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#silvia terrón
sergchesan · 6 years
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En Umbra, Silvia Terrón nos ofrece una profunda reflexión acerca de la naturaleza del lenguaje, una ficción distópica que funciona como un tratado de filosofía.
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geraintdonovanbowen · 3 years
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Model : Daniel Terrón @ Uno Models
Photography : Amaia Niango
Styling : Silvia Gutiérrez
Grooming : Judith Torner
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guillermoloren · 6 years
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"Umbra", de Silvia Terrón
“Umbra”, de Silvia Terrón
«Cada año un editor invitado pone su impronta personal al catálogo de Caballo de Troya, que sigue apostando por las nuevas voces. En 2018 Mercedes Cebrián  ha sido la invitada y ha seleccionado seis libros para su publicación. Entre ellos está Umbra, de Silvia Terrón, en la que su autora especula sobre la vida futura de la especie humana en un mundo de tinieblas y silencio.» «Tras catorce años de…
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anallurbablog · 6 years
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Decidimos ignorar que somos una nube de elementos químicos, y lo que ocurre en el centro de una galaxia lejana conjuga las mismas sustancias de las que estamos compuestos. Nada nos diferencia de las grandes estrellas que han ido acumulando una masa inconmensurable, con avaricia, hasta ser decenas de veces el tamaño de nuestro sol. Estrellas que se creen poderosas, y que en la muerte, para evitar dispersarse en polvo, se repliegan sobre sí mismas, aproximando sus átomos, acumulando densidad, soñando que el techo y las paredes se van cerrando sobre ellas hasta implosionar en un agujero negro, cazamariposas celeste del que nada escapa. Estrellas y hombres implosionan por no perder protagonismo en el último minuto, cuando estaban ya tan cerca de extinguirse, para dar pie a su secuela.
Umbra de Silvia Terrón
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pierrotbanfilenio · 5 years
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Medallita de alcanfor
Medallita de alcanfor. Antídotos sencillos para problemas importantes. Si algo tenía ese grupo de madres eran soluciones. Leticia aparecía con resina y limones para las suelas de los botines. Si jugábamos en Siglo XX o en 1 de Mayo, las baldosas eran resbalosas y con ese combo nos adheríamos mejor. Silvia y Graciela llegaban con el termo de café bautizado con muchas gotas de whisky barato pero efectivo.  En el frío vestuario invernal de cualquier club, esa pócima nos garantizaba un mejor rendimiento.  Cuando Maradona, años después hablaba del "Café Veloz" inmediatamente lo recordé.
Hubo una vez en que “Teso”, que jugaba en la 82 y yo, teníamos muchas verrugas. Él en las rodillas y yo, a lo largo de las costillas. Susana, su mamá, llevó a lo de una señora de Monte Chingolo, una foto carnet de cada uno. Recuerdo escribir detrás mi nombre, fecha de nacimiento y el lugar donde estaban las verrugas. A la semana desperté para ir a la escuela y no estaban ninguno de los bultitos marrones. Todos los que tenía, desde la axila hasta la cadera, habían desaparecido.  La de la foto 4x4 había sido una solución menos invasiva que la leche de higo, otro exitoso secreto obtenido en el Columbia, con la que me sacaron la verruguita que tenía entre la nariz y el labio. En aquel club de barrio era normal que se cure el mal de ojos, empacho, culebrilla y cualquier dolencia por fuera de los métodos clínicos convencionales. Soluciones sencillas que no requerían estudios, análisis ni turnos. A mis 8 o 9 años, a fines de los años 80 en Argentina hubo una epidemia de meningitis.  Recuerdo las noticias en la tele y en el diario que dejaban todos los días en casa: los más afectados éramos los niños y las escuelas podían ser el principal foco de contagio.
Reunidas en la pequeña tribuna de la cancha donde entrenábamos y jugábamos, el grupo de madres compartía información sobre la epidemia. Que se transmitía por saliva, que por vía aérea, que el sudor o las lágrimas y que las manos o la higiene del establecimiento. Que habían muerto chicos en Santiago del Estero y en dos o tres lugares más. Que no había vacuna ni remedio y que pensaban no mandarnos a clases. Fue entonces que apareció el antídoto. Yo no se quién exactamente lo aportó. Si fue Vanda o Susana o si fue la Pereyra o Rosita. Creí tener la certeza por un momento, de que semejante solución correspondía también a Graciela o a Silvia, pero la hija de esta última me dijo hace un rato mientras comíamos que no, que esa suerte de hechizo contra la meningitis correspondía a un aporte de Claudia. Pequeña gran aclaración: la hija de Silvia es Paola, mi compañera y madre de mi hijo, o sea que Silvia es mi suegra. Claudia, la señalada  como responsable de un aporte un tanto raro para combatir la epidemia, es mi mamá. Entonces el dedo acusador recae sobre una suegra de igual manera, desde mi prejuicio y desde la certeza de Pao. Me cuesta imaginar a la por entonces judía intelectual y poco afecta a los quehaceres domésticos de mi madre aportar tal solución, pero después de meditar un segundo y al ver su actual y vasta trayectoria trabajando con productos naturales, ayurvédicos, energéticos y su búsqueda constante para escudriñar aromas naturales y bálsamos sagrados, lo creo posible. No se de donde habrá sacado la idea que hoy me resulta peligrosamente tóxica, pero lo cierto es que para que esos pibes que compartían fútbol, cumpleaños, buffet y vereda no se contagien de meningitis, tenían que llevar colgada una medallita de alcanfor. Ni más ni menos que un cuadrado blanco cual terrón de azúcar, envuelto en una gasa o tela y sostenido por el nudo del mismo cordón que hacia las veces de cadenita.  No se cual es el efecto ni la relación con las meninges y mucho menos cómo repele las amenazantes posibilidades de contagio pero me recuerdo en los recreos de la Escuela 24, jugando a la bolita, a las figuritas o al poliladron, totalmente inmunizado con esa suerte de relicario mágico que había logrado en nuestra ilusión lo que miles de científicos no. 30 años después de aquel conjuro, en cuarentena obligatoria, luego de haber leído en mi celular cientos de portales de todo el mundo, científicos, químicos, matemáticos, médicos, hombres y mujeres especialistas de todo el planeta, no logro dormir.  Está por amanecer y a mi lado duermen Pao y Lucio, quien llorisqueó en su cama y vino a terminar su ciclo onírico acá, pegadito a nosotros. Los miro con la poca luz que entra por la ventana y al verlos, esta gripe loca interplanetariame da miedo .  Les quiero cerquita y nos quiero unidos y sanos. Especulo cuando tendremos turno para darle la tercera dosis de Membeo a Lu, para protegerlo del único tipo de  meningitis que le falta.  Pienso en mis viejos, quienes acaban de cumplir la edad jubilatoria y los se responsables y cuidadosos en su encierro. También en mis suegros y su cuarentena post viaje y el abrazo pendiente que tienen con nietas y nieto. Le llevo remedios y un pékale a mi abuela, la que sobrevivió a dictaduras, torturas, un cáncer y a tantas pérdidas y con impotencia y fe, a todos ellos, les cuelgo una medallita de alcanfor imaginaria. Creo tener stock suficiente para mis amigos, primos, para sus hijos e hijas y para compañeros de trabajo y de vida. Si no me conocen, no se preocupen, hoy la tecnología permite llegar rápido y uso casi todas las redes sociales así que la tendrán en tiempo y forma. Doy vueltas y para ahuyentar fantasmas me aferro a mi costado creyente y le echo un nuevo rezo pagano al Gauchito. Le debo una visita en Mercedes pero se que de tantos bocinazos con los que lo saludo en las rutas y mensajeros que le llevan mis saludos, me perdona la demora.                                                 Creo que milagros, por eso miraré hacia oriente al amanecer del quinto día esperando a Gandalf salvador y hasta creo que hay en el mundo algunos Tom Cruise, Matt Damon o Daniel Craig que andan queriendo sacarle la pócima mágica a los malos para resolver todo de una vez. Esto también pasará.
A puertas cerradas, ojos abiertos. Sigo sin poder dormir pero estoy más tranquilo, porque acá no se rinde nadie, porque confío en la promesa que volveremos mejores y porque dos taladritos cuelgan de mi cuello y ahora también, una medallita imaginaria de amor.  
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gfmiranday · 5 years
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Agua Escondida, el mágico rincón de Nenette y Atahualpa Yupanqui, ahora con su Café Nenette, su piano listo para cantar, su café con pan casero, sus empanadas, con música todas las tardes con el Coya, El Silencio donde podrás meditar y contemplar un paisaje único y, por supuesto, la vieja casa de piedra que alberga el legado de Don Ata, sus recuerdos, premios, objetos personales y familiares, los espera todos los días. Y El 1 de febrero a partir de las 19 hs. celebraremos los 122 años de nacimiento de Don Ata junto a Alberto Muñoz, Hugo Argañaraz, Marcelo Vena, Eloísa Di Giacomo, Ricardo Carranza, Allpa Munay, Francis Vera, Rodrigo Terrón, Arturo Zeballos, Mónica Yunis, Carlos Linares, Silvia Castro, Soledad Flores y cuantos quieran participar. Micrófono abierto, entrada libre y gratuita. https://www.instagram.com/p/B7EFjpxHlxQ/?igshid=bkwlnxbnjaqu
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