Escribo por placer no por compromiso. Escribo por que allá no puedo decir lo que digo aqui. Textos escritos por Alejandra Siqueiros Pérez
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SOMEONE NEW
Aún no logro entender cómo fue que se escapó de mis manos, como es que con esas ganas con las que abraza a aquella niña solía sostenerme en sus brazos, no logro entender cómo fue que al final de todo me dejó en el suelo, todos saben lo importante que es para mi y eso me molesta aún más. Que alguien le explique a los girasoles de la mañana que una vez más no habrá sol, que por más que intente levantarlo no va a querer con tal de no ver a estos dos corazones deshechos el uno por el otro. No se que haré el día en el que mis noches se sentirán tan solitarias sin tus mensajes, se me resbala de las manos la idea de tenerte como si "Dios" me hubiera castigado con el don de hacerlo huir. Mientras que en estas dos horas desconectada de la vida me doy el lujo de pensar en él, porque a pesar de estar al borde de la muerte me gusta recordar su bello rostro con esos ojos tan enormes que me llevan a Plutón porque es más excitante que no sea un planeta y lo recorremos en menos de un día a día, su tamaño es tan pequeño muy parecido a sus sentimientos hacia mi. No es por tratarlo mal, mucho menos hacerlo sentir peor, pero yo sé que tiene suficiente madurez como para saber que hizo para hacerme sentir tan mal. Y mientras me sangra la nariz ya hay cinco personas haciendo fila para el café de la mañana, recuerdo sus dulces palabras en mi oído mientras leo la palabra "Chai" en el menú de aquel establecimiento, lo decía muy cerca de mi rostro "-todo estará bien-", el calabozo en el que nos encontrábamos se oscurecía lentamente y mis uñas se encajaban sobre la pared de piedras viejas, como las que encajaba sobre su piel aquella única navidad que pasamos juntos; la primera lejos de mi familia, lejos de las únicas personas que me aman por ser yo misma. Me encuentro tan lejos de él que me duele el riñón, me duele de tanto opacas mis pensamientos, de no poder decirle todo a la cara, porque no puedo, me quedo muda cada vez que tu mirada y tu sonrisa se cruzan con mis pupilas cafeseses. Todos los descubrimientos se han logrado con esa mirada tan milagrosa que al pedir un deseo acaba la hambruna en los países tan pobres, porque "tenemos la misma sed con distinto paladar". Los astros marcan sus pasos y si no es junto a mi tendré que dejar morir esta mitad de mi cerebro que piensa tanto en él. Alejandra Siqueiros
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M A G N O L I A
ESA OSCURIDAD QUE ME PROPORCIONABA TANTA LUZ QUE ME DEJABA CEGADA, ESA MIRADA TAN CERCA DE MI, OBSERVÁNDOME. AÚN NO LOGRO COMPRENDER CÓMO LLEGAMOS A ESO PERO AMBOS SABÍAMOS QUE LAS NUBES GRITARÍAN "HALLELUJAH"; LAS PUNTAS SE ROZABAN COMO DOS MEJILLAS AL DESPEDIRSE. AMBOS SABÍAMOS QUE LOS BÚHOS GRITARÍAN LA HORA PARA ESTAR JUNTOS; LAS COSTRAS DE LA SOLEDAD SE REJUVENECIAN, SE NUTRÍAN CON UN PODER TAN FUERTE QUE YA NO PUDE DEJAR DE BESARTE, AMBOS SABÍAMOS QUE NOS DESEÁBAMOS. SENTIR TU MANO DIBUJANDO MI CUELLO, CINTURA, PECHOS, ESPALDA, ERA UNA CONTRADICCIÓN CON MIS CABLES, ME HICISTE UNA NIÑA, INOCENTE Y JUGUETONA. VER TU ROSTRO EN AQUELLA OSCURIDAD INCANDESCENTE ME CONSUMÍA COMO UN JUEGO DE COLORES QUE SE PASEABA DE UN LUGAR A OTRO POR TODA LA HABITACIÓN, CUANDO ME DI CUENTA QUE TENÍA TUS LABIOS DECIDÍ NO SOLTARLOS, HICISTE DE MÍ UNA MUJER FUERTE Y DÉBIL. Y AHORA QUE MIRO POR LA VENTANA IMAGINANDO TUS BELLOS LABIOS MIENTRAS LENTAMENTE CIERRO LOS OJOS DEJÁNDOME CONSUMIR POR EL RECUERDO DE ESA NOCHE TAN LUMINOSA. AMBOS SABÍAMOS QUE LOS GIRASOLES IBAN A SALIR A BUSCAR EL SOL Y QUE NOSOTROS JUNTO CON ELLOS SALDRÍAMOS A BUSCAR LA FELICIDAD, NO LOGRO COMPRENDER QUE LE HICISTE A MI TEMPLO, QUE CUIDO Y LE REZO DÍA A DÍA, PARA DESPUÉS SER DOMINADO POR ALGUIEN QUE SEPA IMPLORARLO, PERO NO, LLEGASTE TÚ, COMO UN VIL LADRON A DOMINAR MIS TIERRAS Y HACER DE ELLAS LO QUE TU DESTINO QUERÍA. AHORA QUE NO ESTOY A TU LADO ME SIENTO COMO LA PARTE CHILLONA DE UN SÓLO DE GUITARRA, MIENTRAS MÁS ALTO, MÁS MOLESTO, LUEGO LOGRO REFLEXIONAR UN POCO SOBRE ESTO, PERO AL FINAL MIS CONCLUSIONES TERMINAN CONVIRTIÉNDOSE EN PREGUNTAS, AQUELLAS QUE NO ME PERMITEN VERTE DE OTRA MANERA. ¿POR QUÉ TE DIJE TE QUIERO? PORQUÉ MEJOR NO REGRESAR A LA PRIMARIA DONDE JUGÁBAMOS POLICÍAS Y LADRONES, ASÍ NO TENÍA QUE SER YO LA QUE SIEMPRE CORRETEABA A LA RATA DEL DESTINO, DONDE MI INOCENCIA NATURAL NO ME PERMITÍA ADMIRAR EL CIELO Y NO IMAGINAR FORMAS. AHORA QUE ME ENCUENTRO HECHA PELOTAS Y VUELVO A RECORDAR TUS DEDOS RECORRIENDO MI ESPALDA, DEDO CONTRA DEDO, EN UNA CARRERA PARA VER QUIÉN LLEGA MÁS RÁPIDO A LA SIENA DE MIS LABIOS. NO QUIERO BAJAR DE LAS NUBES, AQUELLAS QUE SE REFLEJAN EN TU MELENA QUE CAE COMO CASCADA CREANDO UNA HERMOSA DEGRADACIÓN DE NEGRO A BLANCO. TU AGITACIÓN BUSCABA MIS LABIOS PARA DANZAR CON ELLOS Y LOGRAR LA MEJOR METAMORFOSIS REALIZADA POR LA NATURALEZA, INHALAS, EXHALAS, BESO, INHALAS, EXHALAS. SE CONVIERTE EN UN CIRCUITO CON UNA ENERGÍA JAMÁS VISTA POR EL HOMBRE, CAPAZ DE DERROTAR A LA VIDA QUE HA JUGADO INJUSTICIAS COMO ESTOS CORAZONES SECOS EN BUSCA DE AGUA COLOR PASTEL, PERO POR ALGUNA RAZÓN TÚ REGASTE MIS RAÍCES Y ME TRAJISTE A LA VIDA. INHALAS, EXHALAS, EL CIRCUITO DEL BESO EN TU CUELLO MORENO Y PECOSO QUE ME ENAMORÓ DESDE AQUELLA NOCHE DE LLANTO Y DESAHOGO. SI NO LOGRÉ REGAR CON AGUA PASTEL TUS RAÍCES, TE DIGO CON ESTAS PALABRAS QUE TÚ SIEMPRE ESTARÁS EN MI CORAZÓN. Alejandra Siqueiros
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Primer Viaje a Ciudad de México
Arriba en los aires, no se siente el tiempo; en realidad no existe aquí arriba. Abajo los humanos se crearon un mundo donde el tiempo te persigue y tú; con todas tus cosas tienes que huir de él. Ayer por la tarde cuando aún no sentía la presión aérea pensaba en lo bonito que era tenerte tan cerca de mi y ahora que me encuentro a muchos kilómetros del suelo pienso en lo bonita que es tu sonrisa, la imagino entre las nubes y me ruborizo. Pienso en lo mucho que te extraño, lo mucho que te extrañare. ¿Que tiene que hacer una mujer como uno para encontrar la felicidad? Según Frida Kahlo (la cual admiro como filosofa) dice que la felicidad se encuentra en el corazón de uno, pero yo no puedo dejar de pensar en lo bello que son tus ojos y como hacen juego con tu cabello a medio peinar, cuando cae en tu rostro como una bella cascada sin final. Miro hacia la ventana de este gran avión y pienso si en algún momento pasara algo entre nosotros, si esa sonrisa tuya tan dorada será parte de mi vida cotidiana.
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12 de mayo del 2017. 2:47 AM
Las despedidas son lo peor, en este mundo donde utilizamos un constante “hasta pronto”; cuando en realidad no profundizamos en este universo lleno de estrellas brillantes alejándose cada vez mas de un sistema solar querido y amado, este sentimiento que siento en mi pecho estalla como aquellas estrellas en el cielo que veo en esta noche de alcohol y miserias, que le brindo a la vida para darle una décima oportunidad (porque la onceava es la vencida, ¿no?)
A dos días de mi primera despedida, donde me ausentare solamente por dos días, donde estaré rodeada de gente nueva, humos nuevos, labios y espaldas que hipnotizaran mi mirada de tal manera que me hará querer nunca regresar
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abajo
abajo
abajo
abajo
abajo
No hay nada peor que intentar mantener tu mente ocupada con un red social, buscando algo para distraer tu conciencia y no pensar en aquello que te atrapa, te consume, te mata.
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Micro-historias “LECHE”
El café estaba casi listo, Andromeda desesperada se encontraba al otro lado de la cocina. Pensó en comer un aperitivo antes de tomar café, sacó la caja de cereal de la alacena y abrió el refrigerador.
-¿Quien se acabó la leche?- gritó.
Suspiró y tomó el frasco vacío de vidrio, bajó por las escaleras del sótano oscuro, apestaba. En medio de la sala habia un foco colgando con una cadena larga para encender la pequeña lucecilla, al jalarla iluminó los moreteados y rojizos pezones de aquella mujer obesa amarrada a la silla.
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Mención Honorífica en el “XXXIX Concurso Regional de Composición Literaria a Nivel Barchillerato”, en la modalidad de Prosa, con el cuento “Era él”.
Alejandra Siqueiros Pérez
El sol se reflejó en el suelo, me hizo comenzar a parpadear de lo chillante que era la luz. Llegué al Nido, que se encontraba en los parques reales del castillo, donde todos los días nos reuníamos mis amigos y yo: mis amigos de colores. El Nido era nuestro lugar, el santuario donde podíamos gritar y ser lo que nosotros queríamos.
El lugar estaba infestado de piedras rojizas y era difícil caminar por ahí con semejante vestido. Me exaltaba cada vez que tenía que atravesarlas, mi corazón se aceleraba. El lugar era muy pequeño, con diminutas bancas que apenas le cabía el trasero a uno, grandes arbustos alrededor de estos; era el lugar perfecto para ser y decir lo que nuestro corazón quería. Todas las damiselas que nos reuníamos ahí nos quejábamos de las piedras, terminábamos rompiendo nuestros vestidos. En realidad, no nos importaba, era solo la sensación de quejarse. Saludé con un cotidiano "buenos días" y todos en coro contestaron lo mismo, sonrientes y despreocupados. Estábamos ahí; como familia.
Me senté con Maló y Aba −aclaro, nunca fueron mis mejores amigas: a mí me gusta llamarlas amantes, hermosas mujeres−. Maló estaba llena de piercings en las orejas y el rostro, su vestido era uno de los más originales en todo el castillo: era negro y contra la luz se reflejaban los colores. Mientras que Aba era toda una señorita hecha y derecha, su vestido era dorado con unas hermosas perlas y un peinado sencillo y su maquillaje era lo que más destacaba de ella.
Las conversaciones con mis amigos de colores eran básicamente hablar de todo, dar nuestros puntos de vista y sacar curas de ello. Sacábamos nuestras bolsas de semillas y comenzábamos a comer en grupo, mientras que los cigarrillos rolaban por todo el lugar. Era cansado atravesar las piedras sólo para sostener ese palillo entre los dedos, pero al sentir el humo en tu boca y sentir la nicotina corriendo por tus venas, valía la pena.
Nadie nos observaba desde las torres del castillo: era nuestro lugar escondido. Pero siempre alguien tenía que cagar el palo, y era ese maldito dragón gordo. Rondaba de vez en cuando por los parques y los salones reales en busca de lombrices, las escondíamos a propósito en el fondo de la laguna para no verlo, mientras masticábamos. Sabíamos que el dragón se entretendría por al menos quince minutos, el tiempo suficiente para fumar.
Al otro lado del castillo estaba la cafetería real donde todos los sin vida se sentaban a mirarse, eso hacían, mirarse unos a otros sin dedicarse una palabra en todo el tiempo. Y ahí, del otro lado de ese castillo, estaba él. Lo podía ver desde un hoyo entre los arbustos. Sabía que él no me veía.
Y lo miré con su grupo de amigos. Brillaba de entre el bulto negro que se veía a lo lejos; su traje era de un azul claro que poseía tanto poder que atraía la mirada de todas las bellas doncellas del Nido, porque el resto eran sólo mujeres cubiertas a las que no se les podían ni ver ni sus miradas.
Yo me encontraba al otro lado del edificio con los míos, éramos grupos muy diferentes. Giré mi cabeza para encontrar su mirada, pero se encontraba conversando con los otros compañeros. Eran feos, cubiertos con una capa negra, sin vida alguna, sin emoción. “¿Por qué pasara tanto tiempo con ellos? ¿Qué les ve de atractivos?”, pensé.
- ¿Me estás escuchando, Altre? -era Maló.
Desvié mi mirada hacia ellas, me observaban asustadas.
- Sí, una disculpa –bajé la mirada a mis semillas, tomé un puñado y me lo metí a la boca.
Ambas me miraban. Aba fumaba de su cigarrillo como si no hubiera un mañana; disfrutaba mucho fumar, a veces imaginaba que durante clases masticaba el tabaco.
- Te noto muy diferente -dijo Aba mientras tiraba el humo al aire.
Dudé un momento y contesté apresurada.
- No tengo nada. Dame una calada y cállate –arrebaté su cigarrillo y le di un toque. No podían saber que tenía, nadie podía saber nada. Era mi secreto.
Para desviar la conversación, Maló comenzó a quejarse, como siempre lo hacía, de una bruja que nos impartía clase; se quejaba de su cabello, su nariz, la verruga de su ojo. Intentaba poner atención al relato de Maló, pero mi incomodidad era más grande que mis ganas de escucharla.
Por un momento pensé que era la nicotina, así que me incliné un poco para robarle un cigarrillo a Dante, siempre con una hermosa sonrisa en el rostro y esos rojizos cachetes, sus cigarrillos se encontraban en una de las muchas bolsas de su saco, el cual destacaba de entre toda la bola de colores pintorescos que pintaban el Nido. Me incliné un poco hacia su saco y logre robarle uno. Al regresar a mi lugar lo miré de nuevo y su mirada estaba fija en mi, rió.
- ¿Tienes lumbre? –preguntó Dante.
- No; rólame uno –me lanzó un encendedor por los aires.
Prendí el cigarrillo, a la primera calada mi pecho ardió y la sensación se esparció por todo mi cuerpo desde mi pecho. Era horrible. No sabía qué hacer, así que continúe fumando, pero el dolor se mantenía. Miré a Maló preocupada.
- ¿Tengo calentura? –pregunté asustada.
Maló me miró desconcertada por consecuente colocó su mano sobre mi frente para tomar mi temperatura, sus cejas estaban torcidas, confundidas.
- No, y ya deja de estar tan rara, me sacas de onda –estaba molesta, toda emoción de Maló se reflejaba en su ceja que era gruesa y detallada, con unas líneas rasuradas en la ceja izquierda. Era muy atractiva, sus chinos se acomodaban a la perfección en su cabello. Admiré su belleza un rato para olvidar el ardor, y funcionó por un momento.
Regresé la mirada hacia él, estaba sonriendo. Fue maravilloso: parecía un juego de colores, un atardecer. Se me salió una pequeña sonrisa. Una sola sencilla sonrisa y el ardor se esfumó. Respiré profundo y sentí cómo el oxígeno entraba por mis pulmones hasta mis alveolos; sentí cada parte de mi cuerpo envuelto en oxígeno, me abrazaba, me acariciaba. Era él. Lo miré. Eso era.
Me levanté sin decir nada e intenté caminar por las piedras, caí en el intento; había olvidado levantar mi falda para caminar. “Estupida”, pensé. Todos se rieron y me pareció gracioso, los miré y seguí la cura. Atravesé el Nido sin decirle a nadie a dónde iba, caminé apresurada, sin levantar sospechas. “Tranquila, todo estará bien, solo atraviesa el castillo y llega a él, no sé, dile un “Hola, Sor” o algo así, no te pongas nerviosa.”
El castillo se dividía por seis secciones importantes: el salón principal, las aulas, los dormitorios, el comedor real, la oficina principal y la biblioteca. Era aún más fácil llegar a el si tomaba el atajo secreto que creamos para escondernos del enfadoso dragón. Recordé que el barrigón se encontraba en la fuente, hablando con una de las brujas, no recordé cual, pero al menos se entrendría repitiéndole unas mil veces la misma oración hasta que la bruja se cansara y se marchara. Así el dragón continuaría con su búsqueda para regañar a alguien más.
Atravesé la red de plantas sosteniendo mi falda. “Solo tienes que atravesar una pared más, una sola más”, me dije. El atajo era de pasto muerto y hojas caídas de los árboles, cerca de la gran muralla que nos separaba del mundo exterior, los grandes árboles evitaban mi presencia ante la oficina principal. Aún no estaba segura qué decirle, sabía que quería estar con él, algo en mí me lo pedía. Lo necesitaba. Me imaginé sentada junto a él, sonriendo, charlando, admirándolo de cerca y no de lejos. Sería perfecto. En mi mente era perfecto.
El piso comenzó a temblar, fue difícil mantener el equilibrio y caí sobre mis rodillas y manos. Era el puto dragón, frente a mí, con su rostro inmenso.
- ¿A dónde cree que se dirige tan apresurada? Como dice el reglamento en el artículo tercero, versículo veintitrés; el cual citaré: Está estrictamente prohibido que una señorita del castillo corra o camine a una velocidad más arriba del nivel dos por los parques o corredores del lugar.
Lo miré con desagrado: era horrible. Tenía una cabellera amarilla y mal pintada; su maquillaje no ayudaba, era exagerado e informal y del solo verlo me provocaba asco. Sus largas uñas estaban teñidas de rosa, combinaba con su piel azul babosa. “¿Cuándo fue la última vez que tocó el agua?”, lo imaginé en una tina y solté una carcajada. El dragón enfurecido, gruñó.
- Te hice una pregunta, Altre. Necesito que expliques y justifiques mi pregunta para llevarlo a una intervención y exploración para concluir y dejarte ir.
No había entendido ni una sola palabra de lo que había dicho, pero no podía decir cualquier cosa, el camino por el que me encontraba sólo me podía llevar a una parte y era a la cafetería real, donde estaba él.
- Quiero un café, iré a ver si Gladys aún tiene –apunte con mi dedo índice hacia
la cafetería.
El dragón siguió mi dedo, y al verme, frunció el ceño.
- Pues te pido una disculpa, pero me es difícil creerte, aparte hueles demasiado a cigarro lo cual es de mi desagrado y va en contra del reglamento en el artículo décimo versículo catorce:
- Queda estrictamente prohibido entrar bajo los efectos de alguna droga ya sea legal o ilegal, o consumirlas dentro de las instalaciones -lo interrumpí.
Se molestó el dragón, escupió fuego a los aires. Me sacó de onda un segundo. Intenté mantenerme con calma.
- Yo sé a donde se dirigía, señorita, iba usted con Sor, ¿estoy en lo correcto?
El dragón giró su cabeza hacia la cafetería y señaló donde se encontraba Sor. El maldito dragón azul era gigante, nadie podía contra él, sabía que ahí me iba a mantener al menos hasta que la campana sonara.
“Puta madre, necesito quitármelo de encima, y ya no hay lombrices en la laguna”, comencé a idear un plan, pensé meticulosamente lo que diría porque sabía que si hacia una mala movida me iría al carajo. El dragón continuaba hablando, repetía una y otra vez el artículo quinto, versículo tercero donde se apuntaba que quedaba prohibido el contacto sexual con otros compañeros. Me pareció algo ridículo que mencionara ese artículo, ya que no tenía planeado nada con Sor.
- Si me disculpa, dragón, queda poco tiempo para que suene la campana, y en serio, disfrutaría una taza de café.
Hice una pequeña reverencia, sentí libertad, comencé a caminar en dirección a la cafetería. “Pendeja”, pensé. Hice un pequeño gesto de ganador. Ya iba hacia él. Quedaban pocos pasos, y no podía dejar de pensar en estar a su lado. Un gran gruñido me hizo detenerme, miré hacia arriba aterrada; el dragón era inofensivo o eso creíamos. Pensé que me lastimaría, tenía miedo de que me gritara o incluso suspendiera por el resto del día.
- ¡Te he dicho que no puedes pasar a la cafetería real! -gritó.
Todos en el castillo no eran testigos de tal acto negligente. Como dije, el atajo que tomé era bastante oculto; ni los reyes ni los burócratas idiotas podían ver el acto del dragón. Tenía que arreglármelas sola, salir de ahí sana y salva sin ningún problema.
- Con todo respeto, dragón, me apetece demasiado un café -insistí aterrada.
Me miró de nuevo. Su mirada cambió por completo, su ceño se relajó y esbozó una sonrisa, tierna, como cuando tu mamá te abraza después de un mal momento: el amor maternal, la sonrisa maternal. Sabía. Se dio cuenta de que, al insistir, no sólo quería café: quería algo más.
- ¿Qué haces, Altre? –su voz fue honesta, lo decía en serio.
Dudé un momento por su pregunta, el gran dragón gordo nunca antes se había preocupado por alguno de nosotros, su objetivo era acabar con cada uno del Nido, su objetivo era despedazarnos.
-Quiero un poco de café, –dije serena. Mi deseo por estar con él y el miedo provocado, me hicieron decir tantas mentiras ese día. No lo disfruté, pero al pensar en Sor, me hicieron sentir que valía la pena.
Soltó una carcajada al finalizar la oración.
- ¡Estupida! Sube a la torre, haré que el rey hable contigo, -gritó furioso. Era evidente que tal criatura se encontraba molesta. Sus alas estaban abiertas, su cola arriba, un gran ceño fruncido. Sentí un escalofrío recorrer desde el dedo meñique de mi pie derecho hasta la oreja izquierda; recordé cuando mamá me dijo que me iría a vivir a un castillo, por lo menos unos cinco años para ver si así agarraba el rollo. Estaba enfurecida con ellos, no podía entender cómo es que mis padres, los reyes de la isla Nari, podían hacerme eso. Nari era mi isla, mi hogar, mi gente. La cual en un futuro yo dirigiría. Mi enojo nacía de mi estómago, mi pecho, lo más profundo de mi persona. Quería llegar a mi Sor, quería ser feliz por al menos una vez en mi vida, al menos tenía que disfrutar mi estancia en esa prisión.
- ¡Por favor! ¡Deje cruzar esa pared! ¡Déjeme llegar al otro lado!
Ya no me importaba si no hablaba con él, solo quería verlo; con eso sería suficiente. Entonces el dragón podría arrastrarme hasta la dirección y dejarme ahí todo lo que quisiera, o si se le pegaba la gana me suspendería. Yo lo aceptaría sin problema: si tan solo me dejaba verlo.
- ¡Eres una niñita malcriada! Por este tipo de actitudes tus padres decidieron deshacerse de ti –su voz era burlona y grosera, quería pegarle o matarlo, lo que sea.
El dragón enfurecido se levantó y con un respiro logró mover sus alas. El viento creció y me aventó hasta la enredadera cerca del Nido, a casi unos quince metros de distancia. Escuché un suspiro de asombro por parte de Aba. Todos apagaron sus tabacos por miedo a que algún directivo apareciera. Solo se quedaron ahí, esperando, con miedo.
Nadie se atrevió a acercarse a mí. Todo estaba negro y borroso, mi cabeza daba vueltas y sentí como mis manos y rodillas punzaban. No podía levantarme, así que dejé de intentarlo y me quedé en el suelo. Esperé unos minutos a que mi cerebro se acomodara, o al menos recuperar el conocimiento. Al abrir los ojos esperé ver a Maló o a Aba, o alguien que se preocupara por mi bienestar, pero no había nadie. No me sorprendió. Como lo mencioné, no eran mis mejores amigas, solo mis amantes.
“Qué bueno que me ayudan”, pensé e intenté reírme de mi soledad, mis costillas dolían demasiado para sonreír tan siquiera. Me incorporé lentamente. Escuché la campana a lo lejos, llegaría tarde a clase o simplemente opté por no entrar. Estaba muy adolorida.
“Ya no entré a clase”, me dije y me esforcé en levantarme. Mis codos temblaron, así que me arrastré hasta una de las bancas y con los asientos me apoyé lentamente para terminar sentada. Miré mi vestido, estaba hecho añicos. Era el favorito de papá y lo había destruido por un capricho. Mis manos aún conservaban la piel descarapelada, pegada con sangre. Dolía al respirar. Cada centímetro de mi cuerpo era un dolor exagerado. “No alcance a comer. ¡Auch!”, exclamé.
Mi mochila estaba al otro lado del Nido. No estaba tan lejos, pero no podía levantarme. Opté por recostarme en la misma banca y descansar un momento. Coloqué lentamente mi espalda en la piedra, sentí una relajación y suspiré. El cielo estaba nublado y gris, pronto llovería o al menos eso decía el pronóstico. Suspiré de nuevo y cerré los ojos.
Pensé en Sor y en donde se encontraba en esos momentos, mientras yo estaba hecha mierda en una banca. Se escuchaba algo gracioso y me permití sonreír a pesar del dolor. “Ríete, es lo único que te queda”, solté una carcajada, y mi costilla se hundió un poco más y mejor paré de reír.
Quería levantarme y regresar a clase, quería que todo estuviera bien, pero nada lo estaba; mis padres me odiaban, me iba muy mal en clases, parecía no importarles a mis pocos amigos, y para colmo fui golpeada por ese dragón. “No la chingues, cálmate ya”. Sentí mis ojos húmedos. No quería llorar, pero no pude contenerme y como una estampida mis gotas se derramaron por todo el vestido, era imposible parar. Contuve la respiración unas tres veces para detenerme, pero fue inútil.
Era yo contra la realidad. Me encontraba tirada en una banca, ensangrentada, luchando por una persona la cual no sabia de mi existencia. Una parte de mí sabía que no pasaría. Sin embargo, ahí estaba, arriesgándome. Miré el cielo de nuevo y me recordó a papá; su bella sonrisa al verme llegar a casa, después de un largo día. También recordé mi primer concierto de ópera. Extrañaba a mi padre, sus abrazos, sus sonrisas, lo necesitaba. Cerré los ojos y caí en un sueño pesado donde dejé de respirar...
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Tarea 1 “Palabras al vacío” Palabras que me agradan
- Alejandra Siqueiros Pérez
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Escritura Automática pt.1
- Alejandra Siqueiros Pérez
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