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A través del agua veo moverse las hojas de los robles, pero no escucho el sonido del viento. No escucho casi nada, sólo chapoteos y voces confusas que no alcanzo a identificar. Estoy abajo, cerca del fondo, en un sitio donde el agua se aquieta. No me puedo mover, pero tampoco me duele el pecho. Siento algo extraño que me roza entre los dedos de los pies.
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La tempestad vino de afuera y llegó la crecida. No sé si los signos no nos hablaron o no quisimos verlos, o los vimos pero no pudimos movernos. De pronto me cubrió el río y el agua y ya no pude ver. Sé que muchas manos nos buscamos y nos encontramos en el camino, ayudándonos a salir y a respirar, aunque no sabíamos arriba ni abajo. Reboté entre los troncos y las piedras que venían con la crecida y me pregunté si alguno me rompería, o nos rompería.
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Lo que más recuerdo fueron sus respiraciones primeras: de golpe, buscando todo el aire que faltaba, cercanas al grito. Vi sus ojos muy abiertos, sus rostros empapados y me imaginé el mío. Entonces mi cuerpo decidió dejar de moverse y bajé, al fondo, al remanso oscuro. Iba bajando y escuché una vocecita que se reía: vamos a jugar, nunca es tarde para ir a jugar… Ahora que siento algo en mis pies intuyo que es un pececito, que va y viene con las corrientes y me insiste todavía para que juguemos.
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Vuelvo a cerrar los ojos mientras escucho las voces arriba, llamándose por sus nombres por un buen rato. Luego los escucho llamar cantando al río: ¡está bien, río-río, vamos a jugar, vamos a jugar! Abro los ojos y veo de pronto el pececito negro frente a mí, y luego otro, y otro más. Logro mover mi mano y mi mano se convierte en un pececito negro que se va nadando. Muevo un pie y también le crecen aletas y se va. Me deshago, me descompongo en una nube negra de pececitos que van arriba y abajo, que se enredan y se escapan y se buscan. ¡Está bien, río-río!, voy cantando, ¡vamos a jugar! ¡Bajando, bajando, nadie nos va a alcanzar!
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Nitemihki. Nechtokiliyaya notonal,
nochipa nechtokilihtok.
Sampa nitemiki
wan notlalnamikilis iihtik nitlachiwa.
Inintokah totlalwan tikmatih teipan ne yaoyotl
itokah Tlaltelolco
itokah Aguas Blancas
itokah Ayotzinapa
itokah Hiroshima
itoka Srebrenica
itokah Gaza
itokah Kobane.
Sampa nitemiki wan nikkawa tokaitl
para niakalakis.
Para ma atl nechkalakis.
Notsontekopan ahki se michin chichiltik,
axnechlochoni.
Tokaitl mihtotiah.
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Vecindad
Después de que murió Rosalba, la vecina del 208, el departamento estuvo vacío varios meses. El día de su muerte, Celina había escuchado llegar a la ambulancia y visto que, junto a las escaleras que iban a su puerta, fumaba una mujer de ojos afilados y penetrantes. Imaginó al principio que sería un familiar lejano, de esos que sienten más flojera por el trámite que pena por el fallecido. Imaginó también que le tocaría el engorroso proceso de la venta del departamento, pero en realidad no la volvió a ver.
Le hubiera gustado cambiarse abajo. El espacio era más amplio y más iluminado, y tenía un pequeño balcón que hubiera podido usar para sus macetas, pero mudarse allí nunca fue más que una idea. No hubiera podido pagarlo. De cualquier manera, estuvo vigilando el espacio, esperando averiguar quién sería el nuevo vecino, pero no llegó nadie entre abril y octubre.
El mes de octubre había sido complicado para Celina. Como tenía unas deudas pendientes con arreglos del departamento, había tenido que estar buscando trabajos extra para completar el dinero necesario. Justamente estaba terminando de planchar un encargo cuando lo vio.
Su ventana, frente a la cocina, permitía ver el balcón del piso de abajo, y, con frecuencia, imaginarse algunas de sus azaleas y de sus helechos sobre la barandilla. Esa noche, sin embargo, estaba ocupada en otras cosas. Fue el ruido de la puerta del balcón al abrirse lo que le hizo levantar la mirada. Alcanzó a ver una figura masculina que entraba al departamento de abajo.
Celina levantó la plancha y se quedó quieta un segundo. Llevaba un tiempo temiendo que sucediera, así que sospechó haberlo imaginado. Sin embargo, volvió a ver la mancha moverse dentro del cuarto, esta vez al nivel del piso. Vio algo brillar. Dejó la plancha, la desconectó, y fue a la cocina por un cuchillo largo y afilado. Bajó las escaleras con calma.
Llegó junto a la puerta del 208, y en la maceta grande junto a la puerta dejó el cuchillo. Se quitó la ropa y la piel y las dejó dobladas sobre el instrumento. Se hizo pequeña despacio, y le brotó un suave pelaje blanco. Ya un pequeño ratón se escabulló debajo de la puerta y con un poco de esfuerzo estuvo del otro lado sobre la alfombra.
Veía bien en la oscuridad. Los muebles, enormes, se le presentaban en colores y detalles que le serían imposibles de recordar cuando volviera a su forma habitual. Todo parecía en calma, pero su olfato le advirtió sobre algo amargo y amenazante en el cuarto de su derecha. Se acercó desde un costado al marco de la puerta y miró.
Debajo de una mesa, unos ojos afilados color miel fueron lo primero que alcanzó a distinguir. La enfocaban ya. Luego unas orejas puntiagudas, y un pelo áspero. Al final vino el gruñido y los colmillos. Supo lo que sucedería un segundo antes de que sucediera y empezó a correr. El canino alcanzó en dos zancadas el lugar donde había estado el ratón, pero mordió el aire. La carrera del animal más grande se vio impedida por los objetos en el piso y finalmente, Celina se escabulló debajo de la puerta antes de que la alcanzara. Escuchó todavía, mientras volvía a ponerse la piel y la ropa, un aullido del otro lado del marco.
Recogió el cuchillo y vio moverse la perilla. La puerta se abrió. Una figura masculina pasó el umbral con paso firme y la miró con sus ojos afilados. Celina movió el cuchillo de lado a lado como si cortara algo en el aire. No había luz, pero el objeto brilló.
El hombre se dio la media vuelta y bajó por las escaleras en dirección a la calle, sin voltear hacia atrás.
Dejó la puerta abierta. Celina la cerró.
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Notas de una lengua de cerca y de lejos - el ladino y la memoria
(1) La historia
(imagen obtenida de http://cantigasdesefarad.es/wp-content/uploads/2012/12/copy-Alfonsopng.png)
Marzo de 1492. En España se ha conquistado Granada, tras ocho siglos de domino árabe. Unos meses más tarde, Colón llegará a las costas de una isla de las Bahamas, pero nadie lo sabe todavía. El sentimiento nacional en el país ibérico ha crecido, y con él, el sentimiento antijudío. El día 31 se decreta un ultimátum:
Sepades e debedes saber que porque Nos [Fernando e Isabel] fuimos informados que en estos nuestros reinos había algunos malos cristianos que judaizaban e apostataban de nuestra Santa Fe Católica, de lo cual era mucha causa la comunicación de los judíos con los cristianos […] Nos en concejo e parecer de algunos prelados, e grandes e caballeros de nuestro reino, e de otras personas de ciencia e de conciencia […] acordamos de mandar salir a todos los judíos e judías de nuestros reinos, que jamás tornen; […] que fasta el fin del mes de julio que viene salgan todos con sus fijos e fijas e criados e criadas e familiares judíos, […] de cualquier edad que sean, e non sean osados de tornar, [bajo pena de muerte…]. Les damos licencia e facultad […] que puedan sacar […] sus bienes e hacienda por mar e por tierra, en tanto non saquen oro, ni plata, ni moneda […] ni las otras cosas vedadas […].
Según Jacobo Sefamí (2013), algunos estiman que en ese momento vivían en la Península Ibérica el 90% de los judíos del mundo.
Las olas de migración se dirigen a Portugal, a Italia y a los Países Bajos, aunque la gran mayoría se establece en las grandes ciudades del Imperio Otomano. Esmirna, Estambul (entonces Constantinopla) y Salónica están entre las que se vuelven más importantes centros para la diáspora judía.
Escritores del siglo veinte como Elías Canetti, Clarisse Nicoïdski y Marcel Cohen, y posteriormente y en América Latina Myriam Moscona y Denise León, son descendientes de estas familias. Todos, sin importar su país de origen, registran que en sus casas, especialmente sus abuelos, les hablaban en español. Sin embargo, no era este el español en ninguna de sus variantes más estandarizadas, sino uno que conserva una gran cantidad de giros antiguos y que integra otros tantos novedosos, originarios en buena parte de préstamos del turco, del hebreo, y de las lenguas eslavas habladas en los Balcanes. Muchos lo consideran una lengua aparte del español y entre sus muchos nombres están el ladino, el judezmo, el judeoespañol, el español sefardí y el djudyo.
“Avla”, cuenta Myriam Moscona que le decía su abuela, “de las kozas komo las sientes de mi. No solo avles este espanyol tuyo de djente moderna. Ansina te vas a ambezar [aprender] a dezir las kozas prenyadas kon su gueso de orijín. Me estas entendiendo kualo digo, janum[querida]?” (Moscona, Tela de sevoya, 2012)
“Yo naci en Asnières,” explica Marcel Cohen, “ke es una svideka cerka de Paris, ama [pero] mi padre y mi madre eran cerka de los treynta kuando vinieron a morar en Francia […;] en casa nunka decharon de avlar djudyo y ansina es ke yo me embezi [aprendí]” (Moscona & Sefamí, Por mi boka, 2013)
(2) Los biervos
En La memoria, la historia, el olvido (2000), Paul Ricoeur habla de la especial relación entre el espacio y el tiempo, y de cómo muchas veces los lugares que nos rodean nos sirven de recordatorio de los eventos que hemos vivido en ellos. Estos recordatorios, también, se extienden más allá de la experiencia individual: el filósofo francés usa de ejemplo la ciudad, y explica cómo ésta “confronta, en el mismo espacio, épocas diferentes, ofreciendo a la mirada la historia sedimentada de los gustos y de las formas culturales” (Ricoeur, 2000, pág. 194).
Propongo un ejercicio: imaginemos la lengua (la que queramos) como una ciudad en la que podemos caminar y desplazarnos, pues ésta, dice Moscona “es un lugar, aunque su espacio es inasible”. Si así fuera, quizás cada una de sus palabras podría ser un edificio, y cada una de sus construcciones, una calle o una avenida. Nuestra lengua-ciudad sería distinta de una ciudad real en la posibilidad que tendríamos moverla y reorganizarla cada vez que formáramos una frase. A pesar de ello, este espacio conservaría la característica que Ricoeur le otorga de “ofrecer a la mirada la historia sedimentada”. Parados frente a cada uno de sus vocablos, caminando entre ellos, podríamos recuperar y acomodar partes importantes de la historia de la lengua.
Imaginemos ahora que la ciudad-lengua que exploramos es el ladino: ¿qué encontraríamos? Como hispanohablantes, probablemente lo primero que nos llame la atención sea la extraña ortografía. Las kas (k) en vez de cus (q) y ces (c) en su sonido fuerte nos pueden indicar el paso del idioma por Turquía, donde las ces (c) se pronuncian como las yes (y) del español y sólo las kas (k) revelan aquella pronunciación. También es por la cercanía con este país que el ladino, que antes se escribía en letras hebreas, adoptó el alfabeto que conocemos. El gobierno de Mustafá Kemal Ataturk, buscando un acercamiento ideológico con Europa, impulsó en 1928 el paso de las letras árabes a las latinas en el turco. Los hablantes del judeoespañol, influenciados por sus compatriotas, empezaron a escribir su lengua con este alfabeto.
¿Y si separamos palabras extrañas, a dónde podrían llevarnos? El “bre” de la abuela de Myriam Moscona nos deja en los Balcanes, donde esta palabra es una interjección de énfasis sin traducción simple. Marcel Cohen registra que los djudyos de Salónica saludaban “ke jaber”, una versión sorprendente del “ne haber” en turco (¿qué noticias, qué tal?) con el “qué” del castellano. Los niños de Denise León son “chuyucos” (del turco “çocuk”) y su suerte es mazal (del hebreo). Ninguna frontera parece sólida ante la historia de las lenguas.
Ansina se llama un poemario de Moscona, y “ansina” dice también León: esa palabra vieja que también se conserva en México y que a veces se mira como incorrecta por estar alejada del estándar de la lengua. La propia palabra para “palabra”, “biervo”, viene del castellano antiguo “vierbo”. Muchos otros vocablos de este origen se usan en judeoespañol[1]. Por eso, el poeta argentino Juan Gelman, durante su exilio por la dictadura, escribe un poemario en este idioma: pretende, en estos tiempos difíciles, “buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a su vez del nuestro […] como si la soledad extrema del exilio me impulsara a buscar en las raíces de la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua.” (Gelman, 1994) Es un poemario de amor, pero el amor en el horror puede ser también resistencia.
¿óndi sta la yave di tu curasón?
il páxaru qui pasara es malu
a mí no dixera nada
a mí dexara timblandu
¿óndi sta tu curasón agora?
un árvuli di spantu balia
no más tengu ojus cun fanbre
y un djaru sin agua
dibaxu dil cantu sta la boz
dibaxu di la boz sta la folya
qu’ilárvuli dexara
cayer di mi boca
(Gelman, 1994)
(3) La muerte de la lengua
“La muerte de la lengua es la desaparición del tiempo,” nos dice Moscona en su prólogo a Por mi boka, “la abstracción contenida en un espacio capaz de plegar al universo para potenciarlo en un punto, en un lugar. La lengua también es un lugar, aunque su espacio es inasible. Cuando se debilita un idioma, cuando va a morir, no sólo perdemos sus palabras. Este fenómeno da mucho que pensar en América Latina, donde tantas lenguas se cubren de cenizas.” (Moscona & Sefamí, Por mi boka, 2013).
Según Ethnologue, en la actualidad quedan alrededor de 112 mil hablantes de ladino (para comparación, el mismo sitio registra el doble de hablantes de tzotzil). A pesar de que parece contar con un gran apoyo académico dentro de varias universidades, ya no hay niños que lo hablen. Y de acuerdo a Tracy K. Harris (1994), el 86 por ciento de sus informantes en su trabajo Death of a Language: the History of Judeospanish creen que la lengua está muriendo. Myriam Moscona comparte este sentimiento.
El siglo veinte pasó rápido y con mano dura. En el genocidio llevado a cabo por los nazis murieron una gran parte de los hablantes del judeoespañol; luego, en el Israel al que migraron de forma masiva se impulsó el uso del hebreo en lugar del ladino y del yiddish. Muchos de los escritores que la emplean ahora en sus obras mencionan la experiencia de la muerte de su lengua.
"Karo Antonio,” empieza una carta Marcel Cohen,
“Kyero eskrivirte en djudyo antes ke no keda nada del avlar de mis padres. No saves, Antonio, lo ke es morirse en su lingua. Es komo kedarse soliko en el silensyo kada dya ke Dyo da, komo ser sikileoso [estar abatido] sin saver porke." (Moscona & Sefamí, Por mi boka, 2013)
“Shemá [escucha] Israel. Yo ablo una lingua muerta.”, dice una niña en la Esmirna de principios del siglo veinte, personaje de Denise León, “[…] La lingua se me pega al garguero[a la garganta] kada vez ke me alevanto en un kavesal [una cama] ke no es mi kavesal, en una kamareta [habitación] ke no es la mía, en una kaza ke no es mi kaza. […] Shéma Israel. Todo se acabará conmigo. Afuera es domingo i las palabras son lentas.” (Moscona & Sefamí, Por mi boka, 2013)
En 2013, en la presentación del libro Por mi boka, una señora mayor pidió un espacio en los comentarios para cantar una canción en este (casi) español que recordaba de su infancia. Otras mujeres presentes reconocieron la melodía y la siguieron. Acaso mucho de lo que queda de esta lengua es así: nostalgia y recuerdo. La memoria grabada en el ritmo y la poesía, y una soledad en los que la conservan.
(4) Coda
No saves, Antonio, lo ke es morirse en su lingua.
Axticmati, Antonio, tlen eli quemman ce miqui pan itlahtol.
Nor'ï mitiskï tú, Antonio, ambéskï uarhini chaari wandákua.
Dya gi paruge Antonio k'o nge ri tu'u kja o jñage.
Kwat do’ ayyu’ya:namme Antonio, kwa'hoł de'ona dom benan ashepba.
Mujé ke machí, Antonio, cho riká niima susaa ra'ichaali
En el momento presente, según la UNESCO, existen en México ciento cuarenta y tres lenguas vulnerables o en peligro, y más de seiscientas en América Latina. En Estados Unidos y Canadá superan las doscientas cincuenta. Años de colonización, violencia y discriminación las empujan a desaparecer, pero todavía no son sólo nostalgia y recuerdo. Tenemos la obligación de escuchar las voces que las hablan, como la que nos avla con el gueso de orijín.
(Las lenguas que aparecen arriba son, en orden, ladino, náhuatl, purépecha, mazahua, zuñí y rarámuri. Los traductores fueron Victoriano de la Cruz, Karla Shareni Murillo Granados, Nikki Tsabetsaye, Rani Yamutewa, Elouise Lozano, Cheyanne Lozano, Yotari Peyo, Marcos Ramírez, Daniel Vargas y Alfonso González; con ayuda de Ernesto Castro y Paulo Peña)
Bibliografía
Castilla, F. I. (31 de marzo de 1492). Edicto de Granada. Obtenido de http://www.ladeliteratura.com.uy/biblioteca/granada.pdf
Gelman, J. (1994). Dibaxu. Buenos Aires: Espasa Calpe/Seix Barral.
Harrys, T. K. (1994). Death of a language: the history of Judeo-Spanish. Newark: University of Delaware Press.
López, A. M. (1998). Notas sobre lo hispánico y lo extrahispánico en el judeoespañol: Formación de las palabras sefardíes. Estudios Humanísticos. FIlología, 75-94.
Moscona, M. (2012). Tela de sevoya. Ciudad de México: Random House Mondadori.
Moscona, M., & Sefamí, J. (2013). Por mi boka. Ciudad de México: Lumen.
Ricoeur, P. (2000). La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Editorial Trotta.
[1] Aunque también, dice Ana Riaño (1998), no hay que caer en la ilusión de que el ladino es simplemente el dialecto o lengua en que se ha conservado intacto el español “de los Reyes Católicos”. Todo idioma, mientras está vivo, posee creatividad y creación. Además de los préstamos y adaptaciones, un ejemplo de esto es la palabra “chikes” (infancia), que proviene de raíces latinas, pero no se usa en ninguna otra lengua romance.
(Este texto fue publicado originalmente en https://www.kuyua.com/single-post/2017/11/14/Notas-sobre-una-lengua-de-lejos-y-de-cerca-%E2%80%93-el-ladino-y-la-memoria. Incluye además un video en lengua navajo)
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Pedro Páramo ya habla náhuatl
Desde 1970, Pedro Páramo habla turco. En la adaptación de la traductora y escritora estambulí Tomris Uyar, el cacique de Comala suspira por Susana San Juan con los vocablos redondeados de una lengua en la que las sílabas parecen encadenarse y formar secuencias muy largas. Quizás sean interesantes los murmullos del pueblo susurrados en menos palabras. Al menos a los lectores acostumbrados a la versión en español podría parecernos que las voces se escuchan distantes, como si la muerte desde donde hablan fuese un país lejano.
Los habitantes de Comala han aprendido muchas lenguas, pero hay otras en las que, hasta este día, no se les ha escuchado.
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Es difícil hablar de todas las traducciones de la obra de un escritor tan prestigioso como Juan Rulfo. De Pedro Páramo, su trabajo más reconocido, hay al menos unas treinta, pero como registra el académico Jorge Zepeda, el número no está fijado. Eso sí: el primer “Vine a Comala” –la casi legendaria primera línea de la novela– en otro idioma fue el “Ich kam nach Comala” de Mariana Frenk en alemán, una publicación que contribuyó mucho con el prestigio de la obra. Y desde ese trabajo en 1958, las ediciones traducidas parecen gozar de muy buena salud.
Sin embargo, algo falta: ni la lista en el sitio web de la Fundación Juan Rulfo, ni La recepción inicial de Pedro Páramo, ni los múltiples catálogos de la investigadora Ascensión Hernández Treviño registran que la novela haya sido publicada en alguna lengua indígena.
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Victoriano de la Cruz leyó Pedro Páramo por primera vez cuando tenía quince años, en el tercer grado de secundaria. Como una buena parte de los estudiantes que se encuentran con la novela a esa edad, se le escaparon muchos detalles: al ser oriundo del norte de Veracruz, para empezar, los regionalismos del sur de Jalisco le resultaban extraños.
El libro le gustó, sin embargo. Lo releyó enseguida, y volvió a hacerlo en la preparatoria, unos años más tarde. Desde entonces, dice, le llamaba la atención la manera en que Rulfo trata el tema de la muerte.
Quien le recomendó que lo leyera fue su maestro de literatura en la telesecundaria de Tepoxteco, la comunidad del municipio de Chicontepec donde vivía y estudiaba. Lo tenían en la biblioteca del aula en su versión original: en español.
En realidad, De la Cruz no recuerda que hubiera allí ningún libro en otro idioma. Las clases se daban, como en todas las secundarias públicas del país, en español. Su primaria la había estudiado en español. Su preparatoria, igualmente, la estudiaría en español. Sin embargo, la lengua materna de Victoriano no es el español. En su casa, a su madre le llamaban mah y a su padre pah, a las tortillas tlaxcalli y al agua, atl: hablaban náhuatl.
Al igual que dos de cada cinco niños hablantes de una lengua indígena en México, Victoriano no tuvo la oportunidad de estudiar en la escuela el idioma usado entre sus familiares.
De hecho, pensó durante mucho tiempo que el náhuatl no se escribía. Quizás cabe suponer que ni siquiera sus propios maestros, habitantes de un municipio donde casi el 70 por ciento de la población habla una lengua indígena, lo hayan sabido.
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Según cuenta De la Cruz, los papeles del archivo histórico de Zacatecas que tuvo en sus manos unos años más tarde estaban deteriorados y amarillentos. Algunas manchas cubrían pasajes del texto pero éste era, por lo demás, comprensible. Sin embargo, como estaba en náhuatl, el grupo de historiadores que a principios de los años dos mil se interesó por él no podía leerlo.
Los académicos de la universidad del estado, entonces, resolvieron llamar a un equipo de estudiantes nahuas para ejercer como traductores. Entre ellos se encontraba Victoriano. Junto con sus compañeros, pronunciando las palabras en estos papeles de más de cuatrocientos años de antigüedad, el joven universitario leyó por primera vez un texto en su lengua.
Una vez abierta la puerta, comenzó a buscar más, llevado por la curiosidad de qué se habría escrito sobre su pueblo y qué habría producido éste. “Siempre, cuando uno se acerca a la literatura en su propia lengua, le resulta mucho más atractiva”, explica, pues “existen referencias inmediatas”: las palabras y expresiones resultan más familiares, más cercanas a las emociones y a las vivencias propias.
Entre la gran tradición escrita en náhuatl, que académicos como Miguel León-Portilla han contribuido a rescatar, se puede contar la obra de personajes como Nezahualcóyotl, el rey poeta; Fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores, que en trabajo conjunto escribieron la Historia General de las Cosas de la Nueva España; y Bartolomé de Alva Ixtlilxóchitl, sacerdote y literato novohispano.
De ellos, De la Cruz considera especialmente sobresaliente el trabajo del fraile, que ha permitido que en siglos posteriores se conozca y estudie una parte de la cosmogonía y la cultura mexica prehispánica.
La Historia –también conocida como Códice Florentino– es representativa, además, del inicio de otra tradición. Aunque es necesario tomar en cuenta el contexto colonial en que fue producida, Sahagún recopiló la información de sabios mexicas y de sus colaboradores bilingües. La obra fue escrita en náhuatl y, parcialmente, también en español.
La contraparte de aquel trabajo son las versiones de obras de teatro del Siglo de Oro español en náhuatl realizadas por Alva Ixtlilxóchitl. Estos intelectuales son figuras sobresalientes de un fenómeno que existe desde hace cinco siglos: el intercambio entre las culturas y las literaturas indígenas e hispánicas realizado a partir de la traducción.
Por supuesto, este intercambio no ha ocurrido en condiciones de igualdad. Desde las matanzas, esclavitud y trabajos forzados hasta los proyectos de asimilación y castellanización, la política del Estado mexicano y antes del gobierno español de la Nueva España ha estado fuertemente marcada por el racismo y la opresión de los pueblos indígenas.
Apenas en la segunda mitad del siglo veinte se ha promovido –con muchas carencias– la educación y el acceso a servicios en idiomas distintos al español. Para que la situación cambie, además de voluntad política, es necesario posibilitar que las distintas culturas en México entren en contacto.
“Debemos dejar esos estereotipos que hay hacia las culturas indígenas”, dice De la Cruz. “Sabemos que escribieron, que representaron antes de la llegada de los españoles”. Además, no sólo la producción de épocas anteriores es destacable: para Victoriano es muy importante en la actualidad la xochitlahtolli –“palabra florida”, que en náhuatl significa poesía– de Natalio Hernández, Mardonio Carballo, Juan Hernández y Martín Tonalméyotl.
El ahora profesor de náhuatl considera, por otra parte, que la literatura producida en español, en inglés, en cualquier lengua es muy rica, y es necesario que sea accesible para los hablantes de su idioma. “Se tiene que conocer al otro”, argumenta, y para esto, acercarse a los textos artísticos es de vital importancia: en ellos se captura la cosmovisión de los pueblos.
Quizás por eso es que, cuando un amigo le recordó que en 2017 se celebraba el centenario del nacimiento de Rulfo, se entusiasmó con la posibilidad de traducir a su lengua materna la obra más conocida del escritor: Pedro Páramo. Contactó a la Fundación Juan Rulfo y a la editorial RM para empezar con el trabajo y tenerlo listo para su presentación en el aniversario.
Esta obra, además, tiene una conexión profunda con el mundo indígena. Cuando Juan Preciado llega a Comala para buscar a su padre, el arriero que lo conduce al pueblo le aclara: “Aquí no vive nadie”. En efecto, todos sus habitantes están muertos; sin embargo, caminan, discuten, se quejan, cuentan historias. De acuerdo con la mitología prehispánica y con parte de la visión de los pueblos indígenas actuales, aquellos que han fallecido regresan a este mundo cada cierto tiempo, se comunican con los vivos y festejan. “Para nosotros, la muerte está viva”, explica Victoriano.
Por otra parte, el trabajo de la traducción tendría un millón y medio de posibles lectores: aproximadamente quince veces menos que el kurdo, una lengua minorizada de Medio Oriente; pero también cinco veces más que el islandés, popular en el mundo –entre otras cosas– por sus músicos de pop y rock experimental.
Victoriano no es, sin duda, el único que ha tenido interés en realizar este tipo de proyectos: el propio Rulfo trabajó como director de publicaciones en el Instituto Nacional Indigenista, y coordinó una colección en la que se tradujeron varios relatos de autores contemporáneos a diversas lenguas indígenas. Tras su muerte, como homenaje al escritor, se publicaron varios de sus cuentos en maya, tlapaneco, mixteco y, por supuesto, en náhuatl, entre otros ejemplos.
En 2013, salió una edición del Llano en Llamas en hñähñú. Finalmente, quizá de acuerdo con las ideas de Juan Rulfo, que buscaba hacer disponible la literatura para todos los pueblos; o tal vez en desacuerdo con ellas por hacerlo tan tarde, este año podrá leerse Pedro Páramo en la lengua indígena con más hablantes del país y –según datos de Ethnologue– la cuarta en América Latina.
Entre las múltiples formas o variantes regionales del náhuatl que se reconocen, el traductor emplea para Pedro Páramo la de la Huasteca, aunque recurre a una ortografía más antigua, como la que aparece en textos clásicos. De cualquier manera, Victoriano asegura que los hablantes de todas las formas regionales pueden comprenderse entre sí.
El trabajo no ha sido sencillo en cuanto a lo técnico: las diferencias entre el español y el náhuatl, que no pertenecen a la misma familia lingüística, son grandes. El profesor resalta las complicaciones de la traducción de términos que no existen en náhuatl: para estos, ha optado en algunos casos por emplear las palabras en español (como en el caso de los conceptos religiosos); en otros, ha formado nuevas expresiones utilizando las que conoce.
Los lectores meticulosos podrán seguir estos procesos, ya que la edición presenta una gran ventaja: el texto será bilingüe náhuatl-español.
De la Cruz está corrigiendo los últimos detalles del formato, pero no es el único proyecto que tiene. Además de dar clases a varios grupos, acaba de iniciar un programa los domingos por la mañana en Jalisco Radio –por supuesto, en náhuatl–, dirige la revista en línea Yolitia y está trabajando en la traducción de la novela La Feria, de Juan José Arreola. Por último, colabora con la biblioteca comunitaria de Tepoxteco, su comunidad de origen, y ha contribuido a conseguir donaciones de libros; entre ellos se encuentran varios volúmenes en distintas lenguas indígenas.
Dentro de unos meses, probablemente, ocupará también un lugar en los estantes cierta versión de la primera y última novela de Juan Rulfo.
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Desde el año 2017, Pedro Páramo habla náhuatl. Sentencia cruzarse de brazos y dejar que Comala muera de hambre abandonando los sonidos más ásperos del español. La forma en que susurra para sí pasa sin dificultad entre la lengua y los dientes, y lleva a veces palabras más largas que las del turco. Quizás los murmullos de la gente de Comala recuerden ahora a quienes los escuchen los nombres de algunos lugares que conocieron, como un sueño que parecía olvidado y vuelve de pronto.
Juan Preciado ya viene a buscar a su padre. Va bajando por el camino junto con el arriero. Desde aquí se le oye: “Niahcico Comala ipampa nechilhuihqueh nican nemiyaya notah, ce tlacatl Pedro Páramo.”
Una versión de este texto se publicó originalmente en Aristegui Noticias, en http://aristeguinoticias.com/2005/kiosko/pedro-paramo-habla-30-lenguas-y-ahora-tambien-el-nahuatl/
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Recuerdo vagamente la satisfacción. Se siente en el diafragma, pero el diafragma está en todo el cuerpo.
Tenía ocho años y ganar era fácil. Si los niños corrían rápido, había que correr más rápido. Si los niños pegaban fuerte, había que pegar más fuerte. Las clases me hicieron oscilar entre la angustia y el alivio, pero nunca me llevaron a la gloria.
La gloria es del patio.
La gloria se alcanza con las manos.
Era mucho trabajo. Al final, agaché la cara y me la llené de tierra. Descubrí mi verdadero talento y me dije que había matado al tirano dentro reconociendo a otro.
El tirano, mientras tanto, ronda.
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Turquía y el referéndum - las campañas
Primera parte: https://coyotas.tumblr.com/post/159613278282/turqu%C3%ADa-y-el-refer%C3%A9ndum-gu%C3%ADa-de-lectura
EL SÍ (“EVET”)
A nivel de partidos políticos, quienes principalmente apoyan el “sí” a las reformas constitucionales son el partido al poder AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) y, en parte, el de ultra-derecha nacionalista MHP. Varios de los diputados de este último que hacían campaña abierta por el “no” han sido expulsados.
La oposición acusa haber recibido cinco veces menos de tiempo aire que la campaña del gobierno. Los líderes del HDP (Partido Democrático de los Pueblos, pro-kurdo), en prisión desde noviembre del año pasado, no han aparecido en lo absoluto. Antes de las elecciones de 2015, el grupo de medios Dogan Holding ya había recibido ataques por darle tiempo aire al partido pro-kurdo, y después de junio no volvió a hacerlo.
Además, la campaña del “sí” ha estado enmarcada en gran medida por una disputa internacional.
Uno de los recursos favoritos del AKP con sus votantes ha sido el de mítines masivos, caracterizados por la gran cantidad de banderas turcas que aparecen en todas las fotos. La relación entre el partido y el nacionalismo no es novedad, y para este referéndum, el AKP buscó impulsar el sentimiento tanto en Turquía como en Alemania, donde viven aproximadamente un millón y medio de posibles votantes, y en la Unión Europea en general.
El 18 de febrero, el primer ministro Binali Yilidrim celebró un mitin en Oberhausen (Alemania) al que atendieron, según sus números, más de diez mil personas. Esto generó un debate en el país germano: opositores y medios se preguntaban si era posible que un político extranjero fuera a hacer política dentro de la UE, y que además impulsara ideales contrarios a lo que ellos entienden por democracia.
Más tarde, el AKP intentó hacer campaña de nuevo en Alemania, en Austria y en los Países Bajos, pero los mítines fueron cancelados por los gobiernos locales. El intento de parte del gobierno turco por celebrar una reunión pública que estaba programada para el 12 de marzo en Rotterdam acabó en una disputa diplomática entre Turquía y los Países Bajos: no se le concedieron derechos de aterrizaje al avión que llevaba al ministro de Asuntos Extranjeros a la ciudad, y se escoltó a la ministra de la Familia fuera del país.
Turquía acusó al gobierno neerlandés de violencia innecesaria contra los manifestantes que se reunieron a protestar los eventos, aunque Amnistía Internacional no reportó que se infringieran sus Derechos Humanos (hay fotos de golpes y ataques por parte de manifestantes y de la policía). Además, Erdogan habló de “nazismo” en los Países Bajos, y los nombró culpables de la masacre de Srebrenica ocurrida durante la guerra de Bosnia. Ya había hecho, previamente, referencias al “nazismo” por parte de Alemania al impedir sus reuniones masivas.
La disputa ha servido para aumentar entre los seguidores del AKP la visión de que en Europa se discrimina a los musulmanes, y de que Erdogan es el único líder apto y dispuesto a defenderlos. Por otra parte, ha ayudado a personajes de extrema derecha europea como Geert Wilders para decir que los turcos y los musulmanes no son bienvenidos en los Países Bajos. Parece claro que ambos nacionalismos se alimentan entre sí.
Para medios turcos conservadores como The Daily Sabah, las prohibiciones significaron el apoyo de Europa hacia la campaña del “no”, pues estiman que las manifestaciones opositoras no fueron prohibidas. Sin embargo, los eventos permitidos no eran convocados por políticos extranjeros como figura principal. Organizaciones locales de ciudadanos de origen turco han expresado su apoyo por el “sí” y realizado sus propios eventos, como es el caso de la Unión de Demócratas Turco-Europeos (Union der Turkisch-Europäischer Demokraten).
Otro tema que ha aumentado considerablemente la disputa diplomática entre Alemania y Turquía ha sido el arresto de un periodista turco-alemán de Die Welt, Deniz Yücel, bajo acusaciones de propaganda terrorista. Las protestas en Europa por este hecho han llevado a que la misma Merkel pida su liberación; Erdogan, sin embargo, afirmó dos días antes del referéndum que mientras él se mantenga en el poder no se dará la libertad a Yücel.
El mayor mitin de esta campaña ocurrió el 8 de este mes en Estambul. En él, Erdogan, junto al primer ministro y otros miembros del gabinete, se presentó una vez más como la vía para derrotar al terrorismo. Puso en un mismo saco, como hace con frecuencia, al PKK, al EI y a FETÖ, y acusó a los votantes del “no” de ser defensores de estas organizaciones: él y los ministros del AKP han equiparado ya antes, con poco pudor, a sus opositores con terroristas. O más bien, en la era de Erdogan, el concepto de “terrorista” se ha ampliado hasta absorber cualquier forma de oposición.
Las encuestas, sin embargo, no han dado la victoria clara a ninguno de los dos bandos. Y si, en medio de una campaña tan desbalanceada, la ventaja del “sí” no parece aún decisiva, es necesario preguntarse quiénes son las personas que aún se resisten a apoyar el régimen presidencialista y de qué manera han logrado expresarse y defenderse entre la represión.
EL NO (“HAYIR”)
La campaña del “no” ha sido impulsada, además de por el CHP (Partido Republicano del Pueblo, de centro, secularista) y el pro-kurdo HDP -los dos partidos más grandes de la oposición-, por una gran cantidad de pequeñas organizaciones políticas, especialmente de orientación pro-kurda, secularista o de izquierda. Colectivos como las Madres de los Sábados, que buscan a sus desaparecidos tras el golpe de estado en los años noventa, también se han decidido por esta opción.
El CHP registra que los votantes del “no” han recibido, al menos, 231 ataques durante la campaña. Esto ha sido evidente incluso en las universidades, donde trabajadores de todo tipo han sido despedidos, detenidos o arrestados por expresar públicamente su oposición a las propuestas del gobierno. Muchos de los académicos que perdieron su trabajo habían firmado una petición que demandaba paz en el país. Los estudiantes que apoyan a sus profesores (bajo la consigna “no toques a mi maestro”) o que se manifiestan por el “no” también han enfrentado persecución.
Entre los casos que se han vuelto muy famosos está, por ejemplo, el de Ali Gul, un alumno de Derecho que hizo un video en Youtube titulado “¿Qué es el ‘no’?”, y que, tras la viralización de éste, fue detenido y posteriormente condenado a ocho años de prisión. En el video, utiliza el humor para burlarse de la reforma y es este recurso el que le valió el cargo de “insultar al presidente” (https://www.youtube.com/watch?v=95_Czi96tuQ).
Otro video viral, aunque con un desenlace opuesto, data del 23 de enero, y muestra un grupo de estudiantes que cantan una canción de apoyo al “no” en el ferry Besiktas-Kaldikoy en Estambul. Al bajar de este medio de transporte, un grupo de policías trata de detenerlos; en esta ocasión, sin embargo, por intervención de los demás pasajeros los estudiantes quedan libres (https://www.youtube.com/watch?v=7oJx5D8bTyA&t=1s).
Rara vez las protestas terminan de esta manera. El 21 de marzo, la celebración del Newroz o año nuevo kurdo/iraní vio enormes festejos combinados con manifestaciones en favor del “no”. Sin embargo, no tuvo saldo blanco: un joven kurdo fue asesinado tras discutir con la policía e intentar evitar un checkpoint en Diyabakir, la ciudad más grande del sureste del país.
En Turquía, a veces simplemente pertenecer a una minoría es una sentencia de muerte; a veces lo es expresar tus opiniones en voz alta. La cárcel, apunta Can Dündar en un artículo para The Washington Post, a veces es la menos grave de las opciones. Un hombre de 62 años murió asesinado en un bar a donde un seguidor de Erdogan llegó, arma en mano, a preguntar si alguno de los presentes votaría por el “no”. El hombre se levantó, y acto seguido, su atacante le disparó. Otro infame video viral muestra a un miembro del AKP disparando una pistola ante la pregunta: ¿qué haremos con los votantes del “no”? (https://www.youtube.com/watch?v=3vMQQNjRd_U)
A pesar del ambiente de tensión, muchas celebridades turcas han expresado su solidaridad por una u otra campaña. Un reto en las redes sociales impulsó en enero a muchos seguidores del “sí” a expresar su opinión; entre ellos participó Arda Turan, el extremo del Barca. Esto llevó a un grupo de hinchas del Besiktas, uno de los tres grandes clubes de futbol de Estambul, a escribirle una carta al equipo de Barcelona titulada “No pasarán”. El encabezado hacía referencia al lema utilizado por la República Española en contra de los franquistas. Con él, los aficionados se posicionaron contra la reforma y contra Turan. Además de la carta, el video recibió muchas otras respuestas de celebridades, tanto del lado del “sí” como del “no”.
También algunos artistas se han manifestado públicamente, como los 250 que dieron una conferencia de prensa a inicios de abril en el Taksim Point Hotel (Estambul) citando a Nazim Hikmet, el reconocido poeta turco, o como el premio Nobel Orhan Pamuk, que ha expresado en varias ocasiones sus planes de votar por el “no”. Sin embargo, una de éstas fue censurada: el periódico Hurriyet decidió no publicar una entrevista que le hizo en la que el novelista explicaba las razones de su oposición a las reformas y que debía salir al aire a mediados de febrero.
Como podemos ver si ordenamos estos eventos, al acercarse el 16 de abril la situación se ha vuelto más tensa y violenta. Sin embargo, no ha faltado el humor en las campañas, especialmente dentro de las redes sociales. Además del video antes mencionado, los usuarios de Facebook y Twitter han compartido diversas imágenes en donde se forma la palabra “hayir” con distintos objetos, como piedras y lápices. Una foto muestra a una mujer mayor recostada sobre una montaña de pepinos, y frente a ella, un letrero de “hayir” hecho de las mismas verduras (cuyo nombre en turco, he ahí la mitad de la broma, es casi “hayir”: “hiyar”) (https://twitter.com/candundaradasi/status/850763303731245058). También hay imágenes donde las personas, con sus cuerpos, forman la palabra; en algunas versiones con posiciones de yoga.
Además de los videos oficiales del CHP y el HDP en apoyo a la campaña, los usuarios han enviado sus propias canciones, solos o desde colectivos, grabados en un estudio, en la calle o con su webcam. La música por el “hayir” tiene tonos tradicionales, y a veces junto con ella se comparte aquella surgida durante las protestas estudiantiles de Gezi en 2013. (https://www.youtube.com/playlist?list=PLXQWhP97cPS0t4z6yI5S4o4FNtTdp2EZk). Sin embargo, para los ojos de cualquier latinoamericano interesado en el tema, llama especialmente la atención un video musical que también se ha viralizado en los últimos meses: el de la canción “No lo quiero, no” de Isabel Parra (https://www.youtube.com/watch?v=PI9gNUoknIg), grabado durante la campaña del “no” a Pinochet en 1988. Resulta impactante entrar al video de Youtube en 2017 y ver que los principales comentarios están en turco.
En realidad no es sólo ese video lo que se ha retomado, sino el proceso político vivido por Chile en ese período, donde la oposición ganó el referéndum contra todo pronóstico. El periodista exiliado Can Dündar habla sobre éste en un artículo y, para poder compararlo con Turquía, recomienda ver la película No (2012) de Pablo Larraín, con Gael García como personaje principal. Incluso se ha compartido en internet una variación del póster de la película, con Selahattin Demirtas y Figen Yuksedag (los dos líderes del HDP) en el lugar que normalmente ocupa el actor mexicano (https://pbs.twimg.com/media/C8Kbgb2UMAAHBsM.jpg).
En Alemania, la campaña del “no” ha sido llevada por organizaciones como la Comunidad Turca (Türkische Gemeinde), la Comunidad Aleví (Alevitische Gemeinde), y líderes locales del HDP y CHP, entre otros. La votación en el extranjero ya está cerrada, y los medios Özgürüz y Correctiv.Ruhr dan un 54% al “no” en su encuesta en la región de Renania del Norte-Westfalia. Hay que recordar, sin embargo, que durante las elecciones en Turquía de noviembre del 2015, en Alemania casi 60% de los que pudieron votar eligieron al AKP.
En el último meeting del HDP en Diyabakir/Amed, los organizadores registraron “miles” de asistentes. Por su parte, el CHP terminó la campaña con una barrera humana en Estambul.
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Turquía y el referéndum - guía de lectura
CONTEXTO
Este domingo 16 de abril se celebrará un referéndum en Turquía que tendrá importancia crucial para este país, pero también para el escenario político internacional.
Hay que hablar, para poder explicarlo, del espacio geopolítico tan importante en que se encuentra Turquía. Aquellos que suscriben al mito de la división clara y tajante entre Oriente y Occidente desde hace muchos años la consideran con frecuencia como la nación “puente” entre ambas regiones, que de alguna manera debe cumplir el papel de “mediador” entre ellas.
Culturalmente esto es una ficción (culturalmente, Oriente y Occidente son una ficción), pero lo cierto es que Turquía está en una posición geográfica muy importante: tiene frontera con Bulgaria (es decir, la Unión Europea), con Siria e Irak, además de con Irán, Georgia y Armenia. Estambul (Istanbul), su ciudad más grande, y Esmirna (Izmir), tercera en población, son ambas importantes puertos del mar Mediterráneo. La crisis migratoria hacia Europa la atraviesa, y por tanto, también la guerra en Siria –en la que además ha participado directamente– y el surgimiento del EI (Estado Islámico).
Por último, el país tiene una relación muy estrecha con Alemania desde la Primera Guerra Mundial, y tras la emigración de los Gastarbeiter (“trabajadores invitados” en alemán) en los años sesenta que terminaron por quedarse en el país europeo, existen alrededor de 3 millones de personas de origen turco[1] viviendo en Alemania, y más de millón y medio que conservan la nacionalidad.
TURQUÍA DESDE 2015
Además de los factores externos, internamente Turquía vive una crisis muy fuerte desde al menos el 2015. Recep Tayyip Erdogan, el actual presidente y anterior primer ministro, está cada vez menos conforme con la crítica.
Ya era aparente su tendencia a la represión de sus opositores en 2013, cuando echó la policía a las protestas estudiantiles del parque Gezi. Sin embargo, cuando en las elecciones de junio del 2015 su partido AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) perdió la mayoría absoluta en el parlamento, y el partido pro-kurdo HDP (Partido Democrático del Pueblo) pasó la barrera del 10% de los votos necesarios para obtener representación en la cámara, el ambiente comenzó a tensarse. Después de que ninguno de los partidos lograra aliarse para formar gobierno, se convocó de nueva cuenta a elecciones en noviembre del mismo año.
Antes de pasar adelante, es necesario explicar el conflicto que el HDP representa al llamarse “pro-kurdo”. Los kurdos son un pueblo de población minoritaria dentro de Irak, Irán, Siria y Turquía. En este último país, el PKK o Partido de los Trabajadores del Kurdistán lleva una lucha armada desde 1984 por obtener la independencia de la región de mayoría kurda, acusando entre otras cosas la discriminación histórica del gobierno turco hacia ellos.
El HDP, surgido en 2012, busca por su parte la defensa de la población kurda a través de la vía democrática y partidista. En 2013, el PKK había declarado un alto al fuego y se estaban llevando a cabo negociaciones en las que participaba el HDP.
Sin embargo, desde el sitio de Kobane (ciudad en Siria de mayoría kurda) por parte del EI (Estado Islámico), hubo grandes protestas en Turquía que acusaban al gobierno de cooperar o al menos permitir a esta organización en sus fronteras. En julio de 2015, 33 jóvenes de izquierdas que se organizaban en la ciudad limítrofe de Suruc para llevar apoyo a Kobane murieron víctimas de un atentado. Se acusó al EI de ser culpable, pero éste nunca reclamó el ataque, y los dedos apuntando hacia el gobierno turco no se hicieron esperar.
Tras estos hechos, la violencia escaló entre el PKK y el gobierno, hasta llegar al rompimiento del alto al fuego. El conflicto armado entre ellos continua a la fecha, y ha dejado, reporta la ONU, más de dos mil muertos, gran cantidad de desplazados, y acusaciones al gobierno turco de violaciones a los Derechos Humanos, ejecuciones extrajudiciales, tortura y más.
Es en este contexto también que una ola de atentados ha alcanzado las principales ciudades de Turquía, Estambul y Ankara, y varias más en la región sudeste. En varias ocasiones han sido reclamados por el EI, y en otras por una –como muchos la llaman– escisión del PKK, el TAK (Halcones de la Libertad del Kurdistán).
Uno de los grandes atentados en el país ocurrió el 10 de octubre de 2015, en una manifestación que protestaba la escalada del conflicto y exigía la paz entre el gobierno turco y el PKK. El hecho, ocurrido unas semanas antes de las elecciones de noviembre, dejó más de cien muertos y quinientos heridos. Nadie lo reclamó. La versión más aceptada acusa al EI, aunque también se sospecha de la culpabilidad o la complicidad del gobierno.
Pocos días más tarde se celebraron las elecciones y el AKP, con el 49% de los votos, recuperó la mayoría absoluta en el parlamento. HDP alcanzó apenas el 10.76%, cuando en la vuelta anterior había obtenido el 13%. La escalada de la violencia le funcionó al partido al poder como una excelente estrategia electoral.
Después de que en 2015 más de 850 mil personas, principalmente de Siria e Irak, cruzaran a Grecia desde Turquía, el gobierno de este último país firmó con la Unión Europea un acuerdo que consistía en recibir de vuelta a los migrantes que hubieran cruzado por esta ruta a partir de marzo de 2016.
La UE prometió aceptar a cambio, por cada persona deportada, a un refugiado de algún campo turco. Se entregó a Turquía, además de una gran suma de dinero, una herramienta diplomática para amenazar a la UE ante cualquier conflicto, además de colocar a una gran cantidad de personas, como mínimo, en condiciones extremadamente precarias.
Además del PKK y el EI, otro grupo se uniría a la lista de enemigos de Erdogan unos meses después, luego del intento de golpe de Estado que tuvo lugar la noche del 15 al 16 de julio de 2016. Participaron en él sobretodo miembros de las fuerzas armadas turcas, pero se desconoce exactamente quién lo organizó. Erdogan y el AKP acusan con toda seguridad, sin embargo, a Fetullah Gülen, un clérigo islámico exiliado en Estados Unidos, y al movimiento islamo-conservador que éste lidera.
En años anteriores, el AKP y el movimiento de Gülen (también llamado cemaat hikmet, “comunidad de servicio”) habían mantenido alianzas diversas, y una gran cantidad de miembros del cemaat ocupaba puestos públicos. Con el tiempo, ambos grupos comenzaron a tener conflictos por el monopolio del poder y desde 2013 están públicamente opuestos.
Tras el intento de golpe, que Erdogan llamó literalmente “un regalo de Dios”, la situación de los Derechos Humanos en Turquía ha empeorado considerablemente. El sitio web Turkey Purges cuenta más de 130 mil personas despedidas (militares, servidores públicos, jueces, académicos y más), 97 mil detenidas y casi 50 mil arrestadas (un reciente artículo de New York times cuenta 70 mil detenidos y 40 mil arrestados; los números son, por lo menos, confusos y difíciles de seguir). Entre ellas se encuentran más de 150 periodistas; a casi todos se les acusa de colaborar o pertenecer al PKK, al EI, o a FETÖ. Esta última denominación es la manera en que el AKP llama al movimiento de Gülen, y que ya es considerado oficialmente un grupo terrorista.
Al menos varios cientos de miembros del HDP han sido arrestados, incluyendo a los dos líderes del partido, quienes acusan a Erdogan de querer destruir a la oposición para ganar el referéndum.
CAMBIOS A LA CONSTITUCIÓN
Al decir arriba que el AKP es el partido de Erdogan, no hago un comentario inocente. Sucede que Turquía es un país parlamentario donde el jefe del gobierno es el primer ministro (en este momento, Binali Yildirim) y el presidente, aunque jefe de estado, ocupa en realidad una mera posición ceremonial. Ésta, además, lo obliga a ser imparcial y no pertenecer a ningún partido. Pero Erdogan no ha hecho ningún esfuerzo por ocultar a quién apoya políticamente, o quizás más bien a quién controla.
El 21 de enero de este año, el parlamento, dominado por el AKP y el MHP (partido de ultraderecha nacionalista) aprobó las reformas a la constitución necesarias para cambiar el sistema parlamentario por uno presidencialista, donde esta figura –es decir, Erdogan– ya no tendría la obligación a la imparcialidad: ahora podría no sólo pertenecer a un partido, sino también dirigirlo. Al eliminar el puesto de primer ministro, el presidente sería jefe de gobierno.
Las elecciones parlamentarias ocurrirían ahora el mismo día que las elecciones presidenciales, lo que hace más probable que el partido del candidato ganador tenga la mayoría en la cámara. Si el presidente ocupa, además, el puesto de jefe de su partido, tendría el control del parlamento; es decir, del poder legislativo además del ejecutivo.
En la actualidad, el parlamento tiene derecho a pedir cuentas de cualquier acto o política del gobierno, y este mecanismo puede llevar a un voto de confianza o a un cambio de gobierno. Sin embargo, si la reforma de Erdogan pasa, esta forma de cuestionamiento ya no será posible. Habrá una figura de impeachment, que requiere sin embargo la aprobación de tres cuartos del parlamento, y que es, por tanto, difícil de imaginar. Otro poder que perdería la cámara es el de aprobar al gabinete del presidente después de que éste lo elija: Erdogan escogería él solo a sus ministros. El presidente adquiriría además la capacidad de disolver el parlamento y llamar a nuevas elecciones (que deben ser tanto parlamentarias como presidenciales).
Por último, también pondría en riesgo la independencia del poder judicial, pues el mismo presidente tendría la capacidad de nombrar algunos miembros del Alto Consejo de Jueces y Fiscales. El parlamento, también controlado por él, designaría otra parte.
Para que los cambios a la constitución se lleven a cabo, antes deberá efectuarse un referéndum (sí o no, “evet” o “hayir”, a las reformas). La votación está programada para este domingo 16 de abril del 2017.
También, hay que apuntar que Erdogan ha estado anunciando en mítines y diversos medios que, de ganar el “sí”, trabajará para que se regrese en este país la pena de muerte. Esto interrumpiría definitivamente la ascensión a miembro de la Unión Europea, que por el momento parece más bien un sueño lejano de los primeros años de su gobierno.
Aquellos en favor del “sí” con frecuencia hacen referencia a la necesidad de un hombre con fuerza o con poder que defienda los intereses de su nación en el actual ambiente de incertidumbre y violencia. En gran parte, lo consideran la única opción ante el terrorismo. También abogan por una aceleración de los procesos legales y la disminución de la burocracia. Desde su punto de vista, el poder concentrado alrededor de un hombre que haya sido elegido a través de democracia directa haría que se cumpla “la voluntad del pueblo”.
Por otro lado, pueden hacérsele grandes críticas al sistema propuesto. Si en la actualidad, el líder ya ha prácticamente desarticulado la oposición, ¿de qué manera sería beneficioso otorgarle mayor poder? ¿Cuándo se ha logrado desarticular el terrorismo a través de la guerra abierta? “Las decisiones se tomaban a una velocidad increíble en la Libia de Gaddafi, en la Siria de Assad y en el Irak de Saddam”, argumenta un estudiante de Derecho en un video de Youtube que le valió ser arrestado. Y en efecto, para mucha gente el régimen de Erdogan ha traído mejoras en su nivel de vida, como hospitales y servicio médico gratuito. Pero como apunta Suzy Hansen en su artículo para The New York Times, estas cosas “sirven de poco a un turco o kurdo que no es libre de ir a trabajar o de vivir en una casa que no será bombardeada por el gobierno”.
(Fuentes: Bianet, Die Welt, Özgürüz, Der Spiegel, Al Jazeera, El País, The New York Times, Jadaliyya)
[1] Este término es problemático, porque no toma en cuenta a las distintas naciones dentro de Turquía. Se califica como “de origen turco” también a los armenios, kurdos y otras minorías.
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Zaman/Saman
Zaman hakkında Bir şey dedim Ama bu z Dudaklarımda Kaldı Zaman hakkında Konuşmak istersem Saman diyorum Sorun değil Saman yapılırken Zaman geçer
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El viaje
El día en que llegó a la isla supo que se llamaba Robinson. Robinson también se llamaron los que venían a su lado y los que después llegaron a tierra.
Lo primero que hicieron fue quitarse la ropa: estaban solos y habían olvidado a qué correspondían los nombres de las partes de su cuerpo. Luego, los rozó el temor de perderlo todo y grabaron sobre una roca:
PIES – PARA ESCRIBIR ESTA LISTA
OJOS – PARA COMER
BOCA – PARA COMERNOS
NARIZ – PARA LA BOCA
MANOS – PARA EL SUELO
Se acostaron a dormir satisfechos, porque todavía no tenían hambre.
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Les paso la crónica completa. Dicen en Tercera Vía que les gustó, y además le agregaron una imagen re-linda. ¿Ustedes cómo ven?
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Notas sobre los (no) Balcanes - final
XVIII
“Estamos en la calle peatonal del centro de Belgrado, Knez Mihailova:” nos sitúa Caparrós, “los negocios tienen vidrieras cruzadas por cintas adhesivas”. Diecisiete años más tarde, acompaño a algunos amigos de compras a las tiendas que ya no muestran ningún rastro de haber estado alguna vez clausuradas. La Knez Mihailova que conozco yo recuerda totalmente a una vía principal de ciudad europea; entre otras cosas, sigue siendo peatonal y está llena de tiendas: Zara, H&M, y otras tantas que no identifico, restaurantes abiertos a todas horas y un constante flujo de gente.
En esa misma zona, hay una calle donde un arreglo de paraguas rojos, colocados uno junto al otro, cubre la calle y forma una especie de techo. La instalación hace varias buenas fotos para mis compañeros de viaje, pero para mí, sin cámara que me permita retratarla, pasa casi desapercibida. Sin embargo, un mes después, de visita en el centro turístico de Chihuahua, me topo una vez más con el mismo arreglo sobre una vía peatonal. Voy camino al teatro.
“El narcotráfico puede representarse con dos árboles,” reza un letrero pequeño en la sala donde esperamos a que comience la obra, “el árbol de la desigualdad social y el árbol de la violencia. Dos árboles que nacieron, crecieron y viven juntos.” El papel atribuye el proverbio a Colombia, país que parece reflejar a México por una suerte de espejo entre sus guerras.
Nos sentamos frente al escenario y comienza Ricardo III. Los actores, uno por uno, pasan a contarnos una historia. Palabras suyas se intercalan con otras de Shakespeare para describirnos a este rey avaro y violento que sale de la Inglaterra del siglo XV para situarse en otro escenario. El Ricardo de Teatro Bárbaro trae consigo intentos de secuestro, asesinatos, extorsiones y crímenes de odio. En “Yo tenía un Ricardo, hasta que un Ricardo lo mató”, este personaje construido de personajes parece incluso mirarse el ombligo, seducido por su propia destrucción.
Termina la representación y el público pasa a sentarse cerca de la tribuna. Nos dan un poco de sotol.
“La historia me resuena”, empieza un espectador. “Yo soy de Veracruz, y el año pasado, a un amigo mío lo mataron. Lo apuñalaron.”
“Yo también soy de Veracruz. A un compañero de la prepa lo desaparecieron.”
Acuden otras voces que no están ahí.
“Sueño, sueño con ese día en que te vea cruzar el umbral de nuestra casa en el día que regresas,” le escribe Lety Hidalgo en una carta a su hijo Roy, desaparecido en 2011, “que estarás un poco cambiado lo sé, que quizás ya no serás el mismo, lo sé, que quizás tengas el cabello ahora largo, más gordo, más flaco no sé, pero que tus ojos serán los mismos […]”
“Tuve mis mejores y peores recuerdos en Srebrenica” cuenta Munira Subasic a veintiún años de la masacre “Ahora hay más muertos que vivos viviendo ahí. Pero Srebrenica es el lugar donde nació mi hijo, donde vivió y donde fue asesinado.”
“Yo entiendo su dolor” dice una voz distorsionada por un micrófono en una reunión de solidaridad con padres de Ayotzinapa en Guadalajara, en 2014. “¡No parimos hijos para que unos imbéciles se los lleven!”
“Exactamente ayer hubo muchas celebraciones en la otra parte de Alepo” dice Abdulkafi Alhamdo, un hombre joven a su teléfono desde el lado asediado de la ciudad, hace unos cuantos días. “Celebraban sobre nuestros cuerpos. Está bien. Así es la vida.” ¿Tendrán que volver el padre y la madre a buscar su cuerpo en algún tiempo?
“Hace más de once años que estoy viajando. No tengo placard. Tengo dos maletas. Pero cuando se junta el hueso con la historia, todo cobra sentido”, cuenta Sofía Egaña, parte del Equipo Argentino de Antropología forense a Leila Guerriero. “Delante de los familiares soy la médica, el doctor. A llorar, me voy detrás de los árboles. No te podés poner a llorar.” “¿Y con el tiempo uno no se acostumbra?”, pregunta la periodista. “No. Con el tiempo es peor.”
En Belgrado, frente a la alcaldía, se encuentran aún las fotos de los desaparecidos durante la guerra, en pancartas que parecen un eco de las de Ayotzinapa. “No sé de qué hablar…” explica Liudmila Ignatenko, antes de relatar la historia de su esposo fallecido en Chernóbil, “¿De la muerte o del amor? ¿O es lo mismo? ¿De qué?”
Nepomuceno Moreno Núñez, antes de ser asesinado, marcó por más de un año el celular de su hijo, de quien no tuvo más noticias luego de que fuera detenido por la policía. Ya en su vida adulta, el Aleksánder de Sasa Stanisic regresa a Bosnia para buscar a una amiga suya desaparecida en los años noventa. Un día, mientras visita a sus bisabuelos, suena el teléfono. “[…] yo cojo la llamada: zumbidos, ruido de fondo y la voz de una mujer. ¿Qué?, grito; nada. El ruido se transforma en un chaparrón de voces.” Aleks corre hacia el jardín y espera, en medio de la lluvia, en “el Drina de lluvia” que lo rodea, escuchar al fin esa voz desconocida que lleva tanto tiempo buscando.
XIX
En el lado serbio, la carretera de Belgrado a Sarajevo está llena de campos de girasoles y paisajes amplios. La frontera entre los dos países son dos casetas pequeñas sobre un río; la fila no tiene más de veinte autos. Sin embargo, al pasarla, se acaba la planicie y comienza la montaña. El camino está de pronto enmarcado por árboles.
La ruta sigue, bien que mal, el cauce del río, y tras doblar una curva, éste se abre, azul entre montes verdes. Cerca de la orilla y subiendo hasta la carretera hay casas de techos inclinados y color ladrillo –Zvornik, anuncia un letrero–. Lejos, sobre el agua, se alcanzan a ver algunas barcas.
–¿Cómo se llama este río?– le pregunto al conductor del auto, con un presentimiento.
–Es el Drina.– responde.
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Notas sobre los (no) Balcanes
XVI
Apenas unos años más tarde de ser convertido, por su abuelo, en mago de atributos de los países no alineados, el Aleksánder de Sasa Stanisic debe compartir su comida con los militares que han tomado la ciudad: "Apenas las madres han llamado a cenar, con voz de susurro, los soldados irrumpen en el bloque de pisos, preguntan qué hay para comer y se sientan junto a nosotros a las mesas con tablero de aglomerado. Traen sus propias cucharas y los dedos de sus guantes no tienen puntas. [..] ¿Acaso las madres han llamado a cenar a los soldados? ¿Vengan, que se va a enfriar? [..]No sé cómo es posible que un casco huela a caldo de guisantes.”
El protagonista de la ficción o el Sasa Stanisic fuera de ella (o ambos, sentados lado a lado en el mismo auto) escapa con sus padres a Alemania tras poco tiempo de la toma de Visegrado. El puente sobre el Drina, en su lugar desde más de cuatrocientos años y ya recuperado de las bombas que lo dañaron durante la Primera Guerra Mundial, se vuelve escenario de las matanzas. Desde el lugar donde en el siglo XIX, narra Andric, la joven Fata Avdagina había saltado para evitar un casamiento, ahora se tiran cuerpos al río.
Las guerras de separación Yugoslavia son verdaderamente guerras en plural, conflictos distintos, originados tras las declaraciones de independencia de las entidades que formaron parte del país que gobernaba Tito. El que alcanza Visegrado y que termina en 1995 con la firma de los Tratados de Dayton es llamado guerra de Bosnia.
Los acuerdos alcanzados en el 95 dividen el país en dos entidades políticas: la República Srpska (zona serbia) y la Federación de Bosnia y Herzegovina (zona bosnia); detienen el conflicto, pero separan a la población. “El problema es que la limpieza étnica fue muy exitosa en Srebrenica y esta ciudad ya no es una ciudad musulmana”, le cuenta el reportero polaco Wojciech Tochman a Paola Carroto para una crónica. Tanto este sitio como Visegrado ahora forman parte de la República Srpska y tienen un componente étnico mucho menos variado que en los noventas: “Actualmente es un pueblo serbio”. En Nuevo Sarajevo y Skolac, ciudades con grandes problemas económicos a principios de milenio, por otro lado, se concentran los serbobosnios que han huido de Sarajevo porque “con la guerra empezó a mirárseles con odio”, explica la periodista española.
En Serbia, unos años más tarde, la guerra se vive de manera distinta. Los habitantes de la capital en 1999 no hubiesen podido sentarse a la mesa con sus atacantes. Caparrós recolecta en su crónica ejemplos del humor en pleno conflicto, y registra este chiste: “¿Sabes cómo se hace para cruzar la calle en Belgrado?”, preguntan. “Primero se mira para la izquierda, después para la derecha, después para arriba.”
En Belgrado, los ataques no vienen de las filas enemigas ni de las montañas, sino desde el aire.
XVII
Antes de regresar a México, tengo unas cuantas horas para estar en Belgrado y decido pasarlas en caminar la ciudad. Mi mapa marca, un poco lejos de donde me estoy quedando, un memorial para las víctimas de un bombardeo. Voy a buscarlo, sin información previa. Mi idea de un memorial, me doy cuenta después, está acompañada de un letrero, en inglés siempre, que explique lo que se recuerda. Sarajevo, al menos, parece estar lista para la mirada ajena.
Llego a donde me marca el papel y doy algunas vueltas. Veo lo que parece una escuela, un estacionamiento, un parque y un par de edificios, uno de ellos destruido. Busco en el parque, esperando que allí esté el memorial. Después de un rato, vuelvo a donde comencé, con una sospecha.
Durante la campaña del OTAN contra Yugoslavia en 1999, en el discurso motivada por el deseo de disuadir la violencia hacia la población albana en Kosovo, durante seis meses se bombardeó, entre otras locaciones, la capital del país. La gente de mi edad lo recuerda, y alguno de los estudiantes extranjeros pregunta al respecto a los compañeros locales con un tanto de imprudencia. Responden sin responder: “Bueno, no fue lindo, pero ahora estamos mejor”.
Uno de los bombardeos que más se habló en las noticias internacionales fue el del 26 de abril a un edificio de la radio y televisión públicas. Se les acusaba de transmitir la propaganda de Milosevic, el presidente. Por tratarse de un ataque a civiles, entre los que se cuentan “un artista de maquillaje, un camarógrafo, un editor, un director de programa, tres guardias de seguridad” y otros nueve empleados de la cadena, Amnistía Internacional lo considera un crimen de guerra.
El edificio, tal como quedó ese día, es su propio memorial; finalmente lo encuentro. Tiene varios pisos, y como falta la fachada, el observador entra con los ojos las habitaciones, en un terreno que parece privado. Placas hay pocas: veo dos, y en cirílico. Tratando de descifrarlas, entiendo con sorpresa una palabra, que está en letra grande en la parte superior. “Zašto” quiere decir “por qué”.
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Notas sobre los (no) Balcanes
XIII
[Croacia, 2012]
"En los días subsecuentes descubrí que parte importante del carácter travieso de Dubrovnik está en sus gatos. Los hay de todos los colores, sarnosos o saludables, huraños o amistosos. Están en todas partes.
Hoy fui a Montenegro y me llamó la atención que el primer lugar donde nos detuvimos después de cruzar la frontera estuviera, en cambio, lleno de perros."
XIV
Sarajevo es una ciudad pequeña escondida entre montañas, con un centro histórico pequeño y poco más de trescientos mil habitantes. Llego de noche; tras varias horas de ruta por la sierra aparecen, al tomar una curva, las luces de las casas brillando frente a la carretera y hacia abajo.
Dicen que los Alpes Dináricos que rodean la capital de Bosnia y Herzegovina son parte de su atractivo, y una amiga que ya ha estado antes de visita me aconseja subir a la mayor altura posible para ver el atardecer. Como tengo apenas unas pocas horas para hacer la visita –la opción del atardecer queda de entrada descartada–, el recepcionista del hostal me recomienda subir a un café al que se puede llegar a pie.
De mañana a primera hora voy, con el mapa en mano, en busca de un bosanska kafa y una vista que, por falta de cámara, en realidad sólo puedo fotografiar con la memoria. Sin embargo, en seguida dejo de encontrarle sentido a las direcciones que marca el papel, y sólo trato de seguir subiendo la pendiente. El lugar al que quiero llegar es bastante visible –una parte de las ruinas de la Fortaleza Amarilla– y veo pronto una ruta que me permitiría llegar casi en línea recta a ella. Sin embargo, decido buscar primero otras alternativas.
Llego a una carretera –o algo que se le parece– que no tiene paso peatonal ni banqueta. La curva cerrada en la que estoy hace que prefiera no seguir adelante por ahí. Regreso sobre mis pasos y me encuentro de nuevo al inicio del camino que antes quise evitar. Es una pequeña puerta blanca, de la que sale un camino que se convierte en unos escalones de piedra, y que llega hasta la fortaleza. A su izquierda y a su derecha, la colina está cubierta de pasto verde y sobre él, hileras e hileras de lápidas. Son todas blancas, con una forma rectangular que termina en pirámide. Mientras camino entre ellas veo grabados de media luna y fechas que se repiten: 1993, 1994, 1995.
Dicen que las montañas que rodean a Sarajevo son parte de su atractivo. Sin embargo, son también ellas mismas las que facilitaron el sitio de la ciudad, mil 425 días que llenaron sus faldas de cementerios.
XV
Cuando regreso a Guadalajara a varios de mis conocidos les extraña que haya visitado los (no) Balcanes. El tema no causa gran curiosidad, pero sí algunas conversaciones corteses; en una de ellas alguien pregunta: “Y en tu viaje, ¿sí viste bombas?” Le respondo que no porque no sé qué más decir, pero luego me reprocho la parquedad. Debería haberme alegrado traerle la noticia del fin de la guerra, aunque fuera quince años tarde.
Y claro, la guerra terminó, pero todavía quedan muchas cosas. Entre lo visible para los ojos de un turista en seguida aparece, en el centro de la capital de Bosnia y Herzegovina, el monumento a los niños que murieron durante el sitio. También, ciertos agujeros de bomba en la ciudad han sido tapados con resina roja y forman figuras que fueron bautizadas como “las rosas de Sarajevo”. En los cementerios, el aire se vuelve de pronto pesado.
“Es tan fácil deslizarse a la banalidad,” explica Svetlana Alexiévich en la introducción a sus crónicas sobre Chernóbil, “a la banalidad del horror…”. La frase me resuena en la cabeza mientras subo por el elevador para entrar a la exhibición fotográfica de Srebrenica. Tengo miedo de hacer turismo de guerra. ¿A quién sirve el museo? ¿A los visitantes? ¿A las madres de Srebrenica, algunas de quienes todavía buscan a sus hijos? ¿A la ciudad? ¿Qué hago yo aquí? Al pasar las puertas de vidrio, me recibe la canción icónica de Requiem for a dream y fotos en blanco y negro, de un metro de alto, de huesos. Son de uno de los entierros de víctimas de la masacre, que ocurren cada verano desde 2001. El último fue el 11 de julio de este año, 21 años después de los hechos. En palabras de Leila Guerriero, quizás ese día alguna mujer “al fruto de su vientre lo besó en los huesos.”
En 1993, en plena guerra de Bosnia, el Consejo de Seguridad de la ONU colocó el pequeño pueblo de Srebrenica, a dos horas y media de Sarajevo, bajo la protección de los cascos azules, y lo declaró zona segura. El lugar, cuya población aumentó dramáticamente por la llegada de refugiados bosnios musulmanes de la región, fue atacado en 1995 por grupos paramilitares y el Ejército de la República Srpska (entidad serbia dentro de Bosnia) en un hecho que la Corte Internacional de Justicia reconoce como genocidio.
Sentada en una banca de madera, escucho cómo solloza otra turista que contempla conmigo el documental en el museo. Es difícil verlo sin ser afectado. De este evento solamente, se reportaron alrededor de 8,000 desaparecidos. En uno de los videos de la exhibición se muestra cómo soldados preguntan a un hombre a punto de ser asesinado: “¿Tienes miedo?”. También proyectan las entrevistas a las madres, en cuyos ojos es fácil reconocer a las de la Plaza de Mayo, a las Madres de los Sábados en Turquía, a las de Ayotzinapa, a las de Por amor a ellos en Jalisco. Están los huesos que parecen mirar a la cámara, a la espera de ser identificados.
Por otro lado, sospecho que ponerme a llorar en un memorial es casi frío. Sospecho de la música, las puertas de vidrio y el piso de madera. En una novela de Ernesto Semán, un desaparecido vuelto a la vida en un limbo fantástico acusa a los constructores de un memorial de querer tomar la memoria y “transformarla en un parque de diversiones, con nosotros como principal atracción”.
¿Qué pensaran las propias madres de Srebrenica del museo? Quizás les parezca una frivolidad. Quizás les interese poco. Quizás lo vean como una manera de atraer a extranjeros a su causa, a sus reclamos a la ONU que no supo proteger a sus familiares.
Un poco más tarde, de regreso en la calle, me paseo por el bazar buscando un djezve para llevar de recuerdo y escucho una conversación. El vendedor de un puesto le ofrece en inglés a una mujer junto a mí uno de sus productos: unas plumas metálicas con una forma extraña. “Están hechas con balas de verdad, de la guerra”, le dice. La mujer se sobresalta visiblemente. Su voz se endurece de golpe, y tras hacerle un par de preguntas que no alcanzo a oír, concluye: “No lo entiendo. No entiendo lo que hace usted.” Me acuerdo en seguida del anuncio, a la vez terrible y genial, de un tour por la ciudad que vi buscando información en internet: “Sarajevo historical tour – A total blast!”, decía.
“A la gente de los Balcanes en otros lados nos consideran salvajes,” me comenta con ironía, más tarde, una vecina de asiento en un taxi colectivo. ¿Cuántas veces no se habla de guerras ajenas con condescendencia, como el periodista inglés que menciona Martín Caparrós en su crónica sobre la guerra en Belgrado? El hombre acusa al país de estar atrasado porque “aquí se pelean entre ellos, no es un ejército profesional. Son milicias, gente suelta que se larga a pelear.” Una mujer local le responde: “¿Y eso es estar 50 años atrás? Ustedes en cambio bombardean porque es un trabajo, muy profesionales. ¿Eso es estar 50 años adelante? Con el B-2, por ejemplo, que es el avión de combate más caro que hay, pueden sacarle los ojos a miles de personas con un solo botoncito: la modernité.”
Mientras tanto, en el bazar, la turista mira al vendedor con dureza y se va. Al hombre no alcanzo a verle el rostro, pero imagino que se sonríe. No creo que le falten clientes.
XV.I
Me sorprende descubrir –y quizás no debería– que, también en julio de este año, la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas organizó una reunión de distintos familiares de víctimas alrededor del mundo en La Haya. Entre los asistentes que nombra el artículo está Munira Subašić, esposa de Hilmo Subašić y madre de Nermin, asesinados en Srebrenica; y Blanca Luz Nava Vélez, madre de Jorge Álvarez Nava, estudiante desaparecido de la normal rural de Ayotzinapa. Me imagino a las dos mujeres, una frente a la otra. Pelo blanco en un moño, cejas anchas, marcas de edad en la piel. Pelo oscuro y corto, lentes, rostro redondo. Ojos oscuros en ojos oscuros.
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Sunny days will come, boys Sunny days will come We'll drive our motor cars to blue horizons Drive them to bright blue horizons [...] But believe That we'll see beautiful days we'll see sunny days: we'll drive our motor cars towards blue horizons... we'll drive them...
Nazim Hikmet
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Memorama
Hace ya más de un año que empecé a trabajar, en conjunto con varios amigos muy queridos, en lo que empezó como una tarea y acabó por convertirse en uno de los proyectos a los que más les tengo cariño. El libro es un conjunto de doce crónicas –crónicas entendidas en un sentido amplio– en donde cada uno de los autores relata algún evento que por diversas razones le parecía importante compartir. Su recopilación pretende una suerte de transgresión de fronteras, pues los textos fueron elaborados desde lugares geográficos muy distintos. Sin embargo, lo más importante para mí sea quizás el establecimiento de canales de comunicación entre personas con posiciones y herramientas narrativas muy distintas. Escogí el día de hoy para liberarlo en su forma final en los medios que tengo disponibles como un homenaje a los más de cien fallecidos el 10 de octubre de 2015 en Ankara, tras la explosión de dos bombas durante una manifestación pacífica. Los hechos quedaron capturados en el libro en una de las crónicas, y de alguna manera dieron dirección al proyecto. Seguiremos levantando la voz, y esa voz llevará sus nombres.
https://drive.google.com/file/d/0B0_JRpbP6axGX1F3U3FtZXFObEE/view?usp=sharing
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Notas sobre los (no) Balcanes
XI
Al estar en Belgrado visito muchas ciudades más. Las que están dentro: el centro, la Kralja Petra querida donde nos hospedamos y alrededor de la cual parecemos rondar aún en el tiempo libre, el parque, con el señor de los helados y el de los cevap a los que seguramente hicimos ricos y volvimos un poco sordos a fuerza de hablar a gritos y cantar a horas sin duda inadecuadas. La Knez Mihailova, eco de otras calles comerciales en Europa, donde una turista de Turquía nos contó las desventuras de haber perdido su avión, y donde hay un lugar para bailar salsa –o lo hubo una noche, al menos–. Zemun, una ciudad pequeña tragada por la ciudad grande, sus casas pequeñas y autos viejos, y su vista hacia el río Danubio.
Visito las ciudades de Belgrado en Belgrado, pero también los lugares de origen de los estudiantes que comparten la semana conmigo. Y como paso con ellos casi todo el tiempo, mi visión de la ciudad es muy exterior. Edificios por fuera, sobre todo, calles y explicaciones para turistas.
Hay un momento que se siente distinto, sin embargo. Nos invitan a una fiesta kafana. Nunca he oído la palabra y pregunto un par de veces, siempre con la misma respuesta: es una fiesta típica serbia.
Pienso que lo típico que se ofrece a extranjeros suele merecer sospechas. A veces el folklor se inventa, o peor, se apropia y se vende. Y mientras nos sentamos en un sótano con paredes de piedra y la temperatura agradable que suele asociársele, pienso que estoy por ver algo así.
La gente que nos acompaña se sienta alrededor de mesas grandes, cubiertas con manteles de cuadros blanco y rojo, y espera. Aquí no hay comida. Frente a otros comensales veo vasos de cerveza o de rakija, el alcohol local. Un grupo de música empieza a tocar.
Una kafana, parece, es un tipo de bar común especialmente en Serbia, Croacia, Bosnia y Macedonia. En muchas cosas recuerda a la cantina mexicana: el estereotipo cuenta que es un lugar para hombres que van a beber y olvidar sus penas de amor. En la que yo visito nadie se ve triste, al contrario: conforme avanza la noche y los vasos de rakija se suceden, la gente comienza a ponerse de pie para cantar y bailar. No hay espacio especial para esto, o más bien, el espacio es alrededor de las mesas, pues todo el bar está lleno de ellas.
Al principio, los estudiantes extranjeros, mientras descubren cómo sus formas de bailar pueden aplicarse a la música, se llevan la atención del establecimiento. Pero después de un rato se cansan, y los locales, que son los únicos que conocen las canciones, se apropian del lugar: se juntan en grupos y cantan a coro, o se suben sobre las sillas.
Voy por una bebida y cuando regreso, no puedo encontrar a nadie que conozca. El lugar está mucho más lleno que antes y termino atrapada entre varios hombres que cantan a todo volumen. Entre cientos de palabras en una lengua que ignoro, de pronto escucho una que sí conozco y en la que el coro de voces a mi alrededor se detiene: “Yugoslavia”.
XII
Yugoslavia. Busco la palabra, y no la encuentro. En 1914 es asesinado Franz Ferdinand en Sarajevo, en una de las historias más contadas de la región, bombardean Visegrado junto al Drina y un tendero en la novela de Andric muere con el puente. Bosnia aún forma parte del imperio austrohúngaro y la idea de los eslavos del sur apenas está por nacer.
Busco la palabra y no la encuentro en las pocas palabras de elogio que tiene Slavenka Drakulic para Josip Broz ‘Tito’ por haber sido parte del movimiento antifacista en el país, por haber luchado contra el ejército nazi desde los partisanos yugoslavos.
Tampoco la encuentro en Belgrado. No está en la explicación de una chica que me cuenta en la Casa de las Flores, junto a la tumba de Tito, que se le enchina la piel viendo las fotos del funeral del antiguo jefe de Estado. No está en el relato de una guía de turistas que cuenta cómo la calidad de vida de la gente mejoró durante la época socialista y cómo –este argumento sin duda me sorprende– ya que la gente estaba complacida con él no era necesario tener una oposición.
Drakulic argumenta que el anterior gobierno fue autoritario y paternalista; y sin embargo durante muchos años, en un pueblo en el norte de Serbia, existió un parque temático en honor de Yugoslavia y Tito, donde se reunían personas sobre todo mayores a bailar música tradicional y compartir la nostalgia.
Yugoslavia es una palabra difícil porque parece sencilla. Suena a guerra, para muchos, quizás sobre todo para los que venimos de lejos y sabemos poco. Suena a comunismo soviético, y sin embargo sabemos que Tito se enfrentó a Stalin. Para mucha gente, hay que imaginar, suena a memoria e infancia, empezando por mí misma y la aventura de mis padres.
Aleksander, un niño que crece en Visegrado en una novela de Sasa Stanisic, habla de un regalo que le hace su abuelo: ‘En el sombrero y la varita’, le dice éste último, ‘se esconde un poder mágico; si llevas el sombrero y agitas la varita, serás el mago de atributos más poderoso de los países no alineados. Podrás revolucionar muchas cosas, siempre y cuando lo hagas conforme a las ideas de Tito y en consonancia con los estatutos de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia’.
Aleksander duda de la magia pero no de su abuelo; yo dudo de las historias que escucho pero decido creerlas todas, hasta las que se contradicen y no cuadran. Los países, especialmente los mediados por el tiempo, son siempre criaturas fantásticas.
Busco la palabra Yugoslavia y encuentro un centauro.
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