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El nacimiento de el Cinematógrafo
La historia empezó un sábado 28 de diciembre de 1895, en el número 14 del boulevard des Capucines, donde se hallaba el Salan Indien, subsuelo del' Grand Café, propiedad a la sazón de un italiano llamado Volpini.
Los hermanos Lumiere dejaron constancia de que el fenómeno cinematográfico, tal como lo conocemos nació filmado a los congresistas bajando de una embarcación. Esta película fue exhibida y pasó a formar parte del programa abierto al público, que es el que en realidad ha interesado siempre como punto de referencia a la mayoría de historiadores.
El famoso cartel de Genri Bispot para las sesiones cinematográficas del Salan lndien (París, 1896)
Aquel 28 de diciembre, el interés de muy pocos curiosos. Sólo fueron treinta y tres personas que completaron la penosa recaudación de treinta y tres francos. El público no advertido pasó ante el cartel anunciador del Cinematógrafo Lumiere sin prestarle mayor importancia, antes bien considerándolo la promoción de uno de tantos inventos propios de la efervescencia de la época. Semejante desinterés duró poco.
Por la tarde del mismo día se había formado una larga cola entre la que destacaban personas que habían estado en la primera sesión y repetían acompañados de un conocido o de varios. Dos semanas después, los Lumiere ingresaban 2.500 francos por día.
Así pues, el boca a boca actuó en favor del cinematógrafo. Algo que, por cierto, no es nuevo en el mundo del espectáculo, donde los comentarios elogiosos del público siempre han tenido un alcance que no puede lograr ni el crítico más prestigioso ni la publicidad más desaforada.
Cuando el éxito ya se había extendido por todo París, los carteles de los Lumiere eran más explícitos. En el que anunciaba el famoso corto «El regador regado» se incorporaba a los niños a la primera fila, significando que el cinematógrafo era el espectáculo familiar por excelencia.
Los inventores Auguste (1862-1954) y Louis (1864-1948) Lumiere eran hijos de un fotógrafo de Besann establecido en Lyon a finales de 1870. En esta ciudad, el señor Lumiere fundó una pequeña fábrica de placas y papel fotográfico que conoció cierta importancia, pero cayó en decadencia y estuvo a punto de arruinarse hasta que los dos hermanos se hicieron cargo de ella, ampliando su prosperidad inicial. Como excelentes fotógrafos que eran no podían dejar de interesarse por los primeros kinetoscopios de Edison, que llegaron a Francia en el verano de 1894.
La interminable polémica sobre quién inventó realmente el cinematógrafo parece definitivamente salidada con unas declaraciones de Auguste: «Cierta mañana, a finales de 1894, me dirigí a la habitación de mi hermano que, encontrándose indispuesto, debería estar dormido. Sin embargo, me dijo que no había podido conciliar el sueño y que, aprovechando la calma de la noche, se había dedicado a meditar sobre las condiciones necesarias para alcanzar nuestra meta.
Me había explicado que consistían en imprimir al cuadro enganchado un movimiento del pie de cabra de una máquina de coser. Los garfios, al hundirse durante la marcha en las perforaciones practicadas en los bordes de la película, debían arrastrar hacia abajo cada imagen, y al retirarse en su movimiento dejar libre el camino para la siguiente. Fue una auténtica revelación, e inmediatamente comprendí que, por mi parte, debía abandonar la solución precaria en que estaba pensando. En una noche, mi hermano Louis había inventado el cine.
Tales declaraciones son extremadamente generosas, pero también lo fue, en adelante, la actitud de Louis para con su hermano. Compartió con él la gloria de su invento y a lo largo de toda su vida siguieron compartiendo sus experiencias e incluso su vida familiar, en lo que se parece a un espíritu de clan perfectamente organizado.
El invento fue patentado el 13 de febrero de 1895 y registrado con el número 245.032. Se presentó un aparato de aspecto rudimentario que realizó precipitadamente Carpentier, mecánico jefe de la fábrica Lumiere. A la hora de buscar un nombre, los inventores adoptaron el de «cinematógrafo», debido en realidad a Léon Bouly, quien, en 1892, había presentado un proyecto que resultó inviable.
La primera película oficial es «Salida de los obreros de los talleres Lumiere» ( La sortie de l'usine Lumiere a Lyon, 1895), que abría el programa inicial con una visión sintomática: las grandes puertas de la fábrica están cerradas, pero, a los pocos segundos, se abren de par en par y empiezan a desfilar obreros de ambos sexos, mezclados con algún miembro de la familia Lumiere.
No había otra acción que el paso un tanto veloz de esos personajes anónimos que son las primeras sombras animadas. Conviene destacar que esta lista ha cambiado a lo largo de los años y puede aparecer algún título cambiado, según el criterio de cada historiador.
En realidad, los Lumiere habían rodado varias películas antes de proceder a su exhibición pública y algunas de las más famosas no aparecen en el primer programa. La renovación del mismo y la aportación de nuevos «estrenos» estuvo en relación con el éxito progresivo.
Tanto las primeras películas como las que vinieron después, ya mostraban la contradicción que en adelante sustentaría las búsquedas expresivas del cine: la voluntad de plasmar objetivamente la realidad, y las exigencias de una máquina (la cámara) que impone una selección subjetiva de lo real.
Así, un título como «La llegada del tren a la estación de Ciorat» comportaba la mejor tarjeta de presentación de un realismo que superaba a todo lo visto hasta el momento. ¿Quién no ha oído contar alguna vez que el acercamiento de la locomotora a primer término tuvo el valor de asustar al público? (Es fama que algunos gritaron, horrorizados, pensando que la locomotora se precipitaba sobre ellos). Si la anécdota no es verdadera, resulta cuando menos justificada por la novedad implícita en la fotografía en movimiento.
Indudablemente, las características del cinematógrafo lo convertían en una curiosidad idónea, incluso en el más preciado de los juguetes, pero ya desde sus primeros ejemplos podía entenderse que se trataba de mucho más.
Era también una forma definitiva de captación de la realidad que aparecía en un momento en que todas las artes buscaban aproximarse a lo real por medios no ensayados con anterioridad. Era la época del naturalismo en literatura, y también el momento en que los pintores impresionistas buscaban la desintegración del detalle en todas las formas de la naturaleza.
A menudo se olvida destacar la extraordinaria calidad técnica de algunas películas de los Lumiere, y en especial la que tiene al tren por protagonista. Revisada actualmente, sorprende la absoluta modernidad de su concepción. Salvando el inconveniente de estar rodada con la cámara fija, contiene todos los encuadres que más adelante se conseguirían mediante el montaje.
Gracias a la profundidad de foco, al movimiento del tren y a los personajes que bajan o suben de él, se abarca desde el plano general hasta el primer plano. Y por un instante creemos que el joven cargado con un fardo, el caballero del bastón y la damisela del sombrero forman parte de una puesta en escena cuidadosamente ensayada.
Sin embargo, estos méritos no aparecían en aquel momento tan claros como nos lo parecen ahora Nacido como curiosidad científica, el cine mereció el respeto de unos cuantos, pero no tardó en perderlo al convertirse en atracción popular, y así seguiría ocurriendo durante mucho tiempo.
Pues bien, esto es solo el inicio de la historia de el instrumento que nos ha permitido soñar por mucho tiempo, el cinematógrafo genero una de las industrias más poderosas del siglo XX, la revolución del cine dentro del mundo del espectáculo nos llevó a una revolución de tipo social, destinada a modificar los hábitos del espectador.
Las primeras películas reproducían realidades de carácter objetivo y, dentro de ellas, retazos de la vida, cotidiana de una pequeña burguesía en la que el público podía reconocerse fácilmente.
Así ocurre con los padres que, satisfechos, alimentan a su bebé en lo que se nos antoja un confortable jardfu, o en la partida de cartas de Auguste Lumiere con su amigo Mr. Trewney. No falta, naturalmente, algún pequeño truco técnico: así, un muro es demolido y, mediante una simple marcha atrás de la imagen, vuelve a enderezarse inmediatamente.
¿Que piensan? ¿No creen que la historia es cíclica? ¿A caso estamos volviendo a el principio del cine, viendo y reproduciendo nuestra vida cotidiana sin un fin? ¿Qué pasa con el arte de contar historias?
¡Bah! Sabemos que el cine nos entretiene y nos comunica, ¿Ustedes que piensan? Si les interesa conocer más historia sobre el mundo cinematográfico, no nos dejen de leer en nuestros sábados de historia, vivimos tan adelantados que las nuevas generaciones ya no conocen ni se interesan por el nacimiento de las cosas, así que si les gusta nuestro contenido, no se olviden de compartir.
El libro que nos acompaño con el resumen en esta historia fue el primer capítulo de : “La historia del cine” de Terenci Moix
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