#pluma negra | *** sorpresas del frente amplio.
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〔 Arrow of Destiny 〕 Cap 1: Chrysalis (primera parte) Otoño, 1994. Oregon. El sol brilla con algo de notoriedad puesto que mayormente es cubierto por el suave manto de las nubes. La campana del colegio sonaba cuando uno de los guardias tiraba de una cuerda bien sujeta en la cima, y la alegría inundaba el frío recinto donde los infantes acudían por más aprendizaje. Una mujer de joven edad salió en búsqueda de uno que siempre solía perderse, a juzgar por su expresión entre molesta y angustiada, no era algo nuevo que ella sufría. Llevaba la mano a su frente mientras observaba cada rincón del establecimiento, hasta que decidió cruzar una reja que la llevaría a un amplio y denso bosque. Gritaba el nombre del muchacho reiteradas veces mientras más avanzaba, pero se llevó la mano al pecho cuando finalmente pudo divisarlo a la distancia; él sostenía un arco de madera y tiraba del hilo con ayuda de una flecha, apuntaba en dirección opuesta al lago, más bien, hacia una botella vacía encima de un tronco viejo y apolillado. ━ ¡Aiolos! ━ Exclamó la mujer de cabello castaño mientras se aproximaba rápidamente a él. El chico, producto del sorpresivo llamado, falla el tiro arrojándolo cerca del lago oxidado. Mostró un claro semblante lleno de sorpresa, escondiendo inútilmente el instrumento tras su espalda, aunque la punta de éste sobresalía por encima de su cabeza. ━ ¿Hasta cuándo te escaparás de clases? ¿Sabes qué tan peligroso es este bosque o nunca tus padres te lo mencionaron? Aquí se pierden niños de tu edad y quién sabe a dónde van a parar. ━ El chico mostró cierta tristeza en su rostro, desviando la mirada hacia las calmas aguas del mencionado, la vara de madera reposaba entre las hojas secas y dudaba si buscarla o no, un ligero sentimiento de temor nació en él cuando guardaron silencio. La mujer, por muy enojada que se encontraba, se preocupaba de las huidas del chico, más si por los alrededores corría el rumor que un asesino serial se refugiaba en las cercanías, peor aún, se especializaba en llevarse infantes que rodeaban la edad de Aiolos. Suspiró cabizbajo y la muchacha se inclinó lo suficiente para rodear el pequeño cuerpo ajeno con sus brazos. ━ Lo siento si fui dura contigo, pero me muero si algo llega a pasarte, pequeño pajarito. ━━ Dicho eso, se apartó para observar de frente al más joven, quien poco a poco dibujaba una grata sonrisa. La mujer corrió algunos cabellos que cubrían el rostro del mismo, revelando completamente el par de zafiros que le miraban con atención antes de añadir. ━ Te gustó ese apodo ¿Eh? Pues eres un pequeño pájaro que no le gusta estar encerrado y huye al bosque. No te culpo, a veces es insoportable estar allá, pero por ahora ¿Volvemos? Las clases comenzarán nuevamente y la directora ya preguntaba por ti. ━ Ambos se tomaron de la mano y comenzaron a caminar en dirección hacia el colegio, pero Aiolos volteó en silencio su rostro y la flecha ya no estaba en su lugar, alguien o algo lo había tomado en ese tiempo que le dieron la espalda. No mencionó una sola palabra y optó por correr animado mientras tiraba de la mano a su maestra. * Esperar sentado fuera de la oficina de quien poseía el mayor poder en el establecimiento no era grato, el nerviosismo de qué le diría dicha ahora por arrancar, lo mantenía sumido en un leve juego con sus dedos. La maestra yacía dentro conversando, no quería imaginarse en la clase de problemas en que se metió ahora, ¿Era a tal nivel para ser suspendido? Como no lograba mantenerse tranquilo, se levantó de su lugar para hacer un recorrido por las salas vacías, una corresponde al club de música, otro al de artes, más allá sobre ciencias y ya no tenía memoria de los que continuaban. Pero una dulce melodía proveniente de uno de aquellas aulas, más bien, la única que tendría un piano. En él, una muchacha de una prolija cabellera de color bermejo y ondulado, sumando su tez de porcelana, tocaba cada tecla con la suavidad de una pluma la sonata Gymnopedie No. 3. No superaba los quince años de edad y vestía el uniforme del colegio, una pre adolescente que al parecer aún no se percataba de su pequeño admirador que no cruzaba aún el umbral. En silencio, fue aproximándose poco a poco, sintiendo el apoyo el suelo que no emitía ruido alguno con sus pisadas, hasta que alcanzó una distancia prudente y se sienta cómodamente en el suelo como todo orgulloso espectador. Ella giró apenas el rostro para capturar en su campo visual la imagen del jovencito, unos grandes ojos verde esmeralda embellecían las facciones delicadas de la muchacha, pero no pronunció una palabra, sólo le dedicó una cálida sonrisa y satisfecha de su reducido público. La melodía lo hacía volver al bosque, o más bien a Rusty Lake, un lago que no poseía fondo por su cristalino color oxidado, plena época de otoño donde las hojas formaban camas naturales al aire libre, el aroma de tierra mojada y madera vieja, todo era digno de una fantasía hecha realidad. ━ En tus ojos se refleja la primavera, pero en él otoño. Niños de ojos tristes y sonrisas rotas. Dichas épocas fueron su cuna, tú conociendo la lluvia, mientras que el otro el sol. Sin embargo, donde una flor muere, nace otra más bella. ━ Con esas palabras, la sonata y el viaje mental se detuvieron, Aiolos se levantó de su lugar y avanzó hacia ella mientras volvía a repetir la canción. En ese momento, su maestra cruzó el salón por fuera en su búsqueda, pero rápidamente lo encontró, haciendo ingreso al aula con algo de curiosidad. ━ ¿Qué haces aquí solo, Aiolos? Ven, debemos volver. ━ ━ ¿Solo? Pero… ━ Y tras decir eso, la chica ya no estaba. Se había esfumado tan rápido como un parpadeo, pero ella estaba abajo, desde la ventana podía divisarla, sonreía de par en par antes de girarse y marchar hasta desaparecer antes de llegar a la reja que separaba el colegio del bosque. ¿Qué escondía Rusty Lake? Ya no era primera vez que ocurría algo extraño frente a sus ojos, y para ser apenas un niño, podía comprender la situación en la que se encontraba. De alguna u otra manera el bosque lo llamaba, no vivía lejos de él, su casa siempre fue humilde y cálida en vista de la espesa foresta. Pero no podía quedarse pensando todo el tiempo, ya era hora de marchar a casa y el fin de semana de descanso lo tenía reservado para su nueva aventura. El reloj marcaba las diez de la noche, no lograba conciliar el sueño y la imagen de la joven no se iba de sus pensamientos, todo se sintió tan real que lograba sacarle unas cuanta carcajadas. Corrió las cobijas con cuidado y fue gateando por la cama hasta el televisor, era muy flojo para bajarse de la cama, así que sólo bastó con estirarse un poco para alcanzar los botones y buscar algún canal donde pasaran caricaturas o algo que llamase su atención, pero la imagen de una niña de apenas doce años aparecía en la pantalla, y de título un poco más arriba ‘’Se busca’’. Todo indicaba claramente que el asesino serial no daba descanso a su caza, y ahora una pequeña fue víctima. Según los datos, ella se esfumó aquella tarde del mismo día y respondía con el nombre de Heather. Con algo de tristeza, se quedó mirando dicho canal, quería ayudarla y a todos esos niños que injustamente eran separados de sus padres, entonces recordó lo que dijo su maestra cuando decidió internarse en el bosque, ¿Realmente el hombre utilizaba un lugar tan hermoso para llevar a cabo sus crímenes? ¿Fue él quien tomó su flecha? Un escalofrío recorrió su espalda y se cubrió rápidamente con las mantas, pensar que estuvo tan cerca y a la vez tan lejos del criminal, le creaba miles de revoltijos en su estómago. Presa de sus profundos pensamientos y preguntas sin respuestas, cayó dormido en cosa de minutos.
*
Las clases dieron inicio y el chico brilló en su ausencia, su profesora pudo percatarse al nombrar uno por uno los estudiantes y mencionado no levantara la mano. Por su lado, cargaba solamente de un bolso tejido con hilo, un cuchillo, su arco y siete flechas de madera bien afiladas, utilizando algún tipo de veneno para ratones en la punta, en caso que el disparo no fuera pesado, el veneno sería el efecto secundario, en caso de un ataque cuerpo a cuerpo, no sería difícil defenderse con el arma blanca. Yacía escondido tras un auto, la seguridad en el exterior del bosque era grande debido a la búsqueda exhaustiva de la muchacha desaparecida, pero buscó algún espacio entre los carros e incluso debió colarse bajo uno, hasta llegar a punta y codo a la entrada del mismo. Para él no era aterrador, más bien, un mundo completamente nuevo del cual estaba ansioso por explorar, pero tenía una misión; descubrir el misterio de Rusty Lake y el paradero de aquél ‘’roba niños’’. Su alrededor no era muy distinto donde acostumbraba hacer ingreso, había más ruido como el cantar de los pájaros, sus propias pisadas tras romper las secas ramas bajo sus pies, las hojas de los arboles al ser movidas por obra y gracia del viento y los palillos de madera que chocaban sutilmente entre sí. No encontraba alguna explicación justa para temerle tanto a la naturaleza de aquél sector, ¿Por qué no se tomaron el valor de entrar y buscar al hombre por cuenta propia? Eran numerosos, lograrían mucho. ‘’Cobardes’’, pensó Aiolos. Vestido de un jean oscuro hasta las rodillas, una camisa a cuadros marrón abierta, blusa beige y finalmente sus zapatillas negras y gastadas, llevaba casi media hora caminando hacia las entrañas de la foresta, donde claramente se podían oír cantar a los árboles por efecto de la colisión del viento en sus remotas y frescas hojas, una orquesta natural única, uno lograba a confundir algunos sonidos con profundas vocales femeninas, lo que escucharía en una antigua iglesia medieval o en un osuario. En cuanto a la fauna, apenas las aves pasaban volando por la lejanía, pero en ningún momento se detenían en alguna de las ramas cercanas, las mariposas formaban extrañas figuras en el aire y a veces chocaban entre ellas, todo comportamiento estaba fuera de lugar, incluso llegó al punto que el amplio terreno lleno de hojas y árboles, terminaba en una especie de cerro, llamarle acantilado sería exagerado ya que sus proporciones no eran tan grandes, pero sí una caída por esa pendiente sería mortal. ¿A dónde lo llevaría? El temor calaba sus huesos al aproximarse más a la orilla, tuvo que arrodillarse en el suelo para avanzar con más seguridad, como si con eso lograse mirar más allá de la continuación forestal, aunque con tantas hojas marrones y verdes, nada diferente lograba distinguir. Sin embargo, entre el silencio unas fuertes pisadas se hicieron escuchar, provenían del sendero que seguía hace un momento y al parecer estaba acercándose. Aiolos entró en una especie de pánico, ¿Dónde podía esconderse de aquella presencia a plena luz del día? Observaba de un lado a otro sin mover siquiera un músculo de sus piernas, sabía que si daba un paso, el depredador correría hacia él. Bajar por el cerro o trepar un árbol, incluso esconderse dentro de un viejo tronco ayudaría, pero ¿Qué probabilidad tenía de ser encontrado? ¿Y si él sabía sobre su presencia y se tomaba el tiempo de tardar para crear la atmósfera perfecta? El chico temblaba del miedo, las pisadas se aproximaban cada vez más y si no era producto de su imaginación y paranoia nublada, lograba divisar a la distancia una oscura silueta. Finalmente aceptó el trepar, era la táctica más silenciosa que encontraba hasta ahora, por lo que aferró sus manos al tronco y con ayuda de sus pies, fue intercalando movimientos en ascenso. Agradecía ser hábil en ese caso, sus aventuras siendo tan joven le salvarían el cuello alguna vez. Alcanzó una de las firmes ramas y siguió subiendo hasta mezclarse entre los espesos cúmulos de hoja que aún poseía aquél. Yacía de pie, rotando de vez en cuando para mantenerse fuera del alcance visual, se guiaba por el ruido que producían los pequeños palos al romperse, hasta que el sujeto por fin se hizo presente; vestía de una larga túnica negra que portaba su propio gorro, llevaba una especie de máscara medieval, de esas que se usaban en la época donde la peor catástrofe que asoló Europa en el siglo XIV ocurrió; la peste negra. ¿Qué mente tan retorcida vivía aquí? ¿Por qué usaba ese traje tan incómodo de ver y escalofriante? Lo que más llamó su atención fue la bolsa que traía en la mano y tenía cierto peso. El hombre se alejaba poco a poco hasta perderse de vista. Aiolos encontró el momento ideal para comenzar a bajar lentamente y caminar a paso felino por donde venía la entidad. Sólo con eso pudo continuar su camino con seguridad. El atardecer se aproximaba y sentía que nada había avanzado en ese tiempo, el cansancio era notorio y no logró nada más que caer al suelo sentado, probablemente su familia lo estuviera buscando y en el colegio ya reportaran su falta, crear una preocupación más en sus seres queridos por un acto de valentía no sería fácil de perdonar. Si sus tímpanos no le engañaban, una canción se escuchaba a la lejanía, ¿Una orquesta se ocultaba entre el bosque? Como era amante de las sonatas antiguas contagiado por el agudo gusto de su madre, rápidamente dedujo que se trataba de Beethoven ¿Egmont Overture Finale tal vez? Los violines tocaban con entusiasmo y causaban cierto vuelco en el corazón. Nada más ni nada menos provenía desde el misterioso pasaje más allá de la pendiente o esa sensación le brindó cuando la música nacía a sus espaldas. Mientras se ponía de pie un tanto anonadado, el trote de una especie de animal aparecía por lo que vendría siendo su frente, pero no lograba ver nada más que una silueta dorada correr con prisa; un caballo o algo así. Presa del miedo, comenzó a huir a la dirección contraria por la que él venía, sosteniendo celosamente la bolsa con sus armas, pero frenó su maratón cuando se encontró al borde del cerro, aquél que una vez sintió tanto pánico en aproximarse. Aiolos no tuvo otra opción que agarrar valor y tomar posesión de su arco, retirando una de las tantas flechas que escondía en el saco, apuntando sin que sus manos temblaran al enemigo que avanzaba hacia él. Tiró del hilo hacia atrás, al borde de lanzar con suma precisión. ━ Ring-a-ring o' roses. A pocket full of posies. A-tishoo. A-tishoo. We all fall down. ━ Un tétrico cantar a sus espaldas caló cada hueso de su columna, casi confirmaba que en ese preciso momento perdió los colores de su ser. Una voz semejante a la de un hombre con los labios refugiados en una especie de cono metálico. El chico abrió sus ojos como platos, los brazos no cedían, más bien, se mantenían firmes y congelados. Su cuerpo no reaccionaba ante cualquier estímulo mental, pero los labios se entreabrían poco a poco completamente mudo ante la sorpresa, un grito silencioso. Podía escuchar perfectamente que el tipo desenvainaba algún cuchillo y planeaba rebanarle la garganta, aprovechándose de la vulnerabilidad del más bajo. Por delante, casi como si el tiempo viajara lentamente, el ser dorado se aproximaba a paso raudo, pero a sus espaldas el movimiento de las ropas daba indicio de un ataque. Aiolos no tenía salida alguna. Volteaba su rostro con lágrimas en los ojos y su cuerpo fue empujado violentamente hacia el precipicio, el ‘’caballo’’ fue más rápido y con su enorme estructura, fue suficiente para ocupar todo el espacio y apartar a quien sea de su camino. El muchacho caía sin opción de poder prevenirlo, su cuerpo no tocaba tierra aún y lograba ver como el hombre se alejaba. ¿El caballo? Jamás existió porque en cuanto separó sus pies del suelo, él ya no estaba. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Otro misterio que Rusty Lake ocultaba? No, esto era completamente diferente. Quizás ahora no podría seguir investigando, nadie le aseguraba que al aterrizar éste seguiría con vida. ¿Por qué se metió en todo esto cuando podía disfrutar del calor de su madre? La corazonada de que podía hacer algo bueno en su vida lo motivó, nadie hacía nada para salvar a los niños, el miedo los frenaba, pero Aiolos se sentía con fuerzas de continuar. Su cuerpo golpeó con vehemencia el empedrado terreno, rodando cuesta abajo hasta chocar con uno de los troncos, ahí se detuvo. Inconsciente hasta que cayó la noche. Magullado y sucio, el aleteo de pequeños animales lograron despertarle con algo de dificultad. En sus ojos de tinte zafiro se reflejaban diminutas luces que volaban a su alrededor, pero más allá del espectáculo, una cabaña débilmente iluminada por los focos interiores destacaba entre la oscuridad. Pese al gran dolor que sentía en su cuerpo, halló la fuerza para volver a levantarse.
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