna extraña razón, aunque desconfiaba, no pude evitar ponerme de pie y comenzar a andar hacia él. Además, la propuesta sonaba tentadora. Pero mi intuición no dejaba de advertirme que estaba en peligro…
Miré hacia abajo y lo descubrí. Este niño estaba usando los zapatos al revés, pues sus pies estaban volteados. Un escalofrío me recorrió la espalda y me quedé paralizado. Cuando levanté los ojos, el duende seguía sonriendo, pero ya no era bello. Su rostro se había convertido en el de una bestia, con la piel arrugada y una expresión grotesca y burlona, que concentraba la más pura maldad.
Grité, como nunca había gritado en mi vida. Mi abuela salió de inmediato a verme. El duende se había marchado cuando ella llegó. Yo no pude dejar de lloriquear en toda la tarde.
Mis padres no me creyeron cuando les conté lo que había visto en el jardín. Ni ellos, ni nadie.
Solo mi abuela lo hizo y pude ver en sus ojos, el mismo miedo que sentía yo.
El fantasma del Cementerio Jardín
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
La leyenda urbana boliviana que vas a conocer a continuación fue narrada por unos testigos que no quisieron revelar su identidad, posiblemente por miedo. A la fecha, es una de las más conocidas en el país y en Latinoamérica.
Los protagonistas de esta historia son un matrimonio acomodado, que cierta noche volvía a casa tras un compromiso diplomático. Habían cenado en casa de un importante embajador, la cual se encontraba un tanto retirada de la zona en la que vivían. Viendo que les quedaba todavía un largo camino por delante y que ya había oscurecido, decidieron tomar un atajo y desviarse hacia el barrio de Sopocachi. Estaban pasando por los alrededores del Cementerio Jardín cuando la mujer notó algo extraño.
Había una mujer caminando sola por la calle. Iba completamente vestida de negro y no se le veía el rostro. Se le hizo extraño que alguien estuviera fuera a esas horas de la noche, y más con el frío tan intenso que hacía.
—Querido, detente por favor —le pidió a su marido—, mira a esa mujer. No trae abrigo con el clima tan terrible que hace hoy y se ve que nadie la acompaña. Tal vez necesite que la lleven a algún sitio.
—¿Estás segura?
—No sé, vamos a preguntarle.
El hombre se detuvo a un lado de la desconocida y su esposa bajó la ventanilla para hablarle.
—Buenas noches, señora. Ya es muy tarde y está haciendo demasiado frío, ¿no quiere que la acerquemos a alguna parte? ¿Va usted a su casa?
Al principio, la extraña no respondió. Una larga mata de pelo negro ocultaba su perfil. Pero luego, se volvió para ver a la mujer… y cuando lo hizo, ella sintió un terror inmenso que se apoderaba de sus huesos.
Aquella mujer no era una persona de carne y hueso, sino una presencia fantasmagórica. Tenía los ojos completamente blancos y una piel cetrina semejante a la de un cadáver. Además, en ese instante se dio cuenta de que no estaba caminando, pues no poseía pies. Su cuerpo flotaba a pocos centímetros del suelo.
El fantasma emitió un gemido natural que hizo gritar a la elegante señora. Rápidamente cerró su ventana y el coche se alejó del cementerio a toda velocidad.
En toda la noche, el matrimonio no pudo conciliar el sueño, pensando en lo que habían visto. No estaban borrachos cuando regresaban de la casa del embajador, ni era posible que hubieran tenido la misma alucinación. Aún así, quisieron creer que lo habían imaginado todo, tal vez por lo cansados que estaban después de la cena.
Poco después, contaban esta aterradora anécdota en su círculo de amistades, y no los tranquilizó el hecho de descubrir que uno de sus amigos había visto exactamente a la misma aparición.
—Dicen que es el alma en pena de una mujer que camina fuera del cementerio, posiblemente esté enterrada allí. Ya son unas cuantas personas las que la han visto, muy tarde, de noche.
A partir de ese momento, el matrimonio jamás quiso tomar aquel atajo de nuevo.
La Casa de la Moneda
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
El territorio boliviano, al igual que muchos otros lugares de Latinoamérica, se halla inundado por leyendas y mitos fantásticos que a más de uno le han puesto la piel de gallina. El que vamos a contar a continuación ocurre en la preciosa ciudad del Potosí, dentro de una de sus construcciones históricas más importantes: la Casa de la Moneda.
Erigido durante la época colonial, dicho lugar se ha visto rodeado en más de una ocasión por las leyendas urbanas y las supersticiones de la gente. La más popular afirma que sus sótanos se encuentran malditos, motivo por el que hasta hoy en día es imposible bajar en las visitas guiadas.
Siglos atrás, la Casa de la Moneda servía como fábrica de centavos que después de su elaboración, eran distribuidos por toda la ciudad. Trabajaban aquí numerosos esclavos que habían sido traídos desde África. Justo enfrente se alzaba un convento, que por su fachada y por la apariencia de las hermanas que allí vivían, se había ganado el respeto de todos los habitantes. No obstante, nadie podía imaginar los comportamientos aberrantes que tenían lugar adentro.
El monasterio se encontraba corrompido por la tentación y la falta de fe de las monjas, quienes llevaban a cabo sesiones espiritistas y otros actos de adoración al maligno. Además, acostumbraban tener relaciones sexuales sin control con los curas que las visitaban, participando en monstruosas orgías incluso cuando se sabían embarazadas.
Habría sido un escándalo admitir el nacimiento de tantos niños concebidos en tan oscuras circunstancias, por lo que pronto, aquellas mujeres tomaron una costumbre sumamente espantosa.
Todos los bebés que nacían en el convento eran deformes y horribles, debido a las ceremonias negras que sus madres celebraban. Sin el menor remordimiento, los pequeños eran asesinados y sus cuerpos abandonados en los sótanos de la Casa de la Moneda, los cuales abarcaban un área de dos kilómetros bajo el suelo.
Pronto, los esclavos africanos comenzaron a asustarse al escuchar sonidos extraños que provenían del lugar; especialmente de noche. Algunos de ellos, jurando haber bajado para investigar, quedaron aterrorizados al encontrarse con duendes y otras extrañas criaturas que usaban a los niños muertos para llevar a cabo macabros experimentos. Otros, aunque nunca se atrevieron a poner un pie en el sótano, revelaron haber oído risas infantiles y llantos de bebé que les infundían el más perverso pavor.
Con el paso del tiempo, las monjas del convento fueron descubiertas y como era de esperarse, el lugar quedó abandonado. Los años siguieron transcurriendo y la Casa de la Moneda sufrió múltiples reformas, siempre sembrando la duda sobre lo que realmente ocurría en el subsuelo.
Actualmente sigue siendo una construcción hermosa y muy visitada por los turistas. Y aunque dicen que las leyendas urbanas son solamente un cuento, resulta curioso que el acceso a los sótanos continúe siendo restringido. ¿Tendrán las autoridades algún motivo importante para mantener lo que ahí existe en secreto?
Si algún día viajas hasta la bella ciudad de Potosí, tal vez quieras acudir para intentar averiguarlo.
El puente del demonio
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En el hermoso pueblo de Potosí, Bolivia, hay una leyenda de terror que ha sido transmitida de padres a hijos a lo largo de generaciones, advirtiendo sobre la presencia de un misterioso puente que nunca consiguió terminarse. Y jamás lo hará, porque está maldito por las mismas fuerzas infernales.
Todo comenzó cuando un muchacho campesino se enamoró de la hija del alcalde, una hermosa joven de raíces indígenas a la que, sin embargo, no podía aspirar debido a su pobreza. El gobernante era muy celoso y aspiraba a casar a su primogénita solo con un hombre sumamente rico e importante. Era por eso que los jóvenes amantes tenían que verse a escondidas.
Pero durante uno de sus encuentros, tuvieron la mala suerte de ser sorprendidos por el alcalde, quien apartó a su hija furioso del chico.
—Si tanto quieres a mi hija, ese amor que tienes tendrás que pagarlo con dinero —le ordenó—, pero más te vale que lo tengas al terminar esta semana.
Desesperado, el muchacho se puso a trabajar y de alguna manera logró reunir la cantidad que le pedía el alcalde, antes de que entregara la mano de su hija a otra persona. Para esto, tuvo que ir a la capital y trabajar como esclavo en las labores más humillantes. Pero nada de esto importaba, siempre y cuando pudiera estar con su verdadero amor.
Con el dinero en sus manos, el joven abordó un camión para volver a su pueblo. Era el último día del trato y llovía a cantaros. El autobús llegó hasta un barranco y se quedó inmóvil, pues a causa de la lluvia era imposible rodear el cerro para llegar al otro lado.
Lleno de angustia, el campesino invocó al diablo y le prometió que le entregaría su alma si lo ayudaba a cruzar.
Al escucharlo, el demonio se puso a picar piedras y a construir un puente, advirtiéndole que al terminarlo, su alma le pertenecería para siempre.
En el último instante, el muchacho se arrepintió y pidió ayuda a Dios para que lo salvara. Justo cuando el demonio estaba a punto de poner la última piedra del puente, unos ángeles bajaron e impidieron que esta fuera colocada. Para cuando el gallo cantó, el alma del campesino se había salvado y pudo cruzar a salvo para reunirse con su amada.
Sin embargo, el puente quedó incompleto para siempre.
Cada vez que alguien trataba de poner la última piedra, esta amanecía fuera de lugar de manera inexplicable. Hoy en día, los lugareños aseguran que por las madrugadas se aparece un hombre siniestro, que se queda de pie, mirando el sitio donde debería ir la roca restante.
Probablemente sea el diablo, que sigue guardando rencor por el alma que perdió y espera a que el próximo incauto caiga en su trampa, al acecho de nuevas víctimas a las cuales aterrorizar.
Si alguna vez pasas por este sitio, mejor ten cuidado con donde pisas. No querrás ser el próximo.
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Leyendas de Terror de Brasil
El Arranca Lenguas
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En una tranquila comunidad brasileña, Joao, un campesino robusto, se adentraba en el bosque para recolectar leña y asegurar el calor en las noches. A pesar de las advertencias de los ancianos sobre criaturas misteriosas que acechaban en la espesura, Joao despreciaba las leyendas.
"Patrañas", decía con desdén, ignorando las tradiciones que lo prevenían de internarse demasiado en la naturaleza.
Entre todas las leyendas, la del Arranca Lenguas le parecía la más absurda. Un ser monstruoso que habitaba lo más profundo del bosque, acechando y despojando de sus lenguas a todo ser viviente. Pájaros, serpientes, roedores y, sobre todo, humanos. Joao, confiado en su incredulidad, desafió las advertencias y se aventuró más allá de los límites establecidos.
Un día, mientras talaba árboles en la selva, el crepúsculo lo tomó por sorpresa. La oscuridad lo envolvía, y la tarea de regresar se volvía desafiante. En medio de su apuro, la tierra tembló bajo sus pies, anunciando la llegada de algo imponente.
Una figura parecida a un gorila, pero gigantesca y peluda, emergió ante él. La malicia brillaba en sus ojos, y Joao, presa del pánico, se sumió en un grito aterrador que resonó en el bosque antes de desvanecerse en el silencio de la noche.
Al amanecer, los compañeros de Joao lo encontraron inconsciente y lo llevaron de vuelta a la aldea. Al recobrar la conciencia, el joven, atormentado y mudo, no pudo articular palabras sobre su encuentro. La comunidad se horrorizó al percatarse de que había perdido la lengua.
Esta leyenda se inspira en la leyenda brasileña del "Arranca Lenguas", una criatura que se asemeja a un gigantesco gorila y se alimenta de lenguas. Según las historias, ataca en la oscuridad de la noche, dejando a sus víctimas sin la capacidad de expresarse. Enraizada en el Estado de Goiás y la región del Río Araguaia, esta leyenda sigue intrigando y asustando a aquellos que se aventuran en los bosques.
Cumacanga
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En un pequeño pueblo brasileño, el terror se apoderó de los habitantes tras noches de extraños sucesos. La ansiedad y el miedo se propagaron, atribuyendo el fenómeno a una maldición o a la presencia de una oscura fuerza oculta entre ellos.
Al caer la noche, una bola de fuego surcaba los cielos del pueblo, zigzagueando entre las casas como si estuviera en busca de algo. El temor llevó a que nadie osara salir a esas horas, temiendo que se tratara de una bruja o un espíritu maligno.
Preocupados, algunos habitantes acudieron al cura local en busca de ayuda. Determinaron observar la misteriosa bola de fuego trasnochando en la iglesia con hombres de confianza. En la segunda noche de vigilia, la esfera brillante pasó cerca de ellos, emitiendo destellos y desapareciendo en las afueras del pueblo.
—Debemos esperar otra noche para descubrir su origen —dijo el cura—, y que Dios nos asista.
En la siguiente noche, más alertas que nunca, vieron la bola de fuego salir de una modesta casa. Se dirigieron hacia allí, sin imaginar lo que encontrarían en su interior.
La moradora resultó ser una joven hermosa, pero su vida licenciosa le había ganado mala reputación. Era fruto de un amor prohibido que resultó en seis hijos ilegítimos. Con sigilo, entraron en su morada y subieron las escaleras hasta su habitación. Lo que encontraron fue aterrador: la joven yacía en la cama, su cuerpo inmóvil, pero sin cabeza.
La esfera de fuego no era un espíritu, sino el cráneo maldito de la joven envuelto en llamas. Al amanecer, ella despertó sin entender lo sucedido. Aunque su cabeza volvió a la normalidad, los aldeanos la expulsaron y le prohibieron regresar.
Nunca más se supo de ella.
Este relato está inspirado en la antigua leyenda brasileña llamada Cumacanga, que describe mujeres malditas, equivalentes femeninos a los hombres lobo. Una Cumacanga, séptima hija de un romance prohibido, se revela en las noches cuando su cabeza se separa del cuerpo y deambula en una esfera de fuego, mientras su cuerpo permanece en casa.
Los troncos peligrosos de Brasil
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Era muy tarde cuando Andrea se levantó, alertada por unos extraños ruidos en su habitación. Junto a su mesita de noche, una maceta llena de troncos, regalo para decorar sus interiores, la llenó de escalofríos al encender la luz.
Los troncos se movían ligeramente y emitían sonidos extraños, como si albergaran algo en su interior. Aterrada por la idea de bichos saltando hacia ella, se puso una bata y llamó a un exterminador.
Por la madrugada, el hombre llegó y, manteniendo distancia, examinó los troncos.
—Voy a revisar para confirmar si es una plaga —advirtió—. Podríamos tener que fumigar todo el apartamento con extremo cuidado.
Al quebrar un tronco, Andrea contuvo un grito. Cientos de arañas diminutas se dispersaron, mientras el exterminador las enfrentaba con insecticida.
La escena se repitió en hogares brasileños, cuando la moda de decorar con troncos naturales se volvió popular. Un especialista en medios advirtió sobre las arañas venenosas que depositaban huevos en esos troncos, a menudo vendidos sin revisar.
Conocidos como "los troncos peligrosos", la gente notó horrorizada que se movían y emitían ruidos desagradables. El fenómeno se extendió como epidemia y las autoridades ordenaron su exterminio y prohibieron su venta.
Las picaduras de las arañas se reportaron, causando fiebre y sarpullidos. Tras la experiencia brutal, los troncos quedaron prohibidos y la gente optó por decoraciones artificiales, evitando riesgos de plagas.
Esta leyenda, difundida en Brasil, no se ha confirmado como verídica. Pero siempre es sabio recordar que hay cosas mejor dejadas en su entorno natural.
La pisadeira
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Yanaina llevaba varias noches atormentada por la misma espantosa pesadilla. En su sueño, se veía a sí misma en la cama, su cuarto sumido en la oscuridad con la puerta cerrada. De repente, una sombra emergía en la ventana, forcejeando con el cristal.
Un terror paralizante se apoderaba de la joven mientras la ventana se movía violentamente, tratando de abrirse.
A pesar de sus intentos por despertarse, Yanaina no podía moverse ni gritar. Ansiaba pedir auxilio y huir de su habitación, pero la ventana se abría bruscamente, y una figura larga y esquelética ingresaba a gatas, desplazándose peligrosamente hacia ella.
Sin poder distinguir su rostro, solo percibía una silueta que se encaramaba sobre el colchón y se sentaba en su pecho, oprimiéndola hasta cortarle la respiración.
Aterrorizada, Yanaina intentaba liberarse, pero el aire le faltaba.
De repente, despertó en su cama, respirando entrecortadamente y con lágrimas en los ojos. Observó con desesperación su entorno y se alivió al comprobar que estaba sola. Debía enfrentar esas pesadillas, recordándose que solo eran eso, pesadillas.
Temblorosa, se levantó y bajó a la cocina en busca de agua, iluminando su camino con todas las luces.
—Qué horrible pesadilla —murmuró antes de volver a la cama. Aunque le costaba conciliar el sueño, sus sentidos estaban más alerta que nunca.
Un rato después, mientras comenzaba a quedarse dormida, un ruido detrás suyo la dejó helada. Algo tocaba el cristal de la ventana. Quieta, con la cabeza bajo las sábanas, su corazón dio un vuelco al oír el sonido del vidrio abriéndose.
Algo se deslizó hacia ella, pisando el colchón y inclinándose sobre su cuerpo. Emitió una risita aguda y malévola que la inundó de terror.
Lentamente, Yanaina se atrevió a mirar sobre las cobijas y a pocos centímetros de su cara, vio el rostro de una anciana horrible, con la piel surcada de arrugas y el pelo sucio y largo. Desnuda y esquelética, parecía tener la fuerza de diez hombres para evitar que se levantara. Sus huesudas manos rodeaban su cuello, mientras sus rodillas, como bisagras de acero, oprimían su torso.
Yanaina gritó, llena de espanto, y luego, se hizo el silencio.
Este relato se basa en una leyenda de terror brasileña: La Pisadeira. Cuentan los brasileños que este demonio femenino, con forma de anciana de cabello largo y enmarañado, cuerpo esquelético y uñas largas, entra por las noches para sentarse sobre las personas y provocarles pesadillas. Se alimenta del miedo de la gente y, si uno no tiene cuidado, puede llegar a morir debajo de ella.
La mula sin cabeza
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Cuentan que hace muchísimos años, posiblemente en la época de la colonia, llegó a la capital brasileña un cura destinado a la parroquia principal. Este hombre, fervoroso devoto de Dios, se esforzaba al máximo por cumplir sus votos. Ofrecía consuelo a quienes acudían a su iglesia y rezaba por todos sus semejantes.
Un día, durante una confesión, se presentó una mujer hermosísima cubierta con un velo. Cuando los ojos del sacerdote se posaron en ella, sintió que una súbita pasión lo consumía por dentro y le invadía el miedo.
La joven, desprovista de temor hacia los oficios religiosos, se percató de esto y no titubeó en tentar al sacerdote. Cada día, se presentaba en el templo y le lanzaba miradas ardientes que, a pesar de sus intentos por ignorarlas, encontraron un hueco en su mente y corazón. Al sentir aquello, el cura se vio atormentado, sabiendo que estaba incurriendo en uno de los peores pecados.
Ella ya estaba casada y él había jurado dedicar su vida a Dios.
Sin embargo, el deseo fue más fuerte y, un día, consumaron su caída ante el Cristo de la iglesia.
Atormentado por la culpa, el cura no pudo soportarlo y se quitó la vida arrojándose desde lo alto del campanario. La mujer también encontró la muerte poco después, arrollada por un carretón arrastrado por una mula.
Se decía que fue un castigo divino.
Tiempo después, en noches de luna llena, varias personas afirmaron haber visto a un hombre con hábito de sacerdote merodeando la iglesia. Lo aterrador era que carecía de cabeza y aterrorizaba a los incautos que salían tarde de sus hogares.
Al mismo tiempo, se corrió la voz de que una mula descabezada corría descontrolada por las calles brasileñas, lanzando una llama de fuego desde el lugar donde debería estar su cabeza. Su presencia se anunciaba con los lúgubres lamentos de una mujer afligida, aparentemente sufriendo una agonía profunda a juzgar por sus alaridos.
Se decía que esta era la forma que la malvada mujer adoptó después de su muerte, condenada a vagar en la tierra expiando sus pecados.
Suele aparecer especialmente ante mujeres que actúan de manera inapropiada, asustándolas como castigo por sus malas acciones. Las adúlteras, en particular, deben temer a la mula descabezada, ya que si logra alcanzarlas, podría pisotearlas hasta la muerte.
Con el tiempo, esta leyenda se popularizó en Brasil, y aún hoy, hay quienes aseguran escuchar el furioso galope de los cascos de la mula moviéndose velozmente por las calles desiertas. Mientras tanto, en alguna capilla, un hombre sin cabeza sigue buscando las puertas del cielo.
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Leyendas de Terror de Paraguay
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María Soledad: Una Travesía desde la Oscuridad
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En el Hospital Nacional de Itauguá, Paraguay, entre las sombras y los susurros, surgen historias de fantasmas y aparecidos. Sin embargo, ninguna es tan conmovedora y escalofriante como la de María Soledad, una hermosa chica transformada en espectro del Más Allá.
En una tarde pacífica, hace demasiados años, el personal del hospital se veía desbordado por el trabajo cuando ingresó una muchacha que acababa de sufrir un horrible accidente. Un colectivo la atropelló, dejándola con una fractura severa en el cráneo. Sin papeles que revelaran su identidad, su presencia en la emergencia desconcertó a todos.
¿Quién era esta jovencita de 18 años, luchando desesperadamente por aferrarse a la vida? Los médicos quedaron impresionados por su belleza, inmutable incluso en la agonía. En recepción, la búsqueda de sus orígenes fue en vano, mientras su estado empeoraba.
Las enfermeras, conmovidas por sus ojos tristes y su aparente soledad, la bautizaron María Soledad. Sin familiares o amigos, María Soledad parecía pertenecer a un mundo donde nadie velaba por ella.
Tristemente, María Soledad falleció exhausta por las secuelas del accidente. Abandonada en la morgue, su cuerpo esperó durante tres semanas sin que nadie lo reclamara. Publicaron su fotografía en vano, pues nadie la reconocía.
Enterrada cerca del hospital, el alma de María Soledad se negó a abandonar la Tierra. Doctores, enfermeras y conserjes la han visto deambulando por los pasillos, especialmente de noche. Entra a las habitaciones, velando por los pacientes, y los consuela con su presencia, especialmente a los niños.
Nadie le teme ya. María Soledad, entre todas las apariciones, es la más querida en el Hospital Nacional de Itauguá, recordándonos que incluso en la muerte, la compasión y el cariño pueden perdurar.
El Fantasma de Francisca Villalba: Una Leyenda de Compasión Después de la Muerte
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En las sombrías calles de Asunción, Paraguay, se teje una historia trágica y espeluznante, la leyenda del fantasma de Francisca Villalba. Una mujer inocente, que después de cruzar el umbral de la muerte, continúa realizando actos extraordinarios por los más necesitados.
Esta es la historia de Francisca Villalba, una mujer bondadosa que habitaba en Asunción. Casada y madre de dos hijos, su vida estaba marcada por la pobreza que les rodeaba. La tragedia comenzó cuando su esposo, en busca de trabajo en Argentina, desapareció sin dejar rastro.
Sin sospecharlo, Francisca captó la atención de policías corruptos que la arrancaron de su hogar para cometer actos atroces. La asesinaron cruelmente cerca del río Tacumbú. Sus vecinos la encontraron y la llevaron al Cementerio del Sur, donde improvisaron un panteón para honrarla.
En los años 60, tras una devastadora inundación en el Barrio Tacumbú, vecinos afectados recibieron visitas inesperadas. Una hermosa mujer, identificada como Francisca, pedía donaciones para los niños damnificados. La leyenda empezó a forjarse cuando las vecinas descubrieron que no estaban solas; otras mujeres también recibieron la misma solicitud.
La misteriosa mujer dirigía las donaciones a su casa en la Chacarita. Cuando las vecinas llegaron, fueron atendidas por la madre de Francisca, quien reveló que su hija había sido asesinada dos años atrás. Desde el Más Allá, continuaba ayudando a los niños desamparados.
Las vecinas, incrédulas, acompañaron a la anciana hasta el cementerio. Allí, ante la lápida de Francisca, confirmaron la veracidad de la leyenda. Desde entonces, la aparición de Francisca se volvió un acto de milagro y compasión.
Hoy en día, los vecinos del Barrio Tacumbú dejan ofrendas y mensajes de agradecimiento en la tumba de Francisca. Su espíritu sigue velando por aquellos que no tienen nada, una luz en la oscuridad que recuerda que la compasión trasciende incluso los límites entre la vida y la muerte.
El Chófer Fantasma de la Línea 15: Un Viaje Sobrenatural en la Terminal
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En el silencio de una terminal de autobuses, Jonás, un empleado nocturno, está a punto de desentrañar un escalofriante misterio que sugiere la presencia inquietante de entidades del Más Allá.
Era más allá de la medianoche cuando todo cobró vida. Jonás, custodio de la taquilla nocturna, se veía obligado a esperar a los rezagados viajeros que preferían la oscura madrugada para sus trayectos. Un trabajo tranquilo, pero la monotonía lo embargaba.
En ese momento, cuando los últimos autobuses se habían despedido y la terminal se sumía en el abandono, Jonás notó un destello en las luces de un vehículo.
Frunció el ceño, extrañado. ¿Chóferes a estas horas? ¿O tal vez alguien había regresado?
Curioso, abandonó su refugio para investigar. Un autobús titilaba sus luces intermitentemente, pero no había rastro de nadie.
—¡Eh! ¿Quién está ahí? ¡Esto no es lugar para juegos! —exclamó Jonás al abrir la puerta, esperando descubrir al responsable.
Quizás un niño travieso o un intruso borracho. Pero, al subir, no encontró a nadie.
—Qué extraño… —murmuró desconcertado.
Las luces parpadeantes, el sonido del motor intentando cobrar vida; algo incomprensible estaba ocurriendo. Jonás observó, horrorizado, cómo la llave del encendido giraba, aparentemente manipulada por manos invisibles.
Cuando el vehículo intentó arrancar sin éxito, las luces parpadeantes se encendieron de nuevo. Jonás bajó corriendo, su rostro pálido revelando el terror que sentía.
Los gritos atrajeron al vigilante, la única alma en la terminal junto a Jonás.
—¡Cálmate! Parece como si hubieras visto un fantasma.
—¡Porque eso es precisamente lo que vi! En el autobús de la línea 15…
El vigilante, extrañado, acompañó a Jonás hacia el vehículo, pero al llegar, este estaba apagado.
Con una mano en el hombro de Jonás, el vigilante asintió con solemnidad.
—Hijo, yo también lo vi una vez. Esto sucede de vez en cuando, pero no muchos lo presenciamos. Siempre en la línea 15. No sé qué ocurrió exactamente con ese autobús, pero su chófer se niega a abandonarlo desde que nos dejó hace años. Mi consejo: ignóralo.
Esta narración se basa en un incidente real en la terminal de autobuses de Loma Grande, Paraguay, que ha dado origen a una de las leyendas urbanas más espeluznantes del lugar.
Los Fantasmas del Cabildo: Voces del Pasado en el Centro Cultural
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En el corazón de Asunción, Paraguay, el Centro Cultural de la República, conocido como el Cabildo, alberga secretos oscuros que solo unos pocos valientes como Fernando, un vigilante nocturno, se atreven a descubrir.
Como una joya histórica, el Cabildo imponía respeto durante el día, pero cuando caía la noche, el velo de lo inexplicable se desplegaba sobre sus corredores llenos de historia.
En su primera noche como celador, Fernando recibió instrucciones de Juan, el veterano. Aunque el antiguo vigilante había renunciado en circunstancias misteriosas, Juan, curtido en años de servicio, restaba importancia a las extrañas historias. Para él, la rutina era la esencia del trabajo nocturno.
Sin embargo, Fernando no compartía esa perspectiva.
—Nadie se ha atrevido a ingresar aquí mientras trabajaba —explicó Juan—. La noche será tranquila.
Fernando, linterna en mano, exploró el piso inferior con tedio. De repente, un eco lejano de un piano rompió el silencio. Alguien tocaba una melodía melancólica. Intrigado, se dirigió al salón de música, pensando que sería su compañero.
—Don Juan, no sabía que podía tocar el piano… —se quedó sin palabras.
La sala estaba desierta y la melodía se desvaneció tan pronto como entró. Nervioso, se sentó en la escalinata que conducía al sótano, intentando convencerse de que era producto de su imaginación.
Un gemido macabro emergió desde abajo, estremeciéndolo. Parecía como si alguien estuviera siendo torturado en el sótano.
Eso no era fruto de su imaginación.
—¿Quién anda ahí? —preguntó, intentando sonar amenazante, aferrando la linterna como defensa.
Una respiración en su nuca le erizó la piel. Alguien invisible susurró su nombre, lo que bastó para que Fernando huyera, gritando el nombre de Juan.
Juan apareció con rostro serio.
—No es hora de gritar así, ¿no crees?
—¡Acabo de escuchar cosas cerca del sótano! ¡Y en el salón de música!
—Así que te has dado cuenta —suspiró Juan y encendió un cigarrillo—. Mejor acostúmbrate si quieres perdurar aquí. Este lugar tiene más de 100 años de historia, y durante la dictadura, se rumoraba que torturaban a los opositores en el sótano. Aunque nunca se pudo comprobar nada, si la gente supiera las cosas que yo he visto u oído, no dudarían ni un segundo.
A la mañana siguiente, Fernando renunció sin dar explicaciones. Jamás volvería a cruzar las puertas del Cabildo.
Este relato se inspira en los rumores que circulan sobre el Cabildo, un verdadero centro cultural en Paraguay.
El Pombero: Guardián del Bosque
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta leyenda, arraigada en las regiones de Paraguay, Argentina y Brasil, nos presenta a una figura mística temida por muchos: el Pombero. Este espíritu forestal, encargado de velar por la naturaleza, castiga a aquellos que dañan el bosque por avaricia, anunciando su presencia con un estremecedor y prolongado silbido en las partes más densas y peligrosas de los bosques.
Su aspecto agrega un toque espeluznante a la narrativa, siendo descrito como una criatura alta y peluda, con un penetrante olor y dos filas de dientes monstruosos en su boca.
A pesar de su respeto por la naturaleza, cruzarse con el Pombero es peligroso, ya que es un ser malévolo hacia la humanidad. Asesina a los hombres con crueldad extrema y profana a las mujeres que se interponen en su camino. A los niños, los extravía hasta que sucumben al hambre y al frío.
Aquellos que se atreven a faltarle el respeto imitando su silbido o maltratando a las plantas y animales, están destinados a morir a manos de esta criatura perversa.
La leyenda narra que en cierta ocasión, un hombre egoísta talaba árboles sin medida, privando a muchos animales de su sombra y refugio. Cuando los ancianos del pueblo le advirtieron sobre la ira del Pombero, él desestimó la advertencia con arrogancia.
—Si una criatura así me amenaza en el bosque, la mataré con mi hacha —declaró con soberbia.
En ese momento, un largo silbido resonó en el bosque, obligando a todos a refugiarse en sus hogares, excepto el hombre, quien continuó talando árboles sin piedad. Fue la última vez que lo vieron con vida.
Cuando lo encontraron, estaba muerto con una expresión de terror en su rostro, huesos rotos y el cuerpo retorcido como si alguien lo hubiera manipulado como un frágil palillo. Supieron que el Pombero lo había castigado por sus palabras arrogantes.
Tiempo después, una joven fue raptada mientras dormía en su hamaca. Al encontrarla bajo un árbol, sucia y descalza, descubrieron que estaba embarazada de un hijo del Pombero. Horrorizados, comprendieron que aquel ser no perdonaba las ofensas y que la joven llevaba consigo la prueba tangible de su encuentro con la criatura.
Desde entonces, la muchacha nunca más se aventuró fuera de su casa, atormentada por el temor de ser llevada nuevamente por aquel ser misterioso.
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Leyendas de Terror de Chile
La pelota blanca
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta era una pequeña familia, compuesta tan solo por una madre con su pequeña hija, que un buen día se trasladó a vivir dentro de una casita en el bosque de San Fernando. A la mamá le habría gustado conseguir un lugar más grande dentro de la ciudad, pero lamentablemente, el poco dinero que tenía solo le había alcanzado para comprar aquel sitio tan derruido.
La casita tenía paredes blancas y llevaba mucho tiempo abandonada. Nada más llegar, madre e hija fueron visitadas por una misteriosa anciana, que afirmaba vivir muy cerca.
—Tengo una advertencia para ti, pequeña —le dijo a Marian, la niña—, cuando salgas al bosque y veas una pelota blanca, nunca trates de ir tras ella. Es más, será mejor que nunca vayas al bosque.
La madre de Marian decidió que la anciana estaba loca, aunque prefirió seguirle la corriente por cortesía. En el fondo, ella también prefería que su hija se quedara dentro de casa, pues algo podía pasarle fuera.
Al día siguiente, sin embargo, Marian aprovechó que su madre estaba tomando un baño para salir a explorar. Mientras, en la tina, su mamá observando por la ventana notó como una minúscula gota de sangre caía en el agua, sin saber de dónde provenía. Con un mal presentimiento, miró hacia el techo y vio que ahí se encontraba dibujada una gran pelota blanca, desgastada por el paso del tiempo.
Asustada, salió a toda prisa del baño colocándose su bata para llamar a Marian. De pronto, escuchó algo rebotando a sus espaldas y miró sobre su hombro: una pelota blanca se acercaba a ella, rebotando de la nada.
La mujer corrió aterrorizada por las escaleras y de un momento a otro, tropezó y terminó rodando por las escaleras. Muriendo ahí mismo, desnucada por el impacto.
Marian por su parte, estaba caminando en medio del bosque cuando escuchó un objeto rebotando en las cercanías. Alzó la cabeza y se quedó muda de asombro al ver como una pelota blanca se movía de una rama a otra entre los árboles, como si manos invisibles la estuvieran manipulando. La niña se asustó y se echó a correr, pero mientras más se alejaba, más cerca le parecía escuchar los rebotes de esa endemoniada pelota.
Se detuvo frente a un roble frondoso y escuchó que una rama crujía en las alturas. Cuando miró hacia arriba, había otra niña de piel muy pálida trepada en el árbol, mirándola fijamente.
Marian gritó y trató de correr. La chica del árbol se abalanzó sobre ella y comenzó a arañarla. Por un largo instante, los gritos de la pequeña resonaron a lo largo y ancho del bosque, hasta que el silencio volvió a imponerse. Ahora había dos cuerpos sin vida en las proximidades: uno yacía en medio del bosque y el otro, en la casa de paredes blancas.
Una anciana, la misma que había visitado a Marian y su madre, apareció detrás de un roble, riéndose macabramente.
—¡Lo hice otra vez! —exclamó, mirando sus afiladas uñas llenas de sangre.
La Calchona
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Hay una aparición que suele hacer acto de presencia en los campos del centro de Chile, a la cual los campesinos temen tanto como respetan. Se trata de la Calchona, una oveja negra que vaga solitaria por las afueras, balando en medio de la noche. La gente cuenta que en otro tiempo, esta criatura fue una bruja que acostumbraba transformarse en animal para salir a hacer sus fechorías.
Casada y con dos hijos, la mujer vivía en una casita humilde, donde guardaba todo tipo de cremas y ungüentos mágicos a espaldas de su marido. Todas las noches tenía la costumbre de hacer dormir profundamente a su familia, enseguida se desnudaba y se untaba el cuerpo con uno de sus ungüentos, para transformarse en cuervo, gato, cabrito o su animal favorito, la oveja. Y aunque fueron muchos los estragos que causó entre sus vecinos, a nadie se le ocurrió sospechar de ella durante el día.
Llegó la noche en que por descuido, la bruja se olvidó de hechizar a sus pequeños hijos para que se pusieran a dormir.
Ocultos tras una puerta, los niños presenciaron cómo su madre se embadurnaba el cuerpo con una de aquellas cremas extrañas que guardaba bajo llave, quedando convertida en una oveja de oscuro pelaje.
En cuanto el animal se hubo marchado, los niños se acercaron entusiasmados al armario de ungüentos y se desnudaron como habían visto hacer a su madre, para frotarse el contenido del primer tarro que encontraron. Ambos quedaron convertidos en un par de zorros pequeños. Muy pronto se cansaron de su nueva forma y al darse cuenta de que no sabían cómo volver a ser humanos, se pusieron a llorar de manera inconsolable.
Fue en ese momento despertó su padre, extrañado al escuchar los aullidos que provenían desde una de las habitaciones de la casa. Se quedó impactado al ver al par de zorritos que chillaban desconsolados, junto a un tarro vacío y el armario de los ungüentos abierto de par en par.
Asustado, el padre recordó las historias que se contaban en la región, sobre brujas que preparaban aquel tipo de menjurjes para volverse animales y hacer daño a los demás. Se le ocurrió que probablemente, esos zorritos eran sus hijos y desesperado se puso a buscar alguna crema que los devolviera a la normalidad. Funcionó.
Los niños volvieron a ser humanos y su padre, temeroso de que les volviera a suceder lo mismo, tomó todos los ungüentos y los tiró en el río cercano.
Cuando Calchona volvió a casa, entró en desesperación al no encontrar sus cremas. Incapaz de recuperar su forma original, se dedicó a vagar por el monte desde entonces, como castigo a todo el mal que había hecho hasta entonces. Dicen que hasta hoy en día sigue deambulando, lamentándose por la familia que perdió y que ya no está en este mundo. Hoy es totalmente inofensiva, por lo cual los labradores suelen dejarle un plato de comida de vez en cuando, para que se quite un poco las penas.
El hombre que se extravió ocho años
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
La siguiente leyenda corta constituye uno de los misterios más famosos de Chile y es un hecho que hasta el día de hoy, de ser verídico, nadie se ha podido explicar. Cuentan que hace algunos años, habitaba en la ciudad de Iquique un hombre jubilado, al lado de su esposa y de su única hija. Debido a que hace tiempo había dejado su trabajo, este sujeto mantenía la afición de visitar las salitreras de los alrededores, zonas arqueológicas muy comunes en la región.
Cada día salía muy temprano de su casa, tomaba el mismo autobús y se dirigía hacia dicho lugar, esperando poder encontrar objetos antiguos. Su esposa, que ya conocía bien su rutina, nunca protestaba por este peculiar pasatiempo.
Un día, el hombre se despidió de ella como de costumbre, subió al tan conocido autobús y marchó en otra pequeña expedición arqueológica hacia las salitreras.
Las horas pasaron.
Cuando se hizo de noche y el individuo no regresó a casa, su mujer se preocupó y decidió dar parte a la policía. El hombre no había vuelto en toda la noche y tampoco lo hizo al día siguiente. De inmediato se le buscó en su lugar de destino y por todos los alrededores, sin éxito. Esta situación se extendió por tres meses, en los cuales se empezó a rastrear su paradero ya no solo por Iquique, sino en otras ciudades aledañas.
Ni sus amigos, ni sus familiares sabían dónde podía estar ni porque podría haberse marchado.
Al no lograr encontrarlo, las autoridades lo dieron por muerto y su esposa y su hija se resignaron a seguir esperándolo. Mandaron construir una lápida simbólica en el cementerio local.
Ocho años después, la hija del matrimonio se había casado y convertido en madre. Un día, ella se encontraba con su mamá en la casa de esta última, cuando escucharon como alguien trataba de abrir la puerta. Asustadas, fueron a ver de quien se trataba y se llevaron una aterradora sorpresa.
Su marido y su padre se encontraban de pie en el umbral, vestidos con la misma ropa que llevaban hace ocho años y luciendo exactamente de la misma manera. Como si nunca se hubiese marchado.
Él, molesto, les preguntó quien había cambiado la cerradura de la entrada y porque estaban tan cambiadas. Lo que más lo sorprendió, fue ver que su hija llevaba un bebé en brazos. Pero sin duda las más asustadas eran ellas, que no podían dar crédito a lo que veían.
Resultó ser que para aquel hombre, aquellos ocho años nunca habían existido. Él recordaba haber salido de su casa como de costumbre y volver esa misma tarde. Incluso llevaba consigo el periódico de la muchacha, con la fecha de su día de desaparición. El periódico se veía auténtico y para nada envejecido.
Por mucho tiempo, el misterio de hombre de Iquique se mantuvo como uno de los enigmas más populares de la ciudad. El sujeto jamás quiso que lo investigaran, ni contar si había visto algo extraño aquella tarde.
Murió sin descubrir que le había sucedido.
La mujer rubia de la Avenida Kennedy
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Una de las leyendas urbanas más famosas de Chile, transcurre en la famosa Avenida Kennedy y surgió justo a finales de la década de los 70, cuando muchos conductores empezaron a sentirse asustados de transitar por ahí. Se decía que si uno no tenía cuidado, en plena calle podía encontrarse con una macabra aparición…
Eran cerca de las 7 de la tarde, cuando Paulo salió de su trabajo y se dirigió a casa como de costumbre. Se moría de ganas por cenar con su esposa y descansar de la ajetreada rutina en la oficina.
Encendió la radio de su vehículo y se dispuso a manejar sin prestar atención al tráfico.
Justo se desplazaba a lo largo de la Avenida Kennedy, cuando notó que una mujer había bajado de la acera y ahora le hacía señas para que redujera la velocidad. Era una chica delgada y de largo cabello rubio, con un cuerpo atractivo, aunque no le podía distinguir la cara. Confundido y pensando que quizá la muchacha necesitaba ayuda, Paulo aminoró el ritmo y se detuvo junto a ella para preguntarle que necesitaba.
—Señorita, ¿está bien? —preguntó.
Mirándola de cerca pudo constatar que se trataba de una mujer muy bella. Paulo se sintió cohibido al ver como le sonreía.
Entonces, ante sus ojos incrédulos, fue desvaneciéndose lentamente hasta desaparecer por completo.
Los autos detrás de él comenzaron a pitar con impaciencia, pero Paulo no se enteró de nada. Temblando, aferró con sus manos el volante y vio en el espejo retrovisor que se había puesto blanco como la cal. ¿Se estaría volviendo loco? No, él sabía muy bien lo que había visto…
—Amigo, ¿se encuentra bien? —uno de los conductores había salido de su coche para hablarle.
—¿No la vio usted? ¿No vio a la chica rubia que estaba parada aquí hace un momento? —preguntó Paulo frenéticamente.
—Por favor amigo, está deteniendo el tráfico.
Cómo pudo, Paulo salió de su estupor y se orilló, dejando que los otros prosiguieran con su camino como si nada. Aquel conductor sin embargo, imitó su acción y volvió a acercarse a él, como si fuera a decirle algo importante.
—Debe pensar que estoy loco —dijo Paulo a la defensiva—, no es así. Tampoco he bebido o ingerido nada. Yo estoy seguro de que había una mujer de cabello rubio de pie aquí. Me hizo señas para que me detuviera. Pensé que quería algo pero cuando lo hice, simplemente se esfumó ante mis ojos.
—Lo sé —dijo aquel desconocido—, no es la primera vez que algo así sucede. Ella siempre se aparece en el mismo punto.
—¿La conoce?
—Hace tiempo, esa chica estaba cruzando la calle cuando fue atropellada por un hombre que conducía borracho —el hombre agachó la cabeza—, la pobre murió al instante. Desde entonces no ha dejado de aparecer por aquí. El tipo que la mató se dio a la fuga, así que las autoridades no pudieron detenerlo.
Desde aquel día, Paulo tuvo mucha más precaución al ir por la avenida. Tenía miedo de que aquella rubia volviera a cruzarse en su camino.
La Lola
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En un pueblo de Chile, vivía una muchacha llamada Dolores, quien era conocida como la más bonita del poblado. Todos la llamaban Lola a secas y ella, si bien era humilde, se hacía notar por su alegre carácter y sus agradables facciones. Por su belleza, era constantemente asediada por muchachos diferentes que la cortejaban para que fuera su mujer.
Esto no era bien visto por el padre de la joven, quien era sumamente celoso y sobreprotector. Además, él esperaba que ella se casara con un hombre de buena familia, que tuviera dinero y posición social. Era cierto que ellos no tenían mucho pero confiaba en que Lola se casaría con alguien adinerado por ser tan bonita.
Por eso se decepcionó mucho cuando su hija se enamoró de un pobre minero. Como nunca aprobó dicha relación, ambos se escaparon para casarse en secreto y tiempo después consumaron su amor.
Lola, además de ser una mujer muy bella, era inteligente y no tardó en aconsejar a su marido para que fuera ascendiendo en la minera en la que trabajaba. Con esfuerzo y astucia, logró hacerse un hombre muy rico pues también encontró mucho oro y plata en las minas donde excavaba.
La riqueza lo cambió para mal pues empezó a frecuentar casas de citas a las que acudían empresarios y sujetos de abolengo. Mientras tanto su relación con Lola se enfriaba y ella, cegada por los celos, no hacía más que pensar día y noche en una manera de vengarse de su esposo. Cuando los rumores que llegaban de él se volvieron insoportables, lo esperó despierta una noche y tomó un cuchillo afilado.
Nada más verlo entrar se lanzó contra él apuñalándolo hasta la muerte.
Luego tiró la daga y salió a la calle a gritar que unos ladrones se habían metido en su casa, y habían asesinado a su marido.
Sus vecinos se mostraron horrorizados y la ayudaron a organizar el funeral, metiendo al difunto en un pesado ataúd. Le tenían lástima a Lola porque, además de soportar sus infidelidades y haberlo perdido de un modo tan violento, comenzaba a estar afectada por la locura.
Repitió su mentira tantas veces que ella misma llegó a creérsela, al grado de sacar el féretro con el cadáver de su residencia y ponerse a deambular por las calles mientras lo empujaba, buscando a los asesinos y gritando a voz en cuello. La gente no se atrevía a decirle nada, pensando que sería algo pasajero. Pero Lola vagó sin descanso hasta que descuidó a su persona, dejando de comer, de vestir bien y de alimentarse. Murió junto al ataúd y las personas empezaron a olvidarse de ella…
Hasta que varias noches más tarde, volvieron a escuchar sus agudos lamentos y el arrastrar del lecho mortuorio por las calles empedradas que les ponían los pelos de punta. Desde entonces se dice que aún se la escucha deambulando en algunos lugares.
Esta es una de las leyendas más conocidas en Chile y puede que en América del Sur, donde existen varias versiones.
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Leyendas de Terror de Perú
El monje sin cabeza de Barranco
Fuente: relatoscortos.org, Un Fan del Blog
Esta leyenda proviene de Barranco, un hermoso distrito histórico de Perú. Tiempo atrás, había un religioso con muy mal carácter que habitaba en la Iglesia de la Ermita, una construcción emblemática del lugar. Contrario a lo que debía profesar según su fe, este hombre era muy malvado y se escudaba en sus hábitos para cometer bajezas que quedaban impunes.
Mentía, robaba, llevaba una vida licenciosa y aun así se daba el lujo de recriminar a sus fieles, tratándolos con condescendencia en lugar de ofrecerles consuelo por sus pecados.
Un día, un terremoto terrible sacudió toda la ciudad de Lima, justo cuando el sacerdote estaba a punto de tocar las campanas. Una de ellas se desprendió y le cayó sobre la cabeza, fracturándole el cráneo de tal manera, que prácticamente se lo destrozó. Cuando hallaron su cuerpo, inerte en el campanario, solo se toparon con algunos restos de masa encefálica, huesos y manchas de sangre.
Los que lo conocían aseguraban que aquello había sido un castigo de Dios, por no haber respetado su sagrado oficio. Pero es recién a partir de este punto que la leyenda comienza.
Después del terremoto, la iglesia fue reparada y poco a poco los feligreses volvieron a entrar para escuchar misa. Entre los que asistían de noche, había algunos que juraban haber visto a un hombre sin cabeza vagando por el patio. El susodicho llevaba los hábitos del monje muerto y parecía estar rezando. Con el paso de los años, esta escalofriante presencia se volvió habitual en la Ermita.
De vez en cuando, alguien le prende una veladora y se pone a rezar para que pueda encontrar el descanso eterno. Si está vagando como alma en pena, es porque todavía debe pagar todos los pecados que cometió en vida.
Y así seguirá errando hasta el final de los tiempos.
Verso:
En Barranco, tierras de encanto y solaz, Una historia oscura, un religioso tenaz. En la Ermita, su hogar de oración, Un hombre malvado, sin redención.
Contrario a su fe, un carácter sin bondad, Mentía y robaba con gran impunidad. Con hábitos sagrados, cometía pecado, Condescendencia en vez de consuelo brindado.
Un día, la tierra tembló en furia, Lima estremecida, la desgracia en la altura. El sacerdote a campanas iba a tocar, Pero un terrible destino lo hizo pagar.
La campana cayó, cráneo destrozó, El mal sacerdote, su fin encontró. Restos de masa, sangre y hueso, Castigo divino, Dios no hizo exceso.
Los que lo conocían, afirmaban con temor, Un castigo divino, un justo horror. Pero la leyenda, apenas comenzó, Con la muerte del monje, todo cambió.
La iglesia fue reparada, feligreses volvieron, Pero de noche, algo en el aire se movieron. Un hombre sin cabeza, entre sombras rezando, Los hábitos del difunto, el alma penando.
Años pasaron, la presencia persistió, En la Ermita, el misterio creció. De noche, testigos afirman con certeza, La figura sin cabeza, rezando con tristeza.
Algunos encienden velas, ruegan por su paz, El descanso eterno, su anhelo tenaz. Erra como alma, con pecados en vida, Una condena eterna, su existencia perdida.
Así, entre sombras, hasta el final de los días, La leyenda persiste, en Barranco y sus aires. Un monje sin cabeza, alma en penar, En la Ermita, su historia sigue flotar.
El Fantasma del túnel La Herradura
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Dicen que en Chorrillos, dentro del túnel cerca de la playa llamado La Herradura, se aparece un fantasma que acecha a los conductores que manejan de noche. Algunos comentan que es el espectroscopias de un anciano cojo, que solía vivir a la entrada del túnel hasta que un auto lo arrolló. Otros dicen que al hombre le falta una mano y que si alguien lo convoca mientras está dentro del pasadizo, este se aparece y le hace perder el control del vehículo.
Sea como sea, a nadie le gusta pasar por ahí.
La leyenda de este lugar se remonta al año 1910, cuando se instauró la conocida Compañía Nacional de Tranvía Eléctrico (CNET), a la cual los lugareños se referían tan sólo como «La Nacional». Esta se estableció como una línea de tranvías entre Lima y Chorrillos. El más largo recorría el mencionado túnel de 208 kilómetros de largo, hasta la playa de La Herradura. Si bien el proyecto se llevó a cabo con éxito, al poco tiempo la empresa tuvo que declararse en quiebra, debido a los altos costos de mantenimiento que demandaba aquel tranvía.
Por otra parte, los automóviles comenzaban a circular por la ciudad, para los cuales el camino costanero no era suficiente. Era estrecho e iba en un solo sentido, justo hacia La Herradura. El retorno por otra parte, se hacía desde la playa pasando por el túnel, de cuyo piso se removieron los antiguos rieles del tranvía.
Aquel sitio no tardó en convertirse en escenario de desastres.
A causa de la velocidad con la que entraban los coches y lo estrecho del túnel, muchas personas perdieron la vida al cruzar para llegar a la playa. Una de ellas, fue un anciano que vivía en las cercanías, el cual no se dio cuenta de lo peligroso que era entrar y fue embestido por un auto. El vehículo arrastró su cuerpo varios kilómetros dentro del corredor, poco después de que muriera por el impacto. De él, nunca se supo su identidad. No tenía amigos, ni familiares, vivía solo y nadie sabía de dónde venía.
Las autoridades habrían querido clausurar el túnel para evitar más desgracias, desafortunadamente, hasta hoy sigue siendo el único acceso a La Herradura. Claro que hoy en día, la gente cruza con más cuidado.
Aquel viejo, como sea, fue enterrado en las proximidades. Cuentan que su alma deambula por el túnel, intentando hallar a su asesino.
Verso:
En Chorrillos, bajo La Herradura de la playa, Un túnel esconde una leyenda que desmayaba. Un fantasma acecha a conductores de la noche, Un anciano cojo, tragedia en su derroche.
El espectro se dice, de un hombre arrojado, Vivía al túnel, por un auto atropellado. Falta una mano, algunos afirman ver, Invocado en el pasadizo, hace temblar al conducir.
En mil novecientos diez, la historia se enraíza, Compañía Nacional de Tranvía Eléctrico desliza. La Nacional, de Lima a Chorrillos cruzaba, El túnel de 208 kilómetros desafiaba.
Éxito inicial, pero la quiebra asomaba, Mantenimiento costoso, la empresa se desplomaba. Los autos llegaban, la ciudad expandía, El camino costanero, para ellos no sería.
Estrecho y un sentido, hacia La Herradura iba, El retorno por el túnel, desgracias suscriba. Rieles retirados, del tranvía pasado, El sitio testigo de un destino trastornado.
La velocidad y estrechez, tragedias causaban, Personas cruzaban, la vida se llevaban. Un anciano, entre ellas, víctima fatal, Su cuerpo arrastrado, en el túnel nubarral.
Sin identidad, sin familiares ni amigos, Vivía solo, de su origen testigos. Las autoridades, querían cerrar el corredor, Evitar desgracias, evitar el dolor.
Aún así, único acceso a La Herradura queda, El túnel persiste, testigo de tragedia que ciega. Hoy cruzan con cuidado, la gente atemorizada, El anciano enterrado, su alma aún aguarda.
Deambula en el túnel, buscando su final, El viejo busca al asesino, su destino final. En las sombras, la leyenda perdura, En Chorrillos, La Herradura, su alma murmura.
La enfermera sin cabeza del hospital Loayza
Fuente: relatoscortos.org, Catt
El Hospital Arzobispo Loayza es una de las construcciones más reconocidas en Lima, Perú. Por sus pasillos han deambulado cientos de pacientes, enfermeros y médicos. En estos mismos corredores donde todavía se cuenta una oscura leyenda.
Dicen que años atrás, no se sabe en qué época con exactitud, trabajaba en la clínica una bella y amable mujer, que hacía las funciones de enfermera. Era muy estimada por cariñoso trato con los pacientes. Sus colegas la admiraban por ser una trabajadora ejemplar, que amaba su profesión. Con el paso del tiempo, uno de los doctores terminó enamorándose de ella y fue así como el cortejo de varios meses culminó en un lindo noviazgo.
La pareja puso fecha para la boda, todos en el hospital estaban felices por ellos.
Faltaba muy poco para el gran día, cuando el doctor fue llamado a un congreso fuera de la ciudad. De inmediato empacó sus cosas y le pidió a su prometido que continuara con los últimos preparativos del casamiento, asegurándole que estaría de vuelta a tiempo.
Desafortunadamente el destino iba a cambiar sus planes. El joven médico murió durante el viaje, víctima de un accidente fatal en la carretera.
Cuando la muchacha se enteró de la mala noticia, sufrió un shock por el que tuvo que ser hospitalizada. Sus compañeros, preocupados, se turnaron para cuidarla y tratar de distraerla, pero nada parecía ser suficiente. La chica no quería comer, ni levantarse, en sueños llamaba a su prometido y durante el día, lo único que hacía era mirar por la ventana, sin hablar con nadie. Había perdido las ganas de vivir.
Un día, aprovechó que nadie estaba en la habitación con ella para tirarse por esa ventana. La caída no la había matado, estaba en un segundo piso. Lo que la mató, fue darse de bruces contra las herramientas que algunos trabajadores de la construcción habían dejado en el suelo, ya que estaban remodelando el hospital. Todos en el lugar se estremecieron al escuchar su último grito de horror: había caído sobre unos metales que acababan en punta, perdiendo la cabeza al instante.
Desde entonces, se dice que su alma no ha podido abandonar la clínica.
Algunos pacientes han quedado traumatizados después de ver la figura de una mujer descabezada que ronda por los pasillos. Lleva un uniforme muy antiguo, con una capa azul y se desvanece al entrar en las habitaciones.
Verso:
En Lima, el Hospital Arzobispo Loayza se erige, En sus pasillos, una leyenda persiste. Cientos de pacientes, médicos y enfermeros, Deambulan entre sombras, donde yace el misterio.
Una enfermera, bella y amable en su quehacer, Cautivaba corazones, en el hospital hacer. Admirada por todos, por su trato cariñoso, Ejemplar trabajadora, en su oficio, virtuoso.
El tiempo transcurría, un doctor se enamoró, Cortejo y meses, en amor floreció. Boda planeada, alegría en el ambiente, Todos felices, la pareja, prometiente.
El destino caprichoso, un giro tomaría, El doctor llamado, a un congreso se iría. Empacó sus cosas, prometiéndole estar, Pero en la carretera, un accidente fatal.
La noticia llegó, la enfermera en shock, Hospitalizada, en un doloroso bloque. Compañeros turnándose, preocupados cuidaban, Pero la tristeza profunda, en su ser moraba.
No comía, no hablaba, la ventana miraba, En sueños llamaba, a su amor buscaba. Un día sin testigos, se lanzó al vacío, La caída no mató, fue su destino sombrío.
En el segundo piso, entre herramientas cayó, Metales afilados, su cabeza perdida quedó. Su grito de horror, estremeció el lugar, El hospital, testigo de una muerte singular.
Desde entonces, su alma no logra partir, La clínica la retiene, en su sufrir. Figura descabezada, ronda los pasillos, Uniforme antiguo, capa azul en sus brillos.
Pacientes traumatizados, al verla pasar, Una mujer sin cabeza, en silencio vagar. Desvaneciéndose al entrar, en la penumbra, El Hospital Loayza, testigo de una alma que zozobra.
El ahogado
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Hace años, en una de las zonas rurales de Perú, un chico fue a pasar unos días a la casa de verano de su tío, el cual tenía un gran rebaño de ovejas. En la propiedad había un pozo muy profundo que al muchacho siempre le había dado escalofríos.
El día que llegó, su tío le encargó que cuidara mucho a sus ovejas, pues en los últimos habían desaparecido algunas y creía que se las estaban robando. Él se tenía que ir a una fiesta, así que dejó al sobrino encargado. Se hizo de noche y el joven se retiró a dormir. Por la madrugada sin embargo, fue despertado a causa del ruido que hacía una oveja en el establo.
Sobresaltado, lo primero que pensó fue que el ladrón andaba haciendo de las suyas de nuevo, así que tomó la escopeta de su tío y salió muy sigilosamente de la casa. Fuera no se veía un alma.
De pronto, un sonido profundo brotó del pozo.
El chico volteo hacia allí y se quedó paralizado al contemplar como una larga silueta salía lentamente de allí. Tenía la forma de una persona, aunque pudo distinguir que las uñas de sus manos eran más largas de lo normal.
La criatura se abrió paso hacia donde se encontraban las ovejas y, el muchacho temblando apenas atinó a apuntarle con la escopeta y soltar un disparo, que no pareció afectarle en lo absoluto.
Por el contrario, la cosa del pozo reparó en su presencia y empezó a arrastrarse hacia él, provocando que las piernas le temblaran de pánico. Rápidamente tiró el arma y corrió lo más deprisa que pudo, rumbo a una laguna que se encontraba en las cercanías.
Los pasos del ente y su pesada respiración, se escuchaban cada vez más cerca de él, hacía eco como si estuviera suspirando justo encima de su hombro.
El joven se arrojó a las aguas del lago, en las que por alguna razón, la criatura no pudo entrar, sino que se quedó de pie junto al borde, observándolo fijamente. La noche era tan negra que el chico no podía distinguirlo con claridad. Estuvo flotando en el agua hasta el cansancio y cuando el amanecer comenzó a aclarar, escuchó como aquello se alejaba arrastrando los pies.
Por la mañana, su tío lo encontró fuera de la casa, pálido y tembloroso. Su semblante se convirtió en uno de terror al escuchar lo que había ocurrido por la noche.
Sin decir una palabra, fue al pueblo a buscar la ayuda de algunos hombres: iban a drenar el pozo.
Una vez que sacaron hasta la última gota de agua, se aventuraron a bajar y lo que encontraron en el fondo los dejó lívido. Frente a ellos se encontraba el cuerpo sin vida de un hombre desconocido, en tal estado de descomposición que sería imposible identificarlo.
Lo único que parecía intacto en él eran sus uñas, unas uñas bastante largas y curvadas como garras.
A partir de entonces, el ahogado se convirtió en una siniestra leyenda.
Verso:
En las tierras de Perú, hace años atrás, Un joven vivió una historia singular, En la zona rural, su tío tenía rebaño, De ovejas y un pozo, profundo y extraño.
En la casa de verano, el chico llegó, Cuidar las ovejas, su tío le encomendó. Desaparecían algunas, las sospechas crecían, El ladrón rondaba, el misterio se tejía.
En la noche oscura, el joven durmió, La oveja inquieta en el establo lo despertó. Con la escopeta en mano, sigiloso salió, Un sonido profundo del pozo surgió.
Volteó hacia él, una silueta emergió, Como una persona, pero algo inquietó. Las uñas largas, anormales, notó, La criatura avanzó, el joven tembló.
Hacia las ovejas, la cosa se encaminó, El chico disparó, pero nada cambió. La criatura notó su presencia, avanzó, El joven, aterrado, corrió y huyó.
La laguna cercana, refugio en su desvelo, La criatura no entró, al borde se quedó. La noche oscura, el miedo en suelo, El joven flotó, hasta el cansancio llegó.
Al amanecer, la criatura se alejó, El tío encontró al joven, temblando quedó. Al escuchar la historia, el terror brotó, En el pueblo, ayuda buscó.
Drenar el pozo, la decisión tomada, Al fondo encontraron algo que helaba. El cuerpo sin vida, en descomposición, Un hombre desconocido, sin identificación.
Solo las uñas, largas como garras, Permanecían, como sombras raras. El ahogado, una leyenda oscura, Que en Perú, aún asusta y perdura.
El Chullachaqui
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Malena era una joven tan inquieta como atractiva, que vivía en un pueblito cerca de las colinas de Tarapoto, en la amazonia peruana. A ella le encantaba dar largos paseos en medio de la naturaleza, aunque sus abuelos siempre le advertían que era bastante peligroso. Especialmente para una joven de su edad.
La noche de San Juan, la gente del pueblo se estaba preparando para armar una fogata por la noche, en honor a la festividad. Esa noche más que nunca, era sumamente importante encomendarse a Dios y arrepentirse por sus pecados, pues de acuerdo con la leyenda, el diablo subía a la Tierra para asustar a todas las personas que no fueran de bien.
Sin embargo Malena no quería saber nada de supersticiones, ni tradiciones que para ella no tenían sentido. Así que se escabulló de casa de sus abuelos para evitar tener que ayudar con los preparativos, y se echó a andar por el monte, burlándose de todos los pobladores.
—Si el diablo realmente está entre nosotros, ¡más le vale no aparecerse en mi camino! —exclamó burlona.
En ese momento una sombra se levantó a un lado del camino y Malena se quedó paralizada.
Frente a ella había una criatura que con solo mirarla, le helaba la sangre de lo horrible que era. Tenía el tamaño de un niño pequeño, pero su rostro era tan viejo como el de un anciano y mostraba una expresión de maldad absoluta. Andaba desnudo sobre dos patas distintas, una de hombre y la otra de chivo.
Al ver lo pálida que se había puesto, el ser emitió una risita llena de malignidad y se lanzó contra ella para morderla.
En el monte hizo eco un grito de horror que se escuchó por todo el pueblo.
La mañana siguiente, los abuelos de Malena estaban desesperados. Habían salido del poblado con unas cuantas personas para buscar a su nieta, pues no había estado presente en toda la noche. Temían que algo malo le hubiera sucedido por ignorar una fecha tan sagrada.
Recorrieron las colinas de Tarapoto, llamándola incansablemente y en vano. Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos la encontraron, con la ropa maltrecha y el estado de shock. Malena sangraba y tenía los ojos abiertos de puro terror. No parecía reconocer a ninguna de las personas que habían salido a buscarla. La llevaron de regreso al pueblo y una curandera la atendió, explicando a sus abuelos lo que había ocurrido.
—Esta muchacha fue asustada por el chullachaqui, el duende del monte —dijo con seriedad—. Él siempre anda acechando por el monte, para ver cómo puede perder a los viajeros o a las jovencitas que salen solas de casa. Se los lleva a su hogar infernal. Su nieta ha tenido suerte, pues quien es arrastrado a esa dimensión no puede volver jamás a casa.
Esta historia está basada en la leyenda peruana del chullachaqui, un duende maligno de las montañas de Tarapoto, que aparece para asustar a las personas, sobre todo a las muchachas.
Verso:
En Tarapoto, entre colinas y selva viva, Malena, joven inquieta, atractiva, Paseaba en la naturaleza, desafiante, Aunque sus abuelos advertían, el peligro constante.
La noche de San Juan, fiesta en el poblado, Fogatas ardiendo, tradición sagrado. Encomendarse a Dios, arrepentirse en honor, Pero Malena desafiante, burlaba el fervor.
Escapó de sus abuelos, supersticiones evitó, Por el monte, desafiante, se aventuró. "Burlémonos del diablo, si existe en realidad", Exclamó con desdén, en la oscuridad.
Una sombra se alzó, un ser tenebroso, Horror en su rostro, expresión malicioso. Tamaño de niño, rostro de anciano, Desnudo, dos patas, mitad humano.
Una risa maligna, la criatura profirió, Con maldad en los ojos, hacia Malena avanzó. Paralizada, helada por el terror, El ser se lanzó, mordiéndola con fervor.
En el monte resonó un grito de horror, Que en el pueblo causó gran temor. Al amanecer, los abuelos angustiados, Salieron en busca de Malena, desesperados.
Recorrieron las colinas, llamándola en vano, Temían lo peor, su nieta en manos del insano. La encontraron, con la ropa desgarrada, En estado de shock, Malena herida y asustada.
Sangrando y aterrorizada, sin reconocer, La llevaron de vuelta, al pueblo querer. La curandera explicó, con seria voz, "El chullachaqui la asustó, duende feroz."
"Acecha en el monte, busca a los desprevenidos, Viajeros y muchachas, son sus preferidos. Los lleva a su hogar infernal, dimensión perdida, Malena ha tenido suerte, su regreso la vida prohíbe."
En Tarapoto resuena la leyenda del Chullachaqui, Duende maligno, en la selva que acecha aquí. A las almas incautas, su maldad desvela, En el monte de Tarapoto, la historia perdura y destella.
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Leyendas de Terror de Uruguay
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La monja sin cabeza
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Cuentan las leyendas que antes muchos de los conventos e iglesias de la capital uruguaya se conectaban por túneles. En el subsuelo tenían puertas secretas que permitían entrar a los pasadizos subterráneos. Uno de estos lugares era el Convento y Liceo de Nuestra Señora de la Misericordia, la cual, años atrás, funcionaba como una institución para mujeres.
Justo enfrente se levantaba el Colegio de San Juan Bautista, que era, a su vez, un lugar para varones.
Si bien el túnel entre ambos sitios se clausuró, una joven monja del convento, más curiosa y valiente que sus compañeras, logró acceder a él y entrar en el colegio de hombres. Allí conoció a un sacerdote joven con el que trabó una intensa amistad.
Con el tiempo ocurrió lo inevitable y ambos se enamoraron, aprovechando el pasadizo para verse a escondidas. Sin que nadie pudiera reprocharles su amor, aunque estaban conscientes de que lo que hacían se consideraba pecado.
Finalmente, al no poder reprimir más sus sentimientos, tomaron una decisión: renunciarían a los hábitos y se escaparían juntos, a un sitio donde nadie los conociera. Desvelar su romance en la ciudad habría supuesto un problema, con lo cruel que era la sociedad. Lo que no sabían era que estaban a punto de ser descubiertos.
La Madre Superiora había notado el extraño comportamiento de su discípula, por lo que comenzó a vigilarla. Una noche, al verla entrar en el túnel, la siguió y descubrió a los dos amantes a mitad de lo que consideraba el acto más pecaminoso, consumando su amor.
La monjita fue llevada de vuelta al convento y castigada por traicionar sus hábitos. No solo la expulsaron de la orden, sino que fue encerrada en la celda más diminuta del lugar, donde apenas y recibía la luz del sol. Le daban de comer y de beber muy poco, y la obligaban a estar en silencio, para que pudiera meditar en sus pecados.
Del sacerdote no se supo más nada, excepto que también lo expulsaron del colegio.
En su encierro, la monjita pensaba en él y en cómo iba a seguir viviendo sin su amor. Era tanto su sufrimiento que decidió quitarse la vida.
Una mañana, cuando una de las hermanas fue a dejarle su alimento, se extrañó al no ver como tomaba el plato. De inmediato abrió la puerta y se encontró con una escena espantosa. La muchacha se había ahorcado con las sábanas de su catre. Tenía el cuello roto, la cabeza colgando y una expresión horrible en su mirada.
Tras hacer que retiraran el cadáver en secreto, la Madre Superiora prohibió a todas hablar sobre lo ocurrido. Sin embargo, de una manera u otra se supo y surgió una leyenda.
Hoy el convento es una escuela y hay personas que dicen haber visto el fantasma de la monja. A partir de las 6 de la tarde, la oyen entrando en el salón de música, desde donde entona una melodía tristísima en el piano.
Lo más escalofriante es que le falta la cabeza.
El fantasma del Museo Blanes
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta es una historia triste y escalofriante, ocurrida en una de las construcciones más famosas de Uruguay.
Tiempo atrás, vivía en Montevideo una familia de la alta sociedad apellidada García de Zúñiga. Estaba conformada por un matrimonio y su hija, la pequeña Clara, de 9 años de edad. Por desgracia, su padre era un hombre frío y muy avaricioso, que habría hecho cualquier cosa con tal de incrementar su estatus y su fortuna.
No le importó que Clarita tan solo fuera una niña. Enseguida la comprometió con un hombre mucho mayor, de nombre Jesús María Zuñiría, quien le había prometido introducirlo en su círculo de amistades si le daba a la chiquilla en matrimonio.
Y así fue. Tan pronto como Clara cumplió los 14 años, se realizó la boda y ella se fue a vivir a casa de su marido, quien para entonces tenía ya 36 años de edad. Al principio y como era costumbre en la época, asistían juntos a todas las reuniones y compromisos a los que eran invitados. Pero Clarita se aburría mucho y no se llevaba bien con su esposo.
Cuando se convirtió en una joven mujer, comenzó a salir sola a los bailes y a dar de qué hablar. La gente miraba mal que se divirtiera e hiciera amistad con chicos de su edad, y enseguida se extendieron los rumores de que se estaba viendo con varios amantes.
Clara, aunque intentaba ignorar todos estos comentarios malintencionados, no pudo evitar enamorarse un día, cuando coincidió con un apuesto joven en una de sus fiestas. Era conocido como Ernesto de las Carreras y nada más verla, también se sintió atraído por la muchacha. Juntos tuvieron un romance en secreto, del cual la chica quedó embarazada.
Si al principio su marido no tenía forma de comprobar sus sospechas, su ira se desató cuando Clara no pudo ocultar lo evidente. Zuñiga sabía que el hijo que estaba esperando no podía ser suyo, así que decidió castigarla.
Construyó un altillo en el último piso de su casa, en el que Clara fue encerrada. Por fuera, el ático aparentaba tener ventanas como el resto de la mansión; pero por dentro solo había unas cuantas rendijas por las que apenas se colaba la luz del sol. Su familia jamás intentó ayudarla, dándole la razón a su marido cuando afirmó que su mujer había perdido el juicio, y contentándose con administrar sus bienes.
Clara pasó el resto de su vida prisionera entre aquellas cuatro paredes, y murió muy joven, de pura soledad.
Los años pasaron.
Tiempo después la casona de Zúñiga, ya abandonada, fue reformada y se convirtió en el Museo Blanes, donde existe un curioso retrato. Es la pintura de una muchachita melancólica y hermosa, cuyos tristes ojos ponen nerviosos a los visitantes. Algunos aseguran que sienten como el retrato les sigue con la mirada adonde quiera que van.
Y que de noche, a veces se puede escuchar el llanto fantasmal de una chiquilla, que llora desconsolada al recibir los escalofriantes gritos de un hombre mayor.
La casa de la degollada
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta es la leyenda de un lugar maldito, en el que nadie se atreve a entrar hasta el día de hoy, por la terrible historia de crimen, amor y venganza que encierra en sus paredes.
Durante el siglo XIX, los habitantes de la capital uruguaya admiraban la mansión que se levantaba entre las calles de Avenida Agraciada y Joaquín Pereira; una hermosa construcción en la que residía un matrimonio de la clase alta. Este se encontraba conformado por el doctor Arenas, uno de los abogados más importantes de aquella época, y su esposa, la bella Merceditas.
Lo primero que saltaba a la vista entre ambos, era la juventud y belleza de Merceditas. La muchacha era muy agraciada y veinte años menor que su marido; aunque eso, en aquellos tiempos, no era algo tan extraño.
El único inconveniente era que la joven contaba con muchos pretendientes, aun estando casada, lo cual encendía los celos del doctor Arenas.
Un día, a Merceditas no se la vio más por los lugares que frecuentaba. Todos en su círculo social se preguntaban qué había sido de ella, pues cuando iban a buscarla a su casa, tampoco la encontraban. Pronto, su esposo tuvo que decir algo para calmar los ánimos.
—No se preocupen por mi esposa, que ha regresado un tiempo a Europa a terminar con sus estudios. Muy pronto la tendremos por aquí de nuevo.
Así logró calmar los chismorreos de la gente, que ya comenzaba a rumorear que tal vez la chica lo había dejado por uno de sus pretendientes más jóvenes.
Si tan solo hubieran sospechado la verdad…
El tiempo pasó y Merceditas jamás regresó. Peor aún, el doctor Arenas abandonó la ciudad de la noche a la mañana a Europa, sin dar explicaciones a nadie y dejando su mansión en manos de sus sirvientes, quien más tarde también se marcharon para no volver. Aseguraban sentirse atemorizados por los gritos y los ruidos inexplicables que escuchaban por las noches.
La residencia quedó deshabitada.
Tiempo después, una rica familia la compró para remodelarla y vivir en ella. A pesar de que desde el primer momento, notaron los sonidos macabros de los que habían hablado sus anteriores habitantes, no quisieron darle mucha importancia al asunto.
Cierto día, estaban supervisando el derrumbe de uno de los muros de la biblioteca; pues quer��an ampliarla, cuando retiraron un bloque y descubrieron algo que los dejó paralizados de terror.
Ahí, detrás de la pared, yacía el cuerpo sin vida de Merceditas. Tenía la garganta cercenada y la habían momificado.
Tras mirar tan horrible espectáculo, la familia completa decidió marcharse de inmediato para no regresar. Ahora sabían de donde provenían todos los espeluznantes ruidos que los acosaban por las noches.
Se dice que el doctor Arenas, harto de los celos que sentía por su mujer, la había matado de esa forma tan vil y escondido el cuerpo. Las autoridades sospecharon de él al saber que, meses después de su partida, en España habían ocurrido varios asesinatos con el mismo modus operandi.
Nunca pudieron apresarlo.
El doctor Lenguas
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Una de las leyendas latinoamericanas más famosas tiene lugar en el Círculo Católico del Uruguay, hospital de la capital uruguaya en el que se dice, ocurrieron los hechos descritos a continuación entre finales de los años 60 e inicios de los 70. Todo comenzó cuando un hombre ingresó acompañado por su pequeño hijo y su esposa, quien a punto de dar a luz, se retorcía en medio de dolores insoportables.
Por desgracia el personal se encontraba ocupado, así que tuvieron que esperar a que hicieran los preparativos para el alumbramiento. Un momento después, apareció un doctor con un grupo de enfermeras, que condujeron a la embarazada a la sala de partos.
El tiempo de espera se le hizo eterno al futuro padre.
Mientras observaba a su primogénito jugar en el suelo del lugar, sin enterarse de nada, sentía que los nervios estaban a punto de comérselo vivo. Ya habían pasado horas y aún no tenía noticias de su esposa, ¿habría terminado de dar a luz?
En ese momento, un doctor salió del pasillo por el que se habían llevado a su mujer y lo llamó.
—Lamento mucho informar esto, señor —le dijo, provocando que un mal presentimiento se apoderó de él—, hicimos todo lo que pudimos por su esposa, pero el parto se complicó y tanto ella como el niño fallecieron. A estas alturas ya no hay nada que hacer. Sus cuerpos van a ser trasladados ya para los trámites pertinentes…
Sintiendo que la desesperación causaba mella en su pecho, el pobre hombre se derrumbó y se puso a dar de alaridos. Ignorando al médico, corrió hasta la sala donde fue atendida su mujer, llamándola a gritos. Es entonces cuando otro doctor, al que no había visto antes, apareció de no sabía donde y se presentó ante él como Luis Pedro Lenguas.
—Tranquilícese, señor. Estoy dispuesto a ayudarlo, pero tiene que escucharme —le pidió.
—¿Ayudarme? Nadie puede ayudarme ya —replicó el hombre con amargura.
El médico, no obstante, insistió y tras pedirle que esperara unos minutos, volvió a entrar para ver a su esposa. Poco después el pobre marido escuchó el llanto de un bebé y lo que parecía la voz confundida de la joven. Al entrar en el lugar, la encontró viva y con su hijo en brazos. Más del extraño doctor no había ni rastro.
Cuando el médico con el que habló antes hizo acto de presencia, se puso pálido al ver con vida a la mujer y su bebé. No se explicaba cómo era posible, si hacía poco los habían declarado muertos. Cuando quiso cuestionar al hombre, éste, furioso, le espetó que no hablaría con nadie, que no fuera el doctor Lenguas.
—¿Con quién? —preguntó el galeno, aún más pálido.
—Con el doctor Luis Pedro Lenguas, ¡él fue quien salvó a mi esposa e hijo!
—¿Habla de él? —el galeno señaló el retrato de un médico en la pared, el mismo que acababa de ayudarlo— Debe haber una equivocación. El doctor Lenguas fundó este hospital en el año 1885 y murió en 1932.
Los dos hermanos
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Cuentan que hace años en las tierras de Arroyo Achar, de la región uruguaya de Tacuarembó, había dos hermanos que se amaban el uno al otro por sobre todas las cosas, estando juntos desde niños. Los dos crecieron para convertirse en jóvenes apuestos, nobles y generosos, además de muy valientes. Parecía que nada destruiría nunca ese fuerte vínculo que habían desarrollado entre ambos.
Pero un fatídico día, los dos se enamoraron de la muchacha más bella del pueblo, una chica superficial que usaba sus encantos para coquetear a diestra y siniestra con todo el mundo.
Los hermanos no supieron ver la malicia de la joven y de la noche a la mañana, se convirtieron en los peores enemigos. Se la pasaban compitiendo por ver quién lograba conquistarla y ella disfrutaba al verlos pelear por su culpa.
Una noche, el hermano mayor se presentó en casa de la chica mientras todos dormían y decidió robarla. Salió del pueblo en su caballo por la madrugada.
Cuando su hermano se enteró de esto, se montó en cólera y fue cabalgando tras ellos. En el camino se tropezó con una anciana mujer, que le dijo haber visto cómo los amantes escapaban. Tras indicarle la dirección por la que desaparecieron, no tardó en alcanzarlos y les cortó el camino gritando con furia a su pariente.
—¡Traidor! ¡Me la robaste!
—¡Nada he robado, pues ella siempre fue mía!
Y mientras discutían, la malvada muchacha solo sonreía al ver lo que su belleza era capaz de provocar. En ese momento los dos bajaron de sus caballos y sacando sus armas, se enzarzaron en una violenta lucha que terminó con ambos heridos de muerte.
La joven, al ver esto, se asustó tanto, que liberó un grito que espantó a su caballo, haciéndolo correr desbocado, hasta perderse en medio del bosque.
Al darse cuenta de lo que su rivalidad había provocado, los hermanos se arrepintieron y a punto de morir, pensaron que lo mejor era reconciliarse. Fallecieron abrazados el uno al otro, con sus manos enlazadas y tendidos sobre un par de charcos de sangre.
Mientras tanto, el caballo de la chica seguía corriendo con tal fuerza, que acabó tirándola en medio del camino y dejándola inconsciente. Cuando ella se despertó, volvió sobre sus pasos y se tropezó con los cadáveres inertes de sus pretendientes, llena de espanto. Un enorme remordimiento se apoderó de ella al mirar lo que había provocado y atosigada por la culpa, se dedicó a deambular de un lado a otro, llorando por esos hombres que la amaron.
Finalmente, llegó el momento en el que no pudo seguir viviendo con el horrible recuerdo de sus cuerpos en el piso. Se dirigió a la Laguna Asombrada, tirándose en las aguas hasta ahogarse.
Dicen que aún hoy en día, su alma sigue penando por el mal que provocó y todos los viernes Santos se la puede ver, arrojándose a la lagunilla y emitiendo escalofriantes aullidos. En esos instantes es mejor no acercarse, o podría tratar de ahogarte a ti.
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Leyendas de Terror de Colombia
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La Muelona
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta es la historia de una hermosa mujer, condenada a arruinar a todos los hombres que se cruzan en su camino, a causa de una aterradora maldición.
Cuentan que hace mucho tiempo, vivía en Colombia una muchacha que era tan linda como coqueta. En todos los bailes y festividades era la sensación, pues no había un solo mozo que no quisiera bailar con ella, ni ninguna joven que no sintiera envidia de su belleza. Y ella disfrutaba de saberlo, pues era vanidosa en extremo y le encantaba recibir la atención de los demás.
Frecuentemente bailaba en garitos y tabernas, sin hacer caso al qué dirán. Se había hecho de una reputación muy mala entre el resto de las mujeres, que la tenían por bruja.
A menudo seducía a hombres casados o comprometidos, bebía igual que los bribonas experimentados, se colaba en las peleas de gallos, pedía monedas por leer las manos y emitía una risa melodiosa en medio de la noche, a la que nadie se podía resistir. Era toda una sinvergüenza.
Pero fue esa vida licenciosa lo que la condujo a la perdición.
Un día no se la volvió a ver más por el pueblo en que habitaba. Los lugareños decían que se había fugado con un hombre, o que se había muerto. Como no hubo nadie que se interesara realmente por descubrir su paradero, la gente se olvidó de ella con el tiempo.
Poco después, los hombres viciosos de la aldea también empezaron a desaparecer. Muy pocos volvían del bosque, pálidos e inundados de terror. Afirmaban haber visto de nuevo a la muchacha, quien seguía tan esbelta y preciosa como la recordaban, el tiempo no parecía haberla afectado en lo absoluto. Esta vez, además de ser atractiva, tenía una misteriosa influencia que atraía a los sujetos que se extraviaban irremediablemente.
Primero los llamaba con una voz dulce, invitándolos a estar junto a ella. Los más osados no lo dudaban ni un segundo, tentados por la posibilidad de obtener algo más que un beso. Luego, cuando se acercaban lo suficiente y estaban envueltos por su hechizo, su rostro inmaculado se transformaba en el de un cadáver, en el cual resaltan unos dientes grotescos y afilados, con los cuales buscaba morder a la víctima hasta la muerte.
Desde entonces la conocieron como la Muelona.
Incluso hoy en día, la gente sabia y anciana que habita en las zonas rurales, aconseja a los muchachos no ir a caminar solos cuando se hace de noche. Y, en caso de que tengan que salir de casa por alguna emergencia, les dicen que deben ir preparados por si se encuentran con ella.
La Muelona busca sobre todo a los hombres borrachos y pendencieros, pero tampoco le disgusta meterse con los chicos sensatos. Te puedes proteger llevando encima una imagen de San Isidro Labrador o de la Virgen del Carmen; aunque probablemente, lo mejor sea que no busques arriesgarte.
Pues si la Muelona no te logra matar con sus dientes, podría hacerlo de un susto.
El Sombrerón
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Colombia es una tierra fascinante por sus numerosas historias y leyendas, que de vez en cuando, hablan de personajes tan enigmáticos como aterradores. Uno de los más famosos es el Sombrerón, una siniestra aparición que aseguran, deambula por los poblados por las noches. Y si eres tan valiente como para salir de casa a esas horas, más vale no cruzarse en su camino.
El Sombrerón es descrito como un hombre de bastante edad, que siempre va vestido de negro. Un sombrero enorme del mismo color le cubre buena parte del rostro, mientras monta un caballo enorme. Algunos aseguran que lleva dos perros negros y muy bravos con él, sujetados por gruesas cadenas. Casi siempre está en silencio, observando con su siniestra mirada los llanos por los que pasea para cazar a algún viajero incauto o castigar a los viciosos.
Algunos testigos que se encontraban en el campo de noche, aseguran haber sentido como se les helaba la sangre al verlo a la distancia. Tan pronto como el Sombrerón se fijaba en ellos, azuzaba a su caballo para perseguirlos por el monte, gritando unas palabras que les provocaron terror:
—¡Si te alcanzo, te lo pongo!
Cuando uno se ve perseguido por él, lo más prudente es correr lo más rápido que le sea posible sin mirar atrás, ya que si te da alcance estarás perdido. Una vez que te ha emboscado con su caballo, podrás notar que no es más un hombre de carne y hueso, sino un esqueleto que te observa penetrantemente bajo el ala ancha de tu sombrero para llevarte con él.
A pesar de todo son los borrachos, los tramposos y los jugadores empedernidos los que más deben temerle a este espectro, pues corren el peligro de ser perseguidos por él hasta la madrugada.
Algunos testigos que se encontraban en el campo de noche, aseguran haber sentido como se les helaba la sangre al verlo a la distancia. Tan pronto como el Sombrerón se fijaba en ellos, azuzaba a su caballo para perseguirlos por el monte, gritando unas palabras que les provocaron terror:
—¡Si te alcanzo, te lo pongo!
Cuando uno se ve perseguido por él, lo más prudente es correr lo más rápido que le sea posible sin mirar atrás, ya que si te da alcance estarás perdido. Una vez que te ha emboscado con su caballo, podrás notar que no es más un hombre de carne y hueso, sino un esqueleto que te observa penetrantemente bajo el ala ancha de tu sombrero para llevarte con él.
A pesar de todo son los borrachos, los tramposos y los jugadores empedernidos los que más deben temerle a este espectro, pues corren el peligro de ser perseguidos por él hasta la madrugada.
Si bien el Sombrerón es una leyenda muy popular en pueblos como Bolívar, Andes y Jardín, hubo un tiempo en que se le avistó mucho por Medellín, la capital colombiana. El año era 1837 y un viento frío recorría las calles apenas se ocultaba el sol. Las personas se encerraban a cal y canto dentro de sus casas, aguzando el oído para escuchar como un poderoso caballo recorría las calles, dando relinchos espectrales. Por lo general nunca podían escuchar a su amo.
Pero a veces, si algún lugareño se atrevía a salir de las cantinas o a recorrer las afueras para cometer actos ilícitos, se dejaba oír una voz de ultratumba con el grito ya conocido por todos en la región.
—¡Si te alcanzo, te lo pongo! ¡Si te alcanzo, te lo pongo!
Se dice que también podían oírse los gritos estremecedores de esos pobres incautos que eran atrapados por la aparición, a los cuales no se volvía a ver a la mañana siguiente.
Si algún día viajas a Colombia y te apetece dar un paseo por sus llanos y pueblos, sigue este consejo y no lo hagas después del atardecer. Pues todas las leyendas tienen su parte de verdad y no te gustaría toparte con el Sombrerón.
La Casa del Diablo
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
La leyenda de la Casa del Diablo lleva muchos años causando terror entre los habitantes del municipio colombiano de Ciénaga, así como en sus alrededores. Y es que se dice que esta antigua construcción, ubicada en la calle de Valledupar esquina con el callejón Bucaramanga, siempre ha estado poseída por fuerzas malignas con las que es mejor no tratar.
Sin embargo, hubo alguna vez un hombre al que esto no le importó.
Su nombre era Manuel Varela y llegó desde el Atlántico en el año 1908, dispuesto a prosperar con su empresa e instalarse en la región como el más rico hacendado de todos.
Varela adquirió un gran número de tierras, en las cuales construyó haciendas y parcelas para montar sus sembradíos de plátanos. Incluso llegó a instalar una línea ferroviaria, con la cual sería más sencillo transportar la cosecha. No obstante, las malas lenguas aseguran que nada de esto habría sido posible sin la intervención de las artes ocultas, a las cuales él era muy asiduo.
Pronto comenzó a llamar la atención de que en la propiedad de Varela, empezaban a desaparecer niños y trabajadores con cierta frecuencia. Ocurría más que nada, cerca de la llamada Mansión Manuelita, una enorme casona de bella arquitectura, en la que el hacendado se había mudado con todos los lujos posibles.
Levantada en 1918, la leyenda afirma que fue construida por el mismísimo Satán y que debajo de la misma, existía (o existe), un largo túnel en el cual Varela ingresaba cada noche, sosteniendo una veladora negra y un pergamino, el cual iba leyendo a medida que caminaba entre la oscuridad. Él y el maligno tenían un peligroso pacto: a cambio de riquezas y poder, y el éxito en cada uno de los negocios que emprendiera, el empresario lo proveería con sacrificios humanos.
Cada muerte, cada desaparición, pronto fueron atribuidas a este demoníaco acuerdo. Nadie se atrevía a acercarse a la Mansión Manuelita y menos por las noches, pues los lugareños juraban que las huestes del infierno se reunían allí para llevar a cabo sus horribles banquetes, devorando a los pobres infelices que eran atrapados entre los sembradíos.
A menudo, también podían escuchar llantos y gritos desgarradores que provenían desde el interior.
El horror pareció llegar a su fin a mediados de los años 50, cuando don Manuel Varela por fin falleció, presuntamente por causas naturales. Las muertes cesaron pero la gente de Ciénaga aún no podía estar tranquila. Había algo maligno que seguía rondando su lúgubre mansión.
Tras la muerte del amo, la construcción quedó en el olvido, aunque los gritos no cesaron. Se cuenta que algunas noches se les puede escuchar con más claridad que nunca, a la vez que un olor a azufre brota a través de las ventanas y múltiples ojos rojos aparecen para mirar desde el interior, como espiando a las afueras.
De vez en cuando, la gente asegura ver al diablo paseando por los alrededores. A veces en forma de perro negro, otras, en forma de un enano negro que sonríe de modo tenebroso.
El Mohán
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En un pueblito perdido entre los paisajes colombianos, vivía una muchacha muy hermosa, de piel canela y granes ojos negros. El pelo lo tenía oscuro como pluma de cuervo y su silueta era graciosa como la de un ángel. Esta muchacha tan bonita tenía muchos pretendientes y por lo mismo le encantaba darse a notar por los alrededores.
Iba a todas las fiestas que se celebraban en su pueblo y todos los días, se acercaba hasta el río para lavar ropa en la orilla, sonriendo a todos los jóvenes que pasaban. Sus padres veían muy mal este comportamiento, ya que consideraban que se exponía demasiado.
—No es bueno que una chica decente se ande exhibiendo por ahí —le advertían—, si no tienes cuidado te van a robar.
Pero ella, vanidosa como era, nunca escuchaba y seguía saliendo a todas horas.
Un día, justo antes de que se pusiera el sol, salió a lavar su vestido favorito con flores de la rivera. Había un baile al día siguiente y quería ser la más guapa para llamar la atención de todos los muchachos.
De repente, le pareció ver algo que se movía entre los árboles. Una sombra había cruzado rápidamente y ella la había notado por el rabillo del ojo. Nerviosa, preguntó si alguien andaba por ahí y escuchó otro ruido de enormes pisadas sobre las ramas del bosque.
—¡¿Quién está ahí?! —preguntó con más ahínco.
Salió entonces ante ella un ser enorme y cubierto de pelo, muy sucio y alto como un gigante. La joven gritó con todas sus fuerzas, tanto, que en el pueblo sus padres la escucharon y fueron a su encuentro. Pero cuando llegaron al río ya no estaba. Solo quedaba su vestido maltrecho en el agua.
Dieron aviso pues, a todos los hombres de la aldea y con antorchas en mano salieron a buscarla.
La búsqueda duró por días sin ningún resultado. Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos, encontraron la entrada de una cueva en lo más profundo del bosque. Allí dentro se encontraba la muchacha, sucia, desnuda y en un profundo estado de shock.
Por más que le preguntaron que le había ocurrido, ella era incapaz de contestar. La llevaron de vuelta a casa donde su madre la lavó con cuidado y solo horas después, se supo la verdad.
Aquel día, mientras lavaba su vestido, la pobre había sido raptada por aquella criatura repugnante, que sin más la había dejado en su cueva donde todas las noches se dedicaba a acecharla. A veces le llevaba flores y comida que encontraba en el bosque. Pero ella no soportaba verlo.
Ese ser era el Mohán, una criatura malvada que se dedicaba a robar a las mujeres que le gustaban y que tomaba desprevenidas.
Desde entonces, se dice que cada vez que ronda un pueblito; una desgracia está a punto de ocurrir. A veces las chicas desaparecen sin más. Y otras, atacan las inundaciones, los terremotos y las sequías. Las jovencitas sobre todo, deben tener cuidado con él.
La Patasola
Fuente: relatoscortos.org, Jonathan Botero
Era una noche oscura en las montañas de mi país, me encontraba con mi hermano estábamos cuidando nuestro ganado ya que algo había estado asustando a las reses y las hacía alejarse mucho del corral y aun siendo en mallado con cerca eléctrica a los animales no parecía importarles mucho ya que reventaban el alambre sin problema ¿me pregunte si así sería el terror que les producía?
¡Valla! como hubiese querido nunca haberlo sabido, y siguiendo con mi historia ya avanzada la noche seguía con mi hermano cuidando los animales contando historias de amores y un tanto de miedo y en cierto momento vimos la silueta de una persona en la oscuridad no la podía distinguir muy bien pero cuando se iba acercando ¡valla! una mujer la distinguí por su larga cabellera ya cuando estaba cerca era la mujer más hermosa que jamás había visto igual no había visto muchas a tan corta edad con mis escasos 15 años.
Mi hermano que es mucho mayor apenas la vio no tuvo reparo en empezar a coquetear con ella haciendo preguntas que de dónde venía y hacia dónde se dirigía ella con una voz muy dulce le decía que se dirigía hacia el pueblo pero que se había extraviado y no encontraba el camino hacia el. Mi hermano no dudo en ofrecerle posada en la casa, mis padres ya habían fallecido hacía tiempo y nos dejaron la casa y las reses como herencia así que no habría problema en meter a la mujer a la casa pues ya lo había hecho así en varias ocasiones con otras mujeres.
Así que la vigilancia quedó suspendida. Llegamos a la casa. Mi hermano sacó una botella de aguardiente y se fue con la mujer al segundo piso. Yo me quede abajo igual nada tenía que hacer en cosas de adultos pasaron un par de horas más supongo ya que quedé profundamente dormido salvo al ruido que había en el segundo piso la cama rechinaba más que de costumbre y se movía de lado a lado y de pronto aquel sonido cesó y unos minutos después un liquido frio y algo espeso cayo en mi rostro me toque prendí mi luz y era SANGRE.
Me aterré, pensé que mi hermano había hecho algo que no debía, subí rápidamente al cuarto de él y sentí el terror un miedo indescriptible que me paralizó por un momento. Aquella bella mujer se había convertido en un monstruo horrible que tenía lo que quedaba de mi hermano en lo que parecía ser su boca, al observar me di cuenta de que le faltaba una pierna y en esa amputación que tenía le salían víboras de todos colores y especies, cuando sentí que el cuerpo me respondió de nuevo, salí corriendo como pude miré atrás y esa cosa me estaba persiguiendo, era bastante rápida para faltarle una pierna.
Ya casi me alcanzaba y me vi obligado y también pensando ingenuamente que la cerca que tenia para mi ganado podría pararla pero no fue así saltó por encima de ella lo único que hice fue meterme entre las reses mientras que esa cosa devoraba uno a uno a mis animales en estos momentos ya quedan solo dos y el hambre a esta cosa no se le quita ya este es mi final ya amaneció pero no hay nadie que me pueda auxiliar si alguien lee esto sepan lo que me paso a mi y a mi hermano lloro impotente sabiendo que todo llegó a su fin queda solo una res……..
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Leyendas de terror de Ecuador
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El cura sin cabeza
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Por las calles de la ciudad ecuatoriana de Cuenca, vaga un espíritu que aterroriza y atormenta a sus habitantes. Dicen que es tan espeluznante, que su sola visión podría provocarte la muerte: se trata del cura sin cabeza.
Este hombre se encuentra condenado a vagar por el resto de la eternidad, a causa de lo mal que se comportó en vida.
Muchos años atrás, cuando el sacerdote vivía, se cuenta que era un hombre escandaloso y lujurioso; todo lo contrario a lo que debería ser un servidor de la Iglesia. Lo que más le gustaba era salir con las mujeres del pueblo, fueran solteras o casadas. Tenía una preferencia particular por las jovencitas, a quienes sin ningún decoro cortejaba.
Esto desde luego que no gustó a gran parte de las familias cuencas. Padres, esposos o novios iban a reclamarle constantemente, disgustados por el hecho de que rompiera sus familias o compromisos.
Ganas no les faltaban de moler a golpes al cura, pero como todos eran muy respetuosos de los hábitos, tenían que contenerse de lastimarlo.
Muchos intentaron hacer que fuera removido de la casa parroquial. Lamentablemente, al mantener una amistad muy fuerte con las autoridades eclesiásticas, el padre consiguió quedarse donde estaba.
La gente, descontenta, acudía los domingos a escuchar misa por obligación y se iba a disgusto por la hipocresía del religioso.
Así pasaron los años y llegó el día en el que el sacerdote murió, para gran alivio de los lugareños. Nadie acudió a su entierro. En el camposanto, el sepulturero se encargó de cavar la fosa para el ataúd, ansioso por marcharse a casa. En un momento dado, al estar bajando el féretro sin ayuda de nadie, este se precipitó bajo tierra violentamente y la tapa se abrió revelando el cuerpo del difunto.
El pobre hombre casi se muere del susto al verlo. Rápidamente dejó lo que estaba haciendo y corrió a una taberna cercana.
Dentro los clientes se mostraban de buen humor; sobre todo al saber que ya no tendrían que lidiar con el mal comportamiento del párroco. Ahí fue cuando el sepulturero los sorprendió, pálido y asustado.
—¡Jesús, María y José! ¡Lo que he visto! ¡Lo que he visto!
—Cálmate, dinos qué te sucede…
—¡Acabo de ver al difunto en su ataúd! Estaba enterrando la caja cuando se abrió la tapa.
—Y bueno amigo mío, creíamos que ya estarías acostumbrado a ver este tipo de cosas en tu trabajo…
—Difuntos, claro que sí. ¡Pero nunca a ninguno al que le faltara la cabeza!
Asombrados, los presentes se dirigieron al cementerio con él para comprobar que efectivamente, al cura le faltaba la cabeza. Y al enterrador le constaba que durante el velatorio; en el que solamente él había estado, más para vigilar que por voluntad propia, el cuerpo estaba completo.
Las personas dejaron salir exclamaciones de sorpresa y miedo. Alguien se santiguó y dijo algo que a todos les heló la sangre:
—Bendito sea el Señor. Seguramente fue el demonio el que se llevó su cabeza al infierno.
El farol de la viuda
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Una de las leyendas más escalofriantes de Ecuador, habla de una mujer que no puede descansar en paz a causa de las cosas horribles que cometió en su vida. Y más vale que nunca te cruces en su camino…
Se dice que tiempo atrás, en la ciudad de Cuenca, vivía una mujer muy atractiva casada con un buen hombre. Su marido era responsable y muy trabajador, pero por desgracia ella no sabía valorar estas cualidades. Estaba acostumbrada a llevar una vida desenfrenada y a tener aventuras con todos los muchachos.
Esto no se detuvo una vez que contrajo matrimonio.
Cada noche mientras su esposo volvía cansado del trabajo, ella ponía una excusa para salir a verse con su amante en turno. Con tal de que no sospechara, tomaba a su bebé en brazos y se lo llevaba con la excusa de que solo un paseo a la luz de la luna, lo calmaba para dormir mejor.
Sin embargo, tan pronto como llegaba al lugar donde la esperaba su aventura, el pequeñito se quedaba abandonado en tanto ella se abandonaba al placer. Y así transcurrían los días, sin que el ingenuo marido se atreviera a cuestionar la actitud de su esposa.
Una de aquellas noches, la mujer se abrigó como de costumbre y tomó a su bebé.
—Vuelvo enseguida, que tengo que hacer dormir al niño —y antes de que su cónyuge pudiera decirle algo, salió presurosa de la casa.
En cuanto llegó con su amante se pusieron a caminar juntos a la orilla del río Tomebamba. Ahí, el niño se resbaló de las manos de su madre y fue arrastrado por las aguas. Desesperada al darse cuenta, la mujer cogió un farol de petróleo y comenzó a buscarlo, en vano. Pronto el río ahogó el llanto del pequeño.
Loca de dolor, volvió a casa para buscar a su marido. Cuando este se enteró de lo ocurrido, sintió tal desesperación que fue hasta el río para buscar él mismo al niño. Nadó por horas sin encontrarlo y para el amanecer había perdido la razón. Terminó quitándose la vida.
Su esposa, ahora viuda, no pudo soportar el remordimiento que sentía por la muerte de su familia. Al cabo de pocos días se había convertido en una criatura digna de lástima, que vagaba a las orillas del Tomebamba llamando a su esposo y a su bebé. Las personas la miraban con lástima y repugnancia. Tiempo después también se suicidó y aunque su nombre quedó en el olvido, su desgracia se convertiría en leyenda.
La gente de Cuenca comenzó a ver como una figura fantasmal aparecía por las noches junto al río, sosteniendo un farol espectral entre sus manos y buscando a su bebé.
Dicen que hasta hoy sigue apareciendo y no podrá descansar en paz hasta que haya purgado todos sus pecados.
Por eso le gusta castigar a los hombres y mujeres infieles, a los que sorprende con sus amantes por los mismos rumbos que ella frecuentaba. Cuando se topan con ella, nada puede salvarlos de su destino.
La caja ronca
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
En esta escalofriante leyenda de Latinoamérica, dos jóvenes descubren porque es mejor no salir de noche, y porque nunca se debe dudar de las leyendas y cuentos que nos relatan nuestros mayores.
Carlos y Manuel eran dos amigos que vivían en San Miguel de Ibarra, una hermosa ciudad de Ecuador. Aquella mañana se encontraban juntos cuando el padre de Carlos, le pidió de favor a su hijo que recordara regar las plantas del jardín, ya que hacía varios días que no llovía y no deseaba que se secaran. El muchacho le dijo que sí, sin prestar mucha atención.
Cuando se hizo de noche, Carlos recordó la promesa que le había hecho a su padre y tuvo miedo de salir afuera. Estaba muy oscuro y apenas se podía ver un alma.
—Oye Manuel, ¿vienes conmigo a regar las plantas? Es que no quiero salir solo —le dijo a su amigo.
—¡Menudo cobarde! Vamos pues, yo te acompaño.
Los dos amigos salieron de la casa y entraron en el jardín. De pronto, escucharon como se acercaba un eco de voces que parecían susurrar letanías, dichas en un idioma extraño. Un escalofrío les heló todos los huesos.
Rápidamente se ocultaron detrás de un árbol y observaron como aparecía ante ellos, una procesión fantasmal, formada por figuras encapuchadas que flotaban sobre el suelo, mientras portaban largas velas blancas sin luz. Detrás de estos misteriosos espectros, iba un carruaje negro, conducido por una criatura con cuerpo de humano y cuernos en la cabeza. Su boca entreabierta mostraba dos hileras de dientes afilados.
En ese instante Carlos se acordó de una leyenda que solía contarle su abuela. Se trataba de la Caja Ronca, un desfile conformado por seres fantasmales del Más Allá, que deambulaban de noche.
La escena que estaban viendo era exactamente igual a las descripciones que le había dado el anciano.
Los chicos se pusieron a temblar de miedo, incapaces de mover un músculo, ni de despegar los ojos de aquella macabra visión. En un momento dado, el carruaje se detuvo a pocos metros de distancia, justo delante de su escondite. El horrible conductor volvió la cabeza hacia ellos, como si supiera que lo estaban observando. Una carcajada profunda brotó de su garganta, inundándolos de terror.
En ese instante perdieron el conocimiento…
Volvieron en sí por la mañana, cuando ya el sol estaba en lo alto. Se miraron confundidos y palidecieron al recordar lo sucedido. Miraron sus manos y se dieron cuenta de que ahora, ellos también sostenían velas.
Sin embargo estas no estaban hechas de cera.
Eran de huesos humanos.
Al instante las soltaron, soltando un alarido de terror. Sin decir una palabra se fue cada uno a su casa y a lo largo de la semana, de ahí no quisieron volver a salir.
Carlos y Manuel nunca olvidarían lo que habían visto esa noche. Con el tiempo se curaron del susto, pero no dejaron de contar aquella historia a sus hijos y nietos, advirtiéndoles que jamás debían salir muy tarde si no querían toparse con la Caja Ronca.
El padre Almeida
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Esta es la historia de un hombre que juró consagrar su vida a Dios y al cual por ceder a la tentación, una noche le sucedió lo más horrible.
El padre Almeida era cura en uno de los pueblecitos más típicos de Ecuador, hace bastantes años. Siempre daba sus sermones a tiempo y a los feligreses ofrecía un buen consejo cuando necesitaban ayuda. No obstante era bien sabido que el pobre tenía un grave problema: se daba demasiado a la bebida. Y aunque él mismo se decía que no era para tanto, que todos podían darse un gusto de vez en cuando, en su caso el licor le estaba afectando demasiado.
Almeida tenía una manera muy peculiar de escaparse de la iglesia para ir a la taberna por su aguardiente. Primero subía a la torre más alta del templo, ahí se paraba sobre una figura de Cristo crucificado para alcanzar la ventana y entonces, se colgaba de ahí y saltaba hasta el suelo.
Él sabía en el fondo, que lo que hacía no solo era terrible para sí mismo, sino un pecado contra el propio Jesús. Más no podía evitar comportarse como un bribón cuando la sed se apoderaba de él.
Una de aquellas noches, el padre Almeida estaba a punto de salir por el ventanal, con un pie apoyado sobre el hombro del Cristo, cuando escuchó una voz extraña que le hablaba a sus espaldas.
—¿Cuándo será la última vez que hagas esto, padre Almeida?
El sacerdote miró un poco por encima del hombro y vio ante él, a un hombre desconocido, vestido de manera impecable pero enfermizamente pálido. Sus ojos, negros y apagados, parecían los de un muerto.
Creyendo que su imaginación le estaba jugando en contra, le quitó importancia y le respondió:
—Hasta que me den ganas de beber otro trago.
Y saltó por la ventana.
Esa noche la pasó muy bien en la taberna, como de costumbre. Cantó con los parroquianos, bebió hasta hartarse y hasta les dio la indulgencia por algunos pecados, de los que no se acordaría a la mañana siguiente.
De madrugada salió del tugurio, tambaleándose por lo bebido que estaba. Iba dando tumbos por la calle y balbuceando, cuando de pronto, se dio de bruces contra un par de hombres que transportaban un pesado ataúd. Este cayó al suelo con tal brusquedad, que la tapa se abrió y el cuerpo que iba dentro rodó por la calle, quedando boca arriba.
Almeida, atontado, se levantó y miró a los desconocidos con vergüenza.
—Ustedes disculpen… —se interrumpió e hizo una mueca de horror al fijarse en el cadáver que iba en el féretro.
¡Era el mismo que le había hablado antes de salir de la iglesia! El cura se quedó tan espantado, que la borrachera se le quitó al instante.
Desde ese día, se hizo el propósito de no volver a tomar en su vida, delante del Cristo crucificado de la parroquia. Dicen que en su rostro se dibujó una sonrisa, pues sabía que su oveja descarriada estaba de vuelta en el rebaño.
El come muerto
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Don Roberto era uno de los hombres más acaudalados de la ciudad de Guayaquil, hace varios años, quizá quince o veinte. Pese a su buena posición económica, el pobre no había podido hacer nada por salvar a su padre, que hacía mucho que padecía del corazón y sentía que estaba muriéndose. Con gran dolor, la familia veló al anciano y tal como había sido su última voluntad, lo hicieron enterrar con el costoso anillo de oro que siempre había llevado en vida.
Fue por eso que días después, se quedó estupefacto al pasar por una casa de empeños y ver que la misma joya se encontraba expuesta en el escaparate, como si nunca la hubieran puesto en la tumba.
—No puede ser —murmuró Roberto, ingresando de inmediato para asegurarse de lo que sus ojos veían.
El anillo era de oro puro y llevaba grabadas las iniciales de su padre. No cabía duda, era el mismo.
Pálido, salió de la tienda ignorando al vendedor que se lo había mostrado minutos antes. Se sentía enojado y confundido.
Poco tiempo después doña Adriana, otra mujer de la clase alta, se llevó un susto similar tras haberse enfrentado a la muerte repentina de su hija. La pobre muchacha había fallecido en un accidente, pocos días antes de su vida, dejando a sus seres queridos destrozados. Por eso la habían enterrado con el vestido de novia que tanto había querido usar para ese momento esperado. Una prenda fina, llena de encajes franceses y por la que habían pagado una pequeña fortuna.
Apenas un par de días después del entierro, doña Adriana pasó por otro local del centro, cerca de la casa de empeños y palideció. El vestido de su hija se hallaba a la venta. No le cabía ninguna duda de que se trataba del mismo.
Durante los meses sucesivos, varios miembros de la clase acaudalada de Guayaquil se llevaron desagradables sorpresas, al corroborar que las pertenencias con las que habían enterrado a sus difuntos, aparecían inexplicablemente en las tiendas del centro, a la venta y para colmo, malbaratadas. Tenía que haber una explicación para tan macabras coincidencias.
¿Es qué los muertos se habían levantado de su tumba? ¿O alguien se había atrevido a interrumpir su descanso?
Rápidamente, las demandas contra el cementerio se acumularon hasta que a las autoridades no les quedó más remedio que investigar. Y entonces, una noche lúgubre dieron con el culpable: se trataba de un hombre sin escrúpulos, de apariencia siniestra, que aprovechaba la oscuridad para desenterrar a los difuntos y profanar sus tumbas. Obviamente, solo lo hacía con las más caras y lujosas. Los objetos como joyas, relojes y prendas que sustraía, los vendía a los comerciantes del centro para que pudieran rematarlas en sus tiendas, sin que sospecharan del oscuro origen de aquellas mercancías. O quizá, preferían hacerse de la vista gorda.
El come muerto, como bautizaron los medios a aquel individuo, fue debidamente arrestado y encarcelado.
La Condesa de la Loma Grande
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Son muchas las leyendas oscuras que giran en torno a Quito, la amena capital de Ecuador que ha sido testigo de un montón de hechos sobrenaturales. Aunque tal vez la más trágica y espeluznante sea la de la Condesa de la Loma Grande, una mujer que se cuenta, vivió hace muchísimos años en el centro de la ciudad, en medio de los años de 1880 y 1890.
En aquel tiempo era muy común que los hombres se tomarán todo tipo de molestias para cortejar a las mujeres, pues no era común que ellas salieran de casa para divertirse solas.
La condesa era una clara excepción a la regla.
Ella era una joven hermosísima y muy rica, que disfrutaba acudiendo a los bares del Centro Histórico las noches de los viernes para llamar la atención de los hombres. Algo que funcionaba de maravilla, pues más de un caballero se disputaba sus favores, a veces con más violencia de la necesaria.
Todos sabían que la muchacha habitaba en un caserón elegante, con amplios muros que la resguardaban de las miradas ajenas. Esta residencia, conocida como la Villa Encantada de Loma Grande, sigue estando de pie hoy en día y ha llamado poderosamente la atención de decenas de personas. Se dice que desde el interior surgen ruidos inexplicables y hay objetos que cambian misteriosamente de lugar.
Pero volvamos a la historia que ha dado origen a estos fenómenos tan escalofriantes.
La Condesa de Loma Grande era muy popular entre los hombres y no tenía reparo en invitarlos a entrar en su casa; algo que ninguna señorita de buena familia en aquella época, habría hecho sin el consentimiento de sus padres. Era muy conveniente que ella sólo tuviera la compañía de sus criados.
Tiempo después se hizo demasiado evidente que todos los galanes que la cortejaban, desaparecían sin dejar rastro, algo que puso en alerta a las autoridades de Quito.
Dándose cuenta de que estaban a punto de arrestarla como principal sospechosa, la joven hizo sus maletas y se marchó de Loma Grande en medio de la noche, para más nunca regresar. Nadie sabía adónde había ido. Lo que sí hizo la policía, tan pronto como se dio cuenta de su fuga, fue entrar por la fuerza en la propiedad para registrar todas sus habitaciones.
En ninguna de ellas había rastro de los amantes de la condesa.
Justo estaban por darse por vencidos, cuando a alguien se le ocurrió registrar el jardín. Allí, tras cavar en medio del césped, se descubrieron los restos de varios hombres que habían sido asesinados de manera brutal, todos ellos pretendientes de la condesa.
Desde entonces se cree que, aunque los cuerpos fueron retirados para regalarles un sepulcro digno, sus almas se quedaron atrapadas entre las paredes de Loma Grande. Varios han sido los residentes que llegan a vivir a la mansión, solo para marcharse al no soportar los macabros ruidos, sombras y movimientos inexplicables que aquí tienen lugar.
Ahora se encuentra deshabitada y tal vez permanezca así por un largo tiempo, hasta que encuentren la paz que necesitan.
La bella Aurora
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
Una de las leyendas más hermosas y terroríficas que hay en Ecuador, es la de la bella Aurora, que supuestamente transcurrió en la ciudad de Quito hace muchos años. Se dice que en aquel tiempo, vivía en dicho lugar una joven hermosísima, de nombre Aurora, a quien todos conocían por su belleza. Ella era hija de una familia muy adinerada, pues sus padres eran personas importantes dentro de la alta sociedad.
A pesar de ser una muchacha de orígenes envidiables y poseer un gran atractivo, a diferencia de las chicas de su edad, Aurora no había querido casarse con nadie. A todos los jóvenes que llegaban para pedir su mano los despreciaba sin más.
Muchas veces, su familia le aconsejó que se casara con un muchacho rico, aunque fuera tan solo para mejorar su posición, pero ella siempre se negó a saber nada del tema.
Nadie tenía idea a que se debía esta aversión al matrimonio. Pero Aurora era feliz y eso era lo único que interesaba a sus padres.
Un domingo por la mañana, Aurora se arregló como de costumbre y caminó rumbo a la plaza de la Independencia, en la cual se estaba celebrando una tradicional corrida de toros. Allí, ocupó su lugar habitual y disfrutó de la fiesta brava, hasta que soltaron a un enorme toro negro. El animal era imponente y aterrador, con sus grandes ojos inyectados en sangre y aquel vapor que salía por su nariz, cada vez que resoplaba con enfado.
Aurora vio como la bestia corría hasta la tribuna en donde ella estaba sentada y la miraba fijamente, con una expresión que la puso a temblar de pies a cabeza y provocó que se desmayara.
Sus padres, muy asustados por su reacción, la llevaron a casa mientras en la plaza intentaban contener al toro.
Un doctor revisó a Aurora y tras determinar que solo había sido la emoción del momento, recomendó a sus padres que la dejaran descansar. La muchacha fue dejada en su dormitorio, durmiendo. Un par de horas más tarde, la joven se despertó en medio de la oscuridad y a lo lejos, escuchó un sonido terrible. El toro negro mugía lleno de furia y ahora corría hasta su hogar.
De un momento a otro, la pared de su dormitorio fue destrozada y allí apareció él, grande y terrible como el mismo diablo. De algún modo había logrado seguir su rastro desde la plaza. Aurora gritó llena de horror, pero nadie pudo acudir en su auxilio.
Allí mismo, el toro la embistió con rabia y la muchacha quedó tendida en el suelo, herida de gravedad.
Por la mañana, cuando sus padres acudieron a ver como se encontraba, sintieron terror al ver la escena que se levantaba ante sus ojos. Su hija estaba pálida y sin vida, y cada una de sus pertenencias había sido destrozada. Pero del toro no había ni rastro.
Nunca nadie pudo explicar lo que hab��a sucedido, ni porque la bestia se había ensañado con la bella Aurora.
La viuda del tamarindo
Fuente: relatoscortos.org, Erika GC
La Clínica Guayaquil es una institución muy conocida en la bella ciudad del mismo nombre, dentro de Ecuador. Pero dicho lugar no fue siempre el hospital más importante de la urbe. Mucho tiempo atrás se levantaba en el mismo terreno una quinta conocida como Pareja, muy próspera en la época de la colonia. Pertenecía a un hacendado muy rico y de intachable reputación.
En el patio interior de su propiedad crecía un frondoso tamarindo, el cual era su árbol favorito por la abundante sombra que brindaba y los deliciosos frutos que surgían de él.
Este hombre, además de poseer una fortuna inmensa y cuantiosas tierras, tenía una esposa muy joven y bella. Pero las malas lenguas decían que la muchacha se había casado con él por puro interés. Estos rumores cobraron fuerza luego de la muerte del hacendado, la cual se dio de manera inesperada y en circunstancias bastante misteriosas.
Desde entonces, la viuda se dedicó a disfrutar de su herencia, despilfarrando cuanto tenía y sin preocuparse por guardar el luto debido por su marido. Pero ya le reservaría el destino un amargo final como castigo a las malas acciones que había cometido en vida.
Meses después, la hermosa viuda tuvo un accidente en la finca que la dejó tan tiesa como a su difunto esposo. Y esta vez, no hubo demasiadas lágrimas durante el entierro.
El tiempo pasó.
Una noche lúgubre, dos trabajadores de Pareja entraron en el patio del tamarindo y divisaron a una muchacha bellísima, toda vestida de negro, que paseaba despreocupadamente en el interior. Ellos, hipnotizados por su hermosura sobrenatural, se acercaron apenas les hizo una seña para que la siguieran.
Fueron tras ella hasta quedar de pie bajo el tamarindo y cuando la vieron darse la vuelta… ¡El horror!
Frente a ambos no se encontraba ninguna doncella preciosa, sino una calavera que les sonreía con malicia, las cuencas de sus ojos vacíos y una hendidura en la nariz que resultaba grotesca. La aparición soltó una risa espectral y los trabajadores, muertos del miedo, cayeron al suelo en medio de convulsiones, expulsando espumarajos por la boca hasta que quedaron tiesos.
A partir de entonces, la desgracia y el miedo se apoderaron de la hacienda.
Poco a poco, la gente fue abandonando la finca Pareja, alegando ver la silueta de una dama desconocida que se paseaba por los alrededores.Para entonces, ya todos estaban al tanto de que acercarse a ella sería su perdición.
Los años siguieron pasando, hasta que la propiedad quedó completamente abandonada. La ciudad creció y las calles se cubrieron de asfalto. Numerosas casas y edificios se levantaron alrededor, y la otrora hacienda Pareja se convirtió en uno de los hospitales más reputados de la zona. Pero no por eso murió la leyenda.
Dicen que aún hoy en día, si uno presta la suficiente atención en las noches, se ve la figura esbelta de una muchacha paseando por el hospital.
Lo mejor es mantenerse alejado, pues su presencia anuncia la desgracia.
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