#sé que no te gusta mucho la castellanización de los nombres
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FIC: Cuentos de Vieja
Querida @el-cadejos Feliz Año Nuevo!! Espero que hayas tenido unas hermosas fiestas con tu familia. Me alegro por todas las cosas buenas que te pasaron en el 2017, y por todo lo que aprendiste. Espero que en 2018 vengan cosas aún mejores.
Bueno, soy tu secret santa, por segunda vez en la existencia. Me temo que esta entrega será más breve que la anterior, sin embargo me quedan ideas en tintero, así es que si te parece insuficiente, me dices. Claramente ya me perdí con los OC’s: cuando leí tu lista de deseos fue un rotundo “¡¿pero quién es toda esta gente?!” Sin embargo había una cosa que me era medio conocida y que podía hacer. Había leido cerca de la mitad de la primera novela, así es que me propuse terminar de leerla, solo a ella y no los demás 4 tomos. Como terminé para Navidad, me dije, “bueno, veamos también la serie, solo la primera temporada”. Y con eso me armé una idea de por dónde dibujar un crossover. Creo que este es mi primer crossover en la vida, así es que aguanta ahí. Y sí, supongo que te debo la otra cara de la moneda, para que puedan ser cuentos de vieja así, en plural.
Espero que te guste.
Cuentos de Vieja
Bran
Estaba somnoliento. Muchas veces sus sueños lo dejaban agotado. No tenía suficientes fuerzas para decirle a la Vieja Tata que se callara, de modo que se veía obligado a escuchar un cuento tras otro, matizados por el clic clic clic de las agujas de tejer. Desde fuera le llegaban los sonidos de la tarde en Invernalia: pasos presurosos de las mujeres reuniendo los últimos ingredientes para la cena; las carreras de Rickon jugando con los lobos; el acero contra el acero, mientras Robb el Señor practicaba con la espada de verdad, sin descanso. Y los cuervos en la lejanía de la Torre Rota, de donde él se había caído. “Me caí. Y era mentira, no puedo volar”, se repetía con frecuencia. Lo primero para que los demás dejaran de preguntarle si recordaba algo, y para dejar de sentir las náuseas que le venían cada vez que intentaba darles en el gusto. Lo segundo como recuerdo del rencor que le tenía al pajarraco de sus sueños, que le decía que volara. Y, por debajo de las cobijas, se pellizcaba el muslo, con todas sus fuerzas, por si sentía algo. Por si tal vez el maestre Luwin se equivocaba. Pero siempre resultaba que el anciano tenía razón, y siempre terminaba captando algún retazo de la historia que estuviera relatando la Vieja Tata, que lo hacía con la misma dedicación, la oyera él o no. —… Y así fue como Brandon el Constructor hizo los muros de Invernalia… —Clic, clic, clic, y la Vieja no podía imaginar cuánto sabía él de esos muros. Bran se revolvió en la cama. —¿No te ha gustado el cuento, pequeño señor? —No quiero oír de Invernalia. —Pero si esos son tus cuentos favoritos… Y Bran no escuchó el resto, porque sacudió la cabeza a ambos lados en la almohada, con ganas cubrirse con ella y desaparecer. Él debería estar en Desembarco del Rey, con su padre y sus hermanas, no en Invernalia. No en Invernalia. —…La Bahía de Aguasnegras no está en Invernalia —insistió la voz de la anciana—. Y antes que desembarcara allí ningún rey, desembarcó un niño de verano que no quería oír más de Invernalia… —Pero allí está Desembarco del Rey, y también el sol rubio del sur, con melena león —murmuró Bran y las líneas del techo empezaron a triplicarse y en tríos a bailar—. Es muy al sur —repuso luego, tratando de calmar el mareo—. ¿Qué hay al norte? —Las historias que no quieres oír, pequeño señor. —No, al norte de Invernalia. —El Muro, mi niño. Puedo contarte cómo Brandon el Constructor lo levantó hace mucho, mucho tiempo… —¿Qué hay al norte del Muro? —Bran hizo un esfuerzo por acomodarse, y volvió la cabeza hacia la vieja. —El Bosque Encantado, mi pequeño señor, donde viven los snarks y los gigantes. Me sé una historia de un niño que conoció a un gigante… —¿Y al norte del Bosque Encantado? Bran achicó sus ojos. Esta era una batalla y debía desarmar a su oponente. —La Costa Helada, señor —respondió la mujer, masticando sus propias encías como hacían todos los viejos. —¡La Costa Helada está al oeste! —clamó Bran, triunfante—. Yo quiero escuchar de más al norte. —Una vez, durante un largo verano, como este, un náufrago llegó hasta la Costa Helada —dijo la anciana, como si no hubiera escuchado—. Fue hace mucho tiempo, cuando los niños del bosque aún se mostraban al norte del muro. Bran suspiró. Seguro sería otro cuento de gigantes y de cualquier cosa que a él no le interesaba. —El náufrago era un hombre, como los ándalos, pero más alto. Los niños del bosque lo encontraron en la playa y le restablecieron la salud. Hablaba un lenguaje extraño y tenía ropas también extrañas, pero no demasiado diferentes a aquellas de los hombres. Y los niños del bosque lo entendieron, y también lo vieron. Bran rodó los ojos, tratando de acunar sueño en su cabeza, a ver si así dejaba de oír. —Lo vieron hacer hielo con sus manos, cual si fuera uno de los Otros, mas el náufrago no era una cosa muerta, sino un hombre vivo, rubio y moreno de piel, de sangre caliente. Bran abrió los ojos. —¿Hizo… magia? —preguntó, incorporándose sobre un codo. —Así es, mi pequeño señor. El forastero se iluminó como una estrella blanca y el aire a su alrededor vibraba como un coro de hombres roncos, mas él estaba solo. Movió sus brazos como si fuera a emprender el vuelo —y la vieja no sabía lo que aquello significaba para Bran—. Gritó unas palabras y el aire se llenó de viento y cristales de hielo, que volaron raudos, y se acumularon en un bloque, como aquellos con los que tu antepasado construyó el Muro. “Pero los niños también tenían magia. Y entendimiento. Y el forastero no les hizo más daño que el que ellos a él. Llegaron a un acuerdo: él los ayudaría a luchar contra sus enemigos y ellos le construirían otro barco, para volver a casa”. ―¿Y quiénes eran sus enemigos? ―Las cosas que viven más allá del muro, mi pequeño: gigantes feroces, que se comían a los niños y que arrasaban con decenas de hijos de los bosques, con un solo golpe de sus mazas; y también… los Otros. El cuento comenzaba a pintar como uno de héroes, uno de esos que le gustaban a Jon y a Robb, y de los cuales él también había disfrutado… antes. ―Los Otros congelaban todo lo que sus espadas heladas tocaban, y sembraban la muerte allí donde iban ―continuó la anciana―. Y sus muertos sembraban más muertos, pero el hombre que venía de otras costas no tuvo miedo. Y aunque le dijeron que su frío no podía hacerle daño a criaturas que eran de hielo, el hombre sonrió. Le dijo a los niños que no importaba, porque él poseía una estrella en el cielo que lo protegería de todo mal. “Cuando llegó el momento de la batalla, el hombre oró a sus dioses extranjeros. Un rayo cayó recto, como una gota de lluvia, desde su estrella hasta la tierra y cuando la niebla se disipó, el hombre estaba vestido de metal colorido, como un ándalo, pero sin espada ni escudo, ni ninguna enseña en su brazal”. Un mago caballero sonaba bastante bien, incluso para alguien que odiaba tanto los cuentos como Bran. ―Los ojos de los Otros brillan en la oscuridad en la que se mueven, azules como un fuego fatuo sobre el pantano. Pero en el cinturón del forastero brillaba más un zafiro, pulido como un huevo de codorniz. Y el zafiro refulgía cada vez que la armadura recibía un golpe. Cada parte se congelaba, pero el zafiro la hacía volver a la normalidad de un parpadeo. ―¿Estaba hecha de acero valyriano? ―Tal vez sí, mi señor, o tal vez no. Ya que no podían con él, los Otros cabalgaron sus huargos muertos hacia los niños del bosque, y el hielo del héroe nada pudo hacer para detenerlos. Los niños estaban orillados contra un risco y caerían mucho tiempo antes de llegar al suelo. Los ojos de Bran cayeron hasta sus piernas inmóviles, pero se alzaron rápidamente, como Verano entrara en la habitación, empujando la puerta hasta atrás y subiéndose a la cama. Traía el hocico mojado y algo de barro en las patas. Las agujas de la abuela se detuvieron un instante. ―¿Qué pasó luego? ―preguntó Bran. ―Ah, bueno, así será como el gigante se restregará los ojos y moriremos todos ―dijo la mujer, con una sonrisa y tornó a mirar su tejido. ―¡No! ��El héroe extranjero, los niños del bosque y los otros! ―clamó Bran y hasta Verano alzó la cabeza. ―¡Ah, eso! ―la Vieja Tata masticó sus encías, mientras enrollaba mucha mucha lana en torno a su dedo índice, pálido y chueco―. Los niños blandieron sus cuchillos y lanzas, sabiendo que por cada golpe que no acertaran, sería uno de ellos el que caería, pero no fueron ellos los que cayeron. Una lengua de fuego, larga como el aliento de un dragón salió de los brazos del héroe, y envolvió a las criaturas muertas. Los huargos prendieron fuego y no se extinguieron hasta que eran huesos incapaces de moverse. Y el vidriagón en las manos de los niños y el acero divino en los puños del héroe hicieron el resto. Al final del combate, los Otros eran polvo de hielo en el viento y los niños se habían salvado. ―¿Cómo se llamaba el héroe? ―preguntó Bran. Su corazón latía fuerte y no sabía por qué, si las historias de héroes eran de cuando era pequeño, de cuando todos eran pequeños, y no señores ni miembros de la Guardia. ―Nunca lo dijo, pero sí que su estrella en el cielo, que brillaba y parpadeaba tanto como el zafiro en su cinturón se llamaba Mierak. Mierak no parecía el nombre de un héroe. ―¿Qué magia utilizaba? ¿De dónde venía? ―¿De dónde venía qué, pequeño señor? ¿Él o su magia? ―¡Ambos! ―aulló Bran. ―Su magia venía de dioses desconocidos, del otro lado. ―¿Otro lado? ―Oh sí ―la vieja sonrió sin ningún diente, totalmente complacida por la impaciencia de Bran―. Mientras le construían una barca con su magia, el héroe le dijo a los niños que navegaría hacia el norte, muy muy al norte, hasta dar la vuelta hacia el otro lado y que allí encontraría su hogar. Que allí también había hielos que no se derretían jamás, y lobos inteligentes y duendes y dioses en los bosques. ―¿Pero dónde es? Los puños de Bran asían las cobijas con fuerza, sin embargo la pregunta quedó en el aire. ―¡Hodor! ―exclamó el mozo de cuadra desde la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja. ―Ya es hora de que el pequeño señor vaya con el talabartero ―dijo la abuela, con sus ojillos de ojales llenos de risa―. O la silla no quedará con las medidas adecuadas. ―Pero… ―alcanzó a decir Bran, antes de que Hodor lo levantara como a una gavilla, y lo apoyara contra su enorme pecho. Al menos Verano los seguía de cerca por la escalera, y Bran podía seguir pensando en las tierras de las que venía el guerrero del cuento.
#scumbag sanctuary rp#scumbag secret santa 2017#el-cadejos#lety escribe#lety escribe un crossover#game of thrones x saint seiya#sé que no te gusta mucho la castellanización de los nombres#pero he visto 7 capítulos doblados al español mexicano#y si hablas castellano pero mantienes los topónimos y sobrenombres en inglés#todo pierde mucho sentido#y suena más spanglish de lo que debería#así es que por eso es como es
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