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uptxwngrl · 2 years
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Erin Byrne | District 2
Los accesorios, al igual que el vestido, representan el trabajo que desempeñaba Erin en el Distrito 2, siendo este la herrería. Dos pulseras con cadenas uniéndose a anillos. Mientras que en la parte de atrás, en su peinado, hay dos espadas pequeñas atravesando un moño. Sus manos y brazos están pintados de negro, simulando el color del carbón de las fraguas.
Lleva medias opacas de color negro con incrustaciones de distintas piedras, estas representan la minería, otra de las profesiones características de su Distrito. El vestido solo es visible después de quitarse una capa negra que tiene bordados en tonos oscuros y retazos de telas tornasol. Los botines, como el maquillaje, queda sencillo para hacer destacar lo demás.
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uptxwngrl · 2 years
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The Reaping
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Como es normal en mí en situaciones donde me veo rodeada de muchas personas, así sean conocidas o no, me escondo y hago un gran esfuerzo por desconectarme del exterior. Las voces de las bocinas lo hacen difícil, pues, aunque no entiendo lo que dicen, siento que me están hablando cerca del oído. Tengo un hombro ligeramente alzado y la cabeza ladeada. Cada que me doy cuenta de esto, tenso el cuello para mantenerme erguida.
Los días de Cosecha me revuelven el estómago y me hacen verme pálida, como si estuviera enferma. Esto disminuye conforme me voy acercando a la edad límite, pero eso no quita que pase días en silencio, imaginando lo que me hubiera pasado si soy seleccionada. A pesar de que la recompensa por ganar es alentadora, no estoy segura de pasar de la primera noche en la arena. Una cosa es jugar con mis compañeros herreros y otra muy diferente es luchar por sobrevivir con la poca experiencia que tienes en combate.
Perdida en todo esto, apenas regreso a la realidad cuando la chica a lado mío me da un golpe en el codo con el propio. La miró de reojo y ella mueve los ojos, señalando hacia la tarima. Mientras el hombre repite mi nombre por no sé qué vez, siento presión en la cabeza, como si hubiera una pinza gigante queriendo aplastarme el cerebro. Las piernas, aunque no responden con normalidad, me permiten caminar entre los demás y avanzar al pequeño escenario.
Luego de tantas veces que he pasado por esto, ni mi cuerpo ni mi mente se han acostumbrado, ni siquiera me prepararon para este momento donde la mayoría de las miradas están puestas en mí. Y no sólo eso. Casi puedo escuchar lo que piensan. Palabras de aliento que más bien son lástima combinada con energía negativa que se va acumulando en mi pecho y me enfría todavía más las extremidades, en especial las manos.
En otros distritos podrán considerarnos como uno de los más preparados, sin embargo, no todos nacemos con ese 𝙙𝙤𝙣. No todos queremos presentarnos voluntarios ni obtener la gloria. Creo que nunca se es suficientemente libre a menos que nazcas con el privilegio de nacer en el Capitolio.
Ni siquiera soy capaz de buscar a mi hermano ni a mi madre. Tampoco quiero 𝙡𝙚𝙚𝙧 sus pensamientos ni imaginarme lo que sienten con sólo notarlo en su mirada, ni darles a entender lo que ellos muy en el fondo saben: esta será la ultima vez que me van a ver. Esto pasa cada año. Familias que se separan, asientos vacíos en las mesas, padres que no soportan la pérdida aunque nos hayan hecho creer a todos que este 𝙨𝙖𝙘𝙧𝙞𝙛𝙞𝙘𝙞𝙤 vale la pena. Pero sólo lo vale si eres el vencedor.
Mientras espero que alguien con más experiencia se apiade de mí y se presente voluntario, repaso mentalmente mis fortalezas y debilidades, pero soy pesimista, así que nada me anima. Soy alta, pero muy delgada; hábil con mis manos, pero para armar cosas o darle forma al metal; soy fuerte, pero me niego a hacerle daño a alguien más.
Tengo más probabilidades de ganar los juegos que de salir sorteada, nada más porque son menos personas las que van a los Juegos. 𝙑𝙖𝙢𝙤𝙨, 𝙣𝙤 𝙩𝙤𝙙𝙤𝙨 𝙗𝙧𝙤𝙢𝙚𝙖𝙗𝙖𝙣, pensé, como si mis compañeros pudieran escucharme. Esos planes suyos por si un día van a la arena no puede ser todo mentira. Alguno debe querer ir. Yo no puedo, mi madre me necesita. Micah no puede quedarse solo con esa responsabilidad. 𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙨𝙞 𝙜𝙖𝙣𝙤. . . mi madre tendría acceso a una mejor atención médica, mi hermano y yo estaríamos exentos de ir a los juegos y podríamos cuidar de ella. 𝙎𝙞 𝙜𝙖𝙣𝙤.
——Me ofrezco como tributo ——las palabras que lo cambiaron todo, pero no para bien.
Mi mandíbula cae y por primera vez en lo que va del día, reacciono evidentemente a un estímulo. Doy un paso al frente y alguien detiene el segundo jalándome del brazo. Por instinto doy un golpe a esta persona, esperando que me suelte. Volteo a ver a mi hermano y ahora sé que la presión en mi cabeza es el entrecejo contraído y la mandíbula tensa. ¿Es que acaso no piensa en nuestra madre?
Si yo que estoy relativamente sana siento que apenas puedo con todo esto, no quiero imaginar cómo se sentirá ella viendo a sus dos únicos familiares partir a una muerte segura. Pero ya me escuchará más tarde en el tren, si espera que me quede callada y lo acepte porque no queda de otra, eso no va a pasar. Nuestra madre lo necesita más. Yo no lo necesito, no necesito más preocupaciones ni pensamientos negativos taladrándome la cabeza todos los días. 
El hombre repite nuestros nombres y estos son acompañados de aplausos y vitoreos de los demás. Sé que no es más que alivio por parte de los padres que no vieron a sus hijos salir sorteados y los posibles tributos que se salvaron otro año. Dirijo la mirada a mi hermano, todavía con el ceño fruncido y un nudo en la garganta, el cual me detiene de gritarle en este momento.
Hago puño las manos y entre las personas que quiero ignorar, aparece el rostro que tanto temía ver, pero que era necesario. Maldigo las lágrimas y la distancia que me impiden verla con claridad, al igual que mi propia mente que me sabotea olvidando su rostro. No quiero ir, no quiero morir, no quiero que ella muera por mi culpa. 𝙇𝙤 𝙝𝙖𝙧𝙚́ 𝙥𝙤𝙧 𝙩𝙞. 𝙏𝙚 𝙚𝙫𝙞𝙩𝙖𝙧𝙚́ 𝙪𝙣𝙖 𝙥𝙚𝙣𝙖 𝙢𝙖́𝙨.
Soy Erin Minerva Byrne, tengo veintiún años y soy el tributo femenino del Distrito 2.
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