#porque el ciudadano medio no se acuerda ni de la mitad de cosas que tiene o pruebas q le hacen
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Ehhh SIN palabras
#MUY fuerte#pobres vacunados la vdd#pero es importante ser buen profesional#no solo ser doctor enfermero dentista abogado piloto carnicero peluquero etc#sino ser buen profesional#falta humanidad#muchos son muy arrogantes#yo trabajo con médicos más mayores y son suppppeeeeer majos 🩷🩷🩷🩷🩷🩷#o sea#nada q ver con la gente que uno puede ver cuando está de prácticas#igual tambn tengo q decir que había muchos médicos majos#pero otros no tanto#igual q cualquier persona en el mundo sanitario#al final hay algunos q se lo tiene que hacer mirar#pero intimidar y hacer el vacío a un paciente …. patetico#uno diría#bueno estos vacunados con efectos adversos están locos#son solo 2/3#ya 😅 son millones#tenéis que hacer algo - pero lo tenéis que hacer vosotros 👀#y AstraZeneca fue la primerisima en ser retirada#se veían cosas MUY raras#pero es que todas han traído MUCHOS problemas#pf menos mal q uno se fía de su intuición e investiga#esto destroza al 95% la medicina moderna pero el 99% de las curas se basan en una alimentación alineada con tu espíritu#lo cual no será unitaria ni única - sino adaptada a cada uno#a la gente se la suda la nutrición#que peligro 💯#por cómo habla seguramente trabajaba en sanidad#porque el ciudadano medio no se acuerda ni de la mitad de cosas que tiene o pruebas q le hacen
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Día 23
Era la hermana mayor y tenía la responsabilidad de cuidar de su hermana pequeña, o eso es lo que ella había asumido desde que no podían ver a su madre.
Naira tiene casi siete años, de hecho, apenas queda una semana para su cumpleaños pero no quiere ni pensarlo. Se niega a cumplir años en esta situación y así se lo ha hecho saber a su padre. No va a malgastar un día tan especial encerrada en casa y sin poder ver a su madre ni a sus amigas. Así que, cumplir años queda aplazado hasta nueva orden.
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Es marroquí. Se “coló” en España con su primo, que venía desde Argelia. Se encontraron en Marruecos y consiguieron embarcarse en una de las pateras de las que tanto les habían hablado. Al llegar a España tuvieron que separarse. Su primo no tuvo su suerte, o sí pero no la supo aprovechar. Fue detenido y enviado a Argelia. Él se fue agarrando a todo tipo de trabajos en los que no le piden papeles, y después de año y medio aquí, está buscando la forma de legalizar su estado para traerse un día a su madre y regalarle un poco de dignidad durante los últimos años de su vida.
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Bajó las persianas y no quiso ver la luz del día. Las ha subido a las ocho, para los aplausos. Su vecina ha intentado verla durante estos días, pero ha rechazado cordialmente su compañía, necesita estar sola, necesita morirse un poco antes de volver a la vida. "Nadie tiene una vida ahora a todos nos tocará volver a empezar."
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Habla con su madre, está bien pero tiene ganas de verlo. Por su edad, no le dejan acercarse a la cárcel para ver a su hijo, ella, que cada semana desde que lo encerraron había ido para ver cómo crecía su hijo.
Cuando cuelga decide escribirle una carta, ya ni se acuerda de cómo se hace eso
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Las mañanas las pasa en el huerto que está detrás de su casa. Sus nietas, que no pierden ojo a cada uno de sus movimientos, siempre le esperan desde una de las ventanas del granero. Le encanta verlas allí, pero a veces no es capaz de avanzar con cada una de esas preguntas curiosas que solo saben hacer los niños.
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Llorar a un muerto es algo que todo el mundo necesita. Estos días no hay espacio para ello. O se llora en soledad o no se llora hasta que explota dentro. Sobre todo cuando esos muertos son de los que han quedado fuera, de los que se ha dado por hecho que tenían menos posibilidades de sobrevivir y se quedaron si uno de los deseados respiradores.
Como psicóloga tiene ciertas herramientas para ayudar a cicatrizar heridas, pero a menudo se le olvida cómo usarlas cuando tiene que cerrar las suyas.
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Empieza a estar un poco harto de tanto jaleo. Sobre todo porque a veces parece que la gente se olvida de que solo es un teleoperador técnico de internet y que no les puede solucionar la vida. Entiende que es un momento en el que la tensión que soporta la población está en lo máximos niveles de ansiedad pero es que él también está encerrado, separado de su familia, con dos compañeros de piso que hacen de todo menos compañía... Solo esa voz le haría desconectar de este barrizal de mierda que tiene encima. Pero esa voz nunca está al otro lado del teléfono.
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Han llegado las vacaciones escolares, vacaciones de confinamiento en casa, pero vacaciones al fin y al cabo. Se ha pasado el fin de semana descansando de el sobreesfuerzo que ha experimentado en las últimas semanas.
Está preocupada por su vecina, no quiere visitas, lo entiende, pero le da miedo que se acostumbre demasiado a su luto en soledad... "Mañana golpearé la puerta hasta que me abra" o quizás solo le deje unos tuppers de comida en el felpudo.
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Yaiza está más tranquila, aunque no se puede quitar algunas cosas de la cabeza, los días enfrían los recuerdos. A veces llora pero ahora lo hace a escondidas de su padre y de su hermana, no quiere que le riñan. Piensa en las personas que echarán a esos agujeros en el suelo y se pregunta si al menos su mamá podrá estar cerca de ellos.
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Ayer le dieron el alta a su marido, puede continuar la recuperación en casa. Le alivia. Claramente esto supone más trabajo para ella pero necesita a alguien que lleve la mitad de la carga mental. Su hijo está cada día más quieto, echa de menos su hiperactividad normal, le da miedo que en estos días crezca varios años, "no es justo, no quiero que su infancia desaparezca antes de tiempo", pero ella no podrá evitar eso.
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Hay días que mandaría a todos a tomar por culo. Son días en que los clientes del supermercado se creen con la potestad de hacerle la vida más difícil a ella solo por el mero hecho de estar trabajando allí. Afortunadamente siempre hay excepciones de esas que le devuelven la confianza en las personas, esas que le dan las gracias por trabajar y le desean mucho ánimo para estos días. No son muchas, pero con una sola que le diga una palabra bonita, ya siente que ha merecido la pena el día.
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Esta mañana ha visto cómo su vecino le gritaba a una chica que pasaba por la calle. "Vete a tu puta casa ya". Lo están advirtiendo, nadie sabe de dónde viene esa persona, adónde va, la población no es quien para juzgar los movimientos de los ciudadanos. Así que él le responde desde su ventana: "¿Y si viene de trabajar en el hospital para salvarle la vida a tu madre? Gilipollas". Después de decir esto tiembla, jamás se mete en confrontaciones con nadie, es más bien de los que busca comprender a todos los bandos. Pero ya está harto de escuchar memeces sin sentido. Por contra a lo que esperaba, su vecino cierra la ventana y no contesta.
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Lleva un tiempo pensando que ya es hora de dejar este mundo cada vez más extraño para ella. A ratos piensa si no sería mejor que le llegara ese virus ya y le ahorrase la agonía del mientras. Por supuesto esto no se lo ha contado a sus hijos, nunca entenderían esa forma de pensar, por lo menos mientras tengan la edad que tienen ahora. Ella no quiere tirar la toalla, pero siente que ha vivido más de lo que le correspondía. Y ahora, si así va a ser el final de su camino, preferiría que fuera más corto.
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Sus suegros la llaman cada dos días y le cuentan cómo va su marido. Tampoco ellos saben que está embarazada. Sin familia con la que contar, sin amigos cercanos —puesto que sus amigos son los de su marido— se siente en una encrucijada que se complica más y más. Ha buscado por Internet, pero las respuestas que necesita no están la red. Lo que sí está es un teléfono que se ha habilitado para atención psicológica durante estos días. Lo anota pero no llama. No quiere saturar las líneas con lo que considera "mis tonterías" y que alguien con problemas más graves no pueda ser atendido.
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Esta semana ha empezado con los ánimos por los suelos. Ver a su hija pequeña llorar como lo hizo cuando vio las noticias por error, le rompe por dentro en trocitos. Hay cosas que un niño no debería vivir. Y piensa en todos los hijos de esos padres que están siendo enterrados a granel. Esos niños que dejaron de ser niños casi en el momento de nacer por el lugar donde ha nacido. Hoy no quiere hablar con su compañera, sabe que ella se va a percatar de que algo no va bien y no quiere que se preocupe con todo lo que ella tiene encima. Así que se inventa una excusa tonta y le hace unos audios con las niñas para animarla.
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Vive bien en el Hospital, por raro que parezca. Como no recuerda su vida, tampoco la echa de menos, solo a sus padres, no entiende por qué no pueden venir a verlo.
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Sabe que su compañero no está bien. No es normal que decline una invitación para hablar a solas, sin sus hijas delante. También sabe que si se lo está ocultando es para no preocuparla. El volumen de trabajo en el Hospital está alcanzando niveles desorbitados y, aunque ella no se lo cuente, hoy en día las noticias en las redes hacen que sea imposible guardar un secreto. Así que lo acepta y se hace la tonta mientras habla con sus padres y les pide que estén pendientes de él y de la niñas. Confía en ellos, son los mejores padres que conoce y nunca se han olvidado de serlo.
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Ha tenido videollamada con su alumno de inglés-profesor de informática. Hoy le ha hablado de su madre, de lo que la echa de menos desde que empezó el confinamiento. Al parecer, antes de eso, comían todas las semanas juntos, tienen una buena relación. Ella traga saliva cuando escucha esto y piensa en su propia madre y en esa buena relación que solo tuvieron cuando todavía era una niña. No había vuelto a pensar en ella desde los primeros días tras el parto... Hoy su alumno le ha recordado que tiene ganas de verla.
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Ha sido un día nuevo en la vida de Azai. Para él un día nunca es igual al anterior, siempre hay algo nuevo, algo sorprendente o algo que le horripila y le hace llorar. Tampoco recuerda los días anteriores, pues en realidad sus días comienzan cada vez que despierta y eso ocurre hasta tres veces al día. Está cansado ya de los dibujos de la lluvia en los cristales. Eso que tanto le emocionaba al principio, después de cuatro días lloviendo ahora le aburre, se ha hecho rutina, aunque él no entienda lo que significa tener una rutina.
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“He tenido mucho tiempo para pensar. No ahora, si no en los últimos tiempos. Casualidades de la vida, circunstancias buenas y malas, me han llevado a pasar mucho tiempo conmigo y con lo que me rodea más que con quienes me rodean. Por eso no me importa seguir pasando el rato conmigo, seguir bailando para nadie, seguir mirando cómo sale y se pone el sol cada día un poquito más al oeste.
Llevo un año exactamente viviendo en este piso en el que he vivido una especie de exilio involuntario. Desde que llegué, he observado cómo se mueve la bóveda celeste arrastrando a las constelaciones según el momento del año. He visto cómo cambiaban mis sombras reflejadas en la pared. En invierno solo intuyo el atardecer, en verano el sol se pone de frente. Me he detenido pensando que el mundo se detendría conmigo, pero el sol, como siempre, no ha dejado de salir cada mañana, desnudo o disfrazado entre las nubes. He visto cambiar los pájaros de estación, los que conocía y los que no. He comprendido que, pase lo que pase con nosotros, los mecanismos de la Naturaleza continuarán funcionando como lo llevan haciendo desde mucho antes de que a esta especie humana nos diera por aparecer. Y a pesar de todo, no he sido capaz de explicarlo. Mi mundo personal se paró hace un año y comencé un nuevo camino sin rumbo fijo. No puedo echar de menos una normalidad que no tenía, esa que otros anhelan y que yo anhelé durante un tiempo, hasta que aprendí a ser anormal, y vivir lo que me fuera viniendo. Llevo un año acostumbrándome a vivir en una incertidumbre continua, llevo treinta días encerrada con esa incertidumbre en casa... Ahora se ha detenido el mundo de todos a la vez, como si hubieran querido hacerme compañía, y me encantaría poder decirles que después de todo, se puede empezar de nuevo."
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