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i'm loving angels instead.

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My soul still wants to set the world on fire. At least, you had the decency to break my heart.

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sing us a song tonight.

El bar apesta a moho y a vejez. Los pocos clientes se acumulan alrededor de la barra tras un velo de humo y sonrisas falsas. Hay una plataforma, no muy grande, en la que un hombre se aferra a un piano renqueante. La mayoría no recuerda su nombre, pero aquellos desafortunados que lo hacen, saben que el paso de los años le ha ido quitando fuerza. Parece más cansado. Menos vivo.

Toca con expresión angustiada, pero se inclina hacia adelante con cada compás como si aún pudiera sentir las notas. Solía hacerlo, hace muchas canciones. Sus manos recorren las teclas con fluidez, casi de manera automática, pero le tiembla ligeramente el pulso cuando para de tocar.

Encima del piano, hay un vaso de whisky sobre el que se apoya un cigarro a medio consumir. De vez en cuando, le da una calada, y parece menos atormentado durante una fracción de segundo.

No muchas personas le estaban prestando atención cuando empieza a formular una melodía suave y cristalina. Algunas cabezas, principalmente las que ya sostienen alguna que otra cana, se giran al reconocer la canción. El hombre del piano toca con los ojos cerrados, como si quisiera evadirse y no fuera capaz de conseguirlo del todo. A penas se oye, la música. Hay que concentrarse en las notas para poder diferenciarlas. Tal vez por eso, las palabras pierden volumen cuando la gente comienza a percatarse realmente de la presencia del pianista.

Algo sucede en ese momento. Algo sucede, que provoca que el hombre del piano se rompa por completo. La melodía empieza a retumbar con más fuerza. Sus manos aún temblorosas, más que tocar, arremeten contra las teclas, cada vez de forma más veloz. Parece que van a estallar en cualquier momento. Piano y pianista, los dos. Presiona el pedal con furia desmesurada, y pese a todo, no pierde el tempo. No es capaz.

Termina de golpe. El público no parece saber cómo mirarlo. O cómo dejar de hacerlo. Enmudece la sala, y el pianista con ella. Se pone de pie, destilando rabia contenida. Derrumba el vaso de un manotazo, y apaga los restos de cigarro con el puño.

Le siguen temblando las manos cuando abandona la habitación.

Basado en la canción de Billy Joel, piano man.

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Esas veces en las que todo se presenta borroso, y las líneas son dibujadas difusas, me rompo en dos.

Y siempre, siempre, siempre, al mirar dentro de mí, te hallo a ti.

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No era la primera vez que se desnudaba.

De hecho, estaba más que acostumbrada a su exhibición y expresión  corporal diaria. Y sin embargo, jamás, en toda su vida, se había sentido tan expuesta. Allí estaba, en aquella habitación de poca luz y muchas sombras, con el corazón en un puño y los ojos llenos de lágrimas, para decir algo tan sencillo como que le quería. A él, a la persona que tenía al lado. Simple. Completamente vestida, de la cabeza a los pies. Y desnuda. Tan desnuda que sentía la piel del revés. Resultaba parcialmente incómodo. 

Había acorralado todas sus emociones más privadas, las había envuelto con papel de regalo y celofán, y ahora entregaba cada una de ellas a la hipoteticidad. Era un acto temerario, a decir verdad. No dejaba de ser sencillo, pero temerario como ningún otro.

Solo le quedaba aguardar en aquella habitación, tan vestida como desnuda, y rezando en silencio a los dioses en los que no creía para que se apiadaran de ella.

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Está en llamas.                                                                                                      Arde con cada paso.                                                                                            Crea y destruye a su merced,                                                                             sin piedad.                                                                                                         Levanta ciudades de hojas en blanco                                                                   y hace música de palabras vacías.

No sabe cómo la gente no se da cuenta al verlo.                                                Qué está en llamas.                                                                                            Cómo no se queman, al acercarse a él.                                                              Él, que no sabe qué son las cenizas.                                                                Qué siempre ha sido un incendio.