eleningrado
Reflexiones de una mala feminista
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víctima -a mi pesar-, a veces me pego el show.
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eleningrado · 2 years ago
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Activismos Ciberfeministas y Tecnología Digital: Una Reflexión desde la Objetividad Feminista y el Xenofeminismo.
Por Elena Inostroza Boitano y Belén Campos Madrid.
Desde la comprensión del ciberfeminismo como una corriente reflexiva que acoge diversas miradas y potencialidades, pensamos la objetividad feminista de Donna Haraway como la epistemología que permite tensionar la supuesta neutralidad del diseño y elaboración de la tecnología digital. Sin embargo, aún queda la pregunta de cómo disputar esta “neutralidad” desde la perspectiva de los activismos ciberfeministas. En este sentido, tomamos lo postulado por Helen Hester, el Xenofeminismo, como una práctica política que permite preguntarnos por los futuros posibles tomando una postura central: los feminismos deben disputar el campo de la racionalidad para hacer frente a un neo-positivismo digital y preguntarnos cómo desarrollamos tecnologías acorde a la liberación de los cuerpos versus la reproducción de estructuras de dominación. 
Ciberfeminismo: corriente reflexiva
En 1985 Sadie Plant introduce el concepto de "ciberfeminismo" el cual propone como un posibilidad abierta de constituir nuevas subjetividades e identidades, ya no fijas, sino complejas y diversas (Reverter 2001- revista Asparkia). 
En este sentido, el ciberfeminismo es una corriente en la que coexisten diversas y heterogéneas reflexiones, prácticas políticas y posicionamientos, no es tarea sencilla agruparlas ya sea por ejes o propósitos comunes, no obstante la autora Sonia Reverter (2001) propone dos líneas en las que agrupar discursos y posiciones ciberfeministas: aquellas que consideran el ciberespacio como un lugar con potencial liberador de los esquemas tradicionales de género, y aquellas que dudan de aquel potencial emancipador del ciberespacio, considerándolo un lugar en el que se reproducen estructuras de dominación. 
Como señala María Fernández (2019): “Tanto los teóricos de los medios electrónicos como las corporaciones comerciales sostienen que las ‘diferencias’ de género, raza y clase no existen en Internet debido a la naturaleza descorporeizada de la comunicación electrónica” (319); esto, en base a que se comprende de forma binaria la oposición mundo real-mundo digital, cuando, en términos de poder y política, éste último es tan real, y tiene consecuencias materiales igual de significativas para las personas, que en el llamado “mundo real”. 
Como se observa en el documental “Coded Bias” (2021) de la documentalista Shalini Kantayyaa, existen sesgos incluso en los algoritmos utilizados para crear nuevas tecnologías digitales, a la vez que se cuestiona el uso que se le da a este desarrollo, encontrando que, por ejemplo, las herramientas de reconocimiento facial y el espionaje de grandes corporaciones se están utilizando para profundizar la marginalización de grupos y comunidades que ya son minorizadas.
Desde esta línea, podemos concluir que las tecnologías de la información e Internet no constituyen un espacio neutro, ni libre de discriminación, por lo tanto es necesario sospechar de las construcciones (elaboraciones -diseños) pasivas y estáticas de la tecnología digital, en este sentido es relevante preguntarse por las motivaciones y posicionamientos de quienes en la actualidad monopolizan la producción del mundo digital; ¿En interés de quien se está desarrollando el ciberespacio y las tecnologías digitales?.
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Donna Haraway: epistemología
En el año 1983 Donna Haraway en su “Manifiesto Cyborg” identifica un nuevo horizonte feminista inspirado en la imagen del cyborg, es decir un organismo cibernético que desdibuja los límites entre el ser humano y la máquina. Esto sin duda abre la posibilidad de desmontar categorías fijas tales como hombre y mujer, abriéndose a mirar más allá de las ficción de los géneros establecidos, y sigue siendo una ficción con una gran potencialidad política; de todas formas, existen cuestionamientos a que la figura del cyborg no considera cuestiones vinculadas al racismo o la pobreza, por ejemplo, cuando se asemeja el cyborg con la trabajadora precarizada que es parte de una cadena de montaje, no hay una consideración a que esa condición sucede por la necesidad, y no como una apuesta política emancipadora (Fernández, 2019: 322).
Por otro lado, cuando parecía que las feministas tendríamos que abandonar el campo de la ciencia y la objetividad, Haraway (1995) va a cuestionar qué es la ciencia, planteando que es una retórica, una forma de persuasión utilizada por actores sociales importantes, en una búsqueda/ construcción de poder (317), concluyendo que no necesitamos una ciencia que prometa trascendencia, ni que pretenda una posición inocente en la búsqueda de interpretar al mundo (322). Ella plantea que el conocimiento objetivo sólo será garantizado desde una mirada parcial y encarnada (desde un lugar), lo que necesariamente conlleva una responsabilidad al problematizar incesantemente la siguiente pregunta “¿desde qué lugar del poder ver nos ubicamos?” proponiendo un cuerpo teórico de “conocimientos situados” para reconceptualizar la significación de esas palabras, y re-apropiarse de la posibilidad de producir conocimiento objetivo desde una epistemología feminista. El ciberespacio y la tecnología digital, lejos de la neutralidad como ostenta, es un lugar donde se reproduce violencia, discriminación y además quienes están detrás de la elaboración y diseño de tecnología inciden en la reproducción de ejes de diferenciación y estructuras de dominación; hay una fuerte presencia de sexismo, racismo y en un contexto capitalista descarnado.
En este sentido, nos preguntamos ¿con qué herramientas contamos para hacerle frente a esta situación? Elementos que, desde los feminismos, permitan abrir potencialidades que subviertan las lógicas masculinas y patriarcales de la creación de tecnología digital. Así, encontramos en el xenofeminismo una mirada política que nos permite pensar en otros mundos y futuros posibles.
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Xenofeminismo: propuesta política
El “Xenofeminismo” (XF) planteado por la activista Helen Hester, llama a disputar la ciencia y la racionalidad desde los feminismos como una propuesta política emancipatoria, cuyo cuerpo teórico se articula con la epistemología feminista, planteada por Haraway, y las reflexiones activistas propuestas por el ciberfeminismo, el posthumanismo entre otras influencias: en el primer capítulo de su libro “Xenofeminismo: Tecnologías del género y políticas de reproducción” para explicar que va a entender por XF, Hester lo aborda desde tres puntos de vista: el tecnomaterialismo, el antinaturalismo y el abolicionismo de género. Aquí explica que la tecnología no es intrínsecamente buena o mala, no obstante tampoco es neutral, ya que es el resultado de las interacciones sociales y la reproducción de asimetrías de poder y desigualdades.
“La tecnología es social y la sociedad es tecnológica. Esto nos obliga a pensar las tecnologías como fenómenos sociales, que por ende pueden transformarse por medio de la lucha colectiva…” (Hester, 2018: 23)
Esta propuesta política que toma a la tecnología como herramienta de lucha abre posibilidades de construir un futuro que integre política, feminismo, ciencia, antifascismo, y contravenga el potencial giro hacia un nuevo misticismo religioso. Mediante la disputa en la generación de conocimiento en torno a la tecnología y la denuncia política permanente.
En este sentido, como feministas tenemos una deuda pendiente al momento de hablar de tecnología y tiene que ver con nuestra propia conciencia autorreflexiva en torno a los  uso que le damos a la tecnología. ¿Qué usos le damos, como feministas, a la tecnología? ¿cómo hacemos frente a los peligros de la avanzada fascista de los gobiernos, mediante la implementación de tecnología digital con usos de corte punitivista, en pos de la “seguridad” y el control social? ¿qué herramientas concretas tenemos para hacer frente a las grandes corporaciones que financian el desarrollo tecnológico actualmente?
Estas preguntas se plantean con la intención de abrir reflexiones y tender puentes con otras discusiones que determinan la realidad contemporánea del uso de las tecnologías. Existen personas que aun dudan de la productividad, en términos materiales, de cuestionar desde los feminismos, la producción, usos y apropiación de la tecnología. Sin embargo, queda claro que tanto las causas como las consecuencias del uso de la tecnología por parte del capitalismo neoliberal, se expresan en materialidades singulares a las cuales debemos hacer frente, como el acceso desigual a los espacios de innovación, creación y desarrollo de tecnología digital; el uso de la tecnología para profundizar las condiciones de marginación de ciertas poblaciones minorizadas; el daño medioambiental de la producción desmedida de datos; la perpetuación de estructuras de opresión en las formas de relacionamiento social al interior de espacios virtuales; entre otras.
Bibliografía
Haraway, Donna (1983). A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and SocialistFeminism in the Late Twentieth Century. New York: Routledge.
Haraway, Donna (1995). Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial. En D. Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (pp. 313-346). Madrid: Cátedra.
Hester, Helen (2018). Xenofeminismo: Tecnologías del género y políticas de reproducción. Buenos Aires: Caja Negra.
Fernández, María (2019). Ciberfeminismo, racismo y corporeización. En R. Zafra y T. López-Pellisa (Eds.) Ciberfeminismo: De VNS Matrix a Laboria Cuboniks (pp. 319-334). Barcelona: Holobionte Ediciones. 
Reverter, Sonia (2001). Reflexiones en torno al ciberfeminismo. Revista Asparkía n°12. 
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eleningrado · 5 years ago
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La pandemia y el miedo a morir
Nunca esperé estar viva cuando la humanidad tuviera que pasar por este “evento”. Leí varias veces sobre las pestes y pandemias que hubo en la historia, y pensaba qué aterrador y oscuro debía ser, imaginaba ciudades sin alcantarillado, agua potable ni alumbrado público, personas sumidas en la profunda miseria y suciedad, gobiernos despóticos que acaparaban los recursos, amparados en la palabra de Dios. Ahora que lo escribo, pienso que, para muchxs, la realidad no ha cambiado tanto.
Quizás algunxs dirán que se veía venir, que ya se había vaticinado que las nuevas formas de guerra serían así. Algo como una distopía ciberpunk. Pero, de nuevo, me parecía lejano, un escenario que no me tocaría vivir, o al menos, ya estaría cerca de mi hora cuando pasara, y no tendría que preocuparme tanto de si me mataría un virus o la edad.
Durante este tiempo, he tenido el privilegio de optar al encierro por casi dos meses. Digo privilegio, porque tengo un trabajo asalariado que me permitió no asistir presencialmente y a final de mes recibir mi sueldo de todas formas, como debería ser. Pero habitamos -forzadamente- un modelo de vida, que precariza -entre muchas otras cosas- las condiciones laborales, en virtud de la necesidad de flexibilidad del neoliberalismo hipertecnológico, sin garantizar ningún tipo de cuidado para las personas de segunda y tercera clase: trabajadorxs independientes, irregulares, comerciantes ambulantes, migrantes no caucásicxs, pobres, trabajadorxs sexuales, locxs, etc. A esta nefasta forma de organización social, hay que sumarle que nos gobierna un grupo psicopático de personas, que sólo se preocupa del bienestar de la economía, y de la salud del sector oriente de Santiago. Y todo esto me ha llevado a pensar y sentir, que nos vemos obligadxs a enfrentar la situación del morir.
No sé si alguien realmente tendrá todo zanjado con la muerte. Yo, al menos, sé que no. Me conflictúa, me genera malestar cuando lo pienso. Pero no sé si es un sentir común, porque como me hace daño, evito hablarlo. Sin embargo, por haber estudiado psicología, he recibido muchas preguntas sobre cómo sobrellevar el periodo de encierro con niñes, cómo hablar sobre esta situación con elles, cómo poder sobrellevar la tensión que implica verse enfrentadxs a lo desconocido: encierro, incertidumbre, cambio de rutinas. Y con ello, no puedo dejar de pensar que, en el fondo, la pregunta es cómo lidiar con “la muerte”.
¿Cómo hablar de la muerte? Existen varias formas, en general, se recomienda darle un sentido de “naturalidad”. Decimos cosas como que “a todxs nos va a pasar alguna vez”, y damos explicaciones que van desde el sentido común a creencias más individuales, por ejemplo, que es un evento que forma parte del ciclo vital de lxs seres vivxs, que es una transmutación de energía o que implica el paso de un plano material a otro. Para la gente religiosa, existirán maneras de abordarla y explicar lo que sucede “después” según su credo. Para quienes no profesamos ninguna religión (que no es lo mismo que espiritualidad), diremos que existen diversos relatos, dependiendo de la subjetividad de cada unx: que nos convertimos en abono para la tierra, que todo se apaga y no hay nada más, que pasamos a otra dimensión, que reencarnamos, etc. Todxs nos damos algún tipo de explicación durante la adolescencia y adultez, y luego tratamos de hacer las paces con esta idea y las expectativas en la vejez.
Pero la intensidad de la pulsión de muerte, el terror a desaparecer, la incertidumbre de lo que sucederá con el Yo, la experiencia inconcebible de lo que significa la eternidad, va más allá de lo racional. Es un sentimiento, similar al vacío, pero que no existe ni tiene semejanza en nuestro lenguaje, no se ha creado aun la palabra que pueda plasmarlo, no hay un sonido, movimiento ni expresión artística que pueda, auto-explicativamente, transmitir con entereza el significado interno -individual y colectivo- de este sentir. Por lo tanto, podríamos decir que excede nuestra comprensión del mundo. Nos desborda y sin embargo, es nuestro compañero en la vida. 
“Lo único que sabemos con certeza en la vida, es que vamos a morir”.
La complejidad de traspasar esto a lxs niñxs, es que es abrumador. Es difícil, en un mundo adultocéntrico -que cree que lxs adultxs sabemos todo, y tenemos que depositar ese conocimiento en las mentes de lxs niñxs- hablar de algo que no tenemos resuelto. Creemos que debemos entregarles una sabiduría intacta, inamovible, estática: incuestionable. Eso porque en algún momento, nosotrxs también dejemos de reflexionar, y nos conformamos con verdades absolutas, que nunca volvemos a cuestionar. En estos momentos, de caos e incertidumbre, re-visitamos la idea que nos dio calma alguna vez, en busca de la misma tranquilidad, y podemos ver con nitidez, las historias que nos contamos para volver al “equilibrio”, para dejar de pensar en eso que nos provoca tanta incomodidad. Pero la verdad, es que simplemente guardamos ese sentimiento, las dudas y la falta de certeza, en un cajón de la mente, decidimos olvidar y vivir con dudas menos trascendentes, confiando en el atajo tranquilizador de creer que “todxs nos vamos a morir”, e ignorando el miedo irrefrenable que provoca.
¿Cómo abordar, entonces, el escenario de la muerte? Con temor a sonar como una “hippie” irremediable, diré que abrazar la incertidumbre es nuestra mejor opción. Aun si pensamos que la vida/ realidad es total o parcialmente cognoscible, lo cierto, es que parece que tenemos un conflicto epistemológico con la muerte. Abandonar la pretensión de control, sobre algo que excede la capacidad humana para conocer, parece lo más lógico y sano. Y tal vez, por un momento, dejemos que lxs niñxs nos enseñen algo.
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eleningrado · 5 years ago
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Maneras curiosas de recordar
Me dices que te ayude a buscar un techo. Me pone feliz, porque al fin decides hacer algo con tu vida. Al mismo tiempo, siento ganas de vomitar, y no sé por qué.
Suena un eco en mi cabeza, lo veo, ¿por qué aparece esa imagen ahora? Empiezo a entender más de mí. Las cicatrices que pensé que no tenía. Vuelvo al año 2013, él me habla en chiquitito y yo creo que lo amo. Hoy no puedo pensar en ese sentimiento sin sentir nauseas. De él, de mi. Lo veo tan claro ahora. La humillación, el desprecio, sus traiciones, las burlas. Se aprovechó de mí y luego rió en mi cara. Y encima yo le pedía que no se fuera. No te vayas.
¿Qué es la violencia psicológica? Hablo de ello en cada taller, con cada paciente. Tengo recomendaciones y consejos, sé dónde y cómo denunciar, sé a quién derivar según el caso. Pero qué es, cómo se siente; eso es otra cosa. Pensé que no lo sabía, que me era lejano, “al menos no fue nada tan terrible” me digo, sintiéndome mejor que la que se quedó, aun después que la violaron y golpearon. 
De repente, te recuerdo: patético, violento, ególatra, facho. Te recuerdo mintiendo, culpando a otras personas para justificar tus engaños. Te recuerdo dejándome sola después de abortar, porque era “demasiado para ti”. Te recuerdo prohibiéndome silenciosamente que hablara con mi hermana y mis amigas. Te recuerdo castigándome si lo hacía. Recuerdo tus amenazas de suicidio si dejaba de contestar el chat, aunque fueran las 5 de la mañana y no pudiera mantener los ojos abiertos. Te recuerdo diciéndome que sería mi culpa si tu morías, que yo tendría que explicarle a tu madre por qué lo hiciste. Te recuerdo llamando en medio de la noche, borracho, para que tus amigos me dijeran lo que se les antojaba, para calentarse y reírse. Te recuerdo lastimando a mi mascota para hacerme llorar. Te recuerdo manipulándome para obtener plata, regalos y viajes, hasta el auto quisiste quedártelo, para luego decir a tus otras conquistas que sólo estabas conmigo porque te convenía.
Es cierto, nunca me pegaste. Aun le puedes decir a tu hermana que no eres un golpeador de mujeres, que eso lo hacen los maricones. Pero la verdad es que yo aun no me recupero del daño que permití que me hicieras. Hoy me pareces insignificante, miserable. Indiferencia es lo único que me provoca saber de tu existencia. También siento mucha vergüenza al recordar todo el tiempo que me quede. Pero me doy cuenta del miedo que tengo. Y no puedo. No, porque a mi no me criaron para sentir esto. Yo soy independiente, autónoma, autosuficiente. Soy fuerte e inteligente, preparada para aguantar y soportar, y aun así, salir victoriosa, linda, con títulos profesionales y reconocimientos académicos. Yo no soy el tipo de mujer que se deja maltratar.
¿O sí?
Se agolpan en mi nuca, las veces que me humillaste, las que me usaste. Pendeja puta. Maraca. No me dejes. No me pidas que te diga que te amo. NO ME PRESIONES. Perdón.
Bajo las escaleras, apoyada en la baranda. Esta oscuro y hace frío. Me quieres ir a dejar a casa antes que lleguen tus papás. Empiezo a ver borroso, y siento cada vez más frío. Me voy a desmayar. Me sostienes y me dejas en el sillón, mientras buscas chocolate. “Está todo bien, vámonos” me dices, mientras voy abortando camino al auto. Ya es de noche, mi pelo huele al humo de las estufas de la población, y no logro entender por qué me siento tan sola.
Y ahora no puedo cuidar ni amar, sin pensar que se están riendo de mí, que no valgo nada, que me van a abandonar, que no soy suficiente. Y entonces una persona nueva me dice algo en chiquitito, y yo no entiendo por qué me dan ganas de vomitar.
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eleningrado · 5 years ago
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Y el final de la historia.
Desenterraron tu recuerdo en mi mente, agresivamente, de raíz.
Volvieron a pasar delante de mí esos peores momentos, esos malos días, esa mierda de sensación. Ví tu foto. Eres tan lindo... aunque ya no siento lo mismo. Me da pena, aun siento pena y no sé por qué, claro que eso no te lo puedo atribuir a tí... yo siempre he tenido una pena que no sé de dónde viene ni de quién es, una nostalgia de tiempos que no son míos, una añoranza de momentos que no viví, pero nadan detrás de mi cabeza, como un constante recordatorio de que algún tiempo pasado fue mejor. También tus ojos azules tan apenados me llevan rápido a ese lugar, a ese estanque tranquilo donde me sumerjo en una pena amistosa, compañera conocida, una pena que abraza, fría, pero a la vez pacífica, y floto tranquila en esa agua oscura, rodeada de montañas gigantes, apenas veo la luz, pero no tengo miedo, caen las gotas de las piedras sobre mi estanque, las escucho reventar, percibo cada parpadeo,​ ​y​ ​siento​ ​pena.
En cualquier caso, este volver a recordarte, me recordó también que estoy bien, que ya pasó, que han pasado varios meses sin verte y que cualquier atisbo de quererte es sólo esa figura idealizada que mantengo en mi cabeza, que el trabajo hoy es otro, es conmigo. Quizás exagere, tal vez mañana no perciba lo mismo, pero siento que hoy ni siquiera queda ese componente erótico, que muchas veces me frustraba, al no poder tenerte. Hoy te pienso, y te veo guapo, lindo, como siempre, pero distante, distinto, lejano... y entiendo que así debe ser, que está bien, que no quiero remover ninguna pieza de este espacio. Que a veces siento muchas ganas de conversar contigo, pero la distancia tampoco me gusta, esa realidad virtual es molesta, es ansiógena, es estúpida, me gusta y me desagrada a la vez. Sí. Quiero hablar contigo, pero en otras condiciones de vida. ¿Entenderás alguna​ ​vez​ ​todo​ ​el​ ​trabajo​ ​que​ ​he​ ​hecho​ ​para​ ​llegar​ ​acá?
Y mira que curioso, es como si efectivamente en el momento en el que se murió mi abuela, también hubiese muerto mi deseo por tí. Alguna vez relacioné ambas miserias; hoy cobra más sentido del que pensaba. No dejo de matar-te simbólicamente a la distancia, pero, al igual que con la muerte de la Neni, siento la paz de saber que están mejor ahí, descansando en alguna parte del universo, lejos, bien lejos de aquí. Me quedo con los recuerdos, bonitos, se agolpan en mi mente como fotografías análogas que voy viendo muy​ ​rápido.​ ​Bonito.​ ​Palpable.​ ​Que​ ​ganas​ ​que​ ​se​ ​quede​ ​así.
En algún momento decidí inconscientemente que te entregaría este libro... lo empecé como un proyecto secreto, al que no me podría enfrentar si salía de las hojas amarillentas de mi cuaderno, si me veía expuesta a su condición de realidad frente a frente. Eventualmente, el secreto se fue destapando, se colectivizó -como todo en mi vida, aparentemente-. Luego creí que si te lo mostraba, podrías entenderme y sería una forma de mantenerte en mi vida, incluso a costa de saberte aquí por pena, por culpa, por miedo. Hoy tengo ganas de entregártelo, no por ninguna de las razones que mencioné, ni por ninguna razón lógica, probablemente; sino más bien porque creo que tal vez te puede ser útil, quizás tú también puedas sacar algo que te sirva de aquí... y quizás esta sea la forma más bonita de que algo -bueno- de mí perdure en ti, de hacerte bien desde lejos, queriéndote con distancia, con mesura, de decirte que existe un afecto similar al querer que habita o habitó en mí y que sólo tiene ganas de proyectarte cosas buenas, sentires agradables, palabras dulces, devenires placenteros... sólo que lejos de mí, como si estuviéramos comunicándonos a través de un vidrio o en una virtualidad diferida, en un espacio donde no me enfrente a la oscuridad de tus ojos ni al contacto con el calor de tu piel. Tal vez escribí todas estas cartas sólo para decirte que te quiero. ¿Es muy loco, cierto? Quizás cuando leas esto ya no te quiera así, pero de seguro que una parte de mí siente ese cariño​ ​extraño​ ​que​ ​nunca​ ​entenderé​ ​por​ ​qué​ ​apareció.​ ​Seguro​ ​que​ ​sí.
Declaración​ ​final: ¿Y qué pasa entonces? Pues nada. No estoy superada, esto no se ha terminado, la lucha continúa cada día de la vida. Pero no hay más espacios que descubrir aquí. Entonces me voy. Y ahora la​ ​linterna​ ​la​ ​voy​ ​a​ ​prender​ ​mirándome​ ​a​ ​mí,​ ​sin​ ​pasar​ ​por​ ​el​ ​filtro​ ​de​ ​ti.
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eleningrado · 5 years ago
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17 de noviembre
Me había estado volviendo un poco loca con tu imagen en mi mente todo el día, todos los días. Aparecía rabia, frustración y pena, con el sentir de no poder controlar mis pensamientos. No te quiero ahí, pero sigues ahí. Y esa imagen moviliza mis recursos, me mantiene activa, me ayuda a fijar metas. Pero no quiero tener que pensar en tí para hacer las cosas por mí, para motivarme. Aun con la claridad de que cuando aparezca otro, todas las fantasías que tengo contigo dejarán de ser atractivas, me da rabia estar condicionada​ ​a​ ​la​ ​aparición​ ​de​ ​ese​ ​“otro”.
Mi psicóloga dice que es la manera que encontré para cuidarme, que mantengo el deseo puesto en algún objeto interno (objeto como la construcción interna y subjetiva que se hace de una persona, ligada a los afectos que evoca, y determinada por los patrones subyacentes de formas-de-vinculación) para no sentirme vacía. Es como si necesitara mantener vivo al fantasma de tí que ronda mi mente, para no caer en el pozo de la depresión, del desánimo absoluto, del desgano total. También dice que no tiene nada de malo mantenerte ahí, mientras tenga clara la diferencia entre esta necesidad como forma de cuidarme a mí misma y la idea de guardar tu imagen y tu recuerdo como forma de aferrarme a la fantasía de que en un futuro nos re-encontremos. Que no es lo mismo. Que lo primero es la realidad y que es en pos de mi cordura. Que lo segundo es pura imaginación, cercana al capricho, y una forma autoflagelante de mantener vigente la frustración y la auto-percepción de que hay algo malo en mí. Me dice que recuerde que nuestro momento ya fue, que ya estuvo, y que no resultó, y que debería dejarlo ahí. También, dice que recuerdo sólo las cosas buenas, que debería prestar más atención a lo que no fue tan bueno, que quizás ahí encuentre​ ​una​ ​motivación​ ​de​ ​mayor​ ​peso​ ​para​ ​dejar​ ​de​ ​fantasear​ ​contigo.
Hace poco conocí a alguien. Bueno, ya nos conocíamos hace tiempo, pero nos reencontramos virtualmente. Me cae bien. No se parece mucho a tí. También vive allá, en tu ciudad; lo iré a ver el próximo fin de semana. Nos vamos a drogar y vamos a follar. Vamos a carretiar y a terminar en un trío. Saldremos a conocer la ciudad, y terminaremos el día en un parque, mientras nos hacemos sexo oral. Y todo eso suena más que bien para mí. Esta vez no tengo miedo de caer, como sí tuve contigo. Él no me enloquece, no me lleva al punto del desborde. Me gusta, me cae bien, me excita, me hace reír. Pero no temo perder el control sobre mí cuando él pulula a mi alrededor. Los afectos son más contenidos, restringidos. No sé por qué, qué hace la diferencia entre tú y él, entre que tu me lleves -sin querer- al borde del precipicio de mi equilibrio, y él no. Será la “química” o qué sé yo. Quizás con el tiempo, tal vez aún lo conozco muy poco. Quizás aún te tengo tan idealizado que voy buscando una réplica aceptable de tí para sentirme bien con ese otro nuevo, tal vez eso me impide sentir intensamente por otra persona. No sé. Por ahora, me conformo con volver a sentir el roce de un cuerpo caliente cuando voy a dormir por la noche, o en la siesta de la tarde, los jadeos entremedio de la penumbra, el sudor correr por mi frente, manos apretando fuerte mis muslos, la penetración intensa de un pene erecto, una lengua, unos dedos, un juguete prostético... boca succionando mis pezones hasta dejar marca, mano con mano, boca con boca, mis piernas enrolladas con fuerza en su cintura mientras implosiona un orgasmo, ahogándose en los gemidos descontrolados que sólo un clímax así puede desatar, despertar en un abrazo tierno la mañana siguiente, con mi cabeza en su pecho, arreglar el mundo con un cigarro en la sobre-cama... me conformo con eso, suceda contigo o con otro; porque hoy, ya no me hace falta las ganas de masturbárme, y sé a ciencia cierta que voy a disfrutar-me. Cada noche, sola o acompañada. Construyendo amor como creo que debe ser: horizontal, libertario y responsable.
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eleningrado · 5 years ago
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Algún día de noviembre...
Estoy tranquila. No estoy feliz. No estoy triste, ni tengo la rabia que​ ​me​ ​consumía​ ​semanas​ ​atrás.
Estoy tranquila. Que no es lo mismo que estar feliz, pero sí es el piso​ ​mínimo.
No estoy en la montaña rusa de felicidad desbordante, pena que ahoga, rabia asesina, melancolía asfixiante. No estoy saltando de un avión, en parapente, hacia un abismo incierto. No estoy caminando por la orilla de un volcán en erupción. No estoy surfeando las olas bravas de Maule. No estoy en los rápidos del Río Trancura. No. Estoy flotando bajo el sol flameante en la laguna Cejar en San Pedro de Atacama, estoy nadando en las aguas cristalinas del lago Lleu-lleu, con los árboles multi-verdes y frondosos rodeando el paisaje, estoy sintiendo la suave brisa cálida de las playas de Perú, estoy descansando en la arena calentita de Cuba, estoy cerquita de mis amigas y amigos, cantando al lado de una fogata y tomando vino en Loncopangue. Estoy fumando un cigarrito con una amiga mirando la luna en Concepción. Es otro tipo de ser-feliz, es otra sensación, es como una llama de fuego que se prende pero no quema, es una alegría suavecita, que la siento en todo el cuerpo. Se ríe mi piel y mis rodillas. Sonríen mis clavículas y espalda. Una cosquilla delicada salta de mis costillas a los muslos. Es estar tranquila en mi cuerpo, saberme aquí, sentirme ahora, habitar mi cotidianidad con cariño, con calma, bajar diez cambios, dejar la adicción a la adrenalina, no buscar más el placer hedonista de lo inmediato sino que la p r o l o n g a c i ó n del placer. Un placer que inunda lentito, que extiende su intensidad, la parcela, la dosifica, y se queda, no arranca, no escapa por esa ventana del bus, tan triste, tan inevitable, tan​ ​que​ ​se​ ​presenta​ ​inexorablemente​ ​cuando​ ​se​ ​pasa​ ​el​ ​efecto​ ​de​ ​la​ ​pasión.
Este es el efecto de entender que ese ser infinitamente admirable, que me volvía loca, que era cercano a lo perfecto, que tenía un poder absoluto sobre mi voluntad, es una parte de mí. No eres tú. Fue una creación de mi mente, que salió de mis fantasía, que te tomó a ti como depositario, que hice cuerpo en tí, pero que produje yo, lo inventé y construí a mi pinta, a mi medida. Comprendiendo eso, el único camino es la conquista de mí misma, conocer mis espacios oscuros, re-aprenderme, admirarme de esa forma, dejar de buscar fuera lo que siempre ha estado dentro,​ ​transmutar​ ​multicolor.
Es, también, no querer más de lo que hay. Fascinemonos cada vez que nos topamos en esta vida, juguemos, siente mi cariño a lo lejos, percibe mi pasión abrasadora cuando miras en mis ojos. Disfruta-me en algún sueño en el que aparezca, recuerda la intensidad que compartimos esas primeras veces que follamos, que te fui a ver, el sabor de los labios en ese primer saludo después de tanto tiempo de esperar, cuando paseamos por la ciudad, las risas mientras tomábamos helado sentados en la plaza, las conversaciones comiendo empanadas en un rincón oscuro del local, las pizzas cerca de la ex-casa del compañero presidente, las cervezas compartidas en medio del humo de cigarro, las elucubraciones de sobre-cama en torno a la formación de la identidad de género en “los guaguos” y las guaguas, las tardes y noches regaloneando en ese sillón que odiabas y que hoy ya no está... me encantaría​ ​que​ ​lo​ ​recordaras,​ ​porque​ ​yo​ ​también​ ​lo​ ​haré.
¿Por qué querer algo distinto a eso?, ¿por qué quise algo distinto a eso?, ¿por qué pedir, exigir, sufrir por algo que “quiero” sólo porque estoy condicionada a quererlo? Construir la expectativa de pareja cuando nos gusta un otro, en vez de disfrutar ese admirar, querer, gustar, excitar. Porque te conocí, me encantaste, nos dedicamos un tiempo y espacio para aprender del otro/a, para recorrer nuestros cuerpos y dejar aparecer-crecer los distintos grados y dimensiones de afectos posibles... y ya. Y eso podría haber continuado así, o quizás se hubiese extinguido lentamente como la llama de una vela, pero no tenía por qué romperse abruptamente como pasó, porque en el presente estaba todo bien... pero vinieron los fantasmas del pasado, las expectativas del futuro y los monstruos-normas-sociales, y todo se fue a la mierda. Porque yo te desee y construí pareja antes que amigo, te hice rival antes que aliado, te puse del lado enemigo y no compañero, te envolví en un halo de amor romántico que pudrió nuestras potencias conjuntas desde su raíz. Hoy quiero encontrarme contigo y no enloquecer de ansiedad, quiero disfrutar que me encantes sin desear evolucionar o transformar la relación en nada más de lo que devenga naturalmente. Quiero estar tranquila antes que explosiva, quererme​ ​antes​ ​que​ ​quererte,​ ​desearte​ ​sanamente​ ​antes​ ​que​ ​matarte​ ​de​ ​raíz.
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eleningrado · 5 years ago
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29 de octubre - De caprichos y alter egos
Tengo que dejarte ir. Soltarte. Quitarte el halo de posesión en mi mente. No eres mío. Esta bien que no lo seas. Así debe ser, así quiero que sea. Te hice mi capricho, me encerré en determinarte de esa manera. Todo podría haber sido tan distinto, si yo no hubiese caído en ese afán de posesión, en los celos descontrolados, en el desborde del Ego. Yo quiero tener una relación bonita contigo, una que aumente nuestra potencias individuales, aceptar que me gustas y no desesperarme por ello; si me gustas y me agradas, ¿por qué debería detestarte?, ¿por qué seguir haciendo caso al mandato de exterminar toda reminiscencia del otro/a cuando se pone fin a la relación sexo-afectiva?, ¿porque no fui ni seré la “única”?, ¿porque no habrá sexo?, y si no hay sexo después de que alguna vez sí hubo, ¿tampoco pueden quedarse los afectos?, ¿o es porque no tendremos una casa-familia-hijxs?. No. Yo no quiero vivir así. Te pido -en mi cabeza- cosas que yo tampoco estoy dispuesta a dar, por el puro capricho de saberte/ quererte mío. Y al final eso sólo ha dañado, me miro el ombligo toda la vida y mando señales de mierda, pensando que todos entienden lo que me sucede, pensando que tú lees mi mente y entiendes los mensajes subliminales que yo creo que envío, pero no. Egocentrismo en su más decadente estado. Dañar al mundo por satisfacer mi sentir, hacerle caso a las pulsiones deseantes, sin consciencia del dolor consecuente. Un repercutir​ ​por​ ​todas​ ​partes.
Perdón, si te hecho sentir mal. Perdón, si después de escribir/ leer esto, te construí macho-hegemónico. Perdón, porque la forma en la que te plasmé aquí responde mucho más a mi odio a mi misma y a mis defectos que a los tuyos, éste personaje tuyo que vive y habita esta fantasía, es mucho más una parte de mi que una imagen de tí. No sé cómo decirte que me preocupo por tí, que quisiera mantenerte en mi vida, que no me importas sólo ni prioritariamente por el buen sexo, que no me acerco a tí porque sea ninfómana, que quiero saber de tu vida y de tu emocionalidad, quiero que seamos amigxs, aliados para vivir en este mundo culiao; porque aun con todo, lo mejor de este vínculo siempre ha sido que me siento en sintonía. La verdad es que me gustas, me gustas tú, lo que eres y proyectas, lo que te guardas y también lo que produces, eres brillante y regalón, eres dulce, no eres un saco de huea, no eres un zorrón rancio, no eres un mal hueon ni un loco indolente, sé que en muchos sentidos has tratado de cuidarme, y sí, podríamos discutir sobre lo bien/ mal que está hacerlo pasando por sobre mi voluntad y autonomía, pero no puedo desconocer tus acciones, y las veo, no pasan desapercibidas para mi, y gracias por entender lo que estaba pasando(me) y reaccionar, pero de nuevo, soy torpe, no sé cómo agradecerte por eso, por todo, sin sentirme estúpida, patética, deprimida, posesiva, celosa, enojada... No sé cómo mantener el equilibrio. Y no tiene que ver contigo, tu eres solo el objeto que reflecta mi inestabilidad, pero el núcleo del problema está enterrado en lo más hondo de mi cerebro alterado, de mis huesos ajados, de mis ojos sofocados de​ ​muerte.
Quiero que entiendas que lo que he plasmado en estas hojas es mi alter ego corporeizado en ti. No eres tú. No está cerca de ser tú. Es la interpretación y representación que hago de ti. Mis demonios se hacen carne en mi mente y toman tu forma, pero no tu esencia o contenido. Recién ahora puedo ver que no eres tú, aunque se vea como tú, o hable como tú, o bese dulce como tú. Es esta mierda que me habita y me vomita los interiores del infierno.
“Dos​ ​personas​ ​olvidándose solo​ ​están​ ​queriéndose​ ​de​ ​otra​ ​manera. El​ ​olvido​ ​llega​ ​con​ ​la​ ​soledad, cuando​ ​uno​ ​es​ ​solo​ ​uno y​ ​no​ ​hay​ ​hueco​ ​para​ ​otro”. (Fragmento​ ​de​ ​“Baluarte”,​ ​de​ ​la​ ​Elvira​ ​Sastre)
Y eso necesito yo ahora. Olvidar(te) en tanto objeto-que-poseer. Quitarle lo abyecto a tu figura, entenderte distinto al demonio que cree en mi mente, comprender(te) persona que admiro, individuo que deseo, mirarte de frente y no en asimetría, disfrutar la potencia y modalidades de los afectos que puedan surgir entre nosotrxs, establecer límites sanos, cuidar(me y te, ¿nos?), agradecer la intimidad, ese espacio donde sólo estamos tu y yo, decretarlo dinámico y performativo, alteridad compartida, construida de totalidad-tú y totalidad-yo, no de fragmentos escindidos, tan idealizados como devaluados. Dejarte ir, soltar tus manos amarradas con cuerda en la imagen de ti construida en mis pensamientos, matar a la captora, liberar a la felina. Poner el foco en mí. Bancarme. No me quiero poner pilarsordista ni paulocohelista, sería una desgracia. Quizás hoy estoy​ ​muy​ ​optimista.
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eleningrado · 5 years ago
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23 de octubre - ¿Anorgasmia?
Ahora, por si fuera poco, se fue lo único y último que me mantenía cuerda:​ ​la​ ​masturabación​ ​y​ ​los​ ​orgasmos​ ​autogestados.
No sé si seré adicta al sexo, sí sé que soy re-caliente, pero no creo que sea lo mismo. Desde los 13 años, en que empecé mi actividad sexual, entendí que me encantaba, que era un espacio único de despliegue de mis potencias, era el único lugar en el que me sentía totalmente libre, sin miedos ni fantasmas persiguiéndome, no había -ni hay- nada del sexo que me parezca extraño o desagradable, ninguna práctica, ningún territorio, ningún formato; creo que es el momento más genuino, simulacro y vivencia de puro placer y descubrimiento. Y el orgasmo. El orgasmo debe ser la éxtasis más embriagante, el límite más cercano entre la vida y la muerte que puedo alcanzar adaptativamente. Es simultáneamente, la desconexión/ conexión total; cortocircuito que apaga mi cerebro por los segundos que dura y, a su vez, ventana entreabierta por donde extiendo mi mano para tocar al mundo metafísico. Increíble​ ​e​ ​indimensionablemente​ ​potente,​ ​así​ ​lo​ ​vivo​ ​yo.
En algún punto, y de la mano con la mistificación de la sexualidad de las mujeres, creí que era un evento que tenía que ocurrir con un otro/a; cuando entendí que podía escoger entre vivirlo sola o acompañada, fue un re-descubrir mis deseos y placeres de nuevo, quizás iniciar el camino material, físico, de conocerme y reconocerme a mí misma, que luego se ampliaría a mi subjetividad y emocionalidad desbordante. Partí con el clítoris​ ​físico​ ​para​ ​luego​ ​encontrar​ ​mi​ ​clítoris​ ​emocional.
Aunque siempre ha estado muy presente la competencia mental con mis ex-parejas sexuales, respecto de que quien folla más, está “mejor parado/a” o “más superado/a”, lo que implica que la tendencia sea que si puedo follar con un otro/a, lo hago, antes que elegir la masturbación; llegó un punto en que resignifiqué esta práctica como una forma de quererme, quizás basándome en la premisa de que “si no me caliento yo conmigo misma, ¿por qué debería hacerlo otro/a?”. Y saber que podía tener los mejores orgasmos habitando mi soledad y mi cuerpo, fue una pequeña trizadura en la imagen de yo-dependiente-de-otro/a.
Ahora, creo que el último orgasmo que tuve fue hace 3 meses. Que es harto tiempo considerando que: por un lado, desde esa fecha hasta ahora me he masturbado casi todas las noches, elemento predilecto para intentar dormir en noches de insomnio, y por otro lado, que he tenido sexo con otras personas. Y me está desesperando. Y siento que mientras más desesperada, más lejos estoy de la solución. Y esa recursividad de mierda, tan propia de quienes somos ansiedad, me enloquece. Yo necesito llegar a ese punto, al cual sólo he podido acceder a través del orgasmo, para poder limpiarme, descargar, descomprimir.​ ​Lo​ ​necesito.​ ​Y​ ​lo​ ​necesito​ ​ahora​ ​ya.
Sólo puedo pensar en esa película de Lars von Trier, Nymphomaniac, y en la desesperación de la protagonista una vez que no logra tener un orgasmo de ninguna forma, lo que la lleva a recurrir a todo tipo de experimentaciones, pero que tampoco la logran satisfacer por completo y, muy por el contrario, deviene en vida miserable. Cuando vi esa película -larguísima, dividida en 2 partes- no pude sino sentirme tan pero tan identificada, quizás sobre todo en la primera parte, de infancia y adolescencia de Joe, su despertar sexual y vivencia extrema de su erotismo y disfrute, el sexo como inicio y fin, como juego, como desafío, como premio, como triunfo, como éxito, como felicidad y escape, como goce y miedo, como LA forma de conectar por excelencia. El sexo como sexo y como mucho más que sexo. El sexo como forma de vida. ¿Hipersexualización posmoderna y neoliberal? Puede ser. Pero no me importa. Me interpelo, sí, pero no me voy a negar. Trabajo cada día y cada vez que puedo en afectivizar mis relaciones antes que sexualizarlas, así como en introducir y construir el afecto en aquellas actual o potencialmente sexuales, como forma de combatir el sexo de mercado, esa es mi resistencia, aunque no sé que tan bien me va, y de todas formas, no es que tenga que dar explicaciones​ ​ni​ ​tratar​ ​de​ ​validarme​ ​con​ ​nadie​ ​tampoco.
Pero mi historia la he ido construyendo desde una conexión profunda con el erotismo y la sexualidad, a veces pienso que haber sido abusada de niña detonó esa parte de mí y reaccionar sobre-exponiendo mi sexualidad fue mi forma de enfrentarme a esa vivencia; de alguna forma, siento que por ahí -o cerca de esa explicación- radica mi falta de adaptación al contexto, esa desafección a mis contemporáneos, siempre percibirme des-fasada, no sentirme parte de nada, nunca, vivir en soledad en cualquier espacio, con cualquier compañía, en cualquier tiempo. Mi mente se alienó de la realidad, destruí la matriz y desde ahí comencé a integrar la vida, a partir de esas trizas, fue como una patá en la raja que me dejó fuera la línea de la “normalidad”, estadísticamente hablando, y me llevó a nunca encajar en ninguna parte, vivirme inadecuada para siempre. No quiero y no dejaré que ese hueon rancio me determine de por vida, pero tantas veces me pregunté llorando: por qué, por qué tengo que ser así, por qué me tengo que preguntar tantas cosas, por qué no puedo simplemente vivir las cosas en vez de darles mil vueltas en mi cabeza, ¡por qué no puedo ser normal!, que desde que acepté la existencia de ese episodio de abuso en mi trayecto, la respuesta​ ​vuelve,​ ​una​ ​y​ ​otra​ ​vez,​ ​al​ ​mismo​ ​lugar.
En la penúltima depresión, hace un par de años, viví fuertemente la anorgasmia y la anhedonia o falta de deseo, sobre todo el deseo sexual, más aún, viví el forzarme a tener relaciones sexuales con mi pareja porque sentía que “se lo debía”, que él era tan bueno conmigo, de soportarme gorda y fea, deprimida, llorona e inadecuada, que no podía además tenerle el agua cortada, no se lo merecía. Y yo me quedaba quieta hasta que él acababa, tratando de no parecer cuerpo muerto, de que no notara la molestia y dolor que me provocaba la penetración, ni las ganas de llorar... Nunca le pude decir que me sentía forzada, que no tenía ganas, que simplemente no quería, me iba pa dentro, pensaba que yo estaba siendo como el pico, injusta, y que no quería que nadie me tocara. Fue la segunda vez en mi vida que pensé que no quería que me tocaran, no quería follar, no quería nada, sólo quería estar​ ​durmiendo,​ ​para​ ​siempre,​ ​y​ ​dejar​ ​de​ ​sentir​ ​esa​ ​culpa​ ​culia.
Entonces siento que una sexualidad hipertrofiada, en exceso o inhibida, es sintomática de lo que estoy sintiendo, es la expresión física de mi emocionalidad hipertrofiada. Si no vuelvo a tener otro orgasmo en mi vida, mátenme, sepanme infeliz y ya. Repito en tono de ritual: “Mea vulva, mea​ ​maxima​ ​vulva”,​ ​y​ ​le​ ​hago​ ​una​ ​oda​ ​a​ ​mi​ ​vagina.
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eleningrado · 5 years ago
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La teoría de la alita rota, o el por qué lxs dañadxs nos buscamos (y encontramos)
Considerando la teoría de la alita rota, cada día me hace más sentido, vivir(me) y relacionarme como alguien con la alita rota, sintiéndome atraída hacia quienes son, viven y se relacionan desde su alita rota... hay tantos puntos comunes, la soledad como primera compañera, como condición necesaria para vivir y como relación más estable en el tiempo, devenires miserables e intensos, un gusto por la decadencia, lo bizarro, lo mutante, lo extraño, lo marginal, lo incómodo, lo grotesco, un transitar incómodo en lo cotidiano, deseos dañinos tan fuertes y a la vez tan contradictorios con el aumento de las propias potencias... se hace evidente la​ ​imposibilidad​ ​de​ ​que​ ​dos​ ​alitas​ ​rotas​ ​se​ ​hagan​ ​bien.
Se puede vivir la intensidad total, el amor más profundo y oscuro que la propia matriz afectiva permita, hacer carne las fantasías más delirantes y los sueños escondidos, exponer las vergüenzas y vulgaridades encerradas en los límites exo-impuestos como condición ​sine qua non para la vida en sociedad... y eso no puede sino ser atractivo, atrae con fuerza de imán, de campo magnético, de agujero negro, de aspiradora industrial. Pero ¿cómo vivir la intensidad en el cotidiano sin caer en un agotamiento absoluto?, ¿cómo (nos) vivimos seguros si de la mano de esa profundidad está la inestabilidad? Y nadie, por mucho amor, por muchas ganas, resiste esa falta de seguridad, ese caminar sobre cáscaras de huevo, ese proyecto-castillo hecho con naipes en el aire, donde basta una pequeña brisa de invierno para destruir hasta sus cimientos; esa vida te empieza a descomponer, te lleva hasta la oscuridad más profunda, te hace trizas el alma y las ganas, te vuelve polvo diluido en lluvia, te deja tirado en el callejón más oscuro de tu mente y afectividad... lo más peligroso, es que es también adictivo, y después de un rato en el infierno, se vuelve imposible salir de ahí. Adicción y dolor. Adicción al dolor. El placer de la adicción al dolor. Ir y volver, sin jamás irse realmente. Pura pulsión de muerte, Thanatos que te viene a visitar, adrenalina de saltar al vacío de saber llegar ese instante de felicidad y placer extremo, consciente y aceptando quebrarte todos los huesos con el golpe de la caída en el fondo, el primer fondo, y cada vez llegas más abajo, cada vez se abren más fondos, cada vez cuesta más subir, salir ahí, cada vez cuesta más encontrar la luz del día, y con ella, las ganas de no volver. Con todo esto, además, está ese impulso de sanar al otro/a, “ponerse un yeso en la alita rota” para salvar al otro/a... pura proyección​ ​del​ ​propio​ ​deseo​ ​de​ ​ser​ ​salvada.
La solución sería buscar ese otro u otra que no tenga la alita rota, que sea seguro/a, que contenga, que sea bálsamo para las heridas, que sea medicina para sanar, desfibrilador para volver a la vida, agua en vez de sangre, luz y no penumbra. Pero cómo sentir esa conexión, si en esta persona sana, cuerda, estable, no se ven esos ojitos brillantes de dolor, oscuros de pena, caídos de tristeza, repletos de cicatrices de las rabias y decepciones; ese saber(lo/la) empático/a porque no se tiene que imaginar tu sufrimiento, lo ha vivido, lo ha sentido en carne y mente propia. Quizás la solución sea renunciar a ese amor oscuro e intenso, a la fantasía infantil y patriarcal de la pasión infinita, del exceso brutal, y, en cambio, aceptar la necesidad de calma, de paz, de un cotidiano mesurado que permita reflexionar para sanar y no para destruirse, construir un proyecto-castillo ni tan grande ni tan arriba, de materialidad posible y locación precisa, de más pies en la tierra que de cabeza en las nubes, conocer los propios límites de la felicidad, apostar por no auto-destruirse a voluntad, construir ese amor -propio- a base de compañerismo y cariño, no de búsquedas​ ​incesantes​ ​del​ ​querer​ ​ajeno​ ​que​ ​nunca​ ​basta.
Ahora no sé cómo explicar la tristeza que me inunda al construir esta dicotomía en mi cabeza, binarismo asqueroso que me atrapa entre dos paredes de infelicidad en potencia, ¿no puedo querer ambas? y ¿por qué creo que tengo la opción de elegir?. Es la muerte trágica y con sentido o la vida larga​ ​y​ ​decadente.​ ​¿Es​ ​que​ ​no​ ​hay​ ​nada​ ​entre​ ​medio?.
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eleningrado · 5 years ago
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16 de octubre - Mal día, pésimo día
Fuimos dos extraños que pudieron quererse. No lo hicimos, y está bien. Hoy tú te fuiste de este espacio, juego sola golpeando la pelota contra la muralla que dejó tu partida, pimponeando sola un sinfín de preguntas existenciales. Hoy yo sigo cuestionando todo, y tú ya quieres avanzar, que nos veamos y sea normal, que no me pase nada, dejar de tener que cuidar tus acciones y palabras para que yo no me confunda, “si ya está todo​ ​dicho”,​ ​“si​ ​yo​ ​pensé​ ​que​ ​ambos​ ​lo​ ​teníamos​ ​ya​ ​claro”...
Y pensar que le busqué tanta explicación, cuando la verdad era mucho más sencilla: yo NO te gusto, tú NO quieres estar conmigo, de ninguna forma, ni como pareja, ni en relación abierta, ni solo sexo sin amor, ni solo amor sin sexo. Tú, simple y legítimamente, NO quieres estar conmigo. Lo que no entiendo es que, si es tan sencillo, por qué chucha se siente como una serie de pequeños puñales en mis ojos, en mis dedos, en mi estómago, en mi clítoris, en mi corazón. Por qué no puedo aceptar tu rechazo, sin tanto dolor, sin tanto trabajo. Es un rechazo y ya. Cuántos hubo y cuántos vendrán. Por qué no puedo avanzar, cómo me va a costar tanto, cómo el Ego me va a poder en niveles​ ​tan​ ​altos,​ ​tan​ ​de​ ​mierda.​ ​
¡Por​ ​la​ ​cresta​, ​que​ ​rabia me doy!
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eleningrado · 5 years ago
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9 de octubre - Aeropuerto del fin del mundo, otra vez
El personaje, la actuación, teatralidad espontánea que viste y abusa de pelucas rosadas. La no-identidad obstinada, la rigidez de la flexibilidad de un dinamismo esquizofrénico. Siempre que vuelve es otra y distinta. Recuerdo de excesos. Materialidad de soledad. Rememoramiento antojadizo de acontecimientos desbordantes. Siempre pienso en tí cuando me fumo un cigarro que guardé a medias; ese olor a tabaco, potente, que trasciende el tiempo-espacio, vuelvo a tu boca, a tu barba áspera rozando mi cara o la parte interna de mis muslos, a tus ojos de niño triste.
De pronto, aparece el otro, ahora pienso en ti, que es otro “ti”, contigo no pienso en olor a tabaco, contigo es risa infantil, que casi suaviza la rudeza de la vida, un caminar despreocupado, las miradas furtivas en fiestas infinitas, las conexiones instantáneas en momentos de soledad, mi cara roja de la vergüenza que me provoca pensar en todo lo que me gustas cuando me encuentro, furtivamente, con tus ojos. Contigo no hay olores asociados, no hay volver a ese momento más que en fantasías, contigo es lo visual, lo inmediato, lo infantil, tus ojos verdes y tus manos feas, tus brazos fibrosos, tu piel morena que parece una constante invitación a lamerla. Contigo son otros los excesos: es la bohemia, las drogas y la casualidad,​ ​un​ ​encontrarnos​ ​en​ ​la​ ​vida​ ​cuando​ ​no​ ​teníamos​ ​cómo​ ​ni​ ​para​ ​qué.
En cambio tú, ponchera tan dulce, piel llena de marcas y cicatrices, blanca y descuidada, venas marcadas en los antebrazos, culo perfecto, corte de pelo que intenta ser moderno y raya en lo vintage, con esas canas que caen suavemente, recordándote el paso del tiempo -desgarrador-: tú, eres puro recuerdo, puro deseo, entelequia potente, de intentos intensos, contigo lo quise todo, despertar y mirarte, luchar con tus ronquidos de león, abusar de tu brutalidad que es a la vez tierna, tu pierna sobre mi, no dejando que me mueva, mientras me abrazas fuerte contra tu pecho peludo... y ese olor a tabaco, que terminaba por excitarme enormemente. Contigo, excesos de soledad, de depresión y de sexo. Pensar en tu lengua aún me estremece.
Luego, el fin de semana negro. Yo queriendo morirme porque sabía que no me querías ni me ibas a querer. Tratando de ocultar que mi angustia era por ti, cómo decirte que mi calma llegaría cuando tú me amaras. Tú abrazándome fuerte, sentados en ese sillón, secando mis lágrimas que no dejaban de salir, corrían ya no silenciosas por mi cara, ocultando las palabras que no te quería decir. Era demasiada exposición. Era darte demasiado poder sobre mí, y ya era más que suficiente con el que tenías. Construiste una retórica en torno a mi, y sepultaste todos nuestros futuros. Me construiste pendeja inmadura, me construiste rota imbancable. Yo hice carne ese discurso, intuyendo la imagen que creo tienes. Y se cumplió, todos y cada uno de mis miedos se hicieron claros frente a mi. Niebla disipada. Profecía autocumplida. Corazón roto. Corazón roto. Corazón roto. Y tú, nada. Y tú muy de olvido y resignación, muy de no-ganas y pasar página, muy de que no fue tan importante. No me gustan tus zapatillas blancas, y nunca me regalaste uno de tus libros ni una carta ni una foto. Me mata no tener nada tuyo, nada que me recuerde a tí. Ningún objeto que simbolice lo que fue. Nada concreto a lo que recurrir cuando aparecen nostalgia y melancolía... sólo ese sabor a mango y maracuyá, el olor a tabaco y​ ​el​ ​claroscuro​ ​de​ ​la​ ​penumbra.
Noches de sexo furtivo, donde despertábamos de madrugada, al mismo tiempo, como si nuestros deseos se hubiesen conectado, y sin necesidad de palabras, te introducías dentro mío y empezábamos el baile furioso de cuerpos desnudos, embestidas frenéticas, un tiritar de placer, experimentar orgasmos tan dulces e intensos que era casi doloroso, tocando y lamiendo toda la extensión de nuestras pieles, no había nada que no me excitara de tí y contigo. Cama mojada. Sábanas resbalando. Salías de mí e íbamos directo a los brazos de Morfeo, abrazados como si estuviéramos pegados, recuperando el aliento, sonrisa cariñosa de sabernos satisfechos, reconocimiento silencioso de nuestra atracción sexual, el gusto de saber conocido el cuerpo que descansa al lado tuyo, qué lo excita, qué le da cosquillas, qué le genera ternura o dolor, qué le gusta y que no, saber que la satisfacción que está sintiendo se debe a la performance conjunta de esos dos cuerpos particulares, que se conocen y reconocen en sus placeres y complejidades. Creo que de solo recordar tendré un orgasmo aquí, sentada en el aeropuerto, yéndome de ver a ese otro que no eres tú, pero recordándote incansablemente.
Me gustaba ducharme contigo. Que me bañaras con toda tu torpeza. Ritual perfecto donde terminaba de impregnarme de ti. Siempre escribo y divago mucho cuando estoy drogada. Me hubiese gustado drogarnos juntos, carretiar juntos, embriagarnos juntos. Vivir ese exceso, de la mano con la pasión desbordante del inicio de la relación. 
Vuelvo a cambiar de individuo-objeto, simulacro sujeto en el simbolismo de mi mente. Tú fuiste diversión y tranquilidad en tiempo de depresión y angustia. Hubiese querido extender nuestro momento en esta vida, tengo la sensación de que no volveremos a toparnos nunca más. Tu simpleza y autenticidad te hacen tan atractivo, tu despreocupación preocupada, tu estilo tan anarko-hippie, trabajo de autoconocimiento y control que se evidencia en cada movimiento, en tu forma de respirar, en la calma de tu vida, en el abordaje de las cosas. No puedo olvidar que, de todas formas, te enamoraste de otra y me dijiste que no, que yo volví a verte y tu ya habías volado de ese lugar, que me sentí tremendamente expuesta frente a un desconocido que quise conocer, y te conocí, por ese par de noches abrazados en tu cama... pero te agradezco esas noches, bajo el cielo estrellado y el frío gélido de la Patagonia; gracias, extraño, por el tiempo de tu vida que dedicaste a salvar un poco la mía. 
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eleningrado · 5 years ago
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La teoría del escritorio
Hipótesis​ ​que​ ​formulamos​ ​con​ ​unxs​ ​amigxs,​ ​después​ ​de​ ​años​ ​dándole​ ​vuelta. 
Las personas biopolíticamente asignadas como mujer tienen dificultades distintas, en el plano sexo-afectivo, que aquellas personas biopolíticamente asignadas como hombres. Por ejemplo, cada vez que converso con un amigo y éste tiene que amoblar su hogar, el escritorio es algo infaltable, imprescindible, casi vital: tiene que tener uno en la casa, donde sea, pero tiene que haber uno y tiene que ser de él. ¿Cuántas veces han escuchado a una mujer poner en ese nivel de prioridad su escritorio para​ ​trabajar?
Las personas biopolíticamente asignadas y asumidas “hombres” son criados y socializados desde su primer respiro para ser exitosos. En la actualidad eso es tremendamente relativo, hoy ser exitoso no implica necesariamente trabajar 50 años para la misma empresa, tener esposa e hijos, ocasionalmente ir a prostíbulos y emborracharse. No. Ese es un camino -vigente por cierto-, pero incluso en esos tiempos, donde la subjetivación de las personas era más limitada, lo importante era y es ser exitoso en el camino que se “desea”, que se decide construir, por lo tanto, los “hombres” pasan gran parte de su vida construyendo ese proyecto vital, ese objetivo ​personal por el que luchar. Y ahí está lo más importante: es inexorablemente personal. Se puede unir alguien, sí. Se puede ir otro/a, sí. El objetivo sigue siendo el mismo porque es de ÉL, y su vida gira y las decisiones pasan por tributar al cumplimiento de este sueño. Por ejemplo, ¿qué “mujer” no se ha encontrado quejándose y sintiéndose mal porque su pareja, hombre muy hombre, es egoísta con sus tiempos, tiende a poner al trabajo/ educación/ amigxs/ intereses-personales-cualesquiera-sean antes que a ella? Y nadie dice que eso esté mal, me parece fantástico que puedas contentarte mirando tu puto computador diez horas seguidas, sólo parándote a tomar café, comer, fumar y mear (lo que suena básicamente a una guagua, solo que ahora la teta es el computador... quizás desarrolle esta idea alguna vez), porque eso satisface tus necesidades personales, lo decides con plena autonomía, y vives el cotidiano que deseas. Maravilloso. ¿Alguna vez notarán​ ​que​ ​nosotras​ ​jamás​ ​hacemos​ ​eso,​ ​con​ ​esa​ ​soltura?
Por otra parte, las personas biopolíticamente asignadas y asumidas “mujeres” somos criadas y socializadas para cuidar, amar, querer, sacrificar, ser conquistadas y “perfectas”. Bueno, hoy día puede que compartamos más activamente eso de coquetear y conquistar. Pero hay una diferencia fundamental. Ustedes -biopolíticamente asignados hombres- en algún punto dejan de coquetear y conquistar, se entregan y se muestran “tal cual”, al que le gusta, le gusta, y a la que no, mala suerte; nosotras -biopolíticamente asignadas mujeres- jamás dejamos de intentar conquistar, nunca dejamos de verlos como los rivales a quienes tenemos que colonizar y dominar afectivamente (aunque curiosamente terminemos siendo nosotras las dominadas, pero eso es harina de otro costal). Y esa conquista es eterna, nuestra vida empieza a girar en torno a ella: ¿cómo me veo más guapa para gustarle más?, ¿qué puedo ver/ leer/ escuchar/ hacer para parecer más interesante?, ¿qué puedo hablar para que me encuentre más atractiva e inteligente?, ¿qué le puedo regalar/ cocinar/ preparar para que se de cuenta de que soy tierna, atenta, preocupada y que nadie lo va a querer más que yo en este mundo?, ¿cuáles son la ​expectativas que tiene de su “pareja perfecta”, para que yo pueda, lentamente, ir incorporando cada una de esas cualidades a mi identidad? y que después Oh! mágica y espontáneamente soy la mujer que siempre quisiste, hasta soy del mismo equipo de fútbol que tú, no importa que al conocernos te dije que odiaba los deportes... ¿lo peor? Esa mujer que ustedes verbalizan como la que sería la “mujer perfecta” no es la que​ ​realmente​ ​les​ ​atrae.
Patético. Y somos tantas las que caemos en esto. Claro que hoy día el prototipo de mujer es otra, y eso nos complica el camino mucho más. Hoy día la “mujer perfecta” es profesional, ojalá post-doctora, o en su defecto, artista shuperloka y transgresora -si es todas las anteriores, mejor-, resuelta, abierta a las relaciones poliamorosas, que siempre tiene ganas de follar, con vasta experiencia sexual vaginal, anal, oral, con participantes variados (sola, dos, tres u orgias), idealmente bisexual, independiente económica y afectivamente, que viva sola, es tierna, amorosa, preocupada y sabe escuchar, pero a la vez es ruda y feminista, habla fuerte y claro, jamás se pone celosa ni demuestra posesividad, pero siempre está dispuesta a contestar el whatsapp por si sale una cachita espontánea, donde manda fotos desnuda, porque además, es tremendamente segura de su cuerpo, que por cierto es perfecto, y tiene una estética propia y original, que refleja su carácter complejo y decidido, tiene “conciencia social”, entonces es probable que participe activamente en algún grupo político-social-cultural, y ha viajado por el mundo, “tiene calle”, se ve joven pero es madura, no quiere compromisos, no se quiere casar y por nada del mundo quiere tener hijxs. Si existe la mujer así, díganle que a esta altura yo también estoy enamorada de ella, que es perfecta tal como es, y que esto no es un texto de odio hacia ella, sino de repudio absoluto a la construcción de ella-como-fantasía en nuestro imaginario, de su transformación​ ​involuntaria​ ​en​ ​objeto​ ​sexual.
Que se sepa que las feministas que aun mantenemos relaciones afectivas y sexo-afectivas con hombres heterosexuales cisgénero, vivimos esta violencia cotidianamente. Ahora no sólo debemos cuestionar el rol histórico asignado a las personas biopolíticamente mujeres, sino que también debemos forzarnos por re-construirnos según estos nuevos cánones morales y expectativas para ser deseables, e integrarlos a nuestra identidad ya fragmentada, disociada y polarizada. No sentirnos mal porque no dedican nada de tiempo a la construcción de nuestras relaciones, porque siempre queda en nuestras manos la decisión y los esfuerzos por verse, o porque no tengan la suficiente empatía como para entender que verlos sentados trabajando en su computador no es el mejor panorama, por mucho que nuestra vida les y nos parezca miserable.
Yo entiendo que el ideal es que cada persona tuviese su propio camino, un sueño personal por el que luchar y para el cual tomar decisiones que tributen a cumplirlo. Lo entiendo. Es el camino. Pero puta que es difícil cuando te han metido hasta por el orto, durante toda la vida, que tu sueño es la pareja, vivir en pareja, construir en pareja, “hacer” pareja -por no decir “familia”-; me cuesta tratar de pensar en construir un proyecto personal que no sea desechable cada vez que me enamoro. Uno de mis mayores temores es, precisamente, enamorarme y dejar de lado todo aquello que hoy, “sola”, me parece fundamental y constituyente de mi identidad y de mi elección de forma-de-vivir. Por suerte, no me ha tocado aún que ese amor sea recíproco, por lo que no me he visto enfrentada a esa decisión, aunque más de una vez lo hubiera hecho, aunque nadie me lo hubiese estado pidiendo. Por la chucha que soy arrastrá. Me siento como una perra callejera que busca cariño desesperadamente, que se refriega en las piernas y manos de cualquier​ ​transeúnte​ ​con​ ​tal​ ​de​ ​sentir​ ​que​ ​le​ ​dan​ ​algo​ ​de​ ​amor.
En resumen, ustedes quieren el escritorio. Nosotras, la casa entera, para completar el contexto de ese escritorio fundamental y central, en torno​ ​al​ ​cual​ ​se​ ​edificará​ ​el​ ​hogar.​ ​Ahí​ ​el/la​ ​que​ ​entendió,​ ​entendió.
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eleningrado · 5 years ago
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¿Madurar es dejar la angustia? - 24 de septiembre.
Este mes te he escrito demasiado. Sigo cuestionándome si te escribo a tí o simplemente ocupo esto como forma de descomprimir una angustia existencial. Pero bueno, no voy a zanjar esa cuestión ahora. Quiero decir que hoy, mientras vivo una cotidianidad agradable con una amiga, me acordé de ti y de las primeras veces que te fui a ver. Era parecido, una dinámica cálida, donde estábamos juntos, y a la vez, cada uno pudiendo desarrollar sus intereses particulares. O más fácil: yo podía estar echada leyendo en el sillón, mientras tú trabajabas en el computador, y al rato después, podíamos estar juntos en el sillón viendo alguna película española de bajo presupuesto y terminar follando a grito limpio, hasta que tus vecinos tocaban la puerta o el timbre porque metíamos mucho ruido. Perfecto. Yo a esos​ ​días​ ​no​ ​les​ ​cambiaría​ ​nada.
Pero en algún momento, todo se iba a la mierda, porque la angustia de tener la certeza de que ese cotidiano iba a acabar en un futuro próximo, muy próximo, me hacía estar pendiente de esa tristeza, y no del momento, no estaba en el “aquí y ahora” favorito de los existencialistas, estaba días adelante pensando en cómo te iba a estar extrañando. Es el condicionamiento tiempo-espacio-propiedad y la inminencia del término lo que me vuelve loca y​ ​poco​ ​genuina.
Porque ahora, estando en un sillón trabajando en mi computador, comiendo galletas y tomando café con mi amiga, con la que cada tanto rato salimos a fumar y conversar de la vida para distraernos del trabajo que cada una hace, no siento esa inminencia de acabose, no me preocupa ningún tipo de inseguridad, sé que cuando regrese a verla, esta dinámica seguirá ahí, hoy, mañana, o meses después. Me siento segura del amor entre las dos, y de no tener que probarle, darle ni pedirle nada más que compañía, palabras​ ​honestas​ ​y​ ​risas​ ​despreocupadas.
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eleningrado · 5 years ago
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El ego desbordando - 23 de septiembre
Sigamos jugando con fuego, como el par de pelotudos inmaduros que somos. Lo que me enoja es que si vamos a ser tan imprudentes como para seguir llamando la atención del otro, entonces, al menos, hagámoslo con todo. Es la pusilanimidad de esta situación lo que me revienta los ovarios. Y a la vez me maravilla ver cómo se enciende cierta pasión cuando se trata de hincharnos las pelotas mutuamente... dejemos a nuestros egos de lado un rato, dejemos de quemar nuestros cartuchos, de cansarnos... o evidenciemos que nuestros egos se atraen, que es una pelea porque nos gustamos, queremos estar en contacto, asumamos que no queremos perder la fascinación que provocamos el uno en el otro, que es mejor estar así que desaparecer, volverse​ ​nimio,​ ​perder​ ​relevancia.Yo quiero constantemente llamar tu atención, tú lo sabes y te encanta, me tiras migas de atención para no perder una fan, que infla tu ego​ ​hipertrofiado​ ​cada​ ​vez​ ​que​ ​te​ ​duele.
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eleningrado · 6 years ago
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El reencuentro y las 3 noches de infierno
Noche 3
Finalmente, porque sí quiero terminar este “breve” capítulo, angustiante y con poco de vigente, creo que es la duda que resuena en los oídos de mi Ego aquella que no me deja parar de pensar. Por qué. Por qué chucha decidiste que nunca más íbamos a tener sexo, y por qué -además- pensaste que ese era un acuerdo bilateral, producto de una conversación que tuvo lugar en tu cabeza y en ninguna otra realidad. Por qué no me preguntaste a mí qué quería. Por qué lo decidiste solo. Qué fue lo que te hizo tomar esa decisión. ¿Es que ya no te gusto?, ¿acaso es la culpa de sentir que me has hecho daño?, ¿es la cercanía con tu familia y lo que puedan pensar de tí, en el caso de que lo nuestro saliera terriblemente mal?, ¿es que realmente piensas que me haces sufrir y no quieres ser parte de toda mi mierda?. En mi cabeza sólo resuena “ya no le gusto, ya no le gusto, ya no le gusto...”, y ¿quieres saber lo más patético de esto? Te cuento: detrás de esa voz que repite frenéticamente esa frase, destellan las imágenes de todas las veces que tuve sexo pensando en tí, en lo que me gustaría que fueras tú quien estaba dentro mío, en las veces que me eroticé recordando tus jadeos, tus clavículas marcadas, tu cuello dispuesto y deseante de ser besado y mordido, tu pene erecto, tus manos, tu lengua, tu piel, tu sabor a tabaco en la boca y la punta de los dedos, tu espalda -que trataba de no rasguñar tan fuerte-, tus ojos tristes entreabiertos y brillantes de deseo, tus brazos moviendo mis caderas para aumentar la cadencia del movimiento cuando estaba encima tuyo, las largas sesiones de sexo oral mutuo, esa satisfacción infantil de levantarme de la cama y observar una escena de excesos, la cama -mojada de sudor- había avanzado hasta la mitad de la pieza, envases de condones regados, la ropa que fue cayendo en los lugares más impensables, el aroma a sexo que no se iba nunca, la penumbra que siempre ponía el foco de luz en el lugar correcto, y después bajábamos a fumar e hidratarnos para dormir... o seguir... me enferma que​ ​el​ ​recuerdo​ ​no​ ​te​ ​mate​ ​de​ ​calentura​ ​y​ ​excitación​ ​como​ ​a​ ​mí.
Lo que más me violenta, es sentirme una acosadora de mierda, una mujer masculinizada que no puede soportar que una ex pareja sexual le diga que “no”, ¿no es eso por lo que salgo a protestar a la calle cada vez que hay un femicidio?, a rayar las paredes de la ciudad exigiendo respeto por la autonomía de nuestras cuerpas, de nuestro derecho a decidir, porque otro machito pensó que una mujer no le podía decir que no y la mató, y la pregunta que me queda es ¿qué tan lejos estoy yo de esa figura hoy?. Si no tolero la angustia que me provoca desearte y saber que no puedo ni podré tenerte. Imagínate a eso añadirle que no sé por qué, pero teniendo la certeza​ ​de​ ​que​ ​no​ ​sucederá.
¿Es tan delirante, tan demente, tan enfermo, que no se entiende lo que siento? No soporto construirme desde este lugar. Pienso que llevo mucho tiempo haciéndolo desde el lugar de la víctima, donde me siento cómoda, desde el cual puedo pedir responsabilidad afectiva por mi “condición de mujer”, pero luego utilizarla a mi favor cuando quiero follar y no lo logro. Qué putada. Qué mierda es eso. Por eso creo que si esto es lo que soy -una macha que no puede tolerar un no, y que, además, se sitúa desde el victimismo para no tener que asumir las responsabilidades que conlleva el querer forzar la subjetividad y autonomía de un o una otra hasta que me diga que sí y así saciar la necesidad de un polvo- entonces soy el tipo de persona que no le hace ningún bien a este mundo. No sólo es peligroso, sino que es también contaminante, expansivo, caprichosamente irrefrenable. Y así, así no me puedo querer. Soy lo malo de ambas caras de la moneda. La víctima y el victimario encarnado en un ser. Así pocas dudas me quedan de por qué nunca me vas a querer, es más, creo que hasta te encuentro razón. Corre, escóndete, ándate lejos... que las lobas disfrazadas de cordero somos las​ ​peores.
Una de las cosas que más me impresionan es lo mucho que me siento crecer cada vez que me embarco en una situación contigo... bueno o mala, real o fantaseada, siempre siento que me empujas diez peldaños desde donde estoy tranquila, me caigo de hocico al suelo tirando dientes y sangre por doquier, ni siquiera siento tu mano en mi espalda, es como si estuviera disociada. O es que tal vez tú nunca estuviste ahí empujándome, y me tiré yo sola al precipicio en otro intento de suicidio infructuoso, que finalmente​ ​sólo​ ​me​ ​dejó​ ​con​ ​más​ ​cicatrices​ ​en​ ​la​ ​mente​ ​y​ ​en​ ​la​ ​piel.
De cualquier forma, dejo de ser Yo, transmuto, no sé si avanzo, pero definitivamente no retrocedo, sí me vuelvo loca de a poco, a ratos, pierdo cualquier certeza y las construcciones ensambladas se desmoronan ladrillo a ladrillo, pero también traiciono lo que he aprendido, y entiendo el clivaje teórico-práctico, encarno la no-praxis, me desilusiono de mi, corren lágrimas, incluso salen a bailar los nudos de la garganta de todas las veces que te quise decir más de lo que dije, ruedan los cristales salados envueltos en tinta hasta los labios secos y la nariz roja. Y otra vez me pregunto por qué mierda me sigo lanzando a esa piscina sin agua, por qué hasta me impulso para saltar por el trampolín que intensificará la caída estrepitosa y el tronar de mis huesos trizados en el fondo oscuro de ese lugar​ ​ya​ ​tan​ ​conocido.
Es un deja vu constante cuando se trata de tí y tus putos ojos de cachorro apenado -que me derriten, por si no te lo había dicho antes-, como un olvidar repentino del dolor y el pasado, con la ingenuidad más tierna de poder retroceder el tiempo, pero lo único que queda es el efecto mariposa... y no sé si quiero llegar al final de la película, y es que ¿al final, también terminaremos pensando que hubiese sido mejor no habernos conocido? Si las opciones son el suicidio, la prostitución o la negación completa de mi subjetividad actual, te cuento que no me parecen tan malas ni lejanas, si con eso puedo conocerte igual... y ya. El efecto mariposa. Es como si tu existencia no pudiera hacer nada por aliviar la mía -sin una transformación radical de ambos-, pero sí terminara por hacer tanto por complejizarla. Es mi lado masoquista, te lo presento. Quiere que presiones mis límites de la cordura para hacerme avanzar cuál terapia de electroshock, donde se logra o se muere, o me supero o me pierdo en el abismo de una mente confundida y nublada.
Por cierto, yo quisiera, en mis momentos más sinceros y dependientes, que la opción fuera esa transformación radical y nos hiciéramos bien. Piénsalo. Personas collage. Cada parte sería la correcta, cosida una a la otra con hilos negros y gruesos como muñecas de antaño, y una licuadora que condensaría lo que queremos del otro para la cabeza. Necesitaría dibujarlo para explicarte cómo esa decadencia me haría muy feliz. Como dice una muy mala película que no recuerdo bien ahora: estemos juntos y seamos infelices, pero sepamos que esa decisión es consciente, para que podamos al menos amarnos miserablemente. O quizás no decía así, pero es como lo que quisiera decir. Más o menos. Igual, ni los protagonistas de esa mierda tomaron ese camino. Pero ¿estamos evaluando opciones o no?. Yo puedo ser tu Natalie​ ​Portman​ ​si​ ​tu​ ​prometes​ ​jamás​ ​ser​ ​Jude​ ​Law​ ​en​ ​“Closer”.
Leí hace un rato lo duro que debe ser para una esquizofrénica ver su enfermedad convertida en estética de resistencia. ¿Podría una psicótica pensar que ésta es pura palabrería burguesa de una persona inmadura que apuesta por ser loca antes que asumir su infantilidad? Porque a veces me siento tan cuerda, tanto, que pienso que el mundo debe ser estúpido (narcisa much?), y otras veces siento que divago por barrios rancios tan profundos en mi mente que olvido por instantes qué pasa en mi cabeza y qué sucede en el exterior; pérdida del juicio de realidad le llaman por ahí. Yo aún no sé si es eso o es otro intento de mi Ego por buscar formas de ser distinta, única y shuperloka. A veces me pienso tan idiota. Ahí es cuando recuerdo todos esos mamotretos dedicados a enunciar la relevancia de utilizar las pasiones y deseos como afectos que construyen nuestras potencialidades individuales, y todo ese rollo de dejar de concebir el deseo desde la carencia y de que el capitalismo nos vende el sexo y el amor como cosas no-cotidianas, lo que nos hace subordinar cualquier relación que no sea sexo-afectiva por debajo de una sexo-afectiva, porque en el fondo odiamos nuestra vida, y pienso... Que soy tan superficial a ratos que no sabría qué potencia mía podría construir un afecto sano, porque yo también soy una hija sana del patriarcado capitalista blanquizado y psiquiatrizado, también nací y crecí en sujeción a los poderes controladores, autoritarios y punitivos de los dispositivos estatales y de normativas estandarizadas universales... y eso hace que mi subjetividad solo replique y desee lo que el sistema ha construido como capaz de ser deseado, por muy distinto que sea, es imposible que escape a los márgenes construidos por el lenguaje (amplia noción de lenguaje), porque sería ininteligible para nuestras limitadas mentes humanas, por lo que tanto, no importa lo que sea, no va a destruir el modelo, si algo, sólo lo va a sustentar; es como cuando el Gobierno hace mesas ciudadanas o cosas participativas para demostrar lo democráticos que son por “escuchar” lo que quiere la gente, cuando las personas en realidad replican lo que los medios comunican, ergo, puras mentiras que la élite posiciona muy bien en el imaginario simbólico societal. Y, en el fondo, lo que quiero decir es que la mejor opción me suena a suicidio. Dejar de ser estúpida y empezar a ser muerta. Huesos fríos en un saco de piel agujereado por los gusanos que se devoran los restos de carne putrefacta, guardián -alguna vez- de una mente descompuesta y un Ego rancio, amparado por la creencia ridícula de que el mundo podía cambiar y ser mejor. “Ser mejor”. Ambigüedad​ ​naive​ ​total​ ​ese​ ​“ser​ ​mejor”...
Y bueno, ya me perdí y no me acuerdo por qué empecé a escribir. No sé por qué te lo estaría contando, entendiendo que son cartas que van dirigidas a tí, no sé por qué chucha te contaría esto, y pero bueno, por ahí sólo quiero que me conozcas más... O hago lo que se me para​ ​el​ ​orto​ ​porque​ ​es​ ​mi​ ​historia.
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eleningrado · 6 years ago
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El reencuentro y las 3 noches de infierno
Noche 2
Es que tal vez esto nunca tuvo que ver con el sexo, solo era otra forma de hacer realidad mi profecía autocumplida de nunca ser importante, de querer ser “la” importante y no lograrlo. Al final del día, en mi historia nunca se va a borrar que me rompiste el corazón, que fuiste algo duro de superar y que sufrí como pocas veces, expuse y viví toda mi vulnerabilidad, hice carne mis temores y el detonante fuiste tú, y que parte de lo que soy hoy, lo deberé a esa experiencias... Mientras que para tí, fui la pendeja a quien te follaste un par de veces, que hizo esta ciudad un poco más agradable una vez, que estuvo ahí en ese período entre-amores, donde nada ni nadie marca tanto, es -quizás- solo una anécdota para contar al inicio de otra relación, o como ejemplo en un carrete entre amigos, el ejemplo de lo que no había que hacer, de cómo todo se va al carajo de repente o de una situación decadente que todos tienen que vivir alguna vez, en palabras sencillas, nada relevante, nada proyectable, inmanente en un episodio ridículo y perdido de tu historia, aplastado y subordinado a los amores reales y las conexiones genuinas, a los​ ​proyectos​ ​vitales​ ​determinantes.​ ​Yo​ ​no​ ​soy​ ​eso,​ ​nunca​ ​lo​ ​soy.
Porque hoy igual te irás pensando que mi rollo es con el sexo, y no te darás cuenta de que los reclamos de un alma herida, de esta persona patética, iban mucho más ligados a un querer re-conectar, reencontrarnos, como alguna vez, volver al espacio seguro y cálido que una vez construimos, seguir avanzando en una relación cercana y de confianza, de un futuro tenerte en mi vida como una de las personas con quien me siento feliz y me hace bien; y para eso, sólo se ofrecer sexo, cuerpos que al calor de la pasión se abren y se entienden como nunca, en un espacio de tiempo particular, que extiende esa “ventana abierta” en la conversación de sobre-cama o del cigarro descansado de un orgasmo mutuo... pero no, tú crees que me frustra, que me pica que no me hayas dado la pasada al encuentro casual que podríamos tener, al sexo de despedida/ reencuentro desinteresado y superficial; porque aunque tu retórica pretenda que no, igual te compraste el cuento que vende mi personaje, mi coraza más infantil, mi parte más caprichosa, esa que te cuenta que el sexo es lo máximo y los cuerpos solo sirven para eso, que la persona que habita dentro no importa y que a quien habite dentro mío no le interesa conocer. Rabia. Porque no es así, nunca es así. Pero sentirme así de patética, rogando por un poco de cariño, que no es ni será suficiente para suplir las carencias afectivas de un corazón hecho trizas, o para llenar la expectativas de una mente ansiosa y obsesa, es algo a lo que mi cuerpo se resiste infinitamente, de todas las formas, que logra ponerse el parche antes de la herida, pero falla con torpeza cuando la intensidad de llenar ese vacío desborda. Y me frustro. Y me corto. Y pienso que tener sexo como competencia y ganarte en mi cabeza, me podría dar algo de satisfacción, podría fortalecer mi ego y hacerme olvidar que camino con el autoestima en los zapatos, que pongo a esa niña insegura, miedosa y dependiente, triste y patética, en una bolsa con piedras y la lanzo al Pacífico, y se ahoga, y se hunde, se pierde en la inmensidad de sentires reprimidos, de manos atadas, de negaciones conscientes. La que sale a flote es el volcán en erupción, Pandora, el animal instintivo que utiliza cada táctica para ganar, que es torpe e inmadura, que no sabe jugar, pero le entretiene la batalla de los egos, y piensa -optimistamente- que puede ganar, que va a dominar al Sexo Rey, que va a controlar cuerpo y alma del sujeto del deseo. ¿Que se encuentra? Un muro de concreto que no se quema con su fuego, y que tampoco descifra el acertijo, no levanta ninguna de las pistas arrojadas cuidadosamente en su camino, y termina la película tal como Hollywood quería, viendo lo que ellos querían poner como premisa detrás de las escenas, pero no lo que el libreto escrito de la directora realmente revelaba, no levanta las rendijas del suelo que cubren el agua, tumba que desborda, océano eterno que sigue deseando los anhelos de la niña, cariño intenso, preocupación y cuidados, clama a gritos apagar ese fuego, que algún día terminará por evaporar la honestidad que vive líquida en el subsuelo; será solo un cuerpo, rostizado de pasiones frustradas, de encuentros casuales, de orgasmos insatisfechos...
¿Y contigo?, ¿qué hago contigo? Si tal vez conscientemente decidí quemar el barco, para entender que nunca más, que todo se pudrió en niveles insalvables, que la relación está gangrenada, que el cáncer la mató, y la enfermedad comenzó y terminó siendo la ansiedad, la angustia y la adicción, que ya no es posible en esta vida, quemar el libro para matar las ganas de saber su final. Perdóname por ningunearte constantemente, me produce una vergüenza total, por subestimarte a niveles sancionables, por tampoco ayudar a crear el espacio que buscaba. Me pido perdón a mí misma por exponerme así, por no cuidarme ni valorarme, por ofrecerme cual banquete putrefacto, por ponerme en la vitrina de una tienda en quiebra, amarrarme a un edificio que ya estaba demolido, por derrumbar mis certezas y promesas, por violar mis determinaciones e incumplir mis compromisos, por traicionar mis valores, mi sistema ético forjado a lágrimas, violencia y resiliencia, por tirar como bolitas de papel con saliva por un envase de lápiz pasta al techo de la sala del colegio todas las páginas de esos libros favoritos en los que encontré palabras para entender cómo me siento, lo que deseo y lo que​ ​soy,​ ​quizás​ ​y​ ​principalmente,​ ​lo​ ​que​ ​no​ ​quiero​ ​ser.
En cambio, aquí estoy otra noche más, de mirar el celular con la desilusión de la certeza de no encontrar un mensaje tuyo, de entender que esa ausencia significa algo, significa todo, comunica todo: la indiferencia, el aburrimiento, el hostigamiento, la desafectación completa de una persona que ha perdido todo interés, ser la caricatura muda, en blanco y negro, que muere irrelevantemente al inicio de la película, cuyo deceso no desencadena nada, es la escena criticada al salir del cine con un “podrían haber profundizado en eso, haberle sacado provecho, esperaba que esa acción implicara cierta consecuencia, pero fue una anécdota accesoria, un sinsentido sin lógica en la trama”. Es como ese chaleco viejo al fondo del cajón, que está ahí porque nadie se ha dado cuenta que sigue ahí, no es el antiguo favorito que una guarda porque es muy cómodo y aunque esté desecho se sigue usando los domingos en la tarde, simplemente está por descuido, porque no habría una diferencia en que esté o no ahí. Es la muerte de los violinistas en el Titanic, y la premisa detrás de la decisión de seguir tocando porque sí, porque ya qué, sabían que igual iban a morir. Te maté simbólicamente en mi vida, y sepulté cualquier posibilidad, cualquier camino alternativo al desencuentro total, condené a la silla eléctrica a cualquier relación cercana o íntima, terminé con el absurdo de la fantasía de algún futuro conjunto. Eres crema de estrellas en la bola de helado que se me cayó en un estacionamiento. Eres la música que me gusta sonando en una micro que pasó por al lado mío demasiado rápido. La salsa que se acabó muy pronto y terminé comiendo tallarines secos, sin sal ni aceite, aún más desabridos después de haberla probado. Y ya, me haré cargo de mi decisión, viviré con ello como la adulta que se supone que soy, y aceptaré el fracaso, suavemente, hasta que lo deje de sentir como el azote de mi cráneo contra el asfalto, hasta que seamos desconocidos que se incomodan cuando se encuentran, porque está todo resuelto, no hay cabos sueltos, pero la historia sigue ahí, y evidencia raudamente todos los malos momentos, los más incómodos, como el recordar la imagen desnudos y gimiendo, las caras durante un orgasmo, los coqueteos infantiles y los despertares abrazados a esta persona desconocida, que hoy me es indiferente, con quien no quiero re-establecer una comunicación, pero que sabe algo de mí que lo hace dueño de una parcela de mi ser: descuidada, sin árboles ni flores, sin habitantes, abandonada hace mucho, pero que sigue ahí, fiel a su dueño, inconsciente de ser acreedor de esa pertenencia. Así las fantasías mueren, los predios se secan... y nada, la vida sigue igual. Hasta​ ​que​ ​un​ ​día,​ ​ya​ ​no​ ​sigue​ ​más.
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eleningrado · 6 years ago
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El reencuentro y las 3 noches de infierno
Noche 1
Se me disparó el corazón de verte de nuevo, tu voz aun retumba en mi cabeza, en un espacio que (re)conocí, nos (re)conocí, pero éramos dos personas distintas. No podía ocultar todas las noches de mierda que tuve pensando en ti, todo el rencor, todas mis ansias. Sobre todo las ansias. De que te veo más como mi rival y te quiero ganar, que actúo como si quisiera verte perder un duelo inmaterial, que solo vive en mi mente. Y perdí, con todo lo patético que puede ser perder un juego unilateral. Y me expuse, otra vez. Y me desbordé de angustia de nuevo. Y olvidé por completo que quería conocerte, explorar, indagar en esos ojos tristes, espejos de tu alma melancólica y herida, ese punto donde mejor conectamos. Porque siento que no correspondemos lado a lado cuando la vida va bien, ahí siento que somos perfectos desconocidos; pero cuando todo se desmorona, y el día es gris, el futuro incierto y el autoestima bordea el precipicio del ego, ahí renace la chispa, el punto de conexión, la dulzura de la tristeza, la ternura del consuelo, la profundidad del escuchar, ojos que bajaron la guardia y una lengua que traduce todo lo que la mente tenía guardado, lo que estaba encriptado en nuestros discos duros, disfrazándolo con conversaciones triviales y personajes maqueteados en modo automático al público...
Yo enloquezco porque no te quiero mi rival, te quisiera compañero, aliado, cómplice. Pero el capricho y mis carencias me pueden, me transformo en el demonio del que escapo cada día, y quizás soy más yo que nunca, el impulso vivo, la carne abierta, el descontrol completo de inseguridades y no-certezas, el dolor pujante que brota de la piel: vulnerabilidad. Y barreras. Y de nuevo, no me ves, porque yo dirijo la interacción al único punto conocido -el sexo-, cuando detrás de eso solo existe una tremenda necesidad de que conversemos, nos conozcamos, nos vinculemos en mayor intimidad, profundidad. Yo quiero que me quieras, y en cambio, sólo te pido que me folles. Y no me atreví en su momento a plantearte la relación que en el fondo quería, y hoy sigo en el mismo conflicto; me siento pequeña y congelada en el tiempo, me dejo de sentir la mujer autónoma que crece cada día y regreso a ser la niña caprichosa y cagá de miedo que no puede pedir un abrazo cuando está al borde de las lágrimas, porque de igual modo siente que​ ​no​ ​lo​ ​merece,​ ​y​ ​ante​ ​esa​ ​negativa,​ ​para​ ​qué​ ​intentarlo​ ​siquiera.
Y es que lo más fuerte es entender que no tengo idea de qué es el amor. Si no es esto que siento ahora, acompañado de la ansiedad más brutal y un afán por ganar incontrolable, entonces no sé qué es, porque nunca he sentido algo diferente. Quizás el ego me consume, me desdibuja, juega conmigo y me creo su delirio, y vivo esos momento con el personaje demencial que calza con el contexto armado; pero la resaca de esa ilusión es cada vez más intolerable, no quiero ser la mujer que se prostituye por cariño, y que ni siquiera lo consigue, no quiero ser un pedazo de carne rancia que se entrega en bandeja, y que aun así, nadie quiere. No quiero estar sola. Así de sola. Con ese vacío que no elegí, que viene como carga impuesta,​ ​el​ ​invitado​ ​de​ ​piedra​ ​de​ ​la​ ​vida.
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