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En medio de la lluvia y en medio de la noche.
Estoy sentado frente a la computadora en la madrugada, inhalo y exhalo humo. Intento escribir rápidamente, coordinar mis dedos para que fluyan conforme a mi cabeza, en lo cuál fallo rotundamente. De nuevo es más rápido lo que pienso ¡y es tanto!
De nuevo empieza, no es coincidencia. Ella ya estaba aquí de cierta forma… Tengo el vívido recuerdo del sabor a café, whisky y tabaco. Cierro los ojos y pienso en ese momento en que nos consumábamos en un beso. El roce de la piel, espléndido. ¿De cuándo nació? ¿Por qué?
No lo sé, de nuevo empieza.
Un libro que se va y no sé si vuelva a verlo. Otro que se abre en blanco para ser escrito. Me muero de ansias de saber de qué se va a tratar. Sin expectativas me pregunto ¿Será una novela romántica? ¿Una comedia? ¿Será un drama? No lo sé, pero tengo la certeza de que lo único que llego a escribir es el prólogo.
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Ha vuelto
Conóceme, ya llegué. Soy la debilidad del que escribe, él se queda refugiado en las palabras.
-Cuídate, ¿sí? -Ajá... Camino, fumo, camino, fumo y pienso... Lo que le dije. Lo que no le dije. Lo que me dijo. Lo que nos dijimos. Y me voy a la verga.
Llego al dichoso hogar para prenderme un cigarro, abrir la computadora y disponerme a vomitarle un texto que en una de esas ni tiempo ni ganas tendrá de leer. Tedioso, meloso, con mala sintaxis y probablemente ortografía de la ñonga. Así empieza.
No tengo idea de cómo me ve, qué es lo que ve en mí, qué es lo que ve de sí, del mundo y de los demás. Sería pendejo aventurarme a querer saberlo; y así, me digo cosas que en el momento pude soltar (cobardía, qué más da...):
El tiempo es la única moneda de cambio real en este mundo y no tenemos ni puta idea si en realidad existe como ente dimensional o es una mamada que nos inventamos para medir nuestros días y "potencializar" nuestra productividad. Llámalo civilización, llámala pachecada, it's up to you.
A parte de eso, que no es nada más que una perspectiva completamente subjetiva que me hago para estar chido conmigo (o sea: chaquetas mentales embarradas de miel artificial), me he vuelto muy avaro con el tiempo. Soy disperso cabrón, pero en eso sí soy más cauteloso. No comparto mi tiempo con personas que no considere que lo valen...
Como ella. O no sé, tal vez apresuré mis conclusiones.
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Malestar
¿Cómo le hago?
Cuando sé perfecto que lo que pienso y lo que siento son repelentes uno del otro. Cuando lo único que hace la combinación de ambos es lastimarme.
¿Cómo lo digo?
Si el habla no me alcanza, ni mi tiempo de vida en esta tierra para intentar si quiera explicar el vacío generado. Si no puedo expresar todos los sentimientos malos que me palpitan en el pecho y aún que así fuera, no puedo dejar salir.
Que pienso en absolutos, en un ya no, cuando solo han sido algunos de siete mil millones que respiramos el mismo aire. Que vienen más. Que no quiero. Que no deseo. Que quiero todo eso lejos de mí.
¿Cómo me hago a la idea?
De que así somos. De que para los del exterior no importa realmente lo que piense o sienta porque estamos inmersos en esta mezcla homogénea donde lo principal es lo de uno. De que la idea ya no es idea, que se ha materializado.
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De nuevo me habló tu mente atormentada. ¿Dónde quedaste tú?
Cuando siento que el cielo se me cae encima, tan solo mantengo el silencio, suelto la calma y espero a que la presión no rompa mi pecho. Aunque sí se rompe en gritos; que, lejos de ser de desesperación, mantienen el silencio, sueltan la calma y armonizan en sombra.
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Bla bla bla
Hay algunas cosas que no entiendo (de las miles) y quien quiera y pueda explicármelo que lo haga de favor.
No encuentro palabras ni la forma de escribirlo y aún así me aferro al teclado y al sentimiento espantoso que me invade. He evitado durante un largo tiempo tocar el tema. La gente que me conoce lo suficiente sabe algunas de las opiniones que tengo. Por favor explíquenme en qué momento nos acercamos tanto a la subjetividad dogmática de la política de liberación con bandera de democrática gringa; en qué momento nos adueñamos de prácticas e ideas virtuales que no nos llevan a nada más que a vaciar las mentes del individuo con una falsa justificación en el mismo. Por qué nos hemos abandonado al punto de que la tolerancia transmitida lentamente se fue convirtiendo en intolerancia asistida y sistemática.
¿Por qué es tan llamativa retórica de cambio, de igualdad que cada vez nos separa más y más de cualquier equidad y de la naturaleza propia de nuestra especie?
Quizá sólo soy yo el que cree que segrega y destruye las estructuras sociales elementales en las que está construida la propia civilización. Esto lo veo para todas las direcciones posibles. Se defiende lo indefendible y lo que se debe defender se olvida con una macabra arbitrariedad. El acecho que hay en redes me da un asco y un pánico brutal, me deja sin ganas de involucrarme. ¿Por qué hay gente que su maleabilidad mental puede más que su humanidad y las ideas ajenas, inalteradas se apoderan de ellas? ¿Dónde está el pensamiento crítico? ¿Dónde están las ganas de avanzar?
A la verga con todo.
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Mun
En una noche estrellada, siendo nueva, la Luna se reprochaba y maldecía pues su brillo había perdido. Se decía:
“He perdido mi blancura, no me veo, no me siento, en esta noche oscura. La oscuridad combatí, pero parece que ganó.”
Entonces fue que una constelación, que su nombre ya he olvidado, intervino con firmeza:
“Recuerda que detrás de tanta sombra de mar, siempre hay alguien que te busca pero tú tampoco lo has querido mirar, hazte a un lado, solo un poco y sabrás que lo que digo es verdad”
La luna respondió tan pronto la escuchó:
“¿Cómo hay alguien que me busca, si vivo en la oscuridad?, y siendo así de todos modos yo no brillo, no me podrían encontrar”
“Siempre olvidas como brillas cuando dejas de brillar y si brillas es que tú, te has dejado iluminar.”
Fue entonces que la Luna por fin se decidió. Comenzó a hacerse de lado y se hizo presente su esplendor que entonces ya era creciente. La blancura, de la que hablaba, poquito a poco regresaba.
Pasaron noches y de a poco, de nuevo comenzó a brillar. Se dio cuenta de lo dicho, hasta que crecía a la mitad. Y entonces, sin estarlo se sentía llena y sin quererlo se llenaba más; Cuando al fin estuvo llena, ya no le importaba más. Su blancura iluminaba casi todo, incluido el mar. Y una noche de repente se menguó de oscuridad. El terror la había invadido, y mucha intranquilidad. Y así con voz menguante se oscureció a la mitad. Para entonces cayó en cuenta que la iluminaba alguien a quien es difícil mirar. La verdad, la luna no era buena en eso de observar.
Su mirada menguante no era signo del aguante que podía tener. Era de nuevo casi oscura y no lo podía detener.
En una noche estrellada, siendo nueva, la Luna se reprochaba y maldecía pues su brillo había perdido. Se decía:
“He perdido mi blancura, no me veo, no me siento, en esta noche oscura. La oscuridad ya no era mía, pero véanme ahora.”
Fue entonces que la Luna por fin se decidió. Comenzó a hacerse de lado y se hizo presente su esplendor que entonces ya era creciente. La blancura, a la que extrañaba, poquito a poco regresaba.
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¿?
Se siente todo un poco más denso. Intentaré describir o indescriptible.
Veo lo que quiero en ellos, veo lo que deseo. De nada, del todo. Frases cortas que significan tanto; un diálogo que parezca pensado, pero que sea improvisado. Auxilio para abatir la inseguridad latente. Una luna. Un enfado y la tormentosa despedida. Un grito, un halago, un momento. Ojos que se miran. Sonrisas dirigidas. Besos melosos, dramas abrumadores. Siempre viene con hormigueo que al momento explota desde el centro de mi mano y se funde en la punta de mis dedos. Lo inverso a la angustia. Tú en mí.
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Domingo
Después de tanto, por fin se despierta temprano. Sin prisa y boca abajo, estiró su brazo izquierdo de entre las sábanas a la intemperie de ese cuarto hasta donde generalmente pone su celular. Lo toma, se da la vuelta, ve la hora y le es indiferente; se siente raro. Saca el brazo que seguía cobijado y pone su mano sobre la otra, que aún sujetaba el celular. Se quedó en ese momento viendo hacia el techo. Se quería acordar de algunas cosas del día anterior pero fracasó, intentó convencerse diciendo “lo que no regresa, no fue importante, creo”. En ese momento desenreda un poco su cabello, que tiene hecho un desastre, y se mueve para la cocina con el fin de servirse un café. Recibe una llamada que no quiere contestar, ignora por completo quién pueda ser y para qué, le vale madre y deja el celular en la mesa.
Sirve café en una taza que utilizó la noche anterior y lo ve. Con el reflejo de la luz se aprecia una mancha tornasol en la superficie, está helado. Mete la taza al microondas, con su dedo índice digita UNO, CERO, CERO, INICIO; mientras que con el homónimo de su otra mano rasca el costado de su pulgar (que ya tiene finta de dedo leproso). Lo siguiente es el sonido característico de ese tipo de electrodomésticos y esperar. Para matar tiempo mientras espera, se acerco a la barra de la cocina para tomar su caja de cigarros y su encendedor; los alcanza a sostener con las manos pero…
“¡puta madre! ¡verga, no mames!”…
Le punza la planta del pie. Se encuentra rodeado de pedazos de vidrio de un vaso roto que yace en el suelo como el centro de un archipiélago en un mar de tequila con agua mineral y algunos hielos. Mentando madres y moviéndose apoyando en el talón, se dirigió hacia la estufa. Hizo soporte con una mano sobre la base de la cocina para un mejor equilibrio, dobla la pierna hacia atrás elevando el talón. Deja rápido la caja y el encendedor para conseguir mayor maniobrabilidad de la misma mano. Siente una gota recorrer de la mitad de la planta, pasando entre el primer y segundo dedo del pié. Con la mano libre tomó la caja de cigarros, sujetó uno con su pulgar e índice a la par que con un leve muñequeo lanzó la caja hacia la base. Siente un calor fuerte alrededor del pie.
El microondas no ha dejado de sonar. Lleva el cigarro directo a sus labios, toma el encendedor. Le duele la cabeza. Siente concentración de líquido en la punta del segundo. Intenta una y otra vez prender el encendedor sin lograrlo, a cada intento percibe la separación de la gota de sus dedos, su trayecto y su impacto en el suelo; es raro, no la escucha pero la siente. Cuando por fin logra prender el encendedor tras agitarlo un poco, lo acerca mientras que con sus labios y mandíbula lo levanta (aún no me explico por qué, yo creo por mamador); inhala y siente el calor, el sabor a ceniza. Empieza a pitar el microondas indicando casi el fin, sonido intermitente. No dejan de caer gotas, de dolerle la cabeza ni tampoco deja de fumar.
Un sonido definitivo indica el final de la espera. El cigarro entre el índice y el medio, sin soltarlo, con el pulgar presiona el botón de la puerta del microondas. Saca el café, lo huele y siente vello a vello la piloerección que recorre sus brazos. Da unos tragos, voltea hacia atrás y tranquilamente dice “Wey, hazme el paro. ¿Se ve muy mal mi pie? No me quiero ver, me dolió mamón”.
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Tu sueño
¿Me invitas a tu sueño?
A pasar un rato ahí aunque quizás ni nos reconozcamos; ver lo mismo en el mismo espacio, donde no hay límites ni reglas. Déjame verte en tus sueños para verte moverte, como idea en tu cerebro, no importa que nos veamos mañana.
Invítame para saber que hay en tu cabeza aún cuando no lo sepas.
Invítame a ver esos árboles, ese castillo y tus paisaje Celeste. Y tus flores deja que las huela para saber en realidad lo que te ronda y lo que te pesa. Pero no me dejes saber de más; no dejes que me acomode, porque nunca ha sido mío; no permitas que te marque, porque me gustas siendo tú, con las marcas que ya tienes. No quisiera ser yo el que viole lo que eres. Solo quiero verte.
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Me duele verte de nuevo,
Me sana tu indiferencia,
Aquél tiempo tu presencia,
Me dejaba siempre en ceros,
Fue causante de agujeros.
Hoy que parece evidente,
Que ni tu ni yo en la mente,
Nos tenemos uno a otro,
Aferrados al destrozo,
De un sentimiento intermitente.
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Año nuevo.
Me imagino que al igual que el año empieza, hay muchas cosas que a la par se segmentan y después se aglomeran en tomos indescifrables en contenido de concepciones de dimensión. El año no existe, pero se va y no regresa. Me vuelve a la cabeza ese estado alterado de consciencia, ese mismo que me impide quedar satisfecho con cualquier cosa que no sea el deseo del momento. La encarnación del vicio en verbo hecho carne y el desprecio a la virtud y el espíritu.
Se han vuelto ya necesarias las ganas de decir tantas cosas sin haber realmente un contenido específico, un contenido que lejos de buscar el alcance de las profundidades de la razón, la aleja más y más al rodearse de subjetividad, se ha vuelto difícil. Escucho opiniones, doy mi opinión y todos estamos mal. Cada quien cree saber lo que realmente se necesita para conseguir una “plenitud” o satisfacción que pareciera inalcanzable.
¿Qué se necesita para estar bien? ¿Quién se necesita? ¿Quién chingados sabe?
Los escucho diciendo lo que piensan y tratando de ser sofisticados porque está de moda. Los escucho vociferando cosas, cosas que ni ellos saben qué es lo que podría llegar a significar. Se dicen cosas con pretensiones de cualquier tipo, el lugar en emana hasta el personal esa vibra “underground” muy forzada. Y yo me encuentro en medio de todo: un rey arrítmico con frenesí, callado y aferrado a la pista que no deja de moverse.
Todo pasa al rededor rápido y por momentos muy lento… Siento codazos, siento el calor corporal del de enfrente, siento las gotas de cuba que me caen en la pantorrilla como consecuencia del descuido del idiota de atrás. Veo amigos, que al igual que yo están tercos a lo que pareciera no es natural. Fotos insaciables con flashes que convierten la escena en tormentas de luces que se combinan entre sí y generan de ese espacio cerrado, caliente y oscuro uno iluminado con una adoración inconsciente del fuego, la idolatría del músico que se presenta y una coreografía que parece muy bien ensayada, sin embargo improvisada. Ese reflejo de lo que nos hace especie, estamos ahí pretendiendo que sacudir la cabeza a un ritmo estable, plano y sin valor musical alguno como si nos diera un valor agregado, o yo qué sé.
Salimos por un momento para refrescar el trip, para no asfixiarnos en los pensamientos encontrados de la gente que está ahí. Nadie parece juzgar pero tienen sus aires de jueces, nadie parece drogarse, pero todos están drogados. Parecen estar viendo en la oscuridad momentánea figuras de la imaginación que se generan por la repetición de las luces en el lugar; parecemos pensar pero solo nos encontramos perdidos en la inmensidad de ese deseo de “Recibir el año como se merece”, como nos lo merecemos. Traen calzones rojos, traen calzones negros, todos tienen planes distintos para éste año que apenas empieza.
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Reflejo
Hoy que me levanto y me veo en el espejo, al igual que los demás días veo muchísimas cosas. Veo marcas que hacen recuerdos y recuerdos que dejaron marca. Veo lo efímero que es mi paso por el mundo cuando respiro y siento. No nos perdonamos en tantas cosas por ser diferentes; y la verdad es que es ahí donde culpamos a Dios, por un ciclo natural. Lo culpamos si alguien se queda, si alguien se va, si alguien viene y lo cuestionamos todo el tiempo con la incógnita del por qué. Nos negamos a sentir todo el tiempo, por miedo a salir lastimados, por miedo a demostrar que sentimos para no demostrar debilidad. Todo el tiempo me han dicho (y de manera muy acertada) que deberíamos vivir como si fuera el último día de nuestra vida…
Sin embargo, ¿cómo vivirías tu último día?
A la par de que me encuentro con esto, en lo cansado de mis ojos veo todo lo que han llegado a significar, tristeza, decepción, amor y como factor dominante la felicidad dividida. Pensamos en otras personas como receptores de actitudes, pensamientos, acciones. Esperamos siempre algo a cambio. Llegamos al punto de fragmentar todo lo que idealizamos al grado de permitir que taladre hasta nuestras profundidades del yo, dejándonos desnudo el ser, y es en este momento que la razón desaparece y actuamos por impulsos, que son en realidad deseos que nos invaden para ser procesados y expulsados del pensamiento a forma de instinto. La cabeza caliente. Veo como dividimos nuestro ser a todas horas en múltiples personas con las que nos relacionamos frecuentemente para crear una constante, una rutina. Pensamos en la persona por lo que idealizamos que sienta y no lo que nos hace sentir, extrañamos en contraste en el momento en que se pierde a la otra persona. Nos hacemos llorar. Fragmentamos el pensamiento, lo perforamos, lo secularizamos, y encontramos en ciertas personas ese consuelo para el cansancio de la vida. Los perdemos y los extrañamos. Y no quiere decir que no hayamos aprovechado cuando estuvo esa persona; sino que, quizás hayamos aprovechado cada momento que se compartió. Quizás no nos faltó interés ni cariño, tal vez lo único que hizo falta fue tiempo. Ese tiempo que después se utiliza bajo la bandera de un momento, de un nombre, de alguna cosa. Lo pensamos.
Me veo en el espejo y me lavo la cara, veo como escurre el agua y pienso que nos explota en la cabeza como si fuera éxtasis una granada de emociones; en donde, las esquirlas dañan y realizan muchas pseudo-lobotomía y nos deja en el parálisis emocional. Todo esto veo en mi rostro casi a diario; y aún así, de vez en cuando me sonrío.
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Her
90% de poder y una limitante de 6:02 minutos. Cada nota que escucho me navaja el corazón y las ganas de decirte tantas cosas se han vuelto ahora dueñas de mi espacio, de mi tiempo. De mi cabeza los estruendos se hacen a cada momento más evidentes y armoniosos. Tan cerca, tan contenta, tan despistada; con un brazo abajo de tu cabeza y una pierna tomando como prisionera a la almohada. Son 4 minutos los que me quedan y hago introspección a lo poco que el tiempo nos ha dejado compartir… Vida, existencia.
Me pongo a pensar en la mañana, que el mezcal me priva de más sueño, pero me permite ver como entra la luz de la ventana y te ilumina de lado; que esa luz le da un brillo a la mañana con ciertas circunstancias que han sido preciosas, que el universo conspira.
No concibo que no exista letra o palabra, o frase que pueda ser herramienta para describir la sensación. La cabeza me da vueltas y me es imposible pensar en algo que no esté relacionado a hoy, contigo, conmigo. A la satisfacción de que estamos, de que vivimos y vemos las mismas cosas, a reserva de la percepción tuya o mía, en espacios cercanos. Que me descubro contemplando cada movimiento que haces, en tu forma de mover la cabeza cuando hablas, la delicadeza de cada paso. Tu atención moderada, tu manera de ser tan concisa con comentarios. Que admires el mundo, que el mundo se admire de ti. La mariconada no para, me atormenta con cada minuto que pasa desde que me dispuse al reclamo de mi alma y mente de escribirte, de intentar atrevidamente describirte.
Regálame una sonrisita más… Un abrazo más, un beso más, un rato de existencia, tu aire, una mirada más, un excedente de 5 minutos, notas íntimas, espacio, tiempo.
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Wrath Ledge #1
La lluvia no deja de asecharnos, nos ruge, nos escupe y nos condena. Estamos llenos de lodo, moho, de miedo, de odio; cada vez dudo más de mi salud mental. Un día más en esta trinchera asquerosa y juro que tomaré mi arma y me volaré la cabeza. Nada más horrendo que una guerra, ¿cierto?
Cuando tu espada se pinte carmín y el enemigo sea el que done su pigmento vital para sublime obra en ese lienzo, sabrás de lo que hablaban tus ancestros: te llenarás de gloria.
La guerra entre Nusquamterra y Grathnich comenzó sin sustento, como cualquier otra. Disputas territoriales de potencias que han intentado mantener un nivel alto de respeto y temor. La burocracia sigue siendo dueña aún en guerra de todo lo que sucede. Sin embargo en el frente estamos los que vivimos por debajo de ese nivel en la escala social. Todos o la mayoría nos encontramos luchando por algo que ni siquiera entendemos, como siempre. Nos cegamos por la mayoría de los discursos demagogos. Fingimos que no existe nada que pueda hacernos igual de poderosos a lo que somos, que el poder radica en si mismo: que las masas son poder, aventurada afirmación.
Odio la política, pero es ella la que nos tiene atrincherados, rodeados de cuerpos, animales carroñeros que esperan comerse a los compañeros caídos. La política siempre ha sido el verdadero veneno en la estructura, dejen de buscar. El hombre organizado ama desorganizar, y al contrario, una vez desorganizado intenta organizar de la manera más dolorosa y trágica que se le pueda ocurrir a alguien. No soy docto en el tema, pero no es necesario estudiar mucho para entenderlo. La estúpida guerra nos ha abierto los ojos a muchas cosas que nos han querido ocultar. ¡Pero que forma más cruel de enseñar!
Las promesas fueron la seducción más grande que alimentó el poder de la élite, qué podría hacer cualquier cosa sólo que se “estabilizara la situación internacional”. Políticas sociales, les llaman. El régimen Quonés no es mejor que el de la isla Grathiana. Es igual de salvaje y despreocupado. La guerra no es más que la extensión de la ambición equipada con calibre 88, lo sabemos, lo hemos visto.
Ahora bien, no hemos sido mas que peones en sus operaciones de movilización radical, su juego de mesa. Donde las piezas se mueven en un punto por inercia y ellos se quedan sentados esperando resultados. No somos nada, no han hecho nada de nosotros; comenzamos a tener un valor inverso, negativo. Quieres resolver algo en donde la única manera de hacerlo es entregando lo que te queda (vida) por intenciones vacías. Caminas y ves una cantidad desmedida de almas perdidas, que no van poder cruzar el Aqueronte. Te invade el temor porque sabemos que en servicio lo único asegurado es que no hay seguridad. Descubrir que todo lo que crees real se deshace con un par de ráfagas, el universo que llevamos en nuestros adentros simplemente desaparece. El orgullo que nos lleva a la toma de desiciones constantes nos lleva a la nada, comienzan a perder sentido.
Cuando pensamos en todo lo que ha pasado nos es tan complicado de explicar que pareciera imposible hacerlo. Dejar de lado a los amigos, compañeros, la patria, el trabajo. Los cigarrillos ya no son suficiente tranquilizante. La morfina escasea y cada vez es mas necesaria. No puedo controlarnos, simplemente la guerra nos destruye a todos. El olor a pólvora es casi insoportable, me reventará los conductos nasales, sé perfecto que me envenena. A diario tengo problemas respirando, pero es lo de menos. La compañía se mantiene unida por lo único que puede mantener unido a un grupo, ganas de vivir. Sin embargo se va desmoronando con el paso de las tormentas de balas y las explosiones.
Nos dijeron que ya había un cambio, que nos dejar��an ser. No ha sido así. Ve como nos tienen…
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Nota de hombre a hombre.
Me ves como si se tratara de una alimaña, me ves como si fuera de otro planeta. Me dejas en situaciones incómodas y que me lastiman. Sin embargo no lo entiendes. Me dejas de lado y te burlas; lo ves gracioso, te parece gracioso donde me encuentro, y que no viene de mi si no de mi pasado, un pasado que no construir yo, un pasado que me impusieron. Sin embargo sigo de pie, viendo tu ignorancia, repudiándola y prometiéndome a mi mismx no caer.
Te veo rezando, intentando salvar de una manera egoísta tu alma y mandando a otros a la condena; veo como eres ciego y alabas al que odia y al que ama lo juzgas. Veo como tu especie va desapareciendo.
Me ves sintiendo y entonces dices que el infierno, me apuñalas cuando puedes, a cada momento en que lo que suceda no lo entiendas o no lo compartes. Me ves débil, me das tareas deplorables que supuestamente están hechas para lxs de mi tipo.
No soy labial.
No soy leñador.
No soy tacones.
No soy corbata.
No soy maquillaje.
No soy Marxista.
No soy capitalista.
No soy únicx responsable.
No soy mexicanx.
No soy latinx.
No soy blanco.
No soy negro.
No soy mezcla.
No soy Homosexual.
No soy Transgénero.
No soy Transexual.
No soy Lesbiana.
No soy Pansexual.
No soy Heterosexual.
No soy Mujer.
No soy hombre.
Soy humano, como tú.
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Otro día
He decidido salir por un café, solo. Me senté y vi a la mesera con demasiada energía, ¡putísima madre! la envidio; en cuanto llegó pedí un americano mediano y cargado, <<sin azúcar, por favor.>>. Saco de mi bolsillo esa cajetilla de cigarros que se que no me hacen nada bien, una caja doblada, arrugada que me trae recuerdos de la noche anterior. Empiezo a recordar. No solo recuerdo la noche anterior; recuerdo todas las noches que mi corta vida me ha otorgado, que he desafiado a la salud, en las que he envenenado a mi cuerpo.
Aún sabiendo, saco otro cigarro. Tras varios intentos logro prender el encendedor, ya casi no tiene gasolina; escucho como truenan los pedazos de tabaco cuando se va consumiendo con el fuego, el humo que me entra lentamente por la nariz al dejar ahí el cigarro me cala, me arde. Mis pulmones inhalan calor, exhalan blanco. Me siento tranquilo. Veo como se consume y no dejo de pensar; repentinamente siento a alguien por la espalda, pasa su brazo por encima de mi hombro y deja un café que saca humo igual que yo, que huele amargo; <<Aquí tienes, (me sonríe) cualquier otra cosa que se te ofrezca me dices ¿va?>>, y hago un gesto de agradecimiento con la cabeza y sonrío vacío. Se retira, tomo la taza, se derrama un poco en el plato en el que se encontraba postrado, lo huelo y cierro los ojos; me quema y seguramente hago gestos mientras en mi mano izquierda el cigarro se sigue consumiendo.
Sigo pensando, tomando y fumando, así durante 40 minutos. Se enfría el café. saco mi cartera que ya tiene basta experiencia en esto y saco dinero, lo dejo en la mesa, me levanto y me voy. Camino dos cuadras mientras me fumo otro cigarro y sigo pensando; llego a mi casa, me muevo rápido a la cocina con un nudo en la garganta y prendo la cafetera.
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