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Sulphurum Aela
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"No los perdones. Pero no porque no merezcan perdón, sino porque no merecen la paz." [Indie | Alchemist | RPG]
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alchemist-labbe · 3 years ago
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Keiths Tower, Aberdeenshire, Scotland
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alchemist-labbe · 5 years ago
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II. Give me war
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Al cruzar la entrada al primer pasillo pudo notar que los guardias se habían duplicado tanto como los rostros nuevos, lo que le llevó a preguntarse qué tan paranoicos estaban en el Conclave para tomar tales medidas de seguridad. Si bien la amenaza de guerra era inminente, no lograba entender a qué le temían tanto como para encerrarse.
Mas de lo usual cabe decir.
Cuando el ministro Ely se acercaba a las puertas principales, notó cómo se abrieron únicamente cuando el anciano uso su Alquimia sobre ellas. Divertida se dio cuenta que subestimaba la paranoia colectiva. Sin contar que, al abrirse las compuertas, al otro lado de ella descansaba otro grupo de guardias que apenas notaron su entrada, de forma casi disimulada, los siguieron al hall principal. La estructura había cambiado ligeramente desde la ultima vez que estuvo en el lugar, notó los nuevos símbolos rodear el domo de cristal superior y supo que no era obra de ningún miembro o ministro del Conclave.
Creía conocer a Athan lo suficiente como identificarlo en su lectura de Círculos de Transmutación.
Ipherium hizo un sonido apreciativo con la garganta mientras miraba los detalles y colores nuevos, luego miró directamente al ministro con una ceja alzada y él supo por qué lo hacía.
—Interesante—comentó con un tono divertido, a lo cuál él solo frunció los labios, sin decir nada��. Decoración nueva, qué moderno.
Se desviaron por unos de los tantos pasillos del lugar, serpenteando de las diferentes habitaciones hasta que logró vislumbrar la cámara Mayor. Aunque era el lugar mejor protegido, esta vez la presencia de guardias era prácticamente nula, por lo que adivinó que Athan había modificado el centro del Circulo e incluso los círculos de los cuartos colindantes.
Se preguntó si había sido por voluntad propia o si el Conclave había suplicado su participación, de cualquier manera, le resultaba divertido.
El ministro Ely se detuvo y el resto le siguió, Tzel y los gemelos que caminaban casi de puntillas detrás de ellos se pararon en seco y esperaron a lo que el hombre tuviese que decir.
—De aquí en más, seremos solo Jer Aëla y yo. —Con su mano señaló a la esquina donde las ventanas les permitían ver la extensión del jardín del ala sur y al mismo tiempo la puerta de la cámara al traspasar el hall Teomal—. Por favor, esperen aquí hasta que termine la sesión. Asumo que no he de repetirles que se comporten y no hagan nada que resulte sospechoso, ustedes más que nadie sabe la… tensión que hay en nuestra nación actualmente y tener tres soldados causando problemas no es bueno para su reputación, ¿no cree, Jer Aëla?
Ella encogió los hombros, desinteresada.
—Haced lo que queráis. Después de todo, ustedes son unidades autónomas y no necesitan que les digan qué hacer. —Se le quedaron viendo casi con la boca abierta, a diferencia del ministro que tensaba la mandíbula en desacuerdo. Desautorizar a una autoridad Mayor como si fuera cualquier cosa no era algo inteligente de hacer, pero desobedecer a Ipherium era peor, por lo que asintieron con firmeza entendiendo que su líder confiaba en que harían lo correcto de ser necesario—. Pero si me causan problemas, me aseguraré que no me estorben nuevamente. ¿Bien?
Tzel, Lar y Nib asintieron tensamente, los ojos de Ipherium eran distantes y oscuros, era la clase de mirada que solo veían cuando estaban en el campo de batalla y conocían demasiado bien a la Ipherium soldado como para meterse con ella.
—Genial. ¿Ministro?
Ely les dedicó una última mirada y continuaron su camino. Las palabras que había dicho resonaron en su cabeza, el hombre podía entender que no era solo a sus subordinados a quienes las dirigía, sino a él, a todos. Por eso la tensión que pululaba en su entorno no le permitía bajar la guardia.
—¿Me explicas a que voy exactamente? Dudo que sea por “incumplimiento de suspensión” como lo anotaron amablemente en la carta. Creo que tienen mejores cosas que discutir en vez de perder el tiempo en ese tipo de asuntos, y de los cuales, por si acaso, se encarga la milicia.
—Es un poco complicado.
—Para ustedes todo es complicado. —Se giró para dedicarle una sonrisa, sus ojos estaban llenos de malicia cuando volvió a hablar—. O podrías decirme por qué repentinamente queremos guerra con el Este, si es que el otro asunto es demasiado complejo.
Ely se carcajeó, debió haber escuchado las advertencias de Myatt respecto de su nieta. Tenía demasiado buen ojo como para que la pudieran engañar.
—Recuerda que siempre hemos querido guerra con el Este y la extensión de nuestra tierra ha sido prioritario desde los tiempos antiguos.
—¿Pero por qué ahora? —Esta vez bajó la voz, la risa de su expresión desapareció cuando el anciano encontró sus ojos—. Dime, ministro Ely. ¿Alguien trató de robar la Reliquia de la Raza del Este?
Se quedó clavado en su sitio y la observó, contrariado con decir algo. Ipherium pudo notar que su energía se había cerrado y trataba de no dejar aberturas de Recitación. Tenía que darle crédito, era lo suficiente desconfiado como para no permitir que nada ni nadie leyera su mente.
—¿Qué te hace pensar eso? —le preguntó, relajando su semblante.
—Ihriam ha intentado por un montón de años mantener la paz con ellos y es lo que mantuvo la frontera sin conflictos. Además, antes de que me fuera, repentinamente cerca del Sur nos encontramos con ataques de antiguas tribus, sobre todo de la más grande…  y el Conclave no me quería aquí. —Se tocó varias veces la cabeza con un dedo—. Es eso o… alguien estuvo cerca de conseguir la Reliquia de esta nación, lo cual sería difícil, pero de cualquier forma no creo que eso importe, ¿o sí?
—Es una buena excusa —concordó él y ambos entendieron a que se refería.
Era una buena excusa para invadir, tomar todo y justificarla como un acto de defensa ante la provocación, sin importar si la intención de robar la Reliquia en cualquiera de las naciones había sido genuina o no.
De todas maneras, la intención detrás de la sesión no justificaba el por qué estaba ahí y la gran necesidad de su presencia. Lo que la llevó a sospechar del verdadero propósito en la inminente guerra.
Continuaron caminando en silencio, Ipherium volvía a lucir divertida lo cual llevó a Ely a hablar nuevamente.
— ¿Te importaría de alguna forma detener la guerra?
Ella lo miró como si lo que preguntaba fuese absurdo.
—Claro que me importaría—bufó y se pasó una mano por el pelo—. No juegas para perder.
—Porque amas ganar, ¿no? —alzó las cejas como si entendiera un chiste que hace tiempo pasó por alto—. Lo has hecho por nosotros durante toda una eternidad, y cualquiera diría que tú has construido esta nación. Pero al final del día no importa la razón de por qué lo haces, dado que solo te mueve la guerra.
Si no la conociera lo suficiente diría que la sonrisa en su cara era de pura autosatisfacción, pero el motivo de diversión era demasiado diferente al orgullo patriótico que él pensaba.
A ella simplemente no le interesaba como objetivo principal invadir para obtener tierras, pueblos, cultivos, etc., era demasiado estúpido y superficial. A ella le interesaba pelear una guerra que jamás se había intentado, que jamás se pensaría victoriosa. Ganar algo imposible porque el resto no era más que un resultado de ello.
Cruzando la puerta de la cámara Mayor tuvo a su vista a los Ancianos del Conclave, el lugar estaba iluminado por varios candelabros dorados colgando del techo y cerca de los pilares que sostenían la estructura. Era la única habitación que no tenía ventanales y las razones eran obvias. El piso estaba hecho de loza fina y oscura que reflejaba la luz sobre ellos, y solo en el centro del cuarto, en un gran Circulo Alquímico, el piso era completo de piedra.
El cuarto dejaba completamente bloqueada la Alquimia de cualquiera que entrara.
Los miembros se levantaron y el ministro Ely les dio una reverencia, Ipherium lo copió, pero se enderezó casi en el mismo movimiento. No le interesaba mostrar respeto a aquellos que no sentían lo mismo. Escaneó rápidamente el lugar y cerca de los Ministros pudo ver a su abuelo con los otros Consejeros, su rostro lucía neutral pero podía notar la leve sonrisa en sus labios.
En algún momento el ministro Ely desapareció para volver a su sitio y ella caminó al centro del lugar, la murmuración se iba apagando a medida que se acercaba a todos y al cabo de unos segundos todo ruido cesó. Observó a Niah y Eday, los miembros y mediadores Principales del Conclave, levantarse y mirarla con curiosidad.
—Presente Ipherium de Aëla, descendiente de Sul, Jer de la Unidad Central. —Eday inclinó la cabeza como saludo y tomó los documentos de su escritorio cuando terminó de revisarlo—. Dado que el Conclave esta completo, comenzamos. —Todos a su alrededor asintieron—. Por el informe entregado, la sesión preliminar determinó que ha incumplido su estadía fuera de su cargo, de acuerdo al tiempo límite y en consideración a su solicitud. —Miró a su alrededor y sacudió las hojas para dejar en evidencia la información leída—. Lo cual se concedió, ya que Jer Aëla de acuerdo a sus funciones ha dirigido los investigativos de amenazas que puedan referir la conexión de nuestro portal con Demak, o como se registró, la Tierra. Debido a los reclamos presentados por el Conclave y el Director, se hizo un informe para debatir este hecho, así que os doy la palabra de para explicar lo sucedido.
Eday se paseó por su lugar hasta rodear el escritorio y se recargó, cruzando los brazos. Cuando vio que nadie hablaba, miró a Ipherium con las cejas alzadas, sorprendido de la actitud de los miembros cuando no hace un par de horas no había forma de silenciarlos.
Parecía que, a pesar del descontento general con la Alquimista, nadie se atrevería a ir contra ella.
Suspiró, verdaderamente eran unos cobardes.
—Este Conclave, Jer Aëla, considera que su comportamiento e interés por estar lejos de casa, interviene con su desempeño para representar los intereses actuales de nuestra nación. Sin contar con su salida en un momento crítico para nosotros. ¿Tiene comentarios al respecto?
Ipherium encogió los hombros.
—El Conclave tomó la decisión por sí mismos y no hubo consentimiento de mi parte en ella, así que ¿he de comentar sobre ellos o lo que refiere de mi solicitud de salida? —Ladeó la cabeza con cansancio, con solo escuchar la estupidez del informe y ver el circulo impidiéndole leer el flujo de energía a su alrededor, sentía palpitar las sienes—. Por lo que veo, el informe no llegó a sus manos sino hasta ahora. Y dado que este tipo de asuntos se encarga directamente el Ej��rcito Central, porque son asuntos internos y exclusivos… —Hizo una pausa para acentuar su dicho, esperando que alguien la contradijera. —No entiendo que hago aquí, específicamente por la clase de cargos absurdos con las que se me cita. Además, el Ejercito solo informa al Conclave de sus asuntos, de otra forma se requiere una Corte con los Ministros y Principales.
—El Ejercito aún en su autonomía depende del Conclave—comentó con sorna un miembro a su lado. Podía ver por su rostro que estaba entrando en la indignación por lo que escuchaba.
—A menos que se trate de pactos entre Naciones y estrategia de Conquista, claro—aceptó Ipherium, girándose a mirarlo—. Sin embargo, su determinación de sacarme por tiempo ilimitado y sin razón aparente en una sentencia de la cual no tienen autorización es completamente ilegal.
Por supuesto, la mitad del lugar estalló en quejas y gritos enfurecidos, ya que los acusaba directamente de no tener la legitimidad en sus decisiones. Lo cual era cierto. Ellos no tenían poder de autorizar o negar la salida de nadie en el Ejercito porque invalidaría la gestión general de este y las ocupaciones del Conclave requerían priorizar la paz de la nación y la estabilidad para el resto de las personas.
—¡Esto es indignante!
—¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Expúlsela!
Los Principales trataron de calmar nuevamente a los miembros y llamar su atención, a lo lejos escuchaba a los ministros murmurar entre sí y a Ely haciendo todo lo posible por no reír. El Consejo estaba completamente en silencio y miraba la situación desenvolverse con calma.
—Por favor, silencio. —Niah se levantó finalmente y solo con su presencia el resto comenzó a poner atención—. Jer Aëla ha expresado su opinión del tema, lo cual se solicitó sin prohibiciones. En este momento se discute la conclusión del caso y les pido ser respetuosos con los miembros, la sesión anterior nos dio suficiente tiempo para discutir y ahora solo determinaremos qué hacer.
—Disculpe, Principal. —Un hombre delgado y canoso alzó la mano, su rostro mantenía una sonrisa calculada y sus ojos oscuros, demasiado conocidos para Ipherium, le dedicaron una mirada burlona como si disfrutara el alboroto—. Si me permite, creo que la molestia general de los miembros al ser incriminados de esta forma es comprensible. El Conclave nunca ha tomado decisiones por parte del Ejercito, pero esta vez fue solicitada nuestra ayuda del Director Nod Semaki. Todos aquí presentes saben que la autoridad del Ejercito es absoluta y jamás podríamos involucrarnos de forma voluntaria…
—Sí, Koryan, eso lo entiendo. —Eday asintió, pero no se veía convencido—. He leído la carta del Director en el informe y estoy al tanto que él es responsable del tema, sin embargo eso no responde las dudas que os hice en la reunión anterior. El Conclave tiene el caso del Este como prioridad y desde entonces hasta ahora lo sigue siendo, lo que no sé es si usted entiende que una parte de nuestra nación está siendo amenazada y muchos de nuestros ciudadanos han perecido bajo el filo de nuestro enemigo que toma terreno lentamente. Lo cual es inadmisible para este Conclave permitir que dicha situación siga afectándonos.
El Principal juntó sus manos y observó a Koryan Majeed con el ceño fruncido, el vejestorio tenía los labios apretados y su aura de salvador se esfumó rápidamente.
—Princip….
—Entiendo que el tiempo fuera del cargo ha sido traspasado y mi opinión del caso es que usted Jer Aëla retome sus funciones en cuanto cumpla con el castigo asignado por los Ministros. —Ipherium le sostuvo la mirada mientras hablaba y no dijo nada, los castigos no le importaban demasiado porque siempre significaban más horas en el campo y eso jamás había sido un problema para ella—. Pero dado que el Conclave decidió prohibir sin autorización de los Principales la entrada en el Portal a través de la Orden una vez se retiró, la eximiré de la molestia.
—Pero Principal, no es correcto que…
Niah levantó la mano para callarlo y miró a la Alquimista con rostro amenazante.
—Debido a la negligencia de ambas entidades en las que confiamos ciegamente para nuestra protección, hemos decidido que serán sancionadas y suspendidas. Jer Aëla, si bien los Ministros presentes han decidido asignarle la Rebelión del Norte y desvincular temporalmente su autoridad de la Unidad, consideramos que su presencia en el Este es más importante. Por eso en diez días se trasladará para ocuparse de la amenaza y una vez terminada, se presentará nuevamente con los Ministros y tendrá una Corte que decidirá su camino.
Ipherium frunció las cejas y con expresión confusa avanzó un paso.
—Disculpe.
—Oh, ¿tiene algo que decir? —Niah le dedicó una sonrisa, pero no había alegría en ella.
—Sí, claramente —respondió sin chistar, ladeó la cabeza y miró a los ministros, en especial a Ely, que parecía estar demasiado entretenido con todo—. Asumo que si han decidido enviarme al Este, Mig Ahddar está al tanto, ¿no? Dudo que hayan tomado esa decisión sin considerar lo que significa, ya que actuar sobre otra autoridad crea demasiados conflictos territoriales dentro del mando.  
Ely se levantó tomando la palabra.
—Mig Ahddar será informado dentro de tres horas en cuanto termine la sesión. Y la Unidad sigue a su cargo. —Como siempre actuaba como el mejor negociador con su semblante confiado y gestos gentiles. Lo cual lograba irritarla—. Y respecto del mando, no habrá conflictos si es lo que le preocupa, Jer Aëla. Tampoco tendra conflictos familiares por esto. —Encogió los hombros—. Si bien los ataques ocurren en el Este, el enemigo se aparece constantemente cerca del Sur, pero las amenazas han sido lo suficiente inteligentes como para nunca traspasar el territorio.
Ella asintió una vez, entendiendo a que se refería.
—Lo que los deja con las manos atadas porque el Este es responsabilidad del Ejercito Central y mientras no sean atacados no tienen razón de actuar.
—Exacto, usted entiende bien, Jer Aëla. De todas formas, si la situación lo requiere…—Se dirigió a los Principales, esta vez la seriedad que correspondía a una persona de su posición—. Autorizaremos a Jer Aëla a disponer del mando en el Sur sin limitaciones.
—¡Un momento! —Azela le dio un golpe a su escritorio y se apresuró al puesto de los Principales—. ¡Esto es inaudito! ¿Cómo es posible que estéis disponiendo de tal territorio a un soldado al cual debéis castigar? Disculpe, Ministro Ely, pero la decisión que estáis tomando es completamente imprudente.
—¿Imprudente? ¿Entregar la responsabilidad al soldado más competente para terminar una guerra de la cual os ha tomado meses en resolver? —Le dedicó una mirada de fingida confusión—. Por favor, Mig Azela, si finalmente han logrado tener una solución justa infórmela a todo el Conclave, de otra forma no estorbe en lo que respecta la protección de nuestra Nación. A los Ministros no nos interesa la rivalidad que tengáis con Jer Aëla o cualquier otra autoridad. ¿No están de acuerdo? Soliciten una sesión y resuélvanlo, mientras pasa el tiempo seguiremos trabajando y esperaremos a considerar su acuerdo.
La mujer se quedó pasmada, sin saber qué responder. A su alrededor el silencio era sepulcral, los miembros se miraban y cuchicheaban entre sí, nadie se atrevía agregar algo más. Ipherium consideraba toda la parafernalia una molestia, porque podía predecir la intención de los Ministros.
Cuando Ely volvió a hablar, le quedó claro.
—No creáis que Jer Aëla esta siendo favorecida de alguna forma, porque si no triunfa en su cometido será destituida. —Aquello llamó la atención de todos e Ipherium no pudo evitar rodar los ojos. Predecible, era demasiado obvio para ella que la preferencia no se inclinaba para nadie que no hiciera lo que ellos querían—. ¿Está bien? ¿Es suficientemente justo para ustedes?
De nuevo, silencio.
—Ahora que hemos dado por sentado ese tema, terminemos con esto—Eday se frotó la cara con cansancio, sabía que de aquí en mas otro caos debía ser controlado—. Considerando que el Director Nod Semaki no logró cumplir las obligaciones de su cargo será destituido de su puesto y lo reemplazará Jul Bod-Akeem como nuevo Director. Y considerando que los Ancianos del Conclave se involucraron ilegítimamente en decisión de un Jer, el Regente involucrado, Koryan Majeed, será suspendido y el Ministro Ely tomará su lugar. De esta forma, evitaremos conflictos y nos ocuparemos del caso que está en nuestras manos.
Ipherium simplemente dejó de escuchar el alboroto a su alrededor, por lo que se encaminó a tomar lugar en la tribuna. Estaba evitando a toda costa carcajearse, porque las caras de los Ancianos se le antojaban de los más graciosas. Y a pesar de que trató de contenerse lo mejor que pudo, la mirada furiosa del vejestorio Majeed logró que su cara dejara escapar una sonrisa.
Como estaba sentada cerca de los Consejeros, pudo escuchar como alguien aclaraba su garganta en medio del caos de voces y gritos de desacuerdo. Obviamente sabía quien era, y con mayor razón no quería voltearse a verlo.
Suspirando, comentó:
—¿Disfrutas el espectáculo?
Su abuelo rio por lo bajo y asintió, el ronco sonido le provocó cierta paz y luego de largos segundos lo miró.
—¿Resultó mejor de lo que esperabas? —Se inclinó hacia ella con las cejas alzadas—. Como siempre la mayoría del Conclave votaría a favor tuyo.
—¿Eso crees? —resopló y se colocó un mechón detrás de la oreja—. Es más una apuesta de ruleta que otra cosa. Me lanzan a lo que sea y aunque muera, nunca perderán nada.
—No apostarías por algo en que no crees te dará ganancia. —Myatt se acarició la barba con cara pensativa—. Y los Aëla jamás hemos defraudado como buena inversión.
Ipherium lo observó un con gesto asqueado.
—Qué hay con estas expresiones tan… —movió su mano de forma vaga—. Tan de la Tierra.
—Solo pruebo tu humor, quiero ver que tan acostumbrada estás después de tanto tiempo. —Le dio un golpe a su nariz y ella rodó los ojos, su abuelo era un sentimental—. Pero veo que Athanaj ha sobrevivido más en ti que en cualquiera. Lo cual es bueno, gran indicador de lealtad.
—Oh, por favor—escondió la cara en sus manos, el anciano la sacaba de quicio—. Realmente no tengo animo para esta conversación.
—Ya lo creo, y con las continuas conspiraciones de los Ancianos para moverse dentro del Ejercito debe ser cansador.
—¿No lo sabremos nosotros? —murmuró, observando en la distancia a Koryan y Niah discutir en furiosos susurros mientras Ely solo estaba en silencio a su lado. El resto hablaba caóticamente entre sí o trataban de cruzar palabra con Eday, que lucía poco dispuesto a darles en el gusto—. ¿Has hablado con Ahddar?
Myatt la miró.
—¿Por qué preguntas?
—Porque conozco al Anciano Aëla. El Consejo es lo suficiente poderoso y astuto como para convencer a los Ministros, y la mayoría de ellos te idolatra. —Hizo una mueca de fastidio—. Harían lo que fuera por consentir tus caprichos.
—No necesito hablar con mi nieto para eso y el Consejo sabe lo que es correcto. —Se recargó en su lugar con los brazos cruzados, cualquiera diría que se concentraba sobre lo que ocurría frente a él—. Ahddar debería haberse hecho a la idea que llegarías a su territorio aún ignorando tu sesión con el Conclave. Sabemos que el conflicto con el Este fue provocado, y él debe entenderlo mejor que nadie ya que conoce demasiado bien el pacto… Ahora no sé cómo digerirá lo del mando…
—Supongo que me encargaré de ello cuando suceda.—Sabía que el chico no daría su brazo a torcer, era demasiado parecido a su padre. Lo que le recordaba—. ¿Qué hay de Haren?
Su abuelo frunció los labios con expresión molesta.
—Ah, sí, ese vago… me parece que lo vieron en el Norte hace unas semanas atrás…
—Al menos sigue vivo —comentó con diversión, lo que a él no le hizo gracia. Haren siempre le había sacado canas a su padre por ser tan liberal y despreocupado. Al punto de haber luchado contra su Nación solo para dormir con la heredera de la tribu Emat, prácticamente ignorando que su padre lo había salvado de la ejecución. Ah, qué juventud—. Es más de lo que podríamos decir de aquella vez que navegó a las Islas Ukitec para buscar la reliquia de los templos y casi muere.
—Ni me lo recuerdes. —Se inclinó a su izquierda y le murmuró algo a su compañero, quien asintió y se levantó en dirección a los Principales—. Lo único que sé es que no lo veremos por un buen rato. No deberías preocuparte por eso de todas formas, Ahddar tiene todo bajo control.
Al cabo de unos minutos los Principales dieron por terminada la sesión, por la expresión de Eday y Niah podía imaginar que no había acuerdos con los Ancianos y aunque no parecía preocuparles no evitó que se vieran agotados.
Su abuelo seguía charlando con la persona a su lado y murmuraban para sí cuando Majeed apuntaba con su dedo en su dirección y se quejaba con sus seguidores lamebotas. Podría haberle dado más importancia sino fuera por Niah. La Principal se paró frente a ella y le dedicó una sonrisa, por supuesto no la clase de sonrisa que le darías a un amigo sino la que le darías a un niño que te resultaba molesto y aun así debías disimular amabilidad.
—Espero oír buenas noticias de usted, Jer Aëla, de lo contrario sería una pena no ver su rostro por aquí.
Ipherium no se esforzó en responder y se limitó a mirarla, prefería fastidiarla antes que darle en el gusto de pensar que le importaba qué podía o no hacer para deshacerse de ella.
Obviamente lo logró, Niah apretó los labios y se rio molesta.
—Esperaré tu informe y no nos des problemas Ipherium, si pasa no hay nada que tu abuelo pueda hacer para salvarte.
Lo observó marcharse y esta vez la voz de su abuelo la distrajo.
—Bueno, que no te dan un respiro, ¿eh? —Myatt recargó la barbilla en su hombro en tanto cruzaba sus brazos a su alrededor para darle un abrazo—. Tienes mucho trabajo que hacer.
—¿Tú crees?
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alchemist-labbe · 5 years ago
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alchemist-labbe · 5 years ago
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alchemist-labbe · 5 years ago
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Niệm Vân is a Vietnamese artist whose Chinese-influenced art style has given her historical arts a more ethereal and angelic feeling.
Source:  Niệm Vân NIAYU
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alchemist-labbe · 5 years ago
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alchemist-labbe · 5 years ago
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II. Enemies ahead.
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Tzel tenía ya diez minutos mirando el paisaje cerca del camino al portal, el aviso recibido por su superior movilizó a prácticamente toda la milicia de su mundo y a ella para hacer que se concretara dicha misión a la perfección. Se había encargado incluso de recoger personalmente la citación del Conclave para que asistiera a la reunión del mediodía.
Y aunque era un simple pedazo de papel que llevaba escondida en su chaqueta, parecía pesar toneladas. Suponía que el Conclave no quería darle ni un respiro a Sílex (como se hacía llamar fuera de Athanaj) luego de haber incumplido, según ellos, el tiempo de suspensión en su cargo.
Y dado que Tzel era la única autorizada para cruzar el portal por orden de Sílex, llevar las malas noticias era terriblemente complejo dada la situación en su tierra.
Cuando escuchó el susurro del suelo y el crujido de las ramas caídas dentro del bosque, pudo notar con alivio la energía de ambos alquimistas.
Había pasado tiempo desde que los había visto o siquiera cruzado palabra con ellos, así que cuando vislumbró las siluetas le costó un poco reconocerlos. Sobre todo, a Sílex. Se acercaban lentamente, sin prisa mientras parecían conversar de algo que hacía contraer la cara de Stavros como si le doliera algo.
Se mantuvo en su lugar hasta que notaran su presencia, los observó atentamente y notó de inmediato el cambio físico apenas tocaron las marcas desde donde comenzaba el radio del portal. El cabello de Stavros se volvió mucho más rubio y creció casi diez centímetros de su altura, se veía mucho más saludable incluso con las cicatrices en su cara.
Sílex por otro lado tendía a hacer cierta mueca cada vez que entraba al círculo, la clase de mueca que hacías cuando un repentino dolor atravesaba tu cuerpo. Esta vez al entrar parecía que toda la energía acumulada en el lugar se hubiera adherido inmediatamente a ella, como si se hubiese sobrecargado y esperado el momento exacto para impactarla. Su cabello se oscureció y las marcas que recordaba de su rostro y que desaparecían al resto de su cuerpo lucían recién dibujadas.
Viva imagen de la líder que conocía. Por eso sonrió con alegría y los saludos.
—Estás de vuelta. —Sus ojos seguían divagando alrededor de Sílex, podía notar que aquello que se mezclaba con su energía natural y el de la Tierra, había desaparecido—. Me alegra verte, Jer Aëla.
Cuando Tzel hizo una reverencia, Sílex no pudo evitar copiarla.
—Te ha crecido el pelo…
—Pues yo he estado bien, gracias—interrumpió Stavros con los brazos cruzado y cara de indignación—. Yo también existo, agradezco el reconocimiento.
Sílex vio a Tzel darle una sonrisa de disculpa y repitió el mismo gesto con él, solo que cuando se enderezó sus mejillas estaban rojas.
—Mig Ihriam, me alegra ver que se encuentra bien.
Stavros sonrió de buena gana.
—Igualmente.
—Supongo que es hora —Tzel asintió y se movió en dirección al portal, un enorme circulo de piedra con marcas y símbolos rodeando sus bordes. Sílex le siguió el paso, y ya a mitad de camino se giró para ver a Stavros de espalda a ellas, probablemente tratando de respirar el aire particular de la Tierra por ultima vez—­. Hey. ¿Estás bien?
Stavros la miró y notó el conflicto en sus ojos hasta que asintió, resignado.
—Vamos.
                                                      -°°°-
 Entrar no fue tan dramático como la bienvenida que los esperaba, recordaba la diferencia de ambiente entre ambos mundos, y esta vez se sentía con claridad ahora que había recuperado su alma. Era como respirar con nuevos pulmones.
Tzel le había entregado la carta del Conclave al cruzar el portal y su cara de disculpa parecía permanecer a pesar de las veces que le dijo que no se preocupara. No es como si no lo esperara, sin embargo, los Ancianos estaban actuando mucho más hipócritas que de costumbre, así que ya no le inquietaba.
—Mago se ha hecho cargo de los procedimientos menores en la capital y del cuartel general, pero decidieron dejar a Jul Bod-Akeem en tu ausencia.
—Claramente el vejestorio no pierde oportunidad de brillar—bufó ella y con gesto despreocupado quemó el documento—. No me sorprende de todos modos, él es parte de la milicia y su cargo es dado por el Conclave, no puede hacer nada si vuelvo. Además, tú sabes que la mayoría de ellos quieren deshacerse de nuestra Unidad para redistribuir el poder. Y la influencia de los Aëla en el ejército.
—Tengo la leve impresión que los Majeed deben estar involucrados en eso—comentó Tzel en voz baja y dándole un pequeño golpe en su hombro para que mirara al frente.
Al salir del templo, al final de las escaleras, podía ver dos vehículos esperándolos. Ari saltaba como una niña pequeña y agitaba sus brazos por sobre su cabeza como saludo. Junto a ella pudo ver a los gemelos Zippe y a un familiar de Stavros.
—La citación no me incluía, ¿verdad? —Con solo ver a su primo junto a la puerta del vehículo, Stavros se sintió inmediatamente cansado. Se detuvo en frente de ambas y con voz casi suplicante dijo—: Por favor, llévame contigo.
—Lo siento, Mig Ihriam. Deberá reunirse con el Conclave en la reunión general junto a su padre, a no ser que se requiera su presencia en caso de juicio… Esta vez solo se exige a Jer Aëla.
—Malditas formalidades…—murmuró él y se adelantó unos pasos para recibir a Ari cuando corrió hacia ellos.
El resto del grupo se acercó e hizo la misma reverencia que le había dedicado Tzel. Las formalidades de Athanaj eran mucho más cómodas que las de la Tierra.
Evitabas besos y apretones de manos. Alivio.
Apenas Ari soltó a Stavros, se acercó a Sílex solo parándose frente a ella con una sonrisa adorable mientras esperaba su reacción.
—No has crecido mucho, ¿o sí? —Le sacudió el cabello y aceptó el abrazo rompe huesos de la pequeña subordinada.
—Has vuelto. —La simpleza de su declaración logró que se avergonzara un poco—. Me alegra verte, hueles diferente también. Por favor quédate con nosotros.
—Vale, vale. Es suficiente —Tzel juntó sus manos dando una palmada y así llamando la atención de todos—. Habrá tiempo para esto luego, debemos llevar a Ipherium con el Conclave. Ari, acompaña a Mig Ihriam hasta su domicilio por favor.
—No sé si sea nece….
Tzel se giró hacia Kael, el primo de Stavros, con una mirada que lo retaba a terminar su frase. Cuando lo vio tragar saliva, sonrió sin mucha emoción.
—Toda medida de protección es necesaria, señor. Por favor, considérelo. Mig Ihriam debe ir con escolta, su familia es tan importante como el resto de los integrantes del Conclave.
—A lo que me r-refería…
—En fin, Jer Aëla, por favor…
Señaló el auto y la instó a subirse, Sílex buscó con la mirada a Stavros, quien entraba de igual forma a su vehículo, riéndose a carcajadas de su primo. Lo último que vio fue el guiñó y el agitar de manos de Ari.
                                          -°°°-
Cuando se desplomó sobre el asiento, uno de los gemelos, Nib, le extendió inmediatamente una muda de ropa que le era demasiado familiar. Con solo tocar la tela, a pesar de lo oscuro que estaba dentro del vehículo, pudo identificar el uniforme, y las largas muñequeras plateadas tintinearon sobre la coraza dándole cierta sensación de alegría.
Aunque hubo tiempos donde esa simple prenda de ropa significaba hastío y sangre, esta vez el resentimiento que provocaba el tenerla encima no era tan grande y podía admitir que hasta le era cómodo.
—¿Trae recuerdos? —Tzel debió percibir su línea de pensamientos por la cara que tenía—. Les pedí que hablaran con tu hermana, así que ella lo envió para ti.
—Está bien, gracias. ¿Cómo se encuentra ella de todos modos? —Removió la cortinilla del techo y sin pensarlo mucho se quitó la ropa.
Su hermana en general era una persona sensible e increíblemente amable, suponía que trabajar la alquimia en medicina te hacía ligeramente más empática con el resto de la gente y te obligaba a ver la vida desde otro punto de vista donde conservar la misma era prioritario. Obviamente sus trabajos eran demasiado opuestos.
Sin embargo, el uniforme que envió era comúnmente el que usaba cuando su misión era seguro que terminaría con alguien importante muerto.
Una prenda diplomática de la muerte. Definitivamente su sentido del humor no había desaparecido.
—Está preocupada como es de esperarse… y dijo que intentaría hablar con tu abuelo para saber de la reunión, pero… ya sabes…
—Mi abuelo es simplemente un Consejero del Conclave, así que no hay mucho que pueda hacer. La confidencialidad le prohíbe decir algo, incluso a su familia. Dudo que haya podido tomar al anciano desprevenido.
—Estoy segura que tratará de ayudarte.
—¿Tú crees? —se rio secamente, no era culpa de Tzel ser tan ingenua, el problema es que nadie lograba captar que el Conclave era el único organismo perverso entre todos los existentes—. Myatt sabe cómo funciona la milicia, al fin y al cabo, él los lideraba cuando recién notaron que había que limitar el territorio miles de años atrás, luego lo hizo mi padre defendiéndolo y ahora yo. Tenemos la mala suerte de vivir por demasiado tiempo y eso no le agrada al Conclave. ¿Crees que no buscaran la forma de deshacerse de mi o siquiera sacarme del juego?
El día que la suspendieron cuando notificó el regreso a la Tierra, los Ancianos no habían hecho demasiado esfuerzo por convencerla en quedarse, en ese entonces pasaban un momento crucial para definir días de guerra o paz con sus vecinos del Este y el tenerla ahí era esencial para defender el territorio. Pero ellos solo asumían que lo que sea que hubiera en ese otro mundo, y que casi logra matarla, era mejor que tenerla sobre sus cuellos o escuchar las discusiones generales sobre ordenamiento público.
Ellos incluso le hacían el trabajo difícil a los Ihriam, que con su encanto y palabras de paz, lograban calmar la furia de los enemigos cuando su nación actuaba de forma que no se había acordado. Graciosamente los únicos que se beneficiaban de todo eran los Majeed.
Asquerosas sabandijas.
—Dejé de preocuparme hace mucho tiempo. Me interesa lo que tenga que decir Atan, dado que es el Anciano importante de nuestra nación.
Terminó de ajustarse las correas de la coraza alrededor de su pecho y se quitó el pelo de la cara, normalmente lo llevaría atado, pero suelto era cómodo, así que simplemente lo peinó con los dedos. Al levantar la vista encontró los ojos de Lar a través del espejo, sabía la reacción que tendría así que le guiño el ojo.
Se puso rojo al verse atrapado husmeando.
—En todo caso, ¿en que terminó la situación con las tribus del Este?
Nib le entregó el informe en un típico sobre negro.
—Jul desistió de atacar, el Este es demasiado grande para invadirlo sin más. La tribu principal es la más violenta y tiene un gran numero de guerreros así que hubiera fracasado aunque lo intentara. De momento tenemos un acuerdo de paz limitado, pero las aldeas colindantes están aterradas y a punto de estallar en una guerra civil por el marcado pensar político de la situación.
—Hay una cantidad importante de habitantes que migraron a nuestras tierras por la sequía de algunos años atrás, sin contar con el quiebre económico que sufrieron y que los llevaron a una situación casi similar, así que es entendible que algunos estén en contra de atacar. ¿A que sí? —Se giró a mirar a Tzel con la ceja alzada y a cambio recibió una tímida sonrisa, había librado a sus hermanos de la guerra y cuando cruzaron la frontera jamás pensaron en tener afecto por su enemigo o en ayudarlo siquiera—. Sin contar el acuerdo, ¿lograron comunicarse con el Regente?
Nib sacudió la cabeza.
—Decidieron que no importaba.
—Ellos no quieren hacer un pacto, solo derramar sangre.
—Aunque la mayoría del Conclave está en contra de esa medida—le recordó Nib, Tzel hizo una mueca y apretó los labios, claramente contrariada. Era obvio para ella y para cualquiera que esa decisión no tardaría en cambiar—. Es lo único que los detiene para explotar la guerra, y esta dando tiempo para ver mejores opciones. Mago hizo informe de todo, ya que tuvo que acompañar a Jul como representante de la Unidad.
—¿Tú que piensas, Ipherium?
Ella cerró el informe al terminar de leer la delicada escritura de Mago y encogió los hombros.
—Depende.
—¿Depende?
Asintió y se inclinó a mirar por la ventana justo a tiempo que el vehículo se detenía. El imponente edificio del Conclave estaba frente a ellos, adornado por los grandes y diversos jardines a su alrededor. Al ser hogar de los Ancianos estaba flanqueado de varios guardias en cada esquina en la pudieses colocar tus ojos, casi lograban lucir como parte de la fachada. En la torre frontal se mostraba el amenazante y característico símbolo de su nación, que había sido prácticamente fundado por la furia guerrera de sus ancestros.
Gracioso.
—¿Ipherium?
Al bajar del vehículo pudo sentir como toda la atención se dirigía a ella, parecía como si le hubieran colocado una diana justo encima de la cabeza. Los gemelos y Tzel se bajaron mirando a su alrededor, notoriamente incómodos al verse en una situación donde parecían ser considerados el enemigo. De igual manera se pararon cerca, como si esperaran cualquier ataque contra ellos.
Ipherium les dedicó media sonrisa y comentó:
—Dependerá de ellos.
—Jer Aëla. —El ministro Ely bajaba las escaleras, lo cual provocó que cualquier conversación del grupo cesara. Al alcanzar su posición le dedicó una reverencia, el hombre no pude evitar echarle una mirada general, su expresión era divertida—. La están esperando. Veo que su estado de salud ha mejorado, me alegro por usted.
—Veremos que tanto me dura la buena salud luego de esta mágica reunión.
Tzel carraspeó como si quisiera ahogar las palabras de Ipherium y los gemelos desviaron la mirada, casi olvidaron lo inapropiada que podía ser a veces su líder.
Ely por su parte se rio, asintiendo.
—El conflicto no parará hasta que alguno ceda.—Encogió los hombros y se hizo a un lado, invitándola a acompañarlo—. Es bueno que esté aquí, creo que algunos esperamos que el suelo se sacuda en este día. Yo, en especial.
Lo ultimo lo murmuró en voz baja, asegurándose que solo ella lo escuchara.
—¿No hay problema con acompañarla? —interrumpió Tzel, que los seguía de cerca, sabía que jamás les permitirían entrar, pero estar, aunque fuese a diez metros de distancia, le hacía sentir un poco más tranquila respecto de la seguridad de Ipherium.
—Uhm… no lo sé—caviló el ministro, deteniendo su caminar para mirarlos por encima del hombro. Su rostro era impasible mientras fingía pensar, luego de unos segundos sonrió divertido—. ¿Te haría sentir mejor si os quedáis puertas afuera?
—Sí.
Lar y Nib se acercaron en silencio, dejando en claro que ellos no se quedarían atrás. A cada segundo Ely parecía tener mas razones para echarse a reír, así que miró a Ipherium y le guiñó.
—Qué maravilla de subordinados tiene, Jer Aëla.—Ella resopló y siguió su camino, el ministro por ultima vez se volvió a verlos y con un movimiento de cabeza les dio permiso para seguir—. Dada la citación inesperada, no se especificó el tipo de asistencia así que la escolta no está descartada ni prohibida. No veo el problema. Solo una cosa: compórtense.
—Sí, señor.
—Buenos chicos.
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alchemist-labbe · 5 years ago
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The Rolling Stones - Ride 'Em On Down (Music Video)
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alchemist-labbe · 5 years ago
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Kristen Stewart leaves a message to her publicist.
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alchemist-labbe · 5 years ago
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I. Say goodbye.
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Habían pasado horas desde que se habían despedido de Ro junto a sus hijos y podía notar que Stavros estaba disimulando penosamente su decepción al no haber podido pasar más tiempo con ellos luego de la batalla. Si bien se sentía un poco culpable por lo rápido que habían dejado la tribu, no podía culparla por urgirlo a volver por sus cosas y regresar a casa.
Después de todo de donde provenían sus cargos no eran tan insignificante como aquí en la Tierra donde pasaban perfectamente desapercibidos mientras no se metieran en problemas. De igual forma le había dado un golpecillo con su hombro con una expresión de disculpa.
“Está bien” había respondido, dándole un beso en la cabeza y levantándose para comprar una bebida en la máquina expendedora del aeropuerto, le dio unos minutos para pensar lo sucedido sin tener que ser precavida de que Stavros se preocupara.
Quizás no debió ignorar a que punto llegaba el enamoramiento por Ro, si bien no se preocupó en ese entonces de que juguetearan y coquetearan mientras lo mantuvieran en los límites de “amistad”, ahora ya parecía imposible arrancar a la humana del corazón de Stavros.
Prefería no pensar en la reacción del Conclave ante eso. Sería demasiado problemático defenderlo.
Por otro lado, Joseph había embarcado hace una hora en un vuelo a Estados Unidos y aunque habían conversado animosamente gracias a Stavros, Sílex aún se sentía incomoda cuando el chico le dedicaba sus miradas de admiración y aprecio. Por un momento deseó poder meterlo en cualquier otro vuelo para que desapareciera pronto y no tener que lidiar con eso.
Los humanos eran raros, podrías darles un pequeño acto de valentía o salvarlos de la muerte y ya pensaban de ti como alguien digno de confiar por siempre.
La perturbaba, y jamás lo entendería.
Cuando aterrizaron en Londres, lo único bueno del caso es que estaban lejos de todos y el edificio donde vivían se le antojaba un montón para bañarse y quizás tragar un par de cervezas. El vuelo había sido demasiado largo ahora que estaba… despierta.
Cuando cruzaron la recepción, el conserje tuvo que mirar dos veces para asegurarse que no veía fantasmas.
—¿Señor Wolfrahm? —Cuando miró detrás de él y vio a Sílex, sus cejas estuvieron a punto de fusionarse con el resto de su pelo canoso—. ¡Señorita Labbé! Gracias a Dios, pensé que les había pasado algo malo, la Señora Lynn no dejaba de pegar panfletos de “Se busca” con su rostro por todas las calles. Casi tuvimos que suplicarle que no fuera a la policía.
Stavros se carcajeó.
—¿Eleonor? ¿A la policía? ¡Ja! Qué sería del edificio sin el bizcocho de marihuana de esa mujer. ¡Ah, me pregunto cómo hubiera resultado eso! —Se giró a mirarla con una enorme sonrisa en el rostro y en su idioma le murmuró—: Imagínate, una drug dealer pidiendo ayuda a la policía.
—Ajá, sí, en fin. Gracias, Martin —le comentó ella, empujando a Stavros al ascensor en tanto el hombre rebuscaba con las mejillas rojas las llaves que habían dejado cuando se habían ido—. Habría sido demasiado problema si no la hubieras detenido, sé que ella te escucha más que a cualquiera.
—A-Ah, no…—Su rostro se volvió más rojo por la vergüenza—. No es nada, señorita. Estará feliz de saber que han vuelto.
—Aunque se demorará en saberlo. —Encogió los hombres y apuntó el calendario—. Por las fechas debe estar de vacaciones con su sobrino.
Martin la miró con sorpresa y asintió.
—Sí. Las Bahamas, creo.
                                                                      -°°°-
 Podía escuchar la ducha correr desde donde estaba, Stavros estaba dándose su tradicional lavado de una hora para relajarse. Típico en los peores momentos, pero no podía negar que la tranquilizaba. En cambio, ella no halló la hora de acabar y vestirse, y no tenía idea de por qué, pero no dejaba de mirar a su alrededor y esperar que cualquier momento Anika apareciera con sus cansados ojos azules, arrastrando los pies y con pocas ganas de seguir viviendo. Se notaba por el olor a abandono en el lugar que ella hacía mucho tiempo había dejado de alojarse allí. Incluso cuando quedaban un par de prendas en los cajones.
No había rastro de que hubiese salido con prisas, por lo que se consoló pensando que quizás ya no quería estar sola y se había mudado con… alguien. O al menos alguien de su confianza. Era mejor pensar en eso a imaginarse que estaba en problemas
La despedida anterior había sido demasiado incómoda, y por eso esperaba que ella no se acordara que existía, de otra forma tendría que decirle que quizás esta vez no le vería la cara de nuevo y no estaba lista para otra despedida con demasiadas explicaciones.
—Estás pensando en la nephilim. —Stavros se dejó caer a su lado en el sillón, inclinándose sobre la mesa de centro para zamparse de un trago una lata de cerveza. Cuando terminó se puso a masticar uno de los sándwiches que había preparado apenas terminó de vestirse—. Revisé el lugar mientras te duchabas y los pergaminos de protección están intactos, tampoco hay rastro de que alguien haya entrado aquí por la fuerza. Así que… quizás solo se marchó.
Sílex asintió, no quería tener que cavilar más en el tema y agradeció mentalmente a Stavros por preocuparse por ella, así que empujó sus pensamientos lejos de las preocupaciones actuales y lo enterró profundamente en sus archivos de “dolores que matan con el tiempo”.
Tendría que encontrar la forma de desapegarse de todo lo que refería a este mundo y poner su mente en cosas que importaban. Para ella. Para su gente. Lo cual ya era difícil.
Ahora no podía tener su corazón divido innecesariamente.
—Le avisé a Tzel que volveríamos—le informó para cambiar el tema.
—Ah. Supongo que nos estarán esperando.
—Ni lo digas.
Stavros se quedó pensativo.
—Echaré de menos este lugar. —Hizo una pausa y ella supo que su cabeza aún estaba con Ro y la tribu en Rusia, claramente lo último que extrañaría sería este lugar—. Tengo el presentimiento de que esta vuelta durará más de lo que me gustaría…
—Tu aún puedes regresar—le recordó Sílex tratando de consolarlo, le sacudió el cabello con suavidad y por primera vez notó que la barba le había crecido un montón—. Tu área de trabajo es mucho más flexible que la mía, por lo que dudo tu tristeza dure demasiado. ¿Te preocupa que Ro no te espere o encuentre algún otro tipo más joven?
Él soltó un largo suspiro y se desplomó contra el respaldo dramáticamente. Bien, al menos recuperaba su ánimo.
—¿Y si encuentra otro musculoso guapo y de increíbles cualidades protectoras mientras no estoy?
—Ugh, dudo que ese sea su tipo…—masculló ella rodando los ojos, se levantó y retiró los platos sucios. Se dio mentalmente unas palmaditas en la espalda ya que aún lo podía animar sin tener que manipularlo—. No sé cómo bajó sus estándares, debe haber sido el puñetazo que le dio Kan esa vez…
—¡Esa mujer me vuelve loco!
Dejó de escucharlo cuando comenzó a farfullar sobre sus ojos amables y sonrisa de diosa. No necesitaba esa clase de información, había tenido suficiente de aquella vez que los encontró con la lengua prácticamente en lo profundo de sus gargantas. Traumatizante y asqueroso. No recomendado.
                                                           -°°°-
Se tomaron dos días para descansar y simplemente sumergirse en sus quehaceres. Para Sílex eso incluía revisar correos, responder mensajes y alertas de los otros grupos e informar la retirada de lugares innecesarios. Confiaba que Mitahya hubiese tomado las decisiones correspondientes como segundo a cargo.
Stavros empacaba dos mochilas con documentos que no podían dejar atrás y cargaba las armas en un bolso de viaje, podía vislumbrar su katana y el set de dagas de plata que había recibido de Mack como regalo de la tribu por cuidar del Linaje Azul.        
—Creo que es todo lo que queda de nosotros aquí.
Sílex dejó las cartas de Kive y se giró a mirarlo.
—Dudo que debas llevar más de tus cosas…—le alzó una ceja al ver el collar con el dije que había creado Ro en sus momentos de ansiedad—. Pero veo que sí llevas lo necesario.
—De la suerte, así vuelvo vivo.
—O si quieres volver solo con tu cabeza —bufó ella y le extendió una de las hojas que tenía desparramadas sobre la mesa, cuando Stavros la miró con ojos interrogantes se encogió de hombros—. Me comuniqué con un vendedor de Bienes Raíces e hice un par de consultas…
Su amigo comenzó a leer y a cada segundo que pasaba parecía más confuso.
—¿Me explicas por qué aparece mi nombre como propietario de esto? —Se sentó junto a ella y empujó el pedazo de papel en su dirección—. Pensé que teníamos un acuerdo mutuo de consultar este tipo de cosas… Sílex, ¿qué tratas de hacer? ¿Hablabas en serio sobre no  poder volver?
Ella no respondió y evitó verlo a los ojos.
La cuestión no era si podía o no, la pregunta era: ¿Quería volver? No. No lo sabía, pero sí estaba segura de que necesitaba volver a Athanaj. Stavros debió pensar algo similar, porque sus ojos se llenaron de tristeza.
—Hey, si es por lo de Ro…
—Wolfrham. —Apenas conjuró su nombre, se enderezó y sus ojos azules brillaron—. No seas estúpido.
—Ah, diablos, ¿tenías que decir mi nombre de esa manera? —se quejó, pero luego de un rato la apuntó con el dedo—. Pero venga, ¿qué estás planeando?
—Nada, solo pienso que, si vuelves, aun tienes donde llegar. O… donde mover a Ro. El portal está más cerca en este continente que en el otro de todos modos, así que no estaría tan lejos de ambas… cosas…—Hizo un gesto con las manos, divagando y apuntando a nada en particular.
Stavros abrió y cerró la boca como pez fuera del agua, se sentía confuso. No solo porque no esperaba que Sílex pensara en Roxanne como parte de él. O siquiera que la considerara en su vida, después de todo, aunque sonara vulgar, ella era humana y la mínima relación entre ambos podía considerarse absolutamente prohibida. Y eso los ponía a ambos en desventaja sin importar si la madre de Ro hubiera sido una bruja poderosa.
Si no pertenecía a Athanaj, no había forma de integrarla.
Por todas esas razones le parecía demasiado extraño la consideración de Sílex, la forma en que planeaba tan rápidamente todo el asunto era aún más sospechoso. Y sentía que ocultaba algo y aunque lo intentara, no sabía en qué dirección apuntaba la espina de desconfianza.
Lo peor de todo, era casi como si se estuviera despidiendo.
—¿Pasa algo que deba saber?
Sílex se detuvo y lentamente alzó la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, lo observó por largos segundos y casi con esfuerzo murmuró:
—¿Confías en mí?
—Sí.
No le hubiera importado la caricia sino fuera por la expresión de aflicción en su rostro.
—Gracias.
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alchemist-labbe · 5 years ago
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I. See you soon
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Cuando abrió los ojos pudo sentir inmediatamente el cambio en su cuerpo. La ligereza y la facilidad que tenía para respirar. La energía de la tierra y todo lo que la rodeaba fluía con tanta claridad como lo haría el agua cristalina. Casi le costó recordar el alivio que sentía cada vez que podía leer el flujo de energía bajo sus pies y entender cómo podría cambiarlo, mutarlo o destruirlo. Y así como en ese entonces, pudo notarlo aun cuando apenas recuperaba la conciencia. Hacía mucho tiempo que algo tan insignificante como aquello provocaba felicidad.
Respiró profundamente.
Sintió como si hubiera despertado finalmente de una pesadilla que se había repetido por dos años sin descanso y el cuerpo que ahora era suyo por completo, se sentía extraño pero familiar.
Parpadeó para alejar unos segundos la luz de sus ojos, tenía la vista desenfocada y con gran dificultad intentó mover los labios, no tenía idea dónde estaba, pero sabía que estaba segura.
El ruido a su alrededor la obligó a mirar lejos del cielo y buscar la fuente del alboroto. Vislumbró árboles y flores, un montón de verde y café, cuando logró mover la cabeza sus ojos encontraron inmediatamente los de Stavros, quien era arrastrado por un niño no menor de diez años que apuntaba frenéticamente en su dirección y gritaba con alegría sobre “un muerto revivido”.
Stavros se soltó de su agarre y corrió como si la vida se le fuera en ello. Cuando se tiró al suelo, lo primero que sintió fueron sus cálidas manos tocar su rostro y las gotas de agua cayendo por su frente.
Sílex logró tocarle la cabeza sin decir nada, solo escuchándolo llorar en silencio.
—Está lloviendo —murmuró en tono casual, luego de luchar con la sequedad de su garganta. Él la levantó con delicadeza y la llevó a su pecho, escondiéndose en su cabello—. Supongo que salió todo bien.
—Si ignoramos el “casi te vas al carajo”, pues sí.
—Ah, pequeños detalles.
El silencio se extendió luego de eso, Sílex dejó que se desahogara. Suponía que no era un gran viaje pensar que una persona increíblemente cercana a ti hubiese muerto. Debía lidiar con eso, después de todo Stavros tendía a ser un gran bebe llorón. Cuando se hubo calmado le ayudó a beber agua y cambiar las vendas de las heridas que aún no querían sanar.
“Aún queda mercurio en mi cuerpo” le había avisado, y aunque él la miró con ojos preocupados Sílex con un movimiento de muñeca le hizo saber que era una mínima cantidad y no tenía gran importancia. Sabía que una vez su cuerpo descansara y recuperara su vitalidad, éste pondría a trabajar su sistema para recuperar el espacio perdido por el trato con Helda al tomar parte de su alma.
—¿Joseph?
Stavros levantó la vista de lo que hacía.
—Está con tu novio —comentó y cuando Sílex no reaccionó, él rodó los ojos—. Sebastian. Están conversando. Después de todo son hermanos… medios hermanos, en fin, tú me entiendes. Ya sabes que la sangre une, tira, destroza.
—Imagino que no está muy alegre por confirmar el misterio.
—No —respondió frunciendo los labios—. Tampoco tuvo una reunión agradable con su progenitora. Pensé que le cortaría la cabeza, después de todo, lo que paso con el Linaje es por culpa de ellos. Discutieron un largo rato, pero cuando se calmaron creo que lograron arreglar sus asuntos, no sé. Gabrielle prometió verlo pronto, e hizo lo mismo con Joseph. Aunque él no fue tan complaciente…
—Supongo que le confunde el concepto de una madre celestial.
—Podrías decir que sí, o es el hecho de que lo abandonó y nunca mostró su trasero. No se veía muy comprensivo con ese asunto de todos modos, creo que le tiene más aprecio a Michael que a ella. En fin, es todo lo que pude entender del gran drama familiar celestial.
—Cotilla.
Stavros encogió los hombros y antes de que pudiese decir algo, Sílex desvió sus ojos detrás de él. Ro como era costumbre se detuvo en seco, con sus ojos azules abiertos por la sorpresa. Suponía que su llegada no fue tan silenciosa como pensó.
—Hola. —Terminó por acercarse y se arrodilló al lado de Stavros, que le sonrió y tomó el pequeño canasto que traía en las manos—. Misa se demoró en informar que habías despertado, después de todo lleva unos minutos alcanzar la tribu cuando tus piernas son tan cortas. Y Kyle preparó esto para que comas.  
—Gracias. —Miró la canasta y de inmediato se metió un par de uvas a la boca—. Por tu cara asumo que tus hijos están mejor.
Ro sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Sí, lo están. Se recuperaron rápidamente, no sé qué tiene esa mujer, pero de verdad que es mágica.
—Por algo le dicen la “Gran Madre”, poderes de la luna y todo ese rollo—contestó Stavros en tanto desenvolvía un pedazo de pan—. Tiene una gran energía.
—Sí, y han ofrecido hospedarnos un par de días mientras pensamos qué hacer. Me ha dicho Sebastian que quizás se quede hoy y ya mañana parta…—Al decir esto Ro miró disimuladamente el rostro de Sílex, pero estaba demasiado concentrada con un trozo de carne como para decir nada—. Joseph vendrá en unos minutos a verte. Quiere agradecer el que hayas salvado su vida.
A esto, Sílex la miró y frunció las cejas. Claramente no muy contenta con la información. No entendía qué había de agradecer, las cosas sucedían por las decisiones tomadas y de eso ella jamás pensaría en arrepentirse. Conocía demasiado bien la guerra como para hacer algo sin más.
Además, no pensaba morir en ese lugar, tenía peores asuntos que atender como para entregarse a la muerte tan facilmente.
—No veo la necesidad —masculló con dificultad, verdaderamente incomoda—. Y no se si quiero más visitas de todos modos. Así que dile que no se moleste, lo veré pronto.
Ro asintió, pensativa.
—Se lo diré…
—¿Estás curiosa por el trato? —Sílex ladeó la cabeza y miró con atención sus ojos—. El mío se rompió por Joseph, así que asumo que cualquier otro vinculo unido a mí tuvo el mismo destino. Creo que pudiste darte cuenta de tu libertad cuando me desangré.
—N-No…—Ro no pudo evitar sonrojarse porque, aunque lo había pensado, no imaginó que fuera posible—. Yo solo creí que era parte del desenlace, y pensamos que no despertarías porque te atravesaron con un arma celestial, así que solo esperaba…
—Morir. —Sílex asintió comprensiva y miró a Stavros, que silenciosamente se había movido un poco para darles cierta privacidad. Sus ojos le dejaron ver las horas de incertidumbre y dolor que había pasado—. Supongo que estás feliz de saber que vivirás por mucho tiempo.
—Si hubiese sido a costa de tu vida, no sé qué tan feliz me hubiera sentido.
Era tal la sinceridad en su voz que Sílex simplemente no supo responder, así que asintió y Ro pudo ver una pequeña sonrisa curvar la boca de la alquimista. Aunque ella seguía siendo intimidante, Ro pudo notar que había cierta suavidad en su semblante y no se sentía tan incomoda como solía. Ya no lucía tan inalcanzable, o como si fuera a explotar en cualquier momento por dar un mal paso. Había tranquilidad, y solo porque pudo relajarse estiró la mano para darle un apretón.
                                                            - °°° -
La noche cayó rápidamente, Sílex se pasó el resto del día durmiendo y solo se levantó cuando Stavros apareció con una muda de ropa. Revisó sus heridas y notó que la piel que anteriormente se encontraba abierta y sangrando, solo lucía rosada alrededor de las cicatrices que se habían formado.
—Ya que el del estómago y el brazo no sanan, asumo que es donde esta incrustado el mercurio.
—Terminaré de vestirme y lo sacaré.
—Aun estás débil, no creo que sea…
—Sabes que esto no es nada— le interrumpió ella y luego hizo una mueca burlona—. Además, el mercurio en este lugar no es lo mismo que en Athanaj.
Stavros suspiró.
—Supongo que tienes razón. —Se giró cuando la vio tirar de la ropa por sobre su cabeza, no es que nunca se hubieran visto desnudos, pero ahora era la Sílex que conocía, y esta Sílex era mucho mas importante que aquella que pretendía lucir como su amiga—. Pero no me puedes culpar por preocuparme. Te sentí morir… y no…
—Lo sé. —Terminó por subirse los pantalones y respiró profundamente, cuando se miró en el espejo observó con nostalgia el símbolo en medio de su pecho—. Pero estoy viva así que cuenta como algo bueno, ¿no crees?
Él asintió sin responder y se volvió para pararse detrás de ella.
—Te ves horrible.
—Gracias.
—Pero estás viva —repitió sus palabras, convenciéndose a sí mismo y Sílex no respondió, solo lo observó como solía hacerlo cuando eran pequeños. Como si necesitara verificar que aún eran amigos luego de haberlo lanzado de una patada por el barranco.
—¿Te quedas un momento? Necesito que me ayudes a verificar las marcas.
—Claro.
Sílex caminó al centro de la habitación y colocó ambas manos sobre el símbolo, inmediatamente cada línea y curva trazada en su cuerpo se iluminó, recorriendo centímetro a centímetro de piel blanca hasta detenerse en su espalda baja. Los sellos estaban intactos. El alivio fue casi más fuerte que el ardor de sus heridas al sanar, después de todo eran lo único que mantenía su alquimia bajo control y todo lo demás con vida.
—Pensé que tendría que crear otro circulo—murmuró ella acercándose de nuevo para ver su reflejo, miró las finas líneas que surcaban su rostro y luego su mano—. Aunque esta de acá no se salvó.
—Pequeños detalles.
Cuando salieron del bungaló se encontraron con Sebastian de camino a la tribu. Él mantenía un vaso rojo de plástico en una mano y lo miraba como si fuera a predecir su futuro. Se sintió incomoda cuando Stavros le dio una mirada que la instaba acercarse, sus ojos eran claros y no tenían esa típica picardia cuando se trataba de él. Quizás ya era tiempo de encaminar las cosas. Después de todo, sus recuerdos con Sebastian siempre eran borrosos, confusos y se mezclaban unos con otros.
Al punto que parecían sueños y pesadillas al mismo tiempo.
Suspiró.
Estaba consciente de lo que pasaba entre ambos, pero ahora más que nunca entendía que no había nada para ellos en el futuro.
—Hey.
Sílex ladeó la cabeza como saludo, no sabía qué hacer, pero el nerviosismo la obligaba a moverse. Había una pequeña distancia entre ambos y aun así parecía abismal, lo cual era inusual. Sebastian debió notarlo también porque terminó por acercarse y la abrazó. La anterior Sílex probablemente se hubiera puesto rígida y se habría alejado, sin embargo, ya no era esa persona.
Solo por eso se dejó envolver y permitió que Sebastian la apretujara en su calor, podía oler su colonia y lo que sea con que haya lavado su ropa. Olía a confort, lo que esperarías oler en un lugar que sabías conocido y donde te sentías lo suficiente cómodo para no estar a la defensiva. Debieron pasar minutos o horas, y no parecía que él tuviera la intención de soltarla. No era de extrañar tampoco, todo lo ocurrido y la situación actual urgía a sus partes a darle un final. Y el problema del caso es que ninguno estaba preparado para el dolor que seguiría.
El nudo en el estómago había subido progresivamente a su garganta y nuevamente se hallaba sin palabras. ¿Cómo dices un adiós sin que signifique “jamás te volveré a ver”, sino más bien diga “adiós a lo que pudo ser de nosotros”?
—¿Volverás a Athanaj? —Cuando la sintió asentir, Sebastian frunció los labios. Suponía que todas sus sospechas eran ciertas, y aun así no podía evitar sentir que debía impedirlo—. Entiendo. ¿Podrás visitar o…?
—Debo volver—le respondió ella, pero no supo si podía decir o dar una vaga respuesta de que quizás se verían—. Me demoré demasiado en esto, después de todo está prohibido involucrarse en el curso de eventos en otros mundos. Yo más que nadie debió evitarlos.
—Y casi te matan.
—Precisamente. Sin contar que fue con un arma espiritual.
Sebastian la soltó solo para mirar su rostro, tenía una expresión tensa y fruncía las cejas buscando cómo decir lo que había en su mente.
—Ella… Sabes que Azrael estaba obligada a seguir ordenes, al fin y al cabo, es mi culpa también por no haberla podido proteger, yo… mi madre…
—Está bien. —Sílex sacudió la cabeza y le dio unas palmadas en la espalda—. Conozco lo suficiente a tu hermana como para no saberlo. No soy la clase de persona que se lamente por lo que sea que ocurra en medio de una guerra. Además, no puedes hacer promesas que sabes rotas, no hay nadie a quien culpar ni proteger en una situación como esa.
—Lo siento.
Esta vez ella no dijo nada, no sabía exactamente si las disculpas eran porque su hermana casi la mata o porque no pudo cumplir las promesas que le había hecho a ella. De todas maneras, no había importancia en ninguna de las dos, no tenía sentimientos encontrados y ni rencores de los cuales buscar venganza. Toda excusa era innecesaria para ella.
Si podía pensar siquiera en algo que compensara la situación, podría ser que había ganado más de lo que sea que hubiese perdido. Y todo había terminado ya. ¿Por qué aferrarse a algo que se había ido?
—Te extrañaré—murmuró luego de un rato, con la voz ligeramente ronca. Sebastian levantó la cabeza y sus ojos estaban brillantes de tristeza, pudo ver en su expresión que sabía lo que estaba por venir—. Espero encuentres paz de aquí en adelante. Ojalá no hubiéramos peleado tanto, seríamos buenos amigos y esto no sería tan dramático.
Sebastian sonrió.
—Supongo que sí. Aunque no puedo decir que no fue divertido perseguirte, traía buenos resultados… pero jamás reemplazará el hecho de que extrañaré a esta Sílex…—Acarició su cabello y enmarcó sus mejillas con ambas manos, la observó largamente, grabando cada pequeño detalle del cual temiera olvidarse. Deseaba que ella hablara más, solo para poder recordar el timbre de su voz cuando cerrara los ojos—. A esta Sílex que amo.
Ella sujetó sus muñecas con fuerza, evitando el escozor que amenazaba con llenar sus ojos de agua. Diablos, verdaderamente había recuperado su alma, cada emoción estaba alborotada y divagando violentamente dentro de ella solo por él. Quería repetir sus palabras, pero no podía.
Por eso, lo besó.
Se permitió saborear el calor y suavidad de su boca, respirar su aire y cerró los ojos al anhelo.
—Nos veremos, Abbadon.
Sebastian cerró sus manos en la nada y solo pudo observar la silueta de Sílex desaparecer entre los árboles.
—Nos veremos, Ipherium.
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alchemist-labbe · 5 years ago
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alchemist-labbe · 5 years ago
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can anybody help me?
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alchemist-labbe · 5 years ago
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alchemist-labbe · 5 years ago
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No importa de dónde soy, quién soy, cómo soy o cuál es mi nombre. Tanto tú como yo somos lo mismo cuando la piel cae y muestra lo que escondemos: un conjunto de tristes huesos unidos entre sí, formando una patética estructura esquelética coronada por una calavera que gloriosa se alza inmaculada como la punta de una espada sagrada y que poco importa de dónde vino y a dónde irá. Pero quizás, por una remota razón, a esta Calavera, que pasa el tiempo escribiendo y pintando sobre la alegría de estar triste y que la muerte es la cura de la vida, pueda tener una muerta pasión por aquello que envuelve tus simientes pálidos hasta los tuétanos, aquellos que te sostienen la carne mortífera, aquello que está en medio de músculo y sangre, aquello que te da vida; tu alma.
Sulphurum Aëla (via alchemistlabbe)
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alchemist-labbe · 5 years ago
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