#son elecciones municipales así que me da igual
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necesito ideas para un meme que meter como voto nulo en las próximas elecciones alguna idea
#son elecciones municipales así que me da igual#yo siempre ejerzo mi derecho al voto#no sé es que una foto de unos gatos es muy moñas y un dibujo porno furry muy grotesco#una vez metieron una rodaja de chorizo eso nadie lo puede superar
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“El Miradero”, 19/05/2023
Elecciones e imagen
Siendo como soy “aficionado” al Derecho Electoral, y por otro lado a la fotografía, comprenderán los lectores que me llamen la atención los carteles electorales que estos días inundan nuestras ciudades, y que con pocas excepciones muestran a candidatas y candidatos bastante más jóvenes de lo que son, desprovistos de cualquier defecto físico, y en definitiva dotados de una belleza artificial y un tanto ridícula. Desde luego, sé perfectamente que las posibilidades de edición de cualquier fotografía son ilimitadas, hasta el punto de que entre fotógrafos se discute a veces sobre los difusos límites entre “revelado”, “edición” o directamente, “manipulación”. Por supuesto, no hay reglas jurídicas que impidan la utilización de cualquiera de estas tres categorías en los carteles electorales, pero esta tendencia carente de excepciones hacia la idealización física de los candidatos electorales no deja de plantearme inquietudes. Es verdad que cualquier experto, teniendo en cuenta pautas que van desde la iluminación y la toma hasta el postprocesado, puede -por decirlo de forma muy simple aunque también discutible- mostrar al más feo como guapo, o al más viejo como joven. Sin embargo, me parece que eso no tiene demasiado sentido. Por un lado, resulta un ridículo intento de engaño cuando el espectador conoce personalmente a la persona retratada, lo cual es mucho más probable en elecciones autonómicas y locales; pero incluso aunque no se dé ese conocimiento personal, seguro que se ha visto al candidato en televisión o en otros contextos y se aprecia la exageración estética. No solo para retratos he aprendido que si hay tres reglas esenciales en la edición de fotos -aunque puedan tener sus excepciones- son simplicidad, sutileza y sectorialidad (es decir, editar por sectores o zonas y no globalmente), y no me parece que se cumplan en estos casos.
Desde luego, no hay que culpar a los profesionales de la fotografía, que seguramente hacen excelentemente su trabajo, según les encomiendan los responsables de campaña o los asesores de los candidatos. Así que me pregunto, por un lado, en qué medida los propios candidatos se sienten a gusto contemplando su imagen ficticia e irreal por todas nuestras calles. Y, por otro, qué mensaje quiere transmitir alguien con ese tipo de imágenes, como si una perfección irreal y artificial en lo estético y una eterna juventud se correspondieran con la perfección irreal en lo político -e incluso en lo moral- que todo político desearía reflejar. Por supuesto, la última gran pregunta sería: ¿de verdad tiene esto eficacia de cara al voto de los electores? Me gustaría pensar que no, que nos da exactamente igual un candidato con arrugas, defectos, y que representa la edad que tiene, siempre que nos interesen su programa y sus propuestas. Pero ¿quién sabe?
(Fuente de las imágenes:
https://periodicoclm.publico.es/2023/05/11/28m-encuesta-cis-pone-castilla-mancha-manos-garcia-page-psoe-bien-repitiendo-mayoria-absoluta-acuerdo-unidas-podemos/ y https://pozuelodigital.es/pozuelo-arranca-la-campana-electoral-a-las-municipales-y-autonomicas-con-la-tradicional-pegada-de-carteles/ )
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¡Viva el munícipe por antonomasia!
“¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!”, le gritaban sus vecinos a Rafael Alonso interpretando el papel de alcalde en la mítica película Amanece, que no es poco. Pues bien, todo indica que en esa extraña sopa de letras que es el espacio neoconver hay más contingentes que necesarios, porque no hay manera de que presenten una candidatura a la capital catalana. El chico de Waterloo no acaba de parir y están todos comiéndose las uñas, dado que las elecciones son esta primavera. Como el fugadísimo está ocupado en su laboratorio de Quimi CEFA para separatas, trabajando en su último invento de física recreativa, eso de la Crida, anda despistado respecto a todo lo demás.
Lo de sopa de letras no es una simple figura literaria. Vean ustedes: en lo de elegir candidato, candidata o candidito está clarinete que Puigdemont tiene mucho que decir, pero, además, ahí tiene voz y voto el PDECAT, la Crida Nacional ésa, Junts per Catalunya, la ANC, Demócratas per Catalunya y, aunque sea irrisoria su opinión, el grupo municipal convergente.
No será porque no haya gente que se ha estado postulando para afrontar el reto de batirse con Manuel Valls o Ada Colau, que lo de Ernest Maragall es pura capea, lo del PP será anecdótico y el resto simple utilería teatral. Ahí se ha movido la exconsellera Neus Munté, Jordi Graupera, que va de independiente independentista independizado, pero con la ANC detrás suyo, el actualmente encarcelado exconseller de interior Joaquim Forn y el sempiterno aspirante a lo que sea Ferrán Mascarell. Queda la figura omnipotente y omnipresente de Pilar Rahola, que sonó muchísimo en su día –ella misma reconoció públicamente que algo le habían dicho en el sentido de que se presentara como candidata de la derechona separatista– pero que, al menos hasta ahora, ha declinado de manera enérgica el encargo. También les diré que aducir como argumento supremo que la señora mamá de Rahola se lo haya más que prohibido no parece una razón de mucho peso, pero miren, igual que ha existido la figura clásica de madre de la folclórica, bien pudiera ser que en esta tierra tan innovadora inventásemos la de madre de musa del separatismo.
Sea como sea, lo único perceptible entre los herederos de la razón social Pujol y Asociados es un exceso de contingentes, quizás demasiados para lo que van a sacar según todas las encuestas. Que, si en el Parlamento la cosa amarilla está entre Esquerra y el PDECAT o como diablos vayan a llamarse en el futuro, en las municipales barcelonesas su rol puede ser más bien parecido al de aquellas decimonónicas damas de compañía, a la que se daba esquinazo a la primera.
Y es que los convergentes antes y sus discípulos ahora no han tenido nunca ni puñetera idea de lo que es gobernar una capital como la Ciudad Condal. De hecho, Pujol enviaba al ayuntamiento de Barcelona a quienes les estorbaban, como un destierro dorado, o, en el mejor de los casos, a algunos a los que creía que debía darles un premio de consolación. Sabía que Maragall era imbatible. Por allí pasaron Ramón Trías Fargas, Miquel Roca, Josep María Cullell, Joaquim Molins, el mismo Artur Mas, Xavier Trías, en fin, la de Dios. Lo he dicho en más de una ocasión: la derecha nacional separatista solo sabe gobernar municipios donde, por su extensión y poca complejidad, se pueda seguir el modelo caciquil-carlistón de toda la vida, cayéndole lejos, lejísimos, las sutilezas y complicaciones de las grandes urbes. Los sacas de la barretina calada, los castellers, los juegos florales o la Diada y van más perdidos que Mariano Rajoy haciendo la prueba de esfuerzo.
De todos los citados, solo Trías consiguió arrebatarle el sillón de alcalde a los sociatas, que llevaban mandando desde que Narcís Serra llegó al cargo en las primeras municipales de la democracia. Sin desmerecer a Trías, que a mi juicio fue un buen alcalde dejando independentismos aparte – jamás la ideología debe cegarnos ante los hechos, jamás -, lo cierto es que ganar a aquel candidato pesecero, el ínclito Jordi Hereusudoroso, autocrático, despeinado y con menos programa que el manual de instrucciones de un supositorio, tampoco era empresa imposible. Así que, entre que no existe una tradición municipal sólida por parte de los nacionalistas y que no hay un candidato claro, ni una política clara ni, ya puestos, un futuro judicial claro, están sin saber a qué carta quedarse.
Algunos dirigentes viejos, de esos que saben de qué va el paño, nos comentan que da igual a quien presenten porque esta campaña será un partido de ping-pong entre Colau y Valls. “El resto no tiene el menor interés”, nos decían con gesto de resignación franciscana porque saben lo bien que les iría poder mandar en los dos lados de la plaza de Sant Jaume. Yo se lo hago ver y uno de los presentes, hombre socarrón y de esos que no da puntada sin hilo, me replica rápidamente “¿Y a ti quien te dice que vamos a seguir mucho tiempo en el otro?”, en alusión al rumor cada vez más intenso de una previsible convocatoria de elecciones catalanas que coincidiera con la celebración de los juicios a los políticos separatistas. “Perdrem bous i esquelles, al pas que anem!”suspira otro de los presentes, frase que viene a decir que van a perder hasta la camisa, tal como están las cosas. Por lo pronto, están perdiendo tiempo, porque estamos a menos de medio año de los comicios y aquí no se mueve nada. Bueno, tampoco es que Valls se mueva como para producir un tremendo vértigo en el espectador de la política, pero esa ya es, como dijo en su día Kypling, otra historia.
Fuente: Miquel Giménez
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Sin intermediarios
Este año decidí que no iba a mirar el carnaval a través de ninguna pantalla. Que no iba a ver partes por internet, ni en la tele, nada. La verdad es que el carnaval grabado me da un poco de tristeza, lo encuentro tan lejano, tan placebo, tan cosa que sustituye algo sin serlo; consumir eso no cumple con lo que entiendo que debe provocarme el carnaval, o mejor dicho, lo que quiero, lo que necesito que me provoque, que es adrenalina, felicidad, ganas de vivir. Entonces vi que les compañeres de La Mojigata invitaban a subir a la bañadera para ir de tablados con elles y pensé: esta es la mía. Porque a mí lo que más me gusta del carnaval son los tablados alejados del centro, los municipales, los armados por la gente, los que no tienen turistas, pero como no tengo auto, se me complica para llegar hasta allá. En la bañadera es divino porque es como un teletransportador que va de belleza en belleza, como si estuvieras en una galaxia de colores y esperanza de la que vas visitando todos los planetas. Tenían dos tablados de esos de los que más me gustan, y encima llegaba de Buenos Aires mi amigo Matías, murguero de Lxs Payasxs de Overol, y no podía hacerle una invitación más hermosa que ese viaje para festejar su llegada y el comienzo de sus vacaciones. Así que arrancamos para el Club Capurro, no sin antes cumplir con el pedido de comprar algo para la picadita en el bondi. Unos ricos sanguchitos, un poco de nervios en la panza (siempre me da nervios subir a la bañadera de una murga que no es la mía, no lo puedo evitar), y nos mandamos. Había estado una vez, antes, hace mucho, en la bañadera de La Mojigata. Es una murga que conozco muy bien, y que quiero y admiro enormemente. Me recibieron con tremendo cariño, una hermosura. Ligué un montón de abrazos y sonrisas. Eso es algo muy precioso para mí, porque a veces, en carnaval, protagonizar algunos conflictos o tener posturas radicales sobre las cosas rompe muchas relaciones humanas. Soy una militante feminista que estudia y opina sobre el carnaval, y soy, además, parte activa de SUCAU y del proyecto Más Carnaval, y eso no es fácil. Se paga un costo grande por decir lo que una piensa, qué va a hacer. Y a veces porque una se zarpa, también, o se equivoca, o se frustra, o no sabe cómo hacer para entenderse con ciertas personas por un tema de vivencias, de lenguajes, de egos, de tener convicciones demasiado sólidas en vez de la paciencia y la flexibilidad necesarias. Pero, a la vez, a muchas de esas personas carnavaleras las conocés desde la infancia (yo me crié en el carnaval), y las admirás por años, hasta que un día esos vínculos se rompen y bueno, es algo muy doloroso. La Mojigata ha sido siempre un lugar donde he podido volver y sentirme rebién, es como que hay una base de complicidad y respeto que se ha ido construyendo así, casi sin querer, a lo largo de los años, y eso me da una alegría tan inmensa en el corazón, que es como un regalo. Y también porque están atravesados por lógicas que, a mi entender, están recontra vinculadas con los feminismos: el protagonismo de les niñes que siempre están ahí, cerquita, por todos lados, el haber sido siempre una murga mixta, el haberse animado a inaugurar temáticas sexuales, en sus repertorios, desde perspectivas completamente nuevas... Y sí, es una murga tan divina y compañera, tan importante para mi historia, que me pongo un poco cursi al escribir sobre ella, y está bien che, porque qué también, en carnaval lo que juega es ser apasionada. Y mientras yo iba pensando todo eso, con mi pequeña timidez contra la ventana, el teletransportador llegaba al planeta del Centro Cultural Macanudos, un tablado hermoso, armado con un amor inmenso por la comunidad del barrio. Me dio una emoción muy grande en el pecho, y también me hizo pensar en la injusticia de que tantos conjuntos que quisieran, con sus espectáculos, visitar esos barrios y esos lugares tan especiales, no pueden hacerlo porque no participan del concurso, porque les son negados, sistemáticamente, los recursos estatales destinados a ese fin. Porque todo bien con la autogestión: cuando no queda otra, hay que armar la cosa igual, la resistencia es existir. Pero qué gran noticia sería que esos recursos que otorga el estado para el carnaval no fueran administrados de forma monopólica, ¿no? Y pudieran repartirse de un modo mucho más democrático e inclusivo (aunque siga habiendo un concurso televisado, qué sé yo). Pero bueno, ya me fui por las ramas, o por las constelaciones, y en realidad lo que quiero contar es que no había visto nada de la murga, no había escuchado ni una palabra del repertorio, hasta verlos ahí, en ese tablado tan tablado, tan de verdad. Y empezó La Mojigata con esa voz impresionante de La Pitu y la ironía y la inteligencia y la alegría y ese corazo que está recontra murguero y bueno, de pronto ahí, carnaval, la interpelación del cuerpo, y la carcajada fuerte, y mirar a la señora que está gozada, adelante, con la actuación, y disfrutar el presente, ahora, y compartir los palos tan bien dados, y escuchar una narrativa de las elecciones compleja, que me despierta y me deprime pero también me ayuda porque hoy, más que nunca, nos tenemos que decir lo que pensamos para armar acciones nuevas que nos junten, que nos congreguen. Y ahí me empiezo a mover en el banco, y estoy segura de que estuve bien de esperar sin ver nada hasta ese instante, porque el carnaval es la imperfección, porque a la pregunta de qué mierda es la belleza yo respondo: es eso que se le opone a la norma hegemónica, eso que prioriza la libertad, y la libertad nunca es ordenada y afinadita, vamos, la libertad es tremendo quilombo, y menos mal. Me puse a llorar, más bien. Qué más. Después volví a subir a la bañadera para ir al otro tablado y ya me sentía distinta, porque el arte te afloja, claro, carnaval, y alguien me pasó un ferné, y se armó la picadita y la conversa, y ya me daba menos vergüenza porque me pasó por arriba la energía de la música, de la poesía. Aparte se abrió la noche y salió una luna diquera, sexy, que lo envolvió todo con tremendo romance. Y me acordé de aquel tango, tan bonito, que decía, romance de barrio, tu amor y mi amor... Llegamos al tablado del Club Salus, en La Teja, y otra vez, tremendo planeta de belleza, todo ordenado y pintadito, con la gente ansiosa, esperando, y un sonido que estaba tremendo, se escuchaba perfecto. Me senté, me apoltroné pensando que ya estaba preparada para lo que iba a venir y no, qué va, de nuevo la sorpresa, la colgadera absoluta, y repasar todo, y esa cosa de la relectura que tienen las murgas que hay que verlas muchas veces, más bien, pero no para "entenderlas" sino porque cada función es efímera, y distinta, y se arma con todes quienes están ahí, porque no da lo mismo, no señor, nunca da lo mismo si estás en tu casa. Dejarse atravesar, entregarse, devolver algo, aplaudir, dejarle ver al tipo o a la piba que están ahí arriba qué te pasa en el cuerpo con eso que están haciendo, qué te pasa en los ojos con esa retirada tan valiente que te enorgullece y te hace sentir que ta, que vamos bien, vamos bien porque la coherencia sigue siendo un valor, y acá estamos, hoy, bajo esta luna, emocionados y juntos, bajo esta luz. Y porque ver una murga así dan ganas de agradecerle a la vida el ser testigo de tanta lucidez y talento, sentadita en el barrio, siendo parte del pueblo. Uruguay, nomá. Más abrazos, y comentarios, qué lindo es este tablado, cómo suena, che, qué hermosa que es la gente. Algún murguista sudoroso dejándome la querida mancha blanca en el cachete, el teletransportador al club y sentirme agotada de mí misma y de mi intensidad, y también pensar bueno, una noche inolvidable de carnaval es algo intransmisible, que quiero que tengan todes les niñes que amo. Una noche mágica de carnaval es algo por lo que vale la pena seguir peleando, siempre. Murga, murga, vos sabés cuánto te quiero... sos lo más grande que hay.
Soledad Castro Lazaroff, 8 de febrero de 2020
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Retazos de diarios
Me he despertado a las 5 y media de la mañana. He hecho café, tostadas con mantequilla, he mirado Twitter, he tuiteado la columna de El País. La mañana se me ha hecho eterna. A las 11 pensaba que era por la tarde. He ido al gimnasio. Casi solo he corrido. Voy casi todos los días. Siempre pienso que los que están a mi alrededor también han empezado el gimnasio porque su pareja les ha dejado. ¿En qué otro contexto le puede gustar esto a alguien?
He comido las sobras de comida tailandesa del domingo. He intentado dormir la siesta. La situación era favorable: había dormido 4 horas por la noche y había hecho bastante deporte. Pero no he conseguido dormir. Me he levantado y he ido al Lidl a comprar plantas. Quedan bien en la habitación. Luego he trabajado y leído y he editado algunos vídeos del viaje a California. Me hace más ilusión la película del viaje que los diarios, que son poco interesantes pero sin contexto tienen gracia:
A veces no me apetece escribir. Lo siento como un trabajo. Tampoco encuentro muchos momentos para hacerlo. Ahora es uno ideal. En un camping justo debajo de Humbug Mountain, a unos 200m del Pacífico, con el sol en la nuca y el ruido de la autopista 101, que recorre toda la costa oeste.
[…] Mientras escribo esto aparecen dos codornices con un montón de polluelos. No pueden subir un muro y lo intentan durante un rato.
Mike me acaba de montar el escritorio de la furgoneta para que pueda escribir más a menudo, incluso cuando vamos conduciendo.
Mike y yo decidimos limpiar el vómito rosa de alguna manera. Podemos usar la manguera de la ducha, que sale del techo. Yo sigo en mi depresión de droga pero Mike ya tiene los ojos rojos. Le digo que mejor subo yo al techo, que solo estoy triste. Creo que controlo pero todo es confuso. Arriba tengo que enganchar una manguera, girar varias manivelas y tirar el chorro de agua apuntando bien. Lo que conseguimos es crear un charco de vómito rosa aguado, con tropezones por todos lados.
La furgoneta huele a mar y bacon.
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He leído diarios pasados sin publicar. Me apetece publicarlos. Este es de abril de 2019. No le voy a poner cursivas porque queda muy feo. Queda mejor algo así:
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Nada más llegar, antes siquiera de abrazarnos, le he dado su regalo. Es una botella de licor danés, se llama aquavit. Él suele tomar bastante aquavit pero de una marca más o menos asequible; le he comprado la botella cara, de la marca Linie. Le ha hecho mucha ilusión y nos hemos abrazado. Ha sido extraño que el regalo precediera al saludo. Me he quedado un rato pensando en eso.
He venido desde Sevilla, donde estaba presentando mi libro, hasta aquí solo porque me tocaba estar en la mesa electoral para las elecciones municipales, autonómicas y europeas. Al final no me ha tocado. Hemos ido temprano y me han despachado tan rápido que a papá no le ha dado tiempo ni a terminarse su café en la cafetería de al lado. Luego hemos vuelto y se ha echado a dormir. Duerme mucho, las pastillas del corazón le dejan agotado. Se suele despertar más o menos temprano, desayuna y después de desayunar vuelve a acostarse. A veces se queda dormido hasta casi la hora de la comida, y apenas come, se hace una “tapa” y ya está (pan con paté, con queso, con mantequilla).
Antes de comer hemos vuelto al colegio electoral, ha intentado votar también a las autonómicas a ver si cuela pero le han recordado lo obvio, que los extranjeros no pueden. En casa hemos comido muslos de pato en lata muy grasientos pero deliciosos. Ha metido en el horno los dos muslos, dos mitades de pera, dos mitades de naranja, uvas y col morada. Suele hacer estos experimentos. Dudo mucho que la fruta haya aportado algo de sabor. Luego ha dicho que la grasa del pato la podemos usar para untarla en pan. Tras la siesta, ha dejado la bandeja al sol a la puerta de la finca, en el suelo, desconozco por qué (¿para que se lo coman los gatos que rondan los contenedores de basura? ¿para que se seque la grasa? No entiendo).
De postre siempre tomamos un chupito de aquavit. Mi padre cuenta la historia de que el aquavit lo maceran en barricas que deben estar en una bodega de un barco, porque el vaivén del oleaje le ayuda. No lo he podido comprobar.
Por la noche me ha contado que, cuando trabajó en una agencia de marketing que le hacía la propaganda al Partido Comunista (no era su único cliente) tuvo que viajar a Cuba para que le pagaran, y no les llegaron a pagar; tuvo que echar a uno de sus socios por borracho y descubrió que su director financiero colocaba los ingresos de clientes extranjeros a plazo fijo durante un mes en una cuenta posiblemente de un paraíso fiscal, mi padre se enteró y no le echó, sino que utilizó eso para comprar su lealtad, “a partir de entonces cada vez que le preguntaba qué le parecía algo siempre me decía que le parecía todo muy bien”. Esta frase la he hecho así un poco copiando a Édouard Levé, que es la única manera que sé de escribir diarios.
Siempre pienso que si no fuera su hijo disfrutaría más de sus historias, y preguntaría y repreguntaría, y sin embargo lo escucho como un adolescente que está esperando que termine el coñazo que le están contando para poder irse a jugar a la play. Creo que me pasa esto porque me da miedo indagar en la vida de mi padre, pero sobre todo porque tengo una relación extraña con él: siempre siento que me estoy viendo a mí mismo dentro de cincuenta años y me entra pavor. Muchas de las cosas que le critico son cosas que yo podría igualmente hacer.
Hace poco me contó que se subió al coche y estaba un disco mío de metal sonando. Incapaz de sacarlo, lo tuvo que escuchar durante todo el trayecto. Le pregunté que si lo consiguió sacar y si lo guardó, me dijo que sí. Luego lo encontré colgado de un clavo en la pared, lleno de polvo. Otro disco, el 10.000 days de Tool apareció en una maceta completamente empapado e inservible, había estado ahí durante los días más gordos de tormenta. Me cabreo mucho con él, pero son despistes suyos que bien podrían ser míos. Cuando le veo cocinar y comer mal, comer entrehoras, ocultarse tras la ironía, me veo a mí mismo y a quien realmente critico es a mí mismo. Me acuerdo de lo que decía Koestler de Orwell: “era implacable consigo mismo, y la extensión de esa implacabilidad [a los demás] era una especie de cumplido” Seguro que soy el primer hombre en la historia que ve así a su padre.
Me insiste en que debo alquilar mi casa de Lavapiés a los británicos que van a llenar Madrid para la final de la Champions League. Dice que puedo poner la noche a 1.000 euros.
Los problemas siempre son logísticos o de comunicación, o una combinación de ambos.
Cuando estoy en la playa me muevo entre una casa y otra, ceno en una, duermo en otra, trabajo en ambas, nunca sé dónde instalarme, pongo una tumbona en una y luego la vuelvo a mover a la otra, vuelvo loco a Rufo que siempre quiere estar pegado a mí. Todo esto me provoca ansiedad, no tengo y nunca he tenido un trono, un lugar que permanece intocable pase lo que pase y donde me pongo a trabajar en paz. Me voy siempre moviendo de un sitio a otro y nunca estoy cómodo. Soy un poco como los perros cuando dan vueltas y vueltas para tumbarse.
Mi problema ahora es de logística. ¿Cómo vuelvo a Madrid desde aquí? Es siempre una odisea. Las alternativas son: que mi padre me lleve a Mazarrón, donde cojo un bus hasta Murcia y luego un blablacar o tren hasta Madrid; que Paco venga a buscarme desde Mazarrón y me lleve al bus a Murcia y luego de ahí a Madrid; que encuentre un blablacar que se acerque más o menos por Mazarrón, Totana, Águilas y me acerque mi padre o Paco. Ahora una alternativa es Cuenca: mi padre y Conchita van a pasar el finde ahí y quizá puedo irme con ellos y cojo un AVE a Madrid.
Escucho metal extremo incluso cuando me duele la cabeza.
He viajado por el mundo, no me puedo quejar. Y sin embargo sigo viendo los viajes como algo excepcional, su logística me abruma. No puedo leer ni escribir ni hacer nada si sé que tengo que coger un bus o un tren o un avión, y solo consigo trabajar algo en los viajes largos: si mi viaje es de una hora o dos no consigo concentrarme, me obsesiona la idea de que ya casi llego. Me creo cosmopolita pero viajo como un provinciano que nunca ha salido de su barrio. Envidio la naturalidad con la que J. se mueve por el mundo. Me lo imagino siempre completamente indiferente con su alrededor. Puede leer sobre antifranquismo en Astaná o escribir de Rawls en Algeciras. El mundo es su terreno de juego, va a pensar y a sentirse igual aquí que en Nueva York. Nunca hace fotos ni comparte nada de sus viajes. Si tuviera Instagram, podría tener miles de seguidores solo por la curiosidad que provoca alguien que ha vivido en la India, Kazajstán, Londres, Bruselas, y que ahora se va a un doctorado a Nueva York. Yo en cambio soy un poco el que hace una foto de Instagram cuando coge el tren Madrid-Murcia. Viajaré por todo el mundo y me seguiré sintiendo así.
Es algo que le pasa a mi padre. Durante décadas viajaba por trabajo por toda Europa, a veces por todo el mundo. Y sin embargo las dos horas previas a coger un avión siempre está estresado, y si viajas con él te presiona, te pide que te des más prisa, está irascible e insoportable.
Una cosa que me agobia mucho: estar sentado dónde no debo en un tren
Me he duchado ya dos veces en la terraza con la manguera. Es divertido. La ducha me da pereza. La ducha es obligación, pero bañarme con la manguera es como una aventura.
Cuando bajo la basura y al rato viene el camión a recogerla lo escucho llegar con anticipación e ilusión: “ahí está recogiendo mi basura”, como si despidiera a un amigo.
En Lavapiés, de noche, con las ventanas abiertas de par en par, suena murmullo de gente y una flauta como de la peli Kung Fu.
Tengo dos tipos de ansiedad: la que me quita completamente el hambre y la que me da muchísimo hambre. La primera me ocurre cuando estoy triste; la segunda cuando estoy contento. Ahora estoy en la segunda.
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En Tetuán, de noche, con la ventana abierta solo se oyen coches. Tengo puesto el ventilador aunque no hace calor y estamos ya en octubre. Me he borrado Instagram y Tinder porque me vuelven loco y me deprimen. Espero poder dormir algo.
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Lo que callará el Granma
Anciano con un viejo número de Granma (Reuters)
LA HABANA, Cuba.- El periódico Granma dedicó, en una de sus ediciones de la pasada semana, una de sus ocho páginas a una información sobre las características del proceso electoral cubano. Se trata de una entrega inicial, pues el mismo diario amenaza con que trabajos de ese tipo verán la luz “todos los jueves y por varias semanas”. Esta intención parece razonable, ya que se requieren tiempo e insistencia para potabilizar nuestro intragable sistema comicial.
No me las doy de adivino. Pero barrunto ya las muchísimas omisiones de las que adolecerá esa serie del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC). Por ello me animo ahora a redactar este trabajo a fin de señalar las principales deficiencias clamorosas de ese proceso, las que seguramente no mencionará el referido medio de agitación y propaganda. Y esto pese a contar, según afirma, “con los especialistas de la Comisión Electoral Nacional”.
Lo primero a señalar es la característica esencial de ese proceso: en él, los ciudadanos no eligen nada. O casi nada, que, como diría el inefable Silvio Rodríguez, “no es lo mismo, pero es igual”.
La única escogencia de los desdichados hijos de esta Gran Antilla es entre dos o tres (¡o incluso hasta ocho!, ¿por qué no?) candidatos a delegados municipales. Como regla, estos proto-concejales son un hatajo de infelices que, de resultar electos, nada podrán resolver, salvo quizás algunas pequeñas prebendas de ínfima categoría para sí mismos.
Es por ello que los ciudadanos de a pie suelen eludir el compromiso de figurar en las boletas, y apoyan con entusiasmo al primero que es propuesto en la Asamblea de Nominación de Candidatos, siempre que sea otro. Hay una sola excepción digna de ser mencionada aquí: los taimados con ansias inconfesas de ser diputados. Como la liturgia comunista establece que hasta la mitad de los parlamentarios sean seleccionados entre los delegados municipales, ello da alas a los deseosos de trepar dentro de la jerarquía. Claro que esto sólo está al alcance de los muy “integrados al proceso”.
Pero más allá de las naturales aspiraciones personales, lo que está fuera de toda duda es que el ajetreo comicial no producirá cambio sustancial alguno en el país. En otras latitudes, el rumbo que sigan los asuntos públicos depende del resultado de las elecciones. Esto ha sido cierto aun en la Venezuela chavista (y seguirá siéndolo hasta que Maduro materialice sus planes de “cubanizar” a su país, si logra celebrar la espuria Asamblea Constituyente que ha inventado).
A nivel de toda Cuba, las votaciones para diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, proclamada como órgano supremo del Estado, no arrojarán sorpresa alguna. ¿Cómo va a haberlas si el número de candidatos es igual al de los curules! Así lo establece la flamante Ley Electoral vigente, que el régimen ofreció reformar: otra promesa incumplida.
En la nominación de los candidatos a diputados, el papel central lo desempeñan las comisiones de candidaturas, integradas por representantes de las llamadas “organizaciones de masas”. “¡El Partido no postula!”, oímos a menudo. A los que repiten ese lugar común de la tendenciosa propaganda comunista, yo sólo los emplazaría a que me digan el nombre de un solo miembro de esas comisiones que no sea militante del PCC…
Lo mejor de todo llega a la hora de escoger al Jefe de Estado y Gobierno. Su designación corresponde a la Asamblea Nacional, pero ni siquiera ella —¡valiente “órgano supremo” que es!—, puede decidir libremente esta cuestión. También aquí la voz cantante la lleva la Comisión de Candidaturas Nacional.
O sea que podemos tener la certeza de que el cargo será ocupado por el mismo mandamás en funciones o por la persona que él designe. Esto último, si se cumple el ofrecimiento de elegir en 2018 a un nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Es así, sin penas ni glorias, como transcurrirán las votaciones en Cuba, y son cosas como ésas las que callará el Granma, aunque para decirlas no hagan falta “todos los jueves” ni “varias semanas”, sino menos de 700 palabras.
Lo que callará el Granma
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