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Te vi llegar en tu bici, te sostuve la puerta para que entraras y sonriendo me dijiste “hola, gracias”.
El hola me duró hasta el mediodía y con el gracias llegué a la noche.
Ahora solo resta esperar hasta el lunes.
Mientras…vivo.
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Nuestra atención no es ilimitada. Fijate a quién o a qué se la das.
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¿Enfocarnos en el placer de lo efímero o enfocarnos en lo efímero del placer? Esa es la cuestión.
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Retenciones
Tu mirada al encontrarnos por casualidad en el bar.
Tus labios al decirme que hacía mucho tiempo que no nos veíamos a la cara.
Tu beso que me supo a nuevo pero escondía años de práctica detrás.
Tus manos al recorrer mi cuerpo y saber dónde detenerse.
Tu risa cuando recordé lo mucho que odiabas las cosquillas.
Tu abrazo, amable… aunque solo fuese por esa noche.
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Anoche soñé con ella. Hace años que no la veo y muchos más que no hablamos.
Mi mamá tocó el timbre y escuché su voz por primera vez. Abrió y nos saludó con su enorme sonrisa, la que dedicaba a todos sus alumnos. Nos condujo a mi hermana y a mí por el patio de su casa y entramos al aula, que estaba al lado del garaje. Éramos las primeras en llegar y estábamos ansiosas por saber quiénes serían nuestros compañeros. Honestamente, no recuerdo que ninguna quisiera aprender inglés pero fue decisión de papá y mamá. Nos sentamos alrededor de la mesa redonda que había allí y enseguida vimos por la ventana que se acercaba una chica. La conocía de la escuela, era un año menor que yo. De repente, otras caras conocidas se sumaron. Una era la de un niño de mi grado, un amigo en la actualidad, junto a su hermana. Y un chico y una chica más. Todos íbamos al mismo colegio pero a distintos grados.
Graciela se presentó y luego lo hicimos nosotros, relajados, como si hiciese mucho tiempo que nos juntáramos por la mañana a platicar en otro idioma. Ese día comenzó la historia de un lenguaje nuevo, no del inglés, que igualmente aprendí un montón, sino el de profesora-estudiante, una relación que hoy sé que se considera pedagógica pero siento que es fundacional.
Cuando mis horarios se volvieron acotados porque tenía que viajar a Capital Federal por una situación personal que estaba atravesando, Grace, como le decíamos, esperó a que todos se fueran, se sentó a mi lado y me dijo que ella estaba para lo que necesitara. Aunque yo no quise hablar de lo que me pasaba, ella comprendió y me acompaño desde su lugar.
Cuando terminé el secundario, y no supe qué quería estudiar o hacer de mi vida, ella me preguntó si podía ayudarla dando clases particulares a niños y niñas que necesitaban practicar para exámenes, mejorar o aprobar la materia. Dije que sí, porque la confianza que depositó en mi al pedírmelo hizo que creyera que yo podía hacerlo. Así que me dio material, algunas indicaciones y arranqué. Disfrutaba preparar clases, idear actividades, colaborar en el aprendizaje de otros. Y tome como modelo la forma en que yo había vivido las clases de Grace, en cómo se había brindado a nosotros, cómo nos acercó a una lengua desconocida.
Ese mismo año me di cuenta que quería enseñar y aprender con otros, comenzaba mi viaje por la docencia.
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Sobre gustos... ¿no hay nada escrito?
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Pink, it was love at first sight Yeah, pink, when I turn out the light And pink gets me high as a kite And I think everything is going to be alright No matter what we do tonight
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¿En morado o en negro?
Fue decidida a comprarse un par de zapatillas. Con una de sus tarjetas de crédito le hacían un súper descuento en calzado y hacía un tiempo que quería un par nuevo, uno que pudiese usar de noche y de día.
No se dirigió directo a la sección de la marca que usualmente vestía porque unas zapatillas de color morado atraparon sus ojos. El precio con el descuento la convencía, así que le pidió al vendedor que estaba cerca que se las trajera en número 37. Le quedaban bien y eran cómodas. Las caminó un poco y se imaginó usándolas con el vestido negro que su padre le había regalado, con los shorts de jean y la remera blanca y… No, no podría usar ese color con toda su guardarropa. Lo mejor era seguir buscando.
De su marca preferida no le gustaba ningún modelo, pero unas negras con brillos le parecieron lo suficientemente pasables como para probárselas. Después de haber desaparecido detrás de una puerta por 10 minutos apareció el chico para decirle que no quedaban en su número. Continuó mirando.
Un par negro, sencillo y de buen precio, captó su visión. Por suerte era el último que quedaba en su talle. Le calzaron bien. Serían esas pensó. Aunque las moradas le hacían ojitos desde la otra punta. Entonces, qué mejor que preguntarle a quiénes conocían sus mañas y gustos. Abrió el chat de familia y mandó una foto de ambos pares. Tres puntos a favor del negro y dos de las otras. No dudó más.
Mientras hacía la cola para pagar, Juan se instaló en su cabeza. No sabía por qué estaba pensando en él, y se puso triste. Hacía un mes y medio que habían terminado. Y lo que ella creyó que sería lo mejor al final no lo había sido. Pero para él debió ser el caso contrario porque no contestó cuando le mandó la semana anterior. Qué esperaba, qué quería con ese mensaje desesperado. ¿Para qué quería esas zapatillas?, ¿para sentirse linda y olvidarse de que lo perdió?, ¿para tener algo nuevo que mirar y usar siempre? ¿O para no desaprovechar la oportunidad que le ofrecía una entidad bancaria?
‒ ¡Hola! ¿Vas a pagar en efectivo o con tarjeta?
‒ Hola. Yo creo que…
‒ Si tenés tarjeta de estos bancos hay un descuento del 25 por ciento.
‒ Sí. Tengo. Pero…no las voy a llevar. Perdón. Gracias. Chau.
Salió del negocio con lágrimas en los ojos.
‒ ¿Y te compraste las negras al final?
‒ No me compré nada.
‒ ¿Cómo? ¿Por qué?
‒ No era eso lo que quería.
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Algunas lecturas del 2020
Nuestra parte de noche - Mariana Enríquez
El hombre en busca de sentido - Víctor Frankl
El instituto - Stephen King
Bellas durmientes - Stephen King
Café solo - Andrea Ferrari
El camino de Sherlock - Andera Ferrari
Conversaciones entre amigos - Sally Rooney
Crónica del desamor - Rosa Montero
Desierto sonoro - Valeria Luiselli
Fuimos canciones - Elisabeth Benavent
Mujeres que ya no sufren por amor - Carol Herrera Gómez
El diario Violeta de Carlota - Gemma Lienas
Así es la vida, Carlota - Gemma Lienas
Los suicidad - Antonio Di Benedetto
Los renglones torcidos de Dios - Torcuato Luca de Tena
Fragmentos de un discurso amoroso - Roland Barthes
El libro de los abrazos - Eduardo Galeano
Charlas con mi hemisferio derecho - Hernán Casciari
Los tatuajes no se borran con láser - Carlos Montero
Elogio del amor - Alain Badiou
Lo mucho que te amé - Eduardo Sacheri
Ser feliz era esto - Eduardo Sacheri
La uruguaya - Pedro Mairal
Salvatierra - Pedro Mairal
Arde la vida - Magalí Tajes
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El algoritmo del amor: Un viaje a las entrañas de Tinder
Leí el libro “El algoritmo del amor”, de la periodista francesa Judith Duportail. Es una mezcla de escrito autobiográfico e investigación sobre Tinder, la red social de citas, y la forma en que esta empareja a sus usuarixs.
Como intermitente usuaria de la aplicación, pude identificarme con algunas vivencias de la autora y comprender los motivos que la hicieron escribir sobre cómo sucede la magia.
Si has deslizado para la derecha sabés el placer que produce realizar match con esa persona que creías no tener nada en común o que te parecía súper linda y un poco fuera de tu alcance. También sabrás lo adictivo que resulta continuar esa danza mecánica que puede mantenerte mirando la pantalla del celular, obviando las molestas publicidades, sin darte cuenta el tiempo que estás empleando en ello. Me recuerda haberme dicho a mí misma, varias veces, que solo la usaría por 5 minutos más y dejaría el celular. Podía cumplir mi auto-promesa pero a la brevedad, cuando nada captaba mi atención (sí porque todo debe captarnos, la voluntad es muy frágil) volvía a ejercitar mi dedo en Tinder. O podía darme cinco minutos más, como quiénes posponen la alarma y ya saben cómo termina eso.
Duportail comenta el subidón de autoestima, de ego en realidad, que acarrea cada match. Como nos sentimos deseables y deseantes, sin llegar a concretar, con solo estar sentadas en el sillón de nuestra casa. Comprobar que seguimos siendo apetecibles nos alivia y da vitalidad. Aunque resulta paradójico que después la perdamos cuando nos damos cuenta que hacer match, hablar sobre qué tipo de pan comemos, quién es nuestro autor o autora preferida y qué película no podemos no haber visto (sin negar ni olvidar que hay conversaciones muy estimulantes y profundas); quedar en algún bar, beber cerveza y volver a casa, solxs o acompañadxs, no garantiza el amor.
Además de momentos de reflexión de la autora, explica y descubre los caminos que recorren nuestras foto y descripción para llegar a otros y otras que pueden ser de nuestro agrado (léase como afinidad en cuanto a clase social, coeficiente intelectual, gustos políticos) o que el algoritmo considera que merecemos acorde a lo que cientos de personas desconocidas han dicho de nosotrxs con un simple swipe a la izquierda o la derecha.
En suma, Tinder es una herramienta para conocer gente si estás dispuestx a jugar con sus cartas, a reconocer que como toda aplicación va a querer que sigas prendidx de tu celular, y que al final si quedas en encontrarte con alguien no habrá más que dos cuerpos con todo lo que ello significa (nada de pantallas y comodidad). Y que por sobre todo, no te garantiza un “felices para siempre” pero puede ser un buen comienzo de algo no tan definitivo. Úsala si tenés ganas. Y al libro de Judith Duportial, no lo dejes pasar, te lo súper recomiendo.
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Crecer
Creo que no quiero crecer. Es tarde, ya no tengo 5 años y puedo decirlo en voz alta. Igualmente se lo dije a mi mamá. No hubo respuesta. Quizás porque suelo hacer bromas o filosofar. O porque tiene miedo de que sea cierto. O porque sabe que es cierto.
Había pasado la tarde con dos de mis amigas, las que son madres. Disfruto de su compañía, porque en cierta parte conservan la esencia de quiénes conocí hace muchos años y quiero a sus niños. Pero ya no es lo mismo. Esa noche, en mi cama, sin poder dormir, pensé en que era la amiga desempleada, soltera y sin hijos. El orden de los “sustantivos” no es casual.
Lo primero se debe a que la pandemia hizo estragos en la posibilidad de conseguir trabajo como docente de primaria, mi profesión. La culpabilidad de no necesitar trabajar de otra cosa se cuela. Y paradójicamente la sobrevivo sin un esfuerzo del que sea consciente ahora pero sabiendo que soy privilegiada (Gracias papá y mamá) y que tengo ahorros.
Lo segundo siempre me despierta, no cuando estoy durmiendo sino cuando creo que la vida así como es puede vivirse, y de repente recuerdo que me gustaría compartirla con ese alguien especial (en mi caso un hombre porque soy heterosexual) que muchas películas y novelas, causa y efecto de la cultura imperante, me hicieron desear y soñar.
Y lo tercero es solo una apreciación que hago fruto de la tarde que pasé con mis amigas.
Volviendo al asunto de crecer, pensé en las historias con mis amigxs, en esa época en la que éramos inseparables, que los planes nos incluían a todxs y los días no nos alcanzaban para contarnos sobre los chicxs que nos gustaban, bailar canciones en el comedor, jugar a las cartas, tomar mate en cualquier parte, tirarnos al pasto, andar en bici, sacarnos fotos, salir los sábados por la noche, cantar canciones sin saber bien la letra, hacer chistes sin gracia y reírnos igual. No pude evitar la nostalgia que me inundó. Las ganas de que el fotograma en mi cabeza fuese otra vez una realidad. Pero miento si digo que lo que quiero es volver el tiempo atrás, lo que en verdad deseo es no tener miedo a perder lo que nos unió, ese amor que nos atraviesa. Mi error es seguir creyendo que el amor se acaba cuando lo que sucede es que se transforma.
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El porqué
Te vi y no me gustó lo que mis ojos hallaron. Pero sabía que ibas a tener una participación especial.
Empecé a conocerte y me encontré con una parte de vos que no estaba en la superficie. Tampoco en tus referencias cinematográficas y literarias, en tu gusto musical o actividades recreativas.
Me hiciste descubrir que hay comidas con aspecto y nombre feo pero un sabor delicioso, que cuando se siente pasión por algo no importan las paredes vivientes que haya que enfrentar en el camino, que no necesitamos usar el mismo lenguaje para comunicar lo que sentimos, que a veces las miradas se malinterpretan, que mejor preguntar y no suponer, que la sencillez de compartir una comida puede provocar más que lo muchos pensadores y pensadoras aseguran es la felicidad, que el arte y la belleza dependen de las historias que se entretejen luego de que los ojos vieron, que las puertas son sólo aberturas y que ir dentro es lo que nos sacude.
Y ahora te miro. No sos el mismo que vi aquella tarde.
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Después de tanto Descansar Tiempo al tiempo de volver A celebrar.
Texturas, Soda Stereo.
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La tinta no secó y en palabras dije muchas cosas... pero en mi corazón todavía queda tanto por decir... No me voy...Me quedo aquí...
Me quedo aquí, Gustavo Cerati.
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