#solo me estoy arrancando los pelos por esto porque
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reinapepiada · 5 months ago
Note
la dictadura de Venezuela está en el poder porque le conviene a poderes políticos más allá de los civiles? sí
la oposición en Venezuela es un títere de la ultraderecha gringa? sí
ninguna de las dos opciones es buena? sí
nada asegura que un gobierno diferente NO será manipulado por algún externo. Venezuela es un tremendo puerto y todo el mundo sabe que el tráfico de drogas que pasa por ahí mueve millones y millones de dólares. claramente eso no lo van a dejar fácilmente.
significa que hay que dejar la dictadura como está? no 😭 significa que hay una alternativa favorable que SÍ piense en el bienestar de mi gente? no 😭😭
la política venezolana es EXTREMADAMENTE compleja, por eso estamos como estamos, pero coño, a estas alturas creo que la mayoría está de acuerdo de que lo único que queremos es recuperar las necesidades básicas y tener la posibilidad de prosperar. como se ve eso en la política actual? ojalá supiera :(
La verdad es que me parece ignorante de mucha gente fingir que la oposición no es claramente una títere de la ultraderecha gringa, pero al mismo tiempo es verdad que es este momento somos una herramienta de Rusia de la misma manera.
Negar la realidad histórica de nuestro país y fingir que las dictaduras de derecha eran "dictablandas" es no aprender de los errores del pasado y solo nos va a llevar a estar en la misma posición en la que estamos ahora. Sometidos bajo un régimen pero del otro lado.
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abzur-dahh · 2 years ago
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Primera parte
Nunca supe porque mi corazón tuvo que ser maltratado de esa forma, ya venía rota desde antes, y me hicieron creer que ella sería mi lugar seguro, y que todo al mi alrededor era malo para mi, lo que creo esa dependencia emocional hacia ella, encontró mis debilidades y las utilizo, sabía que sentirme insuficiente era uno de los peores castigo para mi, saber que no estoy haciendo las cosas bien, intentar de ser perfecta, nada, nada era suficiente para ella, me tragaba tantas amarguras, tanto dolor, tanto sufrimiento y no decía nada, eso se convertía en angustias, en las noches pensaba y me atacaban los demonios, yo pensaba que ella me había ayudado alejarlos pero los hizo volver más hambrientos de mi, ya que estaba débil, indefensa, mi mente tenía el control de mi, ella tenía control de mi, yo no estaba ahí, fue entonces que esos demonios se aprovecharon de mi de lo indefensa que me había vuelto y me hicieron hacer cosas de las que me arrepiento, cada cortada, cada bajón, cada tirada de pelo, cada mordida en mi piel, arañazos y puños tratando de hacerlos sangrar, cuantas tiradas al piso llorando sin control, llorando hasta sentir que me ahogaba, arrancando y escondiéndome en los parques, o encerrándome en los baños y quedándome en una esquina con miedo, cuantas veces sus inseguridades hacia a mi, alimentaban mis demonios y lo peor es que ella no se daba cuenta de lo que me hacía , porque yo no decía nada, mi silencio y incomodidad, mi ansiedad antes de verla, representaba todo lo que me había lastimado y enfermado, ella siempre creerá que yo sola me lo hecho, que yo busque hacerme eso y que yo fui la mala, no tengo problemas en aceptar que también perdí la cordura, y que muchos actos míos fue porque estaba al borde de un colapso por guardarme tanto pero tanto por decir, siempre me veía indefensa y llorando, llorando y llorando, y si algo me dolía lloraba y desesperaba, me ahogaba, cada vez que terminaba y me quedaba en mi pieza, tachaba en la pared cuantos días duraba esto, mi mente estaba enferma porque ella logró hacer que mi mente se tratara solo de ella, que pareciera una obsesionada? Una loca? Psicopata? Quizás si, porque eso querías y luego lo ocupaste en mi contra, hasta el día que decidí tapar mis heridas, el día que decidí defenderme y cambiar, el día que empecé hacerme dibujos en mis cicatrices, el día que mi mente empezó agregándose a mi, de apoco, muy de apoco, fuiste bajando, seguíamos en una relación, pero yo ya no sentía lo mismo, me estaba poniendo a mi primera, y volver a recuperar mi vida antes de ti, y eso te comenzó afectar, al ver que no todo se trataba de ti, entonces ah�� comenzó tu enfermedad, tu ansiedad, y yo era la que tenía el poder, pero ver que estabas cayendo en una situación como la mía, me hacía querer quedarme, me olvidaba de todo hacia atrás, y cualquier cosa que hicieras ya no me dolería como antes, solo quería estar ahí… porque tú fuiste dura conmigo en mis momentos más vulnerables y eso me volvió fuerte, así que hice lo mismo contigo, siempre traté que no dependiera de mi, si no de ella, que lograra las cosas por si sola, pero el solo hecho que me llamara destrozada llorando con una desesperación como si quisiera matarse, no podía alejarme, así que volví estancarme, porque si, la quería, quizás no como ella hubiese querido, pero entendía por lo que pasaba y no quería que se hiciera daño, pero ella sabía que ocupó una de mis últimas debilidades, sabía que esa me mantendría ahí aún por más que me quisiera alejar porque ya no me hacía bien pero llegó un momento que no pude más con eso, llegó el momento que la verdad se soltó y desde ese momento fui libre, y es cierto, la verdad nos libera, nos libera de los apegos, las emociones, los sentimientos, fue el momento que corte esa cuerda que me tenia tan apretada de la mano tratando de no soltar algo que se estaba cayendo hace mucho….
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eldiariodelarry · 4 years ago
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Clases de Seducción, parte 18: Secuelas
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17
Rubén bajó las escaleras, y al llegar al primer piso se dio cuenta que no podía irse de la casa de Roberto porque había dejado su polera en la habitación de Felipe, así que rápidamente tomó la decisión de encerrarse en el baño de invitados, que estaba a un costado de la escalera.
Sintió náuseas, así que después de asegurarse de poner el seguro a la puerta, levantó la tapa del inodoro y vomitó, y mientras lo hacía, lloraba.
—Rubén, ¿qué te pasó? —escuchó la voz de Felipe al otro lado de la puerta.
A pesar de su habitual monotonía, Rubén pudo detectar cierta inflexión en su voz. Supo que estaba preocupado.
—Si hice algo mal, por favor, perdóname. No fue mi intención ofenderte —le pidió.
A Rubén le dio lástima que Felipe creyera que era su culpa, y se odió a sí mismo por eso.
¿Cómo podía ser tan estúpido para haber reaccionado así?, ahora por su culpa Felipe estaba preocupado, y él ahí encerrado en el baño llorando como un bebé.
Pero su reacción fue un acto reflejo, algo que no pudo controlar. Quizás era el momento de compartir con alguien su verdad, cómo se sentía realmente, sin hacer parecer que tenía todo bajo control.
Rubén se dio cuenta que desde que había vuelto de Iquique, no había hablado con nadie profundamente sobre lo que le había hecho Marcelo. Sí, efectivamente el día anterior se lo había contado a Catalina, pero él mismo le quitó importancia porque sentía que aún le afectaba, aunque no sabía que tanto.
Se tomó un par de minutos para terminar de desahogarse, y quitar todo sentimiento de asco y vergüenza de su interior.
Cuando abrió la puerta, Felipe estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la misma. Se puso de pie rápidamente y Rubén notó que tenía su polera en la mano derecha. Lo miró con preocupación, y antes que pudiera decir algo, Rubén le dio un fuerte abrazo.
Felipe lo abrazó también, y le acarició el cabello, como intentando reparar lo que sea que había hecho minutos atrás.
Ninguno de los dos dijo nada mientras estaban abrazados. Se quedaron ahí, de pie, sintiéndose el uno al otro por varios segundos, hasta que Rubén bajó los brazos.
Se separaron, y Felipe le extendió su polera a Rubén, y él la aceptó avergonzado.
—¿Quieres hablarlo? —le dijo Felipe, mirándolo a los ojos.
Rubén simplemente asintió, y sintió cómo las lágrimas comenzaban a caer nuevamente por su rostro.
No sabía por qué estaba tan sensible al respecto. Pensaba que ya lo había superado, pero al parecer no estaba ni cerca de hacerlo. El tener que hablar realmente de aquella situación lo aterraba por tener que revivirlo, y por tener que quedar completamente vulnerable ante alguien más.
—Espérame arriba, te prepararé un té —le dijo Felipe, demostrando su preocupación.
Rubén obedeció y se dirigió a la habitación de la cual había salido arrancando hace unos minutos. Se sentó en la cama de Felipe y esperó a que el anfitrión volviera.
Al rato Felipe entró a la habitación con una bandeja, donde llevaba un tazón de té, dos vasos con jugo de naranja y un platito con papas fritas Lays.
—No sé si sean buenas para comer con té, pero fue lo único que encontré —le dijo Felipe, refiriéndose a las papas fritas.
—Están bien —respondió Rubén, agradecido por la preocupación—. Igual, creo que exageré con mi reacción, no era para tanto.
Rubén comenzó a pensar más en frío, y se arrepintió de haber hecho una escena.
—No parecía algo sin importancia, Rubén —le dijo Felipe, serio—. Parecía bastante importante —se sentó en la cama, junto a Rubén, y le tomó la mano—. No estoy diciendo que yo sea la persona indicada a la que tengas que contarle tus cosas, pero claramente te estás guardando algo que te está dañando por dentro, aquí —le acarició la frente—, y aquí —puso su puño con delicadeza en el pecho de Rubén.
Rubén lo miró a los ojos, y sintió que podía confiarle todo a Felipe. Supo que el muchacho que tenía a su lado no lo iba a juzgar, y que lo iba a apoyar sin importar nada.
—Hay algo que no te había contado del viaje con mi curso a Iquique —comenzó a decir Rubén, con la voz temblorosa—. Te mentí cuando te dije que un compañero me había pegado en la cara jugando a la pelota.
Felipe simplemente lo miró y asintió para indicarle que lo escuchaba atento.
—Después de lo que pasó con Sebastian —continuó Rubén—, uno de mis compañeros nos escuchó hablar al respecto. Bueno, él ya me había estado molestando por haber bailado contigo en la fiesta —recordó—, pero eso no viene al caso. Escuchó una conversación que tuve con el Seba, donde hablábamos sobre lo que hicimos, y él grabó esa conversación y nos amenazó con contarle a todos —Rubén notó que Felipe apretaba con fuerza los puños, pero su rostro permanecía sereno, atento a sus palabras—. Después traté de hablar con él, a solas, y amenazó que iba a denunciar a Sebastian por estupro, porque él ya era mayor de edad y yo no. Esto nunca se lo conté al Seba; no quería que aparte de la preocupación de ser sacado del closet tuviera que preocuparse por no ir a la cárcel —explicó—. Después de varios días volví a intentar hablar con mi compañero, para ver si podíamos llegar a un acuerdo o algo. Me dijo que si le —Rubén se detuvo para tomar aire. Le daba asco contar esa parte de la historia. Asco de Marcelo, pero también de sí mismo, por haber estado dispuesto a hacerlo—, me dijo que si le hacía sexo oral me iba a entregar la grabación y no le diría a nadie. Yo accedí —las lágrimas comenzaron a caer nuevamente por su rostro—, pensando que así podía proteger al Seba, pero cuando me arrodillé frente a él, me tomó con fuerza del pelo, levantó la pierna y me pegó —se tocó la mandíbula y recordó todo el dolor que sintió cuando recibió el golpe—. Caí de espaldas al suelo y me escupió —recordó las palabras que le dijo Marcelo en ese momento, amenazando con matarlo si lo veía en la ciudad nuevamente, pero prefirió omitirlo. No creía que hablara realmente en serio. Quería creer que no lo haría de verdad—. Cuando me presionaste la cabeza, recordé todo eso, y por eso reaccioné así.
—Rubén, no fue mi intención… —atinó a decir Felipe, que estaba sin palabras. Abrazó a Rubén, que se pudo desahogar apoyando su cabeza en el pecho de Felipe—. Perdón por hacerte pasar por esto.
—No es tu culpa —lo tranquilizó Rubén, sintiendo su preocupación.
—¿Por qué no me lo contaste antes? —le preguntó Felipe.
—No sé, no quería preocuparte, o abrumarte con mis problemas, y tampoco pensé que llegaría a afectarme de esta forma —la verdad era que ni él sabía por qué tenía esa manía de ocultar lo que le pasaba.
—Rubén —dijo Felipe separándose de él y buscando su mirada—, no estás solo, ¿escuchaste? —Rubén asintió, avergonzado por su actitud secretiva—. No es bueno que te guardes estas cosas. Necesitas hablarlo con alguien.
Rubén no dijo nada. Se sintió aliviado y avergonzado al mismo tiempo. Era muy liberador poder, al fin, contarle a alguien más lo que realmente había vivido en el paseo a Iquique, tanto que no podía entender por qué se resistió tanto a contarlo.
Sin embargo, le preocupaba que el hablar sobre lo sucedido en el viaje a Iquique no fuera suficiente para solucionar su imposibilidad de llevar a cabo una relación sexual normal, como le acababa de ocurrir.
—¿Quién fue el que te hizo eso? —le preguntó Felipe, después de un largo silencio cómodo entre ambos.
“No importa, no lo conoces”, pensó en responder Rubén, pero así seguiría con su actitud de bajarle el perfil a las cosas.
—El Marcelo —respondió finalmente, después de pensarlo un par de segundos.
Rubén sabía que Felipe lo conocía, después de todo estudiaron por cuatro años en el mismo liceo, y de seguro habían jugado juntos a la pelota en algún momento.
Felipe no dijo nada, simplemente abrazó a Rubén, y le acarició el cabello.
—No lo vas a ir a buscar para pegarle, ¿cierto? —le preguntó Rubén después de unos segundos.
—No haría nada que tu no me pidieras —respondió con seriedad Felipe, mientras continuaba acariciándole el cabello.
Rubén notó que la actitud de Felipe estaba rara, como distante, a pesar de estar literalmente abrazándose el uno al otro.
—¿Qué pasa? —le preguntó a Felipe, acomodándose para quedar frente a frente.
Temía que Felipe se hubiera enojado con él por no contarle sobre aquel episodio.
—Nada, me da rabia nomas —respondió Felipe, serio y cabizbajo.
—¿Qué cosa te da rabia? —quiso saber Rubén, temiendo que se refiriera a él.
—Me da rabia que hayas tenido que pasar por eso —lo miró a los ojos—. Y sobre todo, que lo hayas tenido que pasar tú solo —Rubén bajó la mirada, avergonzado; pero Felipe puso su mano en su mentón e hizo que lo mirara a los ojos nuevamente—. Rubén, quizás no somos pareja en este momento; quizás solo somos amigos; o incluso si nos peleamos en algún momento y nos dejamos de hablar, quiero que sepas que nunca vas a estar solo, y que siempre vas a contar conmigo. Si un hueón te vuelve a hacer algo así, cuéntame. Que te sirva, por último, como desahogo. Tenemos que apoyarnos entre nosotros, porque si no lo hacemos nosotros, ¿entonces quién?
Rubén miró a Felipe con admiración. Cada palabra que él decía encontraba que estaba llena de madurez, algo que para él le parecía casi imposible de alcanzar a su temprana edad. Pero claro, Felipe a pesar de ser un par de meses mayor que él, había tenido que madurar a la fuerza, y había experimentado muchas otras cosas que quizás él ni siquiera imaginaba.
En ese momento escucharon que alguien abría la puerta de la entrada, y luego las voces de Roberto, Marco, Anita e Ingrid conversando y riendo llegaron a sus oídos.
—Si quieres puedes ducharte acá —le ofreció Felipe, poniéndose de pie, y recordándole a Rubén la razón por la cual estaba en su casa.
—No es necesario, me bañaré en mi casa —respondió Rubén—. Perdón por haber interrumpido lo que estábamos haciendo por mis traumas —repuso, avergonzado.
—No te preocupes, Rubén —le dijo Felipe con seriedad, pero con un brillo especial en su mirada—. Me alegra saber que al menos pudiste desahogarte —se acercó a Rubén y le dio un beso en los labios—. ¿Cómo te sientes ahora?
—Bien. Mejor. Creo que necesitaba dejarlo salir, aunque ahora tengo miedo de haber quedado con otras secuelas.
—Ya diste el primer paso, ahora solo te queda buscar ayuda —Felipe se volvió a sentar a su lado—. Yo no puedo hacer mucho. Puedo intentarlo, sí, pero al final creo que necesitarás ayuda profesional.
Rubén asimiló sus palabras, y de inmediato pensó en cómo podría costear esa ayuda profesional. Supuso que la situación económica de su padre no le permitiría pagarle esa ayuda, mucho menos ahora con los inminentes gastos de la universidad, y tampoco le gustaba mucho la idea de contarle a su padre que necesitaba ayuda por haber sido sexualmente chantajeado para ocultar su identidad sexual en el viaje de curso.
—Gracias, Felipe, de verdad —le dijo Rubén, y para demostrarlo, lo besó con delicadeza en los labios.
El beso fue interrumpido por Roberto, que ingresó a la habitación sin golpear. Rubén y Felipe se separaron de inmediato, sorprendidos.
—Perdón, no pensé que estarían acá —se disculpó Roberto.
—No pasa nada, entra —le dijo Felipe, sin ganas, al ver que Roberto se disponía a salir de la habitación.
—Sólo venía a cambiarme la polera —explicó Roberto, señalando una gran mancha naranja en su polera blanca—. El ahuenao del Marco me derramó la bebida en el cine. Hola Rubencio —lo saludó, y a Rubén le causó gracia que lo llamara igual como lo hacía Marco.
—Hola —saludó Rubén con una sonrisa amable, y se quedó en silencio mirando cómo Roberto se sacaba la polera manchada y se ponía una limpia.
Le llamó la atención la facilidad con la que se cambió frente a ellos, sin problemas. Rubén estaba consciente que su propia timidez era la razón por la cual a él le resultaba tan difícil sacarse la polera frente a otras personas, y que normalmente los chicos lo hacían todo el tiempo, pero no le dejaba de llamar la atención que lo hiciera frente a ellos dos, ya que por su propia experiencia, los heterosexuales se sentían incómodos al sacarse la ropa frente a alguien gay (y mucho más frente a dos).
—Hay palomitas abajo, por si quieren —les dijo antes de salir de la habitación, y luego cerró la puerta.
Felipe y Rubén se miraron con complicidad después de asegurarse que la puerta estaba cerrada, y sonrieron con inocencia.
—Vamos a saludar a los niños —le dijo Felipe, dándole unas palmaditas en el muslo derecho a Rubén.
Rubén asintió, y se preocupó por un momento por su apariencia, ya que habían estado entrenando hace unos minutos, y luego se disponían a iniciar otras actividades cuando fueron interrumpidos por los fantasmas de su mente.
Felipe, como si le leyera la mente, le pasó la mano por el cabello, intentando peinarlo, y luego le dio un beso en la frente. Se aplicó perfume, y luego a Rubén, y éste disfrutó sentir en sí mismo el aroma que asociaba comúnmente a Felipe.
Ambos salieron de la habitación y bajaron al primer piso, donde los cuatro conversaban animadamente, comentando la película que habían visto.
—No puedo creer que haya terminado así —decía Anita.
—Pero Ani, si ya sabíamos que iban a adaptar solo la mitad del libro —le recordó Ingrid, sentada a su lado en el sofá.
—Pero chicas, les dije que tenían que verla pensando que es un evento cinematográfico doble —intervino Marco, con una lata de cerveza en la mano—. Tenemos que esperar la próxima película para opinar bien.
—Yo la encontré buena —comentó sucintamente Roberto, sacando un puñado de palomitas de maíz de la caja que estaba sobre la mesita de centro.
Al llegar al pie de la escalera, Rubén y Felipe saludaron a todo el grupo de amigos.
—¿Se van a quedar a compartir con nosotros? —les preguntó Ingrid.
—Yo ya me iba —se justificó Rubén—. Estuvimos entrenando y quedé un poco cansado —si bien no estaba tan cansado físicamente, necesitaba un descanso después de esa catarsis emocional que tuvo hace unos minutos.
—Lo voy a dejar al paradero y vuelvo —intervino Felipe.
—Ya, ¿pero cuando vamos a conocer por fin a Rubén? —preguntó Anita—, porque la noche de año nuevo no cuenta —bromeó.
—Por favor que no cuente, y olvidemos todos lo que pasó ahí —comentó Rubén, avergonzado.
Todos rieron.
—¿Les parece si nos juntamos el viernes en mi casa? —ofreció Marco, y a todos les pareció una buena idea, incluso a Rubén, que si bien le generaba cierta ansiedad social el reunirse con gente a la que apenas conocía, sentía el apoyo de Felipe y sabía que no lo dejaría solo.
Al final todos accedieron a juntarse en dos días más, y luego Rubén junto a Felipe, después de despedirse de todos, salió a tomar la micro rumbo a su casa.
Cuando llegó a su casa, Rubén se sintió mucho más pleno, después de haber hablado con Felipe sobre su experiencia en el viaje a Iquique. Sin embargo, le preocupaba que incluso después de hablar sobre eso, siguiera con ciertas secuelas.
Lamentablemente, sentía que no podía contarle a Sebastian, su mejor amigo, porque lo ocurrido había pasado precisamente para protegerlo.
—¿Cómo estuvo su día, hijo? —le preguntó su padre, cuando estaban tomando té los dos juntos en la noche.
—Bueno. Tranquilo —respondió sucintamente Rubén.
Sentía que no podía contarle nada de lo que había ocurrido durante la tarde a su padre: no podía decirle que había ido a entrenar a la casa del niño que le gustaba, y que terminaron casi teniendo sexo; tampoco le podía contar que por estarle haciendo sexo oral a Felipe, había recordado un evento traumático del viaje a Iquique (que ocurrió por haber tenido sexo con Sebastian).
Todo lo ocurrido tenía relación con aspectos suyos que prefería mantener en secreto, para evitar el rechazo de su padre.
—Hoy hubo harto trabajo en el taller —le contó su padre, notando hábilmente que Rubén no quería compartir detalles de su día con él.
—¿Si?, ¿por qué tanto?
—Porque a Don Gastón se le ocurrió que teníamos que repararle cuatro vehículos a un amigo suyo, para mañana, así que estuvimos a toda máquina trabajando en eso, dejando de lado otros vehículos que teníamos desde antes, pero bueno, donde manda capitán no manda marinero.
Cuando terminaron de tomar té, Rubén se sentó en el sillón del living con su notebook, para ver el reality show que daban ese verano, mientras chateaba por MSN con Sebastian.
—¿Cómo estuvo tu día? —le preguntó Rubén a Sebastian.
—Bueno —respondió su mejor amigo, con una carita feliz.
—¿Qué hiciste? —quiso saber Rubén, con curiosidad por el emoticón empleado.
—Salí con la Dani y la Maca —respondió Sebastian.
Rubén no pudo evitar sentirse extraño al leer el mensaje de su amigo. Si bien, estuvo con Felipe durante toda la tarde, habría apreciado que pensaran en él para juntarse.
—¿Y no me invitaron? —le preguntó, un tanto dolido.
—Es que fue algo que salió muy improvisado —se justificó Sebastian.
—Bueno, igual no podía hoy —admitió Rubén, para no hacer sentir mal a su amigo, aunque seguía dolido—, pero si se vuelven a juntar me avisan. Sería bueno seguir viendo a las niñas.
—Si, obvio —aceptó Sebastian de inmediato, con un emoticón alegre.
—Oye, ¿y cómo está la Dani?, no sabía que habían vuelto a hablar.
Rubén realmente pensaba que, desde el regreso del paseo, su amigo no había vuelto a hablar con Daniela, la chica que le gustaba.
—Si, está bien. Me habló el otro día para preguntarme cómo me había ido en la PSU, y desde entonces empezamos a hablar.
—Me alegra mucho saber que volvieron a hablar —le dijo Rubén, genuinamente contento por su amigo—. ¿Y entonces está dispuesta a intentar algo contigo?
Rubén recordaba que Daniela había quedado muy shockeada por lo ocurrido en el viaje de curso, y por conocer la verdad de los sentimientos de Sebastian por él.
—Si, me dijo que había exagerado en su reacción, que no era para tanto —respondió Sebastian.
Por lo menos Daniela había recapacitado en ese aspecto, ya que a juicio de Rubén, había exagerado en su reacción. Aunque claro, quién era él para decir cómo se debe sentir otra persona con respecto a la persona que le gusta.
Al día siguiente a la hora de almuerzo, Rubén llamó por celular a Sebastian para invitarlo a jugar videojuegos, y para preguntarle sobre sus citas con Daniela.
—Rube, no puedo, saldré con la Dani ahora, pero si quieres a la vuelta paso por tu casa para conversar —le respondió Sebastian, y Rubén aceptó resignado.
Sebastian llegó a su casa poco después de que Rubén terminó de tomar té junto a su padre.
—Y tú, ¿tan tarde que vienes? —le preguntó el padre de Rubén a Sebastian, mientras lo hacía pasar al living.
—Si, es que le había dicho al Rube que vendría —respondió Sebastian, con su sonrisa confiada de siempre.
Los muchachos se fueron a la habitación de Rubén, donde Sebastian le contó entusiasmado los detalles de cómo había vuelto a hablar con Daniela, y lo que habían hecho en la cita del mismo día.
—Le dio lata saber que haría el servicio, pero me dijo que igual le gustaban los soldados, así que iba a estar esperando que volviera con mi trajecito de militar —comentó con coquetería.
“Un comentario bastante superficial”, pensó Rubén, y lo comparó en su mente con lo preocupado que estaba él por el futuro de su amigo.
Finalmente, Sebastian le contó que esa tarde habían ido a la casa de Daniela porque estaba sola, y Rubén por lo que pudo inferir, sintió cierta envidia sana por su amigo, de poder llevar una vida sexo-afectiva normal, sin ninguna traba que le impidiera desarrollarse en ese ámbito.
—¿Y no tuviste ningún problema en el momento? —le preguntó Rubén. Sabía que era estúpida la pregunta, porque Sebastian no vivió lo que él había experimentado, y de hecho, tampoco sabía por lo que él había pasado, pero supuso que había una mínima posibilidad de que el estrés de ser sacado del closet en el paseo de curso le hubiese afectado de alguna forma similar a él.
—¿Cómo problema?, ¿a qué te refieres? —le preguntó Sebastian, confundido.
Rubén evaluó la opción de intentar explicar realmente a qué se refería.
—O sea, que te sientas atraído por chicas y por chicos por igual, ¿no te causa cierta confusión al momento de? —inventó Rubén, intentando salir del paso. Finalmente decidió no insistir con su pregunta.
—No, nada que ver —respondió Sebastian con naturalidad—. Y no me siento atraído por chicos, como dices tú. Eres solo tu —lo corrigió—. O sea, eras solo tu —se corrigió a sí mismo, poniéndose nervioso—. Fue una confusión tonta —se rió para disimular su nerviosismo.
No era una confusión. Y mucho menos había sido tonta para Rubén.
—Ojalá tuviera tu confianza y seguridad para poder tener relaciones —murmuró Rubén, casi como pensando en voz alta.
—¿Por qué lo dices? —quiso saber Sebastian—, ¿acaso aún no tienes sexo con el Felipe? —Rubén negó con la cabeza, y Sebastian no pudo disimular su sonrisa—. Bueno Rube, si sirve de algo, no le entregues tu cuerpo a cualquiera. No todos pueden tener el privilegio de estar contigo.
A Rubén le causaron gracia las palabras de su amigo, hablando casi como un padre, pero al verlo a los ojos notó que hablaba en serio.
—Ya, y me lo dices tu que se ha metido con medio mundo —le dijo a modo de broma, y ambos rieron.
—Si, pero yo estoy vacío por dentro, ya no tengo nada que perder —se justificó Sebastian—. En cambio tu eres especial, Rube, y mereces a alguien especial.
A Rubén le sorprendieron las palabras de Sebastian, primero por la bonita forma en que se refería a él, y por la displicencia con la que se refería a sí mismo. Él sabía de muy primera fuente que su amigo no era alguien vacío, y que sobretodo en el ámbito sexual, era capaz de entregarse por completo para amar y ser amado.
Le sorprendió también darse cuenta por primera vez que nunca habían hablado de la noche en que Rubén perdió la virginidad desde que volvieron de Iquique.
Quizás era como un tema tabú o algo por el estilo, pero nunca lo volvieron a mencionar explícitamente. Ambos sabían que había pasado, obviamente, pero era como si hubieran hecho un pacto de silencio para nunca más hablar al respecto. Quizás era por todos los problemas que tuvieron después de esa noche juntos (gracias a Marcelo), o porque era ya bastante incómodo para ambos hablar al respecto después de que Rubén rechazó a Sebastian en favor de una posible relación con Felipe.
De cualquier manera, Rubén no sabía hasta cuando estarían así, o si alguna vez hablarían al respecto.
—No estás vacío —respondió Rubén, avergonzado por las palabras de su amigo—. También te mereces a alguien especial.
A Rubén le parecía increíble que estuviera diciéndole eso a su amigo, motivándolo a encontrar a su persona especial, siendo que hasta hace unas semanas habría deseado ser él mismo esa persona especial.
—Ojalá sea la Dani esa persona especial —dijo Sebastian, sonriendo.
—Ojalá sea ella —coincidió Rubén, sonriendo de vuelta, aunque evaluando en su mente si Daniela era efectivamente la persona indicada para su amigo.
 Al día siguiente, Felipe junto a Roberto fueron a buscar a Rubén para irse juntos a la casa de Marco.
—¿Por qué no vinieron en el jeep? —preguntó Rubén mientras caminaban por las calles de Antofagasta hacia la casa de Marco.
—Porque pretendo borrarme esta noche —respondió con sinceridad Roberto—, así que no podré manejar de vuelta después.
—¿Y tú también pretendes borrarte? —le preguntó a Felipe.
—No, pero no tengo licencia así que no me sirve de mucho el jeep.
Continuaron caminando por casi media hora hasta llegar a la casa de Marco, donde ya estaban Anita e Ingrid conversando con el dueño de casa.
Rubén saludó a todos, y de inmediato se sintió incómodo por estar rodeado de personas a quienes no conocía muy bien.
Para no parecer demasiado dependiente de Felipe, se acercó a conversar con Marco.
—¡Yo igual postulé a la UCN! —le dijo entusiasmado Marco, al enterarse que habían escogido la misma carrera—, pero no sé si quede, porque igual no tuve muy buen puntaje —admitió.
—¿Por qué?, ¿Cuánto sacaste? —quiso saber Rubén.
—Como quinientos cincuenta en promedio —respondió Marco, y Rubén notó que no estaba muy alejado de su propio puntaje.
—Casi lo mismo que yo po, demás que quedamos juntos —lo tranquilizó, y se tranquilizó a sí mismo, al saber que probablemente no estaría completamente solo en la universidad, y no tendría que iniciar relaciones desde cero, que era su mayor temor.
—¡Genial!, ya tengo a quien copiarle en las pruebas entonces —bromeó Marco.
Al rato Anita se acercó a hablar con ellos, y a Rubén le pareció muy simpática al hablarle como si lo conociera de toda la vida.
—¿Cómo van las cosas con el Pipe? —le preguntó ella.
—Bien, creo —respondió Rubén, avergonzado. Nunca le habían preguntado cómo iba su relación con alguien más.
—Perdóname por ser tan confianzuda —se disculpó al notar la incomodidad de Rubén—. No recuerdo si nos habíamos presentado, y si así fue, no creo que cuente si fue en la noche de año nuevo —bromeó, intentando aligerar el ambiente.
—Creo que esa noche el Felipe dijo que eras amiga de la infancia —recordó Rubén.
—Si, nos conocemos desde que éramos chicos. Vivíamos en el mismo barrio, así que desde entonces que somos muy amigos. De hecho, unas vecinas de nosotros iban en tu curso, creo.
—¿La Maca y la Dani? —adivinó Rubén.
—¡Ellas! —confirmó con entusiasmo Anita—, aunque hace mucho rato que no las veo.
—Yo las vi la semana pasada, creo que están bien.
—Quizás podríamos invitarlas para la próxima, aprovechando que ustedes las conocen también —propuso Anita, mirando también a Marco.
—A mí me encantaría —coincidió Marco, con una sonrisa de oreja a oreja.
Rubén recordó que Marco le había confesado que le gustaba Macarena, y que incluso le había pedido su ayuda para conquistarla.
—Se armó entonces —cerró el plan Anita, con una sonrisa también.
—¿Ustedes dos cómo se conocieron? —les preguntó Rubén a Anita y Marco, ya que aún le costaba entender los enlaces entre cada uno de los presentes.
—Creo que desde que el Pipe se fue a vivir con el Roberto —recordó Anita.
—Si, yo era amigo del Roberto y del Pipe del liceo, y como llegó el Pipe a vivir allá, el Roberto insistió que llevara a sus amigos a la casa nomas, y así nos conocimos entre todos —confirmó Marco.
—Al principio Marco trató de conquistarme cuando me conoció —comentó a modo de anécdota Anita, y la verdad a Rubén no le sorprendió para nada.
Marco se puso rojo.
—No me había dicho que estaba pololeando, y tampoco tenía cómo saber que no le interesaban los chicos —se defendió Marco.
—No te estoy culpando de nada, cariño —lo tranquilizó Anita—. Lo importante es que fuiste muy respetuoso, y no fuiste insistente.
Marco sonrió como si le hicieran un cumplido.
—¿Así que Ingrid y tú son pareja? —preguntó Rubén, aclarando una duda que tenía desde hace días.
—Claro que si —respondió con orgullo Anita—. Estudiamos juntas en el liceo, y yo la traje a este grupito de desquiciados —profundizó, mientras miraba enamorada a Ingrid riéndose con ganas de algo mientras conversaba con Roberto y Felipe.
A Rubén le pareció muy genial que Felipe tuviera un grupo de amigos muy diverso y respetuoso de sus propias identidades, y esperaba poder adaptarse bien.
La noche se pasó volando, y Rubén poco a poco comenzó a sentir les efectos de todas las piscolas, cervezas y vodka que había bebido como si fueran agua.
La poca experiencia en reuniones sociales le pasó la cuenta, y él mismo se dio cuenta que estaba muy desinhibido, hablando fuerte y gritando y bailando como nunca, pero no le importó, porque casi todos estaban en la misma sintonía. Felipe, si bien no estaba tan evidentemente borracho, Rubén supuso que era solamente porque normalmente era bastante serio, así que para llegar al punto en que estaba él significaba que ya había bebido mucho.
—¿Te voy a dejar a tu casa o quieres quedarte? —le preguntó Felipe a Rubén, cerca de las cuatro de la mañana, aprovechando que Anita e Ingrid se estaban despidiendo porque ya era tarde.
Rubén se tomó unos segundos para pensar.
—Vamos —respondió finalmente, con una sonrisa atontada.
Se despidieron de Marco y Roberto, que se quedaría un rato más conversando con Marco, y junto a las chicas salieron a la calle.
Las acompañaron a esperar que pasara un colectivo que las llevara hasta la casa de Anita, y luego los dos se fueron caminando hasta la casa de Rubén.
—Me caen bien tus amigos —le dijo Rubén a Felipe mientras caminaban por las calles de la ciudad, iluminados por las luces de los postes.
La noche estaba fresca y Rubén sintió un poco de frío.
—Son el mejor grupo de amigos que pude haber elegido —respondió Felipe con orgullo—. ¿Tienes frío? —le preguntó, al notar que Rubén caminaba con rigidez.
—Un poco —respondió Rubén, soltando una risita.
Felipe se quitó el polerón y se lo entregó a Rubén para que se abrigara.
Rubén le recibió agradecido, y de inmediato sintió un calor en su interior, sintiéndose extrañamente protegido por Felipe.
—Me preocupa no poder desarrollar una relación normal con alguien —dijo de repente Rubén.
—¿Por qué dices eso? —preguntó confundido Felipe.
—Por lo del otro día —explicó, avergonzado.
—Pero Rubén, eso no quiere decir que vayas a ser incapaz de desarrollar una relación normal —lo tranquilizó Felipe—. Creo que lo fundamental es la comunicación con tu pareja sexual, y que él respete tus vivencias. Por ejemplo, yo fallé al hacer un movimiento que disparó en ti un mal recuerdo.
—Pero no es tu culpa, no tenías cómo saber —Rubén no quería que Felipe sintiera que había sido su culpa.
—Lo sé, pero ese es precisamente mi punto. Ahora que tuviste la confianza de contarme eso, voy a tenerlo en cuenta para no volver a pasarte a llevar, porque no quiero hacerte daño —le explicó.
Rubén lo miró y sonrió al darse cuenta que Felipe se preocupaba genuinamente de su bienestar.
Al llegar a su casa, Rubén no quería despedirse de Felipe y dejar de sentir su aroma, su voz ni su compañía.
—¿Quieres pasar? —le preguntó a Felipe.
Sintió que el alcohol en su organismo había derribado todo tipo de barreras de defensa, pero no le importó.
No le importó que su padre estuviera en la casa en ese momento (probablemente durmiendo), sólo sabía que no quería despedirse del chico que tenía enfrente en ese momento, y quería dar un nuevo paso en la relación incipiente que tenían.
—Bueno —respondió Felipe con una genuina sonrisa.
Rubén abrió la puerta de entrada de su casa, le hizo una seña a Felipe que guardara silencio, y lo hizo pasar.
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atemporalidadesafectivas · 4 years ago
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Los excesos siempre vuelven
Recibí un mensaje del Tito en medio de un terreno en Independencia, siguiendo al alcalde junto a Vale Luna por el Plan de Vacunación. 
Supe una semana antes que estaba funado en Valdivia, ciudad de la que salió “arrancando” según una buena amiga. Y ese mismo día, enviando un audio en el paradero a la Camila, solo por ir repasando temas históricos, le dije que no había pasado nada más en esa historia. 
Al ver su mensaje pensé que la brujería nunca me había funcionado tan rápido.
En el mensaje, Tito me decía que, si me parecía bien aún, podíamos juntarnos a tomar. Yo ya estaba esperando la receta de mi psiquiatra, una chica de mi edad con un mechón de pelo morado, pero con capacidad de recetar ansiolíticos. 
Había decidido también abandonar los excesos de alcohol y marihuana. Y cualquier copa o pito de esa semana sería solo una despedida.
Porque quiero estar sana, menos loca, más tranquila.
Entonces iba subiendo y bajando del auto del alcalde, y en una de todas esas vueltas decidí decirle que sí, pese a todo lo anterior. Porque, siendo honesta, no sé si es posible ver al Tito sin emborracharse con él.
Estamos en época de campaña política y pese a que un año atrás mi discurso era anarquista hoy soy una funcionaria municipal.
La cita con la psiquiatra
Tuvo su efecto raro hablar de seis o siete meses de terapia en una hora, peor escuchar la misma conclusión que la psicóloga tiene de mis traumas: que a mí lo que me angustia es la necesidad de hablar.
De todas formas, esa tarde, luego de echarme a llorar sobre la cama, pude dormir siesta. Algo que, según yo misma he afirmado hace tiempo, ya no tengo la capacidad de hacer.
Esa noche, luego de probarme cinco looks, logré salir de la casa. Fue el primer fin de semana de lluvias y de este clima húmedo. Bajo la lluvia me tomé una cerveza como si fuera agua, y escuché las oscuridades de la Pancha, provocadas por el suicidio de su psicóloga, y de cómo su vida está marcada por el suicidio.
Y en un momento la abracé y le dije que ya basta de pensar esas cosas. 
Angustias
El primer fin de semana que me tocó trabajar, porque yo lo decidí y porque yo lo quise, terminé volviendo a mi casa en medio de un llanto.
Pero llorar en la micro no es algo nuevo. 
Fueron días en los que me di cuenta que tengo una dificultad para estar conmigo misma. Que cada día que llego de la pega busco y encuentro la forma de estar en otro lugar.
Que viví todo enero entre caña y ebriedad.
Al otro fin de semana vino la Camila. Fue el último sábado que intenté escribir algo de la tesis. Ella llegó y yo, al decirle eso, me puse a llorar. Entonces encendimos un pito y abrimos un vino, y yo le dije que iba a dejar ambas cosas, aunque pareciera cínico decirlo en ese contexto. Ella me dijo que no era así. También me dijo que mejor era abandonar la tesis momentáneamente, que con ese estado de ánimo yo no iba a poder pensar. Que le escribiera a Laura y le pidiera que me pasara lecturas. Dije que sí y, como tantas otras cosas lo he dejado de lado de lado y de lado.
Luego la fui a dejar a su otra cita. Y me vine totalmente mareada a la casa, a tratar de recuperarme antes de que fuera lunes nuevamente.
Dormir mal
Cuando la psiquiatra me preguntó le dije que dormía mal cada diez días cuando en verdad era una vez por semana. Me parecía mal, pero no realmente grave. Y entre medio he estado con mis ficciones, que ahora son devociones.
Una de las primera noches de dormir mal, tomé mi diario astral, para impregnarme de esas devociones. Y de la conciencia de ser mujer en aquella emoción.
Fue eso lo que no me dejó dormir. Mis propios pensamientos.
Y esos sueños que tuve. 
Entre medio hablaba con un hombre que me gusta hace años, en una de mis tantas narrativas amorosas. Le hablé de eso, porque el papel de la pobrecita sirve, según yo.
Días después cuando me metí en su casa y en su cama, tampoco pude dormir.
El trabajo
Despertar de lunes a viernes a las 7, a las 8 o a las 9. Estar sábado y domingo atenta al celular. Comprarme ropa “para ir a trabajar”, porque quiero ser una mujer piola, incluso fome.
Volverme amiga de la Pancha, de la Vale Luna, de la Valeska.
Enamorarme del chico guapo que se pasea por ese edificio recuperado de Avenida La Paz, y que me recuerda tanto a uno de mis primeros amores.
Tomar las mismas dos micros todos los días, de ida y de vuelta.
No tener verduras en el refri porque ya no tengo tiempo ni ganas de ir a la feria.
Gastarme de 4 a 7 lucas en almuerzos que a veces no son tan buenos.
Pero estar menos sola.
Los excesos
Luego de recibir el mensaje del Tito comencé a imaginar ese fin de semana previo al antidepresivo. La manifestación final del eclipse de diciembre.
Le diría que fuéramos a un bar, probablemente a Las Tejas, sabiendo que el otro hombre que me interesa vive arriba. Sería liviana y divertida, y tendría la precaución de estar solo un rato, de quizá dejarlo atado para otra cita en el futuro, donde finalmente, podríamos tener esa conversación soñada sobre nuestro pasado.
Lo fui dudando con los días. Empecé a dormir mal, y a sentir un gran deseo por los hombres.
Un día envié un mensaje a Camila diciéndole que quería alejarme de todo lo que me provocaba tristeza. ¿Entonces por qué quieres ver al Tito?, me preguntó. No lo sé, le dije honestamente.
Comencé a buscar excusas. Porque él me lo pidió. Porque era lo que yo quería. Porque tengo fantasías sobre él.
¿Crees en el amor? Le pregunté ese viernes al Pablo, mientras almorzábamos. Me dijo que no, que entendía que el amor era pensar mucho en alguien, y que a él sí le había pasado, pero en verdad ahora no estaba buscándolo. Yo le dije que para mí es algo horrible. Y quise ligar al Tito a ese sentimiento y simplemente ya no pude.
Cómete a otro hueón, me dijo el Pablo.
La luz
Él estaba meado de gato. Con dos asaltos encima, probablemente consecuencia de su drogadicción. Yo nerviosa pero determinada.
Cuando abrió la puerta, sus dos perros se me tiraron encima y me arañaron la pierna.
Dos líneas largas en diagonal atravesándome la pierna se hinchaban, mientras yo pensaba en las consecuencias de mis arrojos. Abrirse, vulnerarse, quedar marcada. Como si fuera yo misma un personaje de mis ficciones.
Entonces levanté la vista y lo vi mirándome.
Me sirvió una cerveza y armó un blunt que decidí fumar pese a mi determinación de alejarme de ese vicio. Siempre con la intención de besarlo me moví hacia él.
Mi cuerpo, mi cabeza, mi corazón.
No puedo tener sexo con un hombre sin pensar en agresiones, aunque sea por el contraste. No puedo estar solo en el presente.
Tuvimos sexo tórrido y escenas de los años anteriores pasaban por mi cabeza. Citas, peleas, odios eternos.
Porque nos conocemos hace años, y vengo preguntándome esto hace años.
Entonces apareció el insomnio, y las ganas de no irse de ahí. Quedarse indeterminadamente en ese cuerpo, en esa casa ajena, habitar esa otra vida.
Cuando volví a mi casa me tiritaban las piernas, y el moretón ya me manchaba el muslo. Le conté todo a Pablo, y él me felicita. Me dice que mejor me olvide del otro, y que ahora tengo un sex buddy. Le digo que en más de una ocasión sentí ganas de declararme. Me dijo que lo hiciera sólo si primero lo hacía él.
Voy a mear y veo el moretón: antes de que desaparezca nos volveremos a ver.
Sin miedo
Toda la semana durmiendo mal, con insomnio o desvelos.
Mi mamá cuidándome, conociendo lo profundo de mi depresión.
El viernes, tras una nueva noche en vela, colapsé frente a mi psicóloga que opina que estoy sugestionada. Ese día llegué al trabajo tiritando, y terminé llorando frente a la Pancha, contándole todo lo que me pasa.
Volví a mi casa en taxi, tomé una siesta junto a mi mamá, luego las dos salimos a caminar. Le reconocí que no me gusta la idea de estar deprimida, ni de tomar antidepresivos.
Y el sábado, tras seis días juntas, le hablo de los hombres.
Me dice que no vaya tras uno si ya empecé algo con otro.
Despierto histérica y ella tranquila. En el almuerzo me cuenta que soñó que le presentaba a un pololo. Baja mi menstruación.
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ultimaepopeya · 4 years ago
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Rayca I: Oro y sangre
Hacía poco más de media hora que la prisión de la isla de Narrows, quizá la más modesta de cuantas componían Nueva York, se había visto ensombrecida por la reunión que tenía lugar a unas manzanas. Los criminales que se congregaban en la última planta del único rascacielos de aquel distrito figuraban, sin lugar a duda, en la lista de los más buscados por las fuerzas del orden de la ciudad. En comparación, los reos de aquellas celdas no podían ser sino contemplados como bandidos de tres al cuarto. Y, sin embargo, contra lo que podía esperarse de semejante evento, comenzó a sonar una marcha nupcial.
El matrimonio había representado un valor nulo para Raymon hasta que se comprometió con Verónica, momento en que cobró un significado distinto. Los votos, la fidelidad o el compromiso no significaban nada para él ni para la mujer: todo formaba parte de un plan mucho más grande, que sobrepasaba cualquier límite sospechado para aquel día señalado. Ni siquiera los presentes contra su voluntad imaginaban lo que presenciarían.
Mientras tanto, consciente de que la función merecía un actor a la altura, Courts esperó junto al altar, cerca del cual estaba sentada su bastarda. La joven Vanya se había tintado el pelo para la ocasión, adoptando un color similar al de su padre con el que dejar en evidencia el parecido entre ambos, y lucía un vestido de color negro trasparente en la falda y una discreta corona. Le gustaba lucirse, pero ese día quien realmente debía robar todas las miradas no era otra más que su madrastra, quien consiguió tal propósito en cuanto hizo acto de presencia.
Verónica Bergman accedió a la sala, ataviada con un despampanante vestido de novia en el que el bordado rojo que componía el corpiño emulaba a la sangre al caer sobre el tejido blanco y vaporoso de la falda. Lucía una sonrisa amplia mientras avanzaba hacia el altar cogida del brazo de Roman, el pariente que la entregaba en matrimonio. Durante el trayecto buscó la mirada de su futuro esposo. Como si todo aquello fuera algo más que una treta conveniente para ambos, la mujer le había negado ver el vestido con anterioridad y, narcisista como era, esperaba deleitarse en las reacciones favorables que despertara en él su aspecto. No se podía negar que, donde era y se sabía bella, con aquellas galas estaba radiante.
Rápidamente el público tornó los ojos hacia la rubia, despertando exclamaciones. Incluso el prometido, que rara vez mostraba admiración hacia un ser vivo, se quedó embelesado. Había escogido bien, una mujer preciosa con el corazón casi tan corrompido como el propio. Sería la boda del año, serían la envidia y la sensación. Cualquiera que los viese desde fuera, aun sin tener la menor idea de quiénes eran, asegurarían que hacían una pareja espectacular. Los dos ataviados de gala, con el rojo por bandera para lucirse a juego.  
Incluso Nygma y Oswald intercambiaron palabras entre sí para comentar los respectivos trajes. Ninguno sabía qué pintaba en tal evento, como la mayoría de los invitados, pero ¿por qué no? Su fama les precedía, prometía ser una velada encantadora.
Al llegar frente al altar Roman soltó el brazo de Verónica y le guiñó un ojo a Courts, mientras ella tomaba entre sus manos las de su prometido, posicionándose a su lado. En cuanto la tuvo con él, como haría un enamorado empedernido, Raymon cogió con delicadeza las manos de su prometida y sonrió. Se había metido tanto en el papel que cualquier ápice deshumanizado se había evaporado de su rostro. Luía tan radiante que cualquiera habría jurado y perjurado que era el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra en ese momento. Bergman se deleitó en contemplar sus ojos durante un buen rato, antes de dedicar un instante de atención y una sonrisa a Vanya, a Fiona y a Kai, junto a quienes se había sentado el señor Georgiu: ellos eran las damas y los asistentes de honor de aquella particular boda.
 —¿Estás nervioso? Yo lo estoy, un poco…—le comentó a continuación en un susurro comedido, con una candidez tan bien fingida que nadie que la hubiera escuchado habría puesto en duda los sentimientos de ella por él.
—Oh, querida, si siento algo es ansia. Estoy a punto de casarme con la mujer más bella del planeta.
  Pronto el obispo empezó su monólogo, aunque nadie parecía hacerle demasiado caso. Formaba parte, junto a varios periodistas y niños, del grupo que había asistido contra su voluntad al casamiento, ya fuera por utilidad o como seguridad. No en vano, los chiquillos del orfanato Blackwing rodeaban la fila de los invitados, asegurando que ninguna intervención policial pudiera estropear la ceremonia sin llevar a cabo una atrocidad contra aquellas criaturas inocentes.
El religioso no se extendió más de lo necesario, con la clara intención de agilizar el proceso con la vaga esperanza de salir de allí cuanto antes. Así, un cuarto de hora después de haber empezado, comenzaron los votos.
 —Raymon Courts, ¿prometes ser fiel a Verónica en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza; y así amarla y respetarla todos los días de su vida?
—Sí, quiero —respondió en el momento, sin quitar los ojos de encima a su futura esposa.
—Verónica Bergman, ¿prometes ser fiel a Raymon en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza; y así amarlo y respetarlo todos los días de su vida?
—Si, quiero —respondió con la voz emocionada, sin tampoco poder apartar la mirada de él.
 Entonces llegó el turno de intercambiar las alianzas y, tal y como habían dispuesto, Vanya fue la encargada de entregárselas. Verónica sonrió a la joven y tomó uno de los anillos, arrancando al hacerlo el primer seguro que mantenía inactiva la cuenta atrás del mecanismo escondido. Tomó la mano de Ray y colocó el anillo en su anular, recitando la fórmula estándar del ritual.
 —Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti, Ray.
 Ahora era el turno de Courts y Verónica contempló complacida cómo, al retirar su anillo, sonó un pitido apenas perceptible al oído humano que aseguraba que todo iba acorde a lo planeado.
 —Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti, Verónica.
—Por el poder que me ha sido concedido, yo os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia —zanjó el obispo, mirando en dirección a Courts.
 Directos al grano, todo aconteció sin interrupción alguna, mucho más rápido de lo que cabía de esperar en una unión convencional. Lo cual, de por sí, ya adelantaba que el propósito de tal evento no era una simple boda. Aun así, algunos de ellos, pobres inocentes, exclamaron emocionados al ver a la pareja besarse para dar el broche de oro a la ceremonia. Vanya fue una de ellas, claro que solo dejándose llevar por el papel de hija emocionada. No conocía el plan, pero estaba segura de que todavía quedaba una sorpresa más. Que no tardó en llegar.
Fue en ese preciso instante, tan pronto los labios de ambos se unieron sellando el trato ante los presentes y ante el mundo, cuando comenzó la catástrofe. Al principio fue confuso pues, sin previo aviso, se sucedió el sonido de diversas explosiones provenientes de diferentes zonas de la isla. Tantas que los presentes incluso pudieron sentir un ligero temblor bajo sus pies. Pero no había lugar a dudas sobre lo que acababa de suceder, pues desde los ventanales del alto edificio en el que se encontraban, todos los invitados pudieron apreciar cómo caían, uno tras otro, los seis puentes que comunicaban la isla de Narrows con el resto de Nueva York, sembrando el caos, arrasando con las vidas de cuantos los cruzaban en aquel fatídico momento.
En cuanto las explosiones tuvieron lugar, los gritos de horror resonaron con fuerza dentro de la sala del rascacielos, multiplicado por el eco de las paredes. Por supuesto, muchos de los presentes se levantaron y corrieron en avalancha hacia la puerta principal. Sin comprender que, en ningún momento, habían tenido opción a escapar de los Narrows.
Entonces Verónica se separó de los labios de su marido y, mirándolo a los ojos, le dedicó una sonrisa ladeada, cruel, cómplice y triunfal. A su vez Raymon, aun tomándola de la mano, se giró hacia el público extendiendo el brazo libre, pose teatral y, ahora sí, reflejando ante qué tipo de bestia estaban.
 —Que comience la celebración —pronunció, de manera pausada y tranquila.
Fue entonces cuando Verónica soltó su mano y avanzó unos pasos, poniéndose al frente, en el punto exacto en el que confluían los planos de las cámaras encargadas de registrar cuanto acontecía en el acto.
 —Damas y caballeros. Asistentes y espectadores. Como muchos sabréis, yo y mi esposo hemos sido perseguidos hasta la saciedad. Nuestros nombres han sido vilipendiados y mancillados por aquellos que se hacen llamar vuestros líderes, pero que no son más que los payasos de un circo llamado Estado que cada vez cuenta con menos legitimidad. Lo han hecho porque necesitan imponerse al cambio para mantener el viejo orden, y lo hacen mintiendo. Lo hacen porque han fracasado en su intento de imponer la decadencia:
Amigos, amigas. Estos últimos años hemos atendido a un proceso de dignificación de la debilidad y de la cobardía. Hemos visto cómo la sociedad premia al impotente mediante el atraco al competente, maniatado por una ley hecha por y para la grey. Hoy estamos aquí para decir basta. Porque saben que un solo lobo puede con todo un rebaño, por eso quieren domesticarnos para convertirnos en perros dóciles: pues bien, nosotros decimos “no”. No a las leyes de los débiles de mente y cuerpo. No al Estado de los enfermos de conformidad. No, en definitiva, a dejar que un sistema decrépito nos condene a ver las ruinas de aquello que durante largos siglos nuestros antepasados construyeron con fuerza y vigor:
Hermanos, hermanas. Igual que hace siglos los descreídos y despreciados del viejo sistema construyeron América al rebelarse contra el viejo orden, así hoy sembramos la semilla para la nueva nación. No solo porque podemos, sino porque sentimos que es nuestro deber para con vosotros.
 Entonces, henchida de toda la solemnidad del medido discurso, se retiró hacia un lado, como habían ensayado, para dar paso a Ray.
 —Habitantes de los Narrows, este es el momento de tomar el control de vuestra ciudad. Este ha sido el momento de vuestra liberación. Estamos aquí, no como conquistadores, sino como salvadores para devolver el mando de esta ciudad a los ciudadanos. A partir de ahora queda decretada la ley del más fuerte. Muerte o supervivencia. Sufrimiento y desgracia frente a fortaleza y astucia. ¡A partir de ahora reclamaréis lo que os corresponde a sangre! Se acabó adorar a ídolos falsos, a dejar que un gobierno que hace tiempo os olvidó decida sobre vosotros, ¡de que sometan nuestra ciudad!:
Les hemos arrebatado los Narrows, ¡y os la hemos regalado! Al pueblo. A los fuertes. A aquellos con la osadía suficiente para dejar morir a la podredumbre que cada día nos corrompe. ¡Los Narrows son vuestros! Nadie puede interferir, haced lo que os parezca. Pero empezad por eliminar a las alimañas, empezad purgando nuestra amada tierra de aquellos que no tienen valor para reclamar lo que es suyo por la fuerza. De los que claman piedad. De los que creen que el diálogo nos llevará a la prosperidad. A los que todavía tienen esperanza de ser atendidos por los de arriba. A los ilusos y soñadores. A los débiles. Dad un paso adelante los que queráis ser dueños de vuestro propio destino. ¡Cread un ejército! El resto serán derribados de sus decadentes zonas de confort. Celebrad juicios, ejerced de jueces y verdugos. ¿No lo veis? Se acabó. Ahora nadie podrá deciros qué decir, qué hacer. Sois libres, abrazad vuestra verdadera naturaleza. Solo el botín lo disfrutarán aquellos con la fortaleza suficiente para tomar con su propia mano lo que siempre fue suyo. Derramad sangre si no queréis que sea la vuestra la que bañe las calles de este lugar. Dejemos morir a la decadencia. Extirpemos a todo aquel ser vivo que represente un cáncer. Esta gran ciudad será el comienzo de una nueva y grandiosa era. ¡LOS NARROWS SE ALZARÁN!
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Con @courtslegacy​ (Raymon y Vanya)
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notabigdeal-fanfic · 4 years ago
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capítulo 11
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Muchas cosas habían pasado por la cabeza de Jisung cuando vio que Minho tenía intención de pegarle un puñetazo. ¿Por que? ¿Por que ahora y no antes? ¿Por que no después? ¿Que hizo que le molestara? ¿Que es a lo que se refería el chico antes?
Pero ahora su mente estaba en blanco, simplemente concentrándose en los labios del pelinaranja, quien había tirado de él con fuerza, besándole casi con rabia.
Minho suspiró en sus labios, tiró de la cabeza del rubio de un lado para profundizar más el beso, Jisung no se negó incluso cuando sus dientes chocaron por el brusco movimiento. Sus labios se movían rápidamente, como si tuviesen un tiempo limitado.
El rubio apoyó mejor su brazo izquierdo en el suelo para evitar caerse hacia atrás, y con el izquierdo se agarró con fuerza a la camiseta del pelinaranja, escuchando un pequeño crack al tirar de ella.
Jisung mordió con fuerza el labio de Minho, el pelinaranja se separó un poco con un gruñido haciendo que soltara el trozo esponjoso de entre sus dientes, el gruñido que había salido de la garganta de Minho fue catalogado como peligroso por Jisung, peligrosamente excitante. Sus ojos volvieron a chocar, pupilas completamente dilatadas y respiraciones agitadas.
Minho tiró del cuerpo de Jisung más cerca suya, el culo de pelinaranja apoyado ahora en el suelo entre las piernas del rubio, quien ahora estaba perfectamente sentado sin ayuda de su brazo izquierdo. Volvieron a juntar sus labios con necesidad, Jisung tiraba de la camiseta y de la nuca del chico como pidiendo más.
Joder, sin duda era adictivo. El rubio no tenía forma de quejarse, sus labios eran pura cocaína.
Esta vez había sido Minho quien le había mordido el labio de forma agresiva, Jisung suspiró, dolía, sus frentes sudorosas chocaban así como sus fuertes respiraciones. El pelinaranja soltó su labio lentamente.
Respiraban como si hubiesen corrido una maratón, intentando coger aire y calmar sus respiraciones.
—Debería de irme. — dice entrecortadamente Minho, Jisung aún estaba algo aturdido, asintiendo soltando su agarre del chico. El pelinaranja se pone de pie y empieza a recoger sus cosas.
Jisung también se levanta, tirando de su pelo hacia atrás intentando controlar todavía su agitada respiración. Mira al chico mientras coge su mochila, un agujero bastante notable en su camiseta, debajo de la axila, en la zona en la que el rubio había tirado. Miró hacia otro lado rascándose la cabeza con ambas manos, mierda, le había roto la camiseta a Minho.
Nota los pasos del pelinaranja acercarse a él. El chico coge la nuca de Jisung con ambas manos haciendo que sus labios se chocaran de nuevo, esta vez el beso era más lento. El rubio deja caer sus brazos, agarrándose esta vez a los antebrazos del chico, disfrutando del beso.
Minho se separa, y mueve una de sus manos para repasar el labio inferior de Jisung. — Tienes suerte de que no sea mi camiseta favorita, porque si fuera me pedirías clemencia. — dice con una pequeña sonrisa y su voz sonando ronca. El rubio agarra con fuerza los brazos del chico para no caerse, sus rodillas habían flaqueado al escuchar al pelinaranja con ese tono de voz.
El chico vuelve a verle los ojos una vez más antes de levantar la comisura de sus labios en forma de sonrisa y se va de la sala.
Jisung deja su culo caer al suelo, puta madre.
Se quedó unos minutos en la sala, en silencio, mirando a la nada, no estaba seguro de cuanto tiempo, podrían haber sido cinco minutos, igual media hora, había pedido la noción del tiempo. Con un suspiro, se levantó, deseando poder callar las voces de su cabeza que no hacían nada más que preguntar, ¿que ha pasado? ¿En serio, Lee Minho? ¿No le odias? ¿Le quieres? ¿Le odias?
No lo sabía, pero tampoco tenía tiempo a ponerse a descrifrar nada.
Cogió sus cosas y salió del aula, paseando por los vacíos pasillos hacia la salida al aparcamiento. De camino a su coche notó el olor de cigarrillos, se paró con cara de disgusto por el olor, se giró buscando al culpable, encontrando un grupo de chicos que fumaban entre risas.
Reconoció a algunos de los chicos, pero se sorprendió al ver a Minho entre ellos, frunció el ceño, mirando a esa persona por un rato, pensando que era su mente que le jugaba una mala pasada.
—Eh, ¡Han Jisung! — uno de los chicos que fumaban miró al rubio, llamándole, el rubio le miró, reconociéndole como Mark. Los demás también se giraron, mirando a Jisung con risas burlonas, los ojos de Minho se abrieron al verle. — ¡Vente! — Mark le hizo gestos con su mano libre, ya que en la otra agarraba su cigarrillo.
Jisung lo pensó, ¿debería de ir? No lo creo, ese grupo no era conocido como buenas personas, lo que le sorprendía era la presencia del pelinaranja entre ellos, no sabía que se llevasen bien. Suspiró, negando con su cabeza a dirección del grupo con una pequeña sonrisa. — ¡Otro día será! Tengo cosas que hacer.
—¡Oh vamos! No me seas marica. — gritó uno de ellos, Lucas, con una sonrisa burlona en la cara, los demás chicos se reían.
El rubio hizo una pequeña mueca por el insulto. — Lo siento. — se disculpó, sabiendo que no debería, mientras seguía su camino al coche, no sin antes mirar al pelinaranja, quien tenía la mirada en sus propios zapatos.
—Minho, tu novio no nos hace caso, solo nos queríamos divertir. — escuchó a unos de los chicos gritar entre risas, Jisung no se giró, no queriendo saber quien había dicho eso, simplemente se subió a su coche intentando ignorar lo que los chicos decían.
Por su espejo del retrovisor miró al pelinaranja, estaba siendo zalangeado ligeramente por el grupo de chicos, quienes seguían riendo. Negó con la cabeza, arrancando su coche y yéndose a su casa.
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Dormir siempre era una gran lucha para Jisung, y esta noche no era menos, quedaban horas para la actuación. No le costó trabajo despertarse así como solía pasarle normalmente, intentó relajarse y tomar su desayuno poco a poco para no vomitar por culpa de los nervios.
Se preparó poniéndose un pantalón gris de chándal acompañado con una de sus sudaderas favoritas, guardó cuidadosamente la ropa que usaría en el escenario y se dirigió a la universidad, pasando a recoger con su coche a Changbin, Chan y Jeongin. En el coche reinaba la música que sonaba en la radio por los pequeños altavoces del automóvil, todos parecían bastante nerviosos.
—¿Habéis dormido bien esta noche? — pregunta una vez Jisung a los otros tres chicos mientras cogían sus pertenencias en el maletero, revisando que sus trajes estaban bien doblados.
—Yo casi no he dormido nada. — se queja el más joven del grupo.
—Yo tampoco. — habla Changbin.
—A ti paso de preguntarte, nunca duermes por lo general. — dice Jisung mirando a su amigo Chan, quien se pone una mano en el pecho como si le hubiesen pegado un tiro, los chicos rieron.
—No te lo niego. — admite Chan mientras se frota su ojo somnoliento.
Se dirigieron a la sala común de ensayos, sus demás amigos ya estaban ahí, Jisung miró a Minho, se notaba que aún estaba algo dormido, llevaba un pantalón negro de chándal suelto y una sudadera azul que el rubio había visto incontables veces.
Chan había comprado cafés para los ocho chicos, quienes casi se tiran y comen al mayor a besos. Los ojos del pelinaranja se iluminaron cuando dio un trago de su café. El rubio sonrió mirando su propio café.
—Buenos días, ¿estamos listos y listas? — pregunta el profesor entrando en la sala y posicionándose en el centro, rodeado de todo el alumnado, quien recibió sus voces nerviosas. — Espero que hayáis vivido una buena experiencia preparando vuestra propia actuación, estoy seguro de que todos y todas daréis lo mejor de vosotros. Podéis dirigiros a vuestras salas para practicar una vez más, no os sobrepaséis, tenéis que dar el 100% en el escenario. Os iremos llamando los grupos individualmente para el ensayo real, tenéis tiempo para relajaros, pero vamos a preparar lo necesario con tiempo de sobra. ¡Adelante!
La clase se llenó de gritos de ánimos, y los ocho chicos levantaron sus bebidas ya casi vacías. Terminaron sus vasos rápidamente y se fueron cada uno a su sala.
Jisung y Minho estiraron sus músculos a la vez que hacían ejercicios vocales.
—¿Preparado? — pregunta el pelinaranja, mirándole a través del espejo de la sala. Jisung suspiró y asintió. El chico, quien estaba en el equipo de música puso la canción y se posicionó.
Nunca pensaba que diría esto, pero Jisung estaba realmente contento con el resultado, el ensayo había sido genial, se sentía eufórico, sin duda iban a dar una gran actuación si todo salía bien. Los dos chicos estaban más cómodos con el otro.
—Deberíamos de practicarlo otra vez, esta vez sin ver al espejo. — comenta el pelinaranja, el rubio coincide y antes de empezar coloca su móvil en el suelo con la cámara abierta grabando, así podrían revisar mejor cualquier detalle.
Jisung puede imaginar el calor que desprenden los focos y su inmensa luz que parece cegarle por completo, mirando por el rabillo del ojo los movimientos de Minho para comprobar posiciones y los siguientes pasos.
Hubo un par de veces que, debido a la coreografía, sus ojos chocaban con los del pelinaranja por apenas un segundo, antes de que ambos volvieran su mirada al frente.
Terminaron la canción y el rubio se apuró a coger su teléfono, sentándose en el suelo y desbloqueando su móvil para revisarlo. Minho paró la música para que no volviera a repetirse y se sentó al lado del chico, apoyando su barbilla en el hombro de éste para poder ver mejor. Comentaron varios detalles pero ambos parecían contentos con el resultado.
Escucharon unos golpes en la puerta antes de que esta se abriese, la cabeza de uno de los ayudantes del profesor apareció por el borde. — Han Jisung, Lee Minho, sois los siguientes. — habló el chico antes de retirarse.
—¿Nervioso? — pregunta Minho, Jisung suspira a medida que se pone en pie.
—Bastante, ¿tu no?
—No.
—Seguro que si... — ríe Jisung, Minho ahora estaba más despierto debido al café y el ejercicio, pero estaba seguro de que esta noche no había pegado casi ojo. Metió su móvil en el bolsillo del pantalón y se encaminó hacia la puerta, pero un cuerpo le hizo un bloqueo antes de que pudiera salir.
La espalda del rubio chocó de manera brusca la pared, y sus manos fueron aprisionadas a cada lado por el pelinaranja que no le permitía escapar. Minho atacó sus labios así como el día anterior, y Jisung podía notar la acelerada respiración del chico.
Los besos fueron bajando de intensidad a medida que el chico iba aflojando el agarre de las muñecas del rubio, hasta dejarlas completamente sueltas. Sus ojos se encontraron. — Podrás engañar a dos tontos pero a mi no, estás que te cagas de los nervios. — dice Jisung. Minho tiró su cabeza de lado sin dejar de mirarle a los ojos.
—¿Por que estás tan seguro?
—Tus ojos temblando te delatan. — sonríe el rubio, acercándose al pelinaranja dejando un suave beso en sus labios mientras le aparta levemente y sale del aula, encontrándose al chico esperándoles mientras revisaba su teléfono, sin haberse dado cuenta de lo que había pasado hacia unos segundos.
—Vamos. — le dijo al chico quien se encaminó aburrido, sintió un pinchazo en uno de sus costados, lo que hizo que el rubio saltara, giró su cuerpo, mirando los ojos de Minho entrecerrados. Parecía que al chico no le había hecho mucha gracia... Jisung tomó nota.
—Lee Minho y Han Jisung, con la canción Easy de Stray Kids, ¿no? — pregunta el profesor mientras sostenía un papel. Los dos chicos asintieron. — De acuerdo, empezamos la prueba.
El rubio y el pelinaranja hicieron su mejor esfuerzo en el ensayo para enseñarle a su profesor todo lo que habían practicado.
—Estoy bastante sorprendido, desde que anuncié los grupos no paraba de escuchar como vuestros compañeros hablaban de la mala relación que teníais, no sabía si habría hecho bien poniéndoos juntos, pero sin duda fue una buena idea. Felicidades, chicos. — el profesor les aplaude, Minho y Jisung sonríen aliviados, gotas de sudor cayendo de sus frentes. Ambos chicos se miran con una pequeña sonrisa.
Lo habían logrado. Y no se habían matado en el intento.
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Hola!! Que tal estáis? Espero que bien ♥
Vale,  pequeña duda existencial, he estado pensando en añadir pequeños shippeos, así como Changbin y Felix, entonces Hyunjin...
Seungmin?
Jeongin?
He visto shippeos con ambos, entonces querría saber vuestra 'preferencia' por así decirlo. La historia va a seguir siendo minsung, no tengo pensado cambiar nada ni dar más importancia en otro shippeo, pero si meterlo por el medio :)
Y seguimos con las historias cliché, situación: persona A y persona B que se odian y tienen que quedarse en un hotel.
opción 1: cada uno consigue habitaciones separadas opción 2: tienen que compartir habitación pero hay camas separadas opción 3: tienen que compartir habitación y solo hay una cama
lo más típico y cliché es la opción 3, we all know that, pero como voy creando la historia a medida también de iros preguntando cosas os voy haciendo pequeñas preguntas y así puedo ver si sois más o menos clichés
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gulymila-blog · 6 years ago
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Acabo de leer la carta anterior, la que te dejé hace unos meses. Qué liviana se siente la vida solo días atrás... Cuántas cosas han pasado desde eso... todo lo humano, lo terrible, lo trágico. Hoy, amado mío, escribo desde las profundidades, la periferia de mi voz. Te invoco desde el vacío en mi pecho, la colcha negra en mi cama, las flores que quisiera tener en el pelo. Desde esa tristeza que tanto ha marcado mi carácter. Esa que me hace sonreír siempre, la que me ha forjado el sarcasmo en los comentarios, y las risas estridentes que siempre suelto. Te escribo desde quién soy después de mi cambio de fortuna. Este año así ha sido. Este personaje ha vivido peripecias, ha cambiado de fortuna, diría Aristóteles. Te escribo porque me gusta hablarle a tu no existencia (todavía). Eres ese cuerpo que en realidad es el eco de mi voz en la pared. Me gusta escribirte, porque también me documento a mí misma, te documento a ti lo que me pasa, y además capturo este tiempo, estos momentos de soledad en los que pienso en ti y deseo, anhelo que algún día llegues. Murió mi primo. Lo sabes. Seguramente lo he dicho. Es algo que me ha cambiado. Nunca pensé que pudiera hacerse más onda esta consciencia, más profundo este pozo que tengo en el alma. Mi corazón es como el mar, no se sabe cuál es el fondo de esta zona abismal, yo solo he llegado hasta cierto punto. De adentrarme más me estallaría el casco de buceo. La muerte. Cómo nos ata, cómo nos condiciona, cómo nos hunde y nos hace flotar. La dirección siempre es hacia adelante. Para hacer y para morir. La vida es una flecha que avanza y no se detiene. Qué extraño es esto de describir el tiempo y el espacio. La noción de una persona, de la vida, es ficticia. Siento como si pudiera llegar a casa de mi abuela y encontrar a mi primo ahí, con su mirada torva y su sonrisa liviana limpiando su único tesoro, sus coches. Pero no. Aunque lo siento aquí, él ya no está. Y así podría dejar de estar yo... y cuántos planes, cuántos sueños se me frustrarían. Mis ojos son más hondos, tú no lo has notado, así me conociste. Pero hubo un tiempo en que mi mirada era más brillante. Ahora me preocupo más por las banalidades de la vida, que por los misterios y complejidades del hombre. Ya no quiero. No quiero pensar en el caos, en la creación, en el más allá, en el porqué de todo. Me rebelo contra esta enorme gama de preguntas. Ahí están, me basta saber que están ahí, y que alguien más encontrará las respuestas. Yo quiero amarte. Loca, apasionada, desesperadamente. Quiero pensar que necesito amar para vivir y que quiero antes que nada vivir para amar. Recostada sobre el árbol de la Vida, yo solo espero encontrarte pronto. Pero... ni el amor se me da bien. Es como es. No sabes la soledad de ver tu mundo cambiar, flotar, moverse y ondular sus piezas para transformarse en otra cosa completamente distinta. La muerte y las mudanzas se parecen tanto. El día de mañana mi padre entrega el departamento en el que vivió por trece años, para nunca regresar ahí. Y yo... no sé cómo sentirme al respecto. Quisiera llorar, abrazarme a algo, mojar el hombro de alguien con esta agua salina que me escurre por las mejillas. Pero no. No puedo. Porque uno comienza a habitar tanto los espacios, que los hace parte de uno. Y yo soy parte de ese espacio, siento que me están arrancando una vena Horta que me unía a él. Mi refugio, mi manicomio, mi confesionario, mi escape, se fue. Se irá de mí en unas horas. Mi padre no pensó en eso cuando decidió irse. No lo culpo, porque ahora hará su vida al lado de alguien a quien ama. Pero sí. No puedo evitarlo. Me duele tanto... lo culpo, lo culpo mucho porque, en realidad... No pensó en mí... ¿ Es infantil desear que alguien piense en mí además de mí? ¿Es egoísta querer que alguien me ame tanto como para pensar en sus acciones cuando me involucren de alguna manera? Estoy vi(vi)endo una nueva etapa en mi vida y no sé si realmente deseo estar consciente de ella. Oh Amor, quiero que tú me elijas. Quiero que me mires, qué me penetres con la mirada, que tus ojos me traspasen tan profundamente, que me sienta desnuda, que mi alma se remueva en mi pecho, expuesta, vulnerable. Quiero oler tu aroma en mi almohada, sentir el calor de tu cuerpo cuando tenga frío, escuchar tu voz y sonreír tontamente. Quiero saber que me amas, que me has elegido. Quiero admirarte, asombrarme de las cosas que sabes, sentirme completa y deliciosamente ignorante. Quiero que me ames, que te intereses por lo que hago. Vivir lo que no he vivido con nadie. Tomar tu mano y pensar que encaja con la mía. Quiero decir un “te amo”con convicción, porque mi Pecho me estallaría si no lo digo. Cómo te extraño. Cómo te anhelo. La paciencia es amarga, pero los frutos son dulces. ¿Cuánto he esperado? Tal vez toda mi vida. Solo espero encontrarte. La búsqueda,mi búsqueda, tal vez sea esta: encontrarte algún día lluvioso. O tal vez, por una tarde, en algún país frío, con ese hermoso sol de invierno que tanto amo desde niña. Tanto como siempre te he amado a ti.
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soycabcba · 5 years ago
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Joaquín Novillo: Estoy enfocado sólo en Belgrano
Joaquín Novillo se prepara a pleno a la espera de la vuelta del fútbol. El defensor de Belgrano se entrena en su casa; o en una plaza que está en frente, para ser más precisos. Y cuando puede, sale a correr. Sabe que en algún momento se dará la vuelta, aunque entiende que la falta de precisiones es todo un tema.
“Se ha hecho tan largo esto que por momentos uno empieza a desmotivarse. Pero hay que sacar fuerzas de adentro y seguir. No es fácil levantarse a las ocho de la mañana para entrenar solo y con los fríos que hace. Por suerte, he podido enchufarme y sigo metiéndole a pleno”, sostiene el defensor.
Novillo jugó su primer partido oficial en el equipo principal del Pirata en enero de 2019, de allí saltó a ganar la medalla dorada en los Panamericanos con la selección argentina Sub 23 y ahora está consolidado como titular.
El defensor se encontraría en la mira del club Lecce, de Italia, por ello está enfocado en conseguir su pasaporte comunitario. “Tengo casi todo listo, posiblemente en los próximos días se presente la carpeta con más precisión. Pero la verdad es que le he pedido a mi representante que se enfocara él en ese tema. Mi mayor motivación es estar bien, esperar la vuelta a los entrenamientos, el retorno del fútbol y dejar todo para que Belgrano pueda volver a Primera”, cuenta.
“Está claro que suma para uno saber que puede haber un interés de un club del exterior. Pero no me hago la cabeza, sino que estoy tranquilo, completando la documentación y no volviéndome loco”, prosigue.
La cuarentena pegó duro en todos, porque se hizo extensa, y la incertidumbre de fechas de regreso a los entrenamientos la hizo verdaderamente pesada: “No busqué ayuda psicológica, pero desde este miércoles empecé clases de inglés. Le hago a la cocina y estoy leyendo mucho. De esta manera la voy llevando”, continúa Novillo.
Los entrenamientos guiados por el profesor José Micciulli se dan de lunes a sábado, pero son tantos los días de inactividad grupal que el defensor asegura: “Nos mandan el trabajo de la semana con el domingo libre”, para después agregar con respecto a la comunicación entre los jugadores y el cuerpo técnico: “La verdad es que hablo con algunos chicos, porque no tenemos mucho para charlar entre todos. No hay demasiadas precisiones de nada”.
Carrera veloz
Joaquín Novillo en diciembre de 2018 jugaba en cuarta división del Pirata. Salió campeón y de repente todo le llegó. “La verdad es que uno no se lo imaginaba. A mí me gusta ir viviendo el día a día, pero se va ilusionando con lo que pasa. Trato de que no me ‘coma la cabeza’ lo que se dice de un posible pase. Porque estoy enfocado en Belgrano, en seguir creciendo y en darle todo al club”, admite.
El regreso a las canchas no se ve cerca y el marcador central sostiene:
“Uno quiere ser positivo, pero la vuelta me parece bastante lejana. Porque de regresar a entrenar a mediados de agosto, estaríamos arrancando recién en octubre. Podés jugar cuatro fechas allí, otras cuatro en noviembre y una en diciembre. Y te queda para jugar el reducido el resto de diciembre”.
El futbolista cuenta: “Desde hace un tiempo arranqué a ver fútbol de nuevo. Porque me pasó hace como dos años que me había cansado un poco y había dejado de mirar partidos. Pero ahora me volví a entusiasmar”.
“Cuando debuté, me puse a observar a todos los defensores. Me gusta ver ligas de otros países e ir analizando lo que hacen, para seguir aprendiendo”, sigue.
Novillo también cuenta: "Los partidos en los que jugué los vi todos. Para corregir errores, para ver en que puedo mejorar y esas cosas. Por ejemplo, veo una jugada que termina bien y me digo: ‘Podría haber resuelto así o así’. Me gusta buscarle ‘el pelo al huevo’, como se dice. Además, lo tengo a mi hermano, que es mi principal crítico (se ríe)”.
“Me gusta ver la liga inglesa, es la mejor para mí. La italiana está buena, la española también y la alemana es un poco más lenta, medio aburrida. Pero me gusta ver partidos de ese nivel”, agrega.
Por último, afirma: "De la Serie A me gusta ver a algunos jugadores, como Leonardo Bonucci, (Giorgio) Chiellini, (Alessio) Romagnoli o (Mohamed) Coulibaly. Trato de verlos, y también a otros que no sean tan conocidos, porque me interesa seguir aprendiendo”.
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(Ramiro Pereyra / Archivo)
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(José Hernández / Archivo)
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(Prensa Lima 2019)
source https://mundod.lavoz.com.ar/futbol/joaquin-novillo-estoy-enfocado-solo-en-belgrano
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ikharialy-64 · 7 years ago
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Después de saber que iba a estar tanto tiempo con ella los días volaban hasta el fin de semana. Al fin había llegado el sábado por la tarde y las ganas de verla eran incesantes. Tenia tantas ganas que creía que no quería ni comer ni dormir, no era necesario. El reloj corría hasta llegar a las 4. Para mi fue como un choque porque a partir de ahí los minutos fueron pesando más y más sobre mi. Hasta las 5 quedaban exactamente 60 minutos, 59, 58…
He decidido no obsesionarme con el paso del tiempo o voy a perder la compostura. Voy a ducharme y a ponerme algo decente. Al menos quiero que vea que tengo algo de cortesía por su presencia. Tengo que atesorar los momentos venideros. 
“Suena el timbre.”
Escucho un sonido en mi cabeza pero estoy demasiado adormilado. ¡Mierda! Me he quedado dormido mientras esperaba que el tiempo pasase. Y cuando me giro… ahí estaba ella, en el marco de la puerta de mi habitación.
Hey. - Me saluda con la mano afablemente con una sonrisa esculpida en su rostro.
Hey. - Digo mientras me levanto algo torpemente. - Perdona, estaba esperándote para hacer el trabajo y me he quedado dormido.
No pasa nada. Acabo de llegar. Tienes…. - Empezó la frase señalando mi pelo. - Tienes el pelo algo mojado. 
Ay, es verdad, disculpa. - Digo mientras corro hacia la toalla tirada en mi escritorio.
Déjame ayudarte. - Dice ella de una manera adorable, como siempre.
No pasa nada, yo puedo hacerlo solo. - Digo alarmado de poder molestarla.
Déjame. - Me dice suavemente mientras me quita la toalla de las manos.
Tiene el pelo brillante como el sol y ligero como el aire. Tiene restos de pintura negra en las uñas, como si se le estuviese cayendo o estuviese arrancando el esmalte. Tiene un anillo de plata haciendo espirales alrededor de su dedo en la mano izquierda. Nadie lleva los anillos en la mano izquierda… es realmente única incluso en eso.
Esto está listo. Podrías pillar un resfriado con estos despistes. - Me dice mientras sonríe y se sienta ágilmente delante de mi.
Gracias, Igritt.
¡Ah, por cierto! Ella, la única musa de mi vida se llama Igritt Lindwell. Y tiene 17 años. Ojos verdes. Pelo castaño claro. Piel de tono medio y altura perfecta de 1,67. Y está mirándome en este instante. Espero que no pueda escuchar mi maldito latido, creo que lo oirá si se acerca más. Y eso me pone muy nervioso.
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