#viento in Veneto?
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I xe gati
[Diario di brodo bordo: i vicentini non mangiano affatto i gatti. E fin qui, facile. Ma il punto è che i vicentini sono esattamente come i gatti. Insomma, i xe mia canibai. Sono solo piuttosto diffidenti, prima; e parecchio affettuosi, poi.]
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Debido a la falta de cohesión de estos pensamientos y con el fin de que entiendas algo, te invito a imaginar una sucesión de post-its color pastel en tu encimera. A boli de tinta negro y en minúsculas se lee lo siguiente:
Dramático y cálido. Lo he visto hoy en una foto y me ha hecho gracia pensar en las cosas de la vida. Llevo camiseta térmica y dos calcetines pero la verdad que de drama 2020 va cargadito.
Nunca me habían gustado especialmente las ocho. Siempre me pillaban haciendo cosas. Volviendo de lugares o mirando el reloj y sintiendo que se me escapaba el día y seguía con todo a medias. Aunque también era una hora de reencuentro familiar, pero hacía mucho que habíamos perdido ese rito. Ahora las ocho han recuperado su lugar como momento de unión hogareña. Quizás a la fuerza, pero las ocho ya nunca más serán simplemente las ocho.
Si después de esto no cierras los ojos y te dejas llevar al bailar, no entiendo nada, pero peor para ti.
A veces me pregunto si todos sentís lo que siento yo hacia mis amigos. Con los vuestros, claro. Y si lo sentís, no me explico como no tenéis ganas de gritarlo, todo el rato, hasta quedaros sin voz. Llevo viviendo en una suerte continua desde que tengo memoria.
He tenido un momento de debilidad y me han entrado muchas ganas de preguntarte cómo estás. Luego me he dado cuenta de que estamos encerramos así que en el fondo no importa. Ni cómo estás, ni que te hable. Igual un poco de dopamina momentánea. Una dosis que me haga sentir viva. Que me haga sentir algo. Supongo que eso es bueno a la par que irrelevante. Pero la vedad es que al escribir esto estoy mejor. La razón se ha vuelto a abrir paso entre mis impulsos. Espero que estés bien.
Sinceramente, me está quedando un cuaderno de lamentos y variedades precioso.
Estoy preocupada porque se nos van a juntar vuestros cumpleaños con las fiestas de pueblo de verano (suponiendo que debería haber un apocalipsis zombie para que nadie baile en las verbenas de agosto). Nunca me ha gustado unir celebraciones porque en el fondo me parece que es restar amor, fraternidad, euforia, diversión.
Mentiría si digo que no me alivia ver que el cielo se alinea con mi síndrome premenstrual. No tendría ningún sentido un sol de justicia con esta tormenta interna. Así que gracias, atmósfera, por no dejarme sola y justificar mi sentir.
Tengo todo el cuerpo revuelto. Igual debería abrazarlo ya que no hay ninguna señal de que nadie lo vaya a hacer pronto. La verdad es que ahora me duele el triple cada moratón que no se ve.
Me vienen a la mente comidas compartidas e infravaloradas en su momento. Aquel pincho de tortilla de madrugada en un bar de Sopelana. Los noodles que cenamos en Vittorio Veneto una noche que hacía demasiado viento. La última pizza que surgió de una decisión espontánea el día anterior al confinamiento. El restaurante de Cantabria en el que celebramos el cumple de Papá, o la tapa que engullimos mientras hablábamos de la estética castiza en ese bar de Chamberí. Tenemos que volver a aquel otro bar cuando termine esto, aunque sea para saludar y dar ánimos. Y decirles que seguiremos celebrando sin excusas concretas. Me vienen a la mente los sándwiches de galletas maría y quesitos que merendamos en colonias. Es difícil para una persona nostálgica soportarse estos días.
Me encanta ver en Spotify lo que estáis escuchando. Me recuerda que en cada constelación se baila con un ritmo. Que la lluvia y los días grises suenan diferente en cada habitación. Y me recuerda que seguís ahí, que no es poca cosa estos días. Dudo que La Bien Querida compusiese esta canción pensando en una pandemia mundial, pero joder, menuda visionaria. Sigue lloviendo y no sé que nos quieren decir desde ahí arriba. Pero aquí abajo seguiremos bailando para amenizar esta liviana cotidianidad. Esperando impacientes poder sincronizar nuestras emociones a una sola melodía. Pronto.
¿Te imaginas una cuarentena sin móvil, ni música, ni satisfayer? Posiblemente ya habría acabado el tfg pero os sentiría 3000 veces más lejos, y ya duele demasiado.
¿Tenéis claro ya que les vais a decir a vuestros nietos de esta cuarentena?
Mi padre de pequeño quería ser domador de caballos blancos. Esto le define como romántico empedernido. Sin embargo, y aunque él diga que su vocación frustrada es la medicina, todos sabemos que en el fondo él querría ser pastor y no tener fecha de jubilación. Lo he sabido siempre. Es un secreto a voces. Pero me reafirmo cuando nos manda vídeos tocando un cencerro a las ocho en el balcón, con una audiencia enfurecida y extasiada de emoción. Y gritando “hasta mañana”, con esa voz que tiene él, de pastorear cabras, y alentar al vecindario.
Igual la felicidad esporádica está enfrascada en latas de berberechos y materializada en el sol de la una de la tarde que huele a comida en el horno y susurra perezoso que has superado una mañana más, una mañana menos.
Mira lo admito, hoy siento miedo. Miedo a que nada nunca sea igual. Miedo a perder tiempo de esta etapa de mi vida. Miedo a no valorar las cosas cuando las tengo. Miedo a no llegar a acostumbrarme jamás y vivir en una espera continua. Miedo a echarlo de menos cuando la vida me enfrente a retos mayores. Al menos ahora tengo la suerte de estar en el rincón que más me gusta del mundo, en donde siempre me siento protegida y nunca sola. Tengo pavor a no encontrarme nunca más ahí fuera.
Permitidme un consejo. No toméis decisiones confinadas. La cuarentena, como las noches, lo magnifican todo.
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Escapada Express. Pasando frío en el Veneto. 1 día en Venecia
En 2016, Italia gana como destino por goleada. Repetimos país para aprovechar el puente de diciembre. Esta vez nos dirigimos a Verona. Se estrena la ruta con Ryanair desde Madrid y los precios son irresistibles... 50€ ida y vuelta. Imposible decir que no.
Salimos desde Madrid el viernes 2 de Diciembre a las 18:50h y volvemos el lunes 5 a las 21:30h. Son 3 días en los que visitaremos 3 ciudades. Venecia, Verona y Padua.
Llegamos al aeropuerto de Verona sobre las 9 de la noche, y decidimos coger un taxi, es de noche y no nos apetece acarrear con las maletas por la ciudad sin conocerla.
El primero de la fila es una furgoneta de 7 plazas... y somos 8 personas (NOOOOO!!!). Pero a pesar de la insistencia del taxista de atrás de que eramos uno más, el señor nos mete a todos en su furgo. ¡A lo loco! Sin cinturones, a 150 km/h por la autovía y aún así, el buen señor iba echándole las largas al resto de coches... (confirmando la mala fama de conductores de los italianos). Nos sale el viaje de 15 minutos por unos 9 euros cada uno, y nos deja su tarjeta para que le avisemos a la vuelta, y nos vuelva a llevar a todos. El viaje empieza fuerte, si sigue así pinta prometedor...
Nuestro apartamento está en Viale Manzoni, es un duplex en el que han unido la primera planta de un bloque con el local del bajo. El precio por 3 noches es 65€ por persona. El apartamento está genial, muy limpio y amplio. El chico nos ha dejado desayuno, una mesa repleta de fruta, café, galletas, bollos, etc. La única pega es que en la planta baja no hay calefacción, y hace más bien frio. Lo reservamos a través de airb&b, lo podéis ver pinchando aquí. Si quieres un descuento de 35€ en tu primera reserva pulsa aquí, y si no tienes muy claro cómo funciona y quieres aprender aquí. Una vez acomodados, nos acercamos a un kebab cercano y compramos la cena, consistente en un menú de kebab, patatas y refresco para cada uno.
A la mañana siguiente madrugamos, es sábado y queremos ir a Venecia. Para ir hasta la estación Verona Porta Nuova, donde cogeremos el tren, usamos el autobús público. Y una vez allí compramos el billete de tren de ida y vuelta hasta la estación Santa Lucia de Venecia, el cuál nos cuesta 8,70€ cada viaje. Los compramos de las máquinas de autoservicio, y nos salen dos billetes separados, con lo cuál no podemos perder la vuelta, si no, tendremos que comprarlo de nuevo. No olvidéis que hay que validar el billete en las máquinas de los andenes antes de subir al tren, si no os podrían multar igual que si te hubieras colado sin comprarlo.
El viaje dura 2 horas y 10 minutos, y eso de las 12 ya estamos en Venecia. Hace frío, mucho. Nos paramos y el que no tiene guantes o paraguas se compra uno en una tienda en la estación.
Venecia es una ciudad muy diferente a cualquier cosa que hubiera visto antes. Una ciudad sobre el agua, con puertas de casas que dan directamente a los canales, y góndolas o barquitas en lugar de coches o motos. Con canales estrechos y callejuelas aún más estrechas. Fachadas antiguas, deterioradas. Este conjunto es lo que lo hace única, y consigue que nadie quede indiferente cuando la visita.
Callejeamos por la ciudad hasta dar con la Basílica de San Marcos. De camino, nos acercamos al Puente de Rialto, atestado de gente, lo cuál hace difícil asomarse a mirar, y también al Mercado de Rialto, situado a la orilla del Gran Canal y famoso por ser uno de los más antiguos de Italia. Entramos por la zona donde se vende pescado fresco, fresquísimo, ya que los pescadores lo llevan directamente ahí cuando lo pescan para su venta.
La ciudad está repleta de esos pozos que se ven en la foto. Actualmente todos están cerrados, pero en su época se usaban para almacenar agua de lluvia, y así disponer de agua potable. Curiosamente, a pesar de estar situada sobre el agua, Venecia carecía de agua potable.
Cuando llegamos aún quedan restos del “acqua alta” y las gaviotas revolotean por toda la plaza. El acceso a la basílica es gratuito, pero antes de ponerse a la cola hay que dejar las mochilas y bolsos en una consigna, situada en una callecita lateral a la Basílica, esto también es gratis, te darán un ticket para luego recoger todo.
La fachada principal de la Basílica de San Marcos está rodeada de una pasarela, para subirse a ella cuando el agua sube y que los turistas no nos mojemos los pies. Hacemos la cola, que no es muy larga, y entramos a la basílica, después del control del seguridad. Damos una vuelta y yo salgo pensando que por fuera es más bonita que por dentro, eso sí, el techo es espectacular.
Vamos a recuperar nuestras mochilas y volvemos a la Plaza de San Marcos. Allí se encuentra el Café Florian, todo un símbolo de la ciudad, y que a pesar del paso del tiempo, aún conserva el encanto de su mejor época. Nos sacamos alguna foto y aprendemos por qué está prohibido alimentar a las gaviotas. Mi amiga saca su bocadillo de tortilla, para echarles un poco de pan y todas las gaviotas se le lanzan, especialmente una que vuela en picado y le arranca el bocadillo de las manos... Sustazo suyo, y risas mil nuestras.
En ese punto nos dividimos. La mitad vamos hacia el Campanile, o campanario, y la mitad a tomarse unos vinos. La subida a la torre cuesta 8 euros, y hay un moderno ascensor que te sube hasta arriba, no hay opción de escaleras. Entiendo que así es más rentable, los turistas suben y bajan más rápido y la caja es mayor. Al salir del ascensor un viento helado nos congela la cara. Las vistas son estupendas, se ve toda la ciudad, Murano, Burano, la Basílica, etc... Estamos un rato arriba y bajamos, yo creo que no voy a volver a recuperar la temperatura corporal en todo el día.
Es la hora de comer, y buscamos algún lugar que no sea muy caro. En general, los precios son bastante elevados, los sitios tienen los precios de las pizzas en la puerta y son normales, pero si te fijas en la bebida... ahí es donde la cuenta sube estrepitosamente. Con paciencia, encontramos un sitio con menú, por 12 euros tenemos bebida, plato principal, segundo plato y café. El lugar se llama Trattoria Rialto Novo, y aunque la comida no es nada del otro mundo, al menos el precio no es alto y disfrutamos de un rato de wifi. Salimos de allí a eso de las 5, y ya empieza a anochecer.
Emprendemos el camino de vuelta a la estación, mientras entramos a alguna tiendecita, y callejeamos un poco. Se acerca la navidad y en algunos puntos ya están poniendo las luces por la calle. Cogemos el tren, y volvemos a Verona, el camino se nos hace largo, aunque dura poco más que la ida, estamos cansados, hemos pasado frío y solo queremos llegar al piso y darnos una ducha caliente.
Llegamos a Porta Nuova y aprovechamos para comprar en la estación un bono de 10 viajes para el autobús, que sale mejor de precio. Pasamos por el super a comprar cerveza y una vez en el piso, pedimos unas pizzas a través de Just Eat que llegan rapidísimo y están muy buenas. La noche se nos alarga, echamos unas partidas de Saboteur (si no conocéis este juego... tenéis que probarlo) y terminamos jugando a mímica con películas y visitando a nuestro amigo del Kebab a vaciarle la nevera de cervezas.
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Actualmente, la ciudad italiana de Venecia está bajo el agua en lo que se considera hasta ahora como una “devastación apocalíptica”, según el presidente de la región del Veneto, Luca Zaia.
Por su parte, el alcalde Luigi Brugnaro compareció en una rueda de prensa muy afectado por los destrozos y aseguró que había visto a gente llorar “porque había perdido todo”.
“Venecia está de rodillas. La basílica de San Marcos sufrió graves daños, así como toda la ciudad y las islas”, agregó el alcalde tras una de las noches más duras que sufrió en su historia la ciudad.
Asimismo, en edil italiano pidió “una respuesta histórica” para salvaguardar una de las más importantes “tarjetas de visita” de Italia, asegurando además que los daños serán de varios cientos de millones de euros.
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La mayor inundación en Venecia
La subida de las mareas, también conocido como el fenómeno del “agua alta” en Venecia, alcanzó los 187 centímetros la noche del pasado martes a las 22.50, tras el récord de 194 centímetros registrado en 1966.
Esta vez, el fenómeno del “agua alta” estuvo acompañado con vientos de hasta 100 kilómetros por hora.
Debido a esta situación, las sirenas que anuncian las subidas de la marea sonaron hasta tres veces durante la noche y los daños en la ciudad se observan a simple vista.
Góndolas y lanchas arrancadas de los amarres y empujadas hacia las costas, cinco “vaporetti”, el transporte marítimo público hundidos o a la deriva, así como inundados los negocios, restaurantes y hoteles de la ciudad y 60 barcos dañados, son algunas de las imágenes del desastre venecino.
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Destrozos y pérdidas tras inundaciones en Venecia
Las autoridades italianas reportan que el agua sale a borbotones desde las tomas de corriente de las casas, lo que impide el uso de aparatos para bombear.
Por este motivo, un hombre de 78 años se electrocutó en la isla de Pellestrina, al sur de Venecia, cuando intentaba bombear el agua de su casa. Asimismo, otro habitante fue hallado muerto en su casa, “probablemente por causas naturales”, según la agencia ANSA.
El ayuntamiento de la ciudad pedirá la declaración de “desastre natural” para poder contar con ayudas estatales e instó a todos los venecianos a documentar los daños que han sufrido.
El Gobierno italiano informó que la situación de Venecia se afrontará en el próximo Consejo de ministros en el que se evaluarán “las intervenciones necesarias y urgentes para proteger la ciudad y los habitantes”.
“Es una devastación. Los daños son enormes y por desgracia no parece que esto se detenga, ya que continúa la marea alta, los tableros eléctricos de los hoteles saltaron y no se pueden utilizar las bombas para sacar el agua”, describió a los medios italianos el director de la Asociación veneciana de hoteleros, Claudio Scarpa.
Por su parte, Protección civil comunicó que 130 bomberos están interviniendo, mientras que se prevé que seguirá el mal tiempo y el fenómeno del “agua alta” continuará durante toda la semana.
Venecia vive una “devastación apocalíptica” Actualmente, la ciudad italiana de Venecia está bajo el agua en lo que se considera hasta ahora como una "devastación apocalíptica"
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