#reina isabel II panegírico
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A la reina Isabel II
Jesús fue su luz guía. Lo declaró en uno de sus mensajes de Navidad en los que nos recordaba el sentido original de la fiesta. Ciertamente en su vida vemos la huella de su imperturbable fe, fe que cultivó desde la tierna niñez. De chica su madre dispuso que ella y su hermana oraran y leyeran diariamente la Biblia, la cual amó hasta su último día en esta tierra.
Una mujer que en lo dulce y en lo agraz cumplió con su deber, más aún, con su misión. Engrandeció su reinado con el respeto y fiel adhesión a la regla de oro: Haz con los demás como quieres que hagan contigo.
Será por eso que brilló. El amor la enalteció, amor por Dios, por su pueblo y por sus criaturas, los perros y los caballos.
Constancia, firmeza, perduración, persistencia y tesón fueron su emblema y su bandera. Hasta en los momentos más duros fue estoica y puso buena cara ante sus súbditos. Siempre estuvo con su pueblo, en las buenas y en las malas. Supo navegar por los turbulentos mares de dos siglos.
Cumplidora de su promesa de servir hasta el fin. Conflictos familiares le sobraron, pero guardó sus sentimientos y sus simpatías para cuando correspondiera, que en su caso era nunca, salvo en privado.
Sus mensajes de Navidad, siempre tan esperados, reflejaron claramente su amor por Jesús, al que vez tras vez exaltó y honró. «Al que me honra, Yo también lo honraré», dice el texto sagrado. Seguramente ese era el secreto de su fortaleza, resiliencia frente a la adversidad.
Su garbo, su sencillez, sus trajes coloridos la distinguían. Todo en ella era elegante; no solo su ropa. Su humildad la hizo grande, su cariño de abuela, su respeto por todos, por la diversidad. No le faltó tampoco el humor, virtud que cultivó con finura y simpatía. Pese a que era amante del protocolo, tenía el buen tino para saber cuándo romperlo, sobre todo con sus amigos o con la señora de color que olvidó la parafernalia formulista y le estampó un abrazo, a lo que la reina respondió con una sonrisa.
Madre y líder admirable. Amiga de embajadores y de cowboys. Poco a poco iremos asimilando lo que nos enseñó. Su ejemplo seguirá inspirándonos. Quedará entre los grandes de ambos siglos.
Gran Bretaña la llora, el mundo la llora. La lloramos hombres y mujeres comunes y corrientes de todas las latitudes.
Gracias por su legado, querida reina. Gracias. Que goces y descanses en el reino celestial.
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