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Colaboración no pedida

Todo aquel que esté desesperado por volver a lo que era nuestra realidad antes del Covid, al mundo antes de la pandemia, a la vida que conocíamos y cree que podremos volver, le viene una muy dura realidad. 

 Si hay algo que no imaginamos que llegaría, es esto. Durante décadas pasamos por muchas novelas, cuentos, teorías, películas. Nos preocupamos por guerras mundiales, por terrorismo, por dictadores, por meteoritos, por aliens, etc. Y de pronto llegó algo mucho más simple, cotidiano y cercano. Un virus. Y a partir de aquí, yo también lo diré, aunque suene repetitivo, nada será igual. Nada. Nuestra forma de vivir no será lo mismo ni en lo espiritual, ni en lo emocional, ni en lo mental, ni nuestro comportamiento social, ni sexual, ni el futuro de la política, ni el comportamiento económico, ni las actividades que se irán desarrollando y creando. Y entre más rápido lo entendamos y nos empecemos a adaptar será mejor. Todo aquel que esté desesperado por volver a lo que era nuestra realidad antes del Covid, al mundo antes de la pandemia, a la vida que conocíamos y cree que podremos volver, le viene una muy dura realidad. Quizás solo algunos muy sabios, algunos adelantados lo tengan más fácil, pero los demás tenemos mucho por hacer. Y puede sonar a un lugar común, pero de entenderlo, de hacer conciencia, de prepararnos y adaptáramos pronto, de eso dependerá nuestra sana supervivencia, en muchos sentidos. Esa es ahora nuestra gran oportunidad. Una oportunidad para darnos cuenta que muchas de las cosas que hacíamos, en realidad, no hacían falta, y que a partir de ahora hay muchas otras que se necesitarán. Que mucho a lo que le dábamos importancia en realidad no la tenía, y que hay cosas mucho más importantes. Que si no estamos en paz con nosotros mismos será muy difícil que disfrutemos el tiempo, y la privacidad, y más aún, que estemos en paz con el otro. El lugar donde vivimos, por ejemplo. La importancia que le damos al espacio, el valor de una terraza o un balcón, el valor de las plantas o las entradas de sol, y ya no se diga un patio o un jardín. Pero aún más, el tamaño de la comunidad o ciudad donde vivimos, o bien tomar la resolución de estar cerca o en medio del bosque, el campo o la playa. Es justo el momento de decidirlo y trabajar todo para hacerlo. Hoy tenemos tiempo, y ese tiempo que tenemos es el que necesitamos para empezar a planear a qué dedicaremos nuestro tiempo a partir de ahora. Es un momento increíble para crear, para intentarlo. Esas cosas que teníamos tantas ganas de hacer y ahora estamos haciendo forzados ¿lo estamos disfrutando? Escribir, pintar, cocinar, bordar, leer. Es momento de aceptarlo y pronto. Las condiciones de vida, los valores, las prioridades cambiarán. En nuestra forma de vivir, de movernos, de viajar, de vivir los espectáculos en vivo, de construir, de comunicarnos, de entretenernos, de cocinar, de comer, de divertirnos, de reunirnos, de enamorarnos, de confiar en el otro. ¿O hay alguna actividad que no se vaya modificar? Lo mismo pasará con el tiempo, a qué lo dedicamos y cuánto. ¿Cuánto tiempo dedicamos a ejercitarnos? ¿a leer? ¿a aprender algo nuevo? ¿a jugar con nuestros hijos? ¿a cocinar? Es el momento de las nuevas ideas. Y para llegar a ellas hay que dedicarles tiempo. Y hoy justo eso tenemos. En algún momento, esta etapa va a terminar. Y poco a poco empezaremos a salir de nuestro confinamiento, de acercarnos al mundo. Pero ese mundo ya no será el mismo. Y es ahora cuando debemos prepararnos y entenderlo. Es el nacimiento de una nueva generación, con una capacidad de adaptación veloz. Es momento de la evolución de la especie hacia un lugar que crearemos entre todos y que espera lo mejor de cada uno de nosotros.

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AmoR

Cuarón pone el punto sobre la “i” y el acento sobre la “é” que hacía falta en la construcción de nuestra memoria y nuestra identidad cinematográfica.

Mucho había leído sobre Roma y ahora soy yo el que se encuentra conmovido además de impresionado.

Debo confesar que iba pensando ver una cinta sobrevalorada, inflada por las redes sociales; y me topé una joya de 2 horas quince minutos que me llevó desde la sonrisa del espectador, que como los grandes sabores está deleitando cada detalle, hasta la contemplación nostálgica desde la memoria, sin dejar de detenerme en la angustia y el dolor de la empatía y reconociendo el encuentro de la familia unida por su parte más sensible.

De Roma se podrían escribir cuartillas, para hablar de esa visita necesaria al pasado próximo,para reconocer nuestro presente.

Roma toca y mueve la memoria colectiva, los roles sociales, nuestros obscuros problemas raciales, y refleja y cuestiona nuestra identidad, sin juicios de biblioteca, compartiéndolos y mezclando el sentimiento con la reflexión.

Roma es un homenaje a la Ciudad de México que se logra con la elegancia de la discreción, gracias a un exhaustivo y extraordinario trabajo de Eugenio Caballero y al uso invisible de la tecnología.

Y nadie puede dejar de hablar del innovador y cuidado diseño de audio, ligado a una entrañable banda sonora. Detalle sobre detalle, Roma sobre Roma.

Además, Cuaron da un golpe a las discusiones sobre el cine y la distribución, pues de manera brillante y con una sola obra evidencia las limitaciones de Netflix, como productor, para dar pantalla digna a una obra que merece ser vista en salas, las mejores salas, para poder disfrutarse en su totalidad y al mismo tiempo también señala a los complejos de salas, como Cinepolis y Cinemex, sobre la necesidad urgente de sentarse a negociar el futuro de la experiencia cinematográfica.

Hoy Roma marca un parteaguas en el cine nacional y mundial, pues es una película para ver en cines que será vista en su mayoría en TV y obliga a Netflix y a las compañías dueñas de salas a negociar cómo encarar el futuro.

Una sola película viene a patear el tablero y esa película es Roma.

Estamos sin querer exagerar ante una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos, creada por el que se lleva el competidísimo título del mejor director mexicano de todos los tiempos.

Si ya leyeron todo esto y creen que exagero, entonces tengan la misma paciencia y fórmense en una buena sala, luego nos tomamos un café, yo invito.

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Nunca había escrito sobre lo que pasó hace un año. Quizás preferí guardarlo en la memoria ante historias que verdaderamente desgarraban, ante la realidad profunda y dolorosa que veíamos alrededor. Pero hoy, a un año de la tragedia, me parece momento, dentro de la terapia colectiva, de contarles un poco de lo que se vivió y lo que viví en una de las zonas de mayor emergencia del 19S.

Ese día Eche, Gil, Pilar y yo viajábamos por la calle de Sonora rumbo a una junta en Polanco, nuestra conversación era la de un día común, pero no era un día cualquiera, era el 19 de septiembre.

Cuando el sismo comenzó Eche, quien manejaba, se descontroló, contener los nervios nunca ha sido lo suyo, y al no saber exactamente qué hacer le indicamos que con cuidado se orillara para bajar y colocarnos lejos de los cables.

En ese momento comenzó una escena que bien podría haber sido parte de una aterradora película del fin del mundo.

El piso se movía con tal intensidad que era realmente difícil mantenerse de pie, la tierra se movía con una furia que nunca imaginé sentiría, la posibilidad de que se abriera una grieta bajo nuestros pies era real. La alarma sísmica añadía dramatismo al sonar con toda potencia. A nuestro alrededor, dentro de los edificios se veían muros y muebles caer, las ventanas se quebraban, los gritos y la alarma era general, hasta el momento en que todos sentimos el final de la sacudida.

Hasta ahí, los que estábamos en esa esquina no podíamos dimensionar la magnitud ni las consecuencias, de lo que acabábamos de vivir ¿había sido un sismo más, uno de esos de los que nos hemos reído? Porque los chilangos hemos encontrado un gran refugio del miedo en la risa. ¿O sería un sismo trágico como el que todos hemos temido en el fondo desde el 85?

Desafortunadamente, pronto descubriríamos que era lo segundo. Que a apenas a unas cuadras la emergencia se había convertido en nuestra realidad.

En medio de la confusión y el silencio que presagia el caos se escuchó un grito de ayuda y dolor, y entonces ahí me di cuenta que esto iba en serio.

Una señora discapacitada al evacuar un edificio con su bastón había caído por la escalera, todo le dolía, padecía de osteoporosis.

Fue entonces, que, como miles de habitantes de esta ciudad, en ese momento se activó un chip que no era consiente que tenía. A partir de ahí la reacción se convirtió en acción.

A una cuadra estaba el sanatorio Durango, abrí la puerta de un Uber que estaba detenido, para poder colocar a la Sra. mientras corría por un camillero y una silla para ser revisada.

Pero eso apenas estaba comenzando.

Por la esquina de Colima una camioneta dio la vuelta tocando el claxon en modo de alerta, en la parte de atrás venía una mujer muy mal herida, sacada de los escombros de algún edificio. La mujer venía inconsciente, ensangrentada, empolvada. El camellón estaba lleno de doctores, pero todos estaban aún en shock, corrí por uno, tomamos una camilla y la bajamos entre varios de la camioneta, juntos la ingresamos a la sala de emergencias evacuada, vacía y desordenada por el movimiento, para que pudiera ser atendida. El caos siguió creciendo.

El camellón como decía, no solo estaba lleno de doctores sino de pacientes hospitalizados que tuvieron que evacuar el edificio en camillas, en sillas de ruedas o caminando. Y el ambiente estaba inundando de un profundo olor a gas. El riesgo de un incendio o explosión en la zona era latente. Curiosamente y como una señal había bajado esa mañana la aplicación de Zello, un sistema de comunicación que te enlaza inmediatamente con el sistema 911 vía radio. Así que dimos aviso.

Pero esto seguía, del otro lado de la calle de Durango llegaba un auto con una mujer embarazada, que se había golpeado y estaba evidentemente asustada.

De un momento a otro me había convertido en camillero de emergencias.

Uno de los momentos más duros fue cuando de pronto nos dieron aviso de un hombre que había sido abandonado en una camilla improvisada con triplay en medio del camellón.

Todo indicaba que había sido rescatado de algún edificio, por su aspecto podría haber sido algún indigente o bien algún albañil en un proyecto de construcción, su situación era muy delicada ya tenía un collarín, y probablemente había sido abandonado ahí por miedo a que perdiera la vida, pues todo indicaba una fractura craneal.

Fuimos por él, lo subimos a una camilla del hospital, y ahí vino un momento muy incómodo y clave para la posibilidad de salvar la vida de este hombre. La discusión de los doctores de este sanatorio privado de ingresar a un paciente evidentemente sin recursos.

Una doctora muy valiente y de la cual nunca supe el nombre, tomó la decisión de aceptarlo, y los doctores que tenían dudas guardaron silencio, accediendo. Así que corrimos con ella al quirófano.

Ahí dejamos a este hombre en mano de doctores que intentarían salvarle la vida.

Al salir poco a poco fueron llegando las fuerzas de emergencia, la policía, etc. Las calles empezaron a cobrar un poco de orden. Yo había ya podido dar aviso a mi familia de que estaba bien y monitoreado que en la agencia, ubicada justo al lado del Parque México todos estuvieran bien, sin embargo era el momento de ir a ver la oficina. Nunca pensé lo que vería en el camino.

Al cruzar una calle y de pronto frente a mí, se asomaba un montaña de escombros con algunos voluntarios trepados en su cima, el edificio de Laredo y Ámsterdam derruido, pilas de piedras donde encima de ellas realizaban labores de rescate, se quitaban piedras y se cargaban en una gran cadena humana de ayuda.

Sin pensarlo me uní, hombres y mujeres de diferentes edades, de creencias, gustos y estilos diferentes convertidos en una sola máquina de liberación de escombros.

La esperanza de rescatar personas con vida siempre presente. Los que estaban más cerca levantaban el puño para pedir silencio cuando parecía que encontraban a alguien, el puño se hacía una cadena, el silencio era estremecedor. Todos queríamos escuchar el sonido de la vida, el sonido de la esperanza.

Después de varias horas de formar parte de esa cadena, me di cuenta que debía volver a casa, con los míos, a abrazarlos y dar gracias. Ya habría tiempo para seguir ayudando, esto apenas empezaba y ahí había ya muchas manos.

Así que caminé desde el Parque México hasta Rio San Joaquín y en el camino me topé con la tragedia hecha realidad, edificios devastados por todos lados, el ejército entrando a la zona, y la gente en las redes y en los medios mostrándonos imágenes que apenas nos permitían dimensionar lo que realmente había sucedido.

Después vino mucho más, hubo un país unido, hubo amigos que se volvieron héroes, hubo historias de esperanza, hubo frustración, hubo ausencia de autoridad y liderazgo, hubo sociedad civil, hubo redes de ayuda. Pero así es y así será en mi memoria de ese 19 de septiembre. Y hoy un año después aun me pregunto que habrá sido de esa gente que ingresó a urgencias.

No sé si algún día lo sabré.

Puño en alto.

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Un poco sobre Tulum

Son ya unos 15 de hacer de Tulum mi refugio. Un lugar donde desaparecer de la mirada de los demás para clavar los ojos en mi.

Y ahora también en los ojos de quien más me importa.

En palabras de Baricco:

“Qué clase de lugar es éste, donde hay gente pero es invisible, o va de un lado a otro hasta el infinito, como si tuviera la eternidad por delante para...-Ésta es la orilla del mar (...). Ni tierra ni mar. Es un lugar que no existe.”

Cada año vemos, sabemos y repetimos que Tulum ya no es lo que era, y siempre tenemos razón.

Ese rincón de eternidad ha ido siendo deglutido por la mancha de la globalización. Por el exceso de la avaricia. Por la exageración de la pretensión, por la impaciencia de la riqueza. Tulum ha pasado de ser un pedazo de magia en medio de la selva a un territorio con moneda propia dentro del territorio mexicano.

La naturaleza es sabia, y ante tal presión del hombre voraz ha traído su defensa: el sargazo.

Un amigo brasileño me contaba que no conocía la palabra hasta que llegó.

Esta especie de macro alga empuja desde el otro lado del mar, recordándonos a todos que quien manda es el planeta, que la magia no puede ser enjaulada, que la belleza no debe ser exclusiva de pocos y que el mar es un sitio a disfrutar, justo como es y como sea. Con sargazo o sin el, pero siempre respetando a la naturaleza y amando cada momento que nos regala.

Gracias Tulum por otras vacaciones inolvidables. Y si van a venir tengan claro que Tulum ya no es lo que era y que puede tocarles temporada de sargazo.

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Nunca he sido fan del cine de Guillermo del Toro

Admiro mucho la carrera de Guillermo del Toro, me tocó ser de los que vieron la invención de Cronos cuando salió en el cine. Admiro que ha logrado hacer el cine en el que el cree, desmarcándose de tendencias o modas desde el principio, y su voz es la de un autor que ya ha hecho historia.

Hoy vi The Shape of Water, y lo escribo en inglés, pues es una película hecha en EU y mucho para hacer una crítica lo que hoy sucede ahí.

En un mundo donde hay un Trump y donde éste defiende y alebresta una serie de valores que creíamos casi olvidados y enterrados, Del Toro hace desde su línea de batalla una crítica directa a esa manera de ver el mundo a través de los monstruos.

Lo hace con una maestría visual absoluta y dando rienda suelta a su imaginación, de una cabeza que ya es muy clara para quien le sigue.

El diseño de producción, la fotografía y el casting mismo, son por sí solos un gran motivo para entrar al cine.

Nunca he sido fan de las películas de Guillermo del Toro, digamos que salvo el Fauno no terminan por emocionarme, pero sin duda es uno de los Directores que más admiro por honesto y congruente. Por talentoso y exigente.

Y uno de los mexicanos que más celebro sus éxitos.

Creó que lo único que le sobra a The Shape of Water es tanto premio y prensa, pues genera muchos expectativas. La película es un referente sin duda y un atrevimiento enorme en un mundo dominado por superhéroes y secuelas.

Y es un gran regalo para todos aquellos que están buscando en la fantasía un remanso para escapar a este mundo lleno de monstruos.

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Vámonos (en John F. Kennedy International Airport)

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Columbia’s Christmas

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Nostalgia sin Tarkovsky

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Clean my window

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NY running morning

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La energía no se crea ni se destruye...se usa.

En las catástrofes afortunadamente a los mexicanos, ya lo demostramos, nos entran ganas incontrolables de salir y ayudar, y ponemos el 150% de energía en ello. Sin embargo y es muy humano, conforme pasa el tiempo la energía empieza a bajar, en muchos casos al 0%. El problema es que desgraciadamente estos procesos son muy largos. Te invito a guardar un poco de tu energía para que nunca baje a 0%. Deja un 3%, un 5%, un 10 % para que lo sigas usando diario, o al menos cada semana, de alguna manera. Para que sigamos ayudando, como disciplina, colaborando, donando, porque esto no se va a acabar en una semana. Esto aún tiene mucho camino para llegar a algo que suene a una recuperación. Si hoy no encuentras dónde poner tu 100% no te preocupes, asegúrate en distribuirlo a lo largo del tiempo. No dejes que nunca llegue a 0%. #vengaMéxico

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¿Por qué admiro a Alfonso Cuarón? (Un texto después de ver Gravity)

Por ser un parte aguas (como Moisés) en el llamado nuevo cine mexicano con una comedia, después, todos querían hacer una comedia en la Condesa y llamarse nuevo cine mexicano.

Por aceptar su entrada a Hollywood con “A litttle princess” (La Princesita), una película que muchos hubieran descartado y hacer de una historia para niños, un delicioso cuento visual que provocó las miradas del mundo.

Porque después de “Great Expectations” (Grandes Esperanzas) dio un giro de donde estaba siendo encasillado y contó una historia divertida, llena de humanidad, que recordó nuestra secundaria, y nos enseñó lo que era un charolastra.

Por esa dupla con su hermano que con "Y tu mamá también" los llevó a ser nominados al Oscar.

Por lanzar a la fama a dos charolastras que hoy filman con los más grandes directores del mundo.

Porque ante un reto inmenso, como hacer un Harry Potter, supo poner su sello y hacer la mejor película de la serie.

Porque volvió a retarse a contar una historia diferente y llegó con “Children of men” (Hijos del hombre) a hacer una película de clase mundial, con secuencias impresionantes y planos secuencias inolvidables.

A estas alturas debo decir que admiro a Lubezki de igual forma, pero ese sería otro texto, o quizás es el mismo.

Pero hoy además, admiro a Alfonso Cuarón porque cada día se plantea hacer un proyecto mucho mas ambicioso y difícil que el anterior, y el ejemplo perfecto es “Gravity” (Gravedad).

Lo admiro porque convenció a todos de filmar una película que era imposible que existiera en la trayectoria de un cineasta mexicano, no sólo escribirla. Venderla y filmarla.

Por buscar la manera más autentica, impactante y diferente de contar esta historia.

Por llevar a una nueva definición el plano secuencia y colocarse (ya lo había hecho con Children of men) como un referente absoluto (no dejemos de pensar en Lubezki) de este código de narrativa.

Por dar una lección de cambios de puntos de vista, de objetivo a subejtivo y vieceversa.

Por todas las divertidas referencias visuales hechas al lo largo de la película.

Por hacernos imaginar y vivir sin gravedad y sin sonido.

Por hacernos pensar en detalles como en el comportamiento sin gravedad, de cosas tan elementales como el agua, el fuego, la luz del sol, e incluso las lagrimas.

Por poner al mismo tiempo en pantalla  una cámara fascinante, un mundo hermoso visto desde fuera del mundo, un camionero astronauta, una banda sonora de música country y diálogos de seres humanos, no de astronautas.

Por saber jugar con el 3D y sus beneficios, provocándonos una visita obligada a este tipo de salas para vivir el discurso completo y disfrutar todos los recursos con los que como director, juega.

Por lograr una gran película a pesar de Sandra Bullock, dándole el mejor papel de su carrera, con el cual es probable que hasta logré una nominación y deje de ser recordada como Miss Congeniality.

Por hacer que nosotros seamos quienes perdamos el sentido de la gravedad, dejándonos girando y hasta un poco mareados.

Pero sobre todo, lo admiro por lograr lo que todo cineasta sueña, contar una historia que nadie ha contado, filmar cosas como nadie las había filmado, crear una película de referencia y quién sabe, quizás haber filmado un clásico.