#o tal vez es mi apofenia
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lovesitcomsandgaystuffs · 1 month ago
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okay pero la deidad principal de los templos kumano es kumano ketsumiko, que es otro de los nombres de susanoo.
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jormanks · 7 years ago
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Anonymous asked: ¿Qué lo enamoró del amor así?
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Hace casi un mes pasé por la circunvalar con mi jefe, y no tanto eso sino que duré dos días seguidos, en ciclovía, pasando por la séptima al lado de La Salle. No sé por qué la quiero tanto, a la U. Tengo pensado ir un día a ver si es como la recuerdo o si en algún momento, como con todo, terminé idealizando un imposible de esos. El cuento es que siempre me sentí parte de allá. Recuerdo compañeros, los salones, cosas que viví, el bar en la octava en la que llevé a todas las viejas de la U que se metieron conmigo, porque uno es dañado en un sentido muy tierno, casi que formándolas en una especie de comunión, sin que lo supieran. Recuerdo mucho a L., cuyo nombre es Loren Andrea Arenales, y a quién yo le decía con todo el cariño que me era posible (que no era mucho, viendo todo en retrospectiva) Loren Lorena Lorenales (un día me puse a pensar en que si se hubiera llamado Loren Carolina a lo mejor le hubiera dicho, unas mil veces, Loren Loratadina). Me gustaba su olor, y su forma de ser. No me gustaba que fuera cristiana. Luego de renunciar a la licenciatura nos vimos otras dos o tres veces más, en las que nos besamos en un intento de algo. Yo por acostarme con ella (uno también es dañado en un sentido nada tierno), y ella tal vez porque todavía me quería. Hace mucho tiempo no sé de ella. La dejé por otra vieja que estaba buena: era tetona y culona, que me quiso pero no creo que medianamente igual. Le fui rompiendo el corazón a Loren Lorena de a poquitos: no la saludaba de beso; cuando íbamos en la buseta, porque cogíamos la misma, no le hablaba, o la miraba feo, culpándola sin decirle que era por no poder estar con la otra vieja, aunque perfectamente hubiera podido hacerlo. Antes de Loren Lorena me metí con Adriana, a quién yo le veía el pelo azul. Tenía un violín en su casa que tocaba muy pocas veces, era toda metalera, con una nariz chiquitica en medio de la inmensa cara, y quién me dio un beso un sábado 31 de enero, en mi cumpleaños, por una confusión toda rara: puse la cara para despedirme de ella, pero las bocas se encontraron y duraron encontrándose unos diez minutos más ante la mirada de unos primero sorprendidos y luego aburridos Andrés y Diego, que nos acompañaban ese día. Por la noche alargamos el recuerdo durante casi dos horas pegados al teléfono, sobre el beso y todo lo que nos teníamos guardado (yo sé gustarle, a veces, a algunas viejas), y ahorita recordando eso lo encuentro poco funcional. Lo importante fue que luego conocí a Loren Lorena, que me cambió los gustos para siempre. Lo que más me gustaba de ella eran los ojos grandes, la nariz que en otro rostro podría desencajar, pero que le quedaba perfecta: aguileña y respingada, siendo gruesa pero tan elegante que a veces me daba envidia; la línea en la boca de tanto reírse y los dedos largos como de pianista. Tenía la piel algo dejada, porque no tomaba mucha agua. Al lado de los ojos llevaba las arrugas esas todas bonitas que hacían un juego perfecto con las que le rodeaban los labios, y el entrecejo un tanto marcado, casi como el mío, huella de un mal genio que nunca le conocí. Era flaca, muy flaca, con la cadera apenas sobresaliendo en su sombra. No tenía senos. Literalmente no tenía. Le sentía la dureza del pecho arañándome cuando nos ganaba la emoción, ella contra mi, en medio de un beso largo y pausado. La podía levantar fácil del suelo, porque o no pesaba nada o me daban muchas ganas de alzarla, o nada de eso: a lo mejor no me cansaba; ella vivía con frío, algo que fui solucionando con un abrazo o conmigo mismo. Aunque no era propiamente crespa tenía los rizos en el pelo parecidos a los de mucha otra gente que fui conociendo en la vida que pagaban por que les fabricaran cosas semejantes en alguna peluquería. Mi mamá nunca supo decirle el nombre bien (fue a la primera a la que no supo cómo se llamaba: ella también es dañada de otras maneras). Y luego conocí a alguien que era casi que todo lo contrario, tanto física como internamente, pero lo importante era lo de afuera. Digamos que, viéndolo bien, ese pudo haber sido uno de los grandes errores que he cometido en mi vida. C., la buenona, un día le dijo algo muy feo a Loren Lorena en el baño de la U, y Loren Lorena salió emputada, lo que yo observé ese día, pero más que nada decepcionada y triste, que fue lo que me contó algún tiempo después. Uno, a veces, no se da cuenta de esas cosas, por más de que las vea. Debí saber en ese instante cómo estaba pasando todo, pero estaba pensando con otra cosa, algo a lo que Loren Lorena nunca conoció. Tal vez por eso la recuerdo con tanto cariño: nos queríamos sin haber consumado nunca nada. Me gustaba ir a la universidad, a pesar de que no me gustaba estudiar. Había un profesor, llamado Guillermo, que una vez leyó un cuento mío y quedó asombrado no tanto por lo malo del texto (aunque también) sino por lo tétrico del tema. No supo qué decir. En uno de los últimos semestres no presenté ningún trabajo en una materia y deliberadamente le eché la culpa a la profesora de eso. En un proyecto de investigación dejé que mis compañeras de grupo hicieran todo y, con excusas, me incluyeron en la presentación final. Una de ellas, luego de unos años, comenzó a trabajar en uno de los colegios que quedan al lado de mi casa. Un día la vi y me saludó con mucho afecto. Luego de eso ni más.
No sé por qué quiero a la Salle. No sé si es por sentir la oportunidad perdida. Como con Loren Lorena, Carolina, todas esas cosas que quedaron ahí. El lunes, en cálculo, vi a la profe y sentí a Loren, de otra manera. Supongo que luego de andar solo, al tener tiempo para pensar en lugar de tiempo para conspirar en OkCupid o Tinder*, las cosas que uno tiene guardadas le surgen de la nada, como si uno fuera una cápsula de tiempo de esas que entierran para que alguien en el futuro se asombre de lo difícil, triste, o chistosa que era la vida antes. O, puede ser, que uno viva inmerso en el pasado.
La profe me inspiró tantas cosas (más que todo bonitas, no esas dañadas tiernas o no tiernas), me latió mucho el corazón. Cuando la vi de cerca fui entendiendo un poquito que ella era algo más que solo una cara bonita (así como yo), llena de matices, arrugas, con los ojos hermosos y cansados y la energía de alguien que vive en la lucha, de esos que aman la vida, o lo que hacen, de esos que o no renuncian porque no quieren, o simplemente no saben cómo hacerlo. Tenía el pelo negro, pero olía a L. Ahí fue cuando amarré todas las coincidencias, una apofenia rebuscada con todo lo que escribí: el atardecer en La Salle, la profe siendo una manifestación física de Loren Lorena, y yo con mi soledad.
A la salida vi que el novio la recogió, a la profe, yendo en otra bicicleta. Un gesto normal. Algo que, digamos, puede dar para una pelea: ausentarse al ser incumplido, o no querer, poder, ir, por alguna razón que no puedo pensar pero que seguro a cualquiera se le puede ocurrir. Una trivialidad que me pareció la cosa más bonita del mundo, todo agravado por ser algo de lo que carezco. Tal vez por eso estoy enamorado del amor. Porque me hace falta.
* Que son una forma muy eficaz de perder el tiempo porque va armando uno un conjunto de criterios para decidir con un movimiento si alguien vale o no la pena teniendo en cuenta la o las fotos que se tiene en el perfil: físicamente se puede deducir que puede ser muy vieja, muy joven, muy rica, muy posuda, muy maquillada, muy inalcanzable, muy bonita (tan bonita que puede ser un problema), muy exigente, muy creyente, muy hippie, muy yuppie, muy viajada, muy ficticia, muy desesperada; y con lo que rodea a la persona en todas esas imágenes se puede aprender a pensar que es mejor alejarse si la idea de pasarla bien es un vinito frente a una chimenea, o si estas fueron tomadas en bares o sitios de estos normales para conocer gente (aunque yo no sé cuál es el sitio normal para conocer gente), porque la comodidad parece ser la risa auspiciada por el alcohol o la canción de moda o salir a comer a algún lado, algo que me parece que tiene de cómodo que uno come y luego no tiene que lavar la loza. Yendo un poco más allá, tratando de ser menos superficial, se puede leer la descripción de cada uno en el perfil, algo que es opcional, y sin embargo la mayoría de las personas las consignan en inglés "para practicar", advierten, aunque se puede decir que eso es para pescar en río revuelto, otra clase de filtro adicional a la historia que ya se contó de manera gráfica, prevenciones del lado de allá que uno va reflejando también: yo soy así y espero que alguien muy apropiado me hable en inglés, a pesar de que la selección de perfiles es una mezcla entre cercanía geográfica y un espectro de edad que, a primera vista, le recuerda a uno qué tan viejo es cuando ve a otras personas de su misma edad. Y no es que uno sea prejuicioso: se trata de las instrucciones que hay allí, es decir, todo esto lo maquina cada usuario en una fracción de segundo viendo a otras personas, descartándolas según sus propios lineamientos, y sin querer entra uno en el mismo juego y se da cuenta que los quinientos caracteres para describirse resultan poco, apenas para unas generalidades; que toda una vida huyendo de las fotos, más aun con la importancia que la gente le ha dado desde hace unos cinco o siete años resultan perjudiciales porque uno arma una diatriba triste en el perfil que nadie va a leer, luego de pasar por las dos fotografías decentes que hay para mostrar: sentado en un columpio mirando hacia atrás, sorprendido, y otra en un ascensor, con la disposición del cuerpo en un autorretrato tipo "tomada en el baño" pero que se realizó en otro lugar por puro pudor, no habiendo más, porque en los pocos viajes en los que me he embarcado no suelo salir con el paisaje a menos de que se trate de algo deliberadamente irónico y eso tal vez no se pueda interpretar bien. Además, parece que soy la única persona que no ha ido a Machu Picchu, o a un bar, y tal vez eso denota un poco de soledad y desesperación que, siendo visto desde otra perspectiva, puede explicar por qué todos esos criterios míos se devuelven y me convierten, sin duda, en un eterno swipe a la izquierda.
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