#y todos cantaban con la misma intensidad
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elbiotipo · 7 months ago
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Uno de los momentos más fuertes que viví en estos últimos días fue cantar el himno durante la marcha estudiantil el 23. El tema de cantar el himno argentino en las marchas o en las canchas es que nunca lo hacemos de manera formal. Todos sabemos el himno pero lo cantamos no de quedarnos parados con la mano en el corazón (como sí hacíamos en la escuela), hacemos acapella con la música, saltamos (hacemos pogo con el himno), gritamos SEAN ETERNOS LOS LAURELES a todo pulmón, y tiramos gritos y alaridos al final. No creo que seamos los únicos que lo hagamos, pero es inexplicable si nunca lo vieron.
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exo-silverdream · 4 years ago
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[ENTREVISTA] BAEKHYUN para WKorea edición Mayo, 2020.  “Mantente feliz, genial y fuerte”
La fuerte identidad de Baekhyun de EXO es conducida por su felicidad al disfrutar de la música.
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[Nos conocimos a través de una entrevista con EXO varios años atrás. Recuerdo claramente algo que me dijiste en ese momento: <Antes de entrar a SM pensé que era el mejor cantante en Bucheon'>]. El BaekHyun de ese momento lo dijo. Tenía mucha <confianza> [Gracias a lo que dijiste en ese momento, he visto como has progresado poco poco. Me recuerda a esas historias en donde un niño que es muy bueno académicamente ingresa en una de las escuelas más prestigiosas del país. Se siente decaído luego de ver su posición dentro de los rankings académicos y a partir de eso, empieza a estudiar con todo el corazón y finalmente, se convierte en el mejor.] Ah, en mis días como aprendiz, mi confianza sufrió un gran golpe. Sentí que mi canto nunca iba a ser elegido, porque hay muchas personas que cantaban realmente muy bien. Cuando entras como profesional, no puedes descuidarte ni un segundo. Ellos te demandarán que seas perfecto, incluso en cada detalle. Dejé de pensar que el canto era mi especialidad y tuve que repensar mis pensamientos sobre la música. [Aún cuando te sentiste desanimado, en algún punto tu confianza volvería nuevamente, ¿verdad?] Es cierto, hasta cierto punto. Además no soy de aquellas personas que permite que su espíritu decaiga sólo porque alguien lo diga. (Ríe)
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[Estoy al tanto de que pronto lanzarás tu nuevo álbum solista. Debido a la situación actual, hubo cambios en los planes originales que hace que todo sea incierto.] Tenía actividades en la agenda, pero ahora no es posible realizarlas. Es una situación que no es fácil para todos y también hay gente que está trabajando muy duro. Todavía hay mucho por hacer en distintos aspectos del álbum pero puedes anticipar que será muy diferente al álbum anterior. [¿Tenías alguna meta o deseo cuando estabas trabajando en tu primer álbum <City Lights>?] Desde hace mucho tiempo, quería hacer canciones con un estilo "city pop". También es muy significativo que el álbum fuera constituido sólo por mi voz. Esperaba que la gente que escuchara el álbum y al menos pensara <Entonces esta es la voz que posee BaekHyun> Estoy muy feliz de que haya recibido buenos resultados. [¿A qué te refieres con "buenos resultados"?] Tuve respuestas muy positivas. Hubo gente que reconoció el esfuerzo que puse a través de mi voz y las emociones que quise expresar. Las ventas del álbum fueron muy buenas gracias a mis fans. [¿Qué estilo de voz querías expresar?] Algo que fuera un poco soñador (ríe) y supongo que... ¿Transmitir sexy vibes sólo con mi voz?
[Sentí un poco de duda cuando escuché que el título de la canción principal se llamaría <UN Village> ya que es una versión más placentera (o relajado) de <Samsung Raemian> (ríe). De todas formas, luego de escucharlo, parece ser que <placentero>  fue la palabra clave en el concepto principal del álbum. Incluso en el escenario, tu presentación es relajada y no requiere un elemento particular, parecería ser que quisiste representarlo de esa forma] Oh, es muy acertado. Debido a que EXO tiene diferentes conceptos y hacemos presentaciones enérgicas en general... quería que mi solo fuera diferente. Quería relucir lo que creo que es mi principal arma, es decir, algo tranquilo en vez de fuerte y más enfocado en la voz por sí misma. [Es un poco difícil estar relajado si no te preparas muy bien. Entre lo que hacés bien y lo que te gusta, ¿cuál de los dos aspectos se acerca más a la composición de tu primer álbum?] En principio, coincidí en que la composición del álbum fuera acorde a lo que quería, pero pensando detenidamente, mientras más practicaba y estudiaba, eso se terminó convirtiendo en lo que hago mejor. Soy así siempre. Hago lo que me gusta en vez de lo que hago mejor. Siempre pasa que hay algo en lo que no eres bueno desde el principio. Comienza en <es muy difícil, pero me gusta>  pero es hasta cierto punto, es decir, cuando me familiarizo con eso y logro dominarlo bien. Es realmente muy emocionante.
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[Esto es muy repentino, pero es fascinante para mí cuando veo cantantes como tú que comienzan siendo vocalistas y luego se transforman en bailarines que pueden hacer presentaciones muy dinámicas en el escenario. ¿Esto se debe a que la SM es originalmente conocida por su sistema único e incomparable de entrenamiento o es debido a que la persona tiene la danza en su ADN, pero  nunca tuvo la oportunidad de demostrarlo?] Desde el aspecto referido a que si una persona sabe como usar su cuerpo y músculos, parecería ser que el ADN tiene cierta influencia. Desde mover tu pecho a realizar otros movimientos. Por ejemplo, hay personas que encuentran muy difícil hacer movimientos detallados como <levanta tu hombro derecho, luego saca tu pecho para adelante, baja tu hombro derecho, levanta tu hombro izquierdo>. El ambiente de la SM, que tiene muchas personas que empezaron como coreógrafos y que por naturaleza poseen esa exigencia de tener la mejor calidad en danza, contribuyó en gran manera a mi crecimiento. Observando mi alrededor, seguí ese ejemplo y por eso mis habilidades mejoraron. Hubieron muchas cosas que pude aprender y que me motivaron a seguir. [Pronto se cumplirán 8 años desde que debutó EXO, ¿podemos hablar sobre cuando comenzó la historia? ¿Cómo te sentiste al principio, cuando tuviste que procesar el hacer movimientos difíciles de baile aún cuando eras sólo un vocalista?] Solo tenía este deseo <No quiero ser recordado como alguien que no podía bailar>. Afortunadamente, los miembros me enseñaron a mí y Chen, quien ingresó al grupo más tarde, hasta altas horas de la madrugada. Kai se encargó de Chen y Sehun se encargó de mí.   Mientras tanto, entre ellos competían por quién enseñaba mejor y quien dominaba mejor la danza. Mejoré mucho durante esos momentos en los que practicábamos juntos. [Mirando hacia atrás, luego de debutar, ¿hubo un período crítico en donde sentiste que estabas creciendo muy rápido?] 
En 2016, en la era <Monster>, mis habilidades para la interpretación definitivamente mejoraron. El coreógrafo Shim JaeWon hyung, incluyó una presentación solista para mí al inicio de la canción. No se suponía que iba a tener una presentación así, pero él me dijo <BaekHyun, tienes talento en la danza también, sólo tienes que trabajar más duro, por eso, empezaremos a construir tu confianza a partir de ahora>, entonces coreografió esa presentación y me animó a hacerla. Desde el principio pensé <No soy una persona que no puede bailar>, por eso empecé a ganar confianza en expresarme a través del cuerpo mientras hacía lo mejor para esa presentación. Lo que nunca imaginé o que había reprimido hasta ese momento, empecé a expresarlo naturalmente. [Oh, ¡eso pasó en el mismo momento en el que ustedes trabajaron en la portada "EXOclusive" producida para WKorea! ¿Hubo alguna etapa en donde tuviste altibajos a nivel musical?] Al comienzo de las actividades de EXO, en la transición de <MAMA> hacia <Wolf>. Asimilé la realidad de haber debutado y repentinamente recibí mucha atención, por ese motivo, el niño que estaba lleno de confianza pasó a tener miedo de cantar. Empecé a dudar de mí mismo y pensé que mi forma de cantar quizás podía sonar raro. Fue en ese momento en que mi interés en la vocalización llegó a su punto máximo y estudié mucho. Mientras lo hacía, mis miedos empezaron a desaparecer poco a poco y empecé a imaginar en como sonaría mi voz cuando cantara en vivo. Puse mucho esfuerzo en pensar en distintos aspectos, como en si debería hacerlo de determinada forma en un momento determinado para que pueda sonar diferente o si me gusta el sonido del tono de mi voz en una canción en particular, en como podría aplicar una parte de eso en otra canción.
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[Antes de EXO, ¿cuándo tuviste por primera vez alguna vaga idea de que tenías talento?] La primera vez que fui a un karaoke. Creo que fue en sexto grado de la escuela primaria. [¿Qué canción cantaste?] "Fue una canción de Yarn... no recuerdo el nombre, ¿puedo buscarla?. [Las canciones de Yarn son una prueba de alta intensidad vocal y han hecho fallar miserablemente a muchos hombres en los karaokes.] Exacto. La canción era <Run>. Extrañamente canté la canción sin problemas y mis amigos reaccionaron intensamente. Desde ese momento pensé <Oh! Ni siquiera aprendí a cantar y todos me dicen que soy ¿muy bueno? Debe ser mi más grande virtud> y empezó a gustarme el canto. [Tu audiencia reaccionó a tu micrófono y acústica, entonces claramente fue en ese momento en el que te convertiste en una celebridad. Entonces así comenzó la historia del <Príncipe de Bucheon>] Mis amigos no podían cantar canciones que fueran muy agudas. Entonces pensé <Hey, ¿por qué?> todavía era muy pequeño por eso no podía entender que era un vibrato, sólo pensaba que la nota vibraba. Cuando escuché que el final de la nota no vibraba, pensé <¿Por qué no hacen eso de la vibración? ¿No queda algo aburrido?> en esos momentos era muy pequeño y <pretencioso> (ríe). [Si tuvieras que presentar alguna característica de tu voz, ¿qué dirías?] Suave pero al mismo tiempo vigorosa. [Tienes todo lo mejor...] No tengo una voz completamente hermosa pero tengo estilo barítono que está saturada de delicadeza. Entonces, es una ventaja ya que no me limita a un sólo género y a su vez, puedo desafiarme ampliamente. [De todas forma, ¿te gustaría tener los vocales de otra persona?] Kim BumSoo sunbae. Actualmente, estoy reorganizando mis vocales. Desde la respiración hasta la vocalización, estoy transformando todo. Cuando escucho las canciones de Kim BumSoo, siento que él tiene una gran estabilidad. Pienso en la estabilidad como en un poder que permite: por un lado, que la audiencia pueda escuchar y disfrutar de la canción cómodamente y por otro, para quienes cantan, permite convertirlos en protagonistas de su propio juego. Ya sea por querer demostrar esa gran habilidad o tener la libertad de expresar un compás de la forma que deseen. Él posee una asombrosa estabilidad, una gran voz y también diferentes tonalidades. Hay muchas cosas para aprender de él.
[En vez de cambiar un sólo aspecto de tu voz, estás cambiando tu estilo desde lo básico. Va a ser un proceso difícil.] No es fácil. Hace un año que estoy aprendiendo con mi profesor actual de canto, afortunadamente es como un salvador para mí. Me lo presentó el cantante Im HanByul. No solamente me enseña sobre habilidades vocales sino también me ayuda a encontrar paz mental. Es como un doctor que realiza un examen completo en aquello que me inquieta. Él tiene mucha madurez.
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[¿Tienes alguna aspiración como miembro de SuperM?] Nosotros empezamos las actividades el otoño pasado y fuimos los primeros artistas asiáticos en debutar en el 1er puesto en Billboard 200 con nuestro primer álbum. En una entrevista para Estados Unidos dije <Mostraremos otro tipo de K-POP>, pero hay otro significado detrás de la primera impresión de esa frase. No importa como lo mires, ¿acaso no es ��sta la era en dónde lo imposible se vuelve posible? Es lo mismo para SuperM. El hecho de que miembros de diferentes grupos se unieran para conformar otro grupo es completamente un sistema nuevo. Somos los pioneros en intentarlo y eso en sí mismo crea sinergia. Con esto en mente, tengo el deseo de hacer conocido el K-POP ampliamente por el mundo. [En los 2000, el K-POP empezó a ganar popularidad mientras SMTOWN desarrollaba su gira mundial y en estos últimos años, nuevamente ha tomado un nuevo impulso. ¿Alguna vez has sentido que eso es una realidad mientras estabas en medio de un tour?] 
Claro que sí. Cuando hacemos entrevistas internacionales, los periodistas dicen cosas como <si tuviéramos que definir el K-POP no podemos olvidar la perfecta sincronía de las coreografías, ¿verdad?> El concepto de coreografías grupales como estilo, ha estado desde hace tiempo y es lo que formó el K-POP, por lo que pienso que es un aspecto muy importante. Cuando ellos destacan y reconocen ese aspecto, me siento orgulloso y agradecido. [SuperM trae a BaekHyun y Kai de EXO, TaeMin de SHINee, TaeYong y Mark de NCT y Ten y Lucas de WayV conformando un equipo. ¿Cómo es cuando están juntos?] Honestamente, ellos son muy agradables y niños muy inocentes. Ellos se transforman en el escenario, pero cuando veo como son realmente fuera del escenario, puedo imaginarme porqué son tan inocentes. Quiero que conozcan ese lado de los chicos antes de mostrarles nuestra música y actuación. [¿Son los mismos chicos inocentes detrás de los hombres atractivos y cool que cuando cantan te miran diciendo <Haremos arder este escenario> durante la presentación? Estos chicos también son muy buenos en todo...] Los superhéroes normalmente enmascaran su propia identidad y muestran una apariencia afable pero cuando llega la noche, ellos se convierten en chicos malos.  Desde que era pequeño, siempre pensé que de alguna forma esa era la verdadera justicia. (ríe). Siento que si esa dualidad que contrasta -por un lado, los chicos en un día cotidiano y por el otro, cuando ellos se concentran en el escenario- fuera conocido, todos los miembros serán capaces de brillar de forma más intensa.
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[Durante la sesión de fotos de hoy, te convertiste de un luminoso e impecable BaekHyun a un BaekHyun con un carisma oscuro. Y las joyas de Cartier, resplandecen tal como BaekHyun de EXO, quien simboliza la <luz> (ríe). Si tuvieras una personalidad dual, ¿cuál elegirías?]
En cierta forma, soy agradable y cortés, de esas personas directas y firmes cuando piensan que <esto no está bien>. En esos momentos, que las personas piensan <esta persona me pertenece> cuando las maltratan, mi firmeza aparece. Cuando suceden esas cosas, intervengo y digo algo. [Escuchando tus relatos, pareces ser una persona que se motiva a sí misma.] Eso es cierto. Siempre me encuentro defectos. Ya sea en el escenario o en cómo trato a las personas, frecuentemente pienso en si tuve algún inconveniente. Me hago preguntas como <¿Por qué sigo haciendo los pasos equivocados en esos momentos?> o <no estoy enfocado, será que me falta mas práctica en esa parte?>. [¿Qué es lo que necesitas para poder continuar y vivir largamente como un artista que ha debutado en un grupo?] Primero que todo, creo que la respuesta es encontrar qué es lo que te gusta hacer. Porque si no pasas por ese proceso y empiezas a seguir lo que las tendencias marcan o lo que otras personas quieren, será muy fácil dejar la vida de un artista. Si te fijas en artistas que han estado en la industria por muchos años, su propio color es muy claro sin importar nada. Podría convertirme en una versión 2 de BaekHyun muy pronto. Una vida en donde poder descubrir si puedo triunfar sólo con mi voz. [¿Tendrías una gran ambición dentro tuyo?] Ambición, definitivamente tengo. Hay una frase que dice <si empiezas algo, lo terminas sin importar cuán difícil sea>* De todas formas, no soy del tipo de persona que posee un espíritu luchador y que piensa que debe alcanzar un objetivo específico. No quiero que mi deseo de triunfar me coma vivo. Para mí, hacer las cosas mientras ríes y lo disfrutas es lo más importante. Ese nivel de ambición sería algo así como <Espero que se reconozca mi duro trabajo> ¿verdad? Cuando trabajas duro en algo, va a resplandecer no importa qué y de qué manera logre brillar. Y también quiero demostrar en qué me desempeño mejor.
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NOTA: *la frase original utilizada fue adaptada al inglés desde el coreano, a su vez, intentamos expresar en español el significado principal del dicho.
Traducción al español: EXO Silver Dream
Traducción en ingles: 103oclock. 
Tomar con créditos correspondientes, gracias.
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miguelmarias · 4 years ago
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Manhattan (Woody Allen, 1979)
Sé que nada desanima tanto de la absurda idea de leer una crítica como encontrarse con que empieza por reconocerse innecesaria, inútil e imposible. Sin embargo, uno no puede eludir la sensación de que ciertas películas hablan con claridad meridana por sí solas, sin precisar de la supuesta ayuda de exégetas más o menos entusiastas. Y pienso, además, que tratar de analizar un film se parece demasiado, a veces, a una disección, difícilmente practicable sobre un organismo vivo, o a un homicidio involuntario (no sé si por imprudencia temeraria, presunción, torpeza o el afán inconsciente de «matar lo que se ama» de que hablaba Oscar Wilde). Desmontar las piezas de un mecanismo, describirlas y tratar de mostrar su funcionamiento es una operación que dejo a los patólogos o a los relojeros, puesto que, de llevarla a cabo, con éxito —y es una ardua empresa—, disiparía por completo el misterio, el encanto, la fascinación, la emoción de la obra de arte. Reconozco ya, de paso, que tal afirmación implica una noción idealista, romántica, por supuesto burguesa y posiblemente reaccionaria, del arte y la creación, del artista y su función en la sociedad. También advierto que cedo con gusto a los sociólogos dilettantes y a los psicoanalistas amateurs las posibles disquisiciones acerca del «American Way of Life» y del chauvinismo machista que puedan exprimirse del cine de Woody Allen y que, no dispuesto a aguarle a nadie la fiesta que para mí ha supuesto Manhattan, voy a intentar, si no describir la película, ni explicarla —que maldita la falta que le hace—, si, al menos, trasmitir al sufrido lector parte de las sensaciones que me ha producido. Lo ideal serla, sin duda, más que escribir sobre ella, parafrasearla; pero —desdichadamente— no sé tocar el piano...
New York, New York! Waht a wonderful town!, cantaban los tres marineros de Kelly & Donen al desembarcar con un permiso de 24 horas en la ciudad de los rascacielos. Treinta años después, un tipo bajito, escuchimizado, tímido, tristón, muy gracioso y con gafas enormes repite esta exclamación de entusiasmo. Lo hace en voz baja, en un susurro, tarareando las añejas melodías del gran George Gershwin. Porque no es un turista, no va a pasar un día en Nueva York, sino —si puede— toda su vida. Nueva York es su ciudad, y Manhattan es, a primera vista, una declaración de amor a esa parte de la ciudad, filmada de noche o a contraluz, en blanco y negro y en anchos encuadres de panavisión. Han pasado casi veinte años desde que Holly Golightly viera amanecer en esas mismas calles, o desde que Shirley MacLaine y Jack Lemmon se fundieran al fin en un abrazo en las más grises, frías e inhóspitas de El apartamento, y, sin embargo, no estamos tan lejos de Kelly & Donen, Edwards, Wilder —es decir, de los buenos tiempos—; o, mejor dicho, sí, estamos muy lejos en el tiempo, pero estamos de nuevo al mismo nivel, porque Woody Allen —no un cinéfilo aplicado tipo Bogdanovich— ha conseguido recapturar —como diría Johnny Mercer con música de Harold Arlen— that old black magic.
Con Annie Hall —la más sorprendente, tierna y alocada— en 1977, Interiors —la más dura, difícil e incomprendida— al año siguiente, y sobre todo con Manhattan —la más perfecta, madura y serena— ahora mismo, Allen ha sabido darnos de pronto, misteriosamente, tres obras maestras consecutivas, radicalmente originales —pese a que mucha gente se ha empeñado en ver fantasmas de Bergman en cada fotograma de Interiores, siento decir que su búsqueda me resultó infructuosa: no veo la relación—, personales hasta la médula, y emocionantes en un grado que resulta escandaloso, por inusitado, en el cine de los años 70. Tristes y divertidas —a veces en el mismo instante—, nostálgicas pero nada anacrónicas y de una actualidad innegable, reflexivas e imprevisibles, frágiles y controladas, discretas y audaces sin petulancia, conmovedoras e irónicas —todo ello a imagen de su paradójico autor—, se caracterizan cada vez más por la seguridad indesviable del que sabe a dónde va y va, además, a lo suyo, a lo que de verdad siente y le importa, porque después de muchos años de hacer el payaso, de proteger su intimidad con la máscara del «gracioso profesional», se ha atrevido por fin a hablar en serio de lo que conoce.
Es posible que sea del frío y admirado Bergman de quien ha aprendido a mirarse desnudo en el espejo y a escrutar atentamente los gestos y las miradas de las personas que le rodean, pero a mí me hace pensar, más bien, en un Leo McCarey moderno, judío en vez de irlandés, y en su maravillosa An Affair to Remember (1957), o en el Cukor de A Star is Born (1954), el Donen de Kiss Them for Me (1957) y The Grass is Greener (1960), el Blake Edwards de Breaklast at Tiffany's (1961), el Wilder noble y sentimental de The Apartment (1960), el Quine de Strangers when we Meet (1960) y Bell, Book and Candle (1958). No se me malentienda: Manhattan no imita esas grandes películas del pasado, no intenta aplicar unas recetas que no existen (Allen lo sabe muy bien), no se apunta ni al revival ni al epigonismo; ni siquiera es un film «neoclásico», ya que su trama argumental es aún más tenue y desdramatizada que la de, por ejemplo, Ma nuit chez Maud (1969) de Rohmer —autor que quizá Woody ignore, pero con el que le encuentro más puntos de contacto que con Bergman—. Claro que también, y sin que pueda precisar por qué, Manhattan me hace pensar en ciertas películas de Chaplin —como City Lights, 1931— y Keaton —The Cameraman, 1928—, en el cine mudo que permanece hoy vivo y disfrutable —Murnau, Lubitsch—, o en los momentos más mágicos de los grandes musicals: el número que da título a Singin' in the Rain (1951), la mencionada obertura de On the Town (1949), el «Dancing in the Dark» de The Band Wagon (1953), por citar tan sólo un par de escenas de Kelly & Donen y una de Minnelli.
Y es que Manhattan, a diferencia de Annie Hall —que era una comedia— y de Interiores —un drama muy serio: aunque sus personajes fueran ridículos, no tenía nada de parodia—, es, por añadidura y primordialmente, un musical. «De incógnito», por supuesto, sin bailes ni canciones, en blanco y negro, pero, al fin y al cabo, un musical, como lo eran también Charade (1963) y Two for the Road (1966) de Donen o The Courtship of Eddie's Father (1963) de Minnelli. Es este tratamiento estilístico, precisamente, el que impide que Allen caiga nunca en el naturalismo y le permite, en cambio, lograr una mezcla perfecta, sin costuras visibles, dinámica y flexible, de dos géneros teóricamente antitéticos —el drama realista, trasposición apenas velada de peripecias vividas, y la comedia satírica «de costumbres»— que, abordados con el tono, el ritmo y la cadencia del musical, dan lugar a un nuevo «género», que habría que calificar de «alleniano» y al que debe Manhattan tanto su excepcional intensidad como su conmovedora precisión, ya que, liberado por completo de los condicionamientos genéricos tradicionales, Allen puede mantener clara y fluida una narración singularmente elíptica, sin que la tensión se diluya ni se disperse. Este enfoque potencia, además, la seguridad en la planificación y la riqueza de matices en la dirección de actores, conquistas recientes e inexplicables —pues nada las hacía siquiera imaginables antes de Annie Hall, ni en la inmediatamente precedente, La última noche de Boris Grushenko (Love and Death, 1975), ni en su primera obra, autobiográfica por definición, Toma el dinero y corre (Take the Money and Run, 1969), y mucho menos, por supuesto, en esas ristras de ideas ingeniosas, mal encadenadas y peor rodadas y montadas, que fueron Bananas (1971), Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (Everything you always wanted to know about sex but were afraid to ask, 1972) y El dormilón (Sleeper, 1973); si acaso, curiosamente, en Sueños de seductor (Play it again, Sam, 1972), dirigida con impersonal eficiencia por Herbert Ross, y primera aparición significativa de Diane Keaton— que han hecho posible que, en tres años, Allen se convirtiera en la mayor esperanza del cine americano. Para contrastar esta afirmación, basta con tratar de encontrar, en las películas anteriores a Annie Hall —e incluso, con tal grado de dominio y maestría, en las posteriores— algo que prefigure escenas como las mejores de Manhattan: cualquiera de las numerosas conversaciones entre dos o cuatro personajes andando por la calle, filmadas en largos travellings de retroceso; el prodigioso juego de miradas entre Woody Allen, Diane Keaton, Michael Murphy y Anne Byrne durante el concierto, en un largo plano que aprovecha al máximo la amplitud del formato Scope; el sencillo pero medidísimo juego de planos-contraplanos de la secuencia final, cuando Woody intenta reanudar sus relaciones con Mariel Hemingway; las tremendas, auténticas, divertidas y difíciles escenas de «ruptura» que hacen variar otras tantas veces el rumbo de la película: la de Yale (Murphy) con Mary (Diane Keaton), la de Isaac (Allen) con Tracy (Hemingway) y la de aquella con el protagonista, sobre todo las dos últimas; o el primer paseo nocturno —hasta el alba— de Mary e Isaac, o su visita al Planetarium de Central Park, o la escena en que Isaac pide explicaciones a Yale acerca de su conducta. Escenas todas ellas de una complejidad sólo comparable a su sencillez, y en las que no debe tomarse por esteticismo o afectación lo que no es sino estilización y voluntad de mantener el equilibrio o la distancia imprescindible para ver con claridad las fluctuaciones de unos personajes vacilantes e inseguros.
No he querido abrumar al hipotético lector de estas divagaciones ni al probable espectador de la película que las suscita con una cascada de referencias ilustres —que tal vez no lo sean para él, sobre todo si no las ha visto en su momento—; he intentado, simplemente, y no sé si con algún éxito, comunicarle mis sentimientos ante una de las películas más estimulantes y deliciosas que he podido ver en mucho tiempo; y sólo para darle una idea del placer que me ha procurado y de la admiración que en mi despierta Manhattan he citado otras películas, pretéritas pero perdurables, que me han producido emociones parecidas. Añadiré, por último, mi aplauso a la audacia de Woody Allen, que se atreve a acabar con un final casi feliz. Era, sin duda, una cuestión de principios.
Miguel Marías
Revista “Dirigido por” nº 66, septiembre-1979
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itsarillo · 5 years ago
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La turista chilena
—¿Leo?
Creo que fue la voz de Helena lo que me volvió a la realidad. Me sentí despertar de un sueño pesado, pero no abrí mis ojos. ¿Acaso este cuerpo era mío? Porque no lo sentía así.
De a poco y a medida que la voz de mi amiga se hacia más fuerte, yo subía a la superficie; y a pesar de tener mis ojos cerrados, mis sentidos se alertaban con cada mínimo estímulo. De la nada sentí que caí fuerte contra el suelo. Había revivido, ¿lo había expulsado?
Como líneas que unidas luego toman una forma, todo a mi alrededor comenzó a tomar textura, tonalidades y temperatura, uní cabos para llegar a la conclusión que estaba yaciendo en el suelo de un campo; la tierra estaba muy fría y pegajosa, olía a humedad y hierro, el viento soplaba fuerte y arrastraba consigo la voz de Helena, que de a poco se aproximaba. Sentía el temblor en la tierra de sus pasos apresurados, urgentes. Los grillos cantaban, no supe distinguir si era de noche, ni qué día era. Ni tampoco…
¿Qué había pasado?
Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando en mis recuerdos no encontré acontecimientos de lo sucedido hace dos días atrás. Estaba en blanco.
—¡¿Leo?! —volví a escucharla. Parecía que estaba cerca, asustada y confundida. Me estaba buscando y no me encontraba.
Quise contestarle que estaba acá, que también estaba asustado y que el hecho de no poder controlar mi cuerpo del todo me desconcertaba, que necesitaba abrazarla y pedirle que si él estaba en mi cabeza que me lo quitara, pero no pude, nada en mí ejecutaba mis órdenes, nada en mí reaccionaba. Con mi corazón palpitando en mi garganta y entre los bombeos de mis latidos retumbando en mis oídos, escuché como los pasos de Helena frenaron de golpe. Un suspiro ahogado de la impresión se le escapó de los labios. Supe que me había encontrado.
Fue cuestión de unos segundos para sentirla a mi lado. Escuché como dejaba caer un objeto al suelo y cayó de rodillas junto a mí.
—¡Leo! —gritó, mientras sus manos se aferraban de mis hombros como si tuviera miedo a perderme otra vez—Leo, ¿estás bien? ¿Me escuchás?
Me movió con cuidado, sin embargo su agarre era fuerte, ansioso, casi desesperado. Fue cuando puso su mano sobre mi mejilla que sentí recobrar el control de mis párpados. Éstos ya no pesaban, los abrí de golpe. Y ahí estaba mi amiga, cubierta por la tenue luz de un amanecer que de a poco se aproximaba, con los ojos brillando de preocupación, con cada músculo de su cara tenso, algunos mechones de su pelo estaban pegados en su rostro por la transpiración, ¿cuánto había corrido para alcanzarme?
Soltó un suspiro aliviada, era tanta la tensión que tenía arraigada que casi pude ver como se quebraba cuando se liberó de ella, pero mi amiga era fuerte así que luchó por mantener esa postura. Y yo finalmente me sentía libre, liberado de un peso del cual no sabía su verdadera magnitud hasta que me lo quité de encima.
—¿Estás bien, Leo? —me preguntó, su voz tenía ligeros temblores. Yo me las arregle para asentir con la cabeza—. Dios, estuve muy, muy preocupada, ¿qué pasó? No sabes todo lo que tuve que recorrer para encontrarte. Tu mamá vino a casa a preguntar por vos, le tuve que mentir y decirle que estabas conmigo y que te ibas a quedar a dormir, pero Leo, yo no supe nada de vos durante todo el día —se giró hacia una linterna que estaba en el suelo, alumbrado hacia un arbusto y la tomó. La enfocó hacia mi cuerpo—. Ella no estaba muy convencida y le dij-
Helena se detuvo con tanta brusquedad que parecía como si se hubiera ahogado. Su mirada cayó en mi torso, y a medida que recorría el resto de mi cuerpo con la luz de la linterna iluminando, sus ojos se abrían impulsados por la impresión. De pronto su rostro se desdibujó por completo, se quedó inmóvil por unos segundos.
—¿Qué? —le susurré, confundido.
—T-tu ropa tiene sangre —murmuró, y su mano comenzó a guiar la luz de la linterna hacia diferentes partes de mi ropa. Parecía que no lo creía, y yo tampoco, hasta que miré hacia todos los lugares que me señalaba—. Dios mío, estás lleno de sangre.
Mi remera gris era principalmente la más afectada, con manchones grandes y grotescos, pude distinguir que a la altura de mi pecho habían marcas de manos ensangrentadas, mi campera era negra pero se sentía húmeda. Mi pantalón de jean y mis zapatillas sufrieron salpicaduras pero tenían más que nada manchas de barro. En mi cabeza toda la sangre se me amontonó de golpe, impiniéndome pensar con claridad.
Helena sujetó con fuerza la linterna mientras que con la otra mano comenzó a examinar mi cuerpo.
—¿Es tuya? ¿Te lastimaste? —tocó mi cuerpo en busca de heridas, buscó indicios en mi ropa—¿Te duele algo?
Las palabras se me agolparon en mi boca, no pude dejar salir ninguna, apenas podía respirar con normalidad. Finalmente Helena levantó mi remera, pero no encontró herida alguna que haya provocado semejante derrame. Sus ojos se clavaron a los míos, la luz creaba sombras profundas en su cara pero de todas formas pude notar como el temor cambiaba sus rasgos. Por primera vez me miró con miedo, como si me temiera a mí.
–Leo… ¿de quién es la sangre? —me preguntó, con voz baja y temerosa.
Apenas hice el amague de levantarme, Helena sufrió el acto reflejo de alejarse. Se tiró hacia atrás y batalló por ponerse de pie y retroceder dos pasos antes de que pudiera hacerlo yo.
—¿De quién es la sangre?
Lentamente y descubriendo dolores en mi cuerpo que despertaron con mis movimientos, me levanté del suelo y me puse de pie. Quise acercarme a Helena pero ella volvió a retroceder. Levanté ambas manos, en señal de que ahora mismo era tan indefenso como ella, pero ni bien lo hice noté que mis manos también estaban manchadas de sangre y tierra, y que mis nudillos estaban lastimados. Comencé a temblar.
Mi amiga me apuntaba con la luz desde lejos, inquisidora e indiferente a lo que sentía.
—¿Qué pasó?
—No sé…
—¡¿Qué hiciste, Leo?! —estalló, y algo dentro mío también.
—¡No sé! ¡No sé! No me acuerdo, no me acuerdo de nada.
Llevé mis manos hacia mi cabeza y deseé con todas mis fuerzas poder desaparecer de ese lugar. O por lo menos poder recordar algo. Cuando me di cuenta tenía mis ojos desbordando de lágrimas; estaba en un lugar cuya ubicación desconocía, los recuerdos parece que se esfumaron de mi memoria, estaba cubierto de sangre que no era mía y mi mejor amiga de toda la vida me miraba como si fuera un monstruo de esos que existían solamente en las historias que escribía.
Deseé con la poca intensidad que le quedaba a mi alma que esto fuera solo un cuento de los que escribía Helena. Pero era tan real que hasta dolía.
De pronto la luz que emanaba la linterna aterrizó de llenó en un sector del suelo que estaba a mi costado derecho, medio oculto entre dos arbustos, a tan solo pocos metros de mí. Esa parte de la superficie estaba desprolija, revuelta, dispareja, como si en realidad ese mínimo montículo que se divisaba no perteneciera a ese lugar.
Como si alguien hubiera cavado un pozo para luego taparlo con esa misma tierra.
Y ahí lo entendí todo.
Helena tenía una mano que tapaba su boca, estaba llorando. Ella también lo entendió.
—¿Qué hiciste? —escuché su voz amortiguada, tan vacía y desesperanzada, como si estuviera condenándome.
Sacudí mi cabeza, negué tantas veces como pude, dando pasos hacia atrás de esa porción de tierra como si el solo hecho de alejarme me librara de toda culpa. Pero ese pozo ya tapado gritaba mi nombre.
—Yo no hice nada, Heli, yo no fui, te lo juro.
No, fui yo.
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leagueofgumi · 6 years ago
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ENTRE LAS ESTRELLAS Y LA TIERRA
Era una noche perfecta para tomar una taza de té. Ciertamente hacía mucho frío, pero era la noche más despejada que se había visto en el helado Monte Targón.
Soraka esperaba una visita. La nieve que cubría la tetera de piedra había comenzado a derretirse sobre la chimenea en el centro de su pequeña yurta. A medida que subía la temperatura, la habitación se impregnaba del aroma de hojas secas de té y de algunas hierbas de montaña.
Cruzó la habitación pasando por el estante que ella misma había construido a lo largo del muro trasero. Al igual que el resto de su hogar, estaba ligeramente torcido. Si se trataba de habilidades mortales, la carpintería no era uno de sus fuertes, pero lo había construido porque le encantaban los recuerdos que estaban sobre el estante: una corona de sauce de Omikayalan, una diminuta bellota dorada perteneciente a un querido amigo de Ciudad de Bandle, y el más antiguo de todos, seguramente más antiguo que cualquier cosa mortal, era un perro de piedra perteneciente a los viejos tiempos de Nashramae. Le debía a esa ciudad otra visita. No había estado ahí en siglos y tenía una estima especial hacia sus habitantes.
Un escándalo en el exterior la sacó de sus pensamientos. Gritos. Ladridos. Justo a tiempo.
En medio de la oscuridad, una manada de lobos rodeaba un bulto apiñado en la nieve. Salió hacia la noche y se enderezó con la cabeza en alto. La luna estaba ahí y aparentaba ser muy grande, como a menudo parecía serlo en Targón. Su hogar, ubicado a medio camino hacia la cima, estaba rodeado hacia el este por planos escarpados y hacia el oeste por un acantilado que se perdía en la neblina hacia abajo. Un viento helado constante azotaba todo hacia el oeste. No era raro que también las criaturas salvajes fueran derribadas en su camino por el terreno, pero era muy inusual que encontraran una presa.
Los lobos se giraron para gruñirle, iluminados tenuemente por la luz amarilla que surgía de la ventana de la yurta. Mientras tanto, el bulto rodó. Era una niña. Sus ojos aterrados se dirigieron hacia Soraka mientras sujetaba una lanza de madera entre sus dos temblorosas manos. Solo una cosa atraía a la gente a este acantilado apartado que se encontraba cerca del Monte Sagrado, pero nunca a alguien tan joven.
Los lobos se abalanzaron sobre Soraka al mismo tiempo y ella escuchó los gritos de las estrellas que acudían en su defensa. Unas chispas salieron de la punta de sus dedos como una cascada de fuego dorado sobre la manada. El golpe de los impactos hizo que la mayoría de los lobos retrocedieran llenos de miedo primitivo, pero uno de ellos se quedó rezagado; el peso de las brasas agonizantes había aplastado sus patas traseras y profería aullidos de dolor mientras forcejeaba. Ella vio cómo el resto de la manada desapareció entre el terreno helado, abandonando a su compañero a su suerte.
Soraka sacudió su cabeza y se arrodilló al instante en la nieve quemada con las manos extendidas. No podía soportar el dolor de la pobre criatura. Él tiró de ella. Mientras Soraka colocaba sus manos en su ensangrentada cadera, el lobo gruñó y clavó sus dientes en su brazo. ¡Auch! La mortalidad tenía sus inconvenientes.
''¡Alto!'', gritó la pequeña niña. ''¡Va... va a matarte!'‘.
Soraka sintió cómo en su rostro se dibujaba una sonrisa. ''No le temo a los lobos'', contestó mientras que la luz se propagaba desde sus brazos hacia el destrozado cuerpo del lobo. ''Además'', añadió ''Targón le pertenece a él tanto como a mí''.
La carne de la criatura comenzó a unirse nuevamente y los huesos triturados recuperaron su entereza como si fuera arcilla tomando la forma correcta en manos de un artesano, pero conforme la magia la abandonaba, la quemaba. Cerró los ojos y se perdió en el dolor por un momento.
Cuando los abrió, el lobo ya no estaba ahí. Solo permanecía la niña. Su mirada se desplazó hacia arriba siguiendo el contorno del cuerno de Soraka, y para ese momento, Soraka sabía bien en qué estaba pensando la niña.
''¿Eres... una de esas cosas?'‘.
''¿Cuáles?'‘.
''Demonios. Eso escuché...''.
Soraka se rio, pero antes de que pudiera responder, la chica se dobló con debilidad dejando caer la punta de su lanza. Fue hasta ese momento, cuando su mente empezó a despejarse, que Soraka sintió la magnitud del dolor de la niña. Sus brazos estaban negros hasta los codos. Sus dedos habían quedado congelados contra la lanza y su carne estaba inflamada y enrojecida. Con una quemadura de hielo como esta... moriría dentro de poco.
Cuando colocó sus manos sobre los brazos de la niña, ella se estremeció y Soraka se preocupó. Los humanos eran criaturas muy extrañas cuando se trataba de curaciones. Sus mentes eran complejas; debía existir un acuerdo mutuo: ellos tenían que querer ser curados. Algunas veces había colocado el flujo de la magia en lo profundo de una herida y se había encontrado con que la mente la apartaba, pero este no era el caso. La niña estaba demasiado cansada; había gastado toda su energía en lograr llegar a esta altura de la montaña. Soraka inundó la carne muerta con todo el poder que podía otorgar, abriéndose paso entre el dolor. Espirales de luz esmeralda se enrollaron hacia arriba hasta alcanzar los brazos de la niña. La lanza cayó por completo al suelo. Conforme Soraka trabajaba, observó cómo la piel se desvanecía entre el color negro, rojo y morado hasta conseguir el tono apropiado. Listo. Eso debería ser suficiente.
''¿Te parezco un demonio?'', preguntó Soraka. Sus ojos dorados resplandecían en la oscuridad.
La niña permanecía en silencio. Tras un momento, Soraka la presionó. ''Estás haciendo la escalada hacia la cumbre. ¿Por qué?'‘. Pero la niña solo desvió la mirada, avergonzada y frotando sus brazos recién restaurados. ''Mi familia'', dijo abruptamente sacudiendo su cabeza. ''Nosotros... los Rakkor... somos guerreros. Y mi madre, ella es la más fuerte de todos. No sabes lo que se siente ser la única que no puede pelear. Ser...'', se mordió el labio luchando por encontrar la palabra. ''Débil''.
Soraka extendió una mano hacia el camino de tierra que había seguido la niña, el que conducía directamente a la base de Targón. ''¿Llegaste hasta aquí y aun así te consideras débil?'‘.
''Pronto ya no lo seré'', contestó la chica, con sus manos en forma de puños. ''No cuando alcance la cumbre. Caminaré hasta la cima final y directo hacia el cielo, justo como en las viejas historias. Y entonces... entonces ellos estarán obligados a admitir que soy fuerte. Nadie hecho de estrellas podría ser derrotado jamás''.
''Si tan solo eso fuera verdad'', dijo Soraka, mostrando una sonrisa demasiado aguda.
Apenas se percató de la expresión de asombro de la niña cuando ella se dio la vuelta, caminando hacia el borde del camino. Sobre ellas, las estrellas se extendían en el oscuro cielo brillando con más intensidad que en cualquier otro lugar del mundo. Cantaban canciones que solo ella podía escuchar. Para ella, este era su hogar. No siempre lo había sido, pero este era el hogar que ella había hecho.
''Ven'', Soraka la llamó haciendo señas. Y ella levantó su mano recorriendo el cielo con sus dedos. Al hacerlo, tejió las nubles y la niebla en distintas formas que se abrían paso hacia la luna y se convertían en los rostros que la chica indudablemente reconocería de las historias. Una joven mujer de cabello pálido. Su contraparte, una mujer cuyo rostro ardía con el mismo brillo del sol. Y un guerrero con una lanza, no muy distinta a la de la niña.
''Todos estos mortales hicieron la escalada hacia la cumbre, pero ellos eligieron ese camino con toda su alma''. Ella se dirigió a la niña y habló lentamente sin deleitarse con sus palabras. ''Tú no escogiste realmente a la montaña y Targón no te escogerá. Caminarás directo hacia tu muerte. No lo hagas''.
La niña se alejó. Permaneció en silencio durante mucho tiempo.
''Y entonces, ¿a dónde voy?'', dijo finalmente con un tono brusco. ''No puedo ir a casa. No puedo regresar con ellos. ¿A dónde más iré?''.
Soraka sonrió. ''El mundo es vasto, tienes muchos caminos por recorrer. Si tú me lo permites, puedo ayudarte''.
Las imágenes de la luna se habían desvanecido.
Soraka hizo un gesto hacia la alegre yurta amarilla que se encontraba entre las rocas cercanas. ''Pero primero, será mejor que vengas y entres en calor. No tiene caso volver a comenzar hasta que llegue el amanecer. Además, la tetera está puesta. Es la noche perfecta para tomar una taza de té''.
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surreal-cult-space · 7 years ago
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Los campos Eliseos
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>>HUMEDAD ENTRE SÁBANAS: 
El sentimiento de pasión y de excitación se encontraba en la fría noche de la capital, me movía con cierto sigilo entre las calles pensando en qué bar entraría para hacer mi cacería mensual cuando ya mi cuerpo urgía de una noche desenfrenada en mi cama, morenas, pelirrojas, rubias habían pasado por mis sábanas, noches completas de desenfreno ocurrían entre gritos ahogados y gemidos de placer pero había algo que no me llenaba por completo al terminar de descargar mi libido en sus curvas desnudas, así que esperaba llegar a algo más, no podía entrar algún lado cualquiera, si quería algo extravagante debería adentrarme a lo oscuro de la discoteca, donde se huele la droga y el alcohol llega a tu garganta sin haber pedido algo en el bar, ¿sería algo de masoquismo? ¿latex y fuetes para llevar? ¿sería algo ocasional a la luz de la luna al espacio abierto? ¿tal vez una orgía? ¿dos chicas? ¿tres? ¿más?. No me encendía el pensar, así que me decidí y entré a uno en donde mis amigos decían que habían tenido las mejores experiencias de sus vidas en el ámbito sexual, así que caminé hacía mano izquierda, bajé las escaleras y en medio de un bar gay y una licorería 24,7 escalones me dieron la entrada a “Los campos Eliseos”.
        Entrada libre esa noche, aquella táctica utilizada por los lugares que no tienen mucha audiencia los sábados en la noche mientras las demás discotecas estaban repletas pero sus precios para entrar eran tan altos que no todos lo podían costear, o era rumbear o era caminar hasta casa y estar expuesto a un robo, un accidente o la muerte, así que entré sin problema, una cerveza fría para comenzar la noche, todo marchaba bien, sonaba electrónica de fondo y mis labios tarareaban la canción mientras mi cabeza se movía al ritmo de la música, “gotta stay high all the time to keep you out my mind woah woah” canto en voz baja mientras mis ojos buscan caderas que se contoneen al bailar mientras en mi nuca siento la mirada fija por un tiempo, volteo a mirar y veo unos ojos verdes que hipnotizan entre un grupo de chicas, sonriente y sonrojado se observa el rostro de la persona que observaba, volví a colocar mi mirada en la pista de baile, no perdí las esperanzas.
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Luego de 3 cervezas, 30 minutos de work y mucho aleteo decidí salir a fumar un cigarro,  subí al segundo piso y me senté en un pequeño balcón que tenía la discoteca, saqué mi cajetilla de marlboro, saco mi encendedor y al comenzar a aspirar el filtro de mi cigarrillo para comenzar la lenta agonía de mis pulmones escucho en mi nuca un suave y tímido “¿me puedes regalar un poco de fuego?” y al voltear se encontraban esos ojos verdes que podían penetrar a cualquiera y hechizarlo más fuerte que el canto de las sirenas que cantaban a Odiseo y su tripulación, así que esbocé una pequeña sonrisa y dije “por su puesto, toma” me volteé y le hice seña para que se sentara a mi lado y pudiera tener una conversación con este ser que parecía estar buscando calor en la noche que se sentía más fría que la Antártida pero que prometía ser más caliente que un volcán en erupción, comenzamos a charlar, de la vida y de las coincidencias de la vida al darnos cuenta que vivíamos en el mismo edificio sin nunca habernos notado al otro, tanto así fueron las coincidencias que resultaba que al terminar su cigarrillo dijo que su intención al salir esta noche no era solo celebrar el cumpleaños de su amiga del trabajo, sino encontrar una pizca de placer sin ejercer mucho trabajo, le comenté que mis intensiones eran similares a las suyas y la conversación se puso más seria en ese entonces, sentía que esa persona no entraba en el prototipo de las personas a las que suelo cortejar, por lo tanto me sentía incómodo y quería parar la conversación, pero por otro lado la conversación era tan pasional que mis ganas de recorrer un cuerpo humano me gritaban que me quedara y así fue, me quedé entre la conversación hasta que llegando al final, una propuesta se hizo, ¿vienes a mi apartamento y llegamos a conocernos un poco más?.
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Con dos cervezas más en la cabeza luchaba en decir que no, pero a la final mi impulso y mi inconsciente hicieron que mi boca pronunciara “será un gusto, yo pago el taxi”, pagamos nuestros tragos, salimos de los campos Eliseos y tomamos un taxi hacia la carrera cuarta con quinta, torres de Avellaneda, saludamos a Martinez el portero que se sorprendió por vernos juntos, no dimos mucha importancia y tomamos el ascensor, 1, 2, 3 y cuatro pisos pasaron antes de llegar al correcto, caminamos a la derecha por todo el pasillo y al lado de unas plantas me recosté a esperar que las llaves abrieran las puertas del apartamento 510, di 7 pasos y entré a mis privados y nuevos campos Eliseos.
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Besos apasionados contra la pared, manos tocando la espalda, acariciando y apreciando la suavidad de su piel, levantando su camisa hasta quitarla por completo, besos sus pechos tan pequeños como agujas, me quita mi chaqueta y arranca los botones de mi camisa, me lleva hacia la sala de estar y se recuesta en el sofá y pega su pecho contra el mío, abdomen contra abdomen y sus piernas cubriendo mi trasero, mis manos acariciando sus nalgas y mis dientes mordiendo su labio inferior, silenciosos suspiros de pasión mientras beso su abdomen, su pecho y en su cuello su manzana de Adán, algo que nunca había probado ahora me hacía excitar, no pensé más y llevé a la habitación a un Adán, sólo la cama pudo ser testigo de las revolcadas de pasión que tuvimos esa noche, sólo mi espalda puede contar con salvajes trazos la intensidad que tuvimos al estar, sólo las paredes pudieron escuchar cuanta pasión hubo mientras la luna observaba cómo cuando el gato tenía curiosidad cayó en una cama con Iván, pero sólo mis labios, mi cuerpo y mi pensar podían describir el aumento y recorrido de la libido por nuestros cuerpos mientras que nada podía arruinar ese momento, mientras que ya nada pudo más y sólo pudimos explotar y gritar al excitar, esa noche esa cama no fue un colchón más, esa noche esas sábanas no cubrieron de frío al dueño de las mismas, esa noche el frío lo quitó el calor del sexo y de la pasión, esa noche esa habitación se convirtió en mis campos Eliseos, en mi colchón de rosas y mi mayor excitación, al terminar le di un beso en sus labios y me recosté a su lado, le abracé la cintura y me decidí a descansar junto a él.
Un artículo de nuestro amigo y por supuesto nuestro gran invitado de honor: Camilo Cornejo 
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trastornadosrevista · 8 years ago
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Korn en el Malvinas Argentinas: Beating me down, into the ground
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El clima nunca suele ser un buen compañero de aventuras. Cuando es necesario que los cielos estén despejados y la temperatura sea cálida, siempre termina sucediendo lo contrario. Pero ni aunque el mundo se hubiese terminado el pasado martes los fanáticos de Korn se hubiesen quedado afuera de lo que sin dudas fue uno de los mejores shows del año. A pesar de la lluvia y el viento gélido, no hubo barrera que pudiese contener a la multitud que colmó el Estadio Malvinas Argentinas para delirar y agitar sus cabezas con los pioneros del Nü Metal.
Mientras todavía llovía sobre la Ciudad de Buenos Aires, aunque no con la misma intensidad que durante casi toda la jornada, las filas en los diversos ingresos al polideportivo cubierto Malvinas Argentinas se hacían cada vez más largas. En medio de algunas confusiones respecto a los ingresos, moneda corriente en este tipo de eventos, cerca de las ocho y cuarto de la noche A.N.I.M.A.L comenzó con su breve y poderoso recital.
Las leyendas del Heavy Metal nacional no decepcionaron a los más de 1.000 seguidores propios que se acercaron desde muy temprano al Malvinas para poder estar cerca de ellos y seguir toda la presentación. Como se puede apreciar desde su regreso en 2015 en los recitales de la banda conformada por Cristian Lapolla, Andrés Giménez y Marcelo Castro, las dos guitarras estuvieron prendidas fuego, el bajo sonó como pocos lo hacen en la escena nacional y los gritos del frontman machacaron las cabezas de los headbangers junto al golpeo salvaje de la batería.
Mientras las pantallas situadas en los ingresos veían aumentar el número de ingresos a cada segundo, el pogo delante del escenario comenzaba a hacerse tendencia a medida que la lista de A.N.I.M.A.L  avanzaba con temas como “Revolución”, “Loco Pro”, “Decididos A Crecer” (tema de su nuevo disco), “El Nuevo Camino del Hombre” y “Cop Killer” entre varios clásicos que sonaron a lo largo de 45 minutos sin pausa.
Tras una rápida despedida y el agradecimiento a sus anfitriones por la oportunidad, la ansiedad se empezó a sentir en un recinto prácticamente repleto donde no se podía siquiera caminar ya. Durante media hora, el público escuchó con paciencia una meticulosa prueba final de sonido: cada instrumento fue configurado en todos los tonos y efectos a utilizarse en el tiempo total de duración de uno de los shows más esperados de la primera mitad del año.
En una muestra de poder absoluto, de que eso que se dice acerca de sus excelentes performances en vivo no es mentira, Jonathan Davis, James “Munky” Shaffer, Brian “Head” Welch, Ray Luzier y el jovencísimo Tye Trujillo de 12 años – hijo de Robert Trujillo, bajista de Metallica y reemplazo de Fieldy durante el tramo sudamericano de la gira- hizo explotar todo con una afilada versión de “Right Now”.
La primera gran ovación fue para Tye, que respondió con una tímida sonrisa delatora de su corta edad, pero que en cada canción parecía haber estado tocando con Korn desde los inicios de la banda. A pura técnica, velocidad y un revoleo de su larga cabellera muy estético y metalero, el pequeño Trujillo hizo en muy poco tiempo, méritos para que el diminutivo desapareciese por completo.
El recorrido continuó con dos clásicos más como “Here To Stay” y “Rotting In Vain”, luciéndose la implacable voz de Davis y el doble bombo de Ray, condimentados por un juego de luces sensacional. Tye no tardó en volver a ser el centro de la escena en “Somebody Someone”, disparando fintas incesantemente mientras sus colegas agitaban sus cabezas.
La química entre la banda y su público se mostró inmejorable desde el primer segundo, en un ida y vuelta pleno que incluyó muchas risas y recuerdos de visitas recientes. El setlist mantuvo la intensidad con “Word Up” (cover de Cameo) donde el hip hop se adueñó del Malvinas , preludio ideal para el estallido que llegó de la mano de “Coming Undone”. 
La inclusión de “We Will Rock You” sobre los acordes finales de uno de sus más grandes clásicos enloqueció al público, ganándose una estruendosa ovación. Las luces violetas configuraron una atmósfera macabra de cara a “Insane”, el séptimo tema de la lista, con Trujillo ejecutando la base de forma notable y el riff escalando con paciencia hasta surgir por completo en el estribillo.
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Justamente aquí fue donde Davis hizo un freno para decirle al público que estaba maravillado porque cantaban mucho más que ellos. Con la sonrisa dibujada en la cara, no hubo tiempo para más bromas y llegaron “Y’All Want A Single” – con el bajo y las guitarras luchando por ver cual sonaba más alto y preciso en una estructura más industrial- y “Make Me Bad”, cortando el setlist a la mitad cuando apenas se había superado la media hora de recital. 
“Shoots And Ladders” encontró a Davis en un aullido desesperado, con una lírica igual de dolorosa, marca registrada de Korn y garantía de que todas las cabezas se agitarían. Todo finalizó con un segmento de “One” (Metallica), con el cantante a capella casi y sumidos todos en la tristeza. El buen solo de batería – aunque algo gastado ya como recurso- de Ray fue seguido por el ingreso triunfal del cantante con la gaita y los acordes iniciales de “Blind”, tema que mostró al baterista en todo su esplendor, manejando todos los ritmos y mezclando géneros a placer.
El elogio del líder para Tye Trujillo llegó en forma de “él es uno de los mejores músicos con los que tuve el honor y el placer de tocar”, previo a un breve y conciso solo del bajista, que dio tiempo para que todos tomasen un poco de aire. Las dos canciones elegidas para cerrar la primera parte del show fueron “Twist” y “Good God” quedando todos gritando por el pronto retorno de sus ídolos.
El “olé, olé, olé, olé” se empezó a reproducir en los parlantes y la banda salió a escena una vez más para despedirse con “Falling Away From Me” y “Freak On A Leash”, dos himnos que fueron cantados de principio a fin por una multitud que en muy pocos sectores quedó disconforme por la poca duración del recital. 
Con tan solo una hora, los padres del Nü Metal – con Tye Trujillo brillando a la hora de reemplazar a un miembro fundador- habían demostrado que hay pocas bandas en vivo que suenen tan fuerte y prolijo y que puedan ser tan fieles a su sonido original sin que se note siquiera un poco el paso del tiempo. Como empieza a ser sana costumbre, se espera que retornen en la brevedad para hacer rugir una vez más al público argentino, tal cual quedó registrado en el video realizado por la banda para agradecer tanta locura.
Crónica: Rodrigo López Vázquez
Fotografía: Brian Rappaport 
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i-akuma-blog · 5 years ago
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Incertidumbre
-           Quién nos puede decir lo que es real y lo que no es?  Me pregunto sentado en un olvidado parque con las manos machadas de sangre mientras Dancing on my own ceba mi desdicha.
-         No sé qué hay al otro lado, no sé… mándame una señal, utiliza al viento y susúrrame al oído, dime por favor que esto no es el final, me digo entre lágrimas mientras acaricio el mango de mi cuchillo y repito la misma canción una y otra vez.
Emilia
“Somebody said you got a new friend ¿Does she love you better than I can? There’s a big black sky over my town, I know where you’re at, I bet she’s around”
-          Hola – me acerqué a un ángel de melena negra.
-           Shhh, shhh, viene la mejor parte, me contestó distraída mientras bailaba sola.
“I'm in the corner, watching you kiss her, oh oh oh, I'm right over here, why can't you see me, oh oh oh, And I'm giving it my all, but I'm not the guy you're taking home, ooh, I keep dancing on my own, , I keep dancing on my own”
Hechizado sonreía mientras ella movía los brazos de arriba abajo, de un lado a otro y sus labios acompasados con la canción cantaban la letra. No… sé… muchas veces escuchas a la gente cuando cuentan sus historias de amor: “Me enamoré la primera vez que la vi”, “la primera impresión no fue tan buena como las siguientes”, “lo rechacé muchas veces pero él era obstinado”. No me hicieron falta ni dos segundos para empezar a amar a Emilia aquella noche.
Fue como si nuestras almas estuviesen destinadas a conocerse, como si cada decisión que gobernase nuestra voluntad en cualquier momento de nuestra vida se extraviase en un sendero determinado, nada fortuito, nada se vio subyugado al caprichoso azar, lo nuestro estaba escrito, categórico, con tinta indeleble tatuado en nuestras almas.
-          ¿Cómo te llamas?- Le pregunté mientras sujetaba mi cigarro y maravillado por el cuarto menguante dibujado en su rostro.
-          Emilia, no me digas tu nombre, te llamas… te llamas… tienes rostro de Sebastián- aseguró mientras me perdía en la iluminada oscuridad de sus pupilas.
-          Me llamo Adrián.
-          Acabas de destruir mi sueño de hacerme pitonisa -me dijo llevándose un cigarro a la boca y sonriéndome.
Fue mágico, aún puedo cerrar los ojos y recordar con exactitud cada momento a su lado, indiferentes al tiempo, indiferentes a los rostros perplejos que nos acechaban por el sonido de nuestras estruendosas carcajadas. Desafiando la lógica, la aritmética, uno más uno ya no era dos, uno más uno era uno.
-          ¿A qué te dedicas? ¿Estás sola?- Le pregunté nervioso.
-          Estudio arte dramático y he venido con unos amigos, pero no sé dónde están, ¿y tú?
-          No te rías pero quiero ser escritor y he venido solo- le contesté con el pulso trémulo.
-          Joder, escritor, ¿Has publicado algo?- Me preguntó con cierto asombro.
-          Sí, publiqué un libro que a nadie parece importarle un carajo- le dije con una sonrisa frustrada.
-          Me encantaría leerlo, ya sólo te falta plantar un árbol y tener un hijo- me dijo riéndose.
-          Lo del hijo, ufff… pero lo de plantar un árbol lo intenté y si le hubiese puesto unos manguitos o un chaleco salvavidas ahora sería algo más que una raíz ahogada, le dije y nos fundimos en una risa.
-              Algún día podrás escribir sobre nosotros- me dijo con las mejillas ruborizadas.
      -             Sería fascinante…
-               ¡Emilia! ¡Emilia! ¡Nos vamos, vente ya!, recuerdo que nos interrumpió una de sus                          amigas.
Giró su rostro, me escudriñó dos segundos con la mirada y con una sonrisa pícara contestó.
-           ¡Los veo otro día! Gritó mirándome coqueta
-           ¿Te quedas conmigo? – le pregunté ilusionado.
-           Sí, Adrián el escritor- me dijo con ternura y una sonrisa cómplice.
Se acercó un corpulento muchacho mientras hablábamos, con el rostro ofuscado y con una mirada poseída me miró de arriba abajo.
-           Vamos Emilia, ni siquiera conoces al tío este, vamos que te acerco a tu casa – le dijo con el timbre iracundo.
-          Por eso me quedo Daniel, para conocer al tío este – le contestó tajante.
-           Déjate de tonterías Emilia y vamos – insistió Daniel y la cogió de la muñeca.
-          No ves que aquí sobras Daniel, nos estás interrumpiendo, suéltame la muñeca y vete por dónde has venido- le contestó y de un tirón liberó su muñeca.
-          De acuerdo- dijo Daniel y volvió a mirarme con esos mismos ojos endemoniados.
-           Un tipo insistente – le dije extrañado.
-          De los que no saben el significado de un no, olvídate de él, no merece la pena enturbiar nuestra noche hablando de él, me dijo.
Volvimos a lo nuestro, a nuestra exquisita complicidad, era como ser parte de estas inverosímiles y apasionantes películas de amor, algo tan onírico, tan puro… joder como te extraño. La noche nos cobijaba, el tiempo no nos controlaba, caminamos kilómetros  sin dejar de sumergirnos en nuestras miradas, volviendo nuestra saliva en fina arena y nuestra garganta en un desierto.
-          ¿Tienes novio o alguien….
 -      ¿Por qué no me preguntas eso más tarde?- Me interrumpió y nuestros labios se rozaron con la intensidad de una brisa de primaveral.
-          Sonará ridículo pero creo que me estoy enamorando de ti Adrián - me dijo acariciando su nariz con la mía.
-          Yo ya estoy enamorado de ti Emilia - le dije y volví a besarla.
La respuesta
¿Dónde estoy? Estaba sentado … ¿Dónde está mi ropa?... ¡Hola! ¡Hola!... ¿Qué mierda está pasando?
-          Shhhhh - escucho una voz.
-          ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?- Pregunto nervioso.
A dos metros puedo ver una pequeña llama que antecede a la de un cigarrillo, escucho su respiración, escucho la exhalación.
-         ��¡Contéstame joder! - Grito nervioso.
-          No tienes porqué gritar Adrián, no voy a hacerte daño, aunque lo único que puedas ver es la iluminación de mi cigarro cuando le doy una calada, no temas - me contesta apacible.
-          ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?- Pregunto confundido.
-          Eso es irrelevante, la pregunta es: ¿Quién eres tú y qué haces aquí?
-          ¿Qué quién soy? ¿Qué hago aquí? qué preguntas de mierda son esas, tú me has traído aquí, tú me has secuestrado, tú… me has amarrado, no puedo moverme – le contesto asustado.
-          Mírate las manos, mírate las piernas, no estás amarrado Adrián, aunque no recuerdes has llegado solo aquí, nadie te ha secuestrado – me contesta mientras el cigarro cae al suelo.
-          ¡Entonces por qué no puedo moverme! ¡Deja de ser tan misterioso y explícame que mierda está pasando! – le exijo angustiado.
-          Revisa tu bolsillo derecho, vas a encontrar un paquete de cigarros y un encendedor, me encantaría ayudarte Adrián, pero no puedo hacerlo si no recuerdas, sólo puedo decirte que soy la respuesta a tu pregunta, nos vemos luego – me dice con el mismo tono gentil y pacificador.
-          ¡No, no, no! No te vayas, no te vayas, no me dejes solo por favor – le suplico con la voz entrecortada.
Oscuridad
Era feliz, era feliz, no… no lo era, joder no puedo recordar, ansioso busco en mi bolsillo y encuentro mis cigarros favoritos, miro el encendedor, tiene escrito:  “Creo que me estoy enamorando de ti”. Emilia, no, no, no, no, no, Emilia, por qué hay tanto dolor en ese nombre, por qué me arde la garganta y se me constriñe el pecho al pronunciarlo.
-          La respuesta es sí y no, Adrián – vuelvo a escuchar la misma voz, tan suave y tan calmada.
Algo pasó, te perdí para siempre, algo o alguien me destruyó la vida. Llovía, recuerdo las gotas rebotando en mi rostro, era de noche, me llamaron… fue ella… ¡noooooooooooo! ¡noooooooooooo! Lo recuerdo todo.
-          ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me haces recordarlo? Mátame por favor, mátame, te lo ruego – le suplico.
-          La respuesta es sí y no, Adrián, ¿Qué más paso?
Su llamada era para contarme que me tenía una sorpresa, era nuestro décimo mes, intenté improvisar, encargué sushi en su restaurante favorito, compre una botella de vino rosado, era algo tarde y sólo pude comprarle rosas rojas aun sabiendo que ella odiaba esas cursilerías.
Llegué a casa y la puerta estaba abierta, dejé mi mochila y toda la compra sobre la mesa del comedor, no me preocupé, ella era muy despistada a veces y se dejaba la puerta abierta o la llave por fuera, a veces lo hacía adrede para ver cómo me enfadaba y se reía al ver como fruncía el ceño.
Llamaba su nombre y no me contestaba, preparé la mesa pensando que había salido, quería darle una hermosa sorpresa, una cena con su comida favorita, hice un pequeño camino de rosas hasta la puerta de la habitación…. (Me tiembla la mandíbula y empiezo a llorar desconsoladamente)… Abrí la puerta de la habitación con el ramo en la mano y la encontré tendida en la cama bañada en sangre, estaba tan frí�� estaba tan fría, tan pálida… la cargué en brazos llorando  en su cuello y de su bolsillo se cayó un papel… íbamos a ser padres, íbamos a ser padre… esa er… esa era la sorpresa.
-         La respuesta a tus preguntas es sí y no, Adrián, me repite.
-          ¿Estoy muerto?
-          Sí.
-          ¿Muertos podremos ser felices los tres?
-          No.
-          ¿Quién eres?
-          Te voy amar por siempre.
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gaceta-de-agata-blog · 6 years ago
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La revancha que no pudo ser
20 de octubre 2018. Por: Agata Bartolo y Melissa Vilchis.
Parecía que la revancha de aquella dolorosa eliminación en Copa América 2016 a manos de Chile, con un terrible marcador de 7-0, por fin llegaría. Es cierto que no son los mismos jugadores, ni siquiera los mismos directores técnicos, pero para la afición mexicana, el partido del martes 16 de octubre en el pletórico Estadio La Corregidora, significaba regresar un poco del sufrimiento vivido aquella noche de junio en San Francisco. A pesar de ser un partido amistoso, estaba en juego el orgullo y un poco de la dignidad perdida del equipo tricolor.
Desde temprano se percibía otro ambiente en la ciudad, era día de fiesta, los fanáticos al deporte más visto del mundo y hasta los no tan fanáticos, iban a tener la oportunidad de ver por la noche un partido con jugadores de clase mundial como Hirving Lozano, Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Gary Medel, etc.
Ya en el estadio, sólo se podía respirar ilusión y un ambiente inmejorable, la mesa estaba puesta para que la Selección se fuera con la victoria en la bolsa, regalándole a la afición una noche inolvidable y borrando un poco de la memoria colectiva aquella noche fatídica. Entre los asistentes había jóvenes, niños, niñas, señores, familias enteras, todos con boleto en mano, la verde del Tri bien puesta y grandes banderas amarradas al cuello. A las afueras del recinto, puestos de comida, garnachas, banderas chicas y otras más grandes, se podía adquirir cualquier cosa.
Los jugadores de Chile, bajo un abucheo estremecedor, saltaron al césped para hacer los trabajos de calentamiento, a pesar del desapruebo de los mexicanos, el jugador más buscado fue la estrella del FC Barcelona, Arturo Vidal, quien para ser verdad, dio un partido digno de los grandes.
El estadio se vino abajo cuando los seleccionados mexicanos salieron a la cancha, el más aclamado, sin duda alguna fue Hirving “Chucky” Lozano, quien el 17 de Junio hizo tocar el cielo a toda una nación al horadar la portería de los campeones del mundo en el estadio Luzhnikí y desde entonces, es el mayor ídolo del combinado nacional.
Pasados aproximadamente veinte minutos y finalizados los ejercicios precompetitivos, ambas escuadras regresaron a los vestidores para enfundarse la playera de juego, ultimar los últimos detalles técnicos y volver a la cancha para entonar los respectivos himnos, el momento más emotivo de la noche se dio cuando elementos del Ejército Nacional desplegaron una bandera tricolor gigante a lo largo y ancho de la cancha, mientras que más de 33 mil almas junto con los jugadores, cantaban al unísono el Himno Nacional, seguido del ya característico “Cielito Lindo”, canción que suele retumbar en cualquier rincón del mundo donde se presente la verde a jugar.
El primer tiempo fue intenso, aguerrido, como si se tratara de algo más que un partido amistoso, ambos equipos presionando al rival y disputando con mucha fuerza el balón, la primera ocasión se dio desde el primer minuto de juego cuando Lozano arrastró la pelota por más de media cancha, abatió rivales y disparó con mucha potencia a Cortés que no permitió que México se fuera al frente en el marcador, la tónica fue la misma, las dos selecciones intentando en un duelo muy disputado en la media cancha.
Para la segunda mitad, la afición seguía entregada y metida con su selección pero la intensidad disminuyó de manera muy drástica, el balón ya no se peleó con la misma potencia y los entrenadores, comenzaron a mover sus piezas para darles descanso a jugadores importantes para que pudieran regresar sin tanta carga a sus respectivos clubes. El momento clave del partido se dio al minuto 78 cuando Rueda, el técnico andino, mandó a la cancha al ex jugador de Pumas UNAM, Nicolás Castillo, quien en el último suspiro del encuentro, al minuto 89, movió las redes, venciendo a Hugo González, que por si fuera poco terminó lesionado del hombro en la jugada del gol, poniendo más dramatismo a los últimos minutos del cotejo, donde los mexicanos intentaron más con corazón y empuje que con fútbol.
Tampoco pudo ser esta vez para México, el tri se quedó con las ganas de darle una alegría a su gente venciendo a los chilenos pero no, como lo marca la historia de esta selección, no se pudieron vencer a los fantasmas de 2016, estuvo muy cerca el objetivo y al final, no se logró. El fútbol da muchas revanchas y llegará el momento en el que la Selección Nacional pueda reencontrarse con el triunfo ante Chile, porque como dijo una vez Pelé, uno de los más grandes en la historia de este hermoso deporte, “Cuanto más difícil es la victoria, mayor es la felicidad de ganar.” Y así será México, así será. 
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irianatc19 · 6 years ago
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Kinlandia
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“El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos”. Octavio Paz
Silencio y paz era el rasgo más propio de las noches de Kinlandia: brillaba la luna plateada y sonriente, las estrellas decoraban el cielo… el paso del tiempo era eterno. La princesa bellísima se gozaba de grandes placeres y todo se guardaba tras una ventana. Era hermosa, sí… Su sonrisa de margaritas, su mirada de chocolate y su nariz de algodón, eran algunas de las alegorías que los príncipes gritaban al llegar suplicantes a sus pies. Kinlandia era el país de la noche y, todo, lejos de parecer tinieblas y pánico, era de ensueño: no había dolor, ni miedo, ni angustia; solo se respiraba amor y ternura. Nadie juzgaba, ni hallaban defectos en los demás; todos se aceptaban, valoraban y respetaban. El secreto estaba oculto en una mujer. La felicidad de la doncella de ojos penetrantes, era la energía de vida de aquel lejano lugar. Pero, ¿qué misterio esconde esa muchacha? ¿Qué pasa noche tras noche en su morada? -aclaro que siempre es de noche en Kinlandia-…
Había pasado un año desde aquel extraño acontecimiento. Lo cotidiano era eso, lo cotidiano. La doncella, llegadas las seis de la tarde de cada día –aunque fuera siempre de noche-, asomaba su rostro por la ventana, como quien espera un gran acontecimiento. Y así fue. El 19 de abril de aquel año de magia, el rey, como de costumbre antes de dormir, había ido a despedir a su hija hasta la habitación; tocó la puerta e hizo el intento de abrir, pero no recibió respuesta alguna. Pensando que la joven dormía, se retiró en silencio a su alcoba, siendo esa la última vez que vería el rostro de la pequeña de su amor. No obstante, al otro lado de la puerta, lejos estaba el sueño de sí misma, muy lejos. Esa noche, como todas las que desde entonces dotaban de felicidad al país, los labios inquietos de dos almas se encontraban con vehemencia, y el beso enamorado hacía de aquel lugar un abrazo eterno. Sus ojos se miraban tiernamente y sus narices jugueteaban entre pequeñas risas, sus manos se acariciaban cuidadosamente, como si cada una fuera un tesoro muy sagrado - lo eran-… No se pronunciaba palabra; las palabras no siempre alcanzan en estos casos.
Así transcurrieron las horas, los días, las semanas, los meses y, en adelante, los años: todos sonreían y cantaban, declamaban y compartían. Ni el rey ni la reina se atrevieron a irrumpir, nunca más, en aquel rinconcito del castillo real. Era de saber que la hermosa mujer de gratísima sonrisa estaba de la mano con la mejor compañía.
He ahí el secreto clandestino de amores y silencios, que sin alardes, embellecen hoy un mundo que parece ficticio: dos almas que se poseen y se hacen una para siempre, haciendo de los días, eternas noches de Encuentros. Desde entonces, la princesa ya no tuvo más necesidad de salir de aquel lugar. La mirada que muchos llegaron a ver en la ventana, paso ser solo el recuerdo de una noche mágica.
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fuegoabiertoalobjetivo · 7 years ago
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Amor propio
Si no fuese porque todas las estaciones tenían para él un aire mágico que las volvía únicas respecto a sus compañeras, habría dicho que los meses de invierno eran su época predilecta.
La fachada delantera de la casa se convertía en el estampado de una postal navideña decorada con luces que cantaban a quien miraba hacia allí «este es un lugar seguro». En la fachada trasera, el jardín se transformaba en un universo personal donde la vegetación natural de Tánat se juntaba con un abeto vestido con adornos y guirnaldas y una cubierta de luces que hacía a las veces de cielo estrellado. Al otro lado de la verja, en el interior del bosque, el decorado daba paso a un sinfín de árboles cuyas copas lucían espolvoreadas por la misma nieve que cubría el suelo. Si uno caminaba lo suficiente como para alcanzar el final del terreno en forma de acantilado, podía disfrutar de las vistas de un mundo teñido de blanco del que no se alcanzaba a ver el fin, más allá de las montañas y serpenteantes ríos.
Crane estaba en uno de los precipicios de la zona, donde la tierra decidía terminar abruptamente en lugar de descender en la forma de una ladera de montaña. Vaqueros y manga corta; tenía frío, pero le gustaba tenerlo. Sentirlo. A su lado, su acompañante no sufría los efectos de las bajas temperaturas. Cubierto por una capa de pelaje aún más blanco que la nieve, tan suave como la misma seda y tan brillante como la propia aura mágica que lo rodeaba, un lobo casi tan alto como el propio Crane observaba la lejanía con ojos maravillados. De los lados de su espalda nacían dos grandes alas, musculosas y también cubiertas por una capa de pelo blanco, que ahora mantenía plegadas contra los costados. Su cola, tan jugosa a la vista como la de un zorro blanco, danzaba relajada a un lado y al otro.
«Se acerca alguien», informó el lobo alado en la mente del humano.
Crane miró a un lado y los ojos violáceos del animal, como dos pequeñas nebulosas redondeadas, le devolvieron la mirada. Tenía estrellas plateadas espolvoreadas por doquier; tan hermoso que Crane tardó unos segundos en reaccionar. Arqueó las cejas, interrogante. «Qué alguien», parecieron preguntar sus ojos. La gran cabeza peluda se acercó a él. Afectuoso, restregó el hocico de nieve contra su pecho en un gesto felino. Se esfumó en el aire al segundo siguiente, fundiéndose con los copos de nieve como si siempre hubiese formado parte de ellos.
En el mismo instante, unos pasos hundiéndose en la nieve a sus espaldas captaron la atención de Crane. Miró atrás y descubrió el cuerpo esbelto, elegante, de alguien a quien conocía bien. Le mantuvo la mirada durante unos segundos antes de volver a girarse hacia el horizonte. La figura avanzó hasta detenerse a su lado. Imperceptiblemente más alto que él, el pelo cien tonos más oscuro y la piel igual de clara. Ambos resguardaban las manos en los bolsillos del pantalón. Separaron los labios al mismo tiempo, pero Crane se adelantó.
—He esperado durante casi dos años que vinieras.
—No estaba listo.
—Lo sé.
Dieron paso al silencio durante diez minutos. Crane rememoró los últimos veinticuatro meses de su vida en busca de aquellos minutos que había compartido con él. No demasiados. Apenas ninguno a solas.
—¿Esperabas que me hubiera cansado de esperar?
No lo miró al formular la pregunta. No movió más que los labios. Pero la mirada del otro hombre se posó en su rostro con tal intensidad que se sintió atraído a mirarlo. Jamás en su vida había conocido unos ojos que juntasen el gris y el verde de un modo tan equilibrado que terminasen por verse solo grises, o solo verdes, pero siempre definidos e intensos. Como si mostrasen una capacidad tal de complacer los deseos de su observador, que le diesen a este la posibilidad de elegir qué color prefería mirar: el gris, o el verde. Un poco más abajo, pequeños lunares dibujaban una línea casi recta de un pómulo al otro, pasando por el puente de la nariz. El frío no parecía afectar a sus labios, igual de rosados, carnosos y cubiertos de pecas desde su nacimiento. Los vio perfilar una sonrisa irónica.
—Eres cabezota hasta para negarte a abandonarme, Crane. Y a pesar de ello, sí dudé, en ocasiones.
—Ya. Eres un capullo hasta para dudar de mí.
De nuevo la sonrisa irónica. Crane no sonreía. No sabía ocultar su preocupación, o el dolor que había sentido durante tanto tiempo.
—¿Te has encontrado?
—Estoy en ello.
Crane frunció el ceño. Había esperado una respuesta más contundente.
—Pero sé cómo hacerlo —aclaró el del cabello azabache—. Y «quiero» hacerlo.
Crane comprendió al instante lo que sus últimas palabras significaban. «Quiero». Porque hacía muchísimo, demasiado tiempo desde la última vez que Crane había leído en aquellos ojos grises, o verdes, el deseo de tener o ser algo, el «querer» algo. Aquel que tenía en frente llevaba meses, años sin querer nada. Porque solo quiere algo quien tiene esperanza, y en él no quedaba ni una gota de ella desde tiempo atrás. Por primera vez en mucho tiempo, Crane vio en él algo más que vacío, desinterés e impaciencia por la muerte. Vio el deseo de una nueva vida; las ganas de comprenderse a sí mismo; la fuerza de voluntad necesaria para aceptar quién era ahora y abrazar esa realidad sin pensar en nadie más que en sí mismo. Pero sobre todo vio algo que nunca antes, ni en la infancia ni en la madurez, había visto en aquellos ojos. Amor propio. Real, sincero, completo y sano amor propio.
Esta vez, Crane sí sonrió.
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childrenfromnature-blog · 7 years ago
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Lo que albergó a la Luna
El cielo estaba cubierto por oscuras y pesadas nubes que empapaban la tierra y de un viento que soplaba sin ánimos agresivos.
Animales escondidos bajo los brazos de los árboles, otros dentro de los troncos y otros bebiendo de pequeños charcos de lluvia.
El suelo estaba pintado con un elegante color marrón, adornado con hojas podridas de varios colores.
Había un grupo de sauces que jugaban a hurgar en el agua de un estanque con las puntas de sus ramas. Un pequeño tallo empezó a emerger entre las empapadas hojas que descansaban en el suelo entre los sauces y el estanque.
Junto con la pequeña planta brotaron hojas largas, anchas y delgadas que se fueron pegando al piso en un intento de cubrirlo.
Al cabo de unas horas, el piso estaba cubierto por muchas de estas grandes hojas, una arriba de la otra formando una especie de colchón. La pequeña planta había aumentado en tamaño y cambiado su forma a un capullo del tamaño de una nuez.
Las grandes hojas empezaron a dejar el suelo y levantarse, entre todas envolviendo al pequeño capullo en medio.
Las horas transcurrieron hasta que el Sol comenzó a asomarse entre las colinas y abrigar la tierra con un saludable y acogedor calor.
Pequeños hilos de luz se colaban entre los árboles y las ramas hasta dar con el capullo que había crecido hace unas horas atrás. El capullo no había dejado de crecer en lo absoluto, había aumentado enormemente su tamaño. Las grandes hojas que lo cubrían ya no alcanzaban a protegerlo por completo, tanto así que el capullo había quedado ligeramente desprotegido en su cúspide.
En el momento que el Sol entró con sus delgados hilos de luz al pequeño tragaluz que las plantas formaban, las hojas empezaron a soltarse una por una. Después de varios minutos desvistiéndose, el Sol pudo abrazar su interior.
El brillante astro recibió una mirada de vuelta.
Se levantó de la cuna emergida de la tierra y se volteó a ver su alrededor.
Sus ojos brillaban con magna intensidad al ver los árboles y la luz posarse a danzar entremedio del estanque y la flora. Giraba su cabeza buscando las aves que cantaban, picaban los árboles y aleteaban por encima de las ramas. Levantó sus manos para que la luz se posara en ellas. Las miraba con asombro, y con sus dedos tocaba sus palmas intentando tantear el calor y la luz que provenía desde muy lejos. Acogido por su entorno, cerró los ojos lentamente para dar un gran, lento y largo suspiro. Al abrir los ojos caminó en dirección al estanque cercano, observó como los sauces escribían formas en el agua con sus ramas y procedió a imitarlos con sus dedos y su pelo.
Jugó por unos minutos en el agua antes de decidirse a caminar por los al rededores. Se levantó y volteó contemplando los árboles que tenía en frente en busca de las aves que escuchaba.
Caminando entre los árboles y observando los nidos que varios de ellos poseían, notó ruidos distintos. Eran un poco más pesados, y varios a la vez. Sonaban un poco como los suyos, imaginó que podrían ser pisadas. Vagando unos cuantos metros entre los arboles y las hojas dio con la fuente del sonido, era un grupo de ciervos.
Algunos comían hojas, otros descansaban, otros bebían agua de los muchos charcos causados por la lluvia.
Miraba atentamente las simpáticas colas y orejas que los ciervos enérgicamente sacudían con regularidad. Notó que uno de los ciervos estaba ligeramente alejado del grupo con su cabeza muy cerca del piso. Lo observó por varios minutos sin notar ningún cambio en el comportamiento del animal, así que decidió acercarse para contemplarlo un poco mejor. Eventualmente el animal notó su presencia y se alejó rápidamente. Pensó en que quizá estaba alimentándose de algo que estuviese en el piso, por lo que se dirigió al lugar exacto donde el ciervo estaba.
Antes de llegar, logró ver que había un tenue fulgor blanco, una luz peculiar que le daba una sensación muy distinta a la que emitía el Sol, sentía una corriente invisible que lo empujaba. Se acercó al suelo apoyando sus palmas y puntas de los pies, sigilosamente fue rodeando la maleza que se interponía entre sus ojos y la fuente de luz. Su corazón empezó a latir más rápido y fuerte, no logró evitar que su boca se entreabriera, estaba tan cerca que la emoción y el suspenso eran totales. En el momento que se rodeó la maleza y pudo asomarse, su sorpresa fue tal, que se mantuvo totalmente estático.
Después de unos segundos simplemente se dejó caer y se sentó entre las hojas del suelo. Era un pequeño cuerpo, de un pelaje aparentemente gentil, orejas medianamente largas que apuntaban hacia atrás, pequeñas patas que parecían copos de nieve, ojos delicados y pequeños, y una nariz que parecía estar moviendo constantemente. Era simplemente un conejo.
Al observarlo por varios minutos desde cerca y de frente, notó que el conejo era de un blanco peculiar, su pelaje era tan puro que lograba irradiar algo que parecía luz, a diferencia de la luz solar, ésta no alumbraba alrededor, simplemente poseía un fulgor, como si el animal estuviese envuelto en un manto. El conejo también tenía una figura en su cráneo, no era una deformación, si no más bien un cambio de color en su pelaje. Era un aro dorado con un punto en medio del mismo color. El animal no se veía anómalo, sospechoso, o que emitiera algún tipo de sentimiento negativo, era todo lo contrario. Emitía un sentimiento de tranquilidad, paz.
Sin previo aviso ni estímulo, el animal dio un par de brincos para voltearse y de la misma manera comenzó a alejarse a una velocidad razonable, no era como si estuviera intentado escapar, tuviera prisa, o fuera muy lento. Simplemente empezó a merodear entremedio de las hojas y arboles, como si el ser que lo estuvo estudiando en los últimos minutos ni siquiera estuviese.
Naturalmente, el conejo fue seguido en su patrullaje haciéndose paso entre la maleza y los árboles. El camino del conejo llegó hasta un lugar de maleza muy alta y espesa, sin embargo, el animal pudo simplemente pasar por entremedio de ella y llegar al otro lado gracias a su pequeño tamaño.
La maleza en la que el conejo se perdió era bastante espesa, lo suficiente para no dejar entrar a la luz, sin embargo, el perseguidor no pensaba en perder al animal de vista, así que usó sus manos para hacerse paso entre las plantas y a duras penas pasar. Sentía como las hojas lo envolvían, los tallos lo amarraban, y las puntiagudas ramas lo amenazaban. Pero su deseo por seguir al conejo lo llevó hasta el otro lado.
Se encontró con un lugar totalmente distinto, un claro. Árboles muy altos, hierba gentil, numerosos insectos de coloridas alas, y varios pilares de luz que se colaban entre la sábana de hojas y ramas. Después de un par de segundos contemplando el espacio, comenzó a buscar en sus alrededores al escurridizo conejo, su cara empezó a tomar un color triste cuando no lo encontró por ningún lado. Dio un suspiro y miró hacia el frente. Vio un cuerpo con el mismo fulgor del conejo, pero mucho más alto y fornido, era semejante a un ciervo, del mismo color y con la misma marca. El animal lo miraba con el cuerpo dirigido hacia otro lugar, como si estuviese esperando que se le uniera. El intruso dio el primer paso, y el ciervo lo dirigió.
Mientras caminaban a un paso gentil, comenzó a observarlo. Sus astas eran magníficas, su cuerpo fornido, y su caminar plácidamente elegante. Sus ojos brillaban al mirarlo, estaba tan embobado estudiando el majestuoso animal que ignoró por completo a donde se dirigía.
Caminaron y caminaron a través del claro lleno de mariposas, aves coloridas, pequeñas vertientes de agua y árboles decorados con muchos nidos.
El ciervo eventualmente se detuvo y se hizo a un lado dando un par de pasos hacia atrás, revelando el final del camino. Era un enorme acantilado, con vientos viajeros que venían desde muchas direcciones. Al fondo de esta vista había algo que atenuaba la paz del conejo, la majestuosidad del ciervo y el santuario que era el claro. Era una montaña ridículamente alta, tanto que la cumbre no se podía ver debido al mar de nubes en el cielo.
Pesados pasos lo sacaron del hipnotismo en que el horizonte lo había atrapado. Por su derecha apareció un animal aun más grande que el majestuoso ciervo. Tenía un cuerpo enorme, un cuello largo, y alas que aún estando recogidas parecían ser de un importante tamaño. Largos y destellantes cabellos adornaban su cola y el dorso de su cuello. Era un pegaso.
El animal extendió una de sus increíbles alas y apuntó su última pluma hacia el suelo, dándole una señal para que el espectador se subiera.
Éste se acercó al animal y con un salto logró a duras penas subirse al lomo. Al terminar de acomodarse, el animal se preparó para moverse escarbando el piso como señal. El jinete rápidamente entendió que debía afirmarse, hecho esto, el animal empezó con un enérgico trote en una aterradora dirección y dentro de pocos segundos el trote se había convertido en un galope suicida directo al interminable barranco.
El jinete no tenía opciones más que aferrarse al animal, ya que su altura y velocidad era tal que una caída lo dejaría mal herido por lo bajo. El corcel ya estaba a metros de lanzarse al vacío del barranco por lo que la única opción del jinete fue tumbar su cuerpo hacia delante y aferrarse con sus brazos al cuello del animal. Cuando el pegaso llegó a la frontera entre suelo y el vacío, dio un salto al abismo junto a la expansión de sus enormes alas.
Un inconmensurable sentimiento de vértigo llenó al jinete, solo para convertirse en un gentil sube y baja acompañado del viento y el aleteo del pegaso. Vacilante empezó a abrir los ojos, solo para ver las patas del animal surcando el abismo. Lentamente alzó su mirada encontrando un enorme horizonte que se extendía hasta donde sus ojos no lograban ver. El continente era tan amplio y basto que los únicos rastros de civilización que logró divisar estaban bajo sus pies, el resto estaba más allá del horizonte. El jinete sin tiempo para contemplar el viaje, se empezó a sentir liviano, su cabeza empezó a sentirse inestable y el aire a semejantes alturas parecía no contener suficiente oxígeno, su vista empezó a nublarse y sus piernas a dormirse. Su consciencia con exponencial rapidez empezó a desaparecer.
Lo último que logró ver, fueron los platinados cabellos del animal asegurándolo a su montura y la titánica montaña lentamente avecinarse.
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trastornadosrevista · 7 years ago
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Los Utopians en La Trastienda: ¿Donde dejo todo lo que tengo?
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El recital de Garbage en diciembre del año pasado fue la última vez que Utopians pisó los escenarios antes de internarse en un breve y merecido receso debido a los meses finales del embarazo de su cantante Barbi Recanati. Ya con la presencia de su hijo Pedro y con las baterías recargadas de cara a una segunda mitad de año que promete ser intensa, los Utopians volvieron con todo a La Trastienda de la mano de un show repleto de clásicos que hacía tiempo no tocaban
Antes de que todo reventase, mientras la mayoría del público todavía se encontraba en camino o afuera de La Trastienda haciendo tiempo, el trío punk Olympia se presentó y deslumbró a pura actitud y velocidad.
Conformado por Meri Samur (batería), Flor Gerson (bajo) y Popy Maeve (guitarra y voz principal), ingresó al escenario con una estética bien punk y una apuesta audaz: bajo, guitarra acústica y eléctrica (iban alternando), un kit de percusión reducido, algo que les sobró para llenar el espacio sin problemas y hacer mover todas las cabezas.
Las vocales a cargo de Popy Maeve mostraron poder y seducción, ni que hablar de los momentos en los que las tres cantaban a la par mostrando una coordinación y talento notables. El breve setlist duró poco más de media hora y les sirvió para mostrar su muy sólido e interesante primer paso titulado “OY!” (https://olympiamusic.bandcamp.com/releases) del cual se desprenden siete sensacionales y veloces canciones: “Hey Vení”, “Elle”, “Digo Algo”, “Hasta Marte”, “Basta Basta”, “Quiero” y “Clima Blanco”.
Además de mostrarse muy hábiles para el punk clásico, también exhibieron capacidad para manejar los ambientes en cada canción y para irse a lo más alternativo y también relajado. El bajo de Flor y la gran labor en la batería por parte de Meri completaron el panorama para Olympia, quedando la pregunta de cual será su próximo paso en un camino que recién está empezando. 
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Lo primero que se pudo notar en el ingreso triunfal y bien arriba, con las dos guitarras enloquecidas, fue la remera de Bruce Lee que cubría el torso de la frontman. Con “Alimaña”, una de sus ya no tan nuevas canciones que es ideal para abrir, los Utopians no parecieron haberse tomando nunca un descanso, sonando impecables y de la misma manera que en el disco.
El juego de luces se mostró sensacional desde el primer minuto, sobresaliendo por encima de todo la figura de Barbi, llena de energía y en una forma envidiable tras el nacimiento de Pedro. Sin detenerse ni para tomar una bocanada de aire, sacándose de encima la ansiedad de volver a tocar en vivo, comenzaron a sonar los acordes de “Los Ríos”, combinación muy balanceada entre el rock más radial y el punk.
Como no podía ser de otra manera, “Trastornados” fue el tercer tema elegido por la banda, logrando que el ambiente se terminase de encender, con Mario marcando el ritmo desde el bajo a pura finta y un cierre a puro agite saltando sobre las tablas a pura intensidad. La presencia de “Estación” en el setlist fue un arranca-sonrisas entre los más fanáticos de la banda, esta vez con la guitarra de Gus al mando y la batería estallada, una canción más cercana al rock que al punk que suele ser la base rectora de los Utopians.
En medio del torbellino de energía, apareció “Gris”, donde se lució Tomás Molina Lera a pura velocidad y trabajando muy bien con los platillos. El video de una vieja montaña rusa en blanco y negro fue el complemento ideal para un paseo muy vigoroso por el ayer, con Recanati brillando desde el micrófono como de costumbre.
“Algo Mejor” y “Nada Bueno”, los primeros dos tracks de Vándalo (2014) se convirtieron en un grito de guerra contra el desamor, dejándole todo el protagonista a una de las mejores frontman de la escena nacional. Riffs poderosos y contagiosos y una estructura muy similar, ascendente y siempre preparada para el estallido.
Jimmy Rip, un habitué en los escenarios de los artistas que produce, liberó a Barbi de la segunda guitarra y ejecutó junto a la banda tres canciones de Todos Nuestros Átomos (2016). Primero tocaron ese blues seductor que es “Uhh”, con Barbi acaparando todas las miradas y las dos guitarras lanzándose acordes sin parar. Mientras Rip seguía con los punteos finales que siempre agrega a las canciones, al grito de “lo que me diste, me lo quedo, me lo quedo” la caminata continuó con “Reflejo”, que posee una clave de seducción muy similar a la canción anterior. El tramo con el guitarrista y productor norteamericano finalizó con una gran versión de “Funeral”, siempre dedicada a esas personas que tanto mal nos han hecho en la vida.
Luego del abrazo muy sentido entre Jimmy y Barbi, llegó el momento de bajar las revoluciones, para lo que eligieron la sentida “A Veces” que a pesar de levantar después del estribillo encontró al cuarteto en un momento más relajado.
El espíritu cruza entre western y Quentin Tarantino se hizo presente en La Trastienda cuando Gus disparó los acordes de “Las Arañas”. Recanati se cargó la canción al hombro, bajando uno o dos tonos en su voz, dejándole a sus compañeros la responsabilidad del cierre instrumental bien al mango.
El repaso por su más reciente placa encontró otro gran momento en “Tren De La Alegría”, con Mario haciendo casi todo el trabajo pesado y el punteo de Gus dándole mucho volumen a la canción. El contagio con el público a esa altura era absoluto, con todos sonriendo ante el espectáculo que estaban dando bajo el escenario, aunque hubieron específicamente dos personas – un muchacho y muchacha- que se subieron continuamente (más de diez veces) sin necesidad más que robarle protagonismo a la banda y hasta golpeando a Barbi al mover el pie del micrófono. 
La mejor imagen fue la de una piba que se acercó tímidamente y le estampó un beso a Barbi en el cachete, para luego salir velozmente sin quedarse  a cantar ni tomar el micrófono para balbucear un poco de las canciones. El homenaje a Adam West llegó con la imagen de Batman y Robin corriendo sobre el croma, algo ideal para que el punk crudo tomase cuerpo en “Come Baby (En Berlín)” y “Say Hello”, ambos de Freak (2010). Las luces sumaron mucho a la locura y lograron que el recinto vuelva varios años atrás a su pasado más under, finalizando el segmento a puro pogo y con Tomi rompiendo un parche tras un golpeo tan furioso.
La cantante a pura versatilidad improvisó dos canciones junto a Gus mientras los plomos se encargaban de solucionar el inconveniente. Luego de exclamar “no ensayen porque es al pedo” y hacer reír a todos los presentes, Barbi anunció que el final iba a ser muy arriba pero que las dos siguientes canciones no servirían para saltar demasiado.
“Lo Tuyo” y un gigante cover de “En Remolinos” de Soda Stereo cumplieron con la promesa, aunque fueron cantados de principio a fin por un público dispuesto a encender el fuego una vez más antes de volver a sus casas. La primera promesa también se llevaría a cabo, volviendo todo a ser una fiesta de la mano de “Allá Voy” – una de sus mejores canciones, que posee tanto su esencia como su evolución perfectamente condensados- y esa bomba nuclear que es “Todo Lo Que Tengo”, formándose un círculo infernal donde, como corresponde, volaron todo menos besos y caricias.
El Punky volvió a lo más sucio y desprolijo, mandando todo al carajo, tal cual marca la ley del género, tomándose luego Barbi unos segundos para dirigirse al público y a las autoridades de La Trastienda. En consonancia con las decenas de mujeres que afuera estaban protestando, declaró su amor por el lugar pero marcó como un error el que dejasen tocar a Gustavo Cordera luego de todo lo que hizo y dijo sin haber pagado por ello. La frase “no dejen tocar a un hijo de puta como Cordera” fue más que clara y, visiblemente apurados por el horario, lanzaron “Estallando Desde El Océano” para luego irse sin realizar bises, algo que estaba planeado según se pudo ver en las listas que lanzaron al público.
La única verdad es la realidad, dijo alguna vez Juan Domingo Perón, y la conclusión que se puede sacar del explosivo regreso de Utopians a las grandes luces es que el tiempo no parece haber pasado para estos cuatro grandes músicos. El descanso les hizo muy bien, siguen sonando de una manera impresionante y como conjunto se encuentran día a día más afilados, si es que eso es posible. Quedó la sensación de que nunca detuvieron el tren, de que el parate en realidad fue una ficción, una pantalla que usaron para seguir tocando sin parar y esto habla de una banda que ya se encuentra consolidada dentro de las grandes ligas nacionales con expectativas de ascenso aún mayores.
Crónica: Rodrigo López Vázquez
Fotografía: Valeria Solange
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