Un atardecer, una ciudad y una bella figura parada al frente tuyo.
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Futuro organizacional: Interacción virtual entre el ciudadano y el estado
¿Sería posible crear un tipo de interacción participativa entre los agentes de la alta gerencia (o gobierno) y todos los colaboradores (ciudadanos) de la organización (Nación), es decir, macrojuntas donde todos tienen algun tipo de canal de diálogo con los altos mandos, y todo a través de las redes sociales, utilizando sus canales de interacción para resolver dudas, ejecutar encuestas y recolectar información?
Proponer esto en un país sería grandioso. Imaginar el poder tratar los temas de interes nacional con los ciudadanos bajo ejercicios pedagogicos de interacción virtual. Imagino una herramienta. Macroencuestas. Imaginar la concepción de una ley como una cadena de preguntas realizadas a los ciudadanos por redes sociales. Tendría que estar fundada en un lenguaje incluyente, sencillo y certero con sus intenciones de informar bien para que el ciudadano tenga todas las herramientas para entender las preguntas y responder con pleno uso de la razón.
Podría haber un cuello de botella en la administración de los datos referentes a la cédula y al Id o credencial de la red social. Podría utilizarse reconocimiento facial para ello. Esta visión adquiere sentido cuando se sobreentiende que el ciudadano reconoce la tecnología y es capaz de hacer un uso primitivo de ella: mensajería, redes sociales, videojuegos. Se supone lógico que el ciudadano es capaz de realizar una videollamada sin esto suponer una mayor complejidad para él.
También hay que hacer uso de el conocimiento especializado. Esto sería la tarea de trabajar todo el talento humano y su desarollo. (Importante). ¿Sería una plataforma creada por el gobierno o se usaría una más sencilla como Twitter? Hay que tener en cuenta la divulgación de la información... Preferiría la idea del gobierno, pero bajo qué modelo. No sé si haya precedentes. Pero debe empezar a existir muy pronto. Me asusta que se brinde para actos de corrupción, pero esto no me haría retroceder. Esta lógica de hacer daño al otro porque sí me parece un absurdo. Esa malicia que busca sacar provecho podría verse mejor en un nivel macro, donde ya no sea me robo una fruta, si no me robo 4 docenas de vacas a mi compentencia. Solo por las bromas. Al Estado no le gustaría este tipo de cosas. Pero a quién le importa el Estado, si lo que importa es el dinero. me
Esto también podría implicar la desburocatrización de los procesos administrativos. Entiéndase que se busca la mayor interacción entre el Estado y los ciudadanos, y por esto se buscaría que toda la ciudadanía fuera capaz de usar las herramientas brindadas por el Estado para interactuar con el. Cada nuevo proceso sería creado bajo la experiencia de la anterior interacción.
*Sé que hay desbarajustes y chorradas, incoherencias y depilfarro de palabras.
8/04/2020
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Rock, Jazzalsa y Rap
La triada musical del hombre solitario
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Nido de gente con problemas
*Vuelvo a esta red social llena de gente deprimida ya que el momento me lo obliga. Aquí nadie lee y puedo escribir cuanta incoherencia se me apetece. Además de permitirme releerme en una plataforma más cómoda para la lectura que el visor de Word.
El color dejó de verse con viveza
La comida como el perfume han perdido su desenvoltura con mi nariz
Los placeres de la primera vida se pierden
Y con ellos, se pierde uno
Y se dan muchas vueltas en el camino
Viendo ciudades imponentes
Hasta manantiales vírgenes
En un vaivén molesto y retumbante
Azulejos muertos
Llamaradas groseras y abrumadoras
Pesadillas contundentes
Malas miradas
Y unas sombras profundas, engarzadas bajo los ojos
Llamádme como quieran viles engendros del nuevo mundo
El día que tenga que partir me dignaré con cerrar los ojos
Para recordar mis riesgos
Mis calores
Mis angustias
Mis risas
y demás...
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Aquel sueño
Son las cinco de la mañana. El sol, nada que aparece, y yo apenas siento que revivo de aquel sueño. Me desperté varias veces, y volvía a dormir para tratar de volver a sentirlo, para continuar aquello que había sido tan extraño, pero tan cercano.
Estoy en un colegio, veo a los niños correr, gritar, hacer maldades. Y yo estoy ahí tratando de recordar la razón por la cual estaba en ese lugar que me traía tantos recuerdos. También veo a los profesores. Todos son como yo, y eso era lo que más me extrañaba. Ya no era un niño. Ya no estaba corriendo ni jugando. Lo peor de todo es que los muchachos me miraban con resentimiento, como si yo fuera algo malo, un presagio de sus vidas. Me rechazaban cuando me acercaba. Les pedí jugar tratando de escapar de aquel sentimiento. El viento arremetía fuerte contra mí… En ese momento me di cuenta que estaba calvo. Hace cuánto. ¿Cómo si antes tenía una abundante cabellera? Castaña y lisa. Pero ya no. Ahora tengo una frente infinita, y muy lisa… El niño al que le pregunté me miró, y simplemente me dijo “piérdete anciano”. Me sentí más viejo que nunca. Como si las arrugas y las cicatrices de mi vida fueran un prejuicio. Maldita sea. Una señora pasó a mi lado y me sonrió en vez de mirarme mal. Una joven hizo lo mismo al rato. Caminé por el colegio sin saber muy bien a dónde iba, y en eso un balón cayó cerca de mí. Los instintos me llevaron a patear. Mi cuerpo se inclinó, mi pierna hizo como un péndulo y cuando ya estaba cerca de patear el balón dos sentimientos me invadieron casi al mismo tiempo. El primero fue que me sentí joven de nuevo, el segundo fue un dolor punzante en mi espalda y en mi rodilla. Y para finalizar con broche de oro le pegué muy duro al balón, y reventó la cara de un niño. Una señora corrió desde el fondo a socorrerlo. Me llamaron a dirección y de nuevo la juventud me invadió. ¡Ay, como antes!- suspiré. Cuando llegué entré y una sombra se acercó por detrás de mí. Saltó encima de mí y me dijo- ¿Si eres una bestia no?... le diste duro a ese niño. Casi le rompes el tabique. (Risas) Bueno, aunque se lo merecía. Pero pues ahora te las debes ver con la rectora. Suerte…- Y se despidió con unas sonrisa cómplice, y con un poco de malicia escondida. Entré a la oficina de la rectora. Una señora gorda, con aire de reina todapoderosa. Con una mirada entre calmada y de “te voy a matar cuando duermas” me hizo sentar. Me explicó que lo que había hecho estaba muy mal. Que los papás habían empezado a llamar y estaban muy enojados. Me dijo que me suspenderían una semana sin pago, y que tendría que pagar los gastos médicos del niño. Eso fue peor que el dolor de cadera y de rodilla. Fue peor que nada en la vida. Todo, era irreal. Todo era, muy real… Demasiado. Llegué a la casa ya tarde, con una botella de aguardiente en mi mano. Me acosté en la cama, y me la tomé toda hasta caer dormido.
Desperté, mire hacia una lado, hacia el otro. Vi la oscuridad de todo el cuarto. No podía creer que esto me estuviera sucediendo. Cuándo me quedé calvo. Cuándo me volví profesor. Cuándo deje de perseguir mis sueños. Cuándo dejé de ser yo. Todo eso me preguntaba estando acobijado, sudando, sintiendo frío por todo mi cuerpo. Mis manos temblaban y sentía la tela que me rodeaba como nunca antes.
Cerré los ojos, sintiéndome frustrado por todo. Incapaz de hacer nada, congelado por mi ineptitud. Este debe de ser el peor día me vida, me dije. Esto es lo peor. En eso busqué el reloj que tenía en mi mesa de noche. Apreté el botón que prendía la luz y algo me tapó la visión. Sentí que me picaba la frente lo que produjo que me rascara. A los segundos me di cuenta que era cabello. ¡Sí, era cabello!
Un ataque de euforia me sobresalto. No estaba calvo, no era viejo, no era… Solo era un sueño. Pero no me di ni cuenta en qué momento el sueño fue mi vida, y mi vida fue un sueño. Esos sueños son los mejores, y ese sentimiento al ver que nada-aún- se ha ido al carajo. Ese día, fue mi día…
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Parecían comunicarse no para revelar, sino para apaciguar el miedo
La Región Vacía. Mario Szichman.
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Las historias de amor siempre son más emocionantes de escribir, pero no más necesarias que las demás.
Escribir por escribirte.
Cada vez veo más...
un poco más
solo un poco
pero cada paso cuenta
porque
como dicen...
“no importa llegar de
primero,
sino de cómo se llega...”
#amor#historias#hashtag#mejormeduermo#medemoromasescribiendoestoqueescribiendoloverdaderamenteimportante
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En esta granja suceden cosas que preferirías no conocer, me decía mi hermano cada vez que volvía de ella con mi abuelo. Cada vez que le preguntaba sobre ella me respondía con evasivas y con regaños. Con mis inocentes 8 años no podía concebir a lo que mi hermano le aterraba de aquel lugar. Cuando cumplí 10 años me dijeron que iba a empezar a ir con mi abuelo a la granja para ayudarle con todo lo necesario para el cultivo. Cuando mis padres me dijeron eso mi hermano empezó a gritar como loco y a romper cosas por toda la casa. Su cara se deformó, y mientras gritaba, No, Nooooo, salían lágrimas de sus ojos. Creyeron que se había enloquecido y lo llevaron a algún psiquiatra o algo así. No pude entender muy bien a que se referían con eso en ese momento. Lo extrañé como nunca en las noches frías en donde el viento se colaba por los aberturas rotas de la ventana. Cuando no podía dormir entraba a su pieza y me acurrucaba a su lado. Al comienzo se asustaba mucho cuando entraba en su cama, como si tuviera miedo de que fuera alguien más.
En esos días cuando él no estuvo, entré a su cuarto a escondidas de mis padres y revisé los cajones en donde a veces el escondía dulces que de vez en cuando me regalaba. Entre ellos encontré sus cuadernos de dibujos. A él le encantaba dibujar. Era como su único escape, y a veces yo lo acompañaba aunque no me gustara mucho. Entre muchos tachones y monstruos encontré un dibujo que captó mi atención infantil. Toda la página estaba en negro. Las lineas blancas eran los contornos y en el había una puerta abriéndose a la oscuridad. Unos ojos muy blancos y grandes mirando por la puerta, y una figura muy pequeña acurrucada en una esquina. En el borde la página se encontraba escrito, Nunca más... nunca más dejaré que la puerta se abra.
En la noche antes de viajar con mi abuelo a la granja me quedé pensando en mi hermano en qué estaría haciendo en ese momento. Pero el frío me ganó y me hizo agarrar el camino del sueño mucho más rápido de lo que había pensado.
-No puedo permitir que vaya... el no. El no debe, no puede. Me lo prometí. No puedo dejarlo ir. Una ventana rota. Y un escapista enloquecido.
Al otro día fui a la granja con mi abuelo. En el trayecto miraba por la ventana de la camioneta Cherooke las montañas y a los campesinos moverse por todo el campo. Cuando llegamos me bajé corriendo para mirar en que lugar iba a dormir a lo que mi abuelo me gritó y me dijo que me quedara quieto. Nunca lo había visto ponerse de esa manera. Se le hincharon los ojos y parecían dos globos blancos.
Después de un día de trabajar y escuchar los gritos de mi abuelo diciéndome que hiciera y dejara de hacer la noche arremetió sobre la granja. Me dije a mi mismo que no volvería a ese lugar y que le diría a mis padres que mi abuelo me trataba muy mal. Mi abuelo me empujó dentro de una pieza oscura, húmeda y con un colchón deshilachado y lleno de manchas por el paso del tiempo. La madera de todo el cuarto rugía y estremecía mi cabeza. Los espantos de mi imaginación me obligaban a pensar en lo peor.
Pasaron algunas horas y no podía concebir el sueño, cuando el sonido de pasos subiendo por las escaleras me hicieron temblar. Cada vez más cercano, cada vez más próximo a mí y a mis miedos. La puerta se abrió y como en le dibujo de mi hermano se hizo realidad Dos globos blancos se asomaron por la puerta. No me pude mover y me escondí en la esquina. Cerré los ojos y esperé lo peor. Dos golpes sorprendieron al silencio. Y una voz me inquieto mientras una mano acariciaba mi hombro.
-Tranquilo. No va a pasar nada- decía la voz.
Empecé a gritar.
Cuando abrí los ojos vi a mi hermano junto a mi, y mi cuerpo acurrucado a su lado. Tenía una pijama blanca en todo su cuerpo. La luz del amanecer entraba por entre un pequeño tragaluz que había encima de nosotros. Revisando lentamente vi el cuerpo de mi abuelo desnudo, con una navaja incrustada en su nuca.
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Tu casa, mi casa...
Tu casa es paz,
Mi casa es guerra,
Juntas son como la historia.
Tu casa es amor,
Mi casa es odio,
Juntas son como la gente.
Tu casa es todo,
Mi casa es nada,
Juntas son como nosotros.
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Siete cortadas y un poco de lágrimas
El sol caía sobre el pueblo de Zuluaga con la misma intensidad de todos los días, y la gente siguiendo las costumbres se movía de la misma manera. Eran las dos de la tarde y muchos trabajadores estaban entrando a laborar.
En eso Don Mauricio, un obrero que recorría las calles con su esposa Doña Mercedes veía toda la ciudad con su belleza regular. Las motos, siempre recorriendo las calles como unas ratas persiguiendo su queso. Con un poco de locura y ruido.
También recordaba el incidente del fin de semana en aquel bar de la plaza de Bolivar. Estaba ahí con unos parceros de la obra tomando cerveza. Una tras otra pola en el embuche para todos. Ronda por ronda. Estaban borrachos hasta la muerte cuando fueron las 12 de la noche en lo que llegó una moto y se estacionó fuera del lugar. Dos jóvenes se bajaron en pantaloneta y collares metálicos. Se les notaba lo paisa a lo lejos.
Entraron y a los minutos como habían supuesto empezó el pleito. Las botellas de cerveza cayeron al piso y el líquido embarro todo el piso. Don Mauricio se levantó y agarro el cabello de uno de ellos, y con facilidad le sampó siete golpes secos en la cara. Al escapar el joven solo atinó a decir, Rece para que no me lo encuentre en la calle TRIPLEHIJUEPUTA.
Como obrero de toda la vida tenía las manos curtidas y llenas de cicatrices como el hocico de un león. Todo esto recordaba cuando un golpe lo hizo caer al piso. Los gritos de su esposa resonaban por toda la calle. Animal bestia malparido, todo esto vociferaba Doña Mercedes tratando de apartarlos.
Se levantó de golpe y como si no hubiera pasado nada Don Mauricio le dijo, Mire chino si no quiere terminar igual que la otra vez mejor váyase a la mierda. Aquel golpe no había sido nada. Su larga vida le había traído muchas caídas de cemento sobre la nuca. Por suerte, y mucha experiencia no estaba reposando junto a sus padres.
Al ver esto el joven escapó corriendo por una esquina en donde se encontraba una plaza de Mercado.
Siguieron caminando por la calle como si nada hubiera pasado. La gente ya había vuelto a su ritmo normal. Hasta que el grito desgarrador de una mujer silenció toda la calle.
Un machetazo, dos machetazos, tres machetazos, por favor no, cuatro machetazos, un músculo rasgado, una lagrima, un moco saliendo por la nariz, cinco machetazos, el fin cercano, gritos de mujeres, seis machetazos, se los supli… siete machetazos.
(Una ambulancia. Llanto. Sangre. Carne revuelta. Más llanto. Más sangre. Una camilla empapada de rojo. Mocos. Un poco de babas. Otro poquito de muerte.)
Y Don Mauricio… entre olor a muerte y otro poco de formol acercándose en su mente, con su cuerpo desgarrado en siete partes duró una noche agarrando su alma para no perderla. Después de ocho horas de agonía…
Vivió. Si se cuida, claro.
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NO SOY DE AQUÍ NI SOY DE ALLÁ.
Creería en esta consigna. Pero sí pertenezco a un lugar. Me gustaría creer que estoy ahí, pero no lo estoy. Extraño a ese alguien con quien hablar. A veces de basura en general, o a veces de lo que soñamos o vivimos. Extraño los cigarrillos en las noches, pensando en qué nos irá a pasar en la vida. Pensando en qué será de nosotros. Reprochándonos mil cosas, pero sin importar qué pase.
Extraño las mañanas viendo a los profesores en clase, mirando, contando los segundos para salir, comprar un café encender un cigarro y sentarse a hablar o a simplemente esperar.
Pero tengo un temor, o más bien un cosquilleo en mi cerebro que me dice, No escribas eso, no lo hagas, puede ser perjudicial para ti, qué tal que lo lea alguien y lo malinterprete, o que en un tiempo me arrepienta de estas palabras que digo y escribo. Y es persistente, no crean. Para todo aparece. Siento que con cada palabra que digo el mundo cae sobre mí, pero no es así. A aquellas personas que uno cree ofender, o que uno cree que está quedándoles mal no les importa un carajo lo que les hayas dicho. Tal vez si se molesten, pero como saben, somos miles de millones, y sucede que no podemos estar pensando en todos al mismo tiempo.
Por eso, NO IMPORTA.
La foto es solo para que intenten leer...
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¿Quién eres?
-¿Oye quién es él?
-No sé. Creo que… no, no creo. Tal vez sea…
-¿No es el hermano de…?
-No, no creo.
-Bueno, tal vez sea el hijo de…
-Menos. Yo creería que es aquel se fue…
-No, es imposible. Tal vez es aquel que escribió…
-Tampoco.
-Entonces, ¿quién es?
Aquella pregunta. Años, décadas, centenarios, milenios. Segundos desperdiciados en la vida tratando de responder a esa simple pregunta- Eso pensaba el muchacho que escuchaba la conversación que se trataba sobre él, mientras se acercaba a ellos.
-No les voy a decir quién soy yo-respondió ante la mirada incrédula de los dos individuos-Pero les voy a hacer una pregunta ¿Si les dijera mi nombre, bastaría?
-…-Hubo silencio.
-¿Cierto que no? Dirían “a no, no conocemos su apellido, no debe ser importante”, y si lo conocieran darían por hecho que me conocen aunque no lo hicieran. Ahora si les dijera mis gustos ¿Qué pasaría?
-…- de nuevo hubo silencio entre los espectadores.
-…pasaría que me rechazarían porque me gusta A o B cosa o malinterpretarían la razón que porque tengo un gusto a fin soy como ustedes, y aunque intentara persuadirlos nunca olvidarían que soy “aquel” que le gusta “eso”. Sin embargo si les dijera que soy un humano normal, “común y corriente”, imaginarían que soy un frustrado de la vida, o al contrario un filósofo frustrado. O en el peor de los casos si les dijera que soy Dios Todopoderoso, me negarían o me seguirían por toda la eternidad como a cualquier santo, pero seguirían sin saber nada de lo que soy o lo que podría ser- Este seguía hablando sin parar, levantando la voz y moviendo las manos como si interpretará un drama teatral. Los otros dos, solo miraban sin saber muy bien qué estaba pasando.- Es inquietante el hecho de que personas que han vivido muchos años lleguen a una edad, y se vuelvan a preguntar “¿Quién soy?” sin saber muy bien la respuesta correcta. Algunos culpan a sus padres como Nietzsche o Kafka. Otros culpan a la sociedad como Orwell o Huxley. Otros culpan a los mandatarios como Llosa o Márquez y otros más románticos creen que el problema es la falta de amor como Neruda o…
-¿Entonces tú a quién culpas?
-¿Yo?
-Sí TÚ.
-A la única persona culpable de mi desconcierto y mis infortunios. A mí mismo.
-No te vuelves el villano de tu propia vida.
-En parte.
-Y cuál es la razón de no cambiar.
-Porque no hay nada que cambiar. Sé que en mi yo, no hay uno solo, sino varios ingredientes. Sé que tengo una sombra a la que quiero, y que me protege. Tengo a mis padres en mí, aunque a veces no lo quiera. También tengo en claro que a la gente que he amado y odiado hace parte de eso que me ha costado tanto entender.
-¿Y eso qué es?- preguntó uno de ellos ya más tranquilo con la charla.
-Eso mi conocido, es una identidad.
-¿Entonces qué es ser?
-¿Qué crees?
-Si no es un nombre, un apellido, los gustos, una historia, una sociedad, o una identidad, qué queda.
-Eso es una respuesta que no puedo dar. Cada uno tiene que buscarla.
Exaltado, uno de los muchachos levanto la voz encima de la demás- Yo sé quién eres tú.
Entre risas el joven preguntó-¿Quién soy?
-Te lo voy a decir.
-Te escucho.
-Una persona que hace muchas preguntas.
-Me definiste-respondió finalmente el joven.
La noche se alargó. Rieron y lloraron, pensaron y gritaron mientras el mundo se acababa. Sabían la respuesta, pero no importaba quién tuviera la razón. Un mundo desaparecía para darle espacio al otro que llegaba, como aquellos sujetos en ese bar, que al salir habrían muerto para renacer al despertar.
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Tatatoe (2) El adormilamiento
La luz entraba por entre las cortinas que cubrían la pequeña ventana de la pequeña habitación. Como siempre, a las seis de la mañana sonaba la alarma y con ella se prendía el radio, y como la rutina lo dictaba la mano se posaba sobre el reloj, las piernas se desentumían de un sueño sin sueño para entrar a la ducha, bañarse con agua fría, desayunar lo básico, agarrar la mochila, revisar las tarjetas del transporte y el intercomunicador, cerrar con llave y salir a la calle.
Bajando las escaleras se podía ver lo que alguna vez fue el monte, o la sierra, o la selva, que alguna vez fue, y que ahora es un gigante de acero. En aquel lugar se encontraba la gran mega fábrica en donde el 60% de los ciudadanos de Tatatoe trabajaban.
En la calle, las bocinas de los postes hacían propaganda de manera constante.
-Recuerda usuario: Sin tarjeta no hay vida.
-Recuerda usuario: En 32 días es el cumpleaños de la ciudad. No olvides hacer las donaciones pertinentes para que el fuego siga avivando nuestra sociedad.
Todos los días. Todas las noches. No había escape. Cuando se prendía la caja parlante, propaganda; cuando se prendía la radio, propaganda; en la calle, propaganda; en el trabajo, propaganda; en el transporte público, propaganda...
Propaganda, propaganda, propaganda...
En la fábrica se producía todo. Desde los utensilios más básicos para la vida en Tatatoe como lo que se iba a exportar a los demás países. Nada de lo que se exportaba se vendía dentro de la gran nación y menos dentro de la gran ciudad de Tatatoe. Y así tenía que ser. Los grandes conciudadanos no estaban para comprar cosas que no fueran de vital uso. Tenían que producir para mantener a la gran nación.
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Haces volteretas con el cuerpo y la imaginación para evadir la tristeza. ¿Pero quién te ha dicho que se prohíbe estar triste? En realidad, muchas veces, no hay nada más sensato que estar tristes, a diario pasan cosas, a los otros a nosotros, que no tienen remedio, o mejor dicho, que tienen ese único y antiguo remedio de sentirnos tristes
Tratado de culinaria para mujeres tristes
Héctor Abad Faciolince
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Creo que la gente que escribe aquí, no tiene más en donde decir las cosas que no es capaz de decir al público.
Algunos dirán que es por miedo a que los critiquen.
Creo que no hay realidad.
Creo que todo depende de lo que creamos verdadero y cierto.
Nuestra realidad depende de estas suposiciones.
Es sencillo, si quieres problemas encontrarás problemas.
Si quieres pollo, encontrarás pollo.
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El Claro
*Toto,**Ted.
Veo a través de la corteza de los árboles. Veo a través de la tierra y sus raíces. Veo el palpitar de los corazones de los animales. Veo el horror en el que vivimos.
Cuando salgo a caminar por el patio de mi casa, salto la cerca que nos divide de lo real. Camino por entre las flores y las escuchó murmullar cosas. A veces me ven y me saludan con un baile de un costado a otro. Una que otra, a veces me regala un pétalo que envía por entre las corrientes de viento y me golpea en mis mejillas. Me sonrojo y les agradezco.
Mi mamá me cuenta que por la noche, cuando todos duermen, la naturaleza sigue hablando. Yo le pregunté una vez “¿De qué hablan?”. Ella me respondió: “de nosotros”.
Al comienzo no lo entendí por completo. El manto arrullador de las aves, del sol y del pasto me consolaban las dudas. En el claro cuando escuchaba a los árboles y su corteza crujir sentía que me trataban de decir algo. Que había algo por entender.
Mi papá al llegar a la casa de trabajar prendía el televisor y se acostaba en el sillón a ver las noticias. Una vez lo escuché vociferar una maldición. La razón “Presidente desmantela la lucha contra el cambio climático”. “¿Por qué lo hacen?” Le pregunté. “No importa el porqué. La cuestión es que no nos merecemos el lugar en donde vivimos”.
Me quedé pensando en la noche mientras miraba por la ventana llover. Un búho, Asio Otus como me dijo mi papá que se llamaba su especie se posó en el árbol de enfrente. Me miro por un momento y volteó su cabeza. Sentí que me había mirado con odio, pero no entendí por qué lo había hecho.
Al otro día fui de nuevo al bosque. Pero esta vez vi que nadie hablaba ni murmullaba. Los pétalos no volaban, solo caían al piso. Los árboles crujían, pero de dolor. Las raíces estaban pudriéndose de angustia. Me sentí sólo. Corrí hacía mi casa perdido, llorando y abracé a mi mamá.
Esa semana no fui al bosque. Sentía miedo de volver a encontrarme con aquel silencio.
Cuando estaba en mi habitación escuché un ruido que venía del claro y por la ventana Asio Otus me miraba. Salí y corrí de nuevo hacia donde mis amigos. Cuando llegué las flores estaban destrozadas por las pisadas. Los árboles lloraban mientras descuartizaban su corteza y el viento escapaba para no ver, para no creer.
Entré en pánico. Me quedé mirando a esos señores con casco blanco y botas gigantescas destruir lo único real. No podía moverme.
Fue en ese momento, al ver al viejo y sabio ciprés retumbar contra el piso partido en pedazos. Me llené de valor y corrí hacia esa máquina gigantesca y me paré al frente y grité con todas mis fuerzas “No más”.
Mis papás me buscaron y me encontraron en ese lugar gritando y llorando. Los señores en traje argumentaban la expansión del pueblo y un gran centro de recreación. Mi papá les dijo “Si no se largan de acá se meterán en grandes problemas”... No hicieron caso.
A la semana siguiente más de doscientos manifestantes se reunieron en el claro del bosque.
Las obras se cancelaron. Y yo… yo volví a escuchar a mis amigos murmullar.
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