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#tatuajes de los goonies
tatuajeshombres · 3 years
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Por Alex Rattray, hecho en Edimburgo. http://ttoo.co/p/245270
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tattoofilteres · 6 years
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Por Anem, hecho en MTL Tattoo Sud, Montreal. http://ttoo.co/p/23975
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cometripmeup · 7 years
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DÍA 12: 23 DE AGOSTO 2017 
Kamakura y Enoshima. La visita a la isla esmeralda.
Siempre que vamos de viaje hay un día en el que digo: me quiero quedar aquí para siempre. Ese día fue el día que viajamos a la isla esmeralda. En realidad, así la bautizamos nosotros, la excursión fue para ver Kamakura y para montar en el Enoden, el trenecito que recorre la costa.  
Cogimos un tren de larga distancia bien temprano (¡y eso que ya pensábamos que no íbamos a coger más trenes así!) y nos fuimos hasta Kamakura. Desde la estación hasta el templo del gran buda hay una pateada bastante seria, que bajo el sol de justicia se nos hizo un poco bola. Casi no había turistas, creo que porque todos fueron más precavidos que nosotros y decidieron mirar los autobuses antes de echarse a andar como locos. Cuando llegamos, abasteciéndonos de un montón de botellas de agua de las máquinas que íbamos encontrando en el camino, nos sentimos infinitamente pequeños en comparación con el gran buda. A sus pies reposaba una bandeja con fruta (había una sandía del tamaño de mi cabeza) y flores. Desde nuestro punto de vista los alrededores del buda y  que conforman el templo, no son dignos de mención pero el buda, quita el aliento. Su enormidad llega hasta donde abarca la vista. Su expresión serena y reposada, con las montañas al fondo, nos aportó una sensación de paz tremenda.
Desde ahí, llevábamos en nuestro cuaderno de viaje anotado que no podíamos dejar de visitar el Templo Hase-Dera. Por suerte estaba relativamente cerca del Daibutsu (el gran buda) porque la sensación de humedad con la playa tan cerca, era realmente agobiante. En el templo invertimos varias horas, pues no solo son dignas de ver las estatuillas de los niños, que simbolizan a los pequeños no natos o a aquellos que murieron con días, también es preciosa la vegetación que inunda el templo, sus lagos artificiales, las libélulas que sobrevolaban nuestras cabezas y la cueva, que cual Goonies, nos aventuramos a visitar también. Desde la parte alta del templo, veíamos la playa y claro, que tentación tan grande, con ese calor tan abrasador, dejarnos llevar hasta allí y meter los pies en el Pacifico, para decir que también nos habíamos remojado en esa parte del océano, además de la que toca Venice Beach.
Caminando, llegamos rápido a la playa, y fue una sensación preciosa meter los pies en el agua verdosa. Cerca teníamos a dos chicas tapadas de arriba abajo, con sombrillas tipo paraguas mojando sus pies también y nos resultó muy cómica su forma de disfrutar del agua escapando del sol.
Cerca habíamos visto una parada de tren del Enoden y decidimos cogerlo ahí mismo para avanzar hasta un lugar desconocido, pues en el cuaderno no llevábamos nada más apuntado. Ahí empezó lo más mágico del día.
Nos montamos en ese pequeño trenecito, con su traqueteo, pasando de una estación a otra, entre las casas y dibujando la costa con sus vías. No podíamos quitar la vista de las playas y los muelles entre los que íbamos avanzando y en un momento determinado, dijimos, aquí; Enoshima es el destino. Nos bajamos del tren y unas estatuas de pajaritos vestidos con ropa de ganchillo nos dieron la bienvenida. El calor era infernal. No podíamos apenas respirar. Compramos comida fresquita y nos sentamos en un bordillo al lado de la playa a comerla plácidamente. Al nuestro lado un cartel indicaba que había que cubrir los tatuajes parar poder entrar en la playa, así que ni lo intentamos.
Seguimos avanzando por una pasarela sobre el mar, con el objetivo de llegar hasta la isla que veíamos al fondo. Allí, aguantando ser bañada por las olas, estaba Enoshima.
Un montón de tiendas a los lados, abarrotaban la cuesta arriba que marcaba la calle principal. La gente hacía cola en los puestos para pedir Sembei, unas obleas gigantes de gambas y pulpo aplastado. Nosotros, como no nos pareció muy apetecible, decidimos parar en la tienda de Hello kitty y comprarnos una toalla para secarnos el sudor, algo muy japonés. Poco a poco, llegamos a un puesto a los pies del Torii que da acceso al santuario de la isla donde nos pedimos un cornet de helado.
Comenzaban las escaleras sin fin. Ascendimos, recorriendo la isla a cada palmo, parándonos, disfrutando de todo lo que íbamos viendo y a cada paso nos parecía más bella. Dentro del santuario había muchos templos pequeños y el observatorio. Subimos al observatorio para disfrutar de las vistas 360  y fue realmente alucinante. Los árboles donde golpeaba el aire, se encontraban tumbados a su favor, y como si fuera un brócoli la isla se recortaba sobre el mar. Era la isla esmeralda.
Continuamos caminando, buscando las cuevas, situadas al final del recorrido (nuestro espíritu Goonie nos puede). El camino era precioso, con dragones, las estatuas del templo budista, lámparas a los lados de camino y además podíamos acariciar a los gatos que se encontraban tumbados por todos lados. Llegamos a unas rocas que daban al mar y quedaba muy poco para que se pusiera el sol. Allí no pudimos evitar detenernos un buen rato.
La puesta de sol lo inundó todo. Fue como un mar de fuego adentrándose en las rocas antes de morir. Fue ese momento preciso en el que dije, ojalá pudiera quedarme aquí para siempre.
El retorno fue menos duro, las escaleras eran de bajada y eso siempre ayuda. En un momento determinado, miré hacia atrás, vi las luces de la isla encendidas y sé, con toda certeza, que ese momento me acompañará al final de los días.
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tatuajeshombres · 6 years
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Por Anem, hecho en MTL Tattoo Sud, Montreal. http://ttoo.co/p/23975
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