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Reconciliación
En la horas bajas en las que el ansia mordía lenta pero agresivamente toda su energía, le quedaba la música. Allí donde se encontraba la frontera con el precipicio de la soledad estaba ella, rellenando los huecos ásperos del miedo, hablándole, abrazándole. Llegó a un estado en el que cuanto más gente tenía a su alrededor más sola se sentía, y cuanto más sola estaba menos sentía la soledad. Porque estar “sola” significa escucharla, estudiarla, entenderla, comprenderla, quererla, sentirla. Todavía no ha encontrado las palabras exactas o suficientes para expresar qué es la música para ella, pero el concepto más próximo sería reconciliación. El trasfondo que nos sonríe detrás del hecho de sentirnos bien cuando (puede que incluso solo y exclusivamente cuando) estamos con la música significa que nos reconciliamos con nosotros mismos. Porque, sí, muchas veces atribuimos a la música el poder de hacernos sentir bien, de sanar, de anular el dolor y la soledad. Y esto es verdad cuando la escuchamos. Pero crearla... hacer música significa viajar a ti, a tu interior. Componer significa escucharte aquello que tienes que decirte. No al mundo, a ti. Y el hecho de sentirnos bien mientras estamos componiendo significa que en ese momento estamos escuchándonos, queriéndonos, aprendiendo sobre nosotros, creciendo. Y ese es el poder de la composición: hacer que nos escuchemos a nosotros mismos de la forma más verdadera, sensible y bella posible.
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