#relacionesvirtuales
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En el catálogo de humanos llamado Tinder, donde las miradas se deslizan por perfiles pixelados como si de pedazos de carne se trataran, sus destinos se entretejieron después de un "match". Él, un soñador con los dedos danzando sobre las teclas, y ella, una aventurera tejida con palabras elegantes, surgieron de la nada en medio del catálogo de humanos.
La pantalla les unió como un juego de palabras ingeniosamente escrito, como una metáfora que apuntaba directamente a sus corazones curiosos. A través de líneas y píxeles, compartieron risas y secretos, creando una narrativa de romance virtual digna de al menos una página en Wattpad, llena de símbolos y signos. Sus palabras eran hipérboles de esperanza, anhelo y curiosidad.
En ese laberinto de códigos y avatares, sus conversaciones florecieron como metáforas en pleno verano. Las retóricas y los guiños se convirtieron en el viento que movía las hojas de su historia. A lo largo de los días, compartieron fragmentos de sus vidas, construyendo un vínculo en las esquinas digitales de la red.
Y así, en medio de las emoticones y los stickers, decidieron llevar su historia más allá del brillo de las pantallas. Se encontraron en el mundo tangible; en el mundo real, donde las metáforas dejaron espacio a los silencios y las pausas, y los "me gusta" y "matches" fueron reemplazados por la realidad de las sonrisas y las miradas furtivas.
Era como si hubieran desentrañado el enigma del "catálogo humano" que los unió en primer lugar. Descubrieron que las palabras escritas no eran más que símbolos imperfectos de lo que yacía en sus corazones. La realidad a menudo supera la retórica elaborada, y en sus encuentros y despedidas, encontraron la belleza en lo auténtico y lo genuino.
El "match" que los atrajo al principio se convirtió en el prólogo de su historia, un preludio de emociones entrelazadas y momentos compartidos. Aprendieron que detrás de cada perfil hay un ser humano con su propia historia, sus altibajos, sus sueños y anhelos. Y mientras avanzaban por los capítulos de su historia, comprendieron que las conexiones reales van más allá de las palabras atractivas, y encuentran su esencia en la vulnerabilidad y la autenticidad compartida en la vida real.
Don Ggatto
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(via GIPHY)
Las #RelacionesVirtuales, es un término que se refiere a “las relaciones a través de una red. (teléfono, faz, internet)”. (Baym, 2010)
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La vida cogestible
La decisión de abrirme una segunda cuenta de Twitter tuvo origen en una situación particular: unos días antes, había tenido sexo con un amigo. La situación era harto embarazosa para él (por motivos en los que no pienso detenerme), pero muy divertida para mí. Y entonces necesitaba descargar por algún lado, pero en mi cuenta “oficial” de Twitter, en la que uso nombre, apellido y hay avatar con mi cara, él era uno de mis followers. Imposible dibujarla desde ahí, con lo cual decidí abrirme otra, una con nombre de fantasía como para bardear a gusto. “Desde un rapto hormonal, I’m sending my first tweet to the World”. Así inauguré mi nuevo usuario.
Otro motivo que me incentivó a pasar a la clandestinidad fue que una “amiga de una amiga” había comentado en una reunión ‘de chicas’ que ya había tenido muchas citas por la red social del pajarito. Me quedé helada al escuchar esto, y me sentí una loser de la primera hora: ¡años con una cuenta de Twitter y nunca un DM de coger, nada de nada! Entonces me dije: “ya fue, intentemos por acá”. Y así elegí seguir la vía del TW para conocer muchachos porque, justamente, nunca tenía citas. Siempre odié el concepto de “cita”. Me parecía una costumbre de preapareamiento socialmente establecido en la cual las mujeres tenemos que seguir el “decálogo de la buena cita” (que en algunos casos incluye moralinas del tipo “si querés que te tome en serio, nunca te vayas a la cama con él durante la primera cita” y aberraciones del estilo). Por lo que sea, nunca me gustaron las citas. Mucho menos las citas a ciegas, claro. Pero en verdad necesitaba cambiar un poco mi estrategia, porque me estaba aburriendo de salir solamente con personas que conociera “espontáneamente” (y compañeros de laburo y amigos, fuera de cuestión), entonces me había convencido de que debía incursionar en ese terreno. Y, para ello, debía atenerme a las reglas. ¿Dónde conseguir consejos para una “cita ideal”?, me preguntaba. Y claro, obvio, en la Biblia de las sandeces de las chicas modernas: la Cosmo. Me metí en Internet a buscarla, pero enseguida me topé con una versión edulcorada y mucho más berreta, la Ohlalá. Por supuesto que uno de los tópicos centrales (y con más entradas y comentarios) era el de “10 cosas que NO hay que hacer en una primera cita”. Los leí, los repasé. Era bastante básico pero con potencial de efectividad. Y haciéndome de estas armas secretas, me dispuse a retomar la vía del encuentro con personas del sexo opuesto con las que obviamente iba a terminar en la cama, dónde si no.
De ahí en adelante, la cosa fue esperar a ver qué onda. Hubo muchos faveos, RT y DMs, hasta que llegué al momento de la(s) cita(s), que estuvieron bien, aunque obviamente que los “pasos para la cita ideal” me los olvidé con tan solo ver a la otra persona. Sexo en la primera cita, si daba, todo bien, aunque una y otra vez tuve que aclararlo: siempre vuelvo a dormir a casa. De repente, Twitter era ZonaCitas.com y ¡oh, maravilla! Había personas interesantes y bien predispuestas a pasarlo bien un rato, y sin mayores compromisos. Maravillas de la vida virtual.
Con algunos pasamos al Facebook, con otros al Gtalk (claro, el MSN ya es cosa del siglo pasado), con otros seguimos en contacto vía DM; a alguno le pintó más bien old fashioned y pidió el teléfono para empezar a charlar; hubo cine, cenas, paseos, telos, etc. Todo súper bien. Por suerte, nunca me tocó un moplo; más bien todo lo contrario. Personas inteligentes, sensibles, creativas y divertidas. ¿Qué más pedir? ¿Amor? ¿De qué estamos hablando?
Hoy, con un tiempo que incluye testeos varios, puedo asegurar que Twitter sigue siendo fuente de diversión en este área. Mis amigas se ríen y no lo entienden. Está bien; ellas se lo pierden.
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