Blog dedicado al archivo, basado en los testimonios y experiencias de venezolanos y venezolanas que vivieron el terremoto de Caracas de 1967. Proyecto realizado por: Brayan Silva Fotografías: Adriana Colmenares
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América Hernández: 20 años al momento del terremoto
Recuerdo que yo estaba en Carapita con mis hijos cuidándole la casa a mi mamá que estaba en el hospital con mi hermano porque en ese momento tenía una fractura. Que me recuerde, eran como las ocho de la noche y estábamos en la mesa comiendo y me recuerdo que teníamos una olla de caraotas montadas (risas) cuando aquello sonó horrible y cuando aquello se movió, las paredes iban y venían y todo eso fue espantoso, fue un ruido horrible, aquella fuerza con la que tembló esa casa y me recuerdo que salimos corriendo y diciendo: “¿Qué es esto?” Claro, nunca habíamos presenciado una cosa de esas.
Mucha gente salió corriendo, gritando... bueno, todos estábamos así, porque era primera vez que vivíamos algo como eso; las paredes iban y venían. Aparte que yo estaba embarazada de 7 meses, estaba bieen barrigona y estaba con mis otros dos hijos que tenían dos y tres años.
Recuerdo que mi esposo salió corriendo de Antímano a Carapita y de ahí fue al hospital a buscar a mi mamá y a mi hermano que estaba chiquitico, tenía como cuatro años más o menos.
Eso fue feísimo: a algunos se les cayeron las casas, a otros se les agrietaron, y todo el mundo estaba en la calle. Por lo menos la casa de mi abuela no se cayó pero quedó toda agrietada. También recuerdo que había una llovizna fría.
Por mi casa en Antímano hubo tanta destrucción que se armaron como unas casas de madera que les decían “Barracas” y ahí se quedaron muchas personas, porque se rompieron tuberías, no había luz y todo era muy complicado. Lo que pasa también es que esta zona es sísmica: aquí hay un temblorsito y se siente mucho más que en otras partes.
No recuerdo bien si yo llegué a Antímano en la madrugada o en la mañana pero esto estaba horrible también: los techos caídos, las paredes estaban todas agrietadas. Había muchísima tierra y polvo, pero eso fue rápido; todo eso pasó rapidísimo.
Después estaba lo que decían y se veía en la televisión: terrible, terrible; esos edificios todos destrozados y los fallecidos. Recuerdo clarito ver en la pantalla que sacaron un niño tapizado... blanquito, blanquito. Era como un niño de cuna, muy pequeño. Fue en un hotel que nombraron mucho pero no recuerdo el nombre.
Yo no quiero ni acordarme de eso... eso fue feísimo... muy, muy feo.
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José Betancourt: 9 años al momento del terremoto
Yo me acuerdo que ese día venía de trabajar en el taller de mi papá. Estábamos viendo “El Zorro”, y en ese momento el techo empezó a sonar, eso era como si estuvieran corriendo gatos sobre el techo. Eso fue feo, sonó feísimo. Hubo una brisa como un ventarrón.
Después empezó esa tierra a moverse; a temblar y a temblar y nosotros estábamos atrás en lo último de la casa. En lo que yo salgo corriendo a la puerta que ya estaba como a un metro se cayeron dos palos y la trancaron. En eso se me cayó todo el techo encima que era de asbesto y caña y me cayó toda esa vaina y a mi mamá le cayó una lámpara en la cabeza, una lámpara grandota que nosotros teníamos en la sala de la casa.
Se me partió la pierna en tres partes y ahí estuve tapiado un buen rato hasta que llegó mi hermano y mi mamá y me sacaron; él creía que yo estaba muerto porque se me había roto una parte de la oreja también y me corría la sangre hasta la boca y él pensó que yo estaba reventado por dentro. Cuando me sacan de la casa, yo veo que todas las demás también se habían caído porque la mayoría de estas casas eran de bahareque.
Bueno, me sacan entonces y me llevan al hospital en el carro de un vecino. Me acuerdo que era un carro grandote, un Chevrolet de los viejos. Cuando vamos por Carapa al carro se le reventaron tres cauchos de un solo viaje y casi nos volteamos. De ahí me vuelven a sacar y me meten en una ambulancia y me llevan al Periférico de Catia.
Mi hermano estaba todo preocupado con la cuestión de la sangre pensando que me iba a morir. Me tenían acostado en una camilla pero no me querían atender, en eso mi hermano de lo que recuerdo agarró al doctor. Mi hermano era alto y papeado y lo levantó; lo pegó a la pared (risas) pero yo lo calmé, le dije que lo único que tenía era lo de las piernas. Me llevaron a sacarme la radiografía y me ponen un yeso desde la cintura hasta abajo con las piernas abiertas con un palo en el medio y un hueco en el centro para que yo pudiera hacer mis necesidades.
Cuando me sacaron del hospital, nos quedamos en casa de una tía a una cuadra de la nuestra y mientras no estábamos pasaron un tractor para sacar los escombros y hubo gente que saqueó todo lo que quedaba ahí: todo lo que se pudieron llevar, se lo llevaron.
Pero bueno, en esa época la gente empezó a hablar mucha paja de que había platillos voladores en el Ávila, y vaina, entonces mi mamá toda asustada y en un ventarrón que vino un día de esos me agarró por el palo ese y me sacó de la casa de mi tía creyendo que era otro terremoto y coño, después no me podían meter (risas) qué peo, porque yo pesaba con ese poco de yeso. Yo no sé cómo mi mamá tenía fuerza. Mi mamá es arrecha.
Me tenían que poner de lado, porque ella me sacó a mí como un maletín (risas). Bueno, me meten entre varios otra vez a la cama pero de verdad que eso es arrecho, yo duré como un año o más con ese yeso.
Yo tenía nueve años, pero yo me acuerdo clarito de mi vaina. Eso fue feo; ojalá que más nunca se vuelva a producir un terremoto así en Caracas, porque yo creo que ahorita no estamos preparados para un acontecimiento de esa magnitud.
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Rieuey Betancourt: 18 años al momento del terremoto
Fue un día sábado; se estaban conmemorando los 400 años de Caracas y había una fiesta por la misma ocasión en la cuadra de al lado, y esta señorita estaba allá con mis amigas y mis primas celebrando esa fecha, cuando empezó todo a moverse. Yo pensé que los edificios que estaban cerca se nos iban a caer encima. Eso fue horroroso.
En lo que todo medio se aplacó, yo volví a mi calle y ya casi no existía porque todas las casas menos las que estaban construidas más recientemente que ya no eran de bahareque y eso sufrieron porque según dicen, hay una falla que agarra desde la Colmena, la Rangel y toda esta calle. Esas fueron las que sufrieron más aquí en Antímano en ese momento.
Lloviznaba bastante y el cielo estaba rojo como sangre.
En lo que llego a la casa, ya el techo se había caído y mi hermano que en ese entonces tenía nueve años sufrió porque tuvo triple fractura en las dos piernas ya que parte del techo le cayó encima. Mi mamá fue la guerrera ahí: fue la que lo sacó junto a mi hermano de todos esos escombros porque estaba enrollado hasta con los cables.
Ya más adentrada la noche nos quedamos por varias horas en la calle sin irse a acostar por las réplicas del terremoto. Y hubo varios días en los que no se pudo dormir temprano. Además que en ese momento yo tenía 18 años y tenía que estar en el hospital con mi mamá acompañando a mi hermano.
Unos dijeron que hubo unos novios casándose en la iglesia cercana a la casa y que tanto ellos como las otras personas que estaban ahí se lanzaban hacia afuera para no quedar atrapados por si se derrumbaba el edificio.
Nosotros nos tuvimos que ir a casa de una tía pero en la esquina de nuestra calle la gente del gobierno mandó a poner carpas militares para que las personas estuvieran ahí hasta que les arreglaran su problema de vivienda. Al año y pico todavía había gente en esas carpas
Yo vi hombres arrechos arrodillados llorando y rezándole a Dios... Espero que más nunca lo volvamos a vivir. Eso fue muy feo.
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Luis Silva: 7 años al momento del terremoto
Yo estaba en mi casa en Antímano. Eran más o menos las seis de la tarde. Yo estaba viendo “El Zorro” en la televisión y en lo que terminó me fui a casa de una tía que acababa de parir para conocer a mi prima, cargarla y eso, pues.
Cuando llegué le dije a mi tía que quería cargar a la bebé y recuerdo que me dijo que ya va que tenía que cambiarla y la cuestión. Ahí fue cuando pasó todo.
De repente la casa empezó a estremecerse y comenzaron a caerse piedras del techo. Como la casa era de bahareque de las antiguas, comenzó a derrumbarse todo. Las cañas iban cayendo y yo le preguntaba: “¿Tía, qué está pasando?” Y ella me decía: “Mijo, está temblando aquí”. Entonces nos agarró a la niña, se la puso en los hombros y a mí me agarró por un brazo y salimos los tres que éramos los únicos que estábamos en la casa por la parte de atrás que daba hacia el corral y ese pasillo se estaba hundiendo.
Se estaba doblando todo y mi tía me decía: “Mijo, no me suelte, no me suelte. Véngase conmigo”. Cuando terminamos de salir a la calle, pues se terminó de caer toda la fachada de la casa y toda la gente estaba igual fuera de las demás casas desesperados gritando.
Esa noche dormimos en casa de la vecina del frente porque como la nuestra había quedado con las paredes todas quebradas, nos daba miedo entrar. Poco después pusieron una carpa militar aquí en la cuadra y ahí era en dónde dormíamos todos, pues; medio nos acomodábamos y entrábamos.
Pero yo estaba muy asustado; como no sabía qué era lo que estaba pasando y todo se movía y veía las casas cayéndose, no tenía noción de lo sucedido. Todo fue así como que tan rápido... eso fueron segundos, pero todos muy violentos.
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Ramón Manzanilla: 13 años al momento del terremoto
La experiencia la pasé en Santa Ana. Me acuerdo que estaba en mi casa con mi mamá y mis hermanos, y de repente todo empezó a vibrar y veía caerse las cosas. Todo eran gritos, la casa se está cayendo y en lo que salimos, vimos a ese poco de gente que estaba afuera y cerca había una alfarería: ahí sí era en donde se estaban cayendo todas las cosas.
Uno veía cómo los carros se movían de acá para allá y de allá para acá. Pero no, fue desesperante; bastante desesperante. Es una cosa que no se puede vivir. Hasta el menos gafo se cae ahí y deja de guapear (risas).
Muy pocas casas se dañaron. Las que más se perjudicaron fueron por el centro, aunque yo no vi nada de eso en persona, todo fue por televisión. Pero esa noche nadie durmió; todo el mundo estaba afuera preparando café y esperando que pasara todo ese susto. Uno se encuentra con esas cosas y se pregunta: “¿Y qué pasa si se vuelve a repetir y le caen todas esas cosas a uno? Los bloques y todo eso”.
Muy pocas personas durmieron los siguientes días. Tú veías las luces prendidas todas las noches; muy pocos lo hacían porque ya no aguantaban, pero era muy difícil recostarse porque uno estaba muy pendiente de las noticias y de todo. Se dormía principalmente de día y teniendo alguien como vigilante
Es un momento en el que tú te quedas en shock: “¿A dónde voy? Si voy pa’ allá, vienen pa’ acá y todos los carros; si voy pa’l otro lado está el barranco”. Entonces lo que uno hacía era estar tirado en el piso, donde no había mucho alrededor; ni temor de la otra ni temor de lo otro.
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Prisca González: 29 años al momento del terremoto
Recuerdo la hora en la que sucedió: 8:15 de la noche. Estábamos frente a la iglesia Santa Teresa y ese día veníamos de la playa. Aún cuando era temprano y seguíamos en Carenero, allá en Higuerote yo sentí algo muy raro en el mar y no me quise meter a bañar.
Recuerdo que cuando estábamos ya en Caracas y había empezado todo había un muchacho montado en el capó de una camioneta gritando que era un terremoto y las personas que estaban cerca gritaban que nadie se bajara de sus carros. En el nuestro veníamos mi esposo, mi cuñado, mis dos sobrinos, mi hija que en ese momento tenía cuatro años y yo cada uno reaccionó de manera distinta: mi hija estaba dormida, a mi cuñado le dio un ataque de pánico, mis sobrinos estaban llorando, yo estaba desesperada porque nunca había visto cómo se abría y cerraba una calle de tal manera y mi marido preocupado porque todos estuviéramos bien.
Cuando llegamos a la casa más de uno estaba desmayado en el piso pero lo peor es que se me destruyó la casa: se abrió toda y tenía que cocinar afuera en el piso porque estaba demasiado asustada de entrar y que hubiera una réplica. Tuvimos que vivir seis meses en una choza mientras reparábamos la casa.
Al mes siguiente del terremoto decían que el Ávila iba a reaccionar por el azufre que había en la montaña y que se podía activar el volcán.
Yo de verdad no quiero volver a vivir una cosa así...
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Cristina Benitez: 36 años en el momento del terremoto
Vivía en el 23 de Enero. Esa noche pasaban un concurso, no recuerdo si era el Miss Venezuela o el Miss Universo, alguno de esos, y esperábamos en la sala de la casa que empezara. De repente se empezó a mover el edificio. Recuerdo que una vitrina que estaba en la sala se iba hacia adelante y hacia atrás; todas las copas que tenía ahí se quebraron.
Nosotros vivíamos en un piso tres y cuando salimos veíamos a la gente corriendo por las escaleras del edificio: muchos iban en pijamas o en paños menores, pero todos nosotros estábamos vestidos. Algo que siempre me da risa es que cuando estábamos ya en los jardines del edificio me paré sobre un hormiguero y me picaron todas las hormigas. También recuerdo que estaba lloviznando.
No se cayeron los bloques porque estaban bien construidos; afortunadamente no hubo mayor daño, aún así mi esposo, nuestros cuatro hijos y yo dormimos en el carro al igual que otros vecinos que tenían carro como por dos o tres días porque teníamos miedo de entrar a los apartamentos, además de que las réplicas eran constantes y se sentían con mucha fuerza en las noches. Lo que hacíamos nosotros era que mi esposo subía a la casa a buscar almohadas o cualquier otra cosa que necesitáramos.
Además del pánico que sentía porque era primera vez que yo sentía esa experiencia, pensaba en si mis otros familiares estaban bien.
Desayunábamos sándwiches y jugos que era lo más sencillo de preparar o entre los vecinos nos ayudábamos. De verdad que es una experiencia fuerte.
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Maria Elena Rawlins: 7 años al momento del terremoto
En época de vacaciones mi familia y yo solíamos ir a Caracas, pero esa vez mi tío, el hermano menor de mi papá, había alquilado una casa en Higuerote e íbamos a quedarnos ahí todo el fin de semana. En esos momentos era cuando se estaba construyendo el conjunto turístico Bahía del Pirata que era cerca del sitio en el que nosotros nos quedaríamos. Esa noche del terremoto salimos a pescar.
Recuerdo que los carros se empezaron a mover y el mar rugía. Yo estaba acostumbrada al mar porque me crié en la costa a la orilla del mar pero ese sonido me marcó.
Mi mamá y mi tía eran las que trataban de calmarnos y organizarnos: de los niños que estábamos, yo era la mayor. Nos regresamos a la casa y recuerdo que en el camino había como un salón de fiesta y la gente salía corriendo desesperada. Durante esos días era época de graduaciones y había fiestas muy seguido.
Cuando llegamos dormimos en unas carpas que armamos en la plazoleta de la urbanización; todos los vecinos estaban ahí también. Algo que recuerdo perfectamente es que había luna llena porque estaba todo muy alumbrado a pesar de que no había luz.
El día siguiente nos fuimos a Caracas, pero no recuerdo haber visto nada de destrucción: ningún edificio derrumbado o muertos.
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Jesús Colmenares: 24 años al momento del terremoto
En ese momento me encontraba en la Silsa, ese sábado había fiesta; un bonche, pues, y la gente se arreglaba para echar una canita al aire.
Estaba mi compadre, mi comadre y yo que era el padrino de Ingrid: eran cuatro carajitos: Jesús, Ingrid, Henry y Evelin que era la más chiquitica.
La comadre se mete a bañar y yo me quedo en la sala con los carajitos cuidándolos mientras el compadre salía a comprar unas cervecitas. Cuando empieza aquél movimiento y el ruido y empiezan las paredes del apto a resquebrajarse, pues. Le di una patada a la puerta del baño, le di un paño a mi comadre y salimos de la casa con los niños. Entonces uno buscaba la manera de salir, y la gente se atropellaba unos con otros. Escuchaba el griterío de todos y yo no sabía qué hacer.
Las personas estaban arrodilladas en el piso del patio rezando; esperaban el fin del mundo y decían que era un castigo de Dios. Hubo apenas como seis o siete jóvenes que nos fuimos al medio del patio, localizábamos de dónde venían los gritos y nos metíamos en las casas a buscar a las personas; entonces lo que yo pienso: “Coño, ¿y mi gente? Mi mamá, y mis hermanos” De ahí me fui corriendo por la Avenida Morán y llegué a San Martín; eran como las 8:30 de la noche aproximadamente.
En mi casa no pasó nada, pero como a las 3 o 4 de la mañana había noticias de que se habían caído edificios en Altamira. Nos fuimos en el carro de un amigo a recorrer Caracas... Sí vi muertos; cuando los sacaban de los escombros. Sacaban personas sin brazos y sin piernas.
Esa fue una noche sin dormir... de verdad sin dormir...
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