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lightning-cosillas · 4 years

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Pequeño contratiempo

Poco más que una pequeña pieza a usar como “muestra” por ahora. Estaba literalmente intentando conseguir algunas ideas cuando uno de mis gatos decidió que era hora de los mimos, así que decidí escribir esto.

Espero que lo disfrutéis ^^

Fandom: Genshin Impact.

Resumen: Lo único que querías era llenar las páginas en blanco con palabras, pero alguien tenía otros planes.

Personajes: Zhongli, Lector/a (género no mencionado), Gato del Norte.

Tema: SFW, dulzura, situaciones cotidianas, cierta intimidad. Relación romántica implícita.

Inspiración: Indi -uno de mis gatos- y la ciudad de Liyue.

Palabras: 1392.

Advertencias: Ninguno, a menos que odies y/o te den miedo los gatos.

Leer también en: Ao3

Versión inglesa: Quite the predicament.

Liyue está en calma esta noche.

Una agradable brisa acaricia las calles, haciendo que hojas de bambú floten alrededor sin que la gente las moleste. Sólo la fauna del lugar puede encontrarse recorriendo la ciudad en la clara noche. Solitarias nubes se mantienen en el cielo, permitiendo a las estrellas brillar con fuerza en el mar de oscuro azul celeste desplegado arriba.

Si hay personas disfrutando de las vistas, tú no lo sabes, y tampoco es que te importe pues tu atención está centrada no en la belleza presentada al otro lado de la ventana, sino en las vacías páginas frente a ti.

Un libro sin palabras escritas en él, una pieza de papel virgen que descansará en alguna de las estanterías que te rodean, si sólo fueras capaz de empezar y romper el color único que lleva devolviéndote la mirada por lo que parecen horas.

Suspiras, dejándote caer en la silla tras colocar el pincel en la ornamentada placa de tinta para evitar desastres al llevar tus manos a tu cabeza en un vano intento por liberar tu frustración. Sólo quieres escribir algo: tus pensamientos, tus recados cotidianos, o quizá alguno de los cuentos que has escuchado de Liu Su en alguna de las ocasiones que fuiste para beber té y disfrutar de una buena historia.

Pero el papel permanece intacto.

Apenas momentos atrás tu mente estaba llena de ideas, pensamientos volando sin control y pidiéndote que cogieras el pincel para ponerlos en palabras. Pero en el mismo instante que te sentaste tras varios minutos de cuidadosa preparación, tu cerebro decidió parar de trabajar, dejándote con -valga la ironía- la mente en blanco.

Un gruñido reemplaza tus suspiros y en lugar de dejar caer tu cabeza hasta chocar tu frente contra la mesa, decides arquear tu espalda y descansar contra el respaldo de la silla, con tus ojos desenfocados pero clavados en el techo al mismo tiempo que tu índice empieza a golpear el reposabrazos a un ritmo molesto.

No sabes cuánto tiempo pasa pues no se escucha ruido alguno bien sea dentro o fuera de la casa salvo por el viento pasando a través de las calles. Pero sean segundos, minutos u horas, llega un momento en el que decides que ya es suficiente, que sentarte en la silla haciendo nada es una pérdida de tiempo.

Así que eliges levantarte y hacer algo -cualquier cosa es buena llegados a este punto- porque sabes que el sueño no vendrá, no importa cuán cómoda y atractiva sea la cama. Tu mente jugará contigo y traerá de vuelta toda la actividad que ahora echas en falta.

Y ese era el plan, hasta que algo salta sobre ti, sin tirarte de la silla de milagro.

Te coge con la guardia baja, incluso si la sorpresa dura apenas el fugaz momento que tus oídos necesitan para reconocer el sonido y para que tus manos cojan al pequeño intruso, hundiéndose con gentileza en el suave pelaje.

Tu ceño fruncido desaparece al instante, reemplazado por una sonrisa cansada pero sincera. La tensión de tus músculos hace lo mismo en cuestión de segundos y tu postura -antes rígida, tensa, molesta- cambia a una más relajada.

El pequeño intruso maúlla contento, ojos verdes cerrados placenteramente y garganta vibrando con cada ronroneo. Su pelaje corto acaricia tu piel cada vez que el gato se mueve y por un momento simplemente te quedas como estás, mirando al felino y siguiendo las rayas negras a través de las hebras argenta en su lomo y costados.

- El del norte, ¿eh? -hablas para ti mientras una de tus manos abandona el costado del animal para acariciar su cabeza, intentando contentarle lo bastante como para evitar que te golpee con ella- Pesas más de lo que parece -un gato bien alimentado, con pelaje brillante y músculos fuertes bajo éste.

Un callejero, pero uno de Liyue sin duda.

El puerto está lleno de presas como los pájaros de los puentes, las ratas de los barcos o los pescados de los puestos que pueden ser cazados -o robados- libremente, así como un buen número de rocas, árboles, escaleras, pilares y altas casas para que los gatos se ejerciten y jueguen.

Y te hace feliz, saber que incluso si no todos los gatos son capaces de cazar o robar comida el puerto está también lleno de gente que alimenta a los animales de forma que ninguno de ellos sea encontrado a la mañana siguiente, muerto de hambre.

El gato del norte que tienes en tus brazos se mueve y maúlla de nuevo, redirigiendo tu atención fuera de tus pensamientos y de regreso a él, pegándome con su lomo y cabeza hasta que tus manos lo acarician, rascando con cuidado los lugares que parecen gustarle a juzgar por la forma en la que se coloca.

- Veo que tienes un pequeño contratiempo -una voz que conoces muy bien se abre paso lentamente en la agradable atmósfera. Sus palabras no rompen el conjuro incluso con el atisbo de risa en ellas. No, la encantadora voz se cuela suavemente en la sinfonía de ronroneos para hacerte caer más profundo.

Lentamente, sin prisa alguna, mueves tu rostro lo suficiente como para mirarle, posando tus ojos en los suyos. Piscinas de ámbar y oro te devuelven la mirada y observan a tu invitado inesperado, con un brillo alegre en ellos ante la situación.

No te ríes, pero tu sonrisa se amplía al mismo tiempo que los ronroneos incrementan su volumen y maullidos exigentes hacen eco en la habitación. El felino del norte ha notado a tu compañero y aunque no abandona tu regazo, sus ojos están ahora fijos en el varón.

- Deja de quejarte, pequeño -el tono de tu voz es ligero, te entretiene la necesidad que el gato muestra sólo para hacer que el castaño le mime también- Espero que no te hayamos despertado.

- En absoluto -sus ropas dicen otra cosa, pero si le conoces -y lo haces- sabrás que probablemente estaba leyendo en lugar de dormir, o mirando a las calles que tanto ama, mientras esperaba que el sueño te atrapase y te forzase hacia la cama.

Sus ojos notan las páginas, ahora desperdigadas por el escritorio pero sin gota alguna de tinta en ellas. Sin embargo, no dice nada al respecto, entreteniéndose por unos segundos al recoger los utensilios de escritura, evitando cualquier posible accidente con la tinta y los pinceles.

Mientras tanto, tú le observas, maravillándote con la forma en que la túnica de seda -cuyo color es similar al de las linternas encendidas por la noche en el puerto- complementa sus rasgos y te permite echar un ojo a su cuello y pecho, normalmente cubiertos por capas de costosas ropa y corbatas.

- Zhongli -su nombre suena dulce en tus labios, una música tranquila como una nana en mitad de la noche. Él se limita a murmurar para hacerte saber que te ha escuchado, esperando a que sigas hablando incluso si no te está mirando ahora mismo- Zhongli -le llamas de nuevo, acariciando al gato con una de tus manos y posando la otra en su brazo.

El se detiene suavemente, dejando los papeles y girándose hacia ti con una de sus cejas alzada en curiosidad. Por unos instantes, hay ronroneos en lugar de silencio llenando el espacio. Luego el sonido de sus pies descalzos contra el suelo cuando se acerca lo suficiente para poner una mano en el gato y la otra en tu hombro.

Sus ojos quedan fijos en ti, su atención completamente centrada en tu rostro, tus ojos, tu sonrisa, en los pequeños detalles de tu piel que te convierten en una maravilla única para él. Admiración fluye a través de su mirada y no puedes evitarlo cuando inclinas tu cabeza y descansas la mejilla en la mano que él tiene sobre tu hombro.

- ¿Sí, cariño? -pregunta al fin, cuando todo está en calma e incluso el gato se ha dormido, arrullado en tus brazos gracias a tu respiración y la cálida mano acariciando su pelaje.

- Nada -es lo que respondes. Abres tus ojos para mirarle de nuevo, casi dejando escapar una risilla ante su expresión confundida- Sólo quería decir tu nombre -terminas, cogiendo su mano para dar un beso fugaz a sus nudillos.

Eso hace que Zhongli sonría, una preciosa curva en sus labios llena de afecto y mucho más…

Así que le llamas de nuevo.

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