Casi periodista. Casi muchas cosas. Lee mucho. A veces escribe.
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El 16 de octubre se murió mi abuelo, el único que tenía vivo. El viaje hacía él fue una odisea, literal. Tenía que recorrer mil cincuenta kilómetros hasta Resistencia. En el medio de Santa Fe se rompió el auto y tuve que seguir viaje en un remis, que no fue más que un Duna destartalado que respiraba aire caliente. Llegué a la ciudad donde está todo mi árbol genealógico, la ciudad dónde se conocieron mis padres, la ciudad de la que escaparon. A pesar de haber ido de chica, no tenía recuerdos de las calles, de ese calor que te seca el pecho, del olor a pueblo. Hoy terminé de leer "El cielo con las manos" de Mempo Giardinelli y entendí que conozco Resistencia más de lo que creía. Tal vez cargaba en los genes con las palabras, el chamigo, el angau, los lapachos florecidos. Tal vez ya sabía que todo era algarrobo, algodón y el tere bajo un sol que te prende fuego. Tal vez lo sabía, pero no era consciente. Qué lindos son los libros.
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¿Qué decirte?
Si yo pudiera explicarte las cosas, lo haría, pero te juro que no puedo.
Anoche estaba sentada en el patio de mi casa y me suena el teléfono.
"estoy varado en Amaycha del valle porque los caminos están cerrados por lluvia. un cartel dice 360 días de sol. te quedaste sin regalo" y yo me rìo mirando una pantalla. Es que la otra vez le dije que hacía macumbas para evitar las lluvias, me dijo que hiciera una para que no lloviera en su viaje y que si se cumplia me traia un regalo. Así, con ese mensaje, demostró que estoy presente y así, con ese mensaje, dice muchas cosas más.
¿Cómo no querer que vuelva? Mientras disfruto de esta distancia hermosa, de la ansiedad, de los mensajes sin sentido, de su texto a las 2 de la mañana diciendo que estaba tomando vino de los Valles Calchaquies. Mientras me rìo a través de un teléfono. ¿Qué decirte?
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Espuma de las orillas
¿Por qué será que uno siente miedo? Estaba ahí parado, alejado de la gente, con las manos en los bolsillos, mirando las fachadas de las casas de enfrente. Aparecí y sonrió y el miedo se hizo aire. Y la sonrisa fue espuma. Alivio. Te perdiste, che. No, boludo. Me fui para el otro lado. Cualquiera. Y el beso. No lo esperaba. Cortázar me diría que quedé estaqueada en la mitad del patio. Y capaz también me diría que es una forma de amor.
¿Qué es lo que nos trajo hasta acá? Ni siquiera sabía su nombre y eso fue una forma de vergüenza que no sé si voy a soportar. Nos sentamos a tomar unas birras, dije que creía que estaban tibias y me dijo que cuando estuvo en Berlín aprendió que no se la toma tan fría. Con su me fui un mes solo a Europa supe que podría firmar un papel que diga que me quiero quedar con él para siempre, que lo quería llevar a mi casa. La gente que sabe estar sola es la que cuenta.
No quisiera escribir mucho sobre el transcurso de la noche. Las cervezas, la discusión sobre la música de Aristimuño, el amor por los Beatles, la política. Y ese tiempo, esas tres horas, fueron un tiempo dentro de un tiempo, una eternidad de tres horas donde podría quedarme a vivir si el paisaje constante fueran esos ojos miel. Y los besos apretados en el auto, la espuma otra vez, la despedida que no quería, la duda sobre si era momentánea o eterna, y su “nos vemos, claro”, y el alivio otra vez. Ahora sentada frente a esa computadora, mirando las tapas de mis libros, pensando en qué historia es similar a esta, buscando la forma de contarla. Sólo creo que estoy idealizando y que tal vez de alguna forma sea un error esperar algo, pero también sería un error dejarlo ir.
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Sí, se puede extrañar mucho a alguien a quien nunca conociste. Eso es la música.
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Revisábamos instantáneas polaroid. Mucha gente sonriente, con vasos transpirados y anteojos modernos. Te pregunté dónde conseguiste la birra porque en la barra no había más. Y me dijiste “no me acuerdo”. Tiré un chiste, no sé por qué siempre tiro chistes, capaz es el mecanismo de defensa que desarrollé para protegerme de los tipos como vos, linditos, de ojos miel que te atraviesan con la mirada; o capaz de verdad me creo graciosa, andá a saber. Te reíste fuerte, con una carcajada. “Tendrías que hacer stand up” dijiste ante mi humilde despliegue de simpatía. Fuimos al patio, hablamos de fútbol, de Los Simpsons y de esos oficinistas que festejaban el cumpleaños de su empresa, ni vos ni yo sabíamos qué hacíamos ahí. Venías del sur ¿Remedios de Escalada, conoces? Y respondí que había pasado sólo con el tren. Hacía calor y de repente aparecieron los porrones, me arrinconaste contra la pared, sos hermosa, basta, boludo, mañana te olvidas de todo, no seas así, dame tu teléfono, anotá. De repente nos íbamos a casar, a tener dos hijos, Almendra, por el Flaco y Lucio por el nene de Gladiador. Y no soltabas mi cintura, y no podía sostenerte la mirada, qué lindos ojos, la puta madre, quería quedarme a vivir ahí. Podría viajar toda la vida a Remedios de Escalada y me la pasaría cantando canciones de León Rogani, que es de Adrogué, pero es casi igual y sus letras son sobre el amor en la estación Constitución, pero esto, toda esta locura instantánea, como esa foto polaroid que nos sacaron, duró hasta que me besaste en el auto y crucé la puerta de mi casa.
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Vos
El mar toca la escollera
una y otra vez.
Un cigarrillo se deshace en tus manos,
estás helado
Te miro y ahí estás
el de siempre
el que todavía cree
el que camina a la utopía.
Acá estamos, frente a este mar
que nos vio crecer.
Tengo la cara congelada,
pero acá estás vos.
Somos más grandes que este mar.
Somos lo que hacemos desnudos,
incluso cuando estamos vestidos.
Porque estos cuerpos se reconocen.
Porque soy con vos,
porque sos conmigo
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All you need is love
Escribir –sobre todo pensar- el amor es adentrarme en un rincón oscuro de mi misma, pero esta semana varias cosas me pasaron por la cabeza, cosas que intentaré ordenar y explicar.
El 15 de septiembre Adolfo Bioy Casares hubiera cumplido 100 años. Ese motivo, y otros que tal vez no sean conscientes, me llevaron a una vieja librería de la calle Suipacha para comprar un ejemplar de “Dormir al sol”, novela que hace casi 10 años pedí prestada en la biblioteca de mi barrio. No voy a dar vueltas sobre la historia, simplemente explicaré que Lucho, el protagonista, es un relojero que vive en un pasaje de Villa Urquiza cuya esposa, de un carácter más bien indomable, debe ser internada en un hospital y ser sometida a una nueva terapia para que le mejore el carácter. A su regreso, Lucho descubre que los ojos de Diana han cambiado y que lo miran como si quisieran descubrir algo. Lucho cree que le han cambiado a la esposa, y aunque su carácter se haya vuelto adorable, quiere que le devuelvan a la vieja Diana. Un cambio de alma es lo que le han hecho a la mujer. Al enterarse de este nuevo tipo de tratamiento, Lucho pide que le devuelvan a la esposa porque a pesar de que siempre pensó que su amor era hacia el físico de su mujer, descubre que también estaba enamorado de su alma, aún a pesar del mal carácter.
¿Cómo uno se enamora de los defectos? Esa misma semana llegué a un link (http://www.larepublica.pe/columnistas/llamada-perdida/existir-para-amar-19-09-2014 ) que a su vez me llevó a una columna de Gabriela Wiener titulada “Existir para amar” donde reseña un libro que ensaya las relaciones amorosas de algunos intelectuales reconocidos. El caso -el amor- entre Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre han sentado las bases de algunas relaciones amorosas actuales pero no han logrado escapar al cliché romántico. La autora se pregunta ¿cómo encajar la libertad individual con la plenitud afectiva? ¿Cómo hacer posible una comunión de individualidades? Y ella misma tiene la respuesta: “sólo abrazando nuestras felices contradicciones”.
Estas dos lecturas me hicieron pensar en la complejidad de las relaciones, en lo diverso que puede ser el amor. ¿Cómo se tolera el silencio de la mañana? ¿Cómo es que se entrega la intimidad por completo a cambio de una compañía eterna? ¿Cómo dejar que la soledad sea ocupada por otro individuo? Cada vez disfruto más de mis lecturas silenciosas, de la música como única invasora de mi silencio, pero a veces algo falta. Y es complejo pensar que otro puede venir a llenar el vacío porque creo (o creía) que cada persona es su entero, no la mitad de algo y que puede comulgar con otro entero. Acá nadie falta a nadie, ni completa una mitad incompleta. Tal vez dos enteros ocupen más espacio que uno solo y que eso sea grato. La respuesta está en la pregunta. Amor.
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"Empecé a leer a Sergio Olguin" le dije a una amiga hace casi un mes. Y de repente leí las dos novelas que tienen a Verónica Rosenthal como protagonista, y me quedó un vacío terrible. Pedí prestada una selección de cuentos alt lit, que vendrían a ser cuentos oscuros de vidas oscuras sumergidas en el capitalismo actual. No me gustó. Compensé con "Dormir al sol" el día que ABC hubiera cumplido 100 años y la lectura fue igual o más luminosa que aquella vez que pedí prestado un ejemplar en la biblioteca de mi barrio. Ayer empecé "Los Topos" de Félix Bruzzone, lo terminé de leer en el vagón de un subte colapsado. Todavía estoy atando ideas, pero me quedé pensando que no hay momento de mayor vacío como ese en que el punto se vuelve página en blanco y después contratapa.
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8 años sin Jorge Julio López.
¿A qué te podés acostumbrar?
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Alt Lit
La luz del sol se hace intermitente a través de la ventana del tren. Las letras se diluyen. ¡Oh, alt lit que no te dejas ver!
Un hombre puntea en su guitarra un chamamé conocido, mi compañero de asiento sigue el ritmo con los dedos sobre sus rodillas. Monedas no tengo. ¡Pobre trovador ambulante! La guitarra queda muda. Todo el vagón aplaude. Todo tan criollo y yo con este libro trash que el sol no me deja leer.
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Hasta mañana
Dormís. Tu pecho sube y baja. Tenés una expresión de paz que me hace sonreír. Te miro. No puedo dejar de mirarte. Te besaría de nuevo, como recién que te besé la frente y me dijiste “hasta mañana”. Hace mucho que te quiero y nunca te lo dije. Siempre me sentí una sombra detrás de un hombre inalcanzable, un hombre que siempre me sacó una sonrisa, un tipo inteligente que sabe bien a dónde va. Seguro sea eso lo que me gusta de vos, además de esos ojos claros que se esconden bajo unas pestañas hermosas. Y la sonrisa, no sé, no puedo ni describirla, pero daría todo por esa sonrisa.
Y resulta extraño que a pesar de todo no nos conocemos. No sé si seguirás escuchando a Ismael Serrano, si decidiste dejar de escribir y que toda tu vida sea detrás de un lente. No sé si dormís con alguien, si amás a alguien, no sé cuál es tu libro favorito. ¿seguirás pensando que “las venas abiertas de américa latina” te cambió la cabeza? ¿seguirás leyendo? ¿seguirás cargando con el mate en la mochila? No sé. Vos tampoco ya me conocés. Crecimos, y separados. No sabés que escribo más o menos bien, según dicen, porque yo, ya sabés, siempre creo que le falta una vuelta. ¿será que la vida es eso, nunca estar conforme? Leo, leo mucho pero también tengo momentos es que todo es blanco. Ahí de repente todo se hunde, siento en los pies como todo se deshace, se vuelve arena, desaparece. Pero vuelvo, salgo, todo porque empecé a leer y de repente vuelve todo. Vuelve mi mundo que no está más que en mi cabeza. Y las ganas de escribir aparecen y de bajar al blanco y llenarlo de letras.
No quiero dormir. No puedo dejar de mirarte. ¡Te quiero tanto, desconocido! Hacía tiempo no sentía tu piel así de cerca. Quisiera despertarte y decirte que quiero estar toda mi vida así, con vos al lado, tan puro. No sabés cómo te quiero. ¿Por qué habré estado todo este tiempo sin vos? Tal vez en un rato nos despertemos, nos demos un beso, tomemos unos mates y me tenga que ir a trabajar. Y no voy a querer cruzar la puerta porque seguramente esto no se repita, porque es lo que siempre hacemos. Nos despedimos siempre. Y nunca hay un hasta pronto. Y te quiero, Nico. No sabés como te quiero. No puedo dejar de mirarte, no quiero perderme de ningún movimiento tuyo, de esas manos que me acariciaron hace un rato y que ahora están debajo de la almohada. Alguien alguna vez te habrá dicho que dormís como las criaturas. Pienso que está bien, que en parte es lo que sos, un chico en envase de hombre. Ojalá nunca pierdas esas ganas de soñar. Ojalá me dejes soñar al lado tuyo.
Sé que mañana todo esto será para cubrir el blanco de una hoja. Me quedaré pensando por días en cuál sería la forma correcta de no asustarte, porque sé que asusta, yo también tengo miedo. La vida sería divina si fuera con vos. Y no digo divina en el sentido de dioses, porque no somos más que humanos que nos equivocamos todo el tiempo, yo misma me equivoqué al ocultar todo esto. ¿Te habrá pasado lo mismo? El miedo paraliza, dicen, pero si tan sólo me dejaras quererte, si tan solo pudieras regalarme esos ojos todas las mañanas…
Recién me miraste, me preguntaste por qué no dormía y qué te voy a decir. No puedo decirte que no quiero dormir por miedo a que se termine. Por miedo a mañana tener que ser alguien que no soy, porque creo que siempre mi mejor versión será esa que todos vean cuando estoy con vos. Y me puse re cursi, nunca soy así. Soy una mala novela que venden en la estación de tren. Mejor me dedico a mirarte dormir. Ojalá me regales muchos mañanas. Hasta mañana, Nico.
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Poné este tema de Harrison y sé feliz porque all things must pass.
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Cien
Un tablón uniendo dos ventanas, un paraguas abandonado, una maga sin poderes. Cinco poemas para Cris, marihuana, jazz, Johnny Carter. Una flor amarilla, un río, la continuidad de los parques, todos los fuegos. Un cronopio, las cartas a mamá, las puertas del cielo. Conejitos, golondrinas, un mirlo. Una autopista al sur, las babas del diablo, palanganas, piolines y rulemanes.
Glenda, Lucía, Pola, Talita, Andreé. Buenos Aires, París, Montevideo, Nicaragua. Un tal Lucas, un Traveler que nunca cruzó la frontera, el libro de Manuel y el diario de Andrés Fava. Horacio.
Una piedrita, la punta de un zapato. El Cielo.
#Julio Cortázar#100 años#rayuela#cortazar quotes#cumpleaños#la maga#horacio#final del juego#bestiario
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"Ahora escribo pájaros. No los veo venir, no los elijo, de golpe están ahí, son esto, una bandada de palabras posándose una a una en los alambres de la página, chirriando, picoteando, lluvia de alas y yo sin pan que darles, solamente dejándolos venir. Tal vez sea eso un árbol
o tal vez el amor"
Fragmento de "Cinco poemas para Cris" de Julio Cortázar
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