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Enby K.
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Wikk/3nby/DMToaster⸸☠ 🍧 🔗 n't ☠️ Sin vibras ni estéticas 📕 💉LVY stoner🍃 Bebo alcohol, escucho historias y escribo mucho. btw #EnbyMustDie (maybe)
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enbydata · 2 days ago
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¿No fuiste naufrago del eco de un pasado mudo? Lo que arde se hace polvo, y dudo que el viento me niegue Si el tiempo no guarda papeles y goza desnudo— Voy a pintarlo de memoria hasta que el mal se altere Defenestrar lo que se muere es quemar el conjuro "Fragmento" define fracción de un efecto total Evocar cierto malestar como si lo quisiera Lo descartable de una escena que no sé olvidar El invierno que imaginaba no entiende de muerte Se me convierte en charcos verdes a los que reclamo Pues lo culpo del drama y sé que en realidad le temo La obsesión eternizó el odio que nos brindamos- Delito y crucifixión, habitación cualquiera Maneras de redención que están privatizadas "La vida no es complicada" dijo un muerto ahí fuera "La muerte es más austera" afirmé en forma descarada Me vi, fuera de una esfera de esperas y colmos, olmos y peras Sol, madera incinerada Mi colección de penas atadas a la adicción, de una escena de un show  Que ni sabía que interpretaba ¿Tiene sentido sentir latidos del tiempo Y notar mas grande el eco que el ruido que hizo de ejemplo? Dame un momento y no esperes devolución Que no se si se bien quien soy, pero creo que lo recuerdo
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enbydata · 2 days ago
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110km/h constante parecía una velocidad agradable para un viaje apurado pero seguro. La música cuasi alienígena sonando en la radio había arrinconado al anticuado Valentín Montalvo a recurrir a una de sus antiguamente sobreexplotadas unidades USB llenas de música que le evocara sensaciones más tangibles y le permitiera embelesar algo más de la experiencia.
Cualquiera que haya compartido con las rutas tantas horas conocería tanto esa mezcla entre el hartazgo ansioso por llegar y el jovial placer de conducir, como el desagradablemente nostálgico aroma a zorrino del que las fosas nasales pueden inundarse en ciertos tramos del recorrido. Cruzando la Provincial 41, era sorprendente que se hubiera tomado tanto tiempo ausente antes de convertirse en una silenciosa queja casual que fue una de las trivialidades más relevantes en su viaje.
Delataba el temblor en su ojo izquierdo, la extrema necesidad de cambiar algo que definitivamente ni él sabría señalar concretamente, pero era fácil previsualizar un desastre próximo augurado en esas pesadas bolsas oculares, casi violáceas, siendo motivo suficiente como para que, en la primera oportunidad, el más rendido que precavido viajero decidiera posponer camino transitoriamente. Bajando la velocidad y cruzando el desordenado tramo de tierra hasta una vieja estación de servicio. La realización de un corto tramo de carteles al lado derecho de la ruta, absorbió la visión hacia la imagen de un grupo de jóvenes relajándose y riendo debajo de uno de ellos, lo cual, de forma casi inconsciente, disparó alguna suerte de respuesta mental, que sin muchos pasos y por medio de un par de fugaces conexiones cruciales, como de costumbre, provocó que emprendieran sus manos una aventura en búsqueda del último cigarrillo en lo profundo de sus bolsillos.
Con cierto alivio agridulce ante el hallazgo de medio cigarro armado de tabaco, encontró risiblemente irónico el verse tan desgarradoramente solitario en medio de su improvisada huida intencionalmente solitaria, proclamándose para sus adentros, la persona más afortunadamente desamparada de San Antonio de Areco en ese momento, aunque interiorizándolo bajo la descripción de "gil con suerte", y se sentó en un desnivel junto a un vacío almacén de hielo a pensar en ello hasta sentir dolor en sus labios y el desagradable sabor a quemado que indicaba el final de su recreo mental, dejándole sin excusa para descansar de su autoimpuesto deber de llegar a un lugar que no conocía.
Cuestionablemente consciente fruto del agotamiento, entró al autoservicio y fingiendo funcionalidad, consiguió con gran dificultad y nula capacidad interpretativa, preguntar a los desinteresados dependientes del lugar por el baño de hombres.
Una vez dentro, el espejo roto felizmente negaba devolver el reflejo de aquel demacrado rostro somnoliento, pero hizo de punto focal a su vista mientras el agua de un cuestionable grifo único despejaba temporalmente su cabeza a la vez que refrescaba eso que difícilmente podía ser catalogado como una cara, regalando una fugaz recarga de lucidez que le empujó a, con una renovada actitud de impostada vivacidad, mirar la hora y beber un termo de café que le permitiera lograr los ultimos kilometros de esa fracción de recorrido.
Tentado a descansar la mente además del cuerpo, pero ansiosamente renuente a perder ese sentimiento de demacración, consiguió el infortunado logro de seguir viaje, patrocinada su fuerza de voluntad con un segundo termo de café recién preparado que, sea por la temperatura o la cafeína, en teoría, le permitiría ignorar la brutal fatiga durante un rato.
Tras veinte minutos relativos conduciendo de forma autómata, a un lado de la ruta, Valentin ve como se dibuja con el horizonte la silueta de una muchacha, visiblemente esperanzada de encontrar alguien que la lleve, y así casi sin mediar palabra, se encuentra a si mismo ofreciéndose a ser ese caritativo conductor que dé el paso.
La conversación se tornó algo incomoda en cuanto las primeras palabras fueron dichas, más por romper la expectativa de silencio efectivo que por su contenido, el cual resultó ser un intento, por parte de la chica, de romper el hielo.
Tres minutos tan extensos que parecieran veinte, pasaron en una expectante tensión aún así, sorpresivamente pacifica, hasta que Valentin dijo su nombre como única respuesta al intento de la mujer por empezar conversación, y pese a cumplir con los requisitos de la pregunta, la expresión de la muchacha se transformó en melancolía mientras empezó a contar lo que fue, para él, una engorrosamente dramática historia, sobre como su Ex, tocayo de su actual benefactor, reclamaba por su presencia en la ciudad debido a una perdida reciente o alguna situación similar a la que el conductor no pudo prestar mucha atención debido a su somnolencia. 
Dando respuestas genéricas e irreflexivas, la interacción empezó a dibujarse sola, dentro de un contorno que pareció seguir por su cuenta. El nuevo plan consistía en dejar a su pasajera, completamente ad honorem, en su casa, extendiendo así el implícito servicio inicial que consistía en llevarla a la entrada de la ciudad, pero Valentín pensó que la compañía quizás fuera una forma sobrellevable de no dormirse súbditamente con los peligros que eso conllevaría, además de la oportunidad de una interacción desinteresada, de esas que tanto habría deseado en múltiples ocasiones de la vida, pero que siempre, suelen presentarse cuando más inoportunas resultan.
El viaje con la muchacha, aunque innegablemente incómodo, mutó rápidamente para convertirse en una especie de ritual silencioso donde ambos ocupaban el mismo espacio físico, pero parecían moverse en planos paralelos. Valentín, quien había pasado gran parte del trayecto luchando contra su propio cansancio y sus pensamientos dispersos, alternaba entre acariciarse la incipiente barba para camuflar la ansiedad y dar golpes con el índice al borde del volante, de forma completamente arrítmica, mientras trataba de imaginar la música que le gustaría poner de no haber decidido que eso, quizás, podría hacer la interacción aún más incomoda. Con el paso de los minutos, encontró extrañamente tranquilizadora la presencia de aquella desconocida. No era tanto lo que decía —que, para ser honestos, apenas lograba registrar— sino más bien el hecho de que alguien más compartiera ese momento con él, incluso si ella estaba inmersa en su propio mundo de melancolía e incapaz de contextualizarlo de modo eficiente.
La muchacha, cuyo nombre nunca llegó a escuchar claramente (algo relacionado con "Luz" o tal vez "Lucía", o "Fabiana" pero no estaba seguro), seguía hablando con un tono mon��tono, como si recitara un guion aprendido de memoria. A ratos, Valentín asentía mecánicamente mientras miraba por el espejo retrovisor, asegurándose de que nadie los siguiera o de que las líneas blancas de la carretera no se desdibujaran demasiado bajo el peso de sus párpados pesados. La música alienígena que antes había llenado el auto ahora había sido reemplazada, por el progresivo pero constante murmullo de la voz de la chica, que actuaba como un ruido blanco capaz de mantenerlo vagamente consciente.
En algún punto del camino, ella mencionó algo sobre una carta que había recibido. O quizás fue un mensaje de texto, o un sueño. Valentín no estaba seguro. Lo único que captó fue la frase "Valentín dijo que..." y eso lo hizo fruncir el ceño, extrañado ante el sentimiento de escuchar su nombre pronunciado haciendo referencia a otra persona. Decidió no preguntar, tal vez en parte por su intención de respetar la privacidad de esa persona o miedo a destapar una olla a presión de emociones que le obligara a involucrarse emocionalmente en algo que pudiera "no ser su asunto", pero definitivamente había un componente enajenante en la posibilidad de sentir una decepción ante la recién descubierta camaradería en algo tan absurdo como una coincidencia de nombres. En cambio, optó por encender otro cigarrillo, considerando la situación digna de agotar el último recurso que celosamente cuidó dentro de la cajetilla arrugada que llevaba hace meses en la guantera.
—¿Te molesta si fumo? —preguntó, más por cortesía que por verdadero interés en su respuesta.
La chica negó con la cabeza, sin mirarlo, mientras cortaba reclamos a mitad de frase y aun así, de forma natural y conclusiva, como si estuviera ocupada, absorta en el paisaje que se desplegaba más allá de la ventana. Las luces de la ciudad comenzaban a dibujarse en la lejanía, pequeños destellos que prometían civilización después de kilómetros de soledad. Pero para Valentín, esa proximidad solo significaba que su breve interludio con la desconocida estaba llegando a su fin.
—Gracias por la mano, en serio te lo agradezco una banda —dijo ella de repente, rompiendo el silencio que había caído entre ellos durante varios minutos—. Sé que no debió ser fácil para vos, perdón.
Valentín parpadeó, sorprendido por la sinceridad en su voz. Giró la cabeza hacia ella, quien seguía mirando hacia afuera, evitando su mirada.
—No fue nada, tranqui —respondió él, con una ligereza que no sentía del todo—. Todos necesitamos ayuda.
Ella sonrió débilmente, y por primera vez desde que subió al auto, Valentín notó algo en sus ojos: una mezcla de gratitud y resignación que le resultó familiar. Era la misma mirada que solía ver en el espejo cuando las cosas no salían como esperaba.
Cuando finalmente llegaron a la entrada de la ciudad, la muchacha le indicó dónde bajar. Valentín detuvo el coche junto a un portón negro oxidado que escondía detrás una contrastantemente maltratada casa de madera y chapa, y esperó mientras ella recogía su mochila del asiento trasero. Antes de cerrar la puerta, ella se inclinó ligeramente y lo miró, de forma directa, por primera vez.
—Espero que encuentres lo que buscas —dijo, con una seriedad que lo tomó desprevenido.
Valentín abrió la boca para responder, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. La puerta se cerró con un clic suave, y antes de que pudiera reaccionar, ella ya estaba caminando hacia la entrada de la vivienda, señalando con su entrada, el limite de su vinculo.
Se quedó allí sentado durante unos minutos, observando cómo su figura desaparecía a través del portal. Por alguna razón inexplicable, sintió una punzada de vacío en el pecho, como si hubiera perdido algo importante sin siquiera darse cuenta. Sacudió la cabeza, encendió el motor y continuó su camino.
El resto del viaje transcurrió en un estado de semiinconsciencia. El café seguía haciendo efecto, pero su mente estaba en otro lugar, reviviendo fragmentos de conversaciones y momentos fugaces que no lograba entender del todo. Cuando finalmente llegó a su destino, un pequeño motel en las afueras de la ciudad, apagó el motor y se quedó mirando el edificio durante varios minutos, preguntándose si realmente quería entrar.
Valentín nunca apagó el motor. Se quedó sentado en el auto, observando a través del cristal, las luces del motel que parpadeaban como estrellas cansadas, igual que esos destellos en el horizonte que lo habían guiado durante horas sin llevarlo a ningún lugar verdadero a falta de destino o intención. La música alienígena, antes extraña pero ahora familiar en su deformidad, se desdibujaba en un murmullo distante, como las voces de la muchacha y los recuerdos que nunca logró retener del todo. El zumbido del motor llenaba el silencio, un eco mecánico del temblor constante le había acompañado fielmente durante el recorrido, en ese vacío que ni las carreteras interminables ni las viejas canciones pudieron sanar. Ahora que ya no existía un cigarrillo al que recurrir como ultima opción, más cálido y calmante que cualquier compañía o certeza, sintió el somnífero beso del humo. Sus pensamientos se diluyeron en una niebla gris, y mientras dejaba de respirar, esbozó una leve risa silenciosa acompañada de una ultima duda. ¿Cómo se llamaba?...
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enbydata · 11 days ago
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This comic makes me so stupid emotional. She might have never known.
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enbydata · 14 days ago
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Siempre entendí como un insulto al indescriptible significado del sentir, la posibilidad de hablar del alma y de la esencia como conceptos más que materiales para quienes no han cuestionado si acaso en realidad carecen de dichas cualidades. Hay quien les asocia a estas metafóricas posesiones una presencia intrínseca inherente al humano, solo pudiendo concebir el tacto como una respuesta al choque de dos historias, el dolor como una dolorosa transmisión de intenciones y, respectivamente, la felicidad como el respuesta del ser a ese estimulo que le recuerde que va a permanecer siendo como pretende, en caso de ser así.
Tal vez por la egoísta consecuencia de contrastar esta desvalorización, y algún tipo de oscura empatía hacia mi propia proyección de un potencial futuro para mi desdeñoso pasado, encuentro inevitable asociar algún tipo de valor a la simple expresión de esos individuos, las personas sintientes, que se han cuestionado si realmente están o no con vida como concepto general, alejado de toda racionalización al respecto, de una forma que dudo sea comprensible para seres ajenos a ese sentir. A veces, si el detonante está en una dirección que genere esa inercia, viene con ese toque fundamental que endulza cualquier duda del ser humano, agregando las interrogantes básicas de alguien que genuinamente busca o ha buscado una solución, dentro de una paradójica problemática que tiene la traicionera naturaleza de ser tan enriquecedora como indescifrable "¿qué tipo de vida llevo? ¿o por qué lo hago?" siempre valdrá en cuanto no venga inmediatamente acompañada, de una mentirosa y celosa certeza, apresurada, firme y fija, como evitando soltar la mano para dar lugar a nuevas alternativas que pudiesen resultar, sino definitivas, al menos lo suficientemente atractivas como para proponer a los autonautas aptos, un paseo a lo largo de un desalineado desfile de hipótesis que dará como inevitable fin, la misma pregunta que les dio lugar. Vacío es el móvil, la causa, la consecuencia y quizás incluso la pregunta; detrás de esos furtivos cuestionamientos nacidos de la misma naturaleza de lo que vive preguntándose por qué lo hace. Nunca fue necesaria una duda, pero está ahí y es ella quien busca respuesta, porque no podemos vivir sabiéndolo todo, y ni el ser conscientes de eso nos detiene de preguntar por sus motivos. Quiero preguntarme, que me preguntes y no saber qué contestarte. No estimula nada nuevo en mí, pero si me permites contestar a tu pregunta con otra, entonces definitivamente terminaremos descubriendo nuevas dudas al final del infinito circuito del sentir.
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enbydata · 24 days ago
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enbydata · 28 days ago
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Un par de versos de mi poemario musicalizados con alguna instrumentalización emotiva robada de YouTube.
Honestamente, últimamente no tengo demasiadas ganas de vivir.
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enbydata · 29 days ago
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Quedate Quemate conmigo.
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enbydata · 29 days ago
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Sobre la muerte o nuestra interpretación.
Todo lo vivo es finito.
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enbydata · 1 month ago
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¿Sentirán por mí?
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enbydata · 1 month ago
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Perderse no es para tanto.
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enbydata · 1 month ago
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Había algo en esas luces de Navidad, en la estúpida forma en que brillaban en un orden aleatorio pero repetitivo sobre las paredes de mi cuarto, tan llenas de dibujos y formas reconfortantes, que me hacía sentir algún tipo de insana compañía familiar en los momentos más solitarios de mi vida. Tal vez era la mezcla casual de múltiples fármacos como rutina, que hoy genera un poco de amable contraste con el agresivo filtro de una abstinencia en negación que posiblemente cubre mi cotidianidad; tal vez era esa absurda y hoy abiertamente detestable estética que yo solía llamar mi vida, el ilusorio ojo que orgulloso me observaba y ofrecía la sumisa calma de estar saciando sus expectativas. Todo parecía tener sentido entonces dentro de ese asumido descontrol del que tanto me podía jactar, como lo tiene cada vez que alguien te regala la calma de arrebatarte, por un relativo segundo, la responsabilidad de vivir por tu cuenta y tomar tus decisiones y culpas, a precio de hacer de tu voluntad un instrumento útil para algún interés específico, en este caso, el de mi sobrevaluada comodidad.
Por otra parte, la independencia es una carga, una muy pesada, que algunos, idiotizados por la hermosa sonoridad de la palabra "libertad", decidimos abrazar incondicional e inocentemente, para luego darnos cuenta de cuánto empezamos a depender de las definiciones que podemos darle a esa idea platónica, incapaces de redirigir ese camino invariable que conforma nuestra línea de tiempo, atándonos a un modelo de vida que hemos creado con nuestros subjetivos "crecimientos", o lo que es lo mismo, transformándola en un opuesto de lo que se supone que significa.
La adultez y la sobriedad están ampliamente relacionadas; no es que vengan necesariamente de la mano en todos, o la mayoría siquiera, de los casos. Pero resulta que, según las subjetivas conclusiones en base a la obsesiva y rigurosa investigación de mis absolutas vivencias personales, suelen convocarse mutuamente y forman parte del mismo mecanismo esclavizante al que la gente llama "funcionalidad", o al menos así lo entiendo desde dentro de alguna de las dos vertientes, que aún no sé distinguir con toda seguridad. ¿Cómo no iba a funcionar? La adolescencia es un disfuncional amplificador de sentimientos, capaz de condenarte por el error más estúpido y normal que pueda obligarte a cometer en ese despliegue obligado de tu desenfreno hormonal e inexperiencia general y, a su vez, hacer que veas con levedad las peores atrocidades y traiciones a tu propia esencia que pudieras cometer en los pocos momentos de pseudo-crítica lucidez que puede dejarte. ¿La adultez? Poco más que la representación semántica de la madurez física y el estatus evolutivo para poder empezar a presumir que tu desarrollo neuronal es lo suficientemente avanzado como para poder aseverar estar en lo correcto frente a cualquiera. Eso sí, sin dejar de lado el aval social para sentir el respaldo que justifique tal seguridad, independientemente del nivel de certeza que haya detrás.
Llame como llame al escalón donde me encuentro bebiendo hoy, solo puedo decir una cosa con seguridad: "no tiene luces de ese tipo". Acá, en este paraíso con olor a abandono y negligencia personal, no existen los adornos. La habitación es espaciosa, sin dudas, llena de posibilidades, pero sin un refugio, genuino o falso, que te permita al menos por un segundo enajenarte de la violenta mirada de las paredes. Excusas: todo duele más, y nada se ve bonito. Tomar alcohol ocasionalmente me acerca a ese viejo calor que solía quemarme, pero nunca dura lo suficiente para recordar cuánto podía doler. Se siente como acariciar un recuerdo que no quiere quedarse y, honestamente, agradezco cuánto se hace desear; de otra forma, podría estar incurriendo en una traición sin siquiera saber a quién terminaría dañando. "¿Por qué no me tomo en serio?", digo, mientras recuerdo súbitamente la respuesta que me obliga a replantear la pregunta de una forma más autocompasiva, pero menos sencilla: "¿Cómo tomarme en serio?" Y, honestamente, solo tengo recuerdos como testigos de una o mil experiencias que atestiguan los motivos para desconfiar de mi propia percepción, recuerdos que hoy son como un cuarto, como ese cuarto lleno de humo de marihuana donde solía jugar a armar círculos: veo formas, pero no puedo tocarlas porque se destrozan al primer contacto. El humo y los brotes de esquizofrenia nunca fueron la más sana combinación. No voy a engañarme: idealizar lo que fui es un acto casi violento, porque cada vez que lo intento me encuentro con pedazos de algo que no entiendo y termino llegando a la conclusión estúpida de que no soy una persona apta para vivir porque llegué a la inteligente conclusión de que antes no lo era. Eso choca más de lo que me gustaría con mi percepción del cambio y el crecimiento, todas estas ideas tan maravillosas donde me representa algo distinto y, en esa premisa, con otros ojos, quizás recordar más no sea lo que quiero, pero es lo que busco.
A veces me pregunto si esa "magia" que antes encontraba como el flujo de pensamiento que me hiciera avanzar en una dirección clara está en algún punto entre la planificación familiar y el empleo remunerado. Tal vez es esta sobriedad, esta vida de mierda sin luces de Navidad, la que me obliga a buscar. O tal vez la magia murió con las pastillas, y yo solo soy el fantasma de aquella adolescencia salvaje que hoy veo con tanta distancia, estando tan asquerosamente cerca que, en ocasiones, me permite sentir su aroma a vino y pastillas, nostalgia y autodesprecio. Será platónico, dulce pena. Por ahora, fingir ser una persona es divertido.
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enbydata · 1 month ago
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enbydata · 1 month ago
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Malinterpretar el arte.
Técnica y creación.
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enbydata · 1 month ago
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enbydata · 1 month ago
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enbydata · 1 month ago
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enbydata · 1 year ago
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Oh, my oldest and most dear friend.
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