#rECUERDO QUE TÚ UTILIZASTE UNO DE ESTOS GIFS
Explore tagged Tumblr posts
Text
CAPITULO 17: LE APLICAMOS LA HEFESTO A SU HERMANO
Una lancha guardacostas los recogió, estaban demasiados ocupados como para hacerles preguntas del porque cinco pre adolescentes estaban varados en medio de la bahía con sus ropas de calle. Había que ocuparse de aquel desastre. Las radios estaban colapsadas con llamadas de socorro.
Los dejaron en el embarcadero de Santa Mónica con unas toallas en los hombros y botellas de agua en las que se leía: «¡SOY APRENDIZ DE GUARDACOSTAS!». Luego se marcharon a toda prisa para salvar a más gente. Tenían la ropa empapada, incluso Percy porque bueno, ¿Cómo explicarías que un niño estuviera totalmente seco en medio del agua? También estaba descalzo, le había dado sus zapatos a Grover. Mejor que los guardacostas se preguntaran por qué uno de nosotros iba descalzo que por qué tenía pezuñas.
Charlotte se tiro en la arena, importándole poco como esta se pegaba en su piel por lo mojada que estaba. Sus amigos siguieron su ejemplo, observando la cuidad en llamas, recortada contra el precioso amanecer. Charlotte sentía su sangre hervir como los recuerdos iban pasando por su mente, Percy le dio la mochila con el rayo cuando estaban en la lancha porque estaría mejor cuidado con la hija de Zeus. Por algún motivo, sentía como el rayo soltaba pequeñas descargas eléctricas en su espalda. Ella estaba casi echa de energía eléctrica, se podía decir, era lógico que aquel metal respondiera a ella.
Lo que quería hacer ahora, era buscar a Ares y plantarle el golpe de su inmortal vida.
– No puedo creerlo – comentó Annabeth –. Hemos venido hasta aquí para…
– Fue una trampa – dijo Percy –. Una estrategia digna de Atenea.
– Eh – le advirtió.
Charlotte dejo de prestar atención a la conversación de sus amigos en cuanto sus sentidos volvieron a activarse, sus ojos dieron una escaneada rápida a su alrededor hasta que lo vio. Ares, ahí estaba, esperándolos, enfundado en el guardapolvo de cuero negro y las gafas de sol, un bate de béisbol de aluminio apoyado en el hombro. La moto rugía a su lado, y el faro volvía rojiza la arena.
Su colera se activó, un gran ola de enojo la envolvió. Sin importarle nada más, se levantó de la arena, escuchaba los llamados de sus amigos detrás de ella, siguió caminando ignorándolos. Ares la miraba con una especie de sonrisa, que se le borro a los segundos en cuanto Charlotte estuvo mas cerca de él.
– No te ofendas, hermanita – dijo Ares con burla –. Pero deberías estar muerta.
Charlotte no respondió, sentía tanta ira dentro de ella. El enojo, la ira, la impotencia y la sed de venganza se mesclaban dentro de ella. Era un sentimiento tan poderoso que jamás sintió, y no fue la única en sentirlo. Mas atrás sus amigos miraban totalmente impresionados a su amiga, Charlotte estaba brillando, una potente aura azul eléctrico la rodeaba.
El aire se sentía pesado, mas denso que apenas podían respirar. El sol del amanecer desaparecía de a poco por las nubes oscuras que empezaban a cubrir todo el cielo. Nubes que cargaban una fuerte tormenta.
– Nos has engañado – la voz de Charlotte sonó fría –. Has robado el yelmo y el rayo maestro.
Ares miro el cielo a su alrededor, parecía también luchar con el aire que se iba consensando a su alrededor pero termino sonriendo.
– Robar, precisamente robar con mis manos, de eso nada. ¿No has estudiado todos estos años, hermanita? Dímelo tú.
Charlotte gruño. El sonido de los rayos retumbando en el cielo alerto a los chicos mas atrás, Annabeth y Lerley intercambiaron miradas preocupados. Charlotte era poderosa, extremadamente poderosa, pero la mayor parte del tiempo no lograba controlar todo ese poder que estaba dentro de ella. El enojo podría ser muy peligroso par una hija de Zeus que es muy temperamental.
– ¿A quién utilizaste? ¿A Clarisse? Estaba allí en el solsticio de invierno. – tras unos segundos, Charlotte negó –. No. Ella no me agrada pero jamás podía hacer eso. ¿Quién fue, Ares? ¿Quién fue tan estúpido como para hacerte caso?
La idea pareció divertirlo. Ares la miraba con una sonrisa pero con algo mas en la mirada, como si la presencia de Charlotte le generaba mucha incomodidad.
– Charlotte. El viejo solecito siempre saca cara por ti, como si no fueras más que una… – se cayó de golpe, como si se hubiera acordado de algo de repente – no importa, miren mocosos, el asunto es que estás impidiendo los esfuerzos en pos de la guerra. Verás, tendrían que haber muerto en el inframundo. Entonces el viejo Alga y Zeus se hubiesen cabreado con Hades por matarlos. Aliento de Muerto hubiera tenido el rayo maestro y Zeus estaría furioso con él. Pero Hades aún sigue buscando esto… – Se sacó del bolsillo un pasamontañas, del tipo que usan los atracadores de bancos, y lo colocó en medio del manillar de su moto, donde se transformó en un elaborado casco guerrero de bronce.
– El yelmo de oscuridad – dijo Grover, ahogando una exclamación.
– Exacto – repuso Ares –. A ver, ¿por dónde iba? Ah, sí, Hades se pondrá hecho un basilisco tanto con Zeus como con Poseidón, ya que no sabe cuál le robó el yelmo. Muy pronto habremos organizado un bonito y pequeño festival de mamporros.
– ¡Pero si son tu familia! – protestó Annabeth.
Ares se encogió de hombros.
– Los enfrentamientos dentro de una misma familia son los mejores, los más sangrientos. No hay como ver reñir a tu familia, es lo que digo siempre.
– Me diste la mochila en Denver – dijo Percy, colocándose a la par de Charlotte –. El rayo maestro ha estado aquí todo el tiempo.
– Sí y no – contestó Ares –. Quizá es demasiado complicado para tu pequeño cerebro mortal, pero debes saber que la mochila es la vaina del rayo maestro, sólo que un poco metamorfoseada. El rayo está conectado a ella, de manera parecida a esa espada tuya, chaval. Siempre regresa a tu bolsillo, ¿no? En cualquier caso – prosiguió Ares –, hice unos pequeños ajustes mágicos a la vaina para que el rayo sólo volviera a ella cuando llegaras al inframundo. De ese modo, si hubieses muerto por el camino no se habría perdido nada, además, Charlotte hubiera sentido la presencia del rayo casi de inmediato. ¿Lo ven? Yo hubiera seguido en posesión del arma.
Era cierto. Charlotte pudo sentir en el inframundo una extraña energía venir de la mochila de Percy, sin duda era el poder del rayo maestro que la atraía. Si hubiera aparecido antes, ella se hubiera dado cuenta de esa fuente de poder en segundos. ¿En realidad Ares pensó toda esa estrategia tan detalladamente?
– Pero ¿por qué simplemente no conservaste el rayo maestro? – pregunto Percy –. ¿Para qué enviarlo a Hades?
De repente Ares se quedó absorto y pareció estar escuchando una voz interior. Lerley lo miro extrañado desde su lugar, Ares parecía tan perdido como si estuviera en un trance.
– ¿Por qué no…? Claro… con ese poder de destrucción… – Seguía absorto. Percy intercambio miradas con Charlotte, de pronto Ares salió de su extraño trance –. Porque no quería problemas. Mejor que te pillaran a ti con las manos en la masa, llevando el trasto.
– Mientes – dijo Percy –. Enviar el rayo maestro al inframundo no fue idea tuya.
– ¡Claro que sí! – De sus gafas de sol salieron hilillos de humo, como si estuvieran a punto de incendiarse.
– Tú no ordenaste el robo – insistió Percy –. Alguien más envió a un héroe a robar los dos objetos. Entonces, cuando Zeus te envió en su busca, diste con el ladrón. Pero no se lo entregaste a Zeus. Algo te convenció de que lo dejaras ir. Te quedaste los objetos hasta que otro héroe llegara y completara la entrega. La cosa del foso te está mangoneando.
– ¡Soy el dios de la guerra! ¡Nadie me da órdenes! ¡No tengo sueños!
Charlotte ladeo una sonrisa, se cruzo de brazos y con un tono de fingida inocencia dijo:
– ¿Quién esta hablando de sueño, hermanito?
Ares parecía agitado, pero intentó disimularlo con una sonrisa.
– Volvamos a lo nuestro, chavales. Están vivos y no permitiré que lleven ese rayo al Olimpo. Ya sabes, no puedo arriesgarme a que esos imbéciles testarudos les hagan caso. Así que tendré que matarlos. Nada personal, claro.
Chasqueó los dedos. La arena estalló a sus pies y de ella surgió un jabalí, aún más grande y amenazador que el que colgaba encima de la cabaña 5 del Campamento Mestizo. El bicho pateó la arena y miro al par de semidioses con sus ojos encendidos esperando ordenes de matarlos. Percy se metió en el agua, mientras que Charlotte daba un paso alejándose del dios.
– Pelea tú mismo conmigo, Ares – lo desafío Percy.
Charlotte estaba por replicar pero noto la mirada determinaba de Percy, comprendido que esta era su pelea, comprendía que esta era su misión. Dejo a su madre en el inframundo para salvarlos, estaba siendo usado por Ares como una pieza de ajedrez y vaya que eso jodia. Encima debía llevar ese rayo maestro antes del final del día, porque por culpa de Ares estaban aun pie de una posible guerra.
Le dejaría mostrar su valentía en ese momento, no sin antes demostrar un poco de su talento. Porque oigan, uno debe llamar la atención también. Charlotte levanto la mano hacia el cielo, este resonó a su alrededor, el cielo parecía temblar de poder. Un relámpago cayo directamente del cielo, atravesó al jabalí como si fuera de goma.
El jabalí soltó un chillido, a la vez que se deshacía en la arena.
Ares miro a la Charlotte con enojo. La chica se encogió de hombros con una sonrisa triunfante en su rostro.
– ¿Vas a pelear conmigo ahora? – lo espetó Percy compartiendo la misma sonrisa de suficiente que Charlotte –. ¿O vas a esconderte detrás de otro de tus cerditos?
Ares estaba morado de rabia.
– Ojo, chaval. Podría convertirse en…
–… ¿una cucaracha o una lombriz? Sí, estoy seguro. Eso evitaría que patearan tu divino trasero, ¿verdad?
Las llamas danzaban por encima de sus gafas. Lerley pasaba su vista entre sus amigos y Ares, estaba sorprendido queda decir también orgulloso por ver como el dúo de semidioses estaban defendiéndose y apoyándose mutuamente. Rosse iba a matarlo por dejar que Charlotte anduviera de suicida durante la misión. Es imposible controlar a su amiga.
– No te pases, niño. Estás acabando con mi paciencia y te convertiré en una mancha de grasa.
Charlotte rodeo los ojos.
– Mucho hablas, poco actúas.
– ¿Y porque no luchas conmigo, hermanita? – desafío Ares.
Charlotte se encogió de hombros, balanceo su paso de un pie a otro sin borrar su sonrisa dijo –: Nah, Percy puede partirte el trasero por si mismo. Hoy me toca mirar.
Percy se sintió agradecido por el apoyo que la pelinegra le mostraba. Pelear con un dios era un acto estúpidamente arriesgado, pero había tenido suficiente. Ya no quería huir, estaba cansado de esconderse. Iba a patear el trasero divino de Ares y si Charlotte creía que podía hacerlo por su cuenta, debía creer en sí mismo que también podía.
– Si ganas, conviérteme en lo que quieras y te llevas el rayo – propuso Percy –. Si pierdes, el yelmo y el rayo serán míos y tú te apartas de mi camino.
Lerley tembló. No es que no confiara en su mejor amigo, claro que lo hacía, pero hacer ese trato no era un juego, toda la misión dependía del rayo maestro. Si Percy perdía, estaban perdidos.
Ares resopló con desdén y esgrimió su bate de béisbol.
– ¿Cómo lo prefieres? ¿Combate clásico o moderno? – Percy le mostro su espada.
– Para estar muerto tienes mucha gracia – contestó –. Probemos con el clásico.
Entonces el bate se convirtió en una enorme espada cuya empuñadura era un cráneo de plata con un rubí en la boca. Percy se acerco a sus amigos, sus rostros lucían nerviosos y casi entrando al pánico.
– Percy, no lo hagas… – le advirtió Annabeth –. Es un dios.
– Es un cobarde – repuso Percy.
Annabeth trago saliva y dijo:
– Por lo menos lleva esto, para que te dé suerte. – Se quitó el collar de cuentas y el anillo de su padre y se lo puso al cuello –. Reconciliación – añadió –. Atenea y Poseidón juntos.
Percy se ruborizo un poco, pero consiguió sonreír.
– Gracias.
– Y toma este amuleto de la suerte – terció Grover, y le tendió una lata aplastada que llevaba en el bolsillo –. Los sátiros estamos contigo.
– Grover… no sé qué decir. – Grover le dio una palmada en el hombro. Percy se metió la lata en el bolsillo trasero.
Lerley lo tomo de los hombros, lo acerco a su cuerpo para darle un fuerte abrazo. Percy sonrio devolviéndose el abrazo con la misma fuerza a su mejor amigo.
– Aquí es donde te debo dar tu beso de la buena suerte – bromeo Lerley. Ambos rieron. Se quito el collar con el dije del Sol y se lo puso al cuello. El sol del centro dio un leve brillo –. Confió en ti, Percs, patéale su trasero divino.
– No te voy a decepcionar, Lery.
Charlotte ladeo su cabeza de costado, cuando Percy se puso delante de ella. Ambos se miraron en silencio como si sus miradas pudiesen decir todo lo que sus bocas no podían.
– Confió en ti – dijo Charlotte. – No me decepciones. Percy Jackson. Debes ganar, me debes esas clases de natación.
Percy soltó una pequeña risa. Charlotte deslizo su anillo por su dedo, dejándolo entre las yemas de su dedo, tomo la mano de Percy y puso el anillo en su dedo anular. Percy miro sorprendido como el anillo se acomodaba en su dedo, sintió una pequeña descarga eléctrica recorrer su cuerpo.
– Thunder jamás ha perdido una pelea, estoy segura de que no será la primera.
– ¿Ya has terminado de despedirte? – Ares los interrumpió. El guardapolvo negro ondeaba tras él, su espada refulgía como el fuego al amanecer –. Llevo toda la eternidad luchando, mi fuerza es ilimitada y no puedo morir. ¿Tú que tienes?
La mirada de Percy se endureció. Respondió moviéndose un poco mas adentro del agua, hasta que esta le llego a los tobillos. Lerley pensó en lo que Annabeth dijo hacia un tiempo atrás «Ares tiene fuerza, pero nada más. Y a veces la fuerza debe doblegarse ante la inteligencia». Si Percy quería ganar, sin duda debería ser mucho mas inteligente que Ares.
Ares dio un mandoble hacia abajo en su cabeza, pero Percy fue empujado por el agua sobre él y volcó sobre su cabeza, girando y atacando mientras bajaba. Ares fue igual de rápido. Giró, y el golpe que debería haberle asestado directamente en la columna fue desviado por el extremo de la empuñadura de su espada.
Sonrió socarrón.
– No está mal, no está mal.
Atacó de nuevo y Percy se vio obligado a saltar a tierra. Intentó regresar al agua, pero Ares le corto el paso. El dios lo superó en maniobras, presionando con fuerza la espada de Percy, haciendo que se alejara de las olas. Los cuatro amigos observaban en silencio desde la distancia, Lerley rogaba a sus adentros por que Percy encontrara las fuerzas para seguir.
«Vamos, Percy – pensó –. Se que puedes hacerlo, vamos ataca.»
Percy intervino con una estocada, pero Ares lo predijo. Le arranco contracorrientes de las manos y lo pateó en el pecho. Charlotte sintió todo el aire abandonar sus pulmones cuando Percy fue despedido hacia atrás, se habría roto la espalda si no hubiera caído cobre una duna de arena blanda.
– ¡Percy! – chilló Annabeth –. ¡La policía!
Las luces rojas parpadeaban en el bulevar de la costa. Los coches de la policía se detenían en la carretera, la gente miraba por las ventanas, los peatones se detenían a observas. Charlotte no estaba muy segura de que era lo que los mortales podían ver, pero al ver a los policías bajar de los autos con los chalecos antibalas puesto, imaginaba que no era nada bueno.
Percy se puso se pie aun tambaleándose, la sonrisa de Charlotte se expandió por su rostro al notar como la mirada de suficiencia de Ares desaparecía.
– ¡Están allí! – gritó alguien –. ¿Lo ve?
Una voz malhumorada de policía:
– Parece ese crío de la tele… ¿Qué diantres…?
– Va armado – dijo otro policía –. Pide refuerzos.
Los cuatro amigos se miraron por unos segundos, preocupados porque mas mortales estuvieran en los alrededores. Volvieron su atención a la pelea cuando Ares levanto la espada, Percy rodo aun lado justo a tiempo mientras la espada de Ares quedaba atrapaba en la arena. El hijo de Poseidón corrió hasta Contracorriente, la tomo y lanzo una estocada al rostro de Ares. Pero el dios logro desviarla.
Percy volvió al agua, obligan a Ares a seguirlo.
– Admítelo, chaval – gruño Ares –, no tienes ninguna posibilidad. Sólo estoy jugueteando contigo
Un segundo choque policial se acercaba con las sirena aullando. Mas personas empezaban a acercarse a mirar, con una mirada rápida a su alrededor Charlotte pudo distinguir a las formas resplandecientes de los espíritus, a sátiros disfrazados de mortales, espíritus del viento también se acercaron a mirar, cuando estos se percataron que Charlotte los miraba hicieron una pequeña reverencia hacia ella. Por encima de ellos escucharon un aleteo coriáceo dando vueltas en algún lugar: Las furias.
Percy dio un paso más en el agua, pero Ares fue rápido. La punta de su espada le rasgó la manga y le rozó el antebrazo. Lerley solo un chillido, llevándose la mano a su boca.
Una voz ordenó por un megáfono:
– ¡Tirad las escopetas! ¡Tiradlas al suelo! ¡Ahora!
Charlotte miro el arma de Ares con más atención, noto que esta parecía parpadear: a veces parecía una escopeta, a veces una espada. La niebla se estaba encargando de camuflar de alguna manera lo que estaba pasando para que los mortales vieran algo completamente opuesto a lo que sucedía.
Ares se volvió para lanzar una mirada de odio al publico presente. Había ya cinco coches de policía y una fila de agentes agachados detrás de ellos, apuntándolos con sus armas.
– ¡Esto es un asunto privado! – aulló Ares –. ¡Largaos!
Hizo un gesto con la mano y varias lenguas de fuego hicieron presa en los coches patrulla. Los agentes apenas tuvieron tiempo de cubrirse antes de que sus vehículos explotaran. La multitud de mirones se desperdigó al instante. Ares estalló en carcajadas.
– Y ahora, héroe de pacotilla, vamos a añadirte a la barbacoa.
Atacó y Percy desvió su espada. Se acerco lo suficiente para alcanzarlo intento engañarlo con una finta, pero paró el golpe. A este punto, Ares ya estaba sumergido hasta las rodillas en el agua.
De repente, el agua que crecía cada vez mas disminuyó. Percy frenó la marea por la fuerza. La presión aumentaba. Ares se adelantó, sonriendo y muy ufano de sí mismo. Percy bajo la espada, Charlotte sintió como su cuerpo se helaba al ver al chico agotado. Pero en el momento en el que Ares levantó su espada, un muro de dos metros de agua le dio de lleno a Ares.
Charlotte dejo escapar un pequeño grito de felicidad. Percy saltó alto en el aire, el agua lo sostuvo mientras iba sobre Ares y aterrizaba detrás de él. Ares maldecía mientras escupía agua y algas. Distraído, Percy le dio una finta que Ares pudo esquivar a tiempo. Percy cambio de dirección, soltó aun lado y hendió a Contracorriente por debajo del agua. Clavándole la punta en el talón.
El alarido que siguió convirtió el terremoto de Hades en un hecho sin relevancia. Hasta el mismo mar se apartó de Ares, dejando un círculo de arena mojada de quince metros de diámetro. Icor, la sangre dorada de los dioses, brotó como un manantial de la bota del dios de la guerra. Su expresión iba más allá del odio. Era dolor, desconcierto, imposibilidad de creer que Percy lo había herido.
Ares cojeo hacia Percy, murmurando antigua maldiciones griegas, pero algo lo detuvo. Fue como si una nube ocultase el sol, pero peor. La luz se desvaneció, el sonido y el color se amortiguaron, y entonces una presencia fría y pesada cruzó la playa, ralentizando el tiempo y bajando la temperatura abruptamente. A Charlotte se le congelo cada parte de su cuerpo al notarlo.
«Nos veremos muy pronto, querida.» Una voz pareció resonar a su alrededor, como si el viento le susurrara en el oído. Charlotte busco a su alrededor en busca de algo o alguien, pero no había nadie mas que sus amigos, quienes mantenían la mirada fija en la pelea. Nadie más lo escucho, solo ella.
«¿Qué mierda fue eso?» Pensó.
Los coches de policía ardían detrás de ellos. La multitud de curiosos había huido. Annabeth, Grover y Lerley estaban conmocionados, mientras el agua rodeaba de nuevo los pies de Ares y el icor dorado se disolvía en la marea.
– Tienes un enemigo, diosecillo – dijo Ares bajando la espada –. Acabas de sellar tu destino. Cada vez que alces tu espada en la batalla, cada vez que confíes en salir victorioso, sentirás mi maldición. Cuidado, Perseus Jackson. Mucho cuidado.
Su cuerpo empezó a brillar.
– ¡Percy, no mires! – grito Lerley.
Todos voltearon cuando Ares reveló su auténtica forma inmortal. Si lo miraran, se desintegrarían en cenizas. Una luz estruendosa quemo su piel, y tan pronto como se elevó lo suficiente como para que el vello de sus brazos comenzara a chisporrotear, se apagó y desapareció.
Cuando volvieron a mirar Ares había desaparecido. La marea se apartó para revelar el yelmo de oscuridad de Hades. Percy lo recogió, se dirigió a donde los chicos lo esperaban pero antes de llegar oyó un aleteo. Tres ancianas con caras furibundas, sombreros de encaje y látigos fieros bajaron del cielo planeando y se posaron delante de él.
La furia del medio, la que había sido la señora Dodds, dio un paso adelante. Enseñaba los dientes, pero por una vez no parecía amenazadora. Más bien parecía decepcionada, ya no tenía una razón para comerse a Percy o Lerley.
– Lo hemos visto todo – susurró –. Así pues, ¿de verdad no has sido tú?
Percy le lanzo el casco, que agarró al vuelo, sorprendida.
– Devuélvele eso al señor Hades – dijo –. Cuéntale la verdad. Dile que desconvoque la guerra.
Vaciló y la vio humedecerse los labios verdes y apergaminados con una lengua bífida.
– Vive bien, Percy Jackson. Conviértete en un auténtico héroe. Porque si no lo haces, si vuelves a caer en mis garras…
Estalló en carcajadas, saboreando la idea. Después las tres hermanas levantaron el vuelo hacia un cielo lleno de humo y desaparecieron. Finalmente Percy se unió a sus amigos, que parecían estar alucinando.
– Percy… – dijo Grover –. Eso ha sido alucinante…
– ¡Ha sido la cosa más increíble que he visto en mi vida! – apoyo Lerley con los ojos bien abiertos y moviendo sus manos por todos lados con mucha energía.
– Ha sido terrífico – terció Annabeth.
– Y muy estúpido de nuestra parte – admitió Charlotte –. Pero debo admitir que estuviste…bien…
– ¡Ha sido muy guay! – se obstino Grover.
Percy no se parecía a nada de lo que dijeron. Lucía cansado, dolorido y listo para caer. También había un toque de miedo en sus ojos verdes.
– ¿Habéis sentido eso… fuera lo que fuese? – pregunto Percy.
Los cuatro asintieron, inquietos. Charlotte abrió la boca para decir lo que había escuchado, pero descarto la idea rápidamente. No quería dar mas problemas a los que tenían en ese momento.
– Deben de haber sido las Furias – dijo Grover.
Pero ninguno estaba seguro de ello. Algo o alguien había evitado que Ares matara a Percy. Algo muy poderoso y manipular. Charlotte tuvo la horrible sensación de saber lo que era, tras cruzar una mirada rápida con Lerley se dio cuenta de que el chico también sospechaba de lo que era. Rogaban por los dioses estar totalmente equivocados.
Percy le pidió la mochila a Charlotte, miro adentro. El rayo maestro seguía allí. Un metal estaba por provocar la Tercera Guerra Mundial.
– Tenemos que volver a Nueva York – dijo Percy –. Esta noche.
– Eso es imposible – contestó Annabeth –, a menos que vayamos…
–… volando – completó Percy.
Charlotte levanto los brazos al cielo en señal de victoria.
– ¡Si! ¡Por fin, algo que podemos hacer en donde no este casi por morir!
– Pero Percy… – dijo Lerley. Charlotte movió su mano en señal de que no se preocupara.
– No le pasara nada estando conmigo, mi padre no va atacarme en el cielo o eso espero. El rayo también estará seguro conmigo, ustedes no se preocupen. Además, se cómo conseguir un avión en menos de una hora.
– ¿Cómo? – pregunto Percy.
– Realizando una pequeña llamadita. ¿Me consiguen un teléfono?
0 notes