Y me dijeron: "Escribí, tus pensamientos son importantes". Desde aquél día transformo pensamientos en relatos.
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Manzano.
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Ese 28 de octubre, para vos, cumplía 24 años. No te importó hacerme nacer un día antes, lo importante era el manzano.
“Quiero que lo plantes y lo cuides. Yo no puedo”, fue lo que entendí entre toda la maraña de palabras sueltas que me tiraste a las apuradas entre mate y mate.
En octubre pasan cosas o, mejor dicho, me pasan cosas: el humor cambia, replanteo todo lo que me rodea, qué y quiénes. Padezco reminiscencias que sirven para reactualizar esa versión mía que está por llegar a fin de mes.Entre tanta memoria, está tu manzano.
Hace cuatro años, en octubre, a eso de las siete de la tarde. SIEMPRE. Está tu manzano.
Creo que es la forma que prefirió mi pensamiento para recordar que, hace cosa de cuatro años, fuiste la primera en acordarte de mi cumpleaños (algo adelantada en aquella ocasión) por última vez.
Siempre fuiste la primera para todo: La primera en llegar a casa. Viviás cerquita, podías ser la última. Pero preferias ser la primera. La primera en decirme bien las cosas. La primera en reírse de mis chistes. La primera en buscarme. La primera en llevarme.Y eso, eso es algo que extraño no te hacés idea cómo. O a lo mejor sí, porque vos tenías eso conmigo, más que palabras tenías actos. En dos sencillos actos, chuiquititos, me mostrabas lo mucho que me querías.
Hace poco hablé del tema, conté que venía masomenos. Me dijeron que tiendo a desdramatizar lo que me pasa con lo referido a la muerte porque soy escorpiana y que a veces sí pasa algo, mando un "Contame vos qué contás" porque no me gusta hablar de esas cosas. ¿Si me enoje? Claro que me enoje, cómo mierda no me voy a enojar si me estás diciendo que eso no me importa. Eso sí que es de escorpiana, estúpida. Enojarse. Enojarse porque sos vos la que está minimizando mis recuerdos, que encima, como decís, me cuesta compartir.Mirá de desdramatizado que está todo.
Nunca creí mucho en los signos, las casas ascendentes y eso, pero suelo atar mis creencias a mi estado de ánimo. Y si no airear la tristeza porque después me la subestiman se justifica con que soy escorpiana, entonces es obvio que soy escropiana.
De escorpiana creo que también es lo que me agarró cuando escuché la versión del manzano según tu vieja. Reía por adentro porque por fuera no me salía mostrar los dientes. La última vez que los mostre yo sé que fue con vos. En aglún momento me salió reir y llorar al mismo tiempo y, cuando volví a la cordura, entendí por primera vez lo que es perder una plantita. Mi mayor problem es que genero apego y después sufro desmedido. Creo que, en el fondo, es el gran problema de muchos. No me dejaron conservar la planta porque era uno de los últimos recuerdos que tenía tu mamá con vos... no me salió decirle "Perdoná... también es el mío". Pero sigo pensando que hice bien, porque tu manzano se me planto en la cabeza y es ahí dónde importa no?
A hoy, sigo registrando evoluciones. Soy ansiosa, como todos. Todos somos un manojo de fracasos y frustraciones con las que no sabemos lidiar a veces. Pero también somos los mismos que generamos el arreglo de las cosas, y por qué no, también, de la gente.
Amiga, la planta se murió. Lamento decirlo así. La planta se murió pero yo tardo en reemplazarla porque lo que implica duelo express y sustitución así al tun tun me da una culpa bárbara. Me pasa que te extraño. Todos los días. Cuando no te extraño me acuerdo de que pasé un rato sin extrañarte y pienso que no te lo mereces. A veces hago esto para darle a ese manzano la buena que pide: RECORDAR CON AMOR. Recuerdo que, además de ser la primera en todo, te gustaba leer filosofía, que tenías sueños de volar, que cuando no hablabas con la boca, lo hacías con las manos. Que estabas re contenta. Yo también. Por que estando contenta ponías una cara contgiosa, vos no te dabas cuenta, era lo más lindo. Hacías como un arqueo de cejas muy simpático cuando algo muy chico te hacia tan feliz. Si hubiera posibilidades de volver el tiempo atrás, volvería a ese instante en el que tocaste la puerta con el manzano en mano y, ya sabiendo que es el último cumpleaños con vos, te abrazaría más fuerte que la primera vez. A ver si así, te convenzo de que cuides el manzano conmigo.
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Hay personas estrella. Yo las he visto.
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Quizás seas uno de ellos.
De los que llegan y regalan su luz.
De los que son más de dar y tienen que aprender a recibir.
De los que son felices cuando hacen felices a otros.
De los que brillan, sólo con SER.
Quizás seas una persona estrella.
Conozco una que cuando brilla,
ilumina el mundo.
Aunque no lo sabe,
porque las estrellas brillan,
aunque ellas no puedan ver su luz.
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Amarillo.
El mejor sol de verano.
El limón que usas para decirle a la vida que no es tan dura como piensa.
El centro de la margarita que se jugó cada pétalo por el paspado de turno.
La carita feliz de la seño en segundo grado.
Lo más importante de un resumen.
El corazón de un huevo frito (la papa frita ni te cuento).
La precaución olvidada por los conductores.
Los minions (o los cheetos... ¡el parecido es increíble!).
Un signo de advertencia (en la calle o el fútbol)
Una canción favorita que ninguno de mis exs ,músicos, entonó.
Un botón llamativo de tablero (pero no tanto como el rojo obvio).
Un color bastante amargo según la etimología y que no usaría jamás.
Las páginas que huelen rico.
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Menos por menos es más y yo estoy negativa.
.
Es por cansancio y no falta de voluntad.
Ya no sé recibir siempre más de lo mismo.
No me sale fingir que está todo bien cuando no.
No sale, no salió y no va a salir.
Aplaudo a los que pueden manipular todo eso y después
sonreír para la foto.
Aplaudo a quién puede mostrar quién no es.
Porque a mi no me sale, no me salió y no me va a salir.
¿Sentís que te juzgo? ¿Quién soy yo para juzgarte?
Vos sabés bien cuáles son los sacos que te comprás y te ponés.
El tiempo me da a veces la razón, y yo con vos ya no tengo más razones.
No porque falten, sino que no voy a salir a buscarlas.
Me harté el corazón dando confianza a quién hizo de ella un mero accesorio.
Me freí la cabeza pensando en agradar a quien, en el fondo, no me agrada.
Lo único que importa es reír, y seguir al primero que hable mal del fulano que falta; hablando mal del fulano que falta.
Para pertenecer no hace falta ser como los demás quieren que seas,
para pertenecer podés ser esa versión tuya y punto.
Que a veces cuando sos sólo eso,
tenés la suerte de encontrar quién sí acepte
y no malinterprete, con sus malas intenciones,
todas y cada una de tus intenciones.
Hartazgo y decepción son dos negativas
que multiplicadas dan una positiva:
Indiferencia.
Prefiero que se diga y piense cualquier cosa,
a tener que intentar estar en ese lugar que,
hace rato, dejo de sumarme.
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Cuando uno está enamorado, empieza siempre por engañarse a sí mismo para terminar engañando a los demás. Eso es lo que el mundo llama un amor romántico.
Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray (via librosyfrases)
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A lo peor se puede estar peor.
A lo peor nadie lo busca, eso te llega solo. Nadie lo quiere pero él te quiere a vos. Nadie lo espera, pero eso no importa. Lo importante es que te quiero ¿Qué es lo peor que puede pasar? Nada. Eso fue lo peor. Pasó nada.
No, no te di todo. Para nada. Di mi tiempo, mis ganas, mi risa, mis sueños del futuro. Di mi voz, mi paciencia, mis idas y venidas a tu casa. Mi comprensión, mis apuntes, mi café batido, mi seducción y esa si que fue sólo mía, mis libros... ¡La puta madre mis libros! ¿Vos pensás que eso es para nada? NADA, eso diste: Nada.
Gracias por enseñarme que yo puedo salvarme sola. Por cerrar más la coraza y hacerme más egoísta. Porque a el mundo no se lo invita a cualquiera, porque cualquiera puede ser de lo peor, así como vos.
Sos de lo peor y peor es que buscas a alguien como vos. Lamento informarte que no soy: Dependiente, busca, indecisa, nariz parada, soberbia, megalómana. No, esas cosas son tuyas y no mías. Vos me las pusiste y ¡qué conveniente!, ¡ qué fácil te resulta no ver!. Negador. Dependiente de alguien que decide por vos, que feo que a tu vida lo maneje otro. Siento lástima y eso es lo peor, la lástima es una mierda que no sirve.
A lo peor soy rencorosa o a lo peor recién despierto. A lo peor nos volvemos a ver y el mundo no soporta tanta catástrofe. A lo peor te escupo la cara por que lo peor de todo es que fuiste y serás un cobarde. Es de lo peor idealizar a los cobardes, esos que un día amas con ojos tapados; y al siguiente sentís vergüenza por haberte creído la peor de las tiras cómicas. Si, estas del lado de lo cómico, de lo que no sirve ¡ y qué amargura siento! yo quería que estuvieras del otro lado. En verdad quería.
A lo peor te digo esas cosas que jamás dije y que de la peor manera me agujerean el pensamiento.A lo peor tiro insultos y seguís sacando de mi lo peor. A lo peor mi enojo supera lo que escribo y tengo que hablar con vos.A lo peor me siento a esperar que algún día dejes de ser tan cagón y por lo menos te dignes a devolver mis libros o a lo peor lo único que me salga al verte es “Devolvé lo que no es tuyo” y ahí te quedas en bolas porque no tenés nada que sea tuyo. Todo ese tiempo, ese brillo, magia, ese no sé qué, virtudes inexistentes, atributos inventados, te los di yo.
Yo te invente, te sostuve, te aguante. Y a lo peor no pido mis libros para no sentir más lástima. A lo peor prefiero el peor de los rencores a la peor de las lástimas ¡ y qué lástima! En verdad quiero demasiado a mis libros. Pero que vas a saber vos de qué quiero si mientras yo daba eso que no fue todo para nada, vos estabas en la nada siendo de lo peor. Y lo peor es que no te diste ni cuenta que estabas siendo de lo peor. Te digo que no hay peor malo que el malo que hace el mal “sin querer”. Al menos mi maldad es honesta, aunque sea de lo peor.
La peor de las contradicciones fue defender lo indefendible. Lo peor de quererte fue mentirme.Lo peor de tomar tanto café es que me hace pensar en todo el enojo que te acumulaste. Sentite orgulloso, eso si es tuyo. Nadie sacó tanto enojo como vos.
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Cómo matar un espíritu.
Decile que no puede, que es inútil.
Que no importa lo que haga,
siempre te va a faltar algo para estar satisfecho.
Mostrale que no importa lo que diga o piense,
está equivocado de entrada porque pobre...
no vio, no vivió y no sabe nada.
Ya que los ojos nos hieren
hablemos mal cuando esté de espaldas
nos demos el lujo de opinar de su vida para no gritar la nuestra
porque la vergüenza siempre es ajena ¿No?
Nos pongamos de acuerdo en todo lo que hace mal,
dialoguemos sin saber
porque lo libre y auténtico nos molesta
y nos pone tan pero tan verdes
que etiquetamos la seguridad en uno mismo de soberbia.
¡¿Quién te crees que sos?!, ¡¿Por qué no te las tomás?!
Deja de mostrarme una realidad que no es la mía.
¡Basta! ¡No tenés permitido pensar diferente! Así tenemos que gritarle.
Hay que quedarse sin voz para que afloje, que no resista, que se quiebre.
Miremoslo cuando llore, pero solo mirar ¡¿eh?!.
Tenés prohibido hablarle porque va a pensar que le importas.
Dale ordenes, todo el tiempo, todos los días.
Pedile favores pero que no te los pida.
No le preguntes cómo está, ese no es asunto nuestro.
Señalemoslo, que el dedo índice se inventó para eso, estamos justificados.
Minimicemos todo lo que sostenga. Sus principios, sus ideas, sus creencias.
Desvaloriza para que no te afecte. Que eso es lo importante, que no nos afecte.
Que no nos demos cuenta de lo que hacemos para seguir haciéndolo,
porque “Ojos que no ven, corazón que no siente”.
No nos demos cuenta, no nos sintamos culpables. Es mas fácil así.
Sigamos marcando los defectos del otro y no los nuestros.
Que nosotros somos perfectos, reales.
Tenemos la idea acertada, la razón de nuestro lado y la verdad absoluta.
¡¿Y qué nos importa el otro?!
Si el otro de mi no sabe nada.Nada.
Ni que siendo igual a veces no es igual.
Ni que es espejo,
que las mierdas de la vida no las tengo yo, me las muestra él.
Ni que si llora y justo veo, me rompo por dentro.
Ni que detrás de tanto enojo tengo una tristeza enorme.
Ni que tengo la lengua afilada porque mis zapatos están gastados y mi cabeza vacía.
Ni que ...desde que no está, desde que no me escucha, no sé que hacer conmigo. Me quitó los motivos. No tengo para quejarme y que el mundo lo oiga.
Ahora, lo único que me queda, es empezar a verme.
- I.B -
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Poniéndome los zapatos.
Voy a ponerme social,necesito
un intermedio entre el planeta y mi peso.
Inclino la cabeza hacia mis pies; me amo y me sirvo.
Una rápida operación mecánica.
Durante cuatro o cinco segundos
mi cerebro inundado de sangre
y de universo apagado
replantea algunas nociones fundamentales.
Sus conclusiones se borran cuando me incorporo.
Vuelvo cansada a la superficie,
pero el mundo no ha cambiado para nada.
¿Por qué no seguir ahogada? Algo podría suceder.
Cada mañana debo a mis zapatos un mareo
y una instantánea oportunidad secreta.
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Juntos o sueltos.
Juntos o sueltos
sabiendo que los sueltos
son la materia prima de estar juntos.
La laguna junta las gotas
y uno los días.
¿Y cómo te va?
Aunque es inútil seguir
sin verle la punta al hilo.
Raíz no es ancla
pero el ala la hizo el aire
y el pie la distancia
la de los juntos y la de los sueltos.
Lo perdido tiene bulto
y sombra.
Muchas hojas hacen sombra
muchos días también.
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¿Te has enamorado alguna vez? ¿No es horrible? Te hace tan vulnerable. Abre tu pecho y abre tu corazón y significa que alguien puede entrar en ti y deshacerte.
- Las benévolas | Neil Gaiman
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Que hay distintas flores en un mismo ramo que no tienen que llevarse bien. Que si tú me dices ven e inmediatamente lo dejo todo es porque no había nada que dejar antes. Que una ruptura es una muerte donde puedes ver al difunto burlarse de ti. Que hacerse inmune a la fragilidad es morir cada día de crudeza, hierro y siniestralidad. Que por las grietas también se respira y hay que romperse para coger aire. Que si no te vuelven a buscar después de mandarte a la mierda, si no te enseñan a llorar lo mordido sin abandonarte del todo, nunca han estado contigo. Que es de inútiles confundir maldad con torpeza. Que yo me río a otro volumen cuando somos tú y yo. Que tú y yo somos un ejército y nosotros un peligro inminente de fractura, soportando la grieta. Que olvidar de dónde vienes es no saber a dónde ir. Que a veces las cosas no salen bien porque no les estamos abriendo del todo las puertas. Que la gente más triste es la que siempre está contenta. Que algo más triste que dar pena, es dar miedo. Que si te está matando, no puede ser amor y mucho menos el de tu vida. Que el amor no debería ser un tobogán que tras la risa te lleva al infierno. Que un “es que yo soy así" no justifica que seas así. Que a veces arreglarse para salir, habla más de repararse que de ponerse guapa. Que los equilibristas caminan a pasos cortos. Que avanzar a grandes pasos es retroceder a zancadillas. Que las historias intensas son algodones de azúcar imposibles de acabar. Que nunca fue un problema aceptar el caramelo de un desconocido y lo grave es aceptar las hostias de quien conocemos. Que lo que quería decir Antonio Vega es que la chica de ayer es la de hoy y la de mañana. Que las personas no se pierden, las personas solo se alejan o se acercan. Y que por encima de todo hay que saber cuándo rendirse: nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca.
Irene X.
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Nacer para viajar.
Con café hecho en pava y batido a pulso me siento a describir el hermoso viaje del cual regrese hace apenas unas horas.
Viajar es para mi vida la actividad más linda y lo que mayor sentido da a mi existencia, quizá porque sin querer me convertí en trotamundos a la edad de 2 años. El trabajo de mis viejos me permitió conocer distintos lugares y provincias de mi país, diferentes personas, creencias y pensamientos.
Más pasa el tiempo y más me doy cuenta de que mi casa está entre cerros pero que mi alma puede estar en todos lados, ya sea visitando algún museo, escuchando la historia de algún habitante o caminando por la calle de alguna ciudad nueva que me llene las retinas tanto, pero tanto que no me quede otra que abrir los ojos como platos.
Buenos Aires, 7ma capital del mundo, no solo es una jungla de pavimento, laberintos subterráneos y ruidos estrepitosos. Es, también, el lugar donde nací un 29 de octubre de 1989 a las 3 de la madrugada, donde no tuve mejor idea que salir, pegar el grito y empezar a vivir. Nacida bajo el signo de escorpión y la serpiente de tierra para los chinos, con nombre extranjero que heredé gracias a una actriz em aquél entonces muy linda. En el cuidado de dos jóvenes que, en ese momento, me miraron con amor y desconcierto a la vez porque no tenían idea de en qué iba a consistir ser padres.
Pero lo más curioso de nacer es que uno no elige nacer, uno simplemente nace porque otros deciden y quieren que nazcas ya que nacer es un acto no sólo físico sino también simbólico. A uno antes de nacer le eligieron género, nombre, características y cualidades que se expresan a nivel del pensamiento y que, es un azar entero que coincidan con la realidad una vez que salís de la calidez del útero para entrar a un mundo mil veces más tremendo. El lugar dónde naces también es circunstancial y, circunstancialmente, el lugar donde me tocó de forma azarosa nacer fue Caballito, el corazón geográfico de Buenos Aires.
Cómo será que lo previo a nuestro nacimiento nos determina tanto que hasta en Namibia las mujeres de las tribus africanas, cercanas al nacimiento de su bebé, se sientan a meditar a la espera de una canción para esa personita por llegar; la madre comunica al resto de la tribu la canción que escuchó y, tanto en su melodía como en la letra, el niño tiene escritos el lugar de dónde viene, hacia dónde va y cómo va a ser su vida.
Nacer en el corazón de Buenos Aires me determinó a querer conocer cosas y/o personas grandes. Sé que vuelo con la imaginación en libros porque amo viajar, porque tengo curiosidad por las historias y la gente. Por eso cada vez que vuelvo al lugar de donde vengo lo veo como turista, porque no me tocó ser enteramente porteña sino de todos lados y en todos esos lados aprendí que “Casa” es dónde está el corazón. Yo no sé si el mío es grande como el de Buenos Aires, pero sé que está estratégicamente distribuido en los lugares, personas y circunstancias que, mitad azar y mitad destino, elegí para mí.
Próximamente compartiré más fotos acompañadas de escritos de los lugares que visite.
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¿Cómo serían las cosas y las personas antes de que les hubiésemos dado el sentido de nuestra esperanza y visión humana?
Clarice Lpispector, Descubrimientos, crónicas inéditas.
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Pulsión de Muerte
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Dentro de la última teoría freudiana de las pulsiones, designan una categoría fundamental de pulsiones que se contraponen a las pulsiones de vida y que tienden a la reducción completa de las tensiones, es decir, a devolver al ser vivo al estado inorgánico.
Las pulsiones de muerte se dirigen primeramente hacia el interior y tienden a la autodestrucción; secundariamente se dirigirían hacia el exterior, manifestándose entonces en forma de pulsión agresiva o destructiva.
El concepto de pulsión de muerte, introducido por Freud en Más allá del principio de placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920) y constantemente reafirmada por él hasta el fin de su obra, no ha logrado imponerse a los discípulos y a la posteridad de Freud a igual título que la mayoría de sus aportaciones conceptuales. Sigue siendo una de las nociones más controvertidas. Para captar su sentido, creemos que no basta remitirse a las tesis de Freud acerca de la misma, o encontrar en la clínica las manifestaciones que parecen más aptas para justificar esta hipótesis especulativa; sería necesario, además, relacionarla con la evolución del pensamiento freudiano y descubrir a qué necesidad estructural obedece su introducción dentro de una reforma más general («vuelta» de los años 20). Sólo una apreciación de este tipo permitiría encontrar, más allá de los enunciados explícitos de Freud e incluso de su sentimiento de innovación radical, la exigencia de la cual este concepto es testimonio, exigencia que, bajo otras formas, ya pudo ocupar un puesto en modelos anteriores.
Resumamos primeramente las tesis de Freud referentes a la pulsión de muerte. Ésta representa la tendencia fundamental de todo ser vivo a volver al estado inorgánico. En este sentido, «Si admitimos que el ser vivo apareció después que lo no-vivo y a partir de esto, la pulsión de muerte concuerda con la fórmula […] según la cual una pulsión tiende al retorno a un estado anterior». Desde este punto de vista, «todo ser vivo muere necesariamente por causas internas». En los seres pluricelulares, « […] la libido sale al encuentro de la pulsión de muerte o de destrucción que domina en ellos y que tiende a desintegrar este organismo celular y a conducir cada organismo elemental (cada célula) al estado de estabilidad inorgánica […]. Su misión consiste en volver inofensiva esta pulsión destructora, y se libera de ella derivándola en gran parte hacia el exterior, dirigiéndola contra los objetos del mundo exterior, lo cual se hace pronto con la ayuda de un sistema orgánico particular, la musculatura. Esta pulsión se denomina entonces pulsión destructiva, pulsión de apoderamiento, voluntad de poder. Parte de esta pulsión se pone directamente al servicio de la función sexual, donde desempeña un papel importante. Se trata del sadismo propiamente dicho. Otra parte no sigue este desplazamiento hacia el exterior; persiste en el organismo, donde se halla ligado libidinalmente […]. En ella debemos reconocer el masoquismo primario, erógeno».
En el desarrollo libidinal del individuo, Freud describió el juego combinado de la pulsión de vida y la pulsión de muerte, tanto en su forma sádica como en su forma masoquista.
Las pulsiones de muerte se incluyen en un nuevo dualismo, en el cual se contraponen a las pulsiones de vida (o Eros), que en lo sucesivo comprenderán el conjunto de las pulsiones anteriormente distinguidas por Freud. Así, pues, en la conceptualización freudiana, las pulsiones de muerte aparecen como un nuevo tipo de pulsiones, que no tenía un puesto en las clasificaciones anteriores (así, por ejemplo, el sadismo y el masoquismo se explicaban por una compleja interacción de pulsiones de tendencia totalmente positiva); pero al mismo tiempo Freud los considera como las pulsiones por excelencia, en la medida en que, en ellas, se realiza eminentemente el carácter repetitivo de la pulsión.
¿Cuáles son los motivos más manifiestos que indujeron a Freud a establecer la existencia de una pulsión de muerte?
1) La consideración, en muy diversos registros, de los fenómenos de repetición, que difícilmente pueden reducirse a la búsqueda de una satisfacción libidinal o a una simple tentativa de dominar las experiencias displacenteras; Freud ve en ello la marca de lo «demoníaco», de una fuerza irrepresible, independiente del principio de placer y capaz de oponerse a éste. Partiendo de este concepto, Freud va a parar a la idea de un carácter regresivo de la pulsión, idea que, seguida sistemáticamente, le conduce a ver en la pulsión de muerte la pulsión por excelencia.
2) La importancia adquirida, en la experiencia psicoanalítica, por las nociones de ambivalencia, agresividad, sadismo y masoquismo, tal como se desprende, por ejemplo, de la clínica de la neurosis obsesiva y de la melancolía.
3) Desde un principio el odio se le apareció a Freud como imposible de deducir, desde el punto de vista metapsicológico, de las pulsiones sexuales. Jamás hará suya la tesis según la cual « […] todo lo que se encuentra en el amor de peligroso y hostil debería atribuirse más bien a una bipolaridad originaria de su propio ser». En Las pulsiones y sus destinos (Triebe und Triebschicksale, 1915), el sadismo y el odio son puestos en relación con las pulsiones del yo: « […] los verdaderos prototipos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por su conservación y afirmación»; Freud ve en el odio una relación con los objetos «más antigua que el amor». Cuando, como consecuencia de la introducción del concepto de narcisismo, tiende a borrar la distinción entre dos tipos de pulsiones (pulsiones sexuales y pulsiones del yo) convirtiéndolos en modalidades de la libido, cabe pensar que halló especial dificultad en hacer derivar el odio dentro del marco de un monismo pulsional. El problema de un masoquismo primario, que se había planteado desde 1915, era como el índice que señalaba el polo del nuevo gran dualismo pulsional que se acerbaba.
La exigencia dualista es, como se sabe, fundamental en el pensamiento freudiano; se pone de manifiesto en numerosos aspectos estructurales de la teoría y se traduce, por ejemplo, en la noción de pares antitéticos. Es particularmente imperiosa cuando se trata de las pulsiones, por cuanto éstos proporcionan, en último término, las fuerzas que se enfrentan en el conflicto psíquico.
¿Qué papel atribuye Freud a la noción de pulsión de muerte?
Ante todo debe notarse que, según subraya el propio Freud, tal noción se basa fundamentalmente en consideraciones especulativas y que, por así decirlo, se le fue imponiendo progresivamente: «Al principio presenté estas concepciones con la única intención de ver adonde conducían, pero, con los años, han adquirido tal poder sobre mí que ya no puedo pensar de otro modo». Al parecer fue sobre todo el valor teórico del concepto y su concordancia con una determinada concepción de la pulsión lo que hizo que Freud insistiera tanto en mantener la tesis de la pulsión de muerte, a pesar de las «resistencias» que encontró en los propios medios psicoanalíticos y la dificultad que plantea el intento de basarla en la experiencia concreta. En efecto, como subrayó Freud en repetidas ocasiones, los hechos muestran que, incluso en los casos en que la tendencia a la destrucción de otro o de uno mismo es más manifiesta, en que la furia destructiva es más ciega, puede existir siempre una satisfacción libidinal, satisfacción sexual dirigida hacia el objeto o gozo narcisista. «Lo que encontramos siempre no es, por así decirlo, mociones pulsionales puras, sino asociaciones de dos pulsiones en proporciones variables». En este sentido dice a veces Freud que la pulsión de muerte « […] se substrae a la percepción cuando no va teñido de erotismo».
Esto se traduce también en las dificultades que encuentra Freud para sacar partido del nuevo dualismo pulsional en la teoría de las neurosis o en los modelos del conflicto: «Siempre seguimos experimentando que las mociones pulsionales, cuando logramos reconstruir su curso, se nos aparecen como derivados del Eros. Si no fuera por las consideraciones propuestas en ´Más allá del principio del placer´ y finalmente por las contribuciones del sadismo al Eros, nos resultaría difícil mantener nuestra concepción dualista fundamental». En el artículo Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), que reconsidera el conjunto del problema del conflicto neurótico y sus diversas modalidades, sorprende efectivamente ver el poco lugar que Freud concede a la oposición entre los dos grandes tipos de pulsiones, oposición a la que no atribuye papel dinámico alguno. Cuando Freud se plantea explícitamente el problema de la relación entre las instancias de la personalidad que acaba de diferenciar (ello, yo, superyó) y los dos tipos de pulsiones, se observa que el conflicto entre instancias no es superponible al dualismo pulsional; aunque Freud se esfuerza en determinar la parte correspondiente a las dos pulsiones en la constitución de cada instancia, en compensación, cuando se trata de describir las modalidades del conflicto, no se ve intervenir la supuesta oposición entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte: «No se trata de limitar una u otra de las pulsiones fundamentales a una determinada provincia psíquica. Es necesario poderlas encontrar por todas partes». Con frecuencia el «hiatus» entre la nueva teoría de las pulsiones y la nueva tópica es todavía más sensible: el conflicto se convierte en un conflicto entre instancias, en que el ello termina por representar el conjunto de las exigencias pulsionales, en oposición al yo. En este sentido Freud pudo decir que, desde un punto de vista empírico, la distinción entre pulsiones del yo y pulsiones de objeto seguía conservando su valor; es solamente « […] la especulación teórica [la que] nos ha hecho admitir la existencia de dos pulsiones fundamentales [Eros y pulsión destructiva] que se ocultan tras las pulsiones manifiestas, pulsiones del yo y pulsiones de objeto». Como puede verse, aquí reasume Freud, incluso en el plano pulsional, un modelo de conflicto anterior a Más allá del principio del placer, suponiendo simplemente que cada una de las dos fuerzas presentes que vemos efectivamente enfrentarse («pulsiones del yo», «pulsiones de objeto») comprende ella misma una unión de pulsiones de vida y de muerte.
Finalmente, sorprende ver la pequeñez de los cambios manifiestos que la nueva teoría de las pulsiones aporta, tanto en la descripción del conflicto defensivo como en la de la evolución de las fases pulsionales.
Si Freud afirma y mantiene hasta el fin de su obra la noción de pulsión de muerte, no lo hace como una hipótesis impuesta por la teoría de las neurosis. Lo hace porque tal noción es, por una parte, el resultado de una exigencia especulativa que éste considera fundamental, y, por otra, le parece inevitablemente sugerida por la insistencia de hechos muy precisos, irreductibles, que adquieren a sus ojos una importancia creciente en la clínica y en la cura: «Si se abarca en conjunto el cuadro que forman las manifestaciones del masoquismo inmanente en tantas personas, la reacción terapéutica negativa y el sentimiento de culpabilidad de los neuróticos, resulta imposible adherirse a la creencia de que el funcionamiento psíquico viene dominado exclusivamente por la tendencia al placer. Estos fenómenos indican, de una forma que no puede ignorarse, la presencia en la vida psíquica de un poder que, según sus fines, denominamos pulsión agresiva o destructiva, y que hacemos derivar de la pulsión de muerte originaria de la materia animada».
La acción de la pulsión de muerte podría incluso entreverse en estado puro cuando tiende a desunirse de la pulsión de vida, por ejemplo, en el caso del melancólico, en el cual el superyó aparece como « […] una cultura de la pulsión de muerte».
El propio Freud indica que, dado que su hipótesis « […] descansa esencialmente sobre bases teóricas, es preciso admitir que no se halla tampoco al abrigo de objeciones teóricas». En efecto, numerosos analistas han trabajado en este sentido, sosteniendo, por una parte, que la noción de pulsión de muerte era inaceptable y, por otra, que los hechos clínicos invocados por Freud debían interpretarse sin recurrir a esta noción. En forma muy esquemática, estas críticas pueden clasificarse según distintos niveles:
1) desde un punto de vista metapsicológico, se rehúsa considerar la reducción de tensiones como el patrimonio de un grupo determinado de pulsiones;
2) tentativas de describir una génesis de la agresividad: ya sea haciendo de ésta un elemento correlativo, al comienzo, de toda pulsión, en la medida en que ésta se realiza en una actividad que el sujeto impone al objeto, ya sea considerándola como una reacción secundaria a la frustración proveniente del objeto;
3) reconocimiento de la importancia y de la autonomía de las pulsiones agresivas, pero sin que éstas puedan adscribirse a una tendencia autoagresiva; negación a hipostasiar, en todo ser vivo, del par antitético: pulsiones de vida —pulsión de autodestrucción. Puede muy bien afirmarse que existe desde un principio una ambivalencia pulsional, pero la oposición entre amor y odio, tal como se manifiesta desde los comienzos en la incorporación oral, sólo debería entenderse en la relación con un objeto exterior.
Por el contrario, la escuela de Melanie Klein reafirma con toda su fuerza el dualismo de las pulsiones de muerte y pulsiones de vida, atribuyendo incluso un papel fundamental a las pulsiones de muerte desde los comienzos de la existencia humana, no sólo en la medida en que están orientadas hacia el objeto exterior, sino también en cuanto operan en el organismo y dan lugar a la angustia de ser desintegrado y aniquilado. Pero cabe preguntarse si el maniqueísmo kleiniano recoge todas las significaciones que Freud había atribuido a su dualismo. En efecto, los dos tipos de pulsión invocados por Melanie Klein se contraponen ciertamente por su fin, pero no existe entre ellos una diferencia fundamental en cuanto a su principio de funcionamiento.
Las dificultades que ha encontrado la posteridad freudiana en integrar la noción de pulsión de muerte inducen a preguntarse qué es lo que considera Freud, con el nombre de Trieb, en su última teoría. En efecto, produce cierto embarazo designar con la misma palabra pulsión lo que Freud, por ejemplo, describió y mostró en su acción al detallar el funcionamiento de la sexualidad humana (Tres ensayos sobre la teoría sexual [Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905]) y estos «seres míticos» que él ve enfrentarse, no tanto a nivel del conflicto clínicamente observable como en una lucha que va más allá del individuo humano, puesto que se encuentra en forma velada en todos los seres vivos, incluso los más primitivos: «[…] las fuerzas pulsionales que tienden a conducir la vida hacia la muerte podrían muy bien actuar en ellos desde el principio; pero sería muy difícil efectuar la prueba directa de su presencia, ya que sus efectos están enmascarados por las fuerzas que conservan la vida».
La oposición entre las dos pulsiones fundamentales guardaría relación con los grandes procesos vitales de asimilación y desasimilación; en último extremo, desembocaría incluso « […] en el par antitético que impera en el reino inorgánico: atracción y repulsión». Este aspecto fundamental o incluso universal de la pulsión de muerte fue también subrayado por Freud de muchas formas. Se pone de manifiesto especialmente en la referencia a concepciones filosóficas como las de Empédocles y Schopenhauer.
Algunos traductores franceses de Freud se han dado perfecta cuenta de que la última teoría de las «pulsiones» se situaba en un plano distinto al de sus teorías anteriores, como indica el hecho de que prefieren hablar de «instinto de vida» y de «instinto de muerte», mientras que, en los restantes textos, traducen el Trieb freudiano por «pulsión». Pero esta terminología es criticable, ya que la palabra instinto se halla más bien reservada por el uso (y esto en el propio Freud) para designar comportamientos preformados y fijos, susceptibles de ser observados, analizados, y específicos del orden vital.
De hecho, lo que Freud intenta explícitamente designar con el término «pulsión de muerte» es lo que hay de más fundamental en la noción de pulsión, el retorno a un estado anterior y, en último término, el retorno al reposo absoluto de lo inorgánico. Lo que así designa, más que un tipo particular de pulsión, es lo que se hallaría en el principio de toda pulsión.
A este respecto, resulta instructivo observar las dificultades que experimenta Freud para situar la pulsión de muerte en relación con los «principios de funcionamiento psíquico» que había establecido mucho tiempo antes, y sobre todo en relación con el principio de placer. Así, en Más allá del principio del placer, como indica el mismo título de la obra, se postula la existencia de la pulsión de muerte a partir de hechos que parecen contradecir dicho principio, pero al mismo tiempo Freud termina afirmando que «el principio de placer parece, de hecho, hallarse al servicio de las pulsiones de muerte».
Por lo demás, se dio cuenta de esta contradicción, lo que le condujo a continuación a distinguir del principio de placer y el principio de nirvana; este último, como principio económico de la reducción de las tensiones a cero, « […] se hallaría enteramente al servicio de las pulsiones de muerte». En cuanto al principio de placer, cuya definición se vuelve entonces más cualitativa que económica, «representa la exigencia de la libido».
Cabe preguntarse si la introducción del principio de nirvana, «expresando la tendencia de la pulsión de muerte», constituye una innovación radical. Fácilmente puede mostrarse cómo las formulaciones del principio de placer dadas por Freud a todo lo largo de su obra confundían dos tendencias: una tendencia a la descarga completa de la excitación y una tendencia al mantenimiento de un nivel constante (homeostasis).
Por lo demás, se observará que en la primera etapa de su construcción metapsicológica (Proyecto de psicología científica [Entwurf einer Psy-chologie, 1895]) Freud había diferenciado estas dos tendencias hablando de un principio de inercia y mostrando cómo éste se convertía en una tendencia «a mantener constante el nivel de tensión».
Por lo demás, estas dos tendencias han continuado distinguiéndose, en la medida en que corresponden a dos tipos de energía, libre y ligada, y a dos modos de funcionamiento psíquico (proceso primario y proceso secundario). Desde esta perspectiva, la tesis de la pulsión de muerte puede verse como una reafirmación de lo que Freud consideró siempre como la esencia misma del inconsciente en lo que éste ofrece de indestructible y de arreal. Esta reafirmación de lo que hay de más radical en el deseo inconsciente es correlativa con una mutación en la función última que Freud asigna a la sexualidad. En efecto, ésta, con el nombre de Eros, ya no se define como una fuerza disruptora y eminentemente perturbadora, sino como principio de cohesión: «El fin de [el Eros] consiste en crear unidades cada vez mayores y mantenerlas: es la ligazón; el fin de [la pulsión destructiva] es, por el contrario, disolver los conjuntos y, de este modo, destruir las cosas».
Con todo, aun cuando en la noción de pulsión de muerte se pueda descubrir un nuevo avatar de una exigencia fundamental y constante del pensamiento freudiano, no puede dejarse de subrayar que aporta una nueva concepción: hace de la tendencia a la destrucción, como aparece, por ejemplo, en el sadomasoquismo, un dato irreductible, es la expresión privilegiada del principio más radical del funcionamiento psíquico, y por último liga indisolublemente, en la medida en que es «lo que hay de más pulsional», todo deseo, agresivo o sexual, al deseo de muerte.
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La tortuga.
“Parece que tenés miedo de envejecer” le dijeron una tarde, solamente porque sostuvo altanera que El Retrato de Dorian Grey y los cuentos de Poe le parecían maravillosos.
“Parece que tenés miedo de envejecer” le dijeron.
Esa noche, soñó que era tortuga. Que por una miserable letra “G” no era tortura.
Tortura no es envejecer, se dijo. Tortura es sentir que tus sueños son los que envejecen porque vos cambiaste, no sos lo que eras.
Tortura es saberte desanudada porque no sabes qué querés.
Pero es verdad. Hasta los más perdidos encuentran algo y hasta los más perdidos se encuentran. Y yo encontré, no en el orden esperado pero encontré, las cosas que no me gustan: no me gusta no cerrar situaciones, tampoco decir qué es lo que voy a hacer porque corro el riesgo de no hacerlo.
No me gusta pensar que no soy buena para algo o alguien, tampoco compararme con los demás ni que los demás lo hagan conmigo... Aquiles, el muy idiota, nos comparó. Y corrió ...¡ mierda que corrió!, ¡se gasto los pies intentando alcanzarme!. Dio vueltas a mi alrededor fingiendo ganar y lo único que consiguió es que me sintiera orgullosa de mis pasos que significaron grandes logros. Pasos pequeños, pero que me sacaron de donde estaba para llevarme a un nuevo lugar. En fin...¿dónde me quedé? ¡Ah, si!...
No me gusta mi super- yo (¿y a quién si?) que castiga con pensamientos que no valen la pena y nunca la van a valer. Qué cosa detestable.
El futuro no se lleva bien con el miedo y eso tampoco gusta porque ese miedo se convierte en ansiedad. La ansiedad es un terror mudo que te pasa por el cuerpo y te paraliza toda, no te deja avanzar. Y eso que yo muevo todo lento, muy lento.
Soy lerda porque no soporto llenarme de cosas y tareas cuando todavía no terminé alguna otra. Todo tiene su tiempo en mi vida. Hay un ritmo, el que marcan mis pies.
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Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario bibliográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que he logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí ( si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo trate de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No se cuál de los dos escribe esta página.
Borges y Yo / Narraciones - Jorge Luis Borges.
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