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La elaboración de las ventanas de Johari y, sobre todo, el recolectar los dos testimonios con los cuales me ayudaría, fue más que una grata sorpresa.

Para comenzar, reconozco que no soy el tipo de persona que iría y le preguntaría a alguien que opina sobre mí debido a que, bien, de alguna forma significa estar sujeto a sus percepciones y prejuicios. Los primeros no me molestan, pero lo segundo a veces puede llegar a ser… molesto, porque no es que quieran que mejores como persona, es que quieren que seas según lo que ellos consideran correcto.

Sin embargo, asumí que necesitaba escuchar la mayor cantidad de cosas directas que pudiera y para ello, elegí a mi madrina para que respondiera las dos preguntas de la guía. No puedo negar que estaba algo inquieta respecto a lo que escribiría. Ella es una persona muy amable pero también alguien que cuando tiene la confianza, como conmigo, dice las cosas directamente. A decir verdad, esperaba muchas más cosas negativas en sus respuestas de las que obtuve, y por ello, quedé bastante sorprendida. Generalmente, vengo siendo algún tipo de oveja negra de la familia desde siempre, la persona que eligió música en lugar de una carrera “de verdad”, que no va a misa porque no es católica, de los gustos extraños y estilo algo tomboy, etc. Tal vez porque vengo escuchando comentarios al respecto sobre cómo ser en la familia, estaba algo condicionada a esperar lo mismo. Cuando no lo fue, la primera sensación fue de alivio. Tuve que releer solo para asegurarme, descubriendo una forma en la que me consideraba que no esperaba. Quisiese o no, por muy agradable que fueron sus comentarios, tenía la sensación de que había exagerado en los detalles positivos y puede ser que esta sensación se diera debido a que me sentía un tanto ajena a ciertas características mencionadas ahí. El caso fue opuesto con la segunda persona a quien le pasé las preguntas. Dominic viene siendo mi mejor amigo desde hace 6 años aproximadamente, se podría incluso decir que somos como hermanos. Hay una confianza plena y de él no temía escuchar algún comentario negativo; muy por el contrario, mantenía presente que si lo decía, tenía fundamento. Admitiré que me conmovió lo emocionado que estaba de responder esas preguntas y luego, al leer sus respuestas. En este punto me doy cuenta lo difícil que se me hace asimilar las cosas positivas que han dicho de mí. No logro comprender ni descifrar el motivo. Me alegra, sí, pero me cuestiono, siempre me cuestiono. No obstante, escuchar a mi mejor amigo decir que no cambiara, simbolizó mucho, eran palabras que sin darme cuenta había estado necesitando escuchar.

Mientras armaba las ventanas, recaí en cuenta de que no tenía idea que podían percibirme como alguien que no diera el brazo a torcer a la hora de discutir y/o debatir algo. Es un punto que intentaré mantener presente para evitar que se repita, esperando encontrar una mejor forma de expresarme.

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1. Testimonios

→ Dominic Choi (mejor amigo).

¿Qué es lo que más te gusta de mí? “A person with a warm heart and the ability to feel and understand deeply. With a straightforward, no nonsense way of speaking but we get as much honesty and authenticity from you as you would want from others. A person with a steady strength, who doesn’t need to speak aloud of the things you endure or the ways you do well. An extremely hard worker who is passionate about your dreams, try your best to achieve your aspirations and be the person you want to be. Humble and genuine and inspiring.

It may take time to get to know the different sides of you and to form a close bond, but for those you care about, you care very deeply and wholeheartedly. It is shown in a million ways – asking about what is happening in your life, wanting to hear what you think or feel about things, encouraging and supporting you with words that show how much you believe in them regardless of success or failure, not letting you feel alone and being there to help take your mind off of something or talk about it. Throughout it all, there’s a steady, unwavering presence that remains true and dependable even if you are experiencing hardships or struggles yourself. At the core you have a kindness in your soul that can keep its same strength and light because it is protected and shared with people who can be trusted, people who would share the same kindness and loyalty. I like the complexity of your thoughts, the depth of your emotions, the passion behind what you do for others and for yourself.”

¿Qué crees que podría cambiar o mejorar? “There are times when there can be stubbornness, a certain resistance to rethinking something differently from the way you have been thinking of it. In a way, it may be one of your traits that allows you to have so much integrity and steadiness as a person, but it may also cause misunderstandings where there is a difference of opinion or disagreement over an issue, where there may need to be an attempt to see the other’s perspective and reevaluate. Sometimes a certain emotion or mood may overshadow other considerations, but you just need to take time to work through it and decide what you ultimately want to do.

Don’t change – other than keep going and never lose hope. Give yourself time to breathe and think and take it easy as things happen. Recognize all the value in yourself and gain more confidence in knowing that you are one of a kind.”

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→ Erika Johanson (madrina)

¿Qué es lo que más te gusta de mí? Me pareces una persona muy inteligente y muy honesta. Tienes mucha sabiduría y sabes sustentar tus argumentos, eres preparada, se nota que lees, que estas informada y expresas muy bien tus puntos de vista. Eres honesta con tus sentimientos y afectos, dices lo que piensas sin temor a caer mal, eres delicada y considerada con los demás. Eres generosa, amable, delicada. Compartes lo que tienes. Piensas en los demás, nos das hermosos regalos. Nos haces favores. Una persona noble que es solidaria y ayudas a los que estamos en necesidad. Eres sarcástica y divertida, tienes chispa pero que aflora cuando tienes mucha confianza con las personas que te rodean. Me gusta mucho cuando te ríes, hazlo más seguido. Eres justa, no juzgas anticipadamente. Escuchas, tratas de ponerte en el lado de los demás, entenderé por lo que también eres empática. Sabes ponerte en el lugar del otro. Una persona que cuando se decide toma acciones. Sabes luchar por lo quieres, persistente y tenaz. Talentosa, incisiva. Y haces unos postres maravillosos!!

¿Qué crees que podría cambiar o mejorar? Paras demasiado con el celular, es como si ignoraras a los que tienes al frente. Debes prestar más atención a los que estamos a tu lado. Nada es tan importante para que dejes de mirar a los ojos a quienes estamos contigo. Has mejorado tu lado tímido pero aún hay que trabajar ese aspecto. Tienes una sonrisa linda, sonríe más. Antes te tomabas las cosas a la defensiva, ahora mucho menos (eso es para que lo sepas). Trabaja la confianza en ti misma, en lo que vales, en tu autoestima. Un poco terca.

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2. Ventanas de Johari

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Si hubiera estado en mí la decisión, es muy probable que, ese 26 de agosto de 1990, no hubiera alcanzado a ver ese primer rayo de luz artificial en mi ciudad natal, Lima. El que la estación que se desataba en esa época haya sido invierno tal vez sea la razón por la que muchas personas encuentren características en mí que se le suelen asociar. Quienes no me conocen podrían decir que soy distante y gris, callada o reservada como una tarde de invierno. Incluso los que han podido deslizarse debajo de algunas capas debido a años de amistad suelen repetir constantemente sobre el silencio que me caracteriza, sobre la melancolía que se asemeja con la lluvia y ese opaco cielo que la acompaña. No obstante, aquellos que han creado surcos en mi alma, cobrando una parte fundamental en mi existencia, suelen coincidir en que siempre encuentran rastros de hojas de otoño danzando con el viento.

La niña que se vio forzada a usurparse a sí misma, olvidando su identidad. Si me preguntara por esa pequeña que los demás recuerdan, de esa sonrisa jovial en fines de semana y, si incluso fuera a remontarme a edades de las cuales no queda recuerdo, “tenías 4 años, eras extrovertida, ¿qué te ocurrió?” La única respuesta que cae de mis labios será que ella ya no existe, porque la asesiné. La historia retrocede a circunstancias que obligaron a que su padre se fuese a vivir fuera del país y a una madre que desconocía la importancia de brindar un pilar sobre el cual apoyarse para lidiar con ese nuevo silencio, y miles a venir; con el ruido blanco que se prolongaría por el resto de su vida. Largas noches observando las estrellas, insomnio; pensamientos vagando en calles vacías, introversión; y una angustiante soledad, aislamiento, que eventualmente se tornaría en su acompañante mientras los años transcurrían.

A veces me asusta quien soy. El reflejo en aquel espejo es irreconocible. Los fragmentos fueron salpicando a cada renovado golpe. Las murallas que había construido no solo mantenían fuera al mundo, tampoco me dejaban escapar dejando mis huesos hechos polvo. Había aprendido que las personas tenían intereses muy vanos, clavaban cuchillos por la espalda por un poco de atención y no les interesaba el daño causado con tal de convertir la situación a su voluntad. La secundaria se volvió una cárcel y mis calificaciones decayeron. Nadie lo entendía, mas nadie tampoco preguntaba. ¿Realmente les hubiera gustado saber? Hay una comodidad en pretender ignorancia, no hay quien se salve de pecar. Y me llené de odio contra el mundo, contra quienes me hicieron daño, pero, sobre todo, en contra de mí misma. Mi madre fue muy egoísta y cobarde, sin embargo, aunque las acciones son decisión nuestra, también puedo decir que ella no estaba lista para asumir la responsabilidad de cuidar y educar a otro ser. Hay cicatrices que nunca terminan de sanar, y si bien las que resguardaba mi piel se han borrado casi por completo, las del espíritu de vez en cuando retornan, recordándome de su existencia.

Eran años de crisis, la ansiedad me carcomía y una creciente depresión iba tomando forma. Tendría 19 tal vez, experimentaba problemas con la voz debido a un reflujo gástrico y gastritis, y después de varias revisiones me enviaron al psicólogo y a terapia de lenguaje ya que en cierto punto mi voz se desvaneció. Para ese entonces había renunciado a la pre de la Agraria con mi familia oponiéndose a mi decisión y luego, después de año y medio, procedía a retirarme de Filosofía en la Villareal.

Dicen que uno forma su identidad en base a los que nos rodean, lo que valoramos de ellos y a lo que nos oponemos. Hay errores que no quisiera repetir con otros por el simple hecho de que ocasionan daño muchas veces irreparable. Asimismo, aprendí que hay decisiones a las que no me sometería de nuevo, porque el elegir lo contrario cambió mi vida radicalmente. Sonará descabellado para algunos, pero en ese tiempo me hice consciente de la gran influencia que las bandas ejecutaban sobre las personas. Ellos poseían el poder de guiarlas y enseñarles. Mi admiración creció por quienes dirigían ORGs como Linkin Park, o hacían un llamado a concientizar y actuar, o como 30 Seconds to Mars, cuyos fans alrededor del mundo tenían un proyecto llamado “Echelon House” que construía hogares temporales. Me inspiraban.

Cuando descubres que algo te apasiona, lo primero que te preguntas es qué tan bueno eres realmente desenvolviéndote en ello. ¿Eres suficiente? ¿Será siempre así de emocionante? Porque amas la sensación, amas hacerlo, y su significado es lo más cercano a felicidad. Cuando descubres que no podrás volverlo a hacer, no como se debe, que no eras suficiente. Lo único que deseas es poder retornar al principio y esforzarte hasta que se te desgaste la vida. Y vivirlo, vivirlo hasta que se quede tatuado en tu mente y quedes satisfecho, para que cuando te digan que no se podrá, no duela ni pese tanto (o eso quieres creer). Este fue mi inicio con la música, la música resumía la cadena que me mantenía en tierra. Me salvó tantas veces y desesperadamente necesitaba aferrarme. Los años siguientes me encontré en un proceso de sanación mientras la estudiaba. Sanar implica verte cara a cara con lo que más temes, con lo que te hace daño; pero, sobre todo, significa que tendrás que hacer algo en lugar de bajar la cabeza y rehuir. Es abandonar la zona de falsa seguridad, donde nada mejora, pero nada podría ser peor, y por primera vez ver si realmente caes al vacío al dar ese gran salto. Cuando lo haces, olvidas si te diste de cara contra el pavimento, lo único que importa es esa sensación de libertad. Abandoné un par de capas, pinté unas cuantas, con notas musicales, me escuché.

Pero también tuve recaídas que me llevaron a ser recetada medicamentos nuevamente, a andar somnolienta y perder clases, a encerrarme en esos pequeños atisbos de realidad. El miedo me tentaba a abandonarlo todo, la música ya no era suficiente para salvarme. Mis notas volvieron a decaer y volvía a encontrarme con la venda sobre los ojos en un completo silencio. Durante ese lapso llevé diferentes trabajos a cabo entre los que figuran profesora de inglés, donde descubrí que detestaba enseñar; operadora telefónica, uno sin duda de los más terribles, donde nuevamente te das cuenta que a las personas poco les interesa lo que les ocurran a otras en un mundo donde el dinero y la frivolidad rigen; y finalmente, por chances del destino, me contrataron en la escuela de música a la que asistía para encargarme de las redes sociales y apoyar a secretaría.

Yo, que había estado de trabajo en trabajo hasta ese momento, duré de 4 años ejecutando el cargo. Pequeños pero importantes logros, grandes enseñanzas. A veces uno se pierde tanto en sí mismo que necesita detenerse y observar a su alrededor, luego, a sí mismo. Sería imposible terminar de redactar todo lo que he aprendido en aquella escuela, mas puedo decir que fue mucho más que música y simboliza gran parte de mi vida. Fue como abrir una puerta y saber que ese era el lugar que estuviste buscando. Y gracias a ella, a las personas ahí que siempre me apoyaban y creían en mí, también conocí a la banda de la que formo parte desde finales del 2016.

Solo ahora pude ver la relación entre lo que hago actualmente, tocar teclado, y el haber aprovechado aquella oportunidad, cuando me ofrecieron unirme como tecladista. Para aquel entonces, yo enfrentaba muchos problemas vocales que eran consecuencia del pasado. No sabía realmente tocar otro instrumento, solo lo básico de guitarra eléctrica, y tal vez un par de acordes debido a algunos cursos en teclado, todo de forma muy lenta. Aparte de eso, todavía sufría de pánico escénico, algo que no detallaré porque hablar del escenario y mi relación de amor-pánico con este tomaría hojas. El primer evento fue en Arequipa, cometí muchos errores, apenas me sabía las canciones y, como siempre, me repudiaba por ello. Sin embargo, no podía negar que la sensación que había experimentado, el saber que esperaban más escenarios así, me hizo abandonar la idea de rendirme y continuar en los ensayos. La presión aumentó con el tiempo y los requerimientos hacían necesario que desarrollara técnica para no quedarme atrás. Se hizo rutina sentarme frente a las teclas, juguetear un rato, componer melodías y luego repasar los temas. Sin si quiera darme cuenta, mi transición había comenzado desde ese momento. Cuando había creído que lo perdía todo, la música retornaba a mí de otra forma. Por primera vez, no sentía que era una derrota, sino que era lo que necesitaba. Así cambié mi especialidad de canto a teclado y una nueva etapa comenzó para mí.

El 2017 y el 2018 no solo trajeron consigo nuevos retos y expectativas, también la oportunidad de estudiar en la UPC sin, por supuesto, dejar de lado mi vida como músico. Han sido dos años que me han hecho dar una mirada en retrospectiva, recordándome que uno solo es capaz de continuar cuando está dispuesto a rasguñarse, a pasarla mal y a sacar lo mejor de esas épocas. Dos de mis artistas favoritos fallecieron a causa del suicidio, y eso solidificó mi pensamiento de lo frágil que la vida puede llegar a ser y el corto tiempo que tenemos en nuestras manos. No es solo el que cualquier eventualidad pueda ocurrir sin que lo esperemos, es el hecho de que a veces, el peor enemigo es uno mismo. Y por ello, cada momento debe ser apreciado, porque el tiempo nunca retorna. Nota: Fueron 3 hojas completas en Arial y espaciado 1.5.

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A medida que avanzamos en clase, me voy dando cuenta que son variadas actividades las que me cuestan realizar, generalmente debido a que se suelen compartir cosas muy enlazadas a uno, y otras veces, como en este caso, porque incluyen una pérdida de control sobre la situación con la que no me siento cómoda. Desde su mención, y debido a unas personas de otras clases que ya pasaron por Liderazgo, sabía que tendríamos que colocar las vendas tipo yeso sobre nuestros rostros. La sola idea me ponía un tanto ansiosa, no podía dejar de cuestionarme cómo iba a respirar, cómo iba a decir algo o si siquiera iba a resistir los minutos que requiriese el secado de la máscara antes de retirarla. Tal vez mi compañera notó esta indecisión que ella se ofreció a ser la primera, o quizá, porque también la capté un tanto ansiosa, ser la primera era su manera de enfrentar la situación. A sabiendas de que era un objeto que quedaría para ella, intenté ser meticulosa en la elaboración para que quedara lo mejor posible; al mismo tiempo, le preguntaba de vez en cuando si se sentía cómoda, trataba de tomar en cuenta también de que no se manchara su cabello (aunque al final no funcionó) porque sabía que la idea no le hacía la menor gracia. Fue un hacerme consciente y responsable de la situación, de su estado, y tratar en lo mejor posible de aplacar alguna incomodidad, algo que solemos dejar mucho de lado en la vida cotidiana, donde solemos enfocarnos en uno mismo la mayor parte del tiempo. Cuando me tocó a mí, aunque a mi compañera la conozco, me pregunté si tendría el mismo cuidado. Cuando las vendas comenzaron a ser puestas supe que no había manera de escapar. Fue un tanto divertido, tener la idea de que al final quedaría una máscara como la que había visto de mi compañera, así como me continuó causando algo de ansiedad al no poder abrir los ojos ni decir palabra cuando lo intentaba. Es ese temor a perder el control de las cosas, de saber que no todo está en mis manos para remediarlo. Sé que detesto que mi seguridad o demás dependa de otros, la actividad fue un recordatorio. Ocurrió que en un momento me comenzó a arder el ojo izquierdo y no podía comunicarlo, por un segundo estuve a punto de entrar en pánico; sin embargo, sabía que si me quitaba la máscara en ese momento no obtendría el resultado final y traté de obviarlo, de confiar en que no quedaba mucho para que me la quite. Luego me di cuenta que debía de dejar saber que algo andaba mal e intenté señalar por gestos con las manos. Mi compañera consiguió entenderme, pero nuevamente, no había manera de hacer algo hasta que se me quitara la máscara. En este punto me doy cuenta que a veces no expresamos cuando algo nos hace daño, solemos dejarlo pasar y subsanarlo nosotros. Y aunque no siempre surta algún efecto el dejarlo saber, debemos hacerlo, puesto que no todos se dan cuenta cuando algo va mal. Sobre el decorado, fue difícil elegir los colores. Al comienzo pensé en dejarla con negro y ponerle toques con gris, puesto que son de mis colores favoritos. Luego, antes de comenzar, recordé el dibujo que había hecho en una actividad y decidí dividir la mitad de gris y la otra mitad de negro. La primera simbolizaría las situaciones que han comenzado a acomodarse, mis logros personales y cualquier lado bueno. El negro representaría todo lo que todavía sigo enfrentando, batallas internas, situaciones donde no encuentro salida, pensamientos negativos, esa parte que todavía está en proceso de encaminarse. Luego alguien me comentó sobre la técnica del pincel seco y cuando me explicaron, supe que era lo que le faltaba a la pintura negra. Utilizando el gris nuevamente, le dio un toque metálico que iluminaba partes de la tonalidad oscura, en representación de que, si bien ese era el lado más caótico, tenía un significado, era aprendizaje, veía “luz”. Para finalizar y marcar lo que quería expresar, le puse una lágrima verde al ojo derecho, color enlazado a la esperanza. Debo agregar que ver mi máscara antes de pintar fue difícil. Era casi como verme cara a cara, pero con un retrato vacío, sin gestos. Son carcasas, que imagino al igual que las que usamos día a día, solo obtienen un significado cuando se las damos y las hacemos parte de nosotros mismos.

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Ha sido una de las actividades que más me ha gustado, si bien en un inicio no tenía idea de qué era lo que dibujaría. ¿Un dibujo que me represente? Lo primero que vino a mi mente fue algo relacionado a las notas musicales, a fin de cuentas, la música es mi vida. Sin embargo, cuando mencionaron que podía ser cómo te estuvieras sintiendo también, eso desvió mis pensamientos. El sentir es mucho más abstracto. No podía encontrar cómo representarme porque ni yo misma sé realmente darle respuesta a ello, pero sí podía dejar fluir el lápiz para retratar algo cercano a mi sentir. Los primeros trazos no tenían forma, era casi difuminados. Luego me di cuenta que parecía ser un ojo y con esa idea en mente proseguí. La idea de cubrirlo entonces con llamas vino a mi mente, luego pensé que podrían ser sombras, y que podían representar la forma en la que ocultaba ciertas partes de mí. Eso me llevó a pensar en un gran bloque de cristal, uno con pequeñas rajaduras y una abertura justo donde se veía aquel ojo. Tracé un marco y le creé líneas que representaran los lados que se habían quebrado por la vida, tal vez intentos de salir fuera de ese cristal que separaba al mundo. Pero era un cristal no transparente, estaba opaco, e intenté transmitir aquello con más difuminado. Para ese entonces fue como verse observando al mundo por una rendija, como verme manteniéndome siempre detrás de un gran bloque que no solo me cubría, también evitaba que me acercara a ese mundo fuera de este. La sección de los comentarios fue interesante porque nuevamente estábamos todos compartiendo otro pedazo de nosotros, y poder ver un trozo de ese mundo que a cada uno lo conformaba era asombroso. Había dibujos que se veían tan conectados a la vida, que transmitían energía, que dejaban una grata sensación. Al mismo tiempo, también causaba cierta desazón el saber que verían el de uno puesto que la percepción ajena sobre el dibujo se volvería sólido a través de un comentario. La verdad, esperaba que hicieran comentarios un tanto burlescos considerando lo tétrico que el mío se veía, y el que no ocurriera así me quitó un peso de encima. Es gracioso como, aunque sepa que no repercute demasiado luego de transcurrido ese día, aún tema el primer enfrentamiento hacia las opiniones ajenas sobre mí. Es algo muy difícil de dejar atrás, que debo estar recordándomelo para que mis pensamientos no comiencen a girar obsesivamente alrededor de negatividad. Lo acertado que algunos fueron en sus comentarios al intentar decir que veían en el dibujo me recordó que indistintamente, todos pasamos por ciertas situaciones que son difíciles de enfrentar y que tal vez, al verlo, de una manera u otra consiguieron identificarse. Uno tiende a encerrarse demasiado en sus propios pensamientos y eso muchas veces no nos deja ver que los demás también enfrentan situaciones y emociones similares a las nuestras, que no todos deben sentirlo igual para que sea válido.

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Debo admitir que no me encontraba especialmente cómoda con la idea de tener que revelar una foto de aquella época. En general, no me suele gustar el salir en fotografías, mucho menos el exponer las que pertenecen a una parte tan privada de mi vida. Así que ese día, minutos antes de la clase, me encontraba algo dubitativa al respecto. Sin embargo, sabía que la actividad tenía un fin tanto intrapersonal como interpersonal, y cuando nos dieron las indicaciones, hice entrega de mi foto. Todos nos encontrábamos compartiendo una parte de nuestra historia en ese momento. No tengo muchas fotos de bebé, es más, deben ser solo dos fotos donde salgo apenas de meses y luego otras dos de uno a dos años, las demás son a partir de los 4 aproximadamente. No obstante, yo sabía cuál foto iba a escoger desde que se mencionó la actividad. En la foto que presenté salgo disfrazada de bandera en el jardín de una casa antigua, y aunque no tengo recuerdo alguno de ese momento, hay dos elementos que la hacen una de mis fotografías favoritas: siempre me ha gustado disfrazarme, es algo que todavía hago cada Halloween, y el jardín de esa casa rescata gratos recuerdos de mi estadía en aquel lugar. Siempre he considerado que, así como mental y psicológicamente he cambiado bastante a lo largo de los años, también lo hice de forma física, con rasgos de mis padres que se marcaron mucho en la adolescencia y que, de pequeña, según yo, no había rastro. Debido a ello, realmente no esperaba que alguien fuera capaz de reconocerme, y mucho menos considerando que el intercambio de palabras con mis compañeros de salón ha sido limitado. Grande fue mi sorpresa cuando a la hora de indicar quién era quién, habían conseguido enlazar la fotografía a mí debido a la forma de mis ojos. Más aun cuando luego, en la charla después de la actividad, mencionaron que eran casi iguales y que por ello no se hizo difícil. Me sorprendió, desde el inicio había asumido que nadie lo conseguiría, y al comienzo no sabía qué pensar, luego me di cuenta que de alguna forma aquel hecho me había robado una sonrisa; tal vez el pensar que, a pesar de todo, estaba equivocada y no todas las partes de mí se habían desvanecido con el tiempo. Sí, tal vez había cambiado tanto que ni yo misma podía reconocerme, mas esto me recordó a las ventanas de Johari. El área ciega, donde se ubican las cosas que los demás ven que uno no puede de sí mismo. Cuando creía que no quedaba rastro, me di con la sorpresa de que todavía conservo un pequeño detalle de mí. 

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Esta actividad consistía en compartir de manera grupal la información que habíamos recolectado sobre la etimología y significados de nuestros nombres. Nos juntamos con personas que todavía no conocíamos, siendo en total 5 integrantes. El explicar sobre tu nombre y las razones por las cuales lo eligieron para ti podría parecer fácil, pero es de alguna forma personal. No sabes qué reacciones tendrás, si se reirán o si se sorprenderán y, a decir verdad, no estaba segura sobre qué esperar. Cuando Dayane, Ricardo, Axel y una chica más comenzaron a compartir los diferentes datos, fue divertido descubrir que 3 de los 5 compartíamos raíces españolas por el apellido, para lo cual mencionamos la obvia razón, la conquista que se dio sobre nuestras tierras en el pasado. Asimismo, Axel nos sorprendió mencionando que tenía 2 nombres, uno Chino y otro en Español.

Cuando me tocó a mí, debo admitir que dudé un momento sobre lo que mencionaría. Habían significados tan buenos, demasiado, y sinceramente no me identificaba con ninguno excepto palabras que quizá si las mencionaba resultarían en miradas curiosas, si no desconcertadas. En ese momento me pregunté por qué es tan difícil admitir que te identificas con algo negativo sin sentir que estás exagerando. Creo que suele ocurrir, el temor a no querer parecer así, algo que resulta en ocultar diversos lados de uno. Al final elegí términos sin mucho peso, mencionando que no los encontraba acertados y lo demás pasó sin acontecimientos.

Después de haber compartido significados, si bien no encontramos más similitudes que las mencionadas, sentí que el hielo se había roto y podíamos conversar un poco más relajados que al inicio. Me resultó curioso el cómo compartir tan solo un poco de información puede conseguir cosas así, volviendo un poco más fácil la interacción, y creo que es un recurso que no he aplicado realmente y al que podría darle uso. Si bien no podría decir que conseguí nuevos amigos, sí sentí que había avanzado un paso en conocer un poco más no solo de mí, sino especialmente acerca de las personas que me rodean en clase, algo que no siempre he logrado.

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Esta dinámica consistía en jugar al ciego. Nos dividimos en grupos de 2 personas y cada uno, por un promedio de 8 minutos, debía vendarse los ojos y dejarse guiar solo por la voz de su compañero a través del perímetro de la universidad.

Al comienzo no estaba muy segura sobre cómo íbamos a realizarlo; sin embargo, es la clase de actividad que me gusta debido a ello. Era casi un reto, y realmente no esperaba que fuera tan difícil a pesar de las circunstancias. El inicio fue fácil porque me tocó guiar primero. Llevé a mi compañera Dayane hacia el primer piso por las escaleras y lo primero de lo que me di cuenta es que utilizaba como muletilla la palabra “detente” muy seguido cuando necesitaba pensar cómo brindarle una indicación o si alguna otra persona se cruzaba en el camino para evitar que vaya a accidentarse. Notar su nerviosismo fue divertido porque estoy al tanto de que confiar en otras personas es difícil, mucho más si tu bienestar depende de ello. Intentaba decirle que se calmara un poco, cuando preguntaba algo le respondía para que pudiera confiar un poco más. Me sentí bastante confiada durante la actividad y en algunas ocasiones reí debido a lo divertido que resultó ver si giraba demasiado hacia un lado y así, aunque ahora siento que eso tal vez pudo ponerla más nerviosa y no debí. También me di cuenta que fue grato el poderla llevarla sana y salvo hasta el final de su recorrido, fue como un pequeño triunfo.

Los siguientes 8 minutos fueron al revés y me tocó ser quien fuera guiada. Aquí fue cuando me di cuenta el por qué ella se encontraba tan nerviosa. Había una sensación desconcertante, como si a cada paso que dieras fueras a golpearte directamente contra algo o alguien. Si bien yo soy consciente de que me cuesta confiar en las personas, no imaginé que sería más influencia de mi mente, o eso creo yo, el creer que golpearía algo, a tal punto que alcé mis manos en frente de mí. Creo que lo que me causó desconfianza de parte de ella, como el creer que podría caminar hacia la pileta o algo cuando ella me avisó, es que a veces sonaba dubitativa al dar sus mandatos, aquello generaba duda en mí también; sin embargo, intenté confiar y seguir sus palabras.

Esto me hace pensar que para ser alguien en quien los demás puedan confiar, no solo consiste en dar indicaciones sino en tenerlas bien planteadas y claras para uno mismo. Solo así se puede transmitir la misma confianza en otros, lo suficiente para que ellos puedan dar el primer paso. Es más, no es solo “dar indicaciones”, es una cosa de equipo, de actuar en conjunto. Otra cosa de la que me di cuenta, más que nada al escribir esto, es que la confianza hacia alguien más no simplemente nace, sino que se construye. Y las acciones, por más pequeñas que sean, cuentan e influyen mucho en esto.

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La actividad dio inicio con nosotros, los alumnos, caminando por toda el aula y deteniéndonos de vez en cuando a la voz de uno de los profesores. Luego, según lo que se enunciara, debíamos reunirnos en diversos grupos como, por ejemplo, signos zodiacales o comida favorita. Debo admitir que al comienzo sentí algo de nervios al respecto puesto que era un lugar pequeño y varios estudiantes; sin embargo, he sido partícipe de interacciones similares cuando comencé a estudiar música en el taller de expresión corporal, y al hacerme enfrentar la situación me recordó de ser consciente de que no pasaría nada malo, y esos pequeños datos, como el compartir el mismo signo de alguien o gustar de cosas similares, ayudó a que se rompiera la tensión alrededor de esas personas. La segunda fase de la actividad fue ser parte de un grupo en el cual íbamos rotando luego de conversar con el compañero ubicado al frente de nosotros sobre la pregunta que indicaban los profesores. Esta fue ciertamente un tanto más difícil debido a que soy consciente que entablar conversaciones o conexiones con las personas no es uno de mis fuertes. Tal vez sea debido a mi naturaleza silente o “de andar muy en mi mundo”, como he escuchado a veces decir. Sentí un ligero temor de no poder guiar al menos una pequeña charla y quedarme estancada sin saber cómo continuar, y aunque llegué a compartir respuestas en común lo cual fue muy agradable, sí sucedió que una o dos conversaciones murieron de forma rápida a pesar de ello. No obstante, pude darme cuenta de algo que siempre olvido, que no solo recae en mí el peso de añadir cosas que nutran la charla para mantenerla, est�� a manos de todas las personas involucradas. A pesar de que no conseguí integrarme al nivel de formar algún grupo o amistades nuevas, creo que ambas actividades, al lograr que tuviera una idea general de las personas con las que compartí, definitivamente me hicieron sentir más relajada y dieron pie a que sintiera confianza de que, tal vez eventualmente, podría mostrarme e interactuar mejor con ellos.