#tiene puesto un suetercito que su mamá le tejió con un parche de un leoncito CRYING
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dibaxu-archive · 6 years ago
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Una serena y acogedora brisa envolvía la noche de igual manera que la misma manta infantil desgastada por el tiempo había estado arropando su cuerpo instantes previos a abandonar el familiar aroma hogareño que inundaba sus fosas nasales noche tras noche. La fina lana del suéter tejido a mano por su mamá permitía el paso a la ventisca que erizaba cada vello en su piel, aunque Brandon no sabía con certeza si se trataba de una mera consecuencia del clima nocturno o si iba más allá y se relacionaba con la forma en que su estómago se estrujaba y cómo su corazón comenzaba a latir desbocado al pensar en el encuentro próximo. Como por cuestión de inercia, las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba cuando un rostro se dibujó en cada rincón de su mente y pudo afirmar que tenía que ver con su compañera de aventuras. Su cuerpo todavía imitaba a la perfección el oleaje de sensaciones que se apoderaron de él cuando recibió aquella propuesta ese sábado por la noche, propuesta que lo había empujado a despegar su espalda del colchón que lo había visto crecer, deshaciéndose de sus prendas de cama y de la pereza que se había alojado entre sus huesos mientras saltaba de una red social a otra sin ningún objetivo en especial. La celeridad del trepidar en su pecho, el violento vuelco en su estómago y unas manos que, temblorosas y torpes, no hallaban la velocidad necesaria para abrochar las agujetas de sus zapatillas. Su prematura coartada, que había bordeado el límite entre la verosimilitud y un invento disparatado, fue salvaguardada por la intervención de la persona con la que había compartido cuarto desde el momento en que un estruendoso llanto combinado brotó de sus pequeños cuerpos; Lola jamás había necesitado razones ni justificaciones a la hora de ayudarlo, su bondad simplemente nacía del amor existente entre ambos, incluso en épocas como aquella, en las que las asperezas formadas por su propio cambio de actitud y la eterna niñez de su hermana lograban raspar vilmente la delicada sensibilidad femenina. Esta noche, sin embargo, había prescindido del ingenio ajeno para cruzar el umbral de su humilde hogar evitando los regaños de la primera mujer que había enternecido su corazón.
¿Cuánto más sería capaz de soportar la pena que trepaba por su pecho con cada oportunidad perfecta que dejaba escapar? Brandon jamás se había caracterizado por su caballeresca valentía, mas bien se destacaba por ser la antítesis de un príncipe azul decidido a afirmar con orgullo sus sentimientos por la bella princesa. Era una presa indefensa y el miedo se convertía en el predador más amenazador y salvaje que podía existir, pero estaba trabajando en ello; contaba con el apoyo de grandes amigos que lo instaban a confiar en sí mismo, en sus capacidades, en sus aptitudes, y por sobre todas las cosas, lo incitaban a creer que el amor que sentía por la superheroína de su historia era suficiente para dar el paso decisivo. Habiendo pasado la mayor parte de sus años escolares escondiéndose tras titubeos y sonrisas nerviosas cada vez que tenía la maravillosa oportunidad de interactuar con ella, el pánico que había sentido dentro suyo al verla caminar a la escuela acompañada de un muchacho vagamente conocido fue suficiente para enviarlo en un espiral de ansiedad y bajo autoestima que lo aisló del mundo por completo. Poco a poco fue logrando soltarse de esa cruel telaraña que lo había mantenido pegado al suelo por más tiempo del que hubiese querido para pasar a avanzar un casillero y despojarse a medias de las dudas que provocaban duros quiebres en la deficiente fe que tenía en sí mismo. Aún no estaba listo para revelar las verdaderas intenciones de su corazón, pero no cabía duda de que disfrutaba cada segundo que trascurría en compañía de Kim; por ello es que sus piernas habían alcanzado un ritmo del que no se hubo percatado hasta que sus soñadores ojos dieron con la única figura que estaba impregnada en su cerebro las veinticuatro horas del día y la rodeó antes de frenar su modesto vehículo de dos ruedas al que daba marcha pedaleando. “¿Te hice esperar mucho?”, inquirió soportando el ligero peso de la bicicleta con una de sus piernas. Su punto de encuentro se hallaba sobre una calle tranquila; un par de personas transitaban por la misma de manera descuidada, como si no tuvieran ninguna preocupación en el mundo. “Al parecer los semáforos no se toman descansos ni los fines de semana”, bromeó, observando por un instante las luces cambiantes que formaban parte de la iluminación de la cuadra. Volvió sus ojos a Kim y sonrió, señalando con la cabeza el asiento que había dejado libre para ella. “¿Subes?”
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