«La sinfonía de la perla y el arpegio marino» Solo soy yo, tejiendo letras para que duela menos.
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Las letras ocultas en el mar.
En el presente documento escrito a puño y letra por Wilhelm Falkenberg se detallan las hipótesis recaudadas en la región atlántica sobre la desaparición de piratas, marineros y navegantes registrados a partir del Siglo XVII. Así mismo, se documenta una de las primeras veces en las que se hace mención de Vermarea como una posible mujer del mar.
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Bitácora de los Acontecimientos y Observaciones relacionadas con Vermarea.
A bordo del navío 'El Alba', en el mar del Norte, 13 de noviembre de 1924.
De Vermarea se ha hablado desde que los navíos que cruzaban el Atlántico sucumbían ante fuerzas de las que nadie parecía consciente. Se decía, en un principio, que las olas arrebatadoras de la noche llevaban a esos barcos hasta las vastas profundidades del océano; pero esta teoría fue rápidamente descartada cuando en 1910, desde el cielo se pudo divisar su ubicación en puntos específicos del manto acuático, formando así constelaciones de rutas que ningún otro marinero que fuese de verdad sensato se atrevería a cruzar.
Otros dicen, dado a la naturaleza de la desaparición de aquellos hombres, que durante esas prolongadas expediciones por los siete mares, los tripulantes han topado con fuerzas infernales que han sido enviadas por un superior para castigarlos. Cuentan que fueron fustigados con látigos de fuego por sus pecados y el mismísimo dios del mal les ha condenado al abismo, cuerpo y alma, por la eternidad. Sin embargo, esta teoría no es más que una habladuría de pueblo, sustentada únicamente por las creencias de los padres religiosos.
Entre los corredores del mar y los marineros horrorizados por el infortunio de los acontecimientos, se corrió el rumor de un canto asesino. Una voz femenina tan majestuosa como el crepúsculo que emergió del espacio más recóndito del océano, dotada de la capacidad de hipnotizar hasta al más templado y metódico de los varones.
El hilo de esta leyenda me hizo llegar a las anotaciones de Leopold Friedrich von Hohenburg, noble cuya sordera, consecuencia de un misterioso incidente, lo salvó de perecer en la catástrofe que ahogó a la tripulación de su barco. No obstante, poco tiempo después, se erigiría como el único indicio fidedigno de que Vermarea es, en efecto, la responsable de todas aquellas desapariciones.
Leopold encontró, en medio del espesor de la neblina y el escenario del deceso de sus compañeros, uno de los más valiosos escritos de aquella misteriosa autora, en el cual se leía la descripción exacta de lo que había sucedido aquella fatídica noche. Aquí un extracto:
“Son como débiles bastiones que se derrumban con la llegada de la noche, embotados por esta voz que mi madre, el mar, me otorgó el día de mi nacimiento. Prófugos de las pasiones humanas, caen inevitablemente en el remolino de sus flaquezas; mi mirada aguamarina, labios carnosos y las perlas tejidas en mis cabellos, [...] No logran discernir entre la ilusión y la realidad, caen rendidos y los arrastro conmigo a la sombría profundidad dejando nada más que huesos de madera flotando en la superficie.” (Vermarea, Libro III: Cruel el Mar. Se desconoce fecha.)
Leopold además describe, en una de las páginas de su diario personal, como la tripulación parecía sumida en un trance que desde el principio le pareció inquietante y tembló de miedo en el instante en el que todos caminaron atontados hacia el mismo punto. “Avanzaban torpemente hacia la proa, con la clara intención de lanzarse a las gélidas aguas. Sus rostros mostraban una inexplicable serenidad; algunos, incluso, esbozaban una sonrisa que se extendía de oreja a oreja. Por un instante, quise pensar —con la ingenua esperanza de quien surca los mares por primera vez— que no era más que una terrible pesadilla. Sin embargo, al acercarme al borde, pude verlas: esas malditas mujeres con cola.”
En palabras suyas, aquellas mujeres habían seducido a cada hombre a bordo del Aurora, y, una vez que estos caían al mar, no existía fuerza lo suficientemente poderosa para rescatarlos de su trágico destino. “Se los llevaron al fondo marino y estoy seguro, lo juro por mi amadísima madre fallecida, que lo único que me salvó fue lo que creí una maldición.”
La colección de libros atribuidos a Vermarea, siempre escritos con una desmesurada pasión por el mar y sus insondables secretos, me lleva a concluir que la autora de esas enigmáticas narraciones es, en realidad, una criatura del océano cuyo canto mortífero atrae a los hombres hacia las profundidades, entregando sus cuerpos como ofrenda al lecho marino. Los manuscritos hallados por Leopold tras navegar en un bote a la deriva durante semanas, no son los primeros en los que nuestra misteriosa autora alude a su tarea, refiriéndose a los hombres como un humano frágil que sucumbe fácilmente ante su belleza, mirada y hermosa voz. Existen al menos veinticinco relatos suyos en los que, con hábiles metáforas, nos introduce en su mundo y revela la crueldad de su naturaleza.
Es evidente que mi teoría puede parecer una fantasía para los hombres de ciencia; los religiosos, por su parte, me tildarían de hereje, y no faltará quien me cuestione severamente por acusar a una sirena de ser la autora de libros destinados a los habitantes de la tierra. Sin embargo, en las siguientes páginas de esta recopilación de datos, expondré con detalle las razones por las que creo que Vermarea posee el poder de adquirir piernas al abandonar las aguas.
No, no he perdido la razón; por el contrario, nunca he estado más en mis cabales.
Con el ocaso, las velas del navío se han extinto. Mañana, con el alba, retomaremos el rumbo hacia el norte, esperando con fervor hallar rastro de tan fantásticas criaturas. Firmo con la esperanza intacta, deseando hoy más que nunca, una pronta prueba que brindar al mundo.
𝓕𝓪𝓵𝓴𝓮𝓷𝓫𝓮𝓻𝓰
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