#pero esta listo desde el 2019 sooooooo....
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toabelovednightmare · 1 year ago
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El espacio entre gritar y mirar atrás
Parejas/Personajes: ArgChi en el pasado. ArgPe semi implícito, semi explícito. Manuel, Miguel, y Martin. 
Notas: Este fic fue escrito como un paralelo de “No estoy llorando, solo es algo en tus ojos”. No es necesario leerlo, pero si quieres entender mejor algunos puntos de la historia, podría servir x-x. 
Advertencias: 💀 Angst, no happy ending, this b sadness fic 💀
Lo están haciendo por joder, está seguro.
No quiere decir que le sorprenda, porque joderle la paciencia ciertamente está dentro de las habilidades de Martín y Miguel. Tampoco quiere decir que tiene algún derecho sobre el argentino al ser su expareja o algo por el estilo. De hecho, sabía bien que a Martín no le tomaría mucho superarlo a pesar de lo importante que—el rubio decía—había sido su relación.
Lo que no entiende es porque tenía que “superarlo” con Miguel.
Claramente lo hace por joderle la paciencia.
Pensó que Martín había olvidado por completo las historias de escapadas y encuentros fugaces de la época de la colonia. La mitad de veces ni siquiera había estado seguro de que el argentino lo estuviese escuchando. Supuso que no debía de ver sus cavilaciones como algo relevante. No que lo fueran, no que lo hubiesen sido.
Todos habían sido mocosos precoces, calenturientos que explotaban con mariposas ante el más mínimo e inocente roce de piel. Martín había dicho que entendía. Lo llamaba la época “experimental” y creía fervorosamente en el borrón y cuenta nueva.
Manuel era sentimental. Era quizás la más grande de sus debilidades y la que más peleaba por exterminar. Además, sus responsabilidades actuales y Martín habían sido más que suficiente para mantener el recuerdo de Miguel a raya. Mayormente.
De cualquier modo, estaba claro que había hecho mal en compartir esos retazos de memorias con Martín. Porque donde Manuel no había visto más que gusanos del pasado, Martín había visto una garantía. Lo había mirado a los ojos con esa típica estúpida sonrisa relajada y había hecho como que no importaba, pero en alguna parte de su polvorienta cabeza había adjuntado a ese momento una pequeña nota mental: Esta es una buena manera de joder a Manuel cuando por fin se aburra de mi. 
¿Y por qué no?
¿Por qué no si había sido Manuel quien había decidido acabar con todo dadas las circunstancias, y había sido Martín quien rompía sus cuerdas vocales gritando contradicciones?
¿Acaso no había sido él quien se había marchado a pesar de que el argentino se ahogaba pidiéndole que se quedara cuando no le gritaba que se fuera al infierno?
Y siempre se ha llevado mal con Miguel. Siempre. Tiene un no sé qué que hace que la parte más incendiaria de su personalidad se active. Es un remesón que lo recorre de pies a cabeza como una corriente de electricidad. Lo deja balanceándose, a penas consciente de lo que está pasando a su alrededor, y con un calor inusual que no puede explicarse.
Lo odia por eso.
Pero odia más ver como Martín lo envuelve en sus brazos. Odia más que no les importe estar en su delante, en frente de todos los países y sus jefes, en plena cumbre regional como si su jueguito asqueroso no fuera absolutamente obvio. ¿Quiénes creen que son? ¿Acaso piensan que pueden hacerle daño con sus melosas muestras de afecto?
¿Piensa Martín que se ha olvidado como se siente estar donde Miguel está ahora?
¿Cree Miguel que no sabe que trata de decirle que siempre elegiría a cualquiera sobre a él?
Del otro lado de esa larga mesa, Martín ignora los papeles que se intercambiaban y las preguntas a debatir. Esta muy ocupado arrastrando su silla para estar más cerca a Miguel, para seguirle susurrando cosas que hacen que sus rostros se pongan rojos como sangre. ¿Quién era el idiota que los había sentado juntos?
Le duele el espacio entre las cejas y le aprieta el cuello de la camisa, pero procura concentrarse en el folio frente a él. Deja que le sirvan café en vez de té, porque qué más da e igual no ha dormido bien esos últimos días. Tiene mucho que hacer. Siempre hay mucho que hacer. 
De la nada la sala se llena de voces, y recién ahí cae en cuenta de que es hora del descanso. Martín toma la mano de Miguel, con la confianza de alguien que lleva haciendo justo eso toda una vida. Miguel se deja llevar, la sonrisa en su rostro brilla tanto como sus ojos cuando se encuentran con los del rubio.
Manuel sabe que va a voltear a verlo. Lo va a mirar sobre el hombro, y por un segundo podrá ver la mofa, la satisfacción en esa pequeña venganza compartida. Lo espera.
Pero la puerta se cierra, y donde quedaba la expectativa y el odio queda algo que no tiene nombre.
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