#pero yo celebré cada gol de Argentina como mío
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flash56-chase05 · 2 years ago
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¿Que ya han pasado más de tres meses desde que terminó el Mundial? Sí. Pero, ¿que esta idea me lleva rondando desde la cena de Navidad y no había dado con la forma de plasmarla hasta este momento? En efecto.
Y prima más que llegue la inspiración que el hecho de que ya a nadie le importen estos hechos.
.
Irlanda, en el partido Inglaterra-Francia del último Mundial, apoyaba sin duda a Francia. ¿Por qué habría alguna duda, teniendo en cuenta que era el que se había ganado a pulso el apodo de peor hermano del mundo contra uno de sus aliados naturales?
Celebró que el primer gol lo marcase el equipo francés —aunque luego lo maldijese cuando Inglaterra tuvo una oportunidad para quedar empate—, y mascó la desesperación del equipo de su hermano y de este cuando llegó el segundo.
En el momento en el que terminó el partido, se levantó del sofá de un salto y le gritó una serie de maldiciones en gaélico a la televisión antes de recoger su móvil del reposabrazos y mandar un mensaje de celebración a Francia.
España había estado clavado en el otro extremo de sofá, sin mediar palabra durante todo el partido. Sus ojos habían estado saltando entre la pantalla e Irlanda a lo largo de los más de cien minutos que había durado.
Hacía un esfuerzo por alzar sus comisuras cada vez que Irlanda alzaba sus brazos, esbozaba aquella sonrisa presuntuosa y llevaba sus ojos hacia él. Esta de inmediato resoplaba y se volvía a dejar caer sobre el colchón, con un murmullo al que él no quería darle respuesta.
Se había pasado la mano por la frente en varias ocasiones, encontrándose siempre con aquel sudor frío.
Por supuesto, por simple cercanía, debería querer que ganase Francia en vez de Inglaterra. Sin embargo, el siquiera pensar en aquella posibilidad causaba una presión en su pecho.
(¿En qué momento Portugal había decidido perder y dejarlo en aquella encrucijada?).
Aunque, si algo tenía claro, era que Inglaterra no podía ganar. Por el bien del ánimo de Irlanda durante el resto del Mundial, que se comería las uñas y recurriría a todo tipo de ritos para que su hermano perdiese y no consiguiese el puesto de campeón.
Pero, ¿por qué tenía que ganar Francia? ¿Por qué ese partido necesitaba un vencedor y un perdedor? ¿Por qué debía ser la vida tan injusta?
España no se levantó del sofá cuando el partido terminó, sino que se limitó a frotarse la frente con los dedos y soltar un hondo suspiro.
—¿Qué te pasa ahora con Francia? —masculló Irlanda.
Casi podía verla con sus brazos en jarras y su nariz fruncida.
España chasqueó la lengua, sin alzar los ojos de su regazo.
—Sabes que no me termina de gustar que gane —musitó, y se reclinó para recoger el móvil del cristal de la mesa en la que tenía apoyados sus pies.
—Le acaba de ganar a Inglaterra.
Él se encogió de hombros y alzó su rostro hacia Irlanda.
Esta se encontraba justo como se lo imaginaba, y hubiese esbozado una sonrisa si su vista no se hubiese desviado hacia la pantalla tras ella, que no hacía más que mostrar el corrillo de jugadores franceses que no hacían más que abrazarse y jalear.
Casi podía atisbar la sonrisa de Francia, con sus labios fruncidos y sus cejas arqueadas de una manera que le hacía desear que hubiese perdido.
Y a la vez no, porque Inglaterra era... No era peor, pero a la vez sí. Inglaterra se merecía llevar casi sesenta años sin ganar ningún Mundial de fútbol, y mucho más teniendo en cuenta cómo se ponía cuando vencía en cualquier otra competición.
(Italia había sido una verdadera bendición hacía unos años).
Pero el mundo tampoco podía soportar que Francia ganase dos mundiales seguidos.
—Ya, pero...
Irlanda gruñó y se inclinó para agarrar el cuello de su botella de cerveza, para después bordear la mesa y el sofá a un ritmo furioso. Él apenas soltó más que un suspiro al escuchar el portazo a sus espaldas.
España sabía que ella tampoco soportaría el espectáculo de Francia durante los siguientes cuatro años si volvía a vencer. Y mucho menos cuando le había confesado que había estado a punto de reventarle una botella en la cabeza a las pocas horas de su victoria anterior.
Suspiró mientras apartaba sus pies de la mesa y llevaba sus ojos hacia el teléfono. Apretó sus labios y arrastró su dedo por la pantalla, debatiéndose en si desbloquearlo o no.
Al final lo tiró sobre los cojines del lado de Irlanda y se volvió a hundir en el respaldo del sofá.
—¿Quieres otra cerveza? —La voz amortiguada de Irlanda interrumpió por un momento sus pensamientos. España se arrastró hacia el borde del sofá y se puso de pie tras varios segundos—. España...
—Sí, sí, voy —respondió, a la vez que colocaba su mano sobre el pomo de la puerta.
Más le valía a Argentina no permitir que algo tan horrible ocurriese...
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