#una novela rosa sjkk
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w00fwoof · 2 years ago
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Freno a comprar un vino. Me bajé del bondi hace un rato largo y en cada paso que doy siento los nervios cada vez más arriba en mi garganta. Lo abriría ahí mismo y seguiría mi camino tomándolo hasta encontrarte, pero no me animo. Intento relajarme mientras avanzo, no quiero verme rara. Siento como si no nos conociéramos, como si esta vez fuera la primera que nos vamos a ver y me pone intranquila no gustarte.
La vez anterior -cuando efectivamente nos conocimos- estábamos demasiado puestos y yo me acuerdo poco, capaz vos también. De esa noche tengo algunas secuencias desaparecidas. Estaba muy borracha y me había caído en una boca de calle, cortándome la pierna. Pero no me importó. Aunque tenía el cancan roto y manchado con sangre, quise seguir con el grupo hasta el reci donde después te acercaste de la nada con tus amigos a ofrecerle escabio a los míos. Toda esa parte fue larga y me acuerdo poco. Terminamos yendo todos hasta la casa de uno de tus amigos, un loquito que estaba de ácido y tocaba el violín. Parecía poseído. Y de vuelta, cosas que no me acuerdo.
Lo que sí no me olvido es cuando nos besamos. Habíamos estado toda la noche mirándonos, nos perseguíamos disimuladamente entre el caos de nuestros dos grupos de amigos que estaban completamente en una. Nosotros estábamos en la nuestra. De a poco nos íbamos aislando de ellos, no físicamente -al menos en un principio-, sino con nuestra atención. Nuestras interacciones con los demás iban disminuyendo mientras aumentaban las que eran sólo entre nosotros dos. No sé de qué hablábamos. Pero me acuerdo que me habías gustado. Ahora lo pienso y era muy claro que yo a vos también, pero en el momento sentía dudas y no me animaba a hacer nada más que seguir hablando. Lo hacíamos sentados en el piso junto a algunos más, que hablaban a los gritos, se reían, deliraban. Me armé un pucho y diciéndote que iba a salir a fumar afuera, me levanté y salí. Sentada en la vereda prendí el pucho y descubrí que afuera ya estaba amaneciendo. Desde mi lugar me dediqué a mirar el alrededor, las casas de enfrente y la calle, por la que obviamente había pasado al llegar a la casa pero no había registrado en absoluto. Después de lo que habrán sido dos minutos, apareciste vos con otro pucho armado en la mano, y me pediste fuego. Yo te alcancé el encendedor disimulando el pico más alto de una emoción repentina que venía en ascenso desde que escuché a mis espaldas el ruido de la puerta abriéndose. Era una sensación de triunfo, porque sabía que ibas a venir. Solo lo estaba esperando, viendo cuánto tardabas.
Lo prendiste y te sentaste al lado mío, en silencio. Yo tampoco dije nada. Estuvimos así un rato, no se cuanto, pero creo que no mucho. Yo tenía ganas de fijarme qué tan cerca te habías sentado, pero no quería moverme. Seguía mirando la calle, los árboles, fumando quieta. De repente por el rabillo del ojo te vi moverte, girar tu cabeza hacia mí. Mi reacción fue rápida e involuntaria y también giré la mía. Entonces encontré tu mirada clavada en mí, además de la solución a mi intriga acerca de la distancia a la que estabas. Era tan corta como yo había querido. Nos quedamos sosteniéndonos las miradas unos segundos. Desafiándonos mutuamente, a ver quien se acercaba primero. Creo que la combinación de mis ganas y lo borracha que estaba podrían haber sido combustible más que suficiente para impulsarme a hacerlo yo, pero la realidad es que no me acuerdo quien lo hizo. Pienso en gran parte que fuimos los dos a la vez. En cuestión de segundos esa distancia que de por sí ya era corta se achicó hasta desaparecer por completo. Primero en nuestras caras, o más bien en nuestras bocas, que juntamos sin dejar que pasara siquiera un mínimo de aire entre medio, besándonos sin disimular ni un poco las ganas que teníamos de hacerlo. Ni vos ni yo teníamos paciencia como para un inicio calmado que fuera aumentando su intensidad de a poco. Casi instantáneamente, por impulso, los cuerpos imitaron el recorrido exacto que hicimos con las bocas, pegándose lo máximo posible y quedando por un momento en una posición prácticamente contorsionada por haber girado los torsos sin darle tiempo a las piernas -extendidas en la vereda- a acompañar el movimiento. Ya era de día aunque todavía no había salido el sol, y desde adentro de la casa no paraban de salir los ruidos de los demás. La música, los gritos, las risas, de a ratos alguien tocaba un piano, otra vez el del violín, cantaban horriblemente canciones que ninguno sabía del todo, y nosotros no escuchábamos nada. Nos besamos un rato largo, rozando nuestras lenguas casi todo el tiempo, rodeando al otro con los brazos para acercarnos lo máximo que pudiéramos. Fue como si de repente los dos hubiéramos entrado en un estado de euforia en el que no podíamos parar de movernos, después de haber estado conteniéndola todo ese tiempo que estuvimos sentados quietos y sin hacer contacto ni con la mirada.
Cuando finalmente paramos no fue por cansancio. Frené yo, me separé, porque desde hacía varios minutos me habían empezado a nacer impulsos de girarme aún más hasta quedar enfrentada a vos, subida arriba con mis piernas abiertas para acortar la distancia que había de nuestros torsos para abajo. Visualizaba la imagen en mi mente pero contenía las ganas, no me animaba. Estábamos en la calle, ya era de día, y aunque el riesgo de que pasara alguien era poco, yo también sabía que una vez arriba no me iba a querer bajar.
Ni bien nos separamos me dijiste que tu casa estaba a cuatro cuadras de ahí. Yo me levanté y entré a buscar mis cosas.
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