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¿Qué es esto que siento?

¿Qué es esto que me invade en silencio, que me roba el sueño y no me permite descansar? ¿Será acaso amor? Este impulso irrefrenable de buscarte entre las multitudes, de buscar tus ojos cuando cierro los míos, de verte en cada rincón de mis sueños… me pregunto si será amor.

El imaginar a qué sabrán tus labios, qué dulce néctar oculta tu boca; pensar en ese pequeño lunar que adorna tus labios como un secreto hermoso. ¿Será que me estoy enamorando? Me pierdo en el eco de tu risa cuando sueño despierto, y al despertar, es a ti a quien busco. ¿Es esto una señal de algo que temo aceptar?

Esa imagen de tu cabello rojo en mi mente… me pregunto si es solo eso o si deseo perderme en él, dejar que su fuego me envuelva. ¿Será que lo que siento es tan fuerte que ya no puedo negármelo? ¿Será que mis ojos, al verte, ya no te miran como antes, sino con un brillo nuevo, con una emoción que jamás imaginé?

¿Qué cruel es el amor, que se presenta así, de repente, cuando menos lo esperas, cuando crees que ese maldito y hermoso sentimiento ha quedado en el pasado? Y aún más cruel es cuando este amor florece por alguien que ya amas, pero de otra manera, en la forma más pura que puede existir: la amistad.

Qué cosa tan extraña es el amor, ¿verdad? Viene y desordena todo, se instala donde menos lo imaginas y transforma lo que creías eterno.

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Para D..., el viaje que no termina.

Este viaje que iniciamos, es un sendero sin mapas, un capítulo a medio escribir. Cada paso lleva el vértigo de las curvas que no vemos venir, y aun así, siento que algo nos protege, una fuerza sutil y sabia que nos guía. Tal vez sea el destino, o tal vez sea nuestra propia fe en este lazo, tan real, tan extraño. Entre tus manos, entre mis silencios, hay un eco de algo antiguo que pide ser escuchado.

Hay puertos que se cierran y ciudades que dejamos atrás. Caminamos entre lo que se desvanece y lo que apenas comienza, como si la vida misma se reescribiera con cada amanecer. Juntos sumamos, separados no somos más que mitades perdidas. Somos el caos de los antiguos dioses, el amor que arde y arrasa, y, aunque parezca que el mundo se desploma, siempre volvemos al punto en que comenzamos, como almas que se encuentran una y otra vez.

Quiero ser la mejor versión de mí para ti. Mi ofrenda será sincera: un altar de incienso, flores y copal, un pedestal hecho de lo más profundo de mi espíritu. Hagamos planes, ¿te imaginas? Una boda en Tepoztlán, entre montañas que nos guarden el secreto, rodeados de mariachis, hongos y mezcal, una fiesta desbordante de amor y de fuego.

Somos mitad y mitad, y juntos somos un todo que desafía al tiempo. Enfrentamos plagas y tormentas, peleamos contra lo invisible y lo desconocido, y aun así, el amanecer nos encuentra lado a lado. ¿Qué pruebas más debemos enfrentar antes de siquiera tomar el primer sorbo de café? Lo que venga, lo enfrentaremos.

Busqué bajo cada sombra, y allí estabas tú. No sabía qué buscaba, pero en todo te encontré. Eres como un alma de otro tiempo, una herencia de algo sagrado, un recuerdo ancestral que me recuerda que, aunque todo cambie, tú eres mi constante. Incluso los muertos se alzan y saludan al verte, como si en ti reconocieran la luz que siempre ha estado en mí.

Este viaje, D..., lo hago contigo.

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𝔅𝔦𝔱𝔞𝔠𝔬𝔯𝔞 𝔞𝔷𝔲𝔩:

“ El alcohol es mi escape del mundo, y el sexo es mi conexión más íntima con la vida”.

—Dariann García.

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𝔅𝔦𝔱𝔞𝔠𝔬𝔯𝔞 𝔞𝔷𝔲𝔩:

“ Decir «te amo» sin sinceridad debería ser considerado un crimen de lesa honestidad”.

—Dariann García.

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En esta historia que palpita como un secreto susurrado al viento, los latidos del corazón parecen latir más fuerte que las palabras. ¿Cómo decirle a alguien que el alma misma ha comenzado a verle con otros ojos? Es una lucha, un fuego oculto, y sin embargo, parece inevitable... como si cada paso hacia ella sellara un destino que ha sido escrito en algún rincón del cosmos.

Pienso en cómo te miraba antes de este despertar callado. Éramos, simplemente, amigos, y en esa palabra cabían todas las risas, los silencios, los apoyos infinitos que me dabas sin pedir nada a cambio. Pero en algún lugar, entre esos gestos cotidianos, entre las noches de plática y las miradas cómplices, algo nació. Un amor que ha aprendido a vivir en silencio, en el secreto cómplice de mis pensamientos y mis palabras no dichas.

Te quiero como quien ama desde la distancia de sus propias dudas, de sus propios miedos a romper lo bello y perfecto que ya tenemos. Porque amarte me ha llevado a entender que a veces el amor verdadero no exige nada, que solo se guarda, como una brasa tibia en el rincón del alma. Es una llama que no busca consumir, sino simplemente iluminar, recordarme cada día que hay en el universo un ser que despierta en mí la mejor versión de quien soy.

Es extraño, esta dualidad de desear tus palabras, tu risa, tus gestos, y a la vez, temer el peso de una confesión. Porque si esto que siento es un secreto, también es un altar; es un espacio sagrado donde solo tú y yo sabemos el lenguaje de las miradas que dicen más de lo que cualquier frase podría. Quisiera que lo sepas, supieras que en algún lugar de mi ser, estás más allá de las palabras, eres ese anhelo profundo que aún no me atrevo a nombrar.

Y aunque nunca lo sepas, aunque estas palabras permanezcan en el eco de lo no dicho, quiero que sepas que en cada instante compartido he sido más libre, más verdadero. Que en este amor, aunque en silencio, encontré una paz que no había conocido antes.

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𝔅𝔦𝔱𝔞𝔠𝔬𝔯𝔞 𝔞𝔷𝔲𝔩:

“ Tienes la extraña manía de quedarte en lugares que te ven como un simple mueble, cuando en realidad eres una obra de arte imposible de encontrar”.

—Dariann García.

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𝔅𝔦𝔱𝔞𝔠𝔬𝔯𝔞 𝔞𝔷𝔲𝔩:

“ Llamamos amor a todas las bocas que hemos probado, hasta que llega alguien y redefine cada significado; de pronto, el amor deja de ser abstracto y se convierte en un nombre propio”.

—Dariann García.

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Que escriba cosas tristes, no te haga pensar que estoy sufriendo.

Tu sueles decir "te amo" sin sentirlo.

N A R V A E Z ♡

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𝔅𝔦𝔱𝔞𝔠𝔬𝔯𝔞 𝔞𝔷𝔲𝔩:

“ Tu mirada tiene la peculiaridad de calmar demonios, lo que me lleva a pensar que los tuyos son aún más intensos que los míos”.

—Dariann García.

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No sé cuándo fue exactamente, pero un día, sin buscarlo, me descubrí mirándote diferente, como si algo en mi alma hubiera despertado de un sueño profundo y olvidado. Pensaba que el amor ya no tendría nuevos caminos para mí, que los senderos conocidos se habían quedado sin sorpresas. Y, sin embargo, ahí estabas, tú, tan inesperada y familiar, tan cercana y distante como un amanecer que se tiñe de rojo sin aviso. En tu risa, en esa forma tuya de desbordar vida, sentí cómo algo me llamaba, cómo el eco de un “te quiero” se colaba en el silencio de mis pensamientos, susurrándome una verdad que aún no me atrevía a nombrar. Yo, que había olvidado lo fácil que era enamorarse, lo sencillo de decir un “te quiero” desde el fondo del alma, volví a sentir esa ternura infantil, esa chispa de quien descubre en la mirada de una amiga el reflejo de algo más profundo. Te observo, y no dejo de maravillarme ante el hecho de que un simple día contigo puede llenar los vacíos que, de otro modo, parecían insaciables. Porque en ti he encontrado no solo una amistad, sino una calma, una paz que pensé reservada solo para los cuentos. Eres ternura y complicidad, eres la pausa en un mundo que va demasiado rápido. No esperaba esto, no creía que pudiera sentir algo tan limpio, tan desinteresado y puro otra vez. Pero tú, sin esfuerzo alguno, me devolviste la esperanza, me recordaste que en el corazón, incluso en el mío, quedan rincones inexplorados, espacios para el asombro y la ilusión. Y aunque no sé si este sentimiento debe decirse, si debe salir de su escondite, te agradezco por habitar en mí de esta manera, por recordarme que el amor, a veces, es tan simple como una risa compartida, un silencio entendido, una mirada que nos descubre. Quizá no te lo diga nunca, quizá siga siendo un secreto que guardo, una verdad que vibra entre nosotros, invisible, pero real. Porque lo que hemos construido ya es demasiado hermoso como para arriesgarlo, y porque amarte, incluso en silencio, es suficiente para sentirme completo.

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Lectura de medio día.

Él leía. Sentado bajo el cenital leía aquel cuento que Octavio Paz le escribió a la Garro alguna vez. Leía tan apasionado y melancólico, construyendo el mundo del agua, del amor, del erotismo, de la sal y del hielo con esa dulcísima voz suya.

(Habíamos compartido un café muy temprano. Un beso que no nos damos llegando a nuestras bocas a través del borde del vaso de papel. Un sorbo él, un sorbo yo, un beso él, un beso yo.)

Él leía apasionado, con la mirada clavada en las palabras. Yo recorría su perfil endiosado, venerado, resplandeciente, embriagante.

De la punta de su nariz saltaban al precipicio mis deseos.

Sentado, iluminado, ardiente de imaginación, leía.

Yo pensaba en lo maravilloso que sería que esa lectura fuera solo para mí. Que esa nostálgica pasión estuviese inspirada por mí. Y entonces, terminó. Cerró el libro y lo primero que sus ojos hicieron fue clavarse en los míos. Me estremeció el fulminante rayo de sus pupilas. De mis ojos amenazaban con caer ríos. Él sonrió amable (como siempre, como su alma suave y modesta) y sus labios se abrieron para preguntarme: ¿en qué piensas?

M.C.

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oxímoron

Preguntó que era un oxímoron, y un estruendoso silencio ivandio el lugar...

De más está decir que sabía la respuesta, y que en un momento tímidamente intenté decirlo...

Al igual, intenté responder a la pregunta de quien hacía arte, pero otra vez enmudecí...

Quizas fue porque los escritores no sabemos de largas charlas, sabemos de escribir, de expresar entre líneas aveces fáciles, otras complejas el arte de la expresión escrita, en el sudor de la tinta.

Un oxímoron, es nada más ni nada menos, que la retórica del silencio más ruidoso que cualquier alma pudiese escuchar ese día, en ese lugar.

Natalia grhol

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Quiero ahogarte con palabras lindas. Quiero explicarte todo lo que ha florecido de ti en mi desde entonces. Quiero volver a tocar tu boca con mi boca y dejar descansar mi mano sobre la tuya. Me hunde el recuerdo de tu voz y de tu piel. Me sepulta la pena de no sentir tu calor junto a mi, de admirarte recostado en mi cama, dormido bajo las sábanas. Las noches y los días se volvieron reflexivos en un insoportable espiral de memorias y ecos que me hechizan.

M.C.

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Fuego y Piel

Eres un incendio que arrasa mis sentidos, una necesidad feroz que late bajo mi piel, quemando cada fibra de mi cuerpo mientras mis manos, ansiosas, descubren el calor y la humedad que guardas solo para mí. Te devoro lentamente, con la paciencia de quien saborea el placer prohibido, recorriendo cada centímetro de tu piel desnuda como si fuera un territorio virgen, mío, y solo mío. Me inclino sobre ti y te observo, mientras tus ojos claman por más, mientras tu cuerpo se arquea, desesperado por cada beso, cada mordida que se convierte en un pacto de deseo sin retorno.

Tus gemidos son mi recompensa, el himno que guía mis labios y mis manos. Desciendo por tu cuello, rozando tu piel con mis labios, dejando que mi aliento despierte cada rincón que yace dormido en ti, hasta que tus piernas tiemblan, hasta que tu respiración se vuelve un jadeo incontrolable. Nos convertimos en una danza que es puro instinto, en un juego de miradas y caricias donde el tiempo se suspende y solo existimos nosotros, atrapados en esta vorágine que no conoce fin.

Mis manos exploran cada curva de tu cuerpo, reclamando cada rincón, cada susurro que se escapa de tus labios. Eres mi templo, y mi boca deja marcas de adoración en tu piel, baja por el valle de tu vientre hasta encontrarse con el fuego que arde en tu interior, un calor que me recibe como una invitación silenciosa, como un abismo que me reclama sin reservas. No hay prisa, no hay descanso; cada beso, cada caricia, es una promesa de placer que se cumple una y otra vez, sin límites, sin miedo.

Te devoro con una necesidad animal, explorando cada pliegue, cada rincón de tu piel que palpita, que se abre ante mí. Mis labios recorren el borde de tus deseos, jugando, provocando, mientras tú, rendida, dejas escapar ese susurro, ese gemido que me incita a perderme aún más en ti. Te hundo en el frenesí, en el éxtasis de este encuentro que no conoce final, hasta que el placer se convierte en una tortura deliciosa, en una necesidad que clama por ser colmada.

Nuestros cuerpos se enredan, se encuentran en una lucha desesperada donde no hay tregua ni piedad. Me tomo mi tiempo, disfrutando cada segundo, cada gemido que dejas escapar cuando me hundo en ti, lento, sintiendo cómo tu cuerpo se rinde, cómo tus piernas se cierran alrededor de mí, exigiendo cada centímetro, cada embate que nos acerca al abismo. Te tomo con la fuerza de quien encuentra en ti su salvación, su perdición, y en ese vaivén frenético, en esa batalla de pieles y sudor, somos dos bestias consumidas por un mismo fuego.

Quiero verte temblar, verte perder el control, sentir cómo cada fibra de tu cuerpo clama por mí, por este placer que nos desborda. Mis manos recorren tu espalda, mi boca se desliza por tus labios, mis dedos se pierden en tu cabello mientras te susurro al oído cada deseo, cada fantasía que arde en mi interior. Te giro, te reclamo una y otra vez, y en cada movimiento, en cada suspiro, siento cómo me convierto en tu dueño, en el único capaz de colmarte, de llevarte al límite de esta entrega que no conoce límites.

Nos movemos en un ritmo frenético, en un vaivén que no permite descanso, y cada embate es un grito, una súplica por más. Mis manos se aferran a tus caderas, mis labios devoran cada rincón de tu cuerpo mientras tus uñas se clavan en mi piel, dejando marcas de esta guerra donde solo existen nuestros cuerpos, nuestros deseos, nuestra necesidad de perdernos uno en el otro. Te siento mía, y en cada susurro, en cada gemido que escapa de tus labios, sé que no hay otro lugar en el mundo donde quisiera estar.

El placer se convierte en tormento, en una agonía deliciosa que clama por liberación. Nos entregamos sin reservas, y en el instante final, en ese momento donde nuestros cuerpos se desmoronan en un grito de éxtasis, nos convertimos en uno solo, en un único ser que explota en placer, que se desborda en un clímax que sacude cada fibra de nuestro ser. Nos dejamos caer, exhaustos, pero aún deseándote, aún buscando el calor de tus brazos, el refugio de tu piel.

Este encuentro es nuestro pacto secreto, el altar donde dejamos nuestras almas en una danza de placer y lujuria. Y, mientras te miro, mientras siento cómo el deseo aún late en mí, sé que siempre volveré a ti, una y otra vez, sin tregua, sin final. Porque tú eres mi adicción, mi pecado, el deseo que me consume y me renueva en cada caricia, en cada beso que me deja marcado con la certeza de que en este amor, en esta lujuria desbordante, no existe más límite que el que nuestros cuerpos deseen romper.