#perdón por responder luego de diez años
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Bluepulse Week Día 5
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Soulmate
Notas: Tomé esta idea de Tumblr. Un AU donde, además de la conexión de emociones fuertes entre las dos partes, en el cuerpo de tu destinado aparecerán las heridas que tú tengas y viceversa. También, esta historia toma como punto de partida la trama de mi fanfic “Estoy bien”, eso es lo que debería haber dicho.
Ya le habían hablado sobre esto en la escuela, ya había visto las marcas de algunos amigos, pero Jaime jamás pensó que sucedería tan pronto. Una tarde simplemente comenzó a sentir una profunda tristeza y quiso echarse a llorar. Para entonces él tenía diez años y todo era demasiado confuso. «¿Quién decidió quién debía estar conmigo y por qué rayos yo debo sufrir también?»
Así que trató de ignorarlo, lo cual fue bastante sencillo; así como el dolor fácilmente había venido, así también se fue. Jaime creció, la vida siguió y fue su turno de dar señales de vida a su propio destinado.
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Bart ya había recibido la charla de los destinados, pero conforme los años pasaban, más pensaba que eso era algo inútil. Sus padres eran destinados y aun así se lastimaban. ¿Cuál era el sentido entonces de tener tu otra mitad si aun así no podrías ser feliz? Una promesa vacía, eso eran los destinados.
Cuando tenía once años, su propio destinado dio señales de vida, causándole una tristeza tan profunda que lo dejó en cama por un par de días. «Solo para eso sirve un destinado, para causarte más dolor». Bart ya tenía suficiente con sus propios problemas, no necesitaba sentir los de alguien más.
Desgraciadamente, el dolor interior no vino solo: una tarde, al salir de la ducha, la vio. La primera marca cerca de su hombro derecho. Con ella comenzaron a llegar más, todas largas y posiblemente profundas. No le dolían, solo aparecían. Como una señal de auxilio que Bart decidió ignorar.
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Jaime recibió ayuda a tiempo y dejó las autolesiones atrás. Fue difícil y largo, pero con el tiempo aprendió a vivir con los malos recuerdos. En silencio pensaba «Perdón por eso, fue muy tonto». A saber qué pensaba de él ahora su otra mitad.
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Cuando Jaime tenía dieciocho, una tarde al salir de la ducha, descubrió marcas similares a las suyas, pero en su antebrazo izquierdo. «Oh no» fue todo lo que pudo decir. Desde hacía un tiempo a veces le aparecían marcas de golpes o raspones. Se dejaban ver de repente y luego desaparecían con rapidez, lo que significaba que del otro lado eran tratadas. Pero eso no había restado su preocupación, algo sucedía y lo estaba manteniendo intranquilo. Ahora aparecían autolesiones, eso solo significaba que las cosas estaban empeorando. De algún modo sentía que era su culpa.
El último grito de auxilio llegó ese mismo año, a principios de junio. Era de tarde, ya casi anocheciendo, Jaime estaba en su nueva casa, acostado, mirando el techo, y entonces un enorme dolor lo volvió a invadir. Para nada era como aquella vez a los diez años, esto era distinto, más melancólico. Con el dolor vinieron un par de marcas más. Ahora Jaime tenía cicatrices a lo largo de sus dos brazos. No era una imagen muy alentadora.
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Jaime conoció de vista a un lindo muchacho a principios de septiembre. Su corazón le decía que era él, que al fin lo había encontrado. Pero por supuesto que no podía simplemente acercarse y abordarlo lleno de dudas. Entonces solo lo observó desde la distancia, atento a cualquier cosa que sucediera. Los dos vivían por el mismo vecindario y al parecer frecuentaban los mismos lugares; encontrarlo tan a menudo no fue complicado.
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Bart caminaba por inercia, agotado. No por el día que había tenido, no. Éste no había sido diferente a los anteriores, o al último mes, o al último año… Tan solo, de verdad estaba agotado. Cada paso que daba lo hacía de forma mecánica, repitiendo su bien conocida ruta de vuelta a casa.
De pronto, al dar un siguiente paso, notó que su vista se nublaba. Trató de arreglarlo parpadeando varias veces, pero no funcionó. Su cuerpo dejó de responder e inevitablemente cayó. Para su sorpresa, en vez del frio y duro suelo, su patético cuerpo fue recibido por unos fuertes brazos que lo sujetaron con suavidad.
Tardó en abrir los ojos, mientras escuchaba lejana una voz que lo llamaba. Poco a poco regresó a la realidad, mientras una botella de agua le era acercada a su boca. Aceptó el líquido fácilmente, y solo después de beber pudo abrir por fin sus ojos. Entonces vislumbró a su salvador, un muchacho de tez morena que lo miraba de verdad preocupado.
Y solo cuando lo enfocó bien, ambos jóvenes pudieron sentir un sentimiento cálido recorriendo todo su cuerpo. Era como ser bañado por agua fresca bajo los rayos de un sol de verano, o como corriente eléctrica que hacía cosquillas y se disfrutaba. Era demasiado y a la vez tan suave.
Bart soltó un jadeó por la sorpresa y tan rápido como pudo se mantuvo en pie por su cuenta, alejándose de aquel desconocido. Ambos se miraron por un instante más, hasta que otro hombre los interrumpió.
—¿Estás bien? —dijo él.
Bart no entendía qué pasaba, solo sabía que quería marcharse, volver a casa donde su abuelo. Era el mareo por no haber comido en esos dos últimos días. Sí, eso era. Su cuerpo, como siempre, solo le hacía una mala jugada.
Bart agradeció a los dos desconocidos por la ayuda y se despidió. Jaime pudo jurar que casi se echó a correr.
—¿Es él? —escuchó decir a Khaji Da a sus espaldas, pero no le respondió. No hacía falta, su amigo no era ciego, había notado esa mirada particular entre los dos.
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Las dos almas al fin se habían encontrado, ahora solo quedaba en ellos dos hacer que ese vínculo cobrara sentido. Porque de nada servía la compatibilidad si ninguno se esforzaba en hacerla crecer. Ese era el verdadero reto al haber encontrado a tu alma gemela. Difícil lograrlo cuando sus propios padres no les habían dado el mejor ejemplo.
#Bluepulse Week 2022#Bluepulse Week#bluepulse#jaime reyes#bart allen#hurt/comfort#impulse#blue beetle#post en español
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Clases de Seducción, parte 30: Contención
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22, Parte 23, Parte 24, Parte 25, Parte 26; Parte 27, Parte 28, Parte 29.
Rubén y Sebastian se separaron y tomaron asiento nuevamente en la banca cuando notaron que las gaviotas del puerto se acercaban peligrosamente a sus papitas fritas.
—Ese abrazo me dio más tranquilidad que cualquier palabra que pudiste haber dicho —admitió Sebastian, avergonzado, secándose las lágrimas disimuladamente.
Rubén efectivamente no sabía qué decir.
—No soy muy bueno con las palabras —bromeó Rubén, y Sebastian soltó una risita.
Rubén sabía que había dejado de lado a su amigo últimamente, enfocándose en su relación con Felipe, y se sentía pésimo por eso.
—A veces me siento como ahogado, ¿sabes? —dijo de repente Sebastian—. Siento como un dolor en el pecho, como si tuviera algo aquí que necesita salir —puso su mano en su pecho—. Me dan ganas de gritar, pero simplemente no puedo.
—¿Por qué no puedes? —quiso saber Rubén, confundido.
—Porque parecería un loco —Sebastian miró a Rubén y se rió por lo obvio de la respuesta—. Imagínate estoy en mi pieza y de la nada me pongo a gritar. Mis viejos en vez de mandarme al servicio me van a mandar al psiquiátrico.
—No sé, no creo que tus viejos tengan como prioridad tu salud mental, así que podrías intentarlo —comentó con sarcasmo Rubén.
Sebastian soltó nuevamente una risita al mirar a Rubén tras su comentario.
—¿Hace mucho tiempo que te sientes así, ahogado? —le preguntó Rubén, poniéndose más serio.
—No hace mucho, unos meses nomas —Sebastian bajó la mirada.
—¿Desde cuándo? —insistió Rubén.
Sebastian miró a Rubén a los ojos, luego a sus labios y luego nuevamente a los ojos, antes de responder.
—Desde que vi mi puntaje en la PSU y me di cuenta que estaba perdido —respondió Sebastian, bajando la mirada nuevamente—. Creo que eso me hizo darme cuenta que no voy a poder vivir mi vida como quisiera.
Rubén igual bajó la vista, sin saber qué decir.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte a sentirte menos ahogado? —le preguntó Rubén, con cierta timidez.
Sebastian lo miró, y Rubén tuvo la impresión de que algo iba a decir, pero simplemente negó con la cabeza.
—No puedes hacer nada, es una hueá mía nomas —Sebastian le dio una palmadita en el hombro.
Rubén apoyó su cabeza en el hombro de Sebastian, para darle cierta contención.
—Igual puedes gritar para desahogarte si quieres —le dijo Rubén de repente.
Sebastian soltó una risita.
—¿Cómo voy a gritar? —preguntó con incredulidad.
—No sé, grita —Rubén no sabía cómo explicarlo, y le dio risa la situación—, ¿qué tan difícil puede ser?
A modo de ejemplo, Rubén tomó aire y gritó lo más fuerte que pudo, provocando la risa incrédula de Sebastian, que intentó hacerlo callar, tapándole la boca con la mano.
—¿Qué haces? —le preguntó a Rubén, quedando ambos demasiado cerca el uno del otro.
—Grito —respondió Rubén, como si fuera obvio—. Inténtalo.
Sebastian se quedó en silencio, serio por unos segundos, considerando la idea de Rubén.
Tomó aire y gritó por un par de segundos. Luego soltó una risita ante la mirada orgullosa de Rubén.
—¡Más fuerte! —le ordenó Rubén, seguido de otro grito a modo de ejemplo.
Sebastian obedeció, pero esta vez gritó tan fuerte por tanto tiempo que Rubén pensó que sus pulmones saldrían expulsados por su boca.
Cuando la intensidad del grito comenzó a bajar, Rubén notó que Sebastian estaba llorando nuevamente, liberando por completo la tensión y el miedo que llevaba acumulando desde que supo su puntaje en la PSU.
Rubén lo abrazó, y Sebastian volvió a tomar aire para volver a gritar, pero esta vez no duró tanto como el primero, ya que el llanto no se lo permitió.
Sebastian se aferró a Rubén, como temiendo que si lo soltaba caería al vacío.
Al cabo de un minuto, cuando Sebastian pudo terminar de llorar, Rubén se separó de él y lo miró a los ojos.
—¿Sirvió de algo? —le preguntó, a escasos diez centímetros del rostro de su amigo.
Sebastian bajó la vista avergonzado, y después de dar un largo suspiro, asintió.
Rubén pasó sus dedos por el rostro de Sebastian, para secarle las lágrimas, y sin pensarlo, sintió la necesidad de acercarse y darle un beso en la mejilla.
No sabía por qué, pero simplemente lo hizo. Se sentó nuevamente al lado de Sebastian, y notó cómo su amigo se ruborizó.
—He sido un pésimo amigo —admitió Rubén, después de pensarlo unos segundos—. Perdón por no haberte acompañado como debería en todo este tiempo.
—No te preocupes por eso, Rube —lo tranquilizó Sebastian, con la voz aún algo afectada por el llanto—. Tú también tienes tus cosas. Yo debo encargarme de lo mío.
—Pero no tienes que hacerlo solo —insistió Rubén—. A pesar de todo lo mío, tú has estado ahí conmigo. Yo debería haber hecho lo mismo contigo.
—No importa, Rube —Sebastian insistió en bajarle el perfil—. Al menos estás aquí, ahora.
El par de amigos terminaron de comer las hamburguesas con la bebida, y luego de varios minutos de conversación, se fueron a la casa de Rubén, a terminar el día jugando videojuegos.
Rubén desde ese día comenzó a pasar más tiempo con Sebastian. Cuando no salía con Felipe o estaba entrenando con él en la casa de Roberto, iba a buscar a Sebastian para salir a dar una vuelta, o simplemente ver la televisión juntos en su casa.
A pesar de la inminente partida de su amigo, Rubén notó un cambio en su personalidad, sintiendo que estaba volviendo a ser como era antes, recuperando su confianza, seguridad y alegría.
Rubén con sus ex compañeros del liceo organizaron un pequeño carrete en la casa de Marco para la semana siguiente, para conmemorar sus últimos días previo al inicio de clases en la universidad, esto, luego que Rubén le recordara a Daniela a través de un comentario en Facebook lo que supuestamente habían conversado en Hornitos.
Durante esos días, Rubén acompañó a Felipe a entregar currículos a distintos locales del centro comercial, para asegurar un ingreso económico propio nuevamente.
—¿Dónde trabajaste por última vez? —le preguntó Rubén a Felipe, mientras ambos bajaban caminando por calle Maipú, tomados de la mano.
—En una tienda de ropa que está en el caracol —respondió Felipe, deteniéndose en la esquina ante el semáforo en rojo.
—¿Y por qué te fuiste de ahí?
—Porque el jefe se puso hueón —Felipe se paró frente a Rubén para mirarlo a los ojos—. Se demoraba en pagarme, y cuando lo hacía me pagaba menos de lo que me correspondía. Me la hizo como tres o cuatro meses seguidos, así que me aburrí y me fui.
—¿Y te debía mucha plata? —quiso saber Rubén.
—No era tanta plata lo que me debía, pero lo que ganaba yo igual era poco, así que se notaba. Aparte era lo que habíamos acordado. Era poca plata pero me la ganaba trabajando honestamente —la voz de Felipe demostraba que le daba lata recordar eso—. Así que por eso renuncié el año pasado, en noviembre, y desde entonces que estoy sin nada.
—¿Y estuviste mucho tiempo trabajando ahí?
—Un año y medio.
—¿Y no tenías problemas para compatibilizar con las clases en el liceo? —Quiso saber Rubén, y sintió como si lo estuviera interrogando.
Felipe soltó una sonrisa, y Rubén pensó que podía leer su mente.
—Me acomodaba —Felipe volvió a tomar de la mano a Rubén y comenzó a cruzar la calle al ver el semáforo en verde—. Trabajaba de cinco a ocho de la tarde por lo general, de lunes a viernes y los sábados de dos a ocho.
Rubén se quedó pensando, dando vueltas en su mente en lo difícil que debería ser conjugar el trabajo con los estudios.
—Deberías entregar tú también —le dijo Felipe después de un par de segundos sin obtener respuestas—, quizás podríamos trabajar juntos.
—No sé, me da miedo que no me la pueda —admitió Rubén
—¿Y por qué no te la vas a poder? —Felipe no entendía a qué se refería.
—No sé, me tinca que me va a complicar mucho los tiempos con la universidad.
—Ya, pero aún te queda cuánto, ¿un mes para entrar a clases?
—Si, un poco menos.
—Ya po, ¿entonces?, yo creo que deberías aprovechar al menos este tiempo, de juntar plata, y después cuando empieces las clases, verás si se te hace muy pesado o no.
—¿Y renuncio así nomas?
—Si po, o sea tienes que hablar con quién sea tu jefe y decirle que te vas, no es muy complicado.
—No me gustaría tener que renunciar porque no me la puedo —admitió Rubén—, me sentiría fracasado.
—Nada que ver, Rubén —Felipe se puso serio—. No hay nada de malo dejar de lado algunas cosas para priorizar otras, siempre y cuando lo hagas pensando con claridad. Si renuncias será para enfocarte en tus estudios, y eso está súper bien.
Rubén meditó un par de segundos la propuesta de su pololo, y finalmente accedió. Decidieron que ese día entregarían los currículos de Felipe, para no desperdiciar el viaje, y al día siguiente harían lo mismo con los de Rubén (después de confeccionar un currículo en casa al volver esa tarde).
—Mañana vendré yo a entregar —le contó Rubén a Catalina, cuando pasaron al cine a dejar el currículo de Felipe, mientras ella y Jonathan, su compañero, tomaban un breve descanso entre funciones.
—¡Genial! —exclamó con entusiasmo Catalina—, le diré a Martina, mi jefa, para que los tenga considerados. Hace unas semanas renunció el Davie, y no ha llegado nadie nuevo, está un poco lenta la parte de recursos humanos parece.
—Eso es porque ven que funcionamos bien con uno menos —comentó Jonathan, como que no quiere la cosa.
—¿Y por qué no ha llegado nadie nuevo? —quiso saber Felipe.
—Porque Jona pretende ilusamente que Davie vuelva —les contó Catalina—, así que cada vez que llega alguien a dejar currículo les dice que estamos bien como estamos.
—¡No es cierto! —negó Jonathan, pero su rubor lo delató—, es solo que lo extraño.
—Jona, lo ves todos los días después del trabajo —le dijo Catalina.
—Si, pero es distinto. Trabajar con él era bacán —respondió el muchacho—. Rube, si los llaman a los dos juntos verás que es genial trabajar con tu pareja.
—¿No se supone que siempre dicen que no hay que pololear con un compañero de curso o de trabajo? —preguntó Rubén.
—Si, pero los que dicen eso no tienen idea de nada —respondió Jonathan—, aparte con el Davie pololeamos desde antes de entrar acá, así que supongo que eso no aplica.
—Supongo que aplicaría lo mismo con nosotros —Rubén se refería a él con Felipe.
—Bueno, ojalá nos llamen luego —comentó Felipe, aunque Rubén no lo notó muy convencido.
—Si, igual sería bacán trabajar acá —dijo Rubén.
—¿Bacán?, ¡sería lo máximo! —el entusiasmo de Catalina era evidente.
Catalina se quedó un rato más conversando, mientras que Jonathan volvió a sus labores.
—He estado súper ocupada últimamente —le comentó Catalina a su amigo después de que Rubén le preguntó cómo había estado—. Como te decía, como Davie se fue, he estado tomando sus turnos, así junto más plata —le explicó—. Lo malo es que no he tenido mucho tiempo para salir a distraerme. Ni siquiera con Marco he hablado mucho.
—¿Tanto así?
—Si, me ha invitado a salir, pero justo quiere salir cuando tengo turno acá —se notaba que a Catalina le daba lata no poder salir con Marco—. Igual puede que lo tome como que no quiero salir con él, ¿o no?
—No sé —se rió Rubén—. ¿y no pueden juntarse después de tus turnos?
—Termino pasado las doce de la noche casi todos los días —aclaró ella, desganada—, si Davie tenía asegurados esos turnos por todo el mes porque tenía otra pega más temprano.
—¿Y le has explicado eso, que es por trabajo?
—Si, pero igual me preocupa que piense mal.
Rubén miró a su amiga, y puso una expresión muy evidente.
—¡Te gusta el Marco! —la molestó.
—¡No! —negó Catalina, pero su rubor la delataba—. Solamente no quiero que piense que estoy jugando con él.
—Si, claro —insistió Rubén.
—Ay, mira la hora, tengo que volver —dijo Catalina de repente, cambiando de tema, provocando la risa de Rubén, e incluso la de Felipe, que había estado en silencio casi toda la conversación—. Veré si puedo hablar con Martina, mi jefa, para que los llame de forma preferencial.
—Gracias Cata —Rubén le dio un abrazo apretado.
—Gracias —Felipe le dio un beso en la mejilla.
Cuando llegaron a la casa de Roberto, después de entregar los currículos de Felipe, se pusieron a preparar el currículo de Rubén, que simplemente consistía en cambiar los datos personales, ya que Rubén no tenía experiencia laboral anterior.
—¿Quién era ese Jonathan? —le preguntó Felipe a Rubén mientras esperaban que se imprimieran las copias, intentando sonar casual (no lo logró).
—Es un amigo de la Cata, creo que es su mejor amigo —respondió Rubén, sin darse cuenta de la intención en la pregunta de Felipe.
—¿Y tú de cuándo que lo conoces?
—No lo conozco, lo he visto un par de veces nomas —aclaró Rubén—. Creo que podríamos decir que es la razón de mi amistad con la Cata.
—¿Por qué? —Felipe frunció el ceño, confundido.
—Porque cuando la conocí en la PSU, ella estaba haciendo un dibujo de Jonathan con su pololo Davie. Me quedé pegado mirando el dibujo, y por eso empezamos a hablar.
—Ah —reaccionó sucintamente Felipe—. Me dio la impresión que se conocían, como te decía “Rube” —explicó su suposición, haciendo una mueca algo infantil al decir el apodo de su pololo.
—Pero si todos me dicen Rube —se rió Rubén—. Eres el único que no me dice así.
—¿Y quieres que te diga “Rube”? —preguntó Felipe, sin entender.
—No, prefiero que me llames como nadie más lo hace, aunque sea simplemente mi nombre.
—¿Te puedo decir “bebé”? —Felipe se acercó y le dio un beso en el cuello a Rubén—, ¿”mi gordo”?, ¿”mi sol”? —Felipe se detuvo un segundo frente a Rubén, tras darle un último beso en el cuello, y lo miró fijamente a los ojos—. ¿”Mi Amor”?
Rubén sintió como un vacío en el estómago por la elección de palabras de su pololo. Nunca le había dicho algo remotamente parecido a “Amor”, y si bien, sabía la razón de esto, no pudo evitar sentirse halagado.
—Dime como tú quieras —respondió finalmente, tartamudeando levemente.
Felipe sonrió por la reacción de Rubén.
—Necesitaré algo de tiempo para decidirme —Felipe le dio un beso en los labios y luego se dirigió a la impresora a buscar las copias del currículo de Rubén.
—Solo te pido que no te pongas celoso —dijo Rubén, recuperando la compostura y acercándose a su pololo—. No quiero que volvamos a pelear como el otro día.
—Lo sé, Rubén, lo siento —se disculpó Felipe, mirándolo a los ojos—. Creo que me descolocó un poco ver que tuvieras tanta confianza con ese chico del que nunca había escuchado ni visto.
—Pero ahora ya sabes quién es.
—Si, ahora lo sé. No volverá a pasar.
—Me alegro —Rubén abrazó a Felipe, contento de haber solucionado ese problema antes de que estallara en algo más grande.
—Aunque igual no me da confianza su insistencia en pololear con sus compañeros de trabajo.
—¡Felipe! —Rubén lo miró casi regañándolo.
—Ya, si era broma —corrigió Felipe de inmediato, y levantó a Rubén abrazándolo, y caminó hasta el sillón del living—. Confío en ti.
Rubén aceptó con gusto las palabras de confianza de Felipe. Tomó el control remoto y encendió el televisor.
Al día siguiente, fueron a entregar los currículos de Rubén a los mismos locales donde entregaron los de Felipe, y luego esperaron pacientemente a que los llamaran con ofertas laborales.
La semana siguiente Rubén y Sebastian se fueron juntos a la casa de Marco, donde se reunirían con sus compañeros del liceo para conmemorar el fin de las vacaciones y el pronto inicio de su vida universitaria.
Cuando llegaron, ya estaban al menos una docena de ex compañeros, entre los que se encontraba a Daniela, Macarena, Liliana y Rafael.
Al saludarlos, Rubén se enteró que Liliana y Rafael ya estaban oficialmente pololeando.
—¿Ahora sí que sí? —le preguntó Rubén a Liliana, para confirmar—, ¿no lo vas a negar como la otra vez?
—Esa vez no lo negué —aclaró Liliana, refiriéndose a cuando se juntaron en un pub después de las postulaciones a las universidades—, efectivamente no estábamos pololeando entonces.
Rubén notó que Liliana se veía plena en su nueva relación formal, al igual que Rafael, que siempre se le notó que le gustaba Liliana.
—Se ven lindos juntos —comentó Rubén, dándole un abrazo a la pareja.
—Ustedes igual se ven lindos juntos —le dijo Rafael, dándole un golpecito en el brazo, e impostando la voz para sonar más ronco, como para dejar claro que él era heterosexual.
Rafael se refería a Rubén con Sebastian, quien en ese momento saludaba a Marco animadamente. Liliana le dio un golpecito a Rafael en las costillas, tratando de ser disimulada. No lo logró.
—Con el Seba no estamos pololeando —aclaró Rubén, un tanto avergonzado.
—Pensé que ustedes… después de… estarían… —Rafael se enredó mucho para poder explicarse.
—No lo pesques, Rube —intervino Liliana—. De repente ni yo lo entiendo cuando quiere decir algo. Sobre todo, cuando se mete en lo que no le incumbe.
—Disculpa Rubén, no quise incomodarte —se disculpó Rafael, dándose cuenta de su error.
—No te preocupes, Rafa, es un error común —lo tranquilizó Rubén.
—¿Al final qué pasó con el chico que nos contaste que estabas conociendo la otra vez? —quiso saber Liliana.
—Estoy pololeando con él, Felipe se llama —respondió Rubén, sonriendo con cierto orgullo.
Rubén se sentía cómodo hablando sobre su vida amorosa con Liliana, ya que sabía que ella no lo rechazaría. Sin embargo, no estaba seguro de compartir dicha información con todos los demás presentes. Si bien, no le importaba lo que sus ex compañeros pudieran opinar sobre él, ya que creía que difícilmente los volvería a ver de forma frecuente, aún sentía esa tendencia de proteger su orientación como un secreto.
—¡Felicidades Rube! —le dijo Liliana dándole un abrazo.
—¿Y qué opina Sebastian de tu pololeo? —preguntó Rafael, sin discreción.
—¡Rafa! —Liliana le llamó la atención.
—¿Qué? —Rafael le contestó desafiante—. No te hagas como si no te interesara. Tú igual piensas que deberían estar juntos.
—Eso no viene al caso, Rafa —Liliana se mantuvo firme.
Rubén estaba un poco incómodo con la conversación.
—Perdón Rubén, no nos pesques —Liliana se disculpó, avergonzada—. Me alegro mucho por ti —volvió a abrazar a Rubén.
Después de ese incómodo momento, Rubén se fue hacia donde estaba Marco conversando con Sebastian, aunque no pudo dejar de pensar en las palabras de Rafael mientras veía a su amigo conversando con Marco sobre algún tema que no estaba realmente escuchando.
“¿De verdad pensaban que haríamos buena pareja?”, pensó con escepticismo, mientras miraba atentamente los labios de su amigo.
—¡Rubencio! —el grito de Marco, junto con el chasquido de sus dedos trajo a Rubén de vuelta al mundo real.
—¿Qué? —Rubén estaba completamente desorientado.
—Te pregunté si habías invitado a la Cata —respondió Marco.
—Ah, no —respondió Rubén aún algo desorientado—. Se suponía que era una junta del curso, y la Cata no era nuestra compañera.
—Ya, pero igual pudiste haberle dicho que viniera —insistió Marco.
Sebastian simplemente se reía ante la insistencia del muchacho.
—Si querías que viniera pudiste haberla invitado tu. Estamos en tu casa, eres el anfitrión —le dijo Rubén.
—Ya, pero es que no quiero parecer cargante —admitió Marco—. La invité a salir durante la semana, pero no me pescó, me dijo que estaba ocupada. Quizás la estoy espantando con mi insistencia —Marco se notaba cabizbajo.
—Ya, pero ¿no consideraste que quizás estaba efectivamente ocupada? —le preguntó Rubén, sabiendo efectivamente que su amiga estaba ocupada—. La Cata si no te quisiera ver más te lo diría, por muy duro que sea, así que no te preocupes.
—¿Estás seguro?
—Si —Rubén le dio un golpecito en el brazo a Marco—. Le agradas mucho, así que no te preocupes. Solo no lo eches a perder.
—¿En serio le agrado mucho? —Marco se animó visiblemente—, ¿ella te lo dijo?
—Si, Marco —Rubén se puso serio—, así que pobre de ti que juegues con ella —Rubén le apuntó con el dedo de forma amenazante.
—Obvio que no, Rubencio —Marco le dio un abrazo, como agradeciéndole, ante la risa de Sebastian que observaba la situación en silencio.
Marco se fue a hablar con otros compañeros, y Sebastian y Rubén quedaron solos.
—Eres todo un Doctor Amor —bromeó Sebastian.
—Cállate —Rubén le dio un empujón en el hombro, aguantándose la risa.
—Podrías ayudarme a mí a encontrar el amor.
—No seas ridículo.
Sebastian se quedó mirándolo, aguantándose la risa, y Rubén se ruborizó, aunque no supo descifrar por qué tuvo ese efecto en él.
—Si, creo que no tiene sentido —admitió finalmente Sebastian—. Ya tendré tiempo para eso cuando termine el servicio.
Rubén notó que Sebastian se veía tranquilo, ya no estaba tenso o contenido, o incluso con miedo en sus ojos, como lo estaba hasta hace un par de días.
—¿Vas a hacer algo antes de irte? —le preguntó Liliana a Sebastian, en una ocasión cuando estaban todos conversando animadamente.
—¿Algo como qué? —Sebastian no entendió en primera instancia la pregunta.
—No sé, un carrete de despedida, me refiero.
—Ah, no sé. No creo que mi viejo me deje —respondió Sebastian después de pensarlo unos segundos.
—Pero eso se soluciona muy fácil —intervino Marco—, puedes hacerla acá. La casa es chica, pero el corazón es grande.
—También puedes ocupar la mía —ofreció Daniela—, es un poco más grande, así que puedes invitar a más amigos.
—¿En serio me prestarían sus casas? —preguntó Sebastian incrédulo.
—No es que te prestemos nuestras casas —lo corrigió Daniela—. Mientras haya copete, lo veo como un beneficio mutuo.
—Lo mismo digo —coincidió Marco—, o sea, te queremos, pero no más que al copete, no te pases.
Todo el grupo se rió del comentario de Marco.
Rubén no dijo nada durante la conversación. Solo buscó la mirada de Sebastian, en silencio, y cuando se miraron a los ojos, pretendió hacerle saber telepáticamente que su casa igual estaba disponible.
—Bueno, donde sea, va a ser épica, así que todos tienen que ir —dijo finalmente Sebastian—. Gracias chicos por ofrecer sus casas, voy a tenerlas en cuenta.
Siguieron conversando por largo rato durante la noche, sobre las razones de cada uno para elegir la carrera que estudiarían, y cuándo comenzarían sus clases. Para Rubén, Marco y Rafael, que estarían todos en la misma universidad, sus clases comenzaban el miércoles 2 de marzo, mientras que Daniela, Macarena y Liliana, iniciaban sus clases una semana después, el día 10.
—Sabes que igual puedes usar mi casa para tu carrete de despedida, ¿cierto? —le dijo Rubén a Sebastian, bastante borracho, cuando iban en el colectivo de vuelta a sus casas.
Estaba completamente apoyado en el respaldo del asiento, con la cabeza descansando en el espacio que estaba entre el cabezal del asiento del medio y el de la derecha. Como casi siempre cuando bebía alcohol, lo invadía una sensación de sueño.
—Lo sé, Rube —respondió Sebastian, que lo miraba sonriente, totalmente sobrio—, eso no lo dudé en ningún momento.
—Más te vale. Entonces en mi casa será —concluyó Rubén satisfecho.
—No, o sea, no sé si ocupe tu casa —Rubén enderezó de inmediato la cabeza por la sorpresiva decisión.
—¿Por qué? —quiso saber.
—Porque nuestras casas igual son re chicas —explicó Sebastian—, la casa de la Dani al menos es un poco más grande, como dijo ella, quizás pueda ir más gente si la hacemos allá.
—Ya, pero ¿cuánta gente piensas invitar? —preguntó Rubén un tanto molesto.
—No sé, pero mientras más gente mejor, ¿o no?
—No sé —Rubén volvió a apoyar la cabeza en el respaldo—. Bueno igual es tu fiesta. Puedes hacer lo que quieras
Rubén lo miró con el ceño fruncido, algo molesto por la decisión, aunque sabía que tenía sentido.
—Aparte, si algún jugoso rompe algo, no me gustaría quedar mal con tu viejo —bromeó Sebastian, provocando una risita débil en Rubén.
Cuando se bajaron del colectivo, Sebastian se despidió de Rubén, y se quedó esperando que entrara a su casa de forma segura.
Al no poder meter la llave en la cerradura, Rubén sintió la mano de su amigo tomar la suya y ayudarlo en el proceso.
—Jugosín —le dijo Sebastian en voz baja, entretenido por la situación.
Sebastian tomó el brazo de Rubén y lo puso sobre sus hombros para guiarlo hacia el interior de la casa.
Entraron sigilosamente, y Rubén sintió que estaba flotando.
Sebastian sentó con cuidado a Rubén en su cama, y éste quedó ahí inmóvil, sin voluntad de hacer algo más.
—No puedo creer que te vayas a ir —balbuceó Rubén, mirando fijamente donde estaba el reloj despertador del velador.
—Yo tampoco, Rube —coincidió Sebastian, agachándose a quitarle las zapatillas a Rubén para evitar el riesgo de que lo hiciera él mismo y cayera de bruces al suelo—. Pero ya está —Sebastian le sonrió a Rubén, pero su mirada se notaba triste.
Sebastian le pasó los dedos entre el cabello a Rubén y luego le dio unas palmaditas en el hombro a modo de despedida, indicándole que se recostara, a lo que Rubén obedeció como si se lo hubiera ordenado.
—Descansa Rube —le dijo Sebastian antes de dar media vuelta.
—No te vayas —balbuceó Rubén, tomando la mano de Sebastian para evitar que se marchara.
—Rube, ya hablamos de esto, no hay nada que hacer —Sebastian se notó triste, pero intentó mantener la compostura por su amigo.
—No. Quédate. Aquí.
Rubén lo miró fijamente, como si con su mirada pudiera convencerlo.
—¿Seguro? —quiso confirmar Sebastian, y Rubén simplemente asintió.
Sebastian sonrió levemente y comenzó a quitarse las zapatillas, mientras Rubén se corrió hacia el rincón para darle espacio a su amigo.
Los muchachos quedaron acostados, frente a frente, mirándose a los ojos.
—No sé qué voy a hacer sin ti —dijo en voz baja Rubén, casi como si no quisiera que Sebastian lo oyera.
—Estarás bien, Rube —Sebastian le acarició el rostro con sus dedos, y Rubén notó que se quedó pegado mirando sus labios.
—¿Estarás bien tú? —Rubén mantuvo el volumen bajo.
—Lo estaré —declaró Sebastian, y Rubén quiso creerle—. Para eso sólo te voy a pedir que no faltes a mi despedida.
—¿Sólo eso? —quiso confirmar Rubén, y Sebastian asintió—. Obvio que voy a estar ahí.
Rubén soltó una risita desganada.
Sebastian se acomodó en la cama y lo abrazó con fuerza.
Rubén dejó que el perfume de su amigo invadiera sus sentidos, y se quedó dormido a los pocos segundos mientras pensaba en la petición de Sebastian.
No se perdería su despedida por nada en el mundo.
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Admito que estoy bastante nerviosa. No soy de participar en este tipo de comunidades y es la primera vez que hago una denuncia pública. Me he decidido porque creo que esto está yendo ya un poquito lejos, y con mi silencio sólo estaré beneficiando a quien va a seguir perjudicándome. Resumiendo la historia antes de entrar en detalles: una chica con la que tuve problemas en el pasado está consiguiendo que me baneen inmediatamente de cada foro al que intento entrar. Este amable anon arroja algo de luz sobre las posibles historias que ella ha hecho circular sobre mí: amenazas y acoso a varias personas por MP, aun cuando estas “han hecho todo lo posible para evitarme” (que expuesto así, me banearía hasta yo misma –se ríe-).
Soy la usuaria de discord Akane#5066. Hace unos años conocí a una chica que se identificaba como Nami o Heith, hoy día administradora de Numen, Renegade y Crystal Worlds. Lo que ocurrió entre ella y yo realmente es nuestra vida privada y no debería haber involucrado a admins de foros ajenos, pero en vista de lo ocurrido me veo obligada a explicar nuestro pasado brevemente.
Fuimos cercanas hace años, hasta que llevamos a rivales en un rol y empezó a tratarme como a una enemiga. Se mostró increíblemente manipuladora y dañina, propensa a tirar piedras y esconder la mano, a calumniar por la espalda y conseguir que todo el mundo me creyera un monstruo y a ella mi víctima; vamos, la misma historia que voy a denunciar hoy, aunque fueron tiempos bastante peores. Para comprender mis reacciones recientes, es importante dejar claro que esta persona me hizo pasar por unos seis meses muy duros hasta que yo misma corté vínculos, que siempre la he considerado peligrosa, y que no oculto mi enfado con ella. La actualidad. El nacimiento del MP de la discordia.
Vayamos ya al tiempo presente. Hace más de un año me uní al ahora difunto foro FE Houses, donde encontré una comunidad estupenda y roles geniales. Ocurrió que un día apareció un pj que reconocí al 99% como Nami. Me asusté, pero sabía que sólo era un desafortunado accidente carente de intencionalidad por su parte, y que yo tendría que apechugar. Decidí que cuanto menos le haría saber de mi presencia para que estuviera al tanto, y así roleé en su primer libre y le dejé un pequeño mensaje offrol; algo así como “espero que no te importe si entro en tu libre, me gusta mucho cómo escribes, y me recuerdas a alguien que odio pero que me gusta mucho cómo escribe” (no tengo captura de esto pero tampoco me parece relevante). Su reacción inmediata fue borrar su presencia y marcharse sin decir nada. Hubiera entendido que se quedara porque ella no tiene tampoco la culpa de encontrarme allí sin querer, pero sentí un gran alivio con su marcha. Nos seguimos evitando y todo en paz.
Peeero, no sé qué pasó con su afán de “hacer lo posible por evitarme”, pues inexplicablemente insistió en volver un mes después, esta vez con uno de sus amigos. Trataron de ocultar sus identidades, y conociéndola como la conozco, aquello fue extremadamente incómodo y sospechoso para mí. No fui a hablarle de mis vivencias con ella a los admins ni quise buscarle problemas con la comunidad. Me tocaba apechugar de nuevo. Lo que sí hice fue mandarle un fatídico MP (único medio de contacto que tenía) para al menos mostrarle mi descontento. Al ser algo privado y personal no se incumplía ninguna norma de un foro que incluso había permitido conflictos públicos, y además me considero en pleno derecho de decirle cómo me siento a una persona que me ha hecho tantísimo daño, y de cuyas intenciones dudo. Del MP tengo una captura de un copia-pega, y más adelante expondré otra captura de un admin que lo verifica [Captura del copia-pega]. Dejo constar que mi MP es una carta de amor comparado con los MPs que sus aliados me mandaron a mí hace años, y es que para comprender realmente la situación hace falta todo ese contexto extenso que Nami SÍ posee y el resto del mundo obviamente no.
Me respondió y yo no volví a responder. Y aunque en mi MP expongo que no puedo impedirle que se quede y que me lo tendré que comer con patatas, ella decidió volver a marcharse. No sin antes ir a los admins de por aquel entonces y conseguirme un ban de diez días, que, bueno, dentro de lo que cabe me pareció una mejor alternativa a la posibilidad de sufrir la misma toxicidad de antaño en mi nueva comunidad. Aclaro que no recuerdo haber mandado jamás ningún otro MP de esta índole, pues considero a esta chica la única enemiga propiamente dicha que tengo.
Muchos meses después, tras el éxodo de la gente de “FE Houses” a “FE Exodus” (foro que recomiendo), llegó un momento en que mis principales compañeros de tramas y yo necesitábamos vacaciones por circunstancias de nuestra vida privada, y decidimos marcharnos por un tiempo. Mi calvario comenzaría más tarde, cuando otro amigo de Exodus me pidió entrar con él en cierto foro y yo no quise defraudarle.
Segundo ban: El misterio de Alenthe.
Mi compañero llevaba ya días en el discord de Alenthe, y fue cuando apenas acababa de entrar yo que recibí este mensaje del admin, en el que dice tener pruebas de mis difamaciones en privado hacia los admins de Bravely Tactics (BT) y Fire Emblem (FE), y que no soy bienvenida en su foro de paz [Captura preciosa]. No me dejó responder nada porque fui baneada inmediatamente, y luego baneó a mi compañero por asociación.
Como ni yo ni nadie teníamos constancia de esas acusaciones, mis amigos de Exodus comenzaron a investigar. Los admins de BT casualmente estaban roleando en Exodus (y aunque no éramos cercanos, creo que tampoco nos llevábamos mal); se mostraron tan confusos como nosotros y negaron tener algo que ver con esto. Uno de los admins de Exodus (con quien podéis confirmarlo todo) se ofreció a ayudar en la investigación e intentó sonsacarle información al admin de Alenthe. Éste cambió por completo su versión de la historia (???) [captura incomprensible] y por más que mi admin le insistiera para ver las pruebas que decía poseer, o al menos conocer el nombre del staff de FE contra el que, según él, arremetíamos en las capturas que decía haber visto, el de Alenthe puso mil excusas evasoras para no enseñar ninguna captura ni dar tampoco ningún nombre. Sólo pudimos concluir que esas pruebas no existían.
Considerando que la denunciante era una persona que conocía BT y FE, y que también debía ser malintencionada conmigo y manipuladora para acusar falsamente, mis compañeros consideraron la posibilidad de que Nami estuviera detrás. Que a ver, yo he tenido conflictos con varias personas a lo largo de mi vida rolera, pero sólo ella era dada a este tipo de maquinaciones, y sólo ella y sus aliados podían saber que yo estuve en ambos foros; no tenía sentido que fuera nadie más. Sin embargo, no pudimos confirmar que ella estuviera en Alenthe, así que quedó en un caso de bullying misterioso. [Algunas capturas de cierta conclusión final]. Debo agradecer una vez más la labor de mis compañeros de FE y de mi admin, que se volcaron mucho conmigo.
Tercer ban. Todo empieza a encajar.
Pasé dos meses sin ganas de rolear por lo ocurrido, hasta que recientemente decidí que quería intentarlo en un foro que me había gustado: Gran Siniestra. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando, poco después de unirme al discord, recibo un mensaje parecidísimo al anterior por parte de uno de los admins! A saber: que habían recibido denuncias y tenían pruebas de mis “actitudes hacia otros usuarios en otros foros” (mucho plural y muy plural), que quieren mantener su foro libre de toxicidades, y que no soy bienvenida. Otra vez la misma historia.
En este caso he de decir que el admin fue mucho más amable y sí quiso escucharme. En cuanto él mencionó tener capturas de MPs, todo encajó dentro de mi cabeza y pude confirmar que, en efecto, quien estaba detrás de todo era Nami. Al principio me creyeron, pero de pronto cambiaron de opinión por causas no esclarecidas aunque sí relacionadas con dicho MP. Me temo que debo pasar la conversación íntegra con perdón del admin, que reitero que fue muy comprensivo y aprecio que quisiera considerar mi testimonio (y su foro está muy currado, al César lo que es del César). [Capturas adorables].
Recalcando algunos puntos interesantes…
1- En ambos casos, admins de dos foros distintos vinieron a mí con la intención de banearme directamente, sin conocer ni preguntar siquiera por mi versión, cosa que me resulta extraña. Así mismo, tampoco se pidieron mis pruebas para verificar mi versión, por lo que entiendo que fui baneada sin ningún tipo de investigación.
2- Ambos mostraron un notable interés en ocultar a toda costa la identidad de la (los) denunciante(s), llegando al extremo de mentir (en un caso más que en el otro) sobre las pruebas reales que poseían. El de Alenthe parece que se lo inventa todo sin pudor alguno. El de GS, bastante más amable, comienza diciendo tener un par de capturas de varios MPs de acoso a varios usuarios en varios foros, para más tarde mencionar sólo “el mensaje” como razón tanto del indulto como de mi ban final. Entiendo, pues, que he sido indultada y baneada por “el mensaje” que le mandé a Nami y sólo a Nami; un solo mensaje, a una sola usuaria, en un solo foro. ¿Qué necesidad había, pues, de tergiversar esto?
3- El de GS confiesa que la información le ha venido “por terceros” que “han oído historias”. Esto explica que ella no necesite estar en ninguno de los foros para perjudicarme. Inevitablemente, esto también implica que me ha estado poniendo de vuelta y media ante completos extraños que, admitan o no conocerla, tienen una captura de mi MP y/o una historia triste acompañándolo. Ya tiene que ser una buena difamación para que dichos extraños me reconozcan rápidamente tan pronto piso un foro, sin haberme visto antes; y ya tienen que ser bastantes personas para haberme topado con ellas dos veces seguidas en dos foros distintos. Qué miedo, ¿he hecho enfadar a la cabecilla de una mafia?
4- Ambos admins dicen hacer esto para evitar toxicidades en sus foros. Para ello se permite el chismorreo y la difamación de usuarios nuevos mediante pruebas manipuladas, dificultando o directamente impidiendo la defensa de la acusada. Debo entender que nada de eso es tóxico en lo más mínimo.
5- Como dato curioso, al menos en GS las normas permiten (y paso captura) que los conflictos personales se resuelvan por medios privados como el MP. Casualmente el mío era un conflicto privado, por MP, y de un foro ajeno. Y esto me lleva al último punto.
6- Por alguna razón que ninguno de los dos aclara, la palabra de la denunciante vale más que la mía, y las historias que cuenta sobre mis maltratos tienen mucho poder. Que un solo MP de índole personal, en el que encima explico mi enfado como una consecuencia de todo el mal que esa persona me ha hecho a mí, baste para que se me acuse de amenzar y acosar a mucha gente en muchos foros, es para mí un auténtico misterio. Y ese es el verdadero problema de todo este asunto; si el MP en sí no les gusta por alguna razón, me hubiera parecido bien mientras fueran honestos, que hasta un "te baneo porque me caes mal" hubiera sido comprensible para mí. Lo que no puedo pasar es que se recurra a la injuria y a la mentira para justificar mis constantes bans, porque estaremos de acuerdo en que eso ya es innecesariamente mezquino.
Y quisiera, antes de terminar, decir un par de cosas. Lo primero es que sí, claro que Nami me cae mal. Y claro que la prefiero lejos y no me fío un pelo de ella por razones que, a estas alturas, creo que ella misma ha retratado. Y me considero con derecho a enfadarme con quien me hace mal, y me considero con derecho a mostrarlo y a gritarlo si hace falta; todos hemos tenido conflictos y quien diga lo contrario, miente. Pero no, este tipo de cosas no deberían ser asunto de ningún admin. Si yo me peleo con ella o me dejo de pelear es asunto de MI vida privada y MI historia con esta persona en particular, SIEMPRE que no rompa ninguna norma ni se produzca un acoso real, que no es el caso. Y si un admin desea convertirlo en asunto suyo por alguna razón, que al menos sea honesto sobre ésta y no tergiverse la realidad.
Y lo segundo: si esta chica hubiera estado accidentalmente en alguno de los foros a los que me he unido, sólo tenía que hacérmelo saber y yo, gustosa, me hubiera apartado del camino en mutuo interés y sin mayor problema, porque yo SÍ quiero evitarla, y por eso a mí jamás se me ocurriría meterme en un foro donde sé que está ella. Pero resulta que ella me está causando problemas en foros en los que… ¡ni siquiera está! Apañándoselas no sólo para convertirme en un peligro público que va por ahí pegándole a viejecitas, sino también para que no se sepa nunca que la mano que tira de los hilos es la suya y así no se la pueda desmentir. Comprendo que esté enfadada y que quiera vengarse, pero vamos a llamar las cosas por su nombre: esto SÍ es acoso, y es bullying, y que no uno sino varios foros permitan y participen de algo así con tanta soltura y tan poca honestidad me produce auténtico pavor. Comprobar esta historia de "amenazas y acoso" es tremendamente fácil además: desde que salí de la comunidad de Nami, sólo hay dos foros en los que he estado un tiempo considerable y donde he interactuado con la comunidad, BT y FE (Houses/Exodus). Los de FE me conocen desde hace un año, y los admins de BT están roleando allí también. Sed libres de preguntarles por mis terribles actitudes hacia otros usuarios.
En fin, no dudo de que la venganza de esta chica a través de sus aliados será terrible, y que muy probablemente se usará esta denuncia para probar lo problemática que soy; que ya nos conocemos. Pero no tengo nada que perder, pues no tengo intención de volver a entrar a ningún otro foro sin conocer quién lo dirige, y quien ya me conoce a mí no va a caer en estas tonterías. Yo sólo quería rolear. En paz. Sin cuentos.
¡Gracias por leer todo este tostón a quien lo haya logrado!
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7 nov. 2019 12:18 (hace 12 días) [a Pau]
Chochi,
A lo largo del día se me ocurren muchas de las cosas que quiero decirte, sin embargo, la mayoría se me olvidan al momento de escribir. Por ejemplo, el otro día que pasé en bici por el lugar donde te pedí que fueras mi churri. Tenía muchas ganas de contarle sobre eso a la persona con la que estaba. No lo hice, no sabría si sería adecuado. No sé si es porque no quiero que piensen que no he logrado salir adelante, que sigo estancada romantizando un amor que para ellos puede que esté muerto, pero que para mi sigue vigente en todo momento. Es una mierda querer hablar de ti, pero sentir que no puedo o no debo hacerlo. Mostrarme fuerte cuando no estoy, cuando me duele. Aunque también es bonito pensarte así: haciéndome un vídeo para dejar evidencia del intento chistoso de formalizar nuestro amor, "hecho a la colombiana".
No sé cada cuánto voy a escribirte, pero me gusta hacerlo a través de estos mails. Siento que sale más natural a cuando lo hago en mi diario o cuando intento hablarte en forma de no sé qué será... ¿oración? Te escribiría cartas, pero no tengo dónde enviarlas. Entonces mejor así, que dentro de lo posible es lo más parecido. ¿Será que estos mails llegan a tu correo? ¿Será que tienes el buzón lleno con propuestas laborales de LinkedIn y mensajes de Instagram y Facebook preguntando por qué no has vuelto? Que raro eso, como para el mundo virtual simplemente estas en pausa, te tomaste un receso. Tal vez también yo prefiero pensarte así a veces. Como si estuvieras enojado y por eso no respondes mis correos.
Por estas fechas, hace exactamente dos años, estábamos atravesando lo que fue uno de los días más infernales de nuestras vidas, que por idiotas dejamos que condicionara el resto de nuestra relación. Qué estúpidos fuimos. Qué diferente sería todo ahora si lo hubiéramos tomado de otra manera. Pero bueno, al final las cosas fueron como fueron y todos esos "hubiera" se quedan en eso, en simples escenarios posibles que no fueron, que ya no son posibles, y que nunca serán.
También quiero que sepas que me está costando conocer a alguien más. No entiendo cómo hicimos nosotros para decirnos te quiero a los tres días y te amo a los diez. Tampoco sé cómo hice para follar contigo esa primera vez, cuando además me bajaba la regla. No sé cómo lo disfrute tanto. Parecía natural la manera en que todo esto sucedía. Recuerdo que a Diego le dije "si sólo querés culear, está bien", pero tampoco se sentía forzado, también lo disfruté. Ahora me dominan los nervios a la hora de siquiera dar un beso, no lo soporto. Y no son nervios de esos deliciosos que sentía contigo, que daban ganas de más. Esas cosquillas en el estómago que lo llevan a uno al borde de la locura. Son unos nervios incómodos, en los que la verdad no sé si quiero besar al que tengo al frente, por más de que piense que si puede gustarme. No sé si me entiendas.
Tampoco sé si te conté, pero de las cosas buenas que me han pasado este año ha sido la llegada de Harry a mi vida. Sí, me regalaron un perro -me lo regaló Diego-. Ya sé que decías que no era el momento, que después, con más despacio, tendríamos juntos a nuestro Scooby. Pero bueno, ya no podemos hablar de nosotros, ni mucho menos de tener un perro juntos, ni que éste se llame Scooby Doo. Que feo nombre. Eso lo hablamos en la última llamada que tuvimos, ¿no? Me encapriché y Diego, como casi siempre, me cumplió mi capricho. Harry llegó muy asustado, sólo quería estar al lado de Diego y cuando tuvo la oportunidad se metió en la ducha del baño de abajo. De a pocos se ha ido adaptando y creo que ahora puedo decir que es un perro feliz. Tiene muchos amigos en el parque, duerme conmigo en mi cama, juega a la pelota hasta solo y tiene su propio frasco con galletas. No sé si estaba lista para tener esta responsabilidad, pero la verdad es que él ha significado mucho a partir de tu ausencia. Se convirtió en una razón para levantarme en las mañanas, sacar fuerzas de donde no las tuviera, socializar con otras personas. Con los demás en principio es tímido, pero una vez coge confianza es un loco de remate. Quienes lo conocen, lo aman. Y yo lo amo más que nadie, así como él a mi.
Con Harry me di cuenta que no me gustan tanto los perros, aunque me cueste admitirlo. Mis amigos del parque hacen chistes, porque dicen que yo solo quiero a Harry, que no se me ve el amor por los demás perros. Puede que eso sea verdad. A veces él me recuerda a ti. Le digo Chuchi, ¿sabes? Y a veces me confundo y le digo Chochi, como te decía a ti, como nos decíamos los dos. No sé si esas confusiones sean coincidencia, conscientes o inconscientes. El caso es que es el ser con el que ahora paso la mayoría del tiempo, y que como tú, es un ser de luz. No sabía que se pudiese llegar a tener un vínculo tan fuerte con alguien con quien no se puede cruzar ni media palabra. Tal vez eso también es lo que nos pasa a ti y a mi ahora, por eso te siento tan dentro.
Durante las últimas conversaciones que tuvimos, el dolor impartido por la distancia se había apoderado tanto de nosotros, que no creo que tuve la oportunidad de darte unas últimas gracias. Y si, muchas veces lo había hecho igual, pero la verdad es que siento que los agradecimientos nunca están de más, menos a alguien que deja tanto a su paso, por corto que este fuera. Quiero darte las gracias, en primer lugar, por esa avena tan horrible que me llevaste a la cama el otro día, esa que tenía sabor a fresa. Estaba asquerosa, pero sé que te levantaste a prepararla con todo el amor del mundo para despertarme con el desayuno y un par de besos. También sé que no sabías que estaría asquerosa y que capaz ni te fijaste en qué avena estabas utilizando, pero creo que además te quiero pedir perdón por el reproche que te hice. Gracias por ese primer día en el Fátima, en el que olías a demonio y aceptaras que no te besé. Gracias por los gins del día siguiente, pero sobretodo por los besos que finalmente nos dimos después de haberme hecho la difícil tanto rato, a pesar de que me moría por besarte desde la noche anterior. Gracias por haberte bañado también. Gracias por la confianza que depositaste en mi desde un primer momento, por haberme contado sobre tu madre y tu hermana ese día en la terraza de mi casa, fumándonos unos cigarrillos y cagándonos de frío. Gracias por compartirme ese amor tan lindo a la montaña y también por llevarme el almuerzo a la universidad. Gracias, mi vida, por todas las veces en que hicimos el amor, por explotar juntos y casi siempre a la vez, por preocuparte yo también me llenara de placer, por hacerme tu prioridad. Gracias por los vídeos porno amateur que grabamos (todavía hay días en que me toco mientras los veo). Por perder tu vuelo, aunque no fuese intencionalmente, GRACIAS.
Gracias por todas las veces que volvimos a vernos: por reencontrarnos en Cuba -y descubrir Cuba juntos-, por volver a Colombia a pesar de los daños, por recibirme en Catalunya y después por tercera vez volver a Colombia conmigo. Gracias por todos esos lugares tan mágicos que descubrimos juntos y por querer descubrirlos conmigo. Gracias por haber hecho el amor conmigo en muchos de estos... en el río, en la playa, en la montaña... no sé en cuántas camas también. Gracias por ayudarme a mudar y luego, cuando estabas lejos, por mandarme esos mensajes y audios con los que me despertaba, donde me contabas sobre tu día, me decías que me amabas y me cantabas canciones que sonaban en la radio. "Chochi te amo, chochi te amo, waka, waka, plasca, plasca". Gracias por el plasca, plasca: esa clave secreta que nos pusimos para llamarnos a hacer guarradas. Gracias por soportar todas mis rabietas -que no fueron pocas-. Por no dejarme ir a Barcelona ese día que hice las maletas por una tontería. Gracias por haberme escuchado todas las veces que te dije que quería matarme - perdón por hacerte llorar. Gracias por cada beso, cada caricia, cada abrazo, cada te quiero y todos los te amo que vinieron después. Por todo lo vivido y también por todo lo planeado que no pudimos seguir viviendo de la mano. Gracias por haberte proyectado conmigo y por haberme pensado como la futura madre de tus hijos. Que fuerte. Gracias por preguntarme en las mañanas que cómo estaba, que cómo había dormido, responderte "contigo" y que con eso bastara para hacerte sonreír, entendiendo que te estaba diciendo con esa simple palabra que no hay mejor manera de acostarse y volverse a levantar que a tu lado. Gracias por enseñarme a amar con locura, amor de mi vida. Por ser mi primer gran amor, por haberme enseñado tanto en tan poco.
Y mira, cuando pienso que recuerdo poco, llega todo esto de repente. Sé que no todo fue bonito, pero gracias, precioso. Por lo bonito, por lo no tan bonito y por lo horrible. Por ti soy quien soy hoy. Espero que algún día eso se traduzca en algo bueno.
Te extraño, te extraño más de lo normal hoy y te amo más que ayer, pero menos que mañana.
Tuya siempre,
Cho
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Entrenamiento, Entretenimiento y Ecuanimidad
(peregrinos purificándose en el camino a Lhasa)
Antes que nada ¡perdón por la tardanza, si están siguiendo el blog! Sé que hace montones que no posteo nada de contenido escrito nuevo, mil disculpas.
El tema es que…no me colgué, aunque parezca raro. Pero pasan dos cosas: por un lado simplemente estoy corriendo con mil cosas, todas relacionadas a meditación y budismo. Desde un nuevo puesto de trabajo (como Lead Mindfulness Researcher, global, en IBM) hasta nuevas iniciativas y un nuevo libro, vengo bastante volcado al trabajo del Buddhadharma, pero con poco tiempo para el blog, me temo…solamente este mes tenemos varias reuniones y cosas que preparar (¡es el mes del Buda!) con lo que me tiene corriendo un poco.
Por otro lado…también es verdad que la situación, tanto la de mi grupo de práctica como la mía ha cambiado mucho en estos casi diez años del blog. Cuándo empecé el Buda en la Yerba, si bien venía enseñando hace un tiempo, mi primer prioridad era formar una currícula: la mayor parte de los textos y prácticas de la tradición Sakya no estaban traducidos y menos ordenados. En base a eso, fui tomando responsabilidades (ser el Bibliotecario de la tradición, por ejemplo) y tradujimos desde libros hasta innumerables sadhanas y textos yógicos. Ahora, en este momento, tantos años después…ya hay mucho material. No solo eso, sino que personas excelentes, confiables, mucho mejor que yo para enseñarlo han surgido en el grupo. Con lo que mi vida es menos una corrida en preparar cosas y con la maduración del grupo, por suerte ya no tengo que responder preguntas básicas, por dos razones: la mayor parte de la gente ya las conoce y si alguien no las conoce, seguramente otre miembro de la Sangha ayudará a sacar la duda.
Lo que sucede es que las preguntas están virando de un nivel básico a uno mucho más interesante: como articular la práctica en la vida diaria. Y como pensar (y pensarse) Budiste acá, en el mundo de colectivos y marchas, de problemas y pequeñas victorias. Algo que lleva más tiempo, tanto en pensarlo como en ponerlo en palabras. Por lo que probablemente el blog siga este camino: posteos más largos, con más elaboración y menos frecuencia.
Si eso parece decir que no pregunten cosas básicas…¡No! Pregunten lo que sea, siempre será bienvenido. Simplemente, el ritmo de posteo se vá a hacer diferente. Estoy haciendo muchas cosas más que antes hacía escribiendo: todas las semanas hay un video nuevo en Palden Sakya, hay muchas más reuniones online, hay meditaciones en Ganapati en formato audio y video…hay mil cosas. Simplemente, voy a especializar el blog en dos cosas: responder (cualquier) pregunta y dedicarme a escribir un poco más a fondo sobre temas.
(por otro lado, al momento de escribir estas líneas, el blog tiene 1.720 posts…creo que es mejor concentrarse en producir calidad mas que cantidad)
Habiendo dicho esto, quería hablar de algo importantísimo, en el budismo: La ecuanimidad.
La ecuanimidad (Pali: upekkhā; Sánskrito: upekṣā) es, en términos prácticos, una de las virtudes esenciales de cualquier budiste que se precie. Muchas veces se la reconoce por no tener apego o aversión a ningún fenómeno. Pero en términos prácticos, es una actitud: saber que más allá que Samsara gire, no nos vamos a enganchar con las subidas y bajadas. Es una actitud de rebeldía: no vamos a aceptar ser prisioneros de Samsara, aunque nos pase cualquier cosa. No resignamos nuestra Budeidad interior a lo que percibimos.
(Avalokiteshvara,el Señor de la Compasión)
Parte 1: Vero
Ahora, es algo mucho más complejo de hacer que decir. En el grupo de entrenamiento de Guru Rimpoché (un grupo avanzado para la práctica basado en Sri Padmasambhava) Vero (¡gracias, Vero, por habilitarme para escribir esto!) comentó algo súper valioso y honesto: que en su práctica de los Cuatro Pensamientos (una práctica de Lojong que está en todas las Sadhanas, en la que nos estamos enfocando) se encontró que hay personajes que le cuesta pensarlos de manera ecuánime. Porque los personajes en cuestión son gente que, para decirlo lisa y llanamente, causan daño a nivel global. Y es probable que lo sepan, pero lo elijan conscientemente. Entonces ¿cómo tener ecuanimidad frente a una actitud dañina?
Esta consulta es muy honesta: muchas veces, los Budistes preferimos simplemente mantener un discurso de “compasión para todes” sin decir la verdad: que nos cuesta muchísimo. Y entonces, volvemos a lo que, cobardemente, hacemos siempre: ignoramos aquellos casos que, secretamente, detestamos. ¿Cuántos budistes conocen que dicen “la verdad, que odio a tal persona”?
¿Los Budistes no odiamos? Si, por supuesto. Odiamos, tenemos celos, etc. Pero ese odio justamente es la base a purificar. En base a ese odio podemos transformarnos en Budas. Porque la esencia de la ecuanimidad es una actitud radical, revolucionaria: no vamos a aceptar el discurso social, ese mandato de ”mejor me salvo”. La Bodhicitta es, justamente, rehusar salvarse: entender que la salvación, la Budeidad, es de todes, no de uno.
Para esto, en última instancia, tenemos que reconocer el daño que el otro hace, no negarlo. Tenemos que reconocerlo y al mismo tiempo, reconocer que la persona que lleva a cabo el acto está motivada por una ignorancia salvaje…la misma ignorancia que hoy nos ata al Samsara. Nuestra propia reacción, nuestra incapacidad de compasión, es la prueba de eso. Por eso, reaccionamos como reaccionamos: con enojo, con cerrarnos y ser defensivos.
Mis dos hijos, Francisco y Gabriel, cada tanto pelean, como todos los hermanos. Si Fran le pega a Gabo y Gabo se la devuelve, yo voy y los paro. Ahora, Gabo puede tener razón diciendo “Fran me pegó primero”. ¿Eso significa como padre que debería dejar que Gabo le pegue para desquitarse? No, el amor que siento por ambos me hace intentar solucionarlo de otra forma.
Ahora, si todos fueran mis hijos (que son dos soles) sería mucho más fácil ¿cómo sentir amor frente a alguien que, por dinero o prestigio, arruina la vida de otros? Acá entra a jugar la Ecuanimidad, por eso es tan vital. La Ecuanimidad nos dice “no reacciones como lo harías normalmente, bancáte esto”. La Ecuanimidad es una acción violenta, en el sentido de que directamente corta una cadena que nos han inculcado: es la respuesta revolucionaria frente a la agresión de otros. Es el “NO” más básico: NO voy a encadenarme al Samsara. NO voy a responder de la forma que me enseñaron y perpetuar la Rueda que nos Aplasta a todes.
Esto no significa que uno luego no actué de forma decidida: una reacción compasiva puede ser totalmente destructiva, mucho más que una reacción de enojo simple. Un ejemplo claro fue Gandhi: si Gandhi hubiese reaccionado con ira y desesperación, como lo hizo la Rebelión India de 1857 ¿qué hubiera pasado? Probablemente lo mismo: el Reino Unido habría respondido militarmente y lo hubiera destruido. Pero el resistir esa respuesta (en su persona y en los múltiples interlocutores, como Bose) le permitió tener la respuesta justa. ¿Fue agresivo? No. Pero fue extremadamente violento, en el sentido que cortó de cuajo el poder del Imperio Colonial más fuerte de la historia de la India moderna.
La base de la Ecuanimidad es igual de simple y radical: todes los seres, todes, son idénticos a nosotros. Todes somos Budas en potencia. Todes. No hay un solo ser sintiente que no tenga esa naturaleza Búdica. Por lo que nuestra acción tiene que incluirlos a todes.
¿Es difícil? Terriblemente. Por eso el camino del Bodhisattva es un camino heroico. Por eso se conoce a los Budas y Bodhisattvas como Jinas, Conquistadores del Samsara o como héroes. Es el único camino realmente heroico que existe, creo yo.
(El héroe, como concepción clásica, ya no es válido, creo yo. Un Aquiles, hoy en día, que mata y muere por su fama inmortal ¿sería alguien que consideraríamos un modelo a seguir?)
Pero esto no es fácil de aplicar. Déjenme que les cuente un ejemplo que me pasó estos días.
Parte 2: El trabajo y la bici
(Creo que el Buda aprobaría la bici como medio de transporte. Ecológico, simple y te hace ejercitar)
El otro día, en mi trabajo, una persona mayor me puteó de arriba a abajo por ir en bicicleta. Estamos hablando de insultos, gritos, etc. El tema es que, cruzando mal una bicisenda, casi lo había atropellado una bici a él hace poco. Yo le quise explicar que en realidad, si bien es obvio que el ciclista va a querer frenar (no es lindo llevarse puesto a alguien con la bici, uno también se lastima) quizás el cruzar mal influyó en la situación. Pero ahí me aclaró todo rápido: el problema no era él, sino que había ciclistas. Que ahora (por suerte, cada vez más) llenan la calle y simplemente, los odia.
Ahora, en esa situación había varias respuestas que podría haber hecho y que, por supuesto, estaba tentado. Estaba la puteada fácil, estaba el recordarle que yo no era su compañero de trabajo sino el ejecutivo de una empresa y que le iba a hacer un quilombo, estaba el directamente pelearme. Pero por suerte me dí tiempo para pensar y caí en la cuenta de que, en realidad, lo que tenía era miedo. Miedo de como el mundo cambia, miedo de que lo choquen (es una persona mayor, con las fragilidades que eso conlleva), miedo, en general, de la gente más joven.
Ese miedo es terrible, especialmente en Argentina: hace ya 50 años, este año, Bioy Casares escribía “Diario de la Guerra del Cerdo”. En él, cuenta la historia de un jubilado que un día se despierta y se encuentra que los jóvenes, sin ninguna razón particular, empezaron a atacar a los viejos. Los viejos, en la novela, son cobardes que persiguen muchachas jóvenes. Los jóvenes, por otro lado, son seres sin pensamiento o reflexión, que solo los motiva el odio.
Ese fantasma particular de Argentina ha causado muerte y desolación. ¿Qué fueron las dictaduras, especialmente la de 1976, sino una guerra de los viejos contra los jóvenes? Ese miedo presente, de ser destruido por alguien más joven, más fuerte, está presente en la conciencia nacional. Fíjense si no los líderes políticos: todes personas mayores que se aferran hasta el último momento al poder.
Entender esto me hizo darme cuenta que debe ser horrible, para esa persona, ver lo que vé. Gente más joven, más fuerte y poderosa, que viaja en una forma que ya no es una opción para él. Entonces, salí por el chiste. Hice chistes, me reí y se terminó yendo, frustrado, pero sin pasar a mayores.
Sé que es una anécdota estúpida, pero para mí, me muestra que el entrenamiento en algo me ha funcionado: en otro momento, habría disfrutado el hacerlo callar. Pero como dice Geshe Chekawa “démos la victoria a los otres”. Yo agregaría: especialmente cuándo la victoria está en nuestro poder.
Parte 3 – El Podcast
(Qué época ¿no? Ahora podemos escuchar enseñanzas en todo momento)
Esto me trae, para terminar, sobre un tema que me hizo mucho ruido, en más de un sentido.
Un amigo me aconsejó los Podcasts de la Revista Anfibia, que tiene muchos y muy buenos. Pero hay uno que me hizo muchísimo ruido, el llamado “Gente que sí” (http://revistaanfibia.com/gente-que-si/) (en sí, un chiste por algo que Myriam Bregman dijo sobre un tema de Todos Tus Muertos) que es un Podcast dónde se entrevista a “Gente que Sí” es decir: cool, rockera, bienpensante.
Especialmente me hizo ruido uno dónde Dolores Fonzi, una actriz que hablaba de su película “La Cordillera” recomendaba a la “Gente que Sí” por qué le iba a gustar la película. Más allá de los méritos o deméritos de la película, me hace mucho ruido escuchar eso de “Gente que Sí”.
Cuándo yo crecía, siendo un pequeño materialista dialéctico, me acuerdo de leer la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky y algo que me quedó siempre es el sueño de Trotsky de una revolución internacional. De hecho, uno de los grandes problemas que tienen los primeros comunistas es aquellas facciones (que luego encarnaría Stalin y terminaron victoriosas) de priorizar a Rusia y sus intereses por el de los trabajadores. La revolución era, para los primeros comunistas, algo esencialmente positivo y que debía ser llevado a todes. Entonces ¿cómo priorizar el interés de algunes por haber nacido en un lugar por sobre otres? Creo que esa postura, más allá de lo que uno piense del comunismo, era honesta y comprometida: querían realmente hacer un cambio y eso requería cambiar la forma de pensar nacionalista. Que de eso haya surgido el monstruo del Stalinismo es una advertencia de la historia: aún la gente más bienpensante puede generar genocidios.
En esa época, Mirtha Legrand (otra actriz de clase media-alta, como Fonzi) sostenía, en medio del Sultanato de Carlos Ménem, que había que pensar en la Gente-como-Uno. O a veces, era la Gente-bien.
Yo, que iba a una escuela pobretona en Once, sabía claramente que Gente-Como-Uno o Gente-Bien no me incluía. Era gente del norte de la capital, que hablaba en una forma particular (en esa época se decía: con la papa en la boca). Es decir: se hablaba de un futuro dónde yo no tenía lugar. Y yo tenía muchísima suerte: pude estudiar y trabajar, pero miles de seres sintientes, sufrientes, también quedaban afuera, por mucho más que yo.
Por eso, escuchando frases como “Gente que Sí” me hacen pensar: ¿qué hay de revolucionario en esa forma de pensar? ¿Cómo detenemos la Rueda del Samsara? Finalmente, es otro grupo de gente bienpensante, Gente-Bien, que termina hablando a un grupo reducido de los semejantes. No hay Bodhicitta real, no están reconociendo al otro como uno, sino en cualquier caso solo fijándose en los otros-que-son-como-uno. Así es fácil ¿qué hay de heroico en esto? Si yo solamente hablo para gente que piensa como yo, voy a estar cómodo y no voy a cambiar nada.
(solo para dejarlo escrito: la peli me pareció un bodrio. Es otra fantasía bienpensante burguesa, dónde el Presidente de Argentina habla sobre la existencia metafísica del Mal. Yo he conocido, en persona, a tres presidentes y ninguno de elles podría, creo, directamente articular algo metafísico. Es una fantasía de un grupo de personas que piensa que porque el otro tiene poder sobre ellos, debe ser mejor de alguna manera para evitar pensar lo vacío que está el poder que elles detentan)
Final (si, ya llegamos)
Por todo lo anterior, creo que es importante reafirmar el lugar de la Bodhicitta (quizás el principal concepto del Budismo) y de la Ecuanimidad para poder generarla. Es algo recontra difícil, casi imposible: ir en contra de todo lo que aprendimos, para volver a lo que realmente somos: la misma naturaleza búdica que todos los seres comparten. Si podemos actualizar esa cualidad en nosotros, seremos realmente Hijes de los Conquistadores.
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Love! [Extra]
Anime: Inazuma Eleven
Personajes: Kazemaru, Endo
Idioma: Español/Spanish
Parejas: EnKaze (24x14)
Especial 1 de febrero.
Feliz cumpleaños Kazemaru Ichirouta!
EXTRA.1
Hace diez años-------
Un pequeño niño miraba la puerta de su casa con insistencia, mientras arrastraba con él un conejito de peluche, el cual llevaba agarrado de su pequeña e infantil mano. Una mujer de largos cabellos turquesas, muy ocupada haciendo el almuerzo, solo lo observaba de soslayo, hasta que por fin pudo dejar la cocina y se acercó a él preocupada.
- Ichi… ¿no quieres abrir el regalo que te dejo papá?- preguntó ella con una sonrisa, el pequeño negó con la cabeza, mientras abrazaba su conejo de peluche con fuerza.
- Mamoru nii-chan dijo que vendría, quiero que esté aquí antes de abrirlo.
La mujer dejó escapar un suspiro, acarició la cabeza de su pequeño con suavidad, moviendo aquellas cortas hebras turquesas.
- Muy bien, pero ya comeremos.
- ¡eh! ¿es hora de comer?- sorprendido de que hubiera pasado tanto tiempo.
- Así es.- la mujer se alejó.- Serviré la comida, te llamaré cuando esté listo.-
El pequeño miró la entrada de su casa con preocupación, triste. Mamoru no venía, era su cumpleaños,
Mamoru se lo había prometido.
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- Entiendo,...no ha llegado, pensé que el torneo había terminado.- era la madre de Ichi hablando por teléfono, mientras el más pequeño miraba ilusionado desde la entrada de la habitación.- Si, no te preocupes y perdona por molestarte. Adiós.- la mujer dejó escapar un suspiro, volteo a ver su pequeño y único hijo, con esos grandes ojos ilusionados.
- Ichi, escucha.- declaró la mujer con una sonrisa, se acercó a él y se acuclilló para hablarle con suavidad.- Ya eres un niño grande ¿verdad?- el pequeño sonrió y asintió.- Mamoru también lo és, y tiene responsabilidades ¿si?
- ¿?- el menor no entendió.
- A Mamoru le gusta tanto el fútbol y es tan buen jugador, que está en un torneo de fútbol, un torneo muy importante, a nivel internacional ¿no estas feliz por él?
- Si estoy muy feliz por Mamoru nii-chan.- casi grita emocionado.
- Por eso Mamoru no vendrá hoy.
- ¿eh?
- Mamoru está en el torneo.
- Pero cuando termine su partido, puede venir… él lo prometió.- le rompió el corazón a la mujer el tener que romper las ilusiones de su pequeño.
- No es tan fácil Ichi, él está muy, muy lejos, tiene que tomar un avión y tu sabes que eso demora.
- Pero el lo prometió…- replicó a punto de llorar.
- ¿eh? No llores. Mamoru seguro llamará y te felicitará por tu cumpleaños.- le dijo ella rápidamente para evitar un desastre.
Sin embargo, Mamoru no llamo, no apareció ese día, no hubo ninguna señal de él. Al día siguiente, Ichirouta lloró casi todo el día porque Mamoru había roto su promesa.
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Dos días después Endo apareció en su ciudad, había regresado e incluso su equipo había ganado el torneo, quería darle la noticia a Ichirouta cuanto antes.
- ah, Mamoru-kun, regresaste.- había sido el recibimiento de la madre de Ichirouta.- Escuché que ganaste el torneo, felicidades.
- Muchas gracias, no hubiera podido lograrlo sin todo el equipo.
- Si, Someoka-kun hizo un buen trabajo, su madre estaba muy orgullosa, me la encontré cuando fui de compras.
Vaya que las noticias circulaban rápido.
- ¿Donde esta Ichi-kun?
- ah… él… debe estar en su habitación.- Mamoru al escuchar la respuesta, camino hacia dicho lugar.- ah, espera… Mam…
Pero Endo no escuchó subió casi a brincos de la felicidad de encontrarse con Ichirouta.
- ¡Ichi-kun he vuelto!- anunció su llegada desdorbando alegría, una vez estaba arriba.- ¡Sabes que, ganamos el torneo internacional! ¿no es asombroso?- pero no recibió respuesta, el pequeño estaba sentado en su cama más interesado en un libro que apenas sabía leer que en Mamoru.- ¿Qué pasa? ¿No estas feliz?- pregunto Endo, se acercó hasta él.- Tú también podrás jugar en 10 años más, si te lo propones Ichi-kun, podrás desafiar al mundo, así que sigamos entrenan…
Pero no pudo seguir hablando, porque el menor le había lanzado una almohada aprovechando que ya estaba cerca.
- ¿Qué pasa?
- ¡Vete! ¡Eres muy malo!- le gritó apunto de llorar, estaba apunto de lanzarle el libro (de cubierta dura), pero su madre llegó para detenerlo.
- Muy bien, tranquilo, tranquilo.- exclamó ella, abrazándolo y quitándole el libro.- Lo siento Mamoru-kun, Ichi solo está molesto, ya se le va a pasar.
- Pe-pero… ¿Por qué?- preguntó Mamoru preocupado.- Ichi…
- ¡Dile que se vaya! ¡Lo odio! ¡Lo odio!- gritó el menor abrazando a su madre, no quiso voltear ni siquiera a verlo.
- ¡Ichirouta…!- llamó su madre a modo de regaño.- Lo siento Mamoru, no sé de donde aprendió esa palabra.- se disculpó su madre.
Mamoru nunca pensó que esa simple palabra le causaría tal trauma y shock, quizás eran más crueles porque las pronunciaba él.
Luego de un rato Mamoru salió de la habitación, junto con la madre del menor, allí le explicó que había pasado.
- No te culpo por haberlo olvidado, Mamoru-kun.- le mencionó.- Estabas muy ocupado, y el torneo era muy importante para tí, para tu equipo, y sobre todo para tu futuro, tu rol como capitán era importante. Ichi solo es un niño, ya comprenderá cuando crezca.- le intentó calmar, pero Endo estaba preocupado, no le gustaba haberse olvidado de la promesa.- Hablaré con él y haré que te pida disculpas.
- N-no tiene que hacer eso, seguro me… odiará… más.- le costó decir esas palabras. Al final se tuvo que ir, y él que había venido a celebrar y jugar con Ichi.
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Un par de días después, era Ichirouta quien se presentaba en la casa de Mamoru. Sus padres viajarían por trabajo, así que estaría unos días en la casa de la familia Endo, a regañadientes del menor.
- Ichi-kun… juguemos.- le dijo Mamoru feliz, intentando conseguir su perdón.- Tengo un balón de fútbol nuevo, vamos a jugar ¿si?
Pero el menor no le contesto, estaba sentado en un rincón de la habitación, junto a su peluche de conejo, abrazándolo con fuerza
- Vamos, lamento haber roto la promesa, prometo que no volveré hacerlo.- le dijo Endo, ya no sabía cuántas veces se había disculpado, estaba desesperado porque lo perdonará.- ¿Qué tal si te compro un dulce o un peluche nuevo?- le intentó sobornar, pero el más pequeño no le hizo caso.
Su madre rió al ver la escena.
- No te rías mamá.- le pidió Endo avergonzado.
- No te había visto tan angustiado desde ese día que no podías dominar una de las técnicas de tu abuelo.- había sido su comentario, era gracioso y también cierto. Se alejó hacia la cocina, riéndose de la desgracia de su hijo.
El portero pensó un poco, sentado en el suelo frente a él, hasta que finalmente se le ocurrió una idea. Fue hasta su habitación a buscar algo y luego volvió, el pequeño Kazemaru no se había movido de allí.
- Tengo un pequeño regalo para tí, Ichi-kun.- pero Kazemaru no se movió.- Mira como brilla…- Endo sabía que a los pequeños como Ichi le llamaban la atención los colores brillantes, Ichirouta no era la excepción, tenía recién 4 años. El menor observó de reojo pero volvió a apartar la mirada, tratando de ignorar su curiosidad.- ¿no lo quieres, Ichi-kun?
Al final cedió, pero aún estaba desconfiado. El menor, observó que en la palma de la mano de su “hermano mayor”, tenía un par de adornos brillantes. Eran redondos, pero agujereados, estaban pintados de un color color dorado.
- Me los regaló una chica hace unos años, aún no entiendo porque.- decía confundido Endo.- Pero se parecen mucho a lo que usa mi mamá y mi papá en sus manos. Según mi mamá solo lo usan las personas que se quieren mucho.
Ichirouta le miro confundido, pero parecía ser importante, incluso él recordó que su madre usaba algo similar, su padre también, aunque eran un tanto diferentes.
- Volvamos a ser amigos, Ichi-kun.- le dijo Endo.- Para siempre ¿si? Y prometo no olvidar nuestras promesas, siempre estaremos juntos.- luego alzó uno de los anillos y se lo puso al menor, aunque este era mucho más grande que su pequeño y delgado dedo índice.
- Bu-bueno, lo puedes usar cuando crezcas, pero será nuestra promesa.
- ¿De verdad?- preguntó inocente.- ¿Para siempre?- Endo asintió y le sonrió con seguridad. Ichirouta se abrazó repentinamente de su cintura, sorprendiendo al portero.
- ¡Lo siento, Mamoru nii-chan!- se disculpó el más pequeño, Endo le devolvió el abrazo también. Ahora Endo estaba más tranquilo.
.
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- tía, tía.- la madre de Ichirouta estaba haciendo un poco de limpieza en la cocina, cuando el menor llegó muy feliz.
- ¿Qué ocurre?- preguntó la mujer con ternura.
- Con Mamoru nii-chan hicimos una promesa.
- ¿de verdad? Entonces ya hicieron las paces, me alegro mucho.- el pequeño asintió alegre y luego sacó algo de su bolsillo.
- Me dio esto.- y le mostró aquel anillo de juguete, que estaba adornado por pintura brillante.
- ¿eh? ¿y eso por qué?- preguntó sin entender aquel regalo.
- Hicimos una promesa de estar juntos siempre.- contestó alegremente.
- … ah…- dejo escapar Atsuko, que como madre que era encontró eso demasiado extraño.- ¡Endo Mamoru!- llamó a su hijo, asustando al menor de paso por aquel grito repentino.
- ¿Qué ocurre mamá? - el mencionado no tardó en aparecer ignorante de lo que había ocasionado.
- ¿Qué es esto?- preguntó al borde del pánico, quitándole el anillo de a Ichirouta.- ¡¿Qué clase de promesas le estás haciendo hacer a un niño de su edad?!
- ¿eh? Solo una promesa…
- Esa promesa se puede malinterpretar, esto.- le indicó el anillo de juguete.- Solo lo hace la gente que está por casarse.
- ¿eh? ¿en serio?
- ¡No puedo creer que preguntes eso!
Ichirouta miraba la escena sin comprender.
- ¿Qué es “casarse” nii-chan?- pregunto Ichirouta, dejando tanto a Mamoru como a su madre en silencio, ninguno quería responder.
- Na-nada que necesites saber por ahora cariño, ya lo sabrás en su momento.- contestó rápidamente Atsuko.- Ahora devuélveme tu anillo Endo, los tiraré a la basura.
- ¿ah? ¡No! ¡Es mi anillo!- Ichirouta se alarmó, no quería que se lo quitarán. Se acercó a la mujer para recuperarlo, pero claro que no alcazaba.
- Cariño, te daré otro juguete, el que quieras, pero no esto.- le dijo Atsuko, no quería tener problemas con la madre de Ichirouta cuando volviera. Mamoru no dijo nada, él no quería tener problemas con su propia madre.
- hmmm… ¡N-no, yo quiero mi promesa con nii-chan!- grito Ichirouta y comenzó a llorar.
- ¿eh? No… no llores, anda, este juguete está muy feo…- intentó convencerlo Atsuko.- Te compraré uno más lindo ¿si…? - pero no dejo de llorar, a pesar de todo lo que le decía Atsuko, incluso el mismo Mamoru intento convencerlo, pero no daba resultado.
Al final Atsuko se rindió.- Está bien, toma… pero que tu madre no lo sepa.- le devolvió el anillo. Ichirouta con los ojos llorosos lo tomó y se fue corriendo a saber a qué lugar de la casa.- Ahora creo que se enojó conmigo.- comentó la mujer cruzándose de brazos, Mamoru entonces intentó huir.
- Un momento jovencito, tu de aquí no saldrás sin haber hablado antes.- exclamó su madre amenazadoramente.
A pesar de que Atsuko le pidió a Mamoru que no mencionara la escena, la madre de Ichirouta se enteró de igual manera, porque el pequeño Ichirouta fue lo primero que le dijo apenas volvió por él. Atsuko tuvo que disculparse y hacer que Mamoru también se disculpará. Pero la madre de Kazemaru solo rió.
- Es solo un niño, cuando crezca lo olvidará.- había sido su comentario, parecía entretenida y no le parecía un problema tan grave.- Seguro será una anécdota muy bochornosa para ellos en unos años más.
Mamoru se sonrojo por eso, ahora que los pensaba, la situación ya era bochornosa para él. Ichirouta por otro lado, no entendía nada de lo que hablaban los adultos, solo estaba feliz porque había hecho las paces con su hermano mayor.
Actualmente-------
El sonido de un teléfono sonaba una y otra vez, en la oscuridad de aquella juvenil habitación, bastante ordenada. En la cama, un chico dormía o eso pretendía, porque el sonido de su teléfono seguía tocando y no le dejaba conciliar el sueño. Sacó su brazo de debajo de las mantas para tomar su teléfono y contestar.
- Diga…- respondió aún adormilado.
- Ichi-kun… disculpa ¿te desperté?
- ¡!- Kazemaru se despertó en un segundo al reconocer esa voz, enseguida se incorporó y lanzó las mantas a un lado.- Ma-mamoru…¿? - llamó incrédulo, miró su reloj, que le indicaba que recien era medianoche.- N-no te preocupes, recién había entrado a la cama.- mintió, del otro lado de la línea Endo dejó escapar una pequeña risa.
- Feliz cumpleaños, Ichirouta.- fue lo que escucho del otro lado, sorprendiendo a Kazemaru. Sus mejillas se colorearon un poco, pero sonrió.
- Sabes que podrías decirmelo en la mañana.
- Lo sé, pero quería ser el primero en saludarte.- como siempre Endo quería ser el primero en todo para Kazemaru, parecía un niño caprichoso en vez del adulto que se supone que debía ser. Eso le hacía cierta gracia al menor.
- Gracias, Mamoru.- fueron las suaves palabras de Ichirouta.
- De nada… no he olvidado la promesa.- aquello último lo dijo en voz baja.
- ¿Qué? ¿promesa?- Kazemaru se preguntó si había escuchado bien, Endo había hablado tan bajo que no estaba seguro de haberlo entendido.
- ¡Por la mañana iré a tu casa, te llevaré un obsequio!- le dijo Endo, Kazemaru estaba a punto de decirle que no era necesario, pero su hermano mayor no le dejó hablar.- Ten buenas noches, Ichi-kun.
- E-esper-
Pero Mamoru cortó la llamada, Kazemaru dejó escapar un suspiro y miro su teléfono con una sonrisa. Dejando su teléfono a un lado, volvió a la cama feliz, preguntándose qué clase de regalo le traería, aunque el solo pasar su cumpleaños con Mamoru ya lo hacía feliz.
Por otro lado, en un apartamento relativamente cerca del hogar de Kazemaru, Endo miraba su teléfono con seriedad, para luego dejar escapar un suspiro.
- Bueno, no importa que no lo recuerde, tengo bastante tiempo para hacerle recordar.- comentó sonriente, después de todo Endo seguía siendo muy positivo.
Fic: Love!
Fin del especial por el Cumpleaños de Kazemaru! <3
Se me hizo raro hacer a Kazemaru tan ¿caprichoso? Pero bueno era un pequeño.
Se que el anillo de casados no va en ese dedo, pero en ese tiempo Endou no tenía idea de ese tipo de detalles, por culpa del futbol y que su madre nunca le explico bien xD.
Cuando nombre lo del avión, recordé a los gameplays de Rangu XDDD
Y eso es todo! Espero que les haya gustado!
#EnKaze#24x14#EnkazeFic24x14#love!#my fic#inazuma eleven#kazemaru#Endou#spanish#español#fic#fanfiction#Kazemaru's birthday#love! extra#love extra
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Mono platirrino en el castillo de Neuschwanstein / Tilsa Otta
Exhalo de pronto una sustancia vaporosa de un color extraño, tornasol. Mi tía Verónica y María dirigen sus cuatro ojos a mí y preguntan:
–¿Pasa algo? Descubro una mancha en mi vestido. Supongo que simplemente lo digo, ¿no? –En la siguiente foto sales con un misionero venezolano haciendo un tour por el castillo de Neuschwanstein. –¿Qué? –exclama María, arrugando la nariz. Pasa a la siguiente foto y, en efecto, esta muestra un soberbio castillo de piedra en lo alto de una montaña. Y en primer plano, con el peso del cuerpo recostado en su pierna derecha, pequeña cartera al hombro y pañuelo cubriendo su pelo está María, charlando con un hombre que solo podría ser descrito como un misionero venezolano. Lleva un sombrero de paja y la mira complacido. –¡¿Qué?! –repite desconcertada. La tía Verónica ríe y mira a todos lados. Detrás de María y el misionero se puede observar también a una joven atractiva llevando a su niño de la mano. El pequeño parece quejarse por algo relacionado con su mano izquierda. Por último, imposible no mencionarlo, algo rezagado, un mono platirrino, aparentemente de mediana edad, atento al devenir de la historia recorre el jardín palaciego. –¿Cómo lo sabías? ¡Verónica acaba de regresar de Australia con estas fotos! –¡Y a mí me las dio antes de venir una antigua profesora que no veía desde hace más de diez años! –añade la tía V. Me pongo nerviosa y suelto otro fluido brillante sin darme cuenta. Miran mi boca. Supongo que simplemente lo digo, ¿no? ¿Qué más podría decir? –Anoche tuve un orgasmo tan intenso y luminoso que pude comunicarme con Dios, y él me mostró esa imagen. Vientos escépticos arrastran una pausa. –¿Cómo? –Ay, qué graciosa eres, Cristy. –¿Qué? ¡Es cierto! Y parece que no quieren creerlo y hacen lo que quieren, porque no me creen. –Todos los orgasmos que he tenido esta semana me han permitido acceder a Dios o me han dado premoniciones detalladas del futuro y de lugares que no existen en esta dimensión. Mi abuelo me mira mortificado desde la puerta de la cocina. La familia entera me escucha indignada, extremando las medidas de incredulidad. La torta de cumpleaños de Rodolfo irrumpe elevada sobre el brazo de mi hermano y con la vela encendida viaja hasta la mesa. Alguien apaga la luz. Me marcho.
Voy a la casa de Ignacio pero antes paso por mi departamento. Me quito el vestido manchado de fluidos y me pongo un jean, una blusa blanca y un chaleco de lana con el dibujo de una casa x en una callecita x bordada en la espalda. Me lavo los dientes y me miro en el espejo. Acomodo mi pelo largo hacia un costado. –Por supuesto que te creo. No solo porque he escuchado de un caso semejante en Portugal, y he leído sobre la energía Kundalini y la teoría del Orgón, sino porque tú me advertiste que no asistiera a esa conferencia donde Érika armó el escándalo, ¿te acuerdas? Y gracias a eso puedo recibirte en esta oficina, donde Trino cuenta con una camita donde recostarse y lamer sus patas. Justo en ese momento el viejo cocker spaniel moteado acicala felinamente sus patas delanteras. –Pero la pregunta es: ¿qué podemos hacer con eso? –Ignacio piensa en voz alta, sosteniendo una botella con las dos manos. –Y hay algo muy importante que todavía no te he contado… –revelo. Me examina intrigado mientras termina de descorchar el vino. Suena mi celular y me apuro en contestarlo, me excuso con la mirada. –¿Sí? ¿María? Hola, dime… No, yo… no… no tengo la menor idea de qué pudo significar esa visión… Pensé que no me creías. Sobre la mesa traslúcida de la sala, Ignacio dispone una copa que apunta en mi dirección. –María, te veo perfectamente bien con Rodolfo, no seas tonta. Además, es su cumpleaños… ¿Qué haces encerrada en tu cuarto?… ¡No! Cómo iba a saber que tuviste un romance con ese misio… Debo irme… Sí, disculpa… Lo siento María. No debí decirte nada… ¡Sí, yo también quisiera saberlo! La verdad… Sí, la verdad es que en este caso lo más inquietante para mí es el mono… Bueno, sí María, hablamos pronto… Tengo que colgar. Una risita incómoda y me siento frente a él, que inclina su copa hacia mí. Disimulando la tensión la choca con la mía. Bebo un sorbo. –¿Cómo definirías los orgasmos premonitorios, Cristy? ¿Cuáles son sus características? –Es difícil describirlos… –¿Puedes experimentarlos con cualquier pareja sexual, o solo con sujetos determinados, en circunstancias peculiares?v Bebo un sorbo. –Como sabes, Ignacio, tengo una relación con Leo. Esto es un fenómeno reciente, así que no podría decirte si se da con otras “parejas sexuales”. –No quería ofenderte –aduce con una sonrisa. –Bueno, pero había pensado comentarte algo más interesante, que no le he contado a nadie. –Cuéntame, por favor. –Como te dije por teléfono, es Dios quien me revela estas imágenes, me las muestra haciéndolas aparecer como si fueran hologramas. Algunas veces hay movimiento, y otras es una escena estática, como una fotografía. Ignacio se arrima más a mí. Siento que se me revuelve el estómago. Continúo. –Lo mágico de ese instante es que el diálogo entre nosotros es horizontal: me refiero a que estamos lado a lado. Dios y yo. No es un espacio divino ni terrestre. Nos encontramos en un punto medio, el axis mundi. Y el trato es cordial, de iguales. Noto que Ignacio está perdido en la observación de mi cuello, donde otro fluido brillante parece haber discurrido sin yo sentirlo. A pesar de su insistencia me voy. Bajo corriendo las escaleras y tomo un taxi.
Me siento agotada en la cama, me quito los zapatos y desabrocho mi sostén. Trato de repasar mi primer encuentro con Dios durante un orgasmo. Dios, ¿qué podemos hacer con esto que tenemos? Lo pienso y luego pregunto en voz alta, tímidamente: ¿Qué podemos hacer con este vínculo que hemos establecido? Voy a la cocina y hojeo un libro sobre escaleras mientras se enfría mi té. Leo aparece por el pasillo. –Hola. Pensé que no estabas.
Se acerca y me da un beso
–¿Fuiste a ver a Ignacio? –Sí. –¿Y qué tal? ¿Te ayudó? –No, Leo, me parece un patán. Dime que no te cobró por esa sesión. –No, me dijo que lo haría como una cortesía, le llamó la atención tu caso. ¿Pero qué pasó? –No es un caso, Leo. –Bueno, pero no te molestes por eso. Se saca la casaca y la coloca sobre la alacena. Bebo un sorbo de té ya tibio. –¿Quieres que te haga una infusión? –No, gracias –responde ofuscado. Enciende el televisor y se sienta en la sala. Voy a sentarme junto a él. –Creo que es más conveniente olvidarnos de mis orgasmos, nos van a complicar la vida… –apoyo mi cabeza en su pecho y lo abrazo por la barriga. Cambia de canal y acaricia mi mano que lo acaricia. –Sabes que a mí también me importa… Además, no son tus orgasmos, son nuestros orgasmos. Deja avanzar una película sobre dos detectives que naufragan en una isla del Mediterráneo a fines de los sesenta. Nos reímos de un error de continuidad. –Pero tú no quieres que nadie sepa cómo son los tuyos. ¡No quieres que nadie lo sepa! Me levanta como si fuera de papel y me sienta sobre él. Nos miramos. –No, nadie puede saberlo. Cris, prométeme que nunca lo vas a contar. Acaricio su cara, pasándole mi mano de arriba abajo, como si limpiara una ventana, y sonrío. Me besa y trata de quitarme el chaleco. Escapo de sus manos y me alejo de un salto. –No quiero hacerlo esta noche, no me provoca. Se pone de pie y camina hacia mí como una fiera al acecho. –¿No quieres ver a Dios? –pregunta amenazante con una sonrisa boba. –¡No! Pasa su propia mano por su cara, limpiando su ventana. Contraataco: –¿Por qué?¿Tú sí quieres…? Embate hacia mí como un tigre, y me tapa la boca con violencia, su mano golpea mi cara como una cachetada. Entonces me pongo roja y me contengo para no llorar. Leo me pide perdón y me besa las manos con devoción y vergüenza. Lo perdono de inmediato y siento un líquido frío chorreando entre mis dedos. Él derrama sin querer un vaho irisado sobre mi piel y me mira desconcertado. Observo el icor y sus ojos encendidos, y el mismo hálito comienza a brotar de mi boca. Nos besamos entonces, y una vez más
lo hacemos.
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how can i say this without breaking how can i say this without taking over how can i put it down into words when it's almost too much for my soul alone
i loved and i loved and i lost you
participantes: lilia hargrove.
lugar: floristería sunnydale / casa de los hargrove.
motivo: fragmentos de la última noche compartida / reacción al suicidio de regulus hargrove
notas: no sé respirar.
01:35 a.m.
después de cenar, él nuevamente se había ido a su habitación y la fémina sin hesitar en ningún momento, le aceptó, como siempre lo ha hecho. han pasado horas desde que éste rojizas hebras se encuentran desplegadas en la almohada que no le pertenece, córneas almendradas fijas en las de tonalidad completamente diferente. sonríe, sus parpados lentamente la traicionan, pero no tiene pensado detener la conversación que mantiene con el menor de los hargrove.
‘ sí, ella me gusta.’ vagas eran las menciones relacionadas con harley desde que su relación empezó a cambiar, pese a que se encuentre muy presente en su vida y que sea la causante de ese cosquilleo en su estómago. ‘ es diferente, reg. ella me hace sentir bien. a veces me saca de quicio, porque no piensa antes de actuar, pero realmente me gusta harley.’ nota como el ceño del masculino se tensa, pero sabe que eso debe a lo sobreprotector que es, proclamándose ante todos el único guardián del corazón de la hija del sol. ‘ quita esa cara, reggie, confío en ella.’ musita, guiando su índice a la punta de la nariz impropia, dándole un pequeño toque. ‘ más le vale no lastimarte, lils.’ severo es el tono que puede escuchar, sin embargo, que la hace reír en lo que se reincorpora para rodearle con sus brazos. ‘ confía en mí.’ pide, luego de abandonar el contacto para encararle. no tarda mucho en acomodarse nuevamente en su espacio, siendo el menor quien se le une después. es costumbre ya para la rojiza (dado a que la última semana estuvieron durmiendo juntos) acoplarse a la calidez de la anatomía que se encuentra a su lado. falanges depositan caricias en su cabellera, amenazando con arrebatarle la poca resistencia a la mayor quien libera un bostezo, demostrando lo somnolienta que se encuentra.
‘ deberías dormir.’ empieza el menor, sin detener sus caricias. la mayor niega, sus parpados se encuentran abajo, no hay luz que pueda entreverse en los pardos que reclaman su descanso. ‘ aun no tengo sueño.’ pequeña mentira que hace reír al otro. siente unos labios presionarse en su frente y nuevamente sonríe. ‘ mañana saldremos. de hecho, podríamos pasar la semana en portland, sé que la floristería queda en buenas manos y siempre podemos dejar un falso reporte médico en tu escuela.’ intenta mantenerse animada, pero poco a poco su voz se va apagando conforme el sueño se adueña de su cuerpo y finaliza la oración con un bostezo. ‘ todo lo que quieras, pero es hora de dormir.’ es divertido como los papeles pueden intercambiarse, es algo que disfruta la mayor y que realmente nunca le ha molestado. se da por vencida, asintiendo una vez.
‘ te quiero, reggie.’
‘ y yo a ti, lils.’
‘ perdón.’
y de esa forma, permitió que Morfeo la arropara entre sus brazos, desconociendo por completo que sería la última vez que escucharía tales palabras, el significado de lo último escuchado, que sentiría su calor, que dejaría de estar tan sola.
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08:47 a.m.
el sol se deja reflejar por el cristal que compone la ventana principal de la habitación, la cual pega directamente en el rostro de la americana, quien frunce un ceño antes de abrir los ojos para recibir la luz de forma directa. sus almendrados se encargan de inspeccionar la habitación una vez nada más, deteniéndose ocasionalmente en los cuadros donde se encuentran plasmados sus recuerdos, acomodados en estilo collage. hay un cuadro dedicado exclusivo al menor de los hargrove, donde hay fotos de ellos desde pequeños, infinidad de vacaciones, de viajes y recuerdos que han compartido durante todos esos años. hay un cuadro similar en la habitación contraria, regalo hecho por la mayor.
el único ruido de la habitación es el de su móvil cuando este vibra, indicándole que tiene un texto, así que se las ingenia para separarse un poco de la anatomía masculina para ir a revisar el mismo.
“ jefa, hay inventario y el de comunión no quiere ayudarme.” lilia ríe y procede a responder.
“iré en breve. además, ¿comunión?”
“ te explico después.”
así es como decide desperezarse, apartándose con cuidado del menor, no sin antes posar sus almendrados en el joven que luce tranquilo cuando duerme, como si todos sus demonios se encontrasen aliados con él para otorgarle el descanso que merece luego de los tiempos difíciles que les han perseguido, no obstante, según ella, les ha vencido o está muy cercano a eso.
piensa partir con rapidez para tener lo que le resta de día completamente libre, para así cumplir lo que habló la noche anterior con el menor. si al final eran ellos dos, sabía que no recibiría una negativa por su parte. en su cabeza, se encuentra repasando lo que pueden hacer o no y la idea de abandonar el pueblo aunque sea por unos cuantos días, se mantiene vigente, cree que él lo necesita, tal vez despejarse (puede que el ambiente de derry tenga la culpa) no sabe definirlo, pero tiene la intención de hacer lo que se encuentre a su alcance –incluso más—para hacerle sentir bien nuevamente.
extremidades se estiran cuando finalmente se encuentra de pie, con su diestra peina ligeramente su cabellera rojiza y procede a abandonar la habitación, para así alistarse para su mañana, nuevamente preguntándose a que se refería helga con la palabra comunión mientras bajaba con ligeros saltitos las escaleras, siendo acompañada por el pequeño can que no tuvo oportunidad de adentrarse a la habitación propia, pues cerró la puerta tras sí.
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12:04 p.m.
‘ sí, con esto terminamos por ahora. lo mejor es que se vayan a almorzar temprano, porque luego tienen que preparar los pedidos para jericho.’ no es una orden pero tampoco una sugerencia lo que brota de pétalos rosáceos, mientras se encuentra caminando hacía el perchero para tirar suavemente de su saco, para así cubrir su anatomía del frío que próximamente va a recibir. lilia es dulce y es amable, aunque eso no significa que sea una persona fácil de pisotear o quitarle su autoridad, a lo largo, es tener la actitud adecuada para lidiar con las personas, la cual definitivamente corresponde a la rojiza.
se despide con un simple ademán, abandonando el establecimiento para ser recibida por las frías calles de derry. desconoce la hora, de igual forma es capaz de identificar que se ha quedado más de una hora en la floristería, así que espera que para cuando llegue a casa, sea recibida por el menor completamente despierto, probablemente en pijama, pero no es algo que la pelirroja no pueda cambiar en un abrir y cerrar de ojos, porque pensaba sacarlo como sea de su hogar para pasar tiempo con él.
en sus manos se encuentra un ramo de lilas, selección para las flores que ahora pasaran a decorar el cuarto de menor, simplemente porque estas son las favoritas de su madre y las propias también. el auto negro se estaciona exactamente frente a ella, dejando su asiento como piloto en un abrir y cerrar de ojos para proceder a abrirle la puerta a la mayor de los hargrove.
‘ su móvil no ha dejado de sonar, señorita hargrove.’ indica el mayor, señalando con un simple gesto la cartera que se encuentra al fondo, aquella que ha olvidado por salir con rapidez del auto, además de distraerse por la conversación que mantuvo con el hombre, quien al parecer, está completamente fuera de zona en cuanto a la situación que les espera en casa. ‘ qué curioso.’ entrecejo se ve corrompido por la confusión. quiere pensar que es su padre, preguntando por lo que se ha recibido el día de hoy, porque así como han llegado una nueva recolecta de flores, su mercancía se encuentra en medio de eso y es por eso que la presencia de lilia es obligatoria, para evitar que destaque mucho ese inventario aparte que puede o no llamar la atención de sus empleados. desconoce por completo si eso le causaría problemas, por lo que decide mejor evitar que lamentar.
‘ vamos directamente a casa.’ recibe un asentimiento como respuesta así que procede a rebuscar en su cartera el móvil, teniendo que sacar de esta misma algunas cosas que le estorban durante el camino. maldice para sus adentros el día que decidió meter tantos objetos en el espacio. los nervios corroen su sistema, un presentimiento que no es para nada positivo se siembra en su estómago, brindando una sensación incómoda que provoca pensamientos para lo peor cuando revisa las llamadas perdidas.
no son de regulus.
pero eso no aparta el sentimiento. todos provienen del número local, en torno a eso, quiere convencerse a sí misma que se trata de alguna urgencia menor, que la señora de servicio necesita que se haga alguna comprar para elaborar el almuerzo o su mismo padre, en plena desesperación por no recibir información alguna de lo que hoy ha llegado a sunnydale, que ha sido supervisado por quien quiere alejarse de ese negocio tan sucio.
decide marcarle a reggie, sin embargo, no recibe respuesta alguna por parte de él, directamente le manda al buzón de mensajes. repite ese proceso un par de veces durante el trayecto a su hogar, dejando que sus almendrados se mantengan fijos en la ventana, observando la considerable cantidad de personas que se encuentran fuera de su hogar, niños corriendo por las calles que prometen una seguridad que al día de hoy no existe, pero que de igual forma crea el sentimiento de esperanza para poder superar todo lo que ha pasado. se centra en eso, cuenta hasta diez.
todo está bien, lilia, lo más seguro entras rápidamente a casa y regulus se ríe de ti por tu paranoia.
visualiza la imagen del mismo en el recibidor, con una pequeña sonrisa instalada sobre los rosáceos impropios, observándole con cierta burla a la mayor que presenta preocupación. oh, como anhela que esa sea la imagen que la reciba, que le permita sentir alivio y que elimine cualquier rastro de veneno en su sistema.
pero te has equivocado, pequeña lilia, porque tu esperanza muere al momento en el que ves la ambulancia en la entrada de tu hogar.
puerta resuena por causa de la violencia con la que es cerrada mientras la rojiza decide correr (aun y con zapatos altos) al interior de su hogar. ve paramédicos en por todas partes, dirigiéndose al segundo piso. falso reloj ( tic toc, tic toc ) picotea en su pabellón auditivo, un llanto resuena por todo el hogar que amenaza con derrumbarse en cualquier momento.
ella corre, corre y corre
pero ha llegado tarde y ni siquiera se ha podido despedir.
su mirar se cristaliza en cuanto su padre se planta frente a ella, tomándola de los hombros para negar unas cuantas veces con la cabeza. la tristeza que es capaz de entrever, es un adelanto para la noticia que escapa de carmines masculinos
‘ se ha ido.’
tiembla, siente su mundo irse para abajo y quiere verlo, quiere corroborar que no se trata de una pesadilla que amenaza con arrebatarle su estabilidad, a su pequeño ángel que ya no pertenece a su mundo. hay violencia en su accionar apresurado que es detenido por el mayor al rodearla con sus brazos cuando de la habitación del menor, sacan en una camilla un cuerpo cubierto por una inmaculada sábana blanca. tira con más fuerza del agarre que es ejercido por su progenitor hasta librare de éste, corriendo finalmente hacía donde se encuentran los paramédicos.
‘ ¡aléjense! ’ brama cuán león enfadado, aunque realmente ella sea una paloma con las alas cortadas, quien se encuentra incrédula, se encuentra cegada por una falsa ira que realmente es la tristeza que la embargara de ahora en más que no tiene a su luz. aparta la sábana y esa imagen es algo que jamás abandonara su sistema.
‘ r-reggie…’ un sollozo brota de su garganta y la apartan bruscamente del cuerpo que ni siquiera tiene oportunidad de abrazar por última vez. todo pierde sentido en ese preciso instante que da con el cuerpo sin vida de su hermano menor, aquel con el que compartió la madrugada pasada, a quien vio descansar tranquilamente en su habitación y con el que esperaba pasar lo que le restaba de día. brazos fuertes la rodean, aguantando sus piezas que se empiezan a deshacer mientras las lágrimas corren y corren por las mejillas ahora enrojecidas por el horrible sentimiento que invita a las arañas adueñarse de su cuerpo, darle u espacio a los demonios que por años pudo controlar.
el aire le falta, no hay coherencia en sus pensamientos, ni siquiera puede asimilar que acaba de perder a su pequeño hermano que juró regalarle sus alas y él ahora había cedido a la inalcanzable muerte.
#ʷʰᵉⁿ ᴵ ʷᵃˢ ᵃ ʸᵒᵘⁿᵍ ᵍⁱʳˡ ⁱ ᵍᵃᵛᵉ ᵐʸ ʷʰᵒˡᵉ ʰᵉᵃʳᵗ ᵗᵒ ᵗʰᵉ ʰⁱᵍʰᵉˢᵗ ; headcanon.#estoy temblando#real#ahora qué#margo te odio
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3.6.3: Compañero de clase herético
Iori: …Aparentemente, hoy se transfiere un estudiante nuevo. Es algo inusual a esta altura del año. Tamaki: Aah… Iori: ¿Qué pasa, Yotsuba-san? Tamaki: Sou-chan está preocupándose por su familia. Y cada vez que está preocupado, el humor a su alrededor es super deprimente. Lo único que me dice es "Está bien, Tamaki-kun”… Iori: Es porque las circunstancias de la familia de Osaka-san son temas muy complicados. Tal vez un menor sería incapaz de proveer consejo suficiente. Tamaki: Sí, pero él me ayudó en el pasado, así que quiero ayudarlo también. Iori: Ah… ¿Esa persona de ahí es el estudiante transferido, Isumi-san? Tamaki: Eso creo. Está hablando por teléfono. Parece enojado. Haruka: ¡…Cállate! ¡Acchan, idiota! Ya me decidí, ¿bien? ¡Voy a triunfar más que él! Haruka: ¡¿Konbucha?! ¡No necesito eso! ¡Suena asqueroso! Haruka: ¡Ah…! ¡Esa estúpida acaba de colgarme! ¡Y era una llamada internacional...! Tamaki: ¿Con quién estabas peleando? ¿Tu novia? Haruka: …Oh, son ustedes dos... Iori: Somos tus compañeros de clase. Yo soy Izumi Iori, y él es Yotsuba Tamaki… Haruka: Hm. Ya lo sabía. Tamaki: Oye, ¿por qué estabas tan enojado durante esa llamada? Haruka: No es nada. Solo una estúpida ruidosa que no sabe cocinar. Iori: Ya veo. ¿Crees poder acostumbrarte a esta nueva escuela? Iori: Yo tampoco soy muy social, así que disculpame. Sin embargo, si no entiendes algo, siéntete libre de preguntarle a Yotsuba-san. Tamaki: Sí, seguro. Aunque hay muchas cosas que no entiendo, así que probablemente deberías preguntarle a Iorin. Haruka: Qué dúo más confuso... Tamaki: Que me digas Tamaki solo está bien. Y tú serás… ‘Isumin’, ¿te parece? Haruka: ¿Eres idiota? Iori: Estamos hablando de Yotsuba-san, así que sí, lo es. Tamaki: ¡¡Eso fue muy cruel, Iorin!! Haruka: Por favor, metanse en sus propios asuntos. No necesito que IDOLiSH7 se preocupe por mi. Tamaki: …Oye, ¿a qué te refieres? Iori: ¿No te agradamos? ¿Te molestaría detallar específicamente qué hizo que tu interés decaiga? ¿Y cuándo te diste cuenta? Tamaki: ¡¿Por qué estás haciéndole una encuesta a alguien que acaba de decir que nos odia?! Iori: Me disculpo. No pude evitarlo... Haruka: Hm… ¡Qué idiotas! Haruka: Todos ustedes enfrentarán su fin muy pronto. Será mejor que estén encantados de oir eso. Tamaki: Se fue… Iori: … Chica de secundaria: Me pasé al club de la banda~ Chica de secundaria: ¡Quería intentarlo luego de ver el programa de IDOLiSH7! ¡Nunca fallan haciéndome reír! ¡A veces lloro de la risa! Tamaki: Ah… Vieron nuestro programa. Iori: …Ese segmento. ¿Por qué ha sido tan bien recibido, y por qué tanto? Tamaki: ¿No es por Rikkun? Iori: ¿…Qué te lleva a pensar eso? Tamaki: Mmm… Un presentimiento. Iori: Instinto eh... Tamaki: Quiero decir, ¿no se siente igual a SoundShip? Cada vez que Rikkun toca su instrumento. Iori: ¿…SoundShip? ¿Cuando cantamos "Natsu☆SHIYOUZE” en lugar de TRIGGER? Tamaki: Sí, algo así. Iori: …
Riku: ¡–Gracias por esta noche! ¡Nuestra última canción será “Sakura Message!” Audiencia: ¡Kyaaaaa..! Riku: ¿Les gusta esta canción? ¡A mí también! ¡La amo! ¡Cantemos juntos! Audiencia: ¡Kyaaaaa…..! Audiencia: ¡¡Rikuーー!! Audiencia: ¡¡Riku-kun!! Iori: Siento que la cantidad de voces gritando el nombre de Nanase-san ha aumentado... Iori: Nanase-san está cantando. Nanase-san está cantando lo mejor que puede. Lo sé. Iori: Nanase-san está sonriendo. Él siempre sonríe durante los conciertos. Ciertamente, tiene una sonrisa encantadora. Sin embargo... Iori: Él no sonríe tanto durante el segmento de "Una encantadora noche con IDOLiSH7". Está tomándose el desafío en serio. Iori: ...Esto me desconcierta. Iori: Siento que se me irá de las manos. Iori: Como si me estuviera dejando atrás... Audiencia: ¡Riku-kun, eres el mejor! Iori: A pesar de que yo soy quien más desea esos gritos.
Personal de Radio: Perdón por molestarlos cuando están tan ocupados. Intentaremos hacerlo rápido. Sougo: Oh no, no se preocupen. Esperamos trabajar con ustedes. Tamaki: Esperamos trabajar con ustedes. Personal de Radio: El título del programa de radio es "El álbum de éxitos de MEZZO"" El programa actual está por terminar, así que queremos que hagan lo mismo y tengan un programa de música. Sougo: Ya lo he escuchado. Ese show estaba hecho por Mitsui-san, un DJ y ex-vocalista de Sabrina. Sougo: Mitsui-san tenía gran conocimiento musical, pero se aseguraba de que el programa fuera fácil de seguir y no se excedía con los detalles. Solía escucharlo mucho. Personal de Radio: ¡Ya veo! Eso lo hace más fácil. La edad promedio de los oyentes es alto, así que idealmente será un programa muy calmado. Personal de Radio: Pero ya que tenemos a MEZZO" me gustaría conseguir oyentes jóvenes también. Personal de Radio: Ambos tienen voces muy tranquilas y maneras de hablar educadas, así que seguro que los amantes de la radio los amaran. Además... Personal de Radio: Si Tamaki-kun presenta las canciones que Sougo-kun recomienda, entonces será más fácil para los oyentes entender. Personal de Radio: ¿Suelen preguntarse entre sí cuáles son sus canciones favoritas? Tamaki: No tanto... Aunque me dice si le pregunto "Oye, ¿qué escuchas?" Personal de Radio: ¿En serio? Sougo-kun siempre responde muy entusiasmado en revistas y programas nocturnos de música. Sougo: Tamaki-kun no está muy interesado en el tema, así que pensé que sería muy aburrido si hablaba demasiado... Tamaki: Bueno, eso es porque hablas de forma aburrida. Si lo hicieras más fácil de entender, entendería. Personal de Radio: ¡Exactamente! Quiero que interrumpas cuando se diga algo que parece obvio pero que crees que no lo es. ¿Entiendes, Tamaki-kun? Personal de Radio: Quiero que sean despreocupados y libres. El último programa duró mucho tiempo, así que me gustaría que continuaran el suyo tanto como sea posible también. Personal de Radio: Cinco años, diez años... Estoy tratando de darle a MEZZO" un trabajo de por vida. Sougo: Diez años... Nunca pensé tan lejos en el futuro... Personal de Radio: Jaja. Bueno, este es solo el deseo de un anciano. Tamaki: ¿No van a echarnos? ¿Incluso si no vendemos nada? Sougo: T-Tamaki-kun... Personal de Radio: ¡Jajaja! Bueno, ¿y ustedes? Espero que no nos abandonen si se hacen más populares, ¿sí? Personal de Radio: Vamos a producir este programa seriamente, así que tomenselo en serio. Será reconocido al instante si se ponen serios. Personal de Radio: Cinco años, incluso diez años pasarán en un instante. Ya puedo visualizar sus risas y rostros sorprendidos en la cabina. Personal de Radio: En lugar de 'MEZZO", una sub-unidad de IDOLiSH7, MEZZO" se parará con sus propios medios en diez años. Vamos a empezar desde ahora. Sougo: Sí... Tamaki: Entendido.
Continuará...
-Todos los créditos a la traducción en inglés-
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Glee «Noah, the angry boy»
Noviembre de 2039
-¿Mamá?... ¿eres tú? —dijo Blaine al encontrarse con su Madre en la cocina, estaba arreglada como para salir a la calle y sostenía en una de sus manos dos bolsos diferentes y en la otra un trozo de bizcocho con el doble de glaseado que cualquier dieta permitiría . -¡Hijo!... —exclamó tragando— ¡me asustaste!… ¿por qué?... —agrego tomándose el pecho con pastel y todo. -Disculpa… —dijo este rascándose la cabeza divertido— ¿que haces despierta? -Nada… —se apresuró en responder en menos de tres segundos, se echó a la boca el resto de dulce y se lavó las manos en el fregadero, para luego quedarse quieta como estatua de cera. -¿Estas bien?... —quiso saber su hijo mirándola de medio lado. -Excelente cariño… ¿y tu?... ¿acaso estás descalzo?... ¿por qué?, ¿no estuviste hospitalizado hace menos de cinco meses?... ¿Kurt te dio autorización para este tipo de comportamiento? —termino por decir señalando a su hijo de arriba a abajo. Blaine, a diferencia de ella, estaba sin zapatos y con la ropa de dormir -Primero estás más rara que de costumbre, segundo si estoy descalzo porque acabo de levantarme, tercero soy un hombre adulto que no debe pedir permiso a nadie y cuarto… ¿de donde sacaste estos dulces?... —dijo Blaine abriendo la caja del «City Bakery» que estaba sobre la mesa.
-Los ordene… —respondió mirando de reojo hacia la puerta, su hijo miró también por sobre su hombro en la misma dirección— ¿sabias que esta pastelería esta abierta desde las seis? -Lo sabia… no sabia que tú sabías… pero si… —dijo Blaine comiendo un poco de glaseado usando uno de sus dedos para ello— ¿mi Papá? —preguntó mientras abría y cerraba cajones en busca de lo necesario para preparar café. -Esta dormido… creo que quedó arrebatado con el viaje en primera clase… ¿tú por que estas levantando tan temprano? —quiso saber Pam mirando otra vez hacia la puerta. -Con Kurt hablamos de ver temprano los noticiarios y el periódicos para asegurarnos que lo que paso anoche con Henry tenga la menor repercusión posible. -¿Kurt esta despierto también? -No… de hecho aún esta durmiendo, aunque lo más probable… ¿esperas a alguien? —dijo mirando hacia la dirección que su Mamá lo hacía esta vez sin ningún disimulo. -¿¡Que!?... ¿quien? -Tú… —insistió echando a andar la máquina. -No… claro que no… solo estoy aquí… ya sabes… ¿quieres una de estas cositas?... son lo mejor… ¡New York es lo mejor!... -No gracias… y no me digas que solo estas aquí, estas muy rara, lista para salir con dos bolsos en la mano y estoy bastante seguro que ese azul es de Carol… —dijo su hijo cruzándose de brazos, apoyó el trasero en uno de los muebles y se quedó esperado por el café y una explicación de parte de su Madre. -¡Ay Cariño!, ¡este modelo es super popular!... creí que mi yerno te mantenia al tanto de lo último en tendencia en materia de accesorios. -¡Mamá! -¡Ay esta bien!... —exclamó levantando los brazos— con Carol pensamos que pasariamos inadvertidas, ¡son las seis de la mañana por todos los santos!… -¿Inadvertidas en que? -Pues vamos a… vamos a ir reservar lugar en la calle 34 para ver el desfile... -¿¡Que?!... ¿estas loca? -¿Perdón?... —dijo Pam levantando una ceja y todo. -Disculpa Mamá… y no quiero ser irrespetuoso pero... ¿estas loca?... -No… ya escuchaste lo que dije ayer cuando llegamos al precinto de policía, había gente acampando en las afueras de la tienda… ¿¡como vamos a conseguir buenos lugares si no nos apresuramos!?, ayer hablamos con Carol y ambas quedamos de acuerdo en que era lo que se debía hacer. -¿Papá sabe esto? —pregunto Blaine rascándose la cabeza. -No tengo que pedirle permiso a tu Papá para hacer cosas, ya que tal y como dijiste tú, yo también soy adulto cariño -Lo eres, por supuesto que lo eres, pero él es quien pone cordura en esa cabeza tuya… no se si sabes, pero estuvo nevando toda la noche, por lo tanto debe estar congelado allá afuera. -Lo se... por eso llevo mi bufanda y mis guantes… —respondió Pam enseñando ambas prendas de ropa— lo demas lo hara la emocion… —agrego dando unos aplausos. -Mamá… Kurt tiene boletos para las graderías que están en frente de Macy’s, ¿no te lo dije cuando hablamos? -Me lo dijiste, claro que me lo dijiste, pero esto es mas emocionante, ¡vamos cariño!, sabes que me encanta esta tradición desde el día uno en que la vi… te juro y no haré nada que me ponga en peligro… —Blaine la miró con el entrecejo bien fruncido como si no creyera nada de lo que su madre le estaba prometiendo. -Listo querida… te juro y si esa maleta la hubiera preparado yo y no Burt habría encontrado este pañuelo en la mitad del… ¡Blaine!... -Hola Carol… —dijo este de lo más sonriente. -¿Qué haces levantado?... y tan temprano… —agregó acercándose a Pam. -Solo desperté… ¿igual que tú y mi Mamá?... ¿verdad? -¡Ay cariño!... —exclamó la Señora Anderson haciendo un gesto como de regaño— ¡si ya sabes todo!... ya sabe todo… —añadió mirando a su consuegra, Carol abrió más los ojos y susurro un «¿que?», Pam blanqueo los propios sin decir palabra. -Chicas… —dijo Blaine queriendo reír— no es mi intención interferir en su planes, solo les pido que tengan cuidado y si es que encuentran todo muy lleno, aqui estan los boletos que mencione— agrego caminando dos pasos en dirección de la heladera, desde atrás de uno de los dibujos de Noah sacó los «tickets» de los que presumía— son dobles, así es que pueden invitar a sus esposos… —terminó por decir entregándoselos a su madre. -Nuestros esposos estarán con la cabeza en el campo de fútbol, así es que no creo y les interese este panorama… pero gracias cariño… —agregó Pam guardandolos en su bolso, Blaine sonrió ante el gesto de su madre que aparentaba desinterés, se despidió de ambas recordándoles que tuvieran cuidado y volvió al dormitorio junto a su esposo.
-¿Por qué en mi dormitorio hay olor a café y glaseado de limón ?... —quiso saber Kurt dándose vuelta en su lado de la cama, Blaine había vuelto de su incursión en la cocina trayendo consigo una taza de café y uno de los dulces del «City Bakery». -Es porque estás soñando que trabajas en una cafetería… —respondió Blaine sonriendo mientras cambiaba de canales. -Eso suena a una pesadilla más bien… ¿tú estás en ese sueño?... —agregó medio dormido y sin abrir los ojos, acortó distancia con él hasta encontrarse con su cuerpo y abrazarlo a la altura de la panza. -Espero y así sea.. —dijo su esposo dejando la taza de café en la mesa de noche para abrazarlo de inmediato. -Siempre estás en mis sueños Blaine Anderson… lo que es doblemente placentero, ¿soy gerente o algo?—preguntó acomodándose más. -A esta altura ya serías el dueño… y el ratón había crecido unas diez veces su tamaño… —dijo Blaine dando una mascada a su dulce de doble glaseado, Kurt lo escucho masticar y levantó la cabeza para mirarlo con un solo ojo entre abierto. -¿Estás comiendo en la cama?, ¿no recuerdas que tengo una animadversión a las migas entre las sábanas? -Lo se, pero estoy comiendo desde un plato… eso es muy diferente… —advirtió enseñandolo antes de dejarlo junto a la taza de cafe, luego sonrio inocencia como un cachorrito extra dulce lo haría. -Eres un consentido Blaine Anderson-Hummel… y esto te estaba permitido cuando estabas enfermo y en recuperación… no ahora… —agrego Kurt trepando un poco más por él. -Pero recordarlo me hace sentir vulnerable y triste… —contestó Blaine acrecentando la mueca de ternura fingiendo un puchero. -Ridículo… —dijo su esposo soltando una risa, se volvió a acomodar esta vez a la altura del pecho de él y se quedó en silencio un instante sintiendo su corazón— ¿que hora es? -Las seis y media… —respondió besándolo en la cabeza. -¿¡Que!?... ¿estás bromeando conmigo? -No… esa es la hora… -¿Y por qué en nombre de todo lo bueno y puro estás despierto?, ¡es feriado por todos los santos! -Porque dijimos que veríamos los noticiarios a primera hora… ¿no te acuerdas? -Me acuerdo, pero pensé que nos referíamos a las 10 de la mañana o algo, no a la madrugada oscura y fría en la que se te ocurre despertarme… —agregó bostezando, se incorporó volviendo a su lado de la cama y se estiró para terminar de quitarse la pereza que parecía y era de 100 años como mínimo. -Eres un exagerado Kurt Hummel-Anderson… —respondió Blaine dando una mascada bien grande al pastel. -No lo soy… solo expongo un punto aquí… —rebatió moviendo su cabeza de un lado a otro y se levantó para meterse al baño, Blaine continuó cambiando de canales en busca de la noticia que esperaba.
-¿Han dicho algo?... —pregunto Kurt regresando a la cama, se metió bajo los cobertores y con una seña le pidió un sorbo de café. -Aun nada —respondió su esposo entregandole la taza— he sintonizado los los canales que tienen los programas más sensacionalistas... estoy seguro y no pudieron captar nada… -Espero… —dijo bebiendo— tal vez tu super amigo el oficial «Frank el sexy» hizo algo al respecto… —agregó tomando sus anteojos de prescripción desde encima de la mesa de noche, se los puso y miro el televisor con más detenimiento— ¿que?... —dijo Kurt mirando a su esposo y al televisor de manera alternada. -Me encanta cuando haces eso… -¿Que cosa?... ¿comportarme como un celoso desquiciado?, porque te advierto que a mi no... -No… —contesto Blaine riendo— me encanta cuando te pones tus anteojos… te hace ver interesante… y sexy… —dijo poniendo cara coqueta. -¿Sexy?... —repitió Kurt mirándolo por sobre el marco de sus gafas. -Mucho… —añadió acariciándole la espalda. -En ese caso Señor Blaine Anderson Hummel, me temo que... -¡Padres!... —exclamó Lizzie entrando de sopetón interrumpiendo el momento romántico como siempre— ¡perdón!... —agrego dándose media vuelta— sigan en lo que estaban, yo esperaré aquí… —dijo dándoles la espalda, también estaba en pijama y su cabello lucía más abundante que nunca. -¿Que pasa Princesa? -Sigan… no se preocupen… -Lizzie… -¡De verdad!... pero en silencio, no quiero escuchar quizás que… ¡hola!... -¡LIzzie!... —exclamo Kurt dando unos aplausos correctivos. -¡Ay Papá!, ¡de inmediato con la violencia!… es dia de dar gracias, no de dar gritos… ¡hola! —agrego la chica cruzándose de brazos. -¿Nos puedes decir que necesitas cariño?... -Hay algo que deben saber… —respondió subiendose a los pies de la cama. -¿Es sobre tu hermano?... ¿encontraste alguna noticia? —pregunto Blaine poniendo el televisor en «mute» -No… no han dicho nada de Henry… creo que no es muy interesante para la prensa… lo que resulta bien decepcionante, para él al menos —agrego como pensando en aquello— ¡en fin!… es sobre el «Goblin» -¿Noah?, ¿qué pasa con tu hermanito? —pregunto Kurt adquiriendo una posición más alerta. -Lo que pasa... es que yo estaba hablando con Alaska para que me recomendara algunos programas sobre espectáculos, porque deben saber, que ella y su Mamá los ven todos, ¡todos!… ¡hola! -¿Le contaste a Alaska sobre lo que paso con Henry? -¡Ay obvio!, si no como iba a pedirle ayuda… ¡hola! —exclamó Lizzie haciendo muecas de obviedad con sus manos y cara— pero no se preocupen porque ella no dirá nada, ya saben que como que le gusta Henry… —agregó la chica cambiando las muecas de obviedad por otras como de asco. -Y esto que nos cuentas Princesa, ¿tiene que ver con tu hermano por qué...? -Porque… cuando le estaba contando lo que pasó… el «Goblin» escucho todo…. -¿Que?... —dijo Kurt tomándose el pecho. -¿Estas segura Princesa?... —agrego Blaine mirando a su esposo. -Si… pero eso no es lo peor… —dijo Lizzie poniendo cara de complicación. -¿Hay algo peor?... —repitió Kurt abriendo más su ojos. -Si… también escuchó que la excusa de la gasolina fue una mentira… -¡Lizzie!.. -¡Ay!... ¿cómo iba a saber que estaba escuchando?... ¡hola! -Por dios… —dijo Kurt tomándose esta vez la cabeza— creo y debemos hablar con él… —añadió levantándose. -Debe sentirse pésimo… —agrego Blaine haciendo lo mismo. -De hecho…—dijo Lizzie bajándose de la cama con una voltereta— esta mas enojado que nada…. -¿Enojado? —repitió Kurt poniendo cara de impacto extremo. -Si… -¿Estamos hablando de tu hermanito?, ¿el que mide como un metro y usa gafas sin vidrio? , ¿Noah el niño feliz? —pregunto Blaine como si no pudiera creer que el más pequeño de sus hijos fuera capaz de enfadarse. -El mismo… aunque yo lo llamaría: «Noah el niño enojado»… si hasta me quedo mirando asi y todo… —conesto Lizzie frunciendo bien el entrecejo -No lo puedo creer… —dijo Kurt rascándose la cabeza un tanto nervioso, Blaine le acaricio la espalda parándose a su lado. -Ni yo Padres… —agregó Lizzie ubicándose entre ambos— pero así son los hijos… crecen… se enojan… despotrican… en fin… buena suerte con eso… —termino por decir dando un golpe en la espalda de ambos para luego hacer ademán de retirarse. -Un momento Lizzie Anderson… —dijo Kurt haciendo la señal de alto con su mano, al chica se detuvo en el acto y retrocedió lo que había avanzado— no creas que saldrás inmune de esto… -¡Pero si yo no he hecho nada!, ¡ni siquiera estoy enojada!... ¿ven?... ¡hola! —exclamó sonriendo de oreja a oreja. -Lo sabemos Princesa… pero fuiste imprudente y eso tiene un precio a pagar… -¿No me dejarán sin pavo?... ¿o si? -No, por supuesto que no cariño... pero creo que la lavavajillas merece un descanso esta tarde… ¿no crees Blaine? —dijo Kurt abriendo la puerta para que su hija se retirara. -¿¡QUE!?... —exclamó la chica tomándose todos los pelos -Lo creo, ha trabajado sin descanso todo el año… —agrego Blaine concordando con su esposo. -¡Esto es super extra injusto!, ¡seremos como cincuenta mil persona!… ¡hola! -Solo seremos 10 cariño… -¡Pero con todos los platos engreídos y cubiertos que pones se siente como cincuenta mil!… ¡injusticia!... —término por exclamar Lizzie levantando sus puños al cielo, luego se retiró cabeza gacha como si fuera un robot descompuesto y sin baterías.
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En Línea, parte 14: Incomodidad
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13
Jaime volvió a su casa con una sensación de felicidad inmensa. Se había quitado un gran peso de encima y el resultado había sido el mejor que podía imaginar: su mejor amigo lo había aceptado tal cual era (y de hecho, ahora que lo pensaba, se sentía estúpido por haber dudado de su lealtad). Estaba tan feliz que incluso se le pasó por la mente que estaba listo para contarle a su familia. Pero mejor no. Decidió que era mejor dejar las cosas como estaban por el momento.
Llegó a su casa pasado la medianoche, y estaba su padre viendo TV en el living, esperando a que llegara.
—¿Por qué vienes llegando a esta hora? —le preguntó su padre con tono suave, aunque serio, apenas entró por la puerta.
—Perdón, es que... —hizo una pequeña pausa— se me pasó la hora conversando con el Rorro —respondió con sinceridad.
Su padre lo miró serio, reprendiéndolo con la expresión de su rostro, pero luego de unos segundos suavizó el semblante.
—Tu madre estaba preocupada —le dijo su padre, y Jaime sintió una culpa terrible—. Dice que has estado saliendo mucho últimamente.
—Es que... es verano... —intentó explicar Jaime—, y con este calor es imposible quedarse en casa —se excusó.
—Pero por último podrías avisar dónde andas —le reprochó su padre, sin levantar la voz. Jaime bajó la vista, sin saber qué responder, con vergüenza—. Yo sé que eres joven y no quieres que te agobiemos con nuestra preocupación —le dijo, acercándose a él y poniendo sus manos en los hombros de Jaime—, pero por lo menos avísanos dónde andas y a qué hora volverás. ¿Entendido?
Jaime asintió con la cabeza, y sonrió tímidamente, aliviado de que su padre no lo haya retado más duramente.
—Yo sé que no he estado muy presente los últimos años —continuó su padre—, con esto de trabajar lejos de ustedes, pero quiero que sepas que los sigo amando a cada uno de ustedes como antes, sino más —le dio un abrazo a Jaime, quien se sintió completamente protegido en ese momento, como si hubiera vuelto a tener seis años y su padre lo tomara en brazos para cuidarlo después de haberse lastimado jugando.
“Papá, tengo algo que contarte”, pensó en decir Jaime. Era una frase tan corta y fácil de decir, y podría sentirse totalmente libre. No había nada que se lo impidiera y terminaría con toda la ansiedad de una vez por todas.
—Aparte en poco tiempo más te irás a estudiar y ya no te veremos tan seguido. Te veré aún menos —agregó con un dejo de pena su padre.
Jaime lo abrazó más fuerte. No quería que su vida cambiara tan radicalmente. No se sentía preparado.
—Solo queremos que sepas que te tienes que cuidar —le dijo su padre, separándose de él y mirándolo a los ojos.
—Si siempre ando con cuidado —dijo Jaime soltando una risita—, aunque aquí nunca pasa nada.
—No me refiero a eso —lo corrigió con seriedad, y Jaime se puso nervioso—. Ya estás en edad de tener polola, y no quiero que tengas que hacerte cargo de cosas para las que no estás preparado.
—Ay, papá —fue lo único que pudo decir Jaime, riéndose nerviosamente.
—Entiendo que te pueda dar vergüenza hablar de estas cosas —agregó su padre—. Pero si necesitas que te compre preservativos, pídeme con confianza.
Jaime solo quería terminar con esa conversación tan incómoda.
—¿Qué es un preversativo? —preguntó Damián, el hermano más pequeño de Jaime, de ocho años, que al parecer había estado escuchando a escondidas.
Jaime agradeció la intervención oportuna y aprovechó la sorpresa que provocó en su padre para escabullirse de la situación.
—Voy a ir a dormir. Buenas noches papá —se despidió Jaime, y se fue a su habitación.
—¡No olvides que mañana iremos a la playa! —le dijo su padre, subiendo levemente la voz antes de que Jaime cerrara la puerta de la pieza.
Apenas se recostó en su cama, sintió todo el cansancio acumulado del día, desde la caña de la noche anterior, a la mini pichanga de la tarde, hasta la noche entera hablando con su mejor amigo, en una incómoda banca de plaza.
La conversación con su padre lo dejó pensando. ¿Por qué se sentía tan cómodo hablando de su vida sexual (o por el momento, su falta de) con su amigo, y no con su padre, quien estaba poniendo su total disponibilidad para ayudarlo a conocer todo lo que necesitaba al respecto? Ciertamente no tenía la respuesta, pero sí sabía que no quería volver a tener esa conversación.
También consideró pedirle a su padre que le comprara condones, teniendo en cuenta que quería tener relaciones sexuales con Daniel, pero rechazó la idea para evitar más preguntas incómodas. Además, confiaba que Daniel, con su experiencia, se encargaría de eso.
Pero todo eso tendría que esperar al menos un día más, porque al día siguiente no tendría tiempo de ver a Daniel, muy a su pesar.
Daniel se quedó dormido sobre la cama mientras esperaba que Jaime se conectara en MSN para contarle cómo había resultado su conversación con Rodrigo. Estaba ansioso por saber la reacción del amigo de la infancia, si había aceptado o no la homosexualidad de su amigo, pero el cansancio le ganó, y cerca de las diez de la noche lo venció el sueño.
Despertó con el sonido de la llegada de un mensaje nuevo en el programa de chateo. Abrió los ojos y sonrió de inmediato. Esperó unos segundos para despertarse bien, y luego se levantó lentamente y se acercó al notebook que iluminaba tenuemente la habitación con un halo blanco.
Miró la barra de tareas y había un rectángulo anaranjado que parpadeaba. Lo cliqueó con el ratón esperando encontrarse con la ventana de conversación de Jaime, pero no. Solo era Alex, su compañero de curso que le preguntaba si había visto el correo donde informaban de la fecha de regreso a clases. Daniel ni siquiera le contestó.
“Mañana le respondo” pensó. Miró la hora en el escritorio y notó que eran las dos de la mañana.
Se preocupó un poco por Jaime. “Quizás Rodrigo reaccionó peor de lo que esperé”, pensó, pero alejó rápidamente ese pensamiento de su mente.
Abrió la ventana de conversación con Jaime, y vio que Jaime seguía sin responder sus últimos mensajes. Sin temor a parecer cargante, escribió uno nuevo.
Dany (y) dice:
me avisas como te fue con Rodrigo
Apagó el notebook y volvió a acostarse en su cama. Tomó su celular por costumbre, aunque a esas horas no tenía a quién llamar, y menos a la persona con quien más quería hablar, porque sabía que no tenía su celular consigo.
Estiró la mano por sobre el escritorio, tanteando en la oscuridad en busca del teléfono de Jaime. Si mal no recordaba, lo había dejado junto al ratón del notebook. Y ahí estaba. Lo tomó y volvió a acomodarse en la cama.
Presionó el botón central para encender la pantalla y vio que le había llegado un mensaje, seguramente mientras dormía, porque no escuchó nada.
El remitente era “Rorro (H)”, y en la vista previa del mensaje solo se alcanzaba a leer “t amo hermn...”
Daniel pudo respirar aliviado al fin. Rodrigo le había enviado un mensaje a Jaime indicándole cuánto lo quería. Eso significaba que había resultado todo bien entre los dos amigos, y que probablemente Jaime había vuelto a casa tan contento y aliviado que ni siquiera pensó en conectarse a MSN.
Volvió a dejar el celular en el escritorio, se volteó mirando hacia la pared, y con una sonrisa en el rostro, se durmió pensando en Jaime.
Daniel despertó al mediodía, un poco incómodo por haber dormido con ropa. Se levantó a tomar desayuno, mientras su madre y su abuela preparaban el almuerzo. Al rato de terminar, se volvió a dirigir a su habitación, donde prendió el notebook y esperó para poder conectarse a MSN.
Una vez pudo iniciar sesión, la ventana de conversación con Jaime saltó de inmediato.
x.x.J4imith0.x.x dice:
salió todo bien :D
y le caíste bien (H)
Dany (y) dice:
enserio??
que buena! *.*
x.x.J4imith0.x.x dice:
te cuento bien cuando nos veamos
Dany (y) dice:
y cuando será eso?
x.x.J4imith0.x.x dice:
mmm
mañana?
hoy tengo que ir a la playa con mi familia :(
Dany (y) dice:
:(
disfruta con ellos
de seguro te extrañan
asjdlakjsdl
x.x.J4imith0.x.x dice:
jajaja
iré a ayudar a arreglar las cosas
hablamos cuando vuelva
:D
Daniel sintió un poco de pena al saber que no vería a Jaime ese día, pero entendió que necesitaba tiempo para compartir con su familia, y sobre todo con su padre, a quien no veía hace meses.
Pensó en qué cosas podría hacer para pasar el tiempo y no aburrirse, pero no se le ocurrió nada muy convincente.
Después de almuerzo jugó al carioca junto a su abuela y su madre, como solían hacer para divertirse ahí en Liquime, y a pesar de lo sencillo del panorama, se entretuvo bastante, y pudo ganar en al menos dos partidas, con su abuela siendo la clara ganadora en total.
La familia de Jaime dejó todo listo en el auto antes de sentarse a almorzar, para luego subirse al vehículo y partir a la playa.
Jaime constantemente pensaba que podría estar junto a Daniel en ese momento, que podrían estar aprovechando al máximo el verano que les quedaba, en vez de estar separados por planes familiares.
—¿Qué opinas tú Jaime? —le preguntó su padre de improviso, trayéndolo de vuelta al mundo real.
—¿Qué? —preguntó Jaime desconcertado.
—De nuevo en las nubes tú —comentó su madre, levantando la ceja.
—De seguro está pensando en la Katia —dijo sin filtro su hermanito Marcelo.
—¡Callate tú! —le ordenó Jaime.
—¿Katia?, ¿tu compañera de la escuela? —preguntó interesado su padre, seguro pensando que su hijo era todo un casanova.
—No, papá, nada que ver —respondió Jaime, nervioso.
—O debe estar pensando en los preversativos —intervino Damián, para no quedar fuera de una conversación que no entendía.
—¿Qué cosa? —exclamó sorprendida la madre—. ¡Jaime! —lo miró con seriedad.
—¿Qué? —Jaime respiró con calma para no explotar.
—¿Qué te dije sobre andar haciendo cosas de grandes? —le preguntó seria.
—Amor, te recuerdo que Jaime ya es un adulto —intervino el padre—. Y de todas maneras es mejor que se cuide antes de que deje embarazada a Katia.
—No tengo nada con Katia —quiso aclarar Jaime, pero nadie lo escuchó. Su madre miraba con seriedad a su padre, aunque se veía que estaba aceptando su punto de vista; mientras sus hermanitos se reían con complicidad.
Jaime solo quería que la tierra lo tragase y dejar de estar presente cuando su familia se pusiera a hacer preguntas incómodas. En ese momento más que nunca quiso estar junto a Daniel, y evitar pasar la tarde con la certeza de tener que presenciar conversaciones como la que tenía lugar en ese momento.
—Te preguntaba tu opinión, si querías ir a la playa de aquí del pueblo o a algún lugar con menos gente —le explicó su padre, después de conversar por unos segundos con su madre, mientras Jaime se refugiaba comiendo su almuerzo lo más rápido posible.
—Lo más lejos posible —respondió Jaime, sin ganas.
—No quieres que Katia te vea con tu familia fome, ¿cierto? —bromeó su padre.
Jaime lo miró serio, sin responder.
—Lejos, entonces —decidió su madre, aliviada.
Terminaron de almorzar y afinaron los últimos detalles de la salida familiar. Se subieron al vehículo, y apenas partió el motor, Jaime se puso sus audífonos y se fue escuchando la música de su mp4, mientras el auto llegaba a la calle principal con dirección norte y salía del pueblo.
Daniel salió a dar una vuelta al terminar la tarde. Recorrió las calles de Liquime, y se imaginaba cada cierto tiempo que la casa por la que iba pasando era la casa de Jaime. Bajó a la playa, recorrió la costanera, pero no quiso mirar bien a la gente, pensando que si estaba Jaime en el lugar junto a su familia, no quería invadir su privacidad.
Luego cruzó la calle y se adentró al bosque que delimitaba el pueblo. Caminó por varios minutos por un camino que no reconocía de día, pero que lo había recorrido un par de veces antes, de noche. Cuando salió de entre los árboles, notó que se había desviado unas docenas de metros hacia la derecha, y pudo ver, desde otro ángulo, el invernadero.
El mismo lugar donde hace algunos días Jaime había sido acosado y golpeado por los matones del pueblo. Se acercó a la construcción y pudo ver que las estructuras metálicas que habían caído anteriormente, ya habían sido repuestas casi por completo, aunque Daniel no pudo diferenciar entre las mismas estructuras de las escaleras, y los andamios utilizados para instalarlas.
El lugar estaba vacío, lo que le parecía raro porque aún era temprano. Se acercó a la puerta de entrada, por donde Jaime solía escabullirse, y se sorprendió al comprobar que seguía sin mayor protección que una chapa sin llave. Ingresó al invernadero posterior, y se dirigió rápidamente a la puerta que conectaba ambas construcciones. Buscó la llave en el dintel de la puerta, de la misma forma que hizo Jaime cuando lo llevó al lugar por primera vez.
Abrió la puerta e ingresó al gran invernadero de vidrio. El lugar estaba distinto a la última vez que estuvo ahí. Algunos árboles estaban destartalados por el peso que les cayó encima, y varias ramas y hojas estaban amontonadas al borde del caminito de piedras.
Caminó hasta donde se ubicaba la pileta, ahora quebrada en la punta, y notó que las dos bancas estaban en extremos opuestos del lugar. Observó con cuidado hacia arriba, temiendo que algo pudiese caerle encima, y notó que las estructuras estaban bien fijas y no representaban ningún peligro para quien se encontrase debajo.
Se dirigió hasta el fondo del invernadero, sin estar seguro de qué era lo que buscaba. Vio un pequeño mueble metálico y supo que eso era. Miró adentro y vio dos compartimientos: en el de arriba habían muchas cosas que no tuvo tiempo de identificar, y en el de abajo había un par de colchonetas con una caja plástica encima.
Sonrió incrédulo al ver que todo seguía prácticamente igual que antes. Se levantó y volvió al centro del invernadero, donde se sentó sobre una de las bancas, con los brazos estirados sobre el respaldo.
“Este es el lugar”, pensó, con la sonrisa aún presente en su rostro, y no pudo evitar morderse el labio por la ansiedad.
Después de unos minutos de descanso, se puso de pie, y regresó por donde había llegado, rumbo a su casa.
Jaime despertó cuando el auto se detuvo en la puerta de su casa. A pesar de todas las malas expectativas que se había hecho, la tarde con su familia en la playa no había estado tan mal. Disfrutó de jugar en el agua junto a sus hermanos, y además, no hubieron conversaciones incómodas. Después de tomar té en la playa al terminar la tarde, volvieron a empacar las cosas en el auto y volvieron al pueblo de Liquime.
Después del día agitado que había tenido en la playa, Jaime pretendía llegar a dormir, pero al haber dormido en el camino de regreso, ya no le quedaba mucho sueño acumulado, así que cerca de las diez de la noche, prendió el ordenador de la sala de estar para poder conectarse a MSN y hablar por fin con Daniel.
Cuando inició sesión, de inmediato apareció la ventana de conversación con Daniel, y pudo leer los mensajes que le había mandado.
Dany (y) dice:
te espero
en el invernadero
a la medianoche
El corazón de Jaime se aceleró de inmediato. El momento había llegado y no estaba seguro si estaba listo, pero quería hacerlo.
Con el corazón luchando por salir de su pecho, y una ola de adrenalina remeciendo su interior, le respondió a Daniel.
x.x.J4imith0.x.x dice:
ok
:$
Y apagó el computador de inmediato, con una sonrisa ansiosa en el rostro.
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Un poco de compañía
Muy bien, estoy aquí intentando publicar todo lo más posible antes de que se acaben las vacaciones y aquí estamos.
Esta historia es una llena de fluff que hace mucho que quería escribir y publicar así que... ¡no los retrasaré más!
Sally Jackson no era una mujer ignorante, por más que se hubiera visto obligada a abandonar sus estudios tan prematuramente; pero es que ella no poseía conocimientos de carácter académico, sino que, más bien, ella era dueña de una sabiduría que se inclinaba más hacia el resolver los problemas que se le presentaban con lo poco que tenía; su inteligencia en realidad giraba alrededor de la astucia, mismo que hacía que Percy, aun con sus dieciséis años estuviera convencido de que su madre podía leer la mente.
Sin embargo, y aunque lo que Sally en realidad analizaba eran las expresiones y el lenguaje corporal de sus interlocutores, no había querido explicarle eso a Percy por miedo a perder la chispa de orgullo que se encendía en su pecho cuando su hijo la miraba con admiración.
Además de ello, Sally sabía algunas cosas sobre mitología clásica, y su interés acerca de esa materia no había nacido porque su hijo fuera descendiente de un dios griego, sino porque desde siempre había sentido la llamada de todo aquello que era visible para ella pero que los demás sólo atribuían a la prolífica imaginación de una niña huérfana que había leído demasiados libros de ficción.
Ella, empero, sabía que esas historias no tenían nada de ficticias, sino que eran tan reales y palpables como las mismas personas que las querían guardar en el baúl de los mitos viejos.
Poco era lo que Sally, sin embargo, sabía cuando se comparaba con todo lo que había por aprender, no ya en el mundo, sino sólo en lo referente a la mitología grecorromana.
Sally Jackson, siendo, como era, una mujer intuitiva, había sabido desde siempre que lo poco que sabía acerca de la cosmogonía griega no sería suficiente para proteger ―o tan siqueira para guiar― a su hijo una vez que él, el descendiente directo de un dios mayor, tuviera que enfrentarse a los antagonistas de esas historias.
Durante años, Sally se había propuesto aprender más, leer más, memorizar nuevos datos… pero no había podido hacerlo nunca.
Primero, Percy había sido muy pequeño y ella, que apenas y conseguía quince minutos a solas para ducharse y cenar, si tenía suerte, había utilizado su tiempo libre para dormir un poco. Y es que Percy había sido el tipo de infante que parecía dispuesto a complicarle las cosas todo lo posible a su progenitora.
Percy no había sido de esos niños que invertían la noche entera en llorar y hacer berrinches, para nada. El verdadero problema era que Percy tampoco parecía haber entendido que debía dormir durante la noche ―o el día, o a cualquier hora en realidad―; a la fecha, Sally no estaba segura de su esa energía excesiva se debía a la hiperactividad o sólo era… Percy, siempre pidiendo que jugara una hora más, que era temprano, que le leyera otra historia, que lo dejara quedarse con ella un rato más.
Después de eso, una vez que Percy entró a la escuela Sally comenzó a ver criaturas extrañas de forma cada vez más frecuente. Así que se casó, usando un vestido blanco más bien deslavado y con la única esperanza de proteger a su hijo.
A partir de entonces todo para Sally había sido trabajar, trabajar, dormir unas cuatro horas, trabajar, recordar que debía comer algo y trabajar. Mantener a Percy, que ya comenzaba a ser un catalogado como un "chico problemático" en las escuelas y proveer la suficiente cerveza como para que Gabe no la molestara; claramente no había tenido tiempo para estudiar más que los precios de los productos que metía al carrito de las compras.
Después de ello, Percy había descubierto su verdadera identidad y las cosas se habían complicado nuevamente. Luego se había sucedido la Batalla de Manhattan y ella había empezado a salir con Paul, retomando sus estudios y sus sueños.
Las cosas habían empezado a ir tan bien entonces… Percy parecía estar adaptándose bien ―de hecho, estaba mejor que nunca― a su nuevo estilo de vida, ya no tenía que preocuparse por Gabe, el primer borrador de su libro ―su primer libro, ¡por fin, después de casi dos décadas!― ya estaba terminado y Paul era, sin exagerar, el hombre más comprensivo y dulce en toda Nueva York.
Y entonces Percy desapareció.
Los primeros días, Sally trató de no preocuparse. Percy estaba bien, Percy estaba bien. Percy tenía que estar bien, eso era lo que se repetía constantemente.
Al cabo de la primera semana, Sally estaba histérica. Annabeth ―que había permanecido en San Francisco después de que su padre le prohibiera viajar a Nueva York―, no pudo aguantarlo más y empacó para volverse al Campamento Mestizo. Frederick no pudo detenerla más ―no lo intentó, tampoco―, pues entendía que lo que ocurría era verdaderamente grave y Annabeth debía estar ahí.
Percy le había dado la vuelta al país años antes cuando su pequeña había desaparecido; era el turno de Annabeth de devolver el favor.
La hija de Atenea decidió que no iba a moverse de Nueva York hasta que Percy apareciera; Sally le ofreció que se quedara en su casa, en la habitación de invitados.
Juntas, Sally y Annabeth revisaban mapas hasta que la noche se volvía ese momento de la madrugada, demasiado tarde para ir a acostarse, demasiado temprano para estar levantadas. Juntas, se recordaban la una a la otra que debían comer algo y, aunque durante un mes completo sólo consumieron sándwiches insípidos, por lo menos no se dejaron morir de inanición.
Paul intentaba acompañarlas, pero con frecuencia se retiraba a las dos de la mañana, levantándose nuevamente a las seis y media, sólo para encontrar que ellas seguían despiertas.
Cuando se cumplieron dos meses de la desaparición de Percy, las cosas se volvieron inaguantables.
En ocasiones, Sally y Annabeth discutían, movidas por la desesperación y por la falta de sueño a decir cosas que no sentían y que, en realidad, no habrían podido decir de no ser porque lo pesado de sus párpados no les permitía pensar correctamente; justo después de esos episodios terminaban llorando en los brazos de la otra, murmurando disculpas inteligibles.
Tras varios incidentes de ese estilo, Sally y Annabeth llegaron a la conclusión de que era mejor evitarse y así fue que cada una se retiró a su habitación, cargando a cuestas sus propias penas y una pequeña montaña de mapas, hasta que Sally apenas salía de su habitación ―o de la cama, en realidad―, mientras que Annabeth movió sus notas de la mesa de la cocina hasta el diminuto escritorio que habitaba el cuarto de invitados.
Fue hasta después de otras tres semanas, en una noche que, si bien no era fría había obligado a Annabeth a usar una blusa de manga larga, que Sally, con el cabello desaliñado, la bata de dormir arrugada y lágrimas en los ojos se presentó en su puerta.
Al ver a la vivaz mujer en esas condiciones ―los ojos hundidos, de apariencia enorme en su rostro enflaquecido por el hambre y el insomnio― Annabeth sintió su garganta secarse y, sin ser del todo consciente de sus acciones, se hizo a un lado para permitirle pasar.
Sally, apenas hubo entrado al cuarto y, sin importarle si la puerta estaba abierta o no, se lanzó a los brazos de Annabeth, que tampoco procesó sus movimientos hasta después de un rato, no pudiendo menos que rodear los hombros de Sally.
―Dime algo, Annabeth, lo que sea ―suplicó la mujer, a la vez que se separaba de la semidiosa, llevándose las manos a los ojos.
―¿Perdón?
―La Ilíada ―farfulló Sally, que apenas recordaba el libro que había leído antes de abandonarla universidad.
Annabeth no preguntó nada más, habiendo notado la desesperación con la que se teñían las palabras de la mujer, su necesidad casi insana de una distracción. No hacía falta reflexionar demasiado para saber que Sally buscaba algo además del constante miedo en lo que ocupar su mente; Annabeth Chase veía esa misma expresión al espejo, las noches en las que se atrevía a mirarse siquiera.
―La Ilíada narra los hechos ocurridos durante la Guerra de Troya ―comenzó la hija de Atenea de forma mecánica. El mundo era un desastre, Percy estaba desaparecido y ello no había pegado el ojo en quizás tres días, pero había invertido prácticamente toda su vida en estudiar; si podía hacer algo en ese momento, eso sin duda era responder preguntas―. Contrario a lo que se piensa, no habla de toda la guerra, sino sólo de las últimas semanas del conflicto. Para entender esta obra debemos primero recordar que…
Annabeth siguió hablando, quizás por dos o tres horas, ocupada no en sintetizar información, sino en recordar y narrar hasta el último detalle, en ocasiones llegando al punto de citar párrafos completos de la obra de Homero. «Canta oh diosa, de la cólera del Peleida Aquiles, cólera funesta que trajo incontables males a los aqueos».
Fue hasta las cuatro de la mañana cuando Annabeth, con la garganta seca, concluyó su relato, narrando cómo la fatídica flecha disparada por Paris alcanzó a Aquiles y que, envenenada, no tardó en acabar con la vida del héroe griego.
No se detuvieron entonces. Annabeth continuó hablando de la Odisea, de los múltiples naufragios del infortunado laertiada, con una historia conocida pero pocas veces estudiada a fondo y con el esperado reencuentro de Ulises y Penélope, ante lo cual a Annabeth se le quebró la voz y Sally no pudo contener las lágrimas.
Lo último que quería en ese momento era tener que multiplicar los pasados tres meses por diez años a la espera del retorno de su héroe particular.
Se quedaron dormidas, quizás, a eso de las cinco y media de la mañana, cuando Annabeth había comenzado a narrar la historia de Eneas, hijo de Afrodita y único sobreviviente de los troyanos.
De ahí en adelante, siguieron con esa costumbre. Mantenía la mente de Annabeth ocupada, la obligaba a recordar datos y pesajes que había leído hacía tiempo. Sally tomaba notas, sin importar que, dado su cansancio y la poca iluminación del cuarto su caligrafía fuera encimada y poco menos que ilegible.
Durante el día, Sally se acercaba a las estaciones de policía mortales, una tras otra, y preguntaba por su hijo, se aseguraba de que los oficiales la reconocieran y le afirmaran que hacían lo que podían. Annabeth volvía al campamento, discutía con Quirón, elaboraba un plan, entrevistaba ninfas, sátiros y nereidas sin recibir ningún resultado.
A veces, Sally y Annabeth entregaban ofrendas a los dioses, a Hécate, que igual que cuando el rapto de Perséfone, las ayudaba a buscar de vez en cuando; a Poseidón, para que se apiadara de ellas y hablara si sabía algo; a Zeus, a Hermes, a…
Los dioses no respondieron nunca,
Por las noches ambas buscaban refugio la una en la otra y en mitos antiguos que narraban hazañas heroicas de mortales y semidioses que, a pesar de las pocas oportunidades que parecían de tener de ello, se erguían victoriosos al final.
―*―*―
Después de mucho tiempo, encontraron a Percy. Parecía que habían estado buscando en el lugar incorrecto. Literalmente.
Percy estaba al otro lado del país.
Se había armado un jaleo considerable con la llegada de tres semidioses bastante peculiares al Campamento Mestizo, lo cual había mantenido a Annabeth ocupada, pero tan pronto como fue posible, partieron hacia California.
Al despedirse, Annabeth le obsequió a Sally su copia de La Ilíada y la Odisea en griego, junto con un diccionario para ayudarla a traducir.
Ambos, tanto el libro como el diccionario, estaban marcados en las orillas con notas del puño y letra de Annabeth, algunas que habían sido para ella misma cuando los había leído por primera vez y algunas nuevas, escritas con tinta lila para Sally.
Ninguna comentó que, más que un montón de páginas, Annabeth le estaba ofreciendo una puerta secreta para escapar de su preocupación y no deslizarse hacia la insania.
―*―*―
No se volvieron a ver hasta mucho tiempo después, para cuando Annabeth y Percy se habían encontrado y, de nuevo, habían salvado al mundo de su destrucción y sobrevivido la ira de los dioses.
No se volvieron a ver hasta después de que Annabeth y Percy hubieran entrado y salido del Tártaro.
Annabeth se quedó en casa de los Jackson por tres semanas, en parte para asegurarse de que Percy estaba vivo y a salvo, en parte porque, aunque anhelara infinitamente volver a ver a su familiar mortal, deseaba quedarse con gente con la que pudiera hablar de lo que había visto y de lo que sentía sin tener que preocuparse por la mirada aterrada de su padre o con el temor de causarle pesadillas a sus hermanos menores.
Annabeth adoraba a su familia, pero había algo, algo en el aire de esa casa que la hacía sentirse con la responsabilidad de ser fuerte, de proteger a los demás, de asegurarles a los otros que todo estaba bien.
No los culpaba; a veces se sentía igual estando en su cabaña, con los otros hijos de Atenea. No atribuía sus sentimientos a su familia, sino a su estúpido complejo de heroína.
En ese momento Annabeth no quería ser fuerte. Quería levantarse a las tres de la mañana, acercarse a la cocina y prepararse una taza de té sin que nadie le increpara que debía de estar dormida. En ese momento, Annabeth no quería que sus hermanos menores se acercaran a pedirla ayuda ni que su madrastra, Danya, le pidiera que le ayudara a preparar la comida.
Sonaba egoísta, pero, para ser objetivos, si ella no podía cuidar de sí misma, ¿cómo iba a aconsejar a alguien más?
―*―*―
La segunda ocasión, fue Annabeth quien, a eso de las dos de la madrugada, el cabello que le caía descuidado y hecho un lío pegado a su piel en el área de su frente y el cuello por obra del sudor, los ojos desenfocados y la respiración acelerada, se presentó en el cuarto de Sally, lamentando terriblemente despertar a la buena mujer, temiendo que Sally reaccionara de la misma forma en la que lo había hecho Danya años antes cuando la hija de Atenea despertaba pensando que estaba cubierta de arañas, pero necesitando con desesperación el consuelo que Sally parecía irradiar.
Sally, que en realidad no estaba dormida, se apresuró a abrir la puerta y abrazarla. La hija de Atenea no esperaba eso. Cierto era, nunca se sabía qué esperar de Sally Jackson, y había acudido a la habitación de la mortal de una forma mecánica, sin detenerse a pensar ―lo que quería era, justamente, impedir que los pensamientos se formaran en su mente― lo que hacía.
―Cuéntame algo ―suplicó Annabeth―. Lo que quieras, sólo… cuéntame algo.
Sin soltar a Annabeth, Sally salió de su habitación, cerrando la puerta para no despertar a Paul y las guió a ambas de vuelta al cuarto de invitados, donde de inmediato se afanó en prender la lámpara del tocador.
Annabeth la dejó hacer, permitió que Sally la arrastrara de vuelta a la cama, y aunque se removió un poco, se tranquilizó pronto, cuando sintió el cuerpo de Sally tomar asiento a su lado.
No hablaron de mitos entonces, ni de dioses. Cuando Percy, tantos años antes, le pedía un cuento, pocas veces había usado Sally la táctica de leer en voz alta ―tenía un niño hiperactivo, por todos los dioses, además de muy listo, así que no aguantaba que le contaran la misma historia dos veces―; oh, no, lo que Sally hacía era inventar, imaginar.
Sally improvisaba, respiraba hondo y comenzaba a sacar ideas del viento y de lo que había visto en la tarde; comenzaba a hilar pensamientos.
―Este era un conejo que todas las noches iba a una granja a robar zanahorias y lechugas. Con el tiempo, el granjero se hartó del hurto, pero como no sabía quién era el ladrón decidió tenderle un atrampa. Una mañana se levantó temprano, elaboró un muñeco de cera y, por la noche, cuando el conejo llegó…
Fue hasta, quizás, media hora más tarde, que Sally concluyó su cuento; de inmediato comenzó a narrar una historia sobre una paloma mensajera que siempre se perdía en el camino.
Lo que Sally contaba no eran historias complicadas de narrar. No eran ni muy largas ni utilizaban un vocabulario extenso; eran más bien infantiles, y sus palabras eran acompañadas por caricias, mientras sus dedos jugaban de forma ausente con los rizos de la semidiosa, con el objeto, tal vez inconsciente de recordarle que no estaba sola.
Y así, con la cabeza recargada en el hombro de Sally, Annabeth se entregó a un sueño tranquilo y ―hasta cierto punto, al menos― reparador.
―*―*―
Si después de eso se volvió una especie de tradición y de escape para ambas mujeres, nadie comentó nada. Si después de eso, mientras Annabeth preparaba sus maletas para volver a San Francisco, Sally se presentó en el cuarto de invitados con su desgastada copia de "Cuentos completos de Hans Christian Andersen" y la hija de Atenea tuvo que ocultar las lágrimas, Sally fingió no darse cuenta.
Sólo cuando llegó a su habitación y abrió el libro para enfrascarse en la lectura de "La Reina de las Nieves" se dio cuenta de que Sally había adjuntado un disco que contenía grabaciones de ella leyendo los cuentos en voz alta.
Fue también entonces que Annabeth se permitió darse cuenta de que no, el hecho de que necesitara escuchar la suave voz de Sally para quedarse dormida no debía ser motivo de vergüenza. Tampoco lo era que los lágrimas hubieran arrasado sus ojos tan pronto colocó el objeto en lagrabadora. Empero, por una vez, sus lágrimas eran de alegría y de agradecimiento.
―*―*―
Después de ello, Annabeth comenzó a viajar a Nueva York ―no al campamento, sino a casa de los Jackson― por lo menos una vez cada dos meses, para pasar el rato con Sally en lo que ellas denominaban «Tiempo de chicas».
Percy Paul estaban confundidos, pues siendo ellas como eran, no creían que fueran a centros comerciales a buscar ropa; además, nunca volvían a casa con bolsas de compras.
La verdad era que ni siquiera ellas habrían podido explicar con claridad en qué invertían el tiempo.
En ocasiones, Annabeth le daba a Sally pequeñas lecciones de historia y mitología, para ayudarla a que entendiera mejor ese mundo que siempre había podido ver pero que no había creído al que podría pertenecer nunca,
Sally, por su parte, a veces invitaba a la hija de Atenea al cine o leía en voz altos los libros más nuevos en inglés y que Annabeth, debido a su dislexia, era incapaz de leer.
Annabeth, además, era le editora favorita de Sally, la primera en escuchar sus historias, antes siquiera de que fueran borradores, la única de quien estaba cien por ciento segura de querer a su lado en la elaboración de nuevas novelas.
No importaba lo que hicieran, en realidad, y no importaba que pudiera parecer infantil, pues había ocasiones en las que, más que una respuesta o una panacea, lo que el corazón anhelaba era un poco de compañía, y eso lo sabían mejor que nadie.
¿Y bien? ¿Qué les pareció?
La verdad me encanta Sally y creo que debería haber más fanfics con ella y, además, a pesar del cariño que pueda tenerla a Danya (nombre que Rick nunca menciona pero que yo adopté para referirme a la madrastra de Annabeth), creo que ella necesita otro ejemplo femenino que sea positivo en su vida, porque Atenea (que es mi diosa femenina favorita y que la idolatro desde los seis años) no es eso en el ámbito familiar.
Pues bueno, esto ha sido todo por ahora así que... ¡nos leemos pronto! ¡Espero!
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OSHYM OSHYM
Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
En el tren «Moscú-Kazán» estaba vigilante. Solo había un compañero en la habitación de cuatro personas. Por alguna razón, desconfiaba de él. Tenía más de 60 años. Por apariencia era absolutamente inofensivo. Se cambió los pantalones, ya que tenía la puerta de la ventana abierta de par en par. Completamente correcto y tranquilo compañero. Silenciosamente cortés. Estos tienen un sándwich de pan blanco frugal con ellos, ni vodka, ni una pierna de pollo frito. Pero nadie puede confiar en los ancianos. Han visto tanto a lo largo de su vida que nadie puede responder por su psique... Intuitivamente siempre adiviné que los pensionistas son peligrosos. Muy, muy peligroso. Quién sabe qué ideas han tenido durante tantos años...
Una vez he viajado en una casa rodante con un pensionista educado. Estaba acostado en la litera superior, debajo estaba la parte femenina de una pareja casada, en la litera superior, opuesta a la mía, la masculina. En la litera debajo de la parte masculina y opuesta a la femenina estaba el pensionista. Estaba completamente borracho (pero no mostró signos, es una pequeña maravilla aprender a hacerlo durante tantos años), o un maníaco latente (lo que no es tan raro, no tan raro), o incluso algo más. Pero él, habiéndose quedado dormido (y todos los demás, medio dormidos), murmuró algo sobre cuentas y facturas... Entonces la niña comenzó a gritar. El anciano contador lunático tomó su cuerpo, acostado a la altura de él, por algo, que profundizó en el tejido de su meditación en el crepúsculo. «¡¡Vitya, oh Vitya-a-a.…!!! Mira, qué está haciendo conmigo». A través del sombrío y desagradable sueño de la rueda del tren, traté de imaginar qué exactamente. Se me ocurrió solo el bar. El tío se colgó de su cochette y golpeó tranquilamente el montón de sábanas de la litera inferior: «Duerme, zorrillo». El pensionista murmuró una palabra somnolienta, que sonaba como «perdón», dijo en swahili, y se retiró temporalmente a su caparazón. Pero sus emisiones oníricas llenaron la habitación de cuatro personas y me impidieron pensar en mi propia oscuridad.
«Viejo asqueroso», seguía corriendo por mi mente. «Hombre peligroso». Era peligroso por el único hecho de que durante años su alma envuelta se llenó de múltiples fragmentos, discontinuidades de visiones, de deseos congestionados, de piezas de carne mental de color amarillo oscuro, que son horribles, porque todavía no puede reunirse con el uno al otro... El horror del alma asquerosa de los jóvenes es fresco. El horror de los viejos agrios. Es más pasivo e indiferente, pero al mismo tiempo más tóxico. De hecho: «viejo peligroso».
Este tren «Moscú-Kazán» también era peligroso, aunque no daba señales. Sus ronquidos eran lo más sospechoso. Solo las personas enfermas y desagradables, que no se cuidan a sí mismas, roncan. Cuando duermen, las heces piensan solo en sí mismos. Uno debería pensar en otra cosa.
Sin embargo, me quedé dormido, habiendo decidido no dormir profundamente y mirar por el borde de mi conciencia después del compañero, la puerta, la cerradura, el traje colgado, del que había sacado la billetera y las llaves (sufro de cleptofobia), pero me pareció que el traje también estaba en peligro, nunca se puede saber con certeza. En resumen, me quedé dormido. En la habitación, a través de mis párpados somnolientos y estrechos, se veía la oscuridad. Estructuró mis sueños, su borde se borró. Cada tirón de las ruedas «Moscú-Kazán» me arrojó al pozo. Estaba empezando y echando una mirada entreabierta al traje. Evité mirar al anciano. Una vez viajé en el auto dormido con una chica gorda. Ella lloró toda la noche. Me gustó eso incomparablemente más que roncar. Teóricamente, yendo más lejos, tal viaje valdría la pena comercializar: «una habitación con una niña llorando». Hay personas que pagarían mucho dinero por ello. Estoy convencido de que hay quienes pagarían por los ronquidos también. Y cada tipo tendría su propia tarifa. Ronquidos con silbidos, ronquidos, emulación jadeando por aliento, ronquidos leves, ronquidos, terminando con un murmullo, ronquidos, sonando como un gemido ... Antes siempre escuchaba lo que la gente murmuraba mientras dormía. Entonces me sentí avergonzado de eso o, lo que está más cerca de la verdad, entendí una brújula de esos mensajes en conjunto. Ahora puedo recordar el rango de las declaraciones yo mismo. El discurso soñoliento se limita al lenguaje onírico. La gramática, la morfología y el vocabulario de dicho lenguaje sí rinden al estudio regular. No hay nada que nos escape. Nada.
El tren se sacudió y se detuvo. Desde la ventana se escucharon las voces apagadas. Algunas personas hablaron entre sí. Era música entrometida. Los ronquidos del anciano se desvanecieron. Después de haber estado acostado durante unos diez minutos, decidí mirar qué estaba pasando. La plataforma estaba llena de gente. Era la oscuridad de la noche. Estaban aproximadamente igualmente vestidos, pero todos llevaban varios artículos grandes y vidriosos en sus manos. Lo primero, que vi más claro, fue un hombre con una chaqueta impermeable con una enorme copa de cristal de un metro. Lo levantó sobre su cabeza y pasó a una imaginaria de la cercana (no la mía) habitación. Imaginé una gran ciudad en algún lugar detrás de donde salieron todos (y aquel con una gran copa de vino). Pero un tren estaba parado en el lado opuesto de la plataforma y cercaba la vista. Me hubiera gustado que el estúpido tren estuviera apagado para poder ver luces, cruces, un puente desde el que todo esto aparecía. No comenzó solo por tanto tiempo para que desapareciera mi interés por lo que está detrás. Luego se arrastró lentamente. Mostraba el espeso bosque. Ni una sola luz. «Moscú-Kazán» se movió en la dirección correcta.
Los tipos vidriosos se quedaron atrás, nos habíamos marchado hacia el Este. Me quedé profundamente dormido, sin tener más miedo al pensionista. Pensé que, si era necesario, podría golpearlo con la enorme copa de vino, que ese ganso de cristal extendía hacia adelante y hacia arriba. [1]
Me concentré en lo que debería impartir al presidente de Tatarstán, Mentimir Shaymiyev. No tenía un plan completo. Solo un borrador. La tercera capital. [2] La oscuridad de los cinturones forestales impenetrables que vislumbran fugazmente a lo largo del camino del ferrocarril, se mezclan con la oscuridad de la habitación y el rasguño de la litera, y también con el caminar serio de las damas conductoras: no puedes mezclar sus pasos con nada más, por no decir ayudó, pero participó en la toma de decisiones.
Entonces vi un sueño. El sueño parecía un mensaje de texto. Yo, como si lo viera, viví lo que había en él, pero al mismo tiempo lo describí todo en el texto. Por lo tanto, sigue la lucidez de las palabras e incluso las letras, que se vieron claramente: no podrían ser más lúcidas.
El texto comenzó de la siguiente manera: esto sucedió en la ciudad Oshym oshym. No había comillas y ese topónimo estaba escrito exactamente así: Oshym oshym. La primera palabra era con mayúscula, separada sin guion, la segunda, con una letra minúscula. La ciudad de Oshym oshym. Así fue escrito en el sueño, también deberíamos recordarlo.
Una vez que la carta me fue enviada por correo electrónico. Alguien me preguntó en inglés si conozco la ciudad, llamada Joffur. Y la explicación de por qué solicita información exactamente para mí fue la siguiente: «una persona con el apellido Dugin puede saber qué es Joffur». Había encontrado mi dirección en Altavista, y no sabía si se dirigía a una firma de Hong Kong o una clínica de los Países Bajos. Luego envié una respuesta y le sugerí que fuera la capital donde viven los demonios alados. Donde "una niña es una delicia para un tigre y un niño es infernalmente doble genitalizado" (es N.Klyuyev - Tengo una sospecha, que Klyuyev escribió este verso - "Los talones colgados en la cabeza ..." - después de leer "Alraune" de Ewers »Y «Golem» de Meyrink).
Después de que el corresponsal recibió mi respuesta, me dio las gracias de todo corazón y dijo que este topónimo Joffur se había estado quedando dormido.
Oshym oshym... Todo sucedió en esa ciudad. Esa ciudad se encuentra en el punto más al sur de Australia. Las dudas pueden ser de todo. Pero no de este. Este es el extremo sur del continente australiano, como el Cabo de Buena Esperanza o el Cabo de la Aguja es el extremo sur de África. Don Miguel Serrano quería comprar un territorio en «Tierra de fuego» [3] para fines, que él conocía exclusivamente, pero se detuvo solo para comprar las fotos originales de Konstantin Vasilyev, diapositivas de las cuales yo enviado a él. Oshym oshym es la ciudad de Austalian «Land of Fire».
Entonces la historia del cataclismo de la ciudad de Oshym oshym se mostró ante mí. La tormenta negra cayó sobre Australia. El continente de Australia era de todos modos oscuro, ni un solo punto de luz, ni un faro, ni un asentamiento. Tampoco invitando a la luciérnaga dispersión de tabernas. Era un continente oscuro y murió de manera oscura. Como un bosque de gansos de cristal, del que habían salido los hombres de la copa de vino.
Las marejadas de la tormenta fueron cálidas, pero muy altas. A mitad de camino a los cielos. Cayeron sobre las extremidades de Australia de manera pesada y fatal, aplastando todo lo que había, arrastrando todo a las profundidades. La ciudad negra sin luces Oshym oshym fue lavada. Entonces, junto con él, estaba yo. Intentando agarrarme de algo, extendí los brazos de mi cuerpo de sueños... En vano. Solo agua negra. Después de escribir esto, me di cuenta de que hay una reminiscencia obvia sobre Golovin: «Soñé con aguas negras y ciudades bajo la superficie. La gente se reunió en grupos en silencio, discutiendo si podían ayudar al desastre, y luego, mientras los cadáveres de lilas flotaban en la noche hacia El Maestro» (citado de memoria).
¿Puede una reminiscencia ser experiencia? ¿Puedo decir «soñé con aguas negras»? No. Solo una coincidencia textual, soñé con la ciudad de Oshym oshym inundada por el océano negro, que era más oscura que incluso la noche anterior.
Fui llevado por las oleadas y no podía regresar, y no había ningún lugar. La que me dio la vida (una vida muy dudosa, que tanto recordaba algo más) se estaba muriendo. [4] Pero por un período de tiempo muy largo. Tal vez tuve su sueño. El sueño, cerdos, no es una propiedad privada. Y la vida, cerdos, no es una propiedad privada, tomaremos todo de usted, le daremos todo gratis.
«Moscú-Kazán» - es conceptual. Prueba este viaje, te conocerás.
Nadé por la superficie del océano, después del cataclismo de Australia y la ciudad de Oshym oshym. Aquí comienza lo principal. Más precisamente, parecía lo principal en mi sueño, en el tren. Las oleadas que me llevaron no fueron solo acuosas. Un poco más abajo estaban llenos de algo. Me di cuenta de que estaba durmiendo boca arriba, pero a pesar de todo, las sensaciones se volvieron del revés, como si fuera al revés. En toda la superficie, debajo de las manos, agarrando la habitación vacía debajo del cuerpo colgando, se sintió un poco de pasta.
«Plantas acuáticas», surgió un pensamiento. «No, otra cosa», otro pensamiento. Los descansos «¿Los restos de la ciudad de Oshym oshym?» "No." ¿El plástico?
Más tarde, después de regresar a Moscú, cuando Kazán había pasado, tuve otro sueño. En ella, la misma mujer de hace 20 años recorrió el camino, del que no puede apartarse, para encontrarse conmigo. La vez anterior transportó carruaje, esa vez estaba con un enorme perro peludo. Justo en ese momento, en el momento crucial, que cambió radicalmente mi vida, horrorizado, dejé escapar un grito inarticulado. Entonces traté de asustarla, esa vez era un yodel mitad alpino, mitad imbécil, dirigido al perro gigante peludo. La mujer hizo un gesto, como si dijera «cálmate, por qué hacerlo».
Más tarde caminé y reconocí la localidad, observé la tracería de verdor a lo largo del camino y creaciones espeluznantes, cruzando el camino.
No puedo entender (por el momento), en todo lo que es tan radical, tan decisivo, «decisivo» en el sentido de Parvulesco, que reinterpreta a su manera (¡ah, esa moda!) un término jurídico de Carl Schmitt (una nota al pie de página para «filosofer»: este nombre se escribe «Schmitt», no «Schmidt», colega Panarin). [5]
Sabemos muy poco.
Al caminar en Kazán (Tataria es nuestro yo supremo, los que dudan - al horno de fusión), vi la inscripción en el letrero conmemorativo: «Pushkin buldy». [6] Esto es correcto.
La tercera capital. Iván el Terrible, el número de sus esposas es simbólico. En cuanto al nombre de familia «Nagaya», sorprende a aquellos que leen (con atención) las líneas de las crónicas históricas rusas. [7] Cuando estaba en sexto grado, los niños y niñas fumamos en el desván del establo de nadie (así nos pareció), arrojando colillas de cigarrillos a la paja. El granero se había quemado, los policías llegaron a la clase (747a escuela de Moscú) y observaron por un momento a los que estaban en los pupitres de la escuela. Hasta ahora no sé exactamente quién quemó el granero. Porfiriy Korneyevich hizo que Raskolnikov confesara por un artículo teórico, publicado con calma y sin miedo por él.
Posteriormente (sin embargo, pasaron 10 años) no muy lejos de ese antiguo granero quemado (solo para pasar el ferrocarril, es el simbolismo ferroviario, «rohi-ahan»), dijo Golovin en la orilla del río con un portaobjetos metafísico en la mano: «Al envejecer se llega a la convicción de que todo existe». Se refería a un búho blanco subterráneo Garfang y un maestro de los sueños, y también a una goleta en Vladivostok, que debería habernos llevado. Kupriyanov se dio cuenta de que no tenía dinero para el taxi Moscú-Vladivostok, y aún es peligroso transportar a un almirante en otro transporte.
Entonces no fuimos allí. Vamos ahora.
Moscú-Kazán
Misterio del cataclismo de la misteriosa ciudad.
Nada es olvidado. Lo recordamos al respecto.
Notas
[1] Un juego sofisticado de palabras: la famosa ciudad, donde hay obras de cristal y los objetos de recuerdo descritos, se encuentra en algún lugar entre Moscú y Kazan y se llama Gus-Khrustalnyy, que significa «Ganso de Cristal» (nota del traductor)
[2] Dugin propuso transferir algunas funciones metropolitanas de Moscú y San Petersburgo a Kazan para garantizar la orientación civilizatoria del gobierno ruso hacia el Este (nota del traductor)
[3] Esta isla es el extremo sur de América del Sur (nota del traductor)
[4] En ese período, la madre de Dugin estaba cerca de la muerte después de una enfermedad prolongada (nota del traductor)
[5] Sobre Panarin. Es profesor de la Universidad Estatal de Moscú, un eurasianista «oficial». En la portada de su libro, se lo caracteriza en dos ocasiones como filósofo, y esta palabra está escrita en cirílico, algo así como «filosofer»; En cuanto al nombre de Carl Schmitt, está escrito como «Schmidt». (la nota del alumno)
[6] Esas palabras son obviamente parte de una frase en tatariano. No tienen sentido en ruso, aunque no le suenan respetuosamente a un pasable poeta ruso del siglo XIX Pushkin (nota del traductor)
[7] Nagaya (literalmente «Desnudo») es la séptima esposa del zar ruso Iván el Terrible (que anexó el kanato de Kazán a Rusia) y madre de su hijo Dmitriy, quien fue asesinado en oscuras circunstancias. Varios pretendientes actuaron bajo su nombre en 1604-1612. Todavía hay una gran disputa entre los historiadores rusos sobre si el próximo zar Boris Godunov estaba al tanto del asesinato (nota del traductor)
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Siempre.
Son estos momentos de asfixia interna donde mis emociones se disparan y no me permiten ser positivo ni actuar acorde a la situación.
Creí que esos días oscuros habían pasado, que ya nada sería igual según mi felicidad, estabilidad interna... Pero aparentemente estuve equivocado. La ira viene a mí para llevarme a reaccionar como un completo idiota, arrasando con todo a mi paso sin importar cuántos sentimientos ajenos hiera. Pero no sólo es eso, la tristeza me consume de a poco y sin embargo más radical que el enojo. Egoísta, pero prefiero herir y arrepentirme pidiendo perdón a sencillamente caer mientras me ahogo por dentro. Nunca tuve autoestima llevadero, nunca tuve paz conmigo mismo. Era de esperar que los ataques llegaran a mí repentinamente a recalcarme que lo estoy haciendo todo mal; que siempre será así y obtendré mierda en la vida.
Pero esta vez fue peor.
Al inicio de año, típicamente me propuse cambiar y ser mejor persona, amarme mucho a mí mismo. Yo lo tenía todo, nada podría salir mal.
Aunque claramente me equivoqué, ya que no podía parar de llorar silenciosamente en la habitación, con la única compañía de una almohada a la que me aferraba y contrarrestaba cada hipido que escapaba. Intenté todo, de verdad que sí. Pero el llanto no cesaba, incluso mi labio inferior lo resentía cuando mis dientes lo encontraban con frustración.
Yo intenté recordarme todo lo que tenía: la mejor pareja del mundo, una linda casa y un trabajo próspero. ¿Por qué no podía parar? Estaba harto. Sólo quería detener de una vez la maldita depresión que se llevaría todo lo bueno de mí si es que no lo paraba.
<<Sólo malos días.>> Me dije.
<<Estarás bien. Ya pasará.>> Repetí una y otra vez, quizá así funcionaría en algún momento.
Nada parecía hacer efecto y comenzaba a entrar en desesperación. Lo que me destruía siempre era pensar en la soledad, en él dejándome, en que Gabriel se diera cuenta que no valgo la pena. Que nadie me amara...
Cuando la respiración comenzó a fallarme y sin querer hipé alto luego de cerrar los ojos y apretar los párpados hasta no poder más: Lo escuché.
—Ya estoy aquí.
Tres palabras que me derrumbaron y lloré con más fuerza sin permitirme a verlo, sólo quería sentirlo sin creer que cuando abriera los ojos él desaparecería. Por lo que me abracé más a su pecho, él yaciendo recostado contra la cabecera de la cama y sin dudar tomarme en sus brazos tan pronto dijo aquello.
Toda la tarde estuvo sosteniéndome sin parar y susurró cientos de cosas que, sin que él lo supiera, repararon mi corazón poco en poco.
[...]
—Yo... Iré a dar una vuelta en la moto.
Gabriel removió su crecido cabello para despejar su rostro, al parecer estaba entretenido en algún trabajo según el portátil en sus piernas y esos anteojos de lectura me dejaron saber.
—¿Estás mejor? –su voz era tan suave, él estaba inquieto por mi actitud a pesar de que no me cuestionó directamente la razón de intensa escena.
—Mejor. –y no mentí. Una vez las lágrimas hubieron culminado, limpió mis mejillas y me besó al menos veinte veces por toda la cara sin dejar de decir que me amaba y que él sin mí no sería nada. Dormí un par de horas y luego él bajó a la sala para escribir, entonces me despejé con una ducha y decidí salir a dar un paseo montaña arriba. Necesitaba aire fresco y las personas no suelen frecuentar carretera a estas horas por la noche.
—Bien.
—Bien.
—¿Te importa si voy contigo?
Yo lo esperaba, honestamente.
—Claro que no.
Entonces nos colocamos los cascos y salimos rumbo a mi sitio favorito, veinte minutos por la cuesta atravesando la tranquila ciudad y otros diez a pie habiendo llegado a mi lugar favorito en medio del bosque. Una zona restringida, debido al majestuoso lago normalmente congelado que puede ser peligroso en cruzar, pero siempre solía quedarme de pie en la orilla para contemplar las vistas sintiendo el irremediable frío calarme en los huesos.
Así lo hicimos y me vi confesándole que este sitio era mi favorito en toda la ciudad y recurrentemente lo frecuentaba por las noches, cuando nadie se daría cuenta de que estaba rompiendo reglas al ingresar tan cerca.
—Debí saberlo, esa adrenalina no era normal.
—Ni el frío irremediable. Cada vez que vuelvo tengo que ponerme junto a la chimenea y con una manta cubriéndome por casi una hora. –reí un poco y fue extraño volver a la sensación llevadera. Yo era muy risueño en realidad, cuando no estaba pasando por esos terribles cambios.
Gabriel también rió. —Supuse que sólo se debía al clima afuera, vivimos en una montaña... Pero esto es otro nivel, ahora entiendo que esté prohibido su acceso. Estoy temblando, hombre.
Le di la razón metiendo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. Quizá no estaríamos mucho tiempo aquí después de todo.
El silencio era ameno, no sé exactamente en qué estaba pensando mi amado, pero yo me concentraba en el hielo.
—Es un sitio hermoso. –Dijo al cabo de minutos.
—Lo sé. –susurré.
—Al principio creí que no sería bueno vivir aquí, pero me equivoqué.
—Sí. Te conocí viviendo aquí.
—Lo aceptaste sin dudar, compartirlo todo conmigo.
Cambié el peso a mi otra pierna sin dejar de mirar al frente.
—Estaba enamorado. Lo estoy.
—Sammy... Espero que sepas que yo también lo estoy.
Sonreí. —Lo creo.
—Y espero que sepas que cada buen momento tuyo ha sido lo mejor en mi vida, tan lleno, tan mío.
Me giré para verlo y asentí.
—También lo creo.
Gabriel cerró un momento los ojos y exhaló fuerte. —Así mismo me ha destruido verte mal, tan mal hoy.
No supe qué responder.
—No sé de dónde he sacado fuerza para no derrumbarme contigo. Verte así sólo me hizo querer llorar a tu lado, que me compartieras un poco de tu pena y entonces podríamos juntos resolverlo eventualmente.
Se puso en una rodilla y me miró.
—Así que quiero hacerte saber que no sólo me tienes para los momentos felices. –de su bolsillo sacó un anillo y me lo tendió. —Cásate conmigo, Sam.
Era tan inesperado. Reí porque no creí que tuviera más lágrimas por derramar este día. Me llevé una mano al rostro y froté mi entumida barbilla.
—No me lo creo.
—¿Eso es un no? –alzó las cejas.
Reí más fuerte y le entregué la mano izquierda.
—Claro que sí, Gabriel. Dios mío.
Después de que me colocó el anillo en el anular, se puso de pie y me abrazó con la misma fuerza que esta tarde. Yo rodeé su cuello y me aferré a su rubio cabello, respiré su aroma y no pude sentirme más completo.
—¿Cuándo decidiste esto? –me obligué a decir, todavía embelesado.
—Hace un tiempo. Aunque intenté idealizar un cursi momento para ello, no vi mejor que este mismo día donde te sentí caer porque, como ya dije, es tan importante estar juntos en la felicidad como en la tristeza. Te quiero para mí por siempre, yo no te dejaré jamás. Y puedes confiar que por cada tropiezo, estaré para ayudarte a levantar y cada tormenta que llegue a tu puerta, al final del día vivimos bajo un mismo techo. Me tienes, cariño. No estarás solo nunca.
Y yo le creí.
Y él lo demostró.
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10 regalos de Navidad que no cuestan un centavo (Artículo escrito por Evelyn García, para Catholic Link, (13/12/2016)
Cuando llega el mes de diciembre, muchos nos preguntamos qué podemos dar a nuestros seres queridos. Son muchos los detalles de amor y de conversión los que podemos entregar, estos valen mucho más que un regalo costoso.
«La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón. Todos lo necesitamos» (Papa Francisco).
Aquí les dejamos una pequeña lista que esperamos sea de mucho provecho en este tiempo
1. Regala tu perdón sin reparo
Regálalo por tu propia paz interior. Hay quienes te pueden haber hecho daño, y no sin querer, sino apropósito, sólo por ver cómo sufrías. Pues aún a ellos perdónalos. Y, aunque no tengas la culpa, pídeles perdón, es la única forma de vivir en paz. Cuando Jesús afirma en Mt. 5, 38-48: «Ustedes han oído que antes se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra». Él no está hablando con metáforas, ése es el modo en que Dios nos ama, ésa es la manera en que debemos aprender a amar a todos; es difícil pero hay que hacerlo, si queremos acercarnos a nuestro modelo que es Cristo.
2. Regala tu oración frecuente
No hay mejor manera de demostrar nuestro amor por alguien que rezando por él. Así ponemos a las personas que amamos en las manos de nuestro Padre. Encomendémoslas a Cristo y a la santa Virgen, concentrándonos con intensidad en la oración, sintiendo en nuestra alma cada palabra, y sintiendo, sobre todo, que tenemos a Cristo y a la Virgen delante de nosotros, escuchándonos, recibiendo y tomando en cuenta cada frase que sale de nuestros labios. Confiémonos a Cristo, pongamos a nuestros seres queridos en su Corazón, hablémosle, con suma confianza, como un pequeño niño que se dirige a su padre.
3. Regala tu dedicación y aprecio
Hace poco, le pregunté a una amiga muy querida cuál sería el mejor regalo de Navidad y me dijo, ante mi asombro: «Un poema o un dibujo, un escrito, una tarjeta navideña, unos dulces caseros, un tejido, una pequeña escultura o un ramo de flores que hayan recogido para mí». En verdad lo que más esperan nuestros seres queridos no es un regalo costoso, sino un obsequio que refleje nuestro aprecio y amor por ellos, algo que diga cuánto los amamos. Nadie se fija en cuánto has gastado, sino en cuánto de tu alma has dejado impregnada en el obsequio. Al fin y al cabo, nuestros familiares y amigos esperan algo muy personal, que diga también con qué profundidad los conocemos.
4. Regala un: «Te quiero»
Muchos de nosotros sabemos exactamente quiénes son esas personas imprescindibles en nuestras vidas, sin cuyas sonrisas, mensajes, compañía o afecto se nos haría muy difícil resistir. Ellos están ahí justo en los momentos en los que sufres y lloras, en los que estás enfermo o decaído, también celebran contigo cuando has conseguido algo que ha marcado tu vida. Pero, aunque les agradecemos siempre, ¿cuándo les hemos dicho: «Te quiero»? ¡Qué difícil es decirlo, aún a nuestros propios padres y hermanos que conocemos de toda la vida! Y, sin embargo, no hay nada que alegre más a un ser humano que el saber y sentir que es importante en la vida de los demás.
5. Regala tu tiempo
Uno de los regalos más preciosos que Dios nos ha dado es el tiempo. Es un regalo que debe ser bien administrado, no hay nada más valioso que el tiempo que dedicamos a los demás, no solo a servirlos, sino a a acompañarlos. La generosidad empieza por la disposición de entregarlo. Nunca olvidemos que: los actos de amor cubren multitud de pecados. Te dejamos algunas sugerencias para servir con nuestro tiempo: Escuchar al hermano que nos cuenta sus problemas, escuchar a un amigo enfermo que nos explica sus dolores, esperar pacientemente a los doctores, dentistas, las luces rojas, etc., dar algún tiempo para la edificación espiritual de alguien, darse el tiempo de felicitar a alguien por un trabajo bien hecho, etc.
6. Regala humildad
Con frecuencia estamos ávidos de honores y reconocimiento, queremos que los demás sepan y valoren cada esfuerzo que hemos llevado a cabo, por lo que publicamos con bombos y platillos, a los cuatro vientos, todo cuanto ha ocurrido de grandioso en nuestras vidas, con la esperanza de que así nuestros amigos y familiares nos amen más. Pero, ¿qué tal si desde ahora, aunque nos cueste, nos guardamos nuestras ansias de “fama” y aprecio?Lo que sea que hayas hecho de bueno, Dios ya lo sabe y es su reconocimiento lo único que te debe importar. Siéntete dichoso de que Él te valore en la justa medida, y que ningún sacrificio tuyo, por pequeño que sea, escapa a su mirada.
7. Regala tu compañía
A veces, cuando el lazo que te une a otro ser es muy fuerte, no es necesario decir nada, pues ambos se entienden solo con gestos. A veces lo único que necesitamos saber es que no estamos solos, que alguien más se preocupa por nosotros y desea nuestro bienestar, porque nos ama, y nuestro bien es el suyo. Pero nuestra silenciosa compañía es lo único que desea una persona que pasa por una enfermedad muy grave o que acaba de perder a alguien importante. Porque, ¿qué podemos decir en momentos así?, ¿cómo consolar al otro, salvo con nuestra presencia y con nuestras oraciones?
8. El regalo de ceder en una discusión
No puede haber peleas si no hay dos que quieran pelear. Una vez le pregunté a un amigo, que llevaba ya diez años de casado, cómo hacía para tener un matrimonio exitoso, y me dijo, sonriendo: «Aunque yo tenga la razón, se la concedo con gusto a mi esposa. Sé muy bien que si seguimos discutiendo, nos diremos mil palabras hirientes y no quiero eso. Por lo que casi siempre soy yo quien abandona la lucha». Si la mansedumbre fuese nuestra bandera, nos ahorraríamos muchísimos disgustos.
9. Ponte siempre en el lugar del otro
Ponte siempre en el lugar del otro y pregúntate por qué ha actuado o hablado de tal modo, pregúntate también cómo reaccionaría él o ella si haces o dices lo que tienes en mente. Antes de responder o actuar, regálale tu calma o mantente en silencio sin que lances palabras duras y desdeñosas, de las que luego te arrepentirás. Las palabras no vuelven; podrán perdonar lo que digas, pero nunca lo olvidarán. Lo mismo ocurre con nuestros actos.
10. Regálale tu tiempo a Jesús
Si te sientes débil, busca a Jesús en el Santísimo, salúdalo, cuéntale todas tus penas y alegrías, dale las gracias por los dones recibidos y pídele todo aquello que tu corazón anhela (Él te dará consejo). Quédate en silencio sintiendo su presencia y su amor y, si lo necesitas, llora frente a Él. Pídele también perdón por tus faltas y dile cuánto lo quieres. Él se sentirá feliz y tú te sentirás como una persona nueva.
Artículo escrito por Evelyn García Tirado.
https://catholic-link.com/10-regalos-navidad-no-cuestan-centavo/
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He escrito cientos de cartas en todos estos años, tratando de responder la que escribiste y subiste en tu tumblr (que nunca leí bien, porque se veía borroso, gracias.) Sin embargo hoy tengo que escribir la última. Una que no termine en puntos suspensivos, sino que me de un final, sin vuelta atrás.
Fue indescriptible, lo que sea que hubo, fue impresionante, inesperado y extremadamente imposible. Lo siento mucho.
De verdad lo siento muchísimo. No hay nada que pueda decirte que compense el tiempo que te hice perder. Jodí a varias personas (incluyéndome) con mi inmadurez y estupidez, y tengo un montón de excusas para intentar “justificarlo”, excusas que me hubieran servido para dormir en paz todo este tiempo, de no ser porque entre esa gente, estabas tú.
Si necesitas una razón por la que hice todo lo que hice, no hay alguna que no suene como una excusa, pero la verdad es que al principio (mucho antes de conocerte), pensé que era un juego. Pensé que no importaba, que nadie era real y que yo tampoco tenía que serlo. Que podía controlar todo, como en Los Sims. Que detrás de los personajes no había nadie real. Cuando me di cuenta que no era así, intenté irme y lo logré por unos meses, casi un año, pero seguías preguntándote por mí, buscándome (y hasta regañándome, obvio) y honestamente, yo también. Pensé que podría volver, darle un final a todo, una excusa o algo y luego irme definitivamente, sin daños. Pero cada vez fue más difícil y cada vez fue más real todo. Entre más sabía de ti, más quería que supieras de mi y así lo hiciste, me conociste CASI completamente. Perdón por todo lo que faltó.
Por supuesto, todo lo que vino después, no se lo esperaba nadie. No me esperaba que estaríamos horas y horas hablando por skype, riendo, tocando la guitarra y menos cantando horrible. Que le pondría tu nombre a mi única guitarra y así se quedaría (hasta que se rompió como en 2014). Que firmaría la pajuela azul con tu inicial y la mía. En fin. Esta carta, por ser la última, supongo que estará llena de todo lo que sentí en estos casi ocho años, que no es poco.
¿Por qué te estoy diciendo todo esto ahora?
No sé. Lo siento. En otras versiones te decía que porque ya somos personas adultas, o porque quisiera tener un cierre, pero la verdad es que mis razones son más egoístas que eso. Creo no me quiero morir sin decirte que tienes razón. Creo que una pequeñísima parte de mi tiene esta loca idea de que me vas a responder o de que vamos a hablar de esto. Al final, la respuesta es que no sé por qué hago esto, pero sé que tengo que hacerlo.
Hace poco escuché una canción1 que me hizo acordarme de todo, porque representa básicamente lo que he sentido a lo largo de estos ¿diez años? Mierda. Me hizo buscar cosas que creía que había olvidado, entre ellas una carta tuya del 29 de Agosto de 2011, donde, entre otras tantas cosas, me decías que era muy especial para ti, no importa quién sea, que los buenos momentos nunca se olvidan y terminabas con una de las tuyas, “y, pues sí, el aguacate es una fruta.”
“No importa quién seas”, perdón por no creerlo del todo. No digo que mentías, sólo pienso que lo decías sin saber realmente quién era. Tenía miedo. Todavía lo tengo. Ojalá no me hubiese importado a mi quién era. Hoy ya no importa nada.
Ojalá me acordara de lo poquito que entendí de tu carta. Ojalá pudiera leerla completa ahora, a pesar de que creo que no eres la misma persona que la escribió ni yo a quien se la escribiste. Eso también sería parte de un cierre, poder dejar de imaginar qué me decías.
1 The Night We Met – Lord Huron ft Phoebe Bridgers.
Esta canción habla de querer volver al pasado para hacer las cosas diferentes. Para “no habernos conocido”. Por mi parte, conocerte fue algo que no cambiaría por mi, sino por ti. Porque siento que te quité más de lo que te di. Sentí que, aunque sea por un momento, tuve todo de ti, y traté de darte todo lo que pude. Sobra decir que no fue todo y que no fue suficiente. No sé qué hacer con “tu fantasma”. De verdad no sé qué hacer. Entonces no haré nada. Después de esto, puedes no volver a saber de mi, ni en cinco, diez años, ni nunca. Pero hoy tenía que pedirte perdón.
¿Entonces después de todo, no te voy a decir quién soy?
No, yo creo que ya lo sabes de sobra y sino, al menos quiero darte la oportunidad de que me sigas viendo como alguien que no existe, un fantasma o un sueño del que te despertaste hace muchísimo tiempo.
Si después de todo, aún quieres saber, sólo pregunta. Una vez más. Esta vez sí tengo todas las respuestas.
De nuevo, perdón por todo.
El aguacate no es una fruta y definitivamente Shrek no es mejor que Buscando a Nemo.
– A.
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