Veni. Vidi. Vici. No hay mayor poder que ser el mayor poder.
Don't wanna be here? Send us removal request.
Text




Vestida de novia para el enlace Aeterno celebrado el día 15 de abril de la primavera pasada en el 2030
15 notes
·
View notes
Text


Mi querida hija Eve, nació el día 24 de Marzo, pesó 2890 y midió 48 cm
22 notes
·
View notes
Photo

Tú eres única desde el día en el que te concibieron, Elain…
Edred
7 notes
·
View notes
Photo

Por supuesto que sí… Enloquecidamente. Hasta perder la cabeza. Desesperados
Edred
9 notes
·
View notes
Text
Camino del Amanecer Rojo
Primero, fue el Miedo. El miedo reverencial a la peor de las muertes, al peor de los tormentos: la muerte de mi hermana. Pero Lynae Asgard, mi Lynae Asgard, mi hermana, mi compañera, mi madre, mi hija, mi todo, no era real, y aquella dolorosa imagen se convirtió en una masa amorfa a base de criaturas... Un boggart confuso, indeciso, desconocido.
Después, fue el Frío. Un frío que vencí construyendo un remanso de agua caliente en la que me sumergí.
Pero ese era apenas el preludio de un largo periplo al que fui, el que vi, y al que vencí.
La Tercera Prueba, fueron las voces. Para ese entonces mi guía, Liam Lynch, ya había muerto. Herbert Hoffman fue sus sustituto, y él me condujo hacia aquél cuarto bautizado como el Cubículum Vocis. Allí debía reencontrarme con mi propia conciencia, esa que ni siquiera estaba segura de que existiera. Pero existía.
Cuando me quedé a solas en aquél cuarto, todo estaba en silencio. Me senté en el suelo, rodeando mis piernas flexionadas con mis brazos. La primera voz que llegó, fue la de mi hermana cuando era niña. Una y otra vez me decía "No te vayas". Quise eludir esa voz surgiendo de la nada, ese susurro tan vívido y real que parecía corpóreo... Pero el efecto de esa voz no era el de una voz en medio de la nada. Era el peso real de un recuerdo que seguía vivo en mi mala conciencia. Dejé sola a mi hermana... Sin mi protección y sin mi cariño, por servir a un hombre que no merecía mi lealtad. Llegué a responder a esa frase, incluso grité "Ahora estoy aquí, no volveré a irme...", pero la conciencia no calla nunca, ni siquiera cuando intentas que se silencie con una respuesta que te das a ti mismo.
La segunda voz era de una niña. Scarlett, mi sobrina. Tal vez no había pensado nunca en que era una niña, porque solo la vi como una enemiga el día que corté su cuello para quitarle la vida, después de matar a su padre. Continuamente me preguntaba por qué le había matado. Comprendí que me había hecho esa pregunta varias veces. ¿Por qué maté a Scarlett? Podría haber modificado su memoria, criarla como a una Asgard más, que fuera esa hija que nunca tendría. Pero nunca había sido una mujer maternal, ni mucho menos quería a esa niña... La odiaba porque Damien quería darle todo a ella... Después de todo lo que yo había hecho por él. Y por eso la maté.
La tercera voz fue la del propio Damien. "Desleal", me llamaba. Desleal porque le maté por la espalda tras haberle servido toda la vida. Desleal porque le maté. Acabé pidiendo perdón a Scarlett por haberla matado. Llegué a sentir en mis manos el tacto pegajoso de la sangre, y empecé a limpiármelas constantemente contra mi ropa. Le dije a Damien que no era deslealtad, que era la respuesta a una traición... Pero él me contradijo con que simplemente había sido el efecto de la envidia.
Pero la noche se alargaba y aquellas voces no cesaban. Me pregunté como podía lidiarse contra la conciencia, cuando esta es el mayor ejército del mundo. Resolví que la única manera de luchar contra tu propia conciencia, era simplemente no dejarse vencer por ella... Resistir. Y simplemente creer que no había mal en esas muertes, y que abandonar a Lynnae era un deber.
"Te dejé porque debía, te maté porque quería, acabé con tu vida porque te lo merecías..."
Llegué a decir. Llegué a aceptar mi propia maldad, la que me convertía en monstruo, aceptándome como tal, queriéndome como tal. La maldad es un privilegio, un don que debemos saber utilizar. Y esas voces, empezaron a alejarse de mí, a hacerme cada vez más daño. Al contrario de ello, me regocijé del dolor en la voz de Scarlett y del rencor que destilaba la voz de Damien. Y por eso, al salir de aquél Cubículum Vocis al amanecer, me sentía más fuerte que cuando había entrado.
Después de las Voces, llegó la Oscuridad.
Para una Asgard, no hay prueba que mejor pueda desenvolver que una que transcurra en un lugar como aquél en el que ha crecido: un laberinto. He crecido en estos... Sé caminar por ellos sin perderme. Mi guía me vendó los ojos en el centro de un laberinto. Para salir de este debía avanzar a ciegas siguiendo mis instintos, y ante todo, el sentido del oído. Una alondra guiaría mi camino, emitiendo un canto monótono de vez en cuando, hacia la salida. Yo solo tenía que seguirla, sin perderme, oriéntandome mientras que trazaba un mapa mental del camino que iba andando y desandando. Salí del laberinto antes de lo que suele hacerlo mucha gente, pues son el lugar en los que crecí.
Después de la Oscuridad, llegó la Esfinge.
Aquella dorada criatura mitad león mitad mujer, me retó a un acertijo. Estuve toda la noche sentada ante la criatura, pensando en una respuesta que fuera cabal, y así no errar ni una sola vez. Por eso, cuando rozando el amanecer dije que la respuesta al enigma era "Veneno", la esfinge se retiró y dejó tras de sí una puerta: la Sala del Otro.
Después de la Esfinge, llegó el Otro.
Aquellas puertas que atravesé se cerraron nada más había entrado. Con mi varita, iluminé aquella sala encontrando contra la pared a una mujer: yo. Todo en ella era idéntico a mí solo que sus ojos, en lugar de verdes, eran rojos como dos rubíes. Con una sonrisa avanzó hasta mí, sosteniendo en su mano una varita igual a la mía. "La Otra" quiso humillarme, hendiendo su dedo en la llaga abierta por mis puntos débiles. Ella, parecía conocerlos mejor incluso que yo. Luego empezó a batirse conmigo. Era más fuerte, más lista... Más rápida, más malvada. Era yo misma pero sin ningún aspecto positivo en ella, porque por pocos que hubieran en mí, al menos en mi corazón había amor, mientras que el suyo era duro y frío como el hueso. Me torturó con magia y laceró mi carne con sectums que yo fui cerrando conforme los iba abriendo... Luego me pregunté, ¿cómo me vencería a mi misma si yo no tuviera reparos en qué hacer? Yo puedo resistir un Crucio, dos, tres... Puedo resistir en duelo porque soy fuerte... ¿Qué no puedo resistir? Y entonces me di cuenta: la humillación. Ser inferior, me destruiría. Me di cuenta de que solo haciéndome daño podrían ganarme.
"Mírate... Tan poderosa, tan importante... Toda la hegemonia de los Asgard recayendo sobre tus hombros y en cambio estás sola para llevar a cabo todo por lo que has vivido. Un mundo sin mácula, un mundo sin abominaciones... ¿Y qué? Sola no has podido hacerlo. Ahora mírate... Aquí, luchando contigo y contra ti por ganarte un lugar en un mundo en el que por fin encajas y que lucha por tu misma causa... Pero, ¿sabes por qué?" Le dije, mientras que mi Otro Yo maligno me escuchaba. "Porque eres inferior. Porque él es más fuerte que tú... Porque no vales nada a su lado..."
La Otra Lisbet Asgard empezó a encogerse... Y así, débil como estaba, tenía el pecho descubierto ante mi varita letal. El Avada Kedavra no surtió efecto en esa criatura... Apenas la Lisbet de ojos color rubí yacía tendida muerta en el suelo, empezó a retorcerse en este entre gritos de dolor, convirtiéndose en una aberrante criatura de alargados brazos y carente de pelo, con ojos rojos e ígneos en el fondo de sus cuencas hundidas: un Doppelgänger. La puerta se abrió, y salí, mientras que Herbert Hoffman, escribía en el aire aplausos secos, distanciados, irónicos... Pero esbozando una sonrisa de admiración, no obstante.
Después de El Otro, llegó el Espejo.
Allí me vi, realizando mi acto más terrible. Vestida de rojo caminaba por una calle serpenteada de muertos en el que un bebé lloraba en los brazos de su madre muerta. Apuntaba a la criatura y con una maligna sonrisa, acabé con su llanto... La imagen sobrecogedora encogió lo que me quedaba de corazón unos segundos. Luego vi en el espejo mi expresión de poder... Mi supremacía. Me estaba alzando sobre el mundo por el mundo en el que creía. Ese era el poder que yo quería... Y por eso, me regocijé de mi más cruel acto, venciendo, una vez más, la Séptima Prueba.
Después del Espejo, llegó el Deseo.
Durante toda una noche, me postré ante el espejo de Oesed. Allí me vi a mi misma, ante lo que más deseaba. Ni yo misma conocía los deseos más profundos de mi corazón, pero ahí estaban... Y los anhelé, pero también los superé.
Después del Deseo, llegó la Búsqueda.
Aquella prueba sucedía en las mazmorras del inmenso Castillo Amaranthus. Herbert Hoffman me explicó que debía encontrar mi varita en una sala oscura, en la que una Mantícora se alimentaba. Mi misión era encontrar mi varita utilizando el sigilo, para no ser escuchada por la bestia, mientras que yo, guíada por su cántico, avanzaba a tientas buscándola. Lo primero que hice al entrar fue conjurar a mi varita con un Venite. Pero evidentemente, aquella sala estaba pensada para que eso no sucediera. No quise perder los nervios, pero sabia que la manticora no tardaría en terminar de comer... Y debía encontrar mi postrada en el suelo antes de que eso sucediera. Al menos ella cantaba al comer y sabía donde estaba... Hasta que dejó de comer.
El silencio se hizo en aquella sala. Pude sentir el pesado cuerpo de la bestia retirarse a un rincón y tumbarse en este, pero agudicé mi oído todo lo que pude, mientras me movía despacio. Tras avanzar a ciegas durante mucho tiempo, mientras que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad y podía percibir formas en la mazmorra, supe que la varita estaba cerca de la criatura. Y entonces la sentí en mis dedos y esta rodó... Y la mantícora se puso en pie emitiendo un rugido... Por suerte conseguí coger la varita antes de que la criatura se avalanzara sobre mí, y pude mantenerla a raya con magia mientras que salía de aquella mazmorra... Venciendo, otra vez.
Después de la Búsqueda, llegó el Laberinto.
En esta prueba, podía morir. Herbert Hoffman me advirtió antes de que entrara. Muchos no habían superado esa prueba, era, de hecho, el fin del camino para muchos iniciados. Pero los laberintos eran mi vida. Sabría eludir a esa Quimera de la que tendría que escapar sin que me viera, pues no disponía de varita. Y así lo hice. En apenas quince minutos había salido del laberinto sin cruzarme con la bestia.
Después del Laberinto, llegó el Pacto de Sangre.
En esta prueba, habían Cinco Cálices, de los cuales, uno de ellos, contenía la sangre del Gran Maestre. Beberla, significaba un pacto con él, eterno, una unión ancestral y para siempre. El resto de cálices contenían la Locura y el Caos. De beber de dos cálices que no fueran el de la sangre de mi Maestre, perdería mi cordura... Para siempre. Jano me dijo que todo Iniciado tenía dentro de sí el Instinto de ser Aeterno, el cuál ya había adquirido mientras se adoctrinaba en cada una de las pruebas. Me dijo que siguiera mi instinto... Y yo lo seguí. Por eso, el primer Cáliz que tomé, fue también el único que acerté.
Y después del Pacto de Sangre, llegó la Quema.
Para muchos, esta era tal vez la prueba más sencilla. Pero no era así. Los Aeternos hubieron de recurrir a mi hermana para que este les dejara entrar a Villa Melancolía. Ella misma le dijo cuáles eran las cosas a las qué tenía más afecto. De mis pertenencias más preciadas, los Aeternos eligieron siete que ardieron en la hoguera de aquél patio del castillo.
Todas ellas simbolizaban mi vida anterior... Mi vida antes de ser Aeterna, que ya no significaba nada. Ver arder los recuerdos que tanto amas a veces es más peligroso que enfrentarse a una Quimera... Pero superé la prueba... Me desnudé ante el maestre, presente en aquella prueba, y ante mi guía. Mis vestiduras ardieron y mi mentor me puso una túnica blanca de hilo, que simbolizaba la pureza virginal de mi camino como Iniciada. Con estas vestiduras, habría de realizar la Decimo Tercera prueba: la prueba final, aquella en la que, por fin... vestiré el Rojo. El rojo con el que me alzaré, con el que lucharé, el rojo con el que pondré al mundo de rodillas.
Veni, Vidi, Vici.
4 notes
·
View notes
Text
// He postergado durante mucho tiempo a mi querida Lisbet y su evolución en Lux Aeterna, así que tanto yo como Lynae hemos decidido que lo haremos de otra forma.
Hoy comenzaré con Lisbet de nuevo a partir de un importante momento en la nueva etapa de su vida, mientras que todo lo que ha pasado desde que la dejé aparcada hasta hoy, os lo resumiré es un post. Gracias por leerme y espero que disfrutéis de esta villana a la que tengo tanto cariño.
2 notes
·
View notes